Disclaimer
Los personajes de esta historia son propiedad de Rumiko Takahashi y son parte de su obra Ranma ½, sólo los utilizo para mi propia diversión, sin recibir ningún beneficio monetario por ello.
Los comentarios, críticas, consejos y sugerencias son bienvenidos, sólo háganlos con respeto: no olviden que detrás de este texto hay una persona con sentimientos. Snif.
Nabiki tiene la clave
Creo estaré triste
Creo que es hoy, sí
La chica que me está volviendo loco
Se va
Ella tiene un boleto para viajar (...)
Pero no le importa
The Beatles - Ticket to ride.
Ryoga miraba desconsolado a través de la ventana del taxi que los transportaba a él y Ranma. Este último había decidido llevarlo en auto para evitarle un largo camino tortuoso, teniendo en cuenta el carácter melancólico de su amigo. No sabía qué decir o hacer, se sentía algo culpable por todo lo que había sucedido en el puerto pero él tampoco había hecho nada realmente. La novia de Ryoga, si es que seguía siéndolo con todo lo que había pasado, era muy bonita. ¡Pero él no la conocía! Sólo el ingenuo de Ryoga se enamoraba de esa forma. Él no era ese tipo de personas: la chica no le gustaba pero tampoco podía mandar sobre los sentimientos ajenos. El camino se hizo largo y doloroso. Un verdadero calvario; para ambos.
Una vez de vuelta, la tristeza de Ryoga no disminuyó, por el contrario, se intensificaba aun más cada vez que rememoraba en incidente del puerto. Se sentía culpable y claro que lo era: Xian-pu había llegado ahí por él y no había sabido protegerla.
– Anímate Ryoga, tampoco era como si la conocieras tanto. Ya encontrarás a otra chica, no sé si tan linda pero… eso –. El consuelo de Ranma no consolaba a nadie, sólo agregaba más dolor a la vida de Ryoga.
– Ranma, no se trata de encontrar a otra chica: es ella, sólo ella – contestó Ryoga mirando al suelo, una actitud propia de él cuando se veía embargado por la tristeza.
– Pero pero ¿qué le vas a hacer? No le gustaste – Ranma lo dijo sin pensar. Olvidaba que la razón por lo que no le gustó a Xian-pu era él mismo.
– ¿Y eso significa que debo dejarla como si nada? No, yo no soy como tú. Aunque ella se enamoró de ti, no puedo dejarla a su suerte.
– ¿Y qué piensas hacer? No sabes nada de nada.
– La iré a buscar – dijo Ryoga seguro. Ranma estaba convencido de que su amigo había perdido la razón. Buscarla ¿dónde?
– No sé, estás loco. No tienes ni la menor idea en donde pueda estar – Ranma intentaba por todos los medios convencer a Ryoga, que lo que pasaba por su cabeza era simplemente desquiciado.
– La buscaré, donde sea. Ella vino hasta aquí por mi causa. Si yo no le hubiese dado esperanzas, ella estaría tranquila y feliz en China.
– ¿Y piensas ignorar el pequeño detalle de que ella te rechazó? – Ranma estaba perdiendo la paciencia con Ryoga. Su inocencia, romanticismo y sentido del honor estaban llegando demasiado lejos.
– Por ti…
– ¡Eso da lo mismo! ¿Estás dispuesto a poner en riesgo tu vida por una mujer que te despreció, que ni siquiera te agradeció por traerla hasta acá?
– ¿Agraderme por qué? ¡La secuestraron! No creo que esté muy feliz con eso – ahora fue Ryoga quien alzó la voz. No podía creer la insensibilidad que se apoderaba de Ranma en ocasiones.
– ¡Ahhhhhhhh, perfecto! ¿Y por dónde partirás buscando? Este país es tan pequeño. Y ni decir si se la llevaron a China, el asunto se vuelve "un poquito" más complicado – la ironía de Ranma a veces rompía el corazón de Ryoga aunque, esta vez, Ranma quería más bien romper las esperanzas de éste.
– Te dije que la buscaré donde sea – la respuesta de Ryoga parecía definitiva.
Comenzó a sonar la puerta y ninguno de los dos parecía prestarle atención. La discusión entre ellos iba subiendo de tono y no pasó mucho hasta que se fueron a los golpes, ambos defendiendo sus posturas que parecían ser irreconciliables. El timbre seguía sonando pero ninguno hizo nada por atender, seguían en su batalla. Cuando el ruido se hizo insoportable, pararon.
– ¡¿Es que no escuchas que están llamando a la puerta?! – preguntó Ranma con furia.
– ¡Claro que sí pero no estoy de humor para recibir visitas! - fue la respuesta.
Era extraño, nadie los visitaba, a no ser que fueran alumnos, sin embargo, no tenían clase alguna agendada para esa hora. Ranma no pensó en ir a abrir ¿A quién se le ocurría molestar en medio de una pelea? Ryoga pensó de pronto que podía ser Xian-pu y su rostró se iluminó aunque su ilusión fue asesinada por Ranma quien le hizo ver que si él no le había dado la dirección a su novia, era imposible que llegara hasta ahí. El timbre se hacía cada vez más insoportable y, por cansancio, Ranma decidió ir a abrir. Nunca pensó encontrar lo que estaba detrás de la puerta.
– ¿Ranma Saotome?
Era la chica del puerto junto a otra chica. Ranma sonrió complacido: estaba seguro de que le había gustado aunque lo ocultara y fingiera indiferencia por él.
– No pensé que te había impresionado tanto como para que me vinieras a buscar – dijo sonriente. Akane hizo un gesto de fastidio.
– De algo sirvió la tarjeta que me diste.
– Oh, ya veo. Verás, ahora mismo no estamos dando clases porque estamos resolviendo un problema pero puedes venir mañana y con gusto hago algo por ti – dijo Ranma serio.
– No seas ridículo. No vine ni por tus clases ni por ti. Bueno, en realidad sí tiene que ver contigo, creo que puedo saber algo del paradero de tu novia –. Al escuchar eso, Ryoga se puso de pie de un salto y se fue sobre Akane, dispuesto a conocer todo lo que ella sabía de Xian-pu.
– Está bien: él es el novio oficial de la secuestrada, no yo – Ranma enfatizó lo que más pudo la negación.
– Pues yo no lo vi de esa manera – Akane no reconocía su actuar. Era como si estuviera ¿celosa? Ranma sonrió.
– ¿Es idea mía o estás celosa? – fue la respuesta de Ranma quien obtuvo un fuerte golpe de vuelta. Ahí comenzó una nueva discusión entre él y Akane la que fue interrumpida por Ryoga, desesperado por saber algo de Xian-pu.
– ¡Paren los dos! – les gritó – Si sabes algo de Xian-pu, te lo ruego, dímelo – le dijo a Akane sufridamente, lo que tocó el corazón de la chica.
– Sí, discúlpame. Mi nombre es Akane Tendo y ella es mi hermana Nabiki – dijo señalando a la chica que la acompañaba – creemos saber dónde puede estar la novia de él o la tuya, ya ni sé.
– Dímelo, te lo suplico – sollozó el muchacho.
– En realidad, mi hermana sabe más que yo – le contestó Akane mostrando una empatía que hizo que Ryoga se sintiera más tranquilo. Se dirigió entonces a Nabiki.
– Por favor, dime algo.
Nabiki sintió que estaba condenada a llevarlo donde quería pero no podía arriesgarse.
– Lo que dice mi hermana es verdad: sí sé con casi toda seguridad donde está tu novia. Sin embargo, yo puedo salir muy perjudicada en todo esto, necesito una garantía.
– ¿Garantía para protegerte? ¡Lo que quieras! – exclamó Ryoga. Nabiki sonrió, al parecer, no estaría desprotegida.
– Garantía monetaria. Verás, en este asuntito yo puedo perder mucho, muchísimo dinero. Si tú me das en prenda algo que me garantice que no perderé mis fondos, te llevo donde quieras.
– ¡Nabiki! – le gritó Akane sin poder creer lo que estaba pidiendo su hermana. En realidad, no sabía por qué se soprendía, así era ella.
Ryoga no tenía dinero para asegurar a Nabiki. Si bien Ranma decía que era su socio, lo cierto es que una parte muy baja del dojo le pertenecía a él y, podía decirse que era más caridad de Ranma. Se volvió hacia Ranma con ojos llorosos, sólo él podía ayudarlo. A pesar de que Ryoga no pronunció ninguna palabra, Ranma entendió todo.
– Oh no ¡Ni lo sueñes! No podemos arriesgar nuestra fuente de ganancias por una chica a la que apenas conoces y que, además, ni siquiera te quiere – Ranma podía llegar a ser muy hiriente cuando se trataba de sus propios intereses. Ryoga entonces bajó la vista, se secó las lágrimas que comenzaban a caer por sus mejillas y sólo dijo:
– Lo siento, no tengo ese dinero. Muchas gracias, de todos modos – dijo sacando apenas la voz.
El dolor de Ryoga no conmovió a Nabiki pero sí a Akane.
– Tengo un dojo pequeño, no es tan importante o prestigioso como éste porque recién estoy empezando. Puedo ponerlo como garantía si quieres…
Ryoga se secó las lágrimas una vez más. ¿Era verdad lo que decía? Lo era.
– Pero ese dojo es parte de la tradición de tu familia, asumo.
– Lo es pero no creo que a mi hermana le importe mucho ¿o no Nabiki? –. Nabiki confirmó tal afirmación mientras Ranma se sintió miserable por su actitud. Que otra persona, extraña además, se ofreciera a respaldar a Ryoga, a él que era su amigo desde siempre, le pareció imposible de aceptar.
– A ver, a ver: Ryoga es mi amigo y lo justo es que yo lo apoye para que encuentre, bueno, a su novia – Ranma pronunció esto con un aire de duda, aún tenía la esperanza de hacer que Ryoga desistiera de su loca idea pero, cuando vio que no era posible, no le quedó más remedio que mantener su palabra.
– No me importa quién ponga qué como prenda: sólo quiero estar asegurada. No lo tomen como algo personal –. Todos se miraron con incredulidad –: ¿Nos vamos?
X.X.X.X.X
Un hombre caminaba de aquí para allá, intranquilo. Habían pasado más de tres horas desde que había enviado a sus hombres a buscar a la mujer que lo había dejado prácticamente en la calle. No sabía muy bien qué haría con ella, lo primero, obligarla a devolverle todo lo que, según él, ella le había robado. Finalmente, un grupo de hombres apareció, llevando a la chica con la cabeza envuelta en una capucha.
– Por fin nos volvemos a encontrar, Nabiki Tendo – decía mientras le quitaba la capucha y se encontraba con una mujer muy distinta.
– Déjame: Xian-pu quiere ir a casa –. El rostro del hombre se descompuso. No era para nada lo que él esperaba.
– ¡Pero qué es esto! ¡Ésta no es Nabiki Tendo! ¿Dónde está Nabiki Tendo? ¿De dónde salió esta mujer? – bufó con todas las fuerzas que tenía. Los hombres no sabían qué contestar.
– Señor, la buscamos por todos lados pero ni pudimos hallarla – el hombre no terminó su discurso porque fue silenciado por un golpe.
– ¿Y eso les dio el derecho de traerme a esta otra? ¿Quién es? ¿Qué tiene que ver con Nabiki Tendo?
No sabían, al parecer nada. La respuesta enfureció más aun al que parecía ser el jefe. No sólo no habían llevado a la mujer que él quería sino que, además, habían secuestrado a alguien que no representaba ninguna utilidad para él. Aunque no entendía aún muy bien el japonés, Xian-pu sí entendió cómo la desdeñaban. Montó en cólera y haciendo gala de una habilidad y fuerza extraordinaria, se zafó de las garras de los delincuentes y empezó a correr. Lamentablemente, el cansancio acumulado y su nulo conocimiento del lugar la llevó a ser capturada una vez más. Aún así, los tipos no dejaban de sorprenderse por la fuerza que poseía.
– Mira jovencita: no sé quién eres ni por qué estás aquí. Lo único que sé es que no me vas a causar problemas, por lo que es mejor ¡que hagas lo que yo te diga! – gritó. Como respuesta recibió un escupo en la cara. Eso acabo con la poca paciencia que tenía.
– Tranquilízala – ordenó. Acto seguido, Xian-pu recibió un certero golpe en la nuca que la dejó sin conocimiento.
– ¿Se dan cuenta a lo que hemos llegado? ¡Esta mujer no nos va a traer ningún beneficio sino miles de problemas! No quiero más líos ¡sólo quiero a Nabiki Tendo! – el hombre estaba fuera de control lo que hacía que sus subalternos temblaran de terror. Debían encontrar una solución rápido o, en su defecto, algo que calmara la ira de su jefe.
– Míremos las cosas por el lado positivo: podemos conseguir algún beneficio de esta muchacha – dijo uno, visiblemente nervioso. El jefe lo miró con ganas de querer matarlo.
– ¿Y por qué no me enseñas tú ese lado positivo ya que eres tan inteligente?
Todos se miraron sin saber qué decir.
– Ehhh no sé, la niña es muy bonita…
– ¡¿Y eso de qué me sirve?! – bramó el hombre cuya paciencia estaba más que agotada con esos ineptos que tenía por empleados.
– En una calle cercana al puerto existe un hombre que paga muy bien por las jóvenes bonitas, especialmente si son ehhh cómo decirlo… usted ya sabe – el empleado sonreía avergonzado. ¿Cómo el jefe no iba a saber?
– No, no sé…
– Si son doncellas…
– ¿Y quién te garantiza que ésta lo es? – respondió el jefe ya u poco más entusiasmado con la idea.
– No lo sabemos pero el tipo que la compre tampoco tiene por qué saberlo. Una vez que obtengamos el dinero, dejamos ese problema a él.
La idea fue del gusto del hombre mayor.
– ¿Y cuánto pagan por estas niñas?
– No tanto como lo que le dabe Nabiki Tendo pero sí es mucho.
El jefe lo pensó un momento. La jovencita que tenía en frente inconsciente se veía peligrosa: era astuta y muy fuerte. Por más que era bella, no quería problemas adicionales. Si pasaba el problema a otro y, además, recibía algo de dinero por ello, estaba más que conforme.
– ¿Cómo lo hacemos?
– Llamémoslo y que venga por ella. No es conveniente que nosotros la llevemos – y en eso quedaron.
X.X.X.X.X
Que Nabiki solía meter en problemas a todos a su alrededor era un hecho de conocimiento planetario. Que casi siempre el resto se hundía mientras ella salía ilesa de todo, también. Akane estaba nerviosa por lo que podía pasar. No estaba arrepentida de lo que había hecho: ver cómo Ryoga sufría por su novia, o lo que fuera ella de él, le partió el corazón en pedacitos. Si a eso sumaba el que todo ese lío se había armado por causa de Nabiki, mayor razón tenía para estar segura. Pero, de todos modos, tenía un presentimiento extraño. Miraba a Nabiki quien hasta parecía estar disfrutando la experiencia… no sabía qué pensar. Miraba a Ryoga y podía entender su dolor, eso la convencía de hacer lo que hacía. Veía a Ranma y no sabía qué pensar: decía estar ahí por causa de su amigo pero no podía olvidar que la supuesta novia de éste se había lanzado a sus brazos, besándolo delante de todo el mundo incluido Ryoga. ¿Estaría tan dispuesto a rescatar a Xian-pu por su amistad con Ryoga o porque quería quedarse él con la chica? En el fondo daba lo mismo. Que ellos arreglaran sus problemas. Sólo se sentía con la obligación de ayudar a esa pobre mujer porque fue Nabiki quien la llevó, por así decirlo, a lo que estaba viviendo. Y de eso no iba a arrepentirse.
– Bien ¿recuerdan bien lo que debemos hacer? – preguntó Ranma que parecía ser el jefe de la operación –: Mientras Akane atrae la atención de los guardias, Nabiki nos lleva a la oficina de ese tipejo ¿Sabes bien la ubicación del lugar en el que crees que Xian-pu puede estar recluida? – le preguntó a Nabiki.
– Sí, supongo que la llevó donde las lleva a todas: su dormitorio – al escuchar eso, Ryoga creyó morirse de la furia y desesperación. Quería salir de ahí en ese mismo momento.
– Cálmate hombre. Llegaremos ahí antes de que le haga nada. Pero si no nos damos prisa, yo no puedo garantizar nada. Saliendo – ordenó.
Iban en silencio pero por la cabeza de cada uno surgían cuestionamientos y dudas. Para Ryoga, todo lo que estaba viviendo era una pesadilla. Se supone que a esa hora debería estar junto a su novia, disfrutando su tiempo juntos, haciendóse promesas de amor eterno. ¿Y qué tenía? Una novia enamorada de su mejor amigo y, para rematar, secuestrada por quién sabe qué desalmado. Nabiki pensaba si lo que estaba haciendo estaba bien: ella no ganaba nada con eso y podía perderlo todo. Estaba ahí por el cargo de conciencia de Akane, no de ella, quien la terminó arrastrando a esa loca aventura, la que no podía ni imaginar cómo iba a terminar. Y sí, Akane se sentía apesadumbrada por la actitud de su hermana pero, de haber sido ella encontrada, la angustia en ese momento sería por no saber de Nabiki. Además, sentía tristeza al ver el estado de Ryoga ¿Podía existir alguien con más mala suerte que él? Finalmente, Ranma se sentía en deuda con su amigo. Él no tenía la culpa de que Xian-pu se hubiese fijado en él sin embargo, sabía que le estaba haciendo un gran daño a su amigo, sin él quererlo. Y ahora estaba ahí, trabajando codo a codo con Akane Tendo, la única que parecía no sucumbir a sus encantos. No podía creer las frivolidades en las que pensaba.
Mientras el grupo preparaba la operación Xian-pu, alguien más se mostró interesado en la chica. Había seguido la pista de la muchacha por mucho tiempo ya y, extasiado, llevó la noticia a un hombre importante para él.
– Mi señor, tengo muy buenas noticias para usted – dijo mientras se inclinaba con el más profundo de los respetos. Se dirigía a un hombre demacrado, visiblemente enfermo.
– Habla pues hombre, no estoy de humor para las adivinanzas – contestó el hombre, bruscamente.
– Hoy, la he visto – el nivel de misterio estaba desesperando al señor.
– ¿A quién? ¡Habla de una vez! Me estás haciendo perder la poca paciencia que me queda…
– Su mujer, la mujer a la que ha estado esperando por doscientos años.
El enfermo se puso de pie de un salto. El esfuerzo lo lanzó al suelo pero la sonrisa no despareció. Era lo mejor que había oído en siglos.
– ¿Y cómo sabes que es la mujer que el señor tanto espera? – preguntó otro joven mientras ayudaba a ponerse de pie a su señor.
– ¡¿Por qué va a ser?! – se acercó al jefe y le susurró –: tiene el cabello morado, naturalmente. Y es china – finalizó. Eso bastó para que la felicidad más grande se apoderara del hombre: estaba salvado. Sus sufrimientos acabarían y podría por fin retomar su vida, esa que se estancó hace tanto tiempo.
– ¿Dónde está?
– Está con unos mafiosos, ellos la secuestraron, no sé la razón.
– Vamos por ella entonces – dijo el hombre intentando ponerse de pie – ¿Sabes cómo llegar?
– Sí, memoricé el camino.
Parecía todo decidido pero el joven que había hablado anteriormente mostró su reservas. El señor estaba débil, no podía arriesgarse a tanto.
– Tranquilo, la presencia de esa muchacha sanará todos mis males – dijo, en éxtasis.
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