Nota: cuando aparezca el texto en cursiva entre comillas significa que se está utilizando otro idioma distinto del humano. Cuando aparezca la letra cursiva sin comillas corresponderá a pensamientos de los personajes.
La oscura silueta de una enorme bestia se dibujó sobre las colinas arboladas bañadas por el sol. Una criatura extraordinaria surcaba los cielos. El fénix planeaba suavemente sobre la cálida brisa con sus alas color de plata, llevando a dos pasajeros hacia su destino. Neji se aferró con fuerza a la cintura de su padre y se inclinó sobre el inmenso pájaro para mirar hacia abajo. Las colinas verdes se extendían hasta donde llegaba su aguda vista de elfo, pero sabía que todavía quedaba mucho recorrido por delante. No porque lo recordara, pues era solamente un niño pequeño la única vez que atravesó el mundo que estaba fuera del bosque Mildith. Lo sabía por los relatos que sus padres le habían contado acerca de la guerra que dividió a los elfos en dos y que estuvo a punto de borrar a todas las razas.
En la memoria de Neji casi no había vestigios de aquella época que hubieran sobrevivido, pero algunos pequeños detalles perduraban. Recordaba el lugar donde solía vivir, una enorme isla alejada del resto de los seres vivos, el único punto en el mundo donde habitaban elfos. Los caminos y escalinatas estaban hechos del pálido oro que sólo su raza podía moldear. El sonido del mar que acariciaba las costas se escuchaba constantemente como un suave arrullo. Elfos y elfas transcurrían allí sus largas vidas, practicando las artes y fortaleciendo su magia. Esta última, aunque rara vez la usaban, les permitía vivir por siempre, sanar rápidamente cualquier herida y no envejecer pasada la mediana edad. Por ser poseedores de todos estos rasgos, los elfos se habían sentido siempre superiores a todas las otras razas que poblaban el mundo. Consideraban que, además de ellos mismos, los humanos eran las únicas criaturas con cierta inteligencia, pero eran también egoístas y ambiciosos. Demasiados los había que profesaban loables valores de conducta pero los transgredían sin escrúpulos si podían obtener una ventaja para sí mismos. Por ello las primeras generaciones de elfos habían decidido atravesar el mar para mantenerse apartados en la lejana isla de Shinaime. La vida se había desarrollado en paz hasta hacía sólo algunos años. Doce, para ser exactos.
Neji sólo tenía cinco años en aquel entonces, pero había escuchado los relatos. Según contaban los adultos, un hombre en las tierras bajas había perdido la cordura. Su corruptible alma de humano había sucumbido a la codicia. Madara Uchiha era su nombre. Consideraba injusto que solo algunas criaturas tuvieran el poder de manejar la magia, que los humanos tuvieran vidas cortas, y que al morir abandonaran la existencia por completo, a diferencia de los elfos, que se fundían con la naturaleza alcanzada cierta edad. Ignorado por los otros humanos en su reclamo de justicia, había encontrado ayuda en el más despreciable de los seres: el mago oscuro Orochimaru. Este accedió rápidamente al pedido de Madara, sabiendo que al otorgar tanto poder a los humanos, criaturas imperfectas, se desataría el caos. Así fue que Madara obtuvo la habilidad de utilizar magia. Pero su débil cuerpo mortal no pudo resistirla, y su mente se quebró. Deseó conquistar a todas las razas, y eliminar a las que se rehusaran a servirle. Empleando la magia oscura recibida de Orochimaru, realizó maleficios prohibidos sobre los restos de criaturas de todas las especies muertas siglos atrás. Mezclándolos aberrantemente entre sí les dio vida y una limitada conciencia, doblegada por la obediencia. Creó así a los orcos, seres toscos y brutales que lo siguieron mansamente constituyendo un ejército implacable. Avanzaron por el mundo intentando tomar el control de todo, y lo hubieran logrado de no ser por la intervención de un grupo de elfos.
Neji recordaba vagamente el día en que las oscuras noticias de lo que ocurría en las tierras bajas llegaron a la isla de Shinaime. Un hombre había cruzado el tempestuoso mar por su cuenta en una endeble embarcación para pedir ayuda a los elfos. Murió de agotamiento poco después de alcanzar la costa, pero llegó a transmitir el mensaje de auxilio. El abuelo de Neji, Hayime, era el Noble Patriarca de los elfos. Escuchando las sugerencias de su hijo mayor, Hiashi, había decidido mantenerse al margen de las disputas en las tierras bajas. La sentencia había sido que los mismos humanos habían desatado el conflicto, y debían solucionarlo por sí solos. Pero no todos los elfos estaban de acuerdo. En especial el hijo menor del líder, Hizashi, el padre de Neji. Él encabezaba el grupo que veía necesario ayudar a los humanos y al resto de las criaturas. Creía que los elfos hacían mal al mantenerse aislados del mundo, pues pertenecían a él como todas las demás razas, y debían protegerlo. Así los elfos se dividieron entre los que no deseaban participar en la contienda, y los que decidieron pelear. Sus habilidades para curar heridas y la destreza con la que luchaban en las batallas, sumadas a la valentía de las otras razas, fueron los factores que les permitieron vencer. Madara fue derrotado, y Orochimaru desapareció entre las sombras como si nunca hubiera existido.
Luego de la victoria, los elfos que habían abandonado Shinaime prefirieron no regresar. Hizashi aún sostenía que vivir aislados de las demás criaturas era un error. Pero no todos estaban agradecidos con sus salvadores. La mayoría los resentía por no haber intervenido antes en la batalla, pudiendo haber evitado muchas muertes más. Además desconfiaban de ellos por sus habilidades especiales. Las criaturas no mágicas temían a la magia. El repudio que sentían hacia ellos tras haberlos ayudado hizo que los elfos perdieran confianza en los demás, especialmente en la raza humana. No se consideraban superiores como los elfos de las tierras altas, pero tampoco podían sentirse bien entre ellos. Neji recordaba las palabras de su padre al contarle sobre la decisión de buscar un nuevo hogar. "Si bien muchos de los humanos eran nobles y confiables, la mayoría de ellos eran crueles. Disfrutaban de las batallas por el simple placer de matar y se regodeaban en la violencia. Aprovechaban la devastación de las ciudades para robar y se entregaban rápidamente al delirio al abusar del alcohol. Nosotros no éramos superiores a ellos, pero si éramos diferentes".
Decidieron establecerse en el otro extremo de las tierras habitadas por los humanos, en el hermoso bosque Mildith. De esa forma no estarían aislados por el peligroso mar, y podrían vivir en paz, cada raza en su propio espacio. Hizashi aún mantenía su esperanza de lograr la unión entre todas las criaturas algún día. Quedarse en las tierras bajas, aunque alejados, significaba estar un paso más cerca de su sueño. Neji dejó Shinaime con su madre y otras elfas para reunirse con su padre y el resto de los guerreros en su nuevo hogar. Allí transcurrió el resto de su infancia, conviviendo con las hadas y las ninfas en perfecta armonía.
Hasta que pocos días atrás habían recibido un llamado del líder de los elfos en las tierras altas. Hayime estaba por alcanzar la edad en la que debía partir del plano terrenal para retirarse a los confines del mundo, donde se uniría con la naturaleza eternamente. Era momento de que su hijo mayor tomara el lugar de Noble Patriarca. Se celebraría una ceremonia para despedir al padre, y Hizashi había sido invitado. Según le había dicho su padre a Neji, aceptar la invitación era un acto simbólico que representaba la paz entre todos los elfos, por lo cual no podía negarse. Habían partido entonces hacia Shinaime, luego de doce años de haberse marchado.
Hizashi se giró sobre su hombro para mirar a su hijo, y esto extrajo a Neji de sus pensamientos. "Has recordado traer tu arco y todas tus flechas, ¿verdad?", preguntó el padre en su suave lengua élfica, alzando la voz para hacerse oír sobre el sonido del viento.
Neji asintió. "Si, padre. ¿Pero por qué habría de necesitarlos? El abuelo nos invitó. Estará feliz de vernos".
Una sombra se extendió por el rostro de Hizashi. "Si, el abuelo estará feliz de vernos", concordó, pero su tono denotaba preocupación. Volvió a mirar al frente mientras el gran fénix de plata los acercaba más y más a su destino.
Tras largas horas de viaje finalmente divisaron a lo lejos la isla de los elfos, un único resplandor de color dorado pálido que flotaba en el medio del enorme océano azul marino. A medida que se acercaban Neji pudo ver las altas torres del castillo del Patriarca, adornadas con delicadas piezas de oro pálido que brillaban bajo el poderoso sol. El fénix comenzó a descender suavemente. Al llegar a la costa se detuvo con un hábil batir de alas. Padre e hijo descendieron de la bestia y fueron recibidos amablemente por un pequeño grupo de personas ataviadas con relucientes armaduras color áureo. Eran los Guardianes del Paso.
Neji reconoció entre ellos los rostros sonrientes de las únicas personas a las que había considerado sus amigos, pues en Mildith había pocos elfos de su edad. Lee y Tenten lo esperaban ansiosos agitando los brazos en el aire y gritando su nombre. Los Guardianes del Paso eran los únicos humanos a los que se les permitía vivir en Shinaime. Pertenecían a estirpes muy antiguas de humanos, que se habían retirado a las tierras altas con los primeros elfos. Se los entrenaba desde pequeños como navegantes, pues hacía falta gran destreza para atravesar el tempestuoso océano, y era sabido que la raza humana era la mejor dirigiendo embarcaciones. Su trabajo era el de conectar a los elfos con el resto del mundo si era necesario, aunque hasta la fecha sólo había sido necesario una vez: cuando Hizashi y sus seguidores dejaron la isla para combatir a Madara. También actuaban como traductores, y su estirpe aseguraba la preservación de la lengua humana, puesto que la mayoría de los elfos sólo hablaban el idioma élfico. Neji había crecido con Lee y Tenten hasta los cinco años, por lo que había aprendido el lenguaje de los humanos. Miró a su padre, pidiéndole permiso silenciosamente para reunirse con sus amigos. Hizashi le sonrió y asintió. Neji corrió hasta sus compañeros de infancia que lo recibieron dando aplausos. Tenten lo abrazó y Lee los rodeó a ambos con sus largos brazos. Escuchar sus risas felices era como volver atrás en el tiempo a la época en que los tres jugaban juntos a la orilla del mar.
"¡Sabía que vendrías!", exclamó Tenten en su oreja sin dejar de abrazarlo. Cuando se apartó un poco Neji pudo ver que había lágrimas de alegría en sus ojos.
No había escuchado el idioma humano en doce años, pero no lo había olvidado. "No me perdería una oportunidad de ver a mis amigos", le dijo a la chica en su lengua, con el acento perfecto de quien la ha aprendido durante su infancia.
Aún rodeándolos con sus fuertes brazos, Lee se volvió hacia el padre de Neji. "Gracias por traerlo con usted, lord Hizashi". Su voz estaba cargada de emoción.
El hombre se acercó a los muchachos y les sonrió con simpatía. "Fue su idea", contestó también en lengua humana. "Pensaba venir solo, pero Neji insistió. Creo que los echaba de menos". Tenten reprimió un sollozo ante esas conmovedoras palabras. Neji volvió a abrazarla. Realmente le habían hecho falta. El bosque de Mildith era un lugar maravilloso, pero para Neji también había resultado bastante solitario.
Escoltados por los Guardias del Paso atravesaron la ciudad dorada en dirección al castillo del Noble Patriarca. Recorrer esos hermosos senderos era como regresar a la niñez. Los melodiosos sonidos de los instrumentos de los elfos flotaban en el aire a modo de cálida bienvenida. Apostados a los lados del camino, los habitantes de Shinaime los saludaban con entusiasmo. Aunque hubieran abandonado la isla por diferencias de criterio, aquellos elfos habían sido sus amigos y compañeros. Verlos regresar constituía la confirmación de que los que se habían marchado no eran renegados, sino que aún respetaban y apreciaban a los elfos de las tierras altas. Un clima de unión se percibía en el ambiente.
Llegaron al castillo. Los elfos músicos interpretaban una canción de recibimiento, colocados a los costados de la gran escalinata blancoperlada. En el peldaño superior, ante las enormes puertas doradas abiertas de par en par, estaba el Noble Patriarca. Hayime los miraba acercarse con una sonrisa temblorosa. No parecía más anciano que los demás, pero contaba casi ochocientos años. Sobre su cabeza llevaba una delicada corona de hojas doradas, símbolo de su liderazgo. Detrás de él estaba Hiashi. El hijo mayor permanecía serio, desentonando levemente con los demás. A su lado Neji distinguió a su prima, Hinata, y su tía, Hiriko, que sonreían amablemente. La dama cargaba entre sus brazos a una pequeña de no más de cuatro años a la que Neji no conocía. Hizashi se acercó y se inclinó respetuosamente al pie de la escalinata. Neji lo imitó.
"Me alegra enormemente volver a verte, padre", dijo con solemnidad. "Agradecemos la invitación. Nuestros espíritus se regocijan por regresar a nuestra querida isla".
"Soy yo quien se alegra con tu presencia, hijo mío", contestó Hayime. "Acércate, por favor. Este viejo elfo desea abrazar a su retoño".
Hizashi se incorporó y subió los peldaños hasta encontrarse frente a su padre. Ambos se abrazaron, y los instrumentos elevaron el volumen de su melodía celebrando la esperada reunión. Terminado el abrazo, Hayime se volvió hacia Neji. "No puedo creer que este sea mi nieto", comentó mientras colocaba una mano sobre el hombro del chico afectuosamente. "Eras solo un pequeño la última vez que te vi".
Neji sonrió e inclinó la cabeza cordialmente. "Me honra estar aquí, señor".
Hayime negó con la cabeza lentamente. "Por favor, llámame abuelo, como solías hacerlo. Que placer llena mi alma al tener nuevamente a toda mi familia junto a mí". Extendió los brazos para abarcar a los recién llegados, y se volvió brevemente sobre su hombro para mirar a su hijo mayor. "Hiashi, ven a dar la bienvenida a tu hermano y a tu sobrino".
El aludido dio un paso hacia ellos. Sonrió, aunque la tensión que se generó alrededor de su boca denotaba que sólo lo hacía por compromiso. "Espero hayan tenido un buen viaje".
Hizashi se acercó a él y puso una mano sobre su hombro. "Estoy feliz de verte otra vez, querido hermano". Hablaba con sinceridad, pero el sentimiento no parecía ser mutuo. Aún así Hiashi se esforzó en devolver la formalidad del saludo. "Lo mismo digo", contestó. No sonó honesto.
"Procedamos con el banquete", anunció Hayime. "Hemos preparado un festín para recibiros. Deseo escuchar todo acerca de su hogar y las curiosidades de las tierras bajas".
Fueron conducidos al patio central en el interior del castillo. Allí los elfos habían dispuesto largas mesas cubiertas de delicados manteles. Estaban repletas de suculentos platillos. Se sentaron a comer, y Neji se deleitó con los increíbles sabores de los alimentos que crecían en la isla, rememorando sus primeros años de vida. Hizashi relató a su padre y a los presentes la travesía de los elfos que abandonaron Shinaime luego de la guerra, durante la cual recorrieron las tierras bajas en busca de un lugar al que poder llamar hogar.
"¿Acaso las otras razas no los acogieron?", preguntó Hayime con curiosidad. "Después de todo fue gracias a su intervención que Madara y el mago oscuro pudieron ser derrotados".
Hizashi negó con la cabeza. "Todas las razas fueron cruelmente diezmadas por el ejército de Madara. Sus números se redujeron casi hasta la extinción. Desde ese momento decidieron mantenerse aisladas las unas de las otras para preservar su propia supervivencia".
"¿Significa que algunos de nuestros elfos entregaron sus vidas para pelear por unas criaturas mezquinas que ni siquiera les agradecieron por su ayuda?", interrogó Hiashi con tono mordaz, aunque más bien se trataba de una afirmación disfrazada de pregunta.
Hizashi bajó la cabeza, pensativo. "En cierta forma, así fue. Pero la actitud es comprensible. La pérdida de seres queridos y el miedo a ser eliminadas llevó a las razas a encerrarse en sí mismas, en lugar de optar por convivir en armonía. No se trata de una reacción racional, por supuesto, sino emocional. El miedo limita a la mente. Para evitar el sufrimiento, las criaturas crean barreras defensivas que las mantienen seguras, pero también las privan de la enriquecedora experiencia de compartir conocimientos entre razas. Es algo lamentable, pues un mundo unido sería mucho más próspero para todos. Pero no podemos imponer tales sentimientos. Quizás con el tiempo esto cambie, y podamos construir un futuro colectivo de paz y cooperación".
Hayime observaba a su hijo con gran concentración y asentía con la cabeza. Hiashi, en cambio, fruncía el entrecejo en señal de reprobación. "Tienes demasiada fe en las criaturas mundanas, hermano. Los seres imperfectos jamás podrán vivir en armonía. Su naturaleza se los impide".
En lugar de discutir, Hizashi sonrió con benevolencia. "Tal vez tengas razón. Puede que mis esperanzas sean ingenuas, pero prefiero creer que todas las criaturas tenemos en nuestro interior la capacidad de empatizar con otras. Si estoy equivocado, supongo que eso me hace a mi un ser imperfecto, y por lo tanto igual a ellos".
El Noble Patriarca lo observaba con admiración. "Hablas con sabiduría, hijo mío. Creo que vivir entre las otras razas te ha permitido entenderlas, y has generado por ello un gran conocimiento. Yo he vivido aquí por casi ochocientos años, y aún así me siento tan ignorante como un recién nacido". Hizo silencio por unos momentos. Parecía que en su interior se debatían atribulados sentimientos. "A veces me pregunto si no fue un gran error recluirnos en esta lejana isla".
El rostro de Hiashi se endureció aún más. "¿Qué dices, padre? Fue la decisión correcta. Somos superiores a esas criaturas y no pertenecemos a su mundo".
Hayime asintió, pero se lo veía apesadumbrado. "Eso solía pensar, pero ahora no estoy tan seguro de ello".
Hizashi estiró un brazo para tocar afectuosamente la mano de su padre. "No debes culparte. La vida es un constante aprendizaje, incluso para los elfos. Lo importante es mirar el pasado con actitud crítica para poder proyectar un futuro mejor".
Los presentes escuchaban la conversación con interés. Algunos sonreían, conmovidos por las palabras de Hizashi, y otros negaban con la cabeza, concordando con su hermano mayor. Pero ninguno se atrevió a opinar. Cuando el Noble Patriarca reflexionaba, todos hacían silencio.
Por su parte Neji no podía sentirse más orgulloso de su padre. Era un elfo inteligente, bondadoso y compasivo. Le había dolido profundamente el rechazo de las otras razas tras salvarlos de Madara, pero los había comprendido sin juzgarlos. Sólo encontró aceptación en las otras criaturas mágicas de las tierras bajas, las hadas y las ninfas. Los seres no mágicos probablemente seguirían siendo hostiles hacia los elfos y hacia cualquier criatura ajena a su raza, pero eso no era suficiente para doblegar el espíritu altruista de su padre. Ver que Hayime comprendía y respetaba su postura era reconfortante.
La cena continuó apaciblemente. Al día siguiente se celebraría la sucesión del puesto de Hayime hacia su primogénito, y esa misma noche el Noble Patriarca partiría en balsa hacia los confines del mundo, donde su espíritu se uniría con las fuerzas de la naturaleza para vivir por toda la eternidad. Neji y su padre se retiraron a descansar a una impecable habitación preparada para su visita. Las camas habían sido dispuestas con las mejores sábanas de fina seda confeccionadas por los elfos, y un incienso dulce aromatizaba el aire. Hizashi se acercó a las altas ventanas y miró hacia afuera. Su rostro, que pocos minutos atrás había estado sonriente y tranquilo, reflejaba una extraña inquietud ahora que estaban solos.
"¿Algo te preocupa, padre?", preguntó Neji con suavidad.
"Para ser honesto, hijo, tengo un mal presentimiento", contestó Hizashi. Se volvió y se sentó sobre una de las camas. Neji se sentó junto a él. "Me temo que el tío Hiashi no está muy feliz con mi presencia. No simpatiza con mi forma de pensar, y no le agrada que la suya sea cuestionada".
Eso era evidente, Neji lo había notado por sí mismo. "Pero eso no tiene importancia. Luego de la ceremonia volveremos a Mildith y él podrá gobernar como guste".
Hizashi no contestó enseguida. Parecía estar considerando muchas cosas. Finalmente asintió. "Esperemos que así sea". Acarició la cabeza de Neji con ternura y luego se levantó para ir a su propia cama.
En la mañana siguiente, mientras los elfos se dedicaban a preparar la ceremonia de Hiashi, Neji se retiró a la costa para pasar tiempo con sus amigos. Caminó descalzo sobre la arena casi blanca y calentada por el sol al lado de Lee y Tenten. Aprovechando cada segundo, bromearon y rieron como cuando eran pequeños. Al regresar pudo ver a su padre y a su abuelo paseando juntos por los relucientes caminos, conversando tranquilamente. Se preguntó si estarían continuando la charla del día anterior. Al acercarse la hora de la ceremonia se retiró a su habitación para prepararse. Encontró sobre su cama una hermosa túnica color azul pálido con delicados bordados de plata. Se la puso y bajó al gran salón del castillo, donde todo estaba listo para la sucesión.
Los elfos presentes estaban ataviados con sus mejores ropas. Neji encontró a su padre de pie a un lado del trono dorado del Noble Patriarca, vestido con una túnica de bello color amarillo pastel. Se colocó junto a él. Los Guardianes del Paso también estaban invitados a la ceremonia, pero al tener menor rango dentro de la isla se ubicaron al final del salón. Todos llevaban armaduras doradas, que resplandecían bajo la luz del sol que se filtraba a través del techo de cristal. Lee y Tenten estaban entre ellos, y lo saludaron agitando las manos. Neji les devolvió el saludo. Luego entró la familia de Hiashi. Tanto él como su esposa y sus hijas se veían majestuosos. Se detuvieron al otro lado del gran trono. Hiashi sonreía y saludaba a la concurrencia suntuosamente. Parecía feliz por primera vez desde que Neji y su padre llegaron a la isla.
Los elfos músicos comenzaron a interpretar una pomposa melodía, y al son de sus bellas notas entró Hayime. La corona sobre su cabeza emitía suaves destellos bajo la luz roja del ocaso que se filtraba por los enormes ventanales. Caminó hasta su trono y se detuvo, girándose para observar a la multitud. Extendió sus manos a los lados de su cuerpo y habló con tono suntuoso. "Sean todos bienvenidos. Hace más de quinientos años que no celebramos una ceremonia como esta, desde el día que mi querido padre partió del mundo terrenal nombrándome su sucesor. Hoy mi espíritu se reunirá con el suyo, pero antes debo dar paso al nuevo Patriarca". Miró a sus dos hijos con afecto antes de continuar. "Me honra contar con la presencia de todos mis descendientes en este día memorable". Ante estas palabras Hizashi se inclinó respetuosamente. Hiashi solo bajó un poco la cabeza. Se lo veía notablemente ansioso. "He estado reflexionando mucho sobre el papel de nuestra raza en el mundo. Mi mente y mi corazón se han abierto hacia las demás criaturas que pueblan nuestras tierras, y los veo ahora con ojos diferentes. La humildad ha llegado a mi poco antes de abandonar este mundo, pero confío en que no se extinguirá con mi partida, y en que se extenderá hasta todos vosotros". Neji recorrió la multitud con sus ojos. Los elfos parecían algo confundidos, pero mantenían la calma. "Creo que el Noble Patriarca debe velar no sólo por el bienestar de los elfos, sino por el de todos los seres. Mi hijo Hizashi me ha hecho notar que un futuro unido será más provechoso para todas las razas, y no quisiera irme sin expresar mi consentimiento. Es por eso que he tomado una decisión que los sorprenderá, pero creo firmemente que es la correcta". Se hizo un gran silencio en el salón. Hasta los instrumentos habían cesado en su melodía para escuchar con atención el discurso de Hayime. "Deseo que mi sucesor en este puesto tan importante sea mi hijo menor, Hizashi".
Un murmullo de estupefacción se propagó entre todos los presentes. Hiashi apretó los puños y dio un paso al frente. Su rostro estaba desencajado por la rabia. "¿QUÉ? ¡No puedes hacer eso!", exclamó con furia. "¡Yo soy el primogénito! ¡Soy el heredero por derecho!".
Hayime levantó una mano para calmarlo. "Déjame explicarme, por favor". Hiashi aguardó, pero no retrocedió. "Tienes grandes cualidades, hijo mío. Pero careces de la sensibilidad y la empatía que tu hermano ha logrado desarrollar al partir a las tierras bajas. Creo que esas son características fundamentales en cualquier líder, y que bajo su mandato los elfos podrán comenzar una nueva etapa de armonía con el resto del mundo".
Hiashi negó con la cabeza, indignado. "¡Llevo toda mi vida preparándome para asumir este puesto! ¡No puedes elegir a alguien que se marchó, y que da más importancia a las criaturas inferiores que a su propia raza!".
Hizashi dio un paso al frente y habló con timidez. "Padre, no puedo aceptar. Debo volver a Mildith con los míos, y además esta situación no es justa para Hiashi. Tiene razón al decir que es el heredero por derecho, y sin duda hará un gran trabajo como Patriarca".
"Deja de fingir", le contestó Hiashi con desprecio. "No pretendas que este no fue tu plan desde el principio. Ese es el verdadero motivo por el cual decidiste regresar. ¡Quieres ocupar mi lugar!".
Un murmullo de sorpresa se elevó de la multitud, que observaba boquiabierta.
Ofendido, Hizashi hinchó el pecho con orgullo. "He regresado para despedir a mi padre y para honrar a mi hermano. No deseo tu puesto. Sólo me interesa volver con mi familia".
Hiashi dio un paso amenazador hacia él. "¡CALUMNIAS! ¡Has convencido a padre para suplantarme!".
Hayime volvió a levantar las manos para calmar las aguas. "Silencio, ambos. Nadie me ha convencido. Es una conclusión a la que he llegado por mí mismo. Hizashi, creo que eres el indicado para volver a unir a los elfos de las tierras altas y las tierras bajas, y que lograrás hacer las paces con las razas restantes. Es un trabajo difícil, pero confío en ti. Hiashi, te ruego no me resientas por esta decisión. Ver a tu hermano gobernar te servirá de aprendizaje, y podrás obtener de él la sabiduría que aún te falta. Sé que ahora te duele, pero es lo mejor para todos".
Hiashi estaba furioso. Parecía a punto de lanzarse sobre el anciano, pero su esposa se acercó a él y lo detuvo colocando una mano sobre su brazo. Esto lo calmó momentáneamente, pero sus ojos aún refulgían de odio.
Ignorando los murmullos confundidos de la multitud, Hayime estiró un brazo hasta Hizashi. "Acércate, hijo mío".
Neji observó el rostro de su padre. Estaba realmente incómodo. Se acercó como indicó el anciano, pero le imploró cambiar su decisión. "Padre, te ruego que recapacites. Esto sólo desencadenará conflictos".
Hayime puso una mano en su hombro tranquilizadoramente. "Te pido que confíes en mí. Este será mi último acto sobre esta tierra, y quiero hacer lo que considero adecuado. Ahora inclínate. Es momento de coronarte". Aún dudando, Hizashi se volvió sobre su hombro para observar a su hermano. Este lo fulminó con la mirada, apretando los dientes como una bestia feroz. Pero no existían posibilidades de contradecir al Noble Patriarca. Contra todos sus deseos, Hizashi se arrodilló frente a su padre. Hayime se quitó la delicada corona de hojas doradas y la colocó sobre la cabeza de su hijo menor. "Elfos de Shinaime, recibid ahora a vuestro nuevo Patriarca, Hizashi, hijo de Hayime, quien los guiará a todos hacia mejores tiempos". Algunos elfos aplaudieron con entusiasmo, pero la mayoría se encontraban aún demasiado confundidos.
Neji observó a la familia de su tío. Sus hijas y su esposa miraban a Hiashi con preocupación. Afortunadamente los elfos músicos retomaron la melodía ceremonial, disipando un poco la tensión. Cuando Hizashi se puso de pie nuevamente, Hayime lo tomó por el brazo. Luego estiró el otro hacia su hijo mayor. "Os pido a ambos que me escolteis hasta mi barca, en señal de paz entre mis descendientes. Es el último deseo de este pobre anciano".
Hiashi tardó tanto en moverse que pareció que iba a rechazar el pedido. Finalmente se soltó de su esposa con un movimiento brusco de la mano y se acercó a su padre. Dejó que el antiguo Patriarca lo tomara del brazo, y los tres comenzaron a caminar hacia la salida del castillo. Neji vio como su tío le arrojaba miradas asesinas a su padre. ¿Qué pasaría con ellos ahora? ¿Ya no regresarían a Mildith? ¿Tendrían que pedir a los elfos de las tierras bajas que regresaran a Shinaime? No creía posible que fueran a aceptar. Su abuelo había obrado como creía mejor, pero al hacerlo los había envuelto en un problema mayúsculo.
Aún sin salir de la conmoción, los elfos y los Guardianes del Paso acompañaron a Hayime y a sus hijos hasta la costa. Neji se reunió con Lee y Tenten y caminó con ellos. Le preguntaron si estaba enterado de que ocurriría ese giro de acontecimientos, pero Neji estaba tan pasmado como ellos. Se detuvieron a la orilla del inmenso mar, donde una barca plateada aguardaba, mecida suavemente por las olas. Uno de los Guardianes del Paso se colocó en la parte posterior, sosteniendo un enorme remo. Conduciría a Hayime hasta el sitio correcto en el corazón del océano, donde el anciano simplemente se desvanecería en la blanca espuma. Hiashi y Hizashi ayudaron a su padre a subir a la embarcación. Los instrumentos de los elfos tocaron una conmovedora canción de despedida. La barca se alejó hasta perderse de vista.
Algunos elfos se acercaron a Hizashi para felicitarlo, pero Neji observó que muchos más lo miraban con resentimiento. Se alejaron de la costa siguiendo a Hiashi, que dio media vuelta con brusquedad y desapareció apenas la barca plateada se esfumó en el horizonte. Una vez dispersada la multitud, Hizashi se dirigió hacia su hijo.
Neji no pudo esperar a que comenzara a hablar. Tenía demasiadas preguntas. "¿Qué haremos ahora? ¿No volveremos a Mildith? ¿Qué pasará con mamá y con los elfos del bosque?".
"Tranquilo", lo apaciguó su padre. "Aún no lo sé, pero encontraremos una solución. Ahora debo hablar con el tío Hiashi. He de intentar arreglar las cosas con él". Miró hacia el lugar por donde su hermano se había retirado. Otra vez una sombra de preocupación oscurecía su rostro. Se volvió hacia Neji y colocó ambas manos sobre sus hombros. "Quiero que me escuches con mucha atención, hijo". Habló en lengua humana para asegurarse de que Lee y Tenten lo comprendían también. "Si algo me ocurre, debes buscar a Atzar y salir de esta isla. Ella te llevará de vuelta a Mildith".
Neji lo miró con confusión y miedo. Nunca había montado el fénix solo, y sabía que era una criatura orgullosa y temperamental. Por otro lado, la idea de que algo malo le ocurriera a su padre lo aterraba. "¿Qué quieres decir? ¿Qué podría pasarte?".
Hizashi apretó sus hombros con firmeza. "No lo sé, pero quiero que estés preparado". Luego se dirigió a los dos jóvenes humanos. "También ustedes. Prométanme que si las cosas se salen de control, protegerán a mi hijo". Lee y Tenten se miraron sorprendidos, pero asintieron. Hizashi les sonrió brevemente, y luego volvió sus ojos hacia Neji. "Ahora ve a tu habitación. Si para la medianoche no he regresado, quiero que te marches. Sin avisar a nadie, sin mirar atrás y sin hacer preguntas. ¿Has comprendido?".
Neji no estaba nada feliz con la situación, pero confiaba en su padre. Le aseguró que obedecería, y luego lo observó alejarse en busca de su hermano. Tenten y Lee lo acompañaron al castillo e intentaron reconfortarlo, repitiendo una y otra vez que todo estaría bien.
Neji llegó a su habitación y se sentó a esperar. No tenía apetito y estaba seguro de que no podría conciliar el sueño. Aguardó mientras el cielo se oscurecía, con los ojos fijos en la puerta, impaciente por ver a su padre regresar sano y salvo. Pasó horas sumido en la incertidumbre, cuando de repente unos gritos desgarradores atravesaron la noche. Se puso de pie de un salto y se acercó a los ventanales. No podía ver que ocurría abajo, pero parecía haberse desatado el caos. Oía pies que corrían en todas direcciones, y los gritos se multiplicaban a cada instante. El miedo se apoderó de él. Estaba a punto de salir en busca de su padre cuando una voz aguda y chillona proveniente de los pisos inferiores lo sobresaltó.
"¡YO MATÉ AL TRAIDOR!", exclamaba, y lo repetía una y otra vez de forma burlona, como si se tratara de una picaresca canción infantil. Neji no sabía a quién pertenecía esa voz, pero le hizo sentir escalofríos. Tanto como la fugaz pregunta de a quién se refería ese individuo con "el traidor".
"¡YO MATÉ AL TRAIDOR! ¡YO MATÉ AL TRAIDOR!", cantó otra vez.
En ese momento escuchó pasos que subían apresuradamente las escaleras hacia su habitación. Instintivamente, tomó su estuche de flechas y sacó una, colocándola hábilmente en su arco, listo para disparar.
Poco después la puerta se abrió de un golpe. Aparecieron en el umbral los rostros agitados de Lee y Tenten. Neji bajó su arco.
"¡Estás bien!", exclamó Tenten, acercándose para abrazarlo.
"Claro que estoy bien", contestó el elfo, confundido. "¿Qué ocurre?".
Lee se colocó detrás de ambos y comenzó a empujarlos hacia afuera de la habitación. "Debemos sacarte de aquí de inmediato. No hay tiempo que perder". Por las ventanas seguían entrando gritos de terror.
Neji se negaba a partir sin una explicación. Plantó los pies con fuerza en el suelo y se enfrentó a sus amigos. "No me moveré hasta que me digan que está pasando. ¿Dónde está mi padre?".
Los ojos de Tenten se llenaron de lágrimas. Se tapó el rostro con las manos, rompiendo en llanto. "¡Oh, Neji!", balbuceó entre fuertes espasmos. "¡Hiashi lo ha asesinado!".
El corazón de Neji dio un salto dentro de su pecho, y un helado escalofrío recorrió su espalda. "No... No puede ser cierto".
Lee lo miró con profundo pesar. "Lo siento. No lo vimos con nuestros propios ojos, pero otros guardianes nos lo dijeron. Hiashi y otros elfos están atacando a todos los que querían seguir a tu padre, y son mayoría. Ya han asesinado a decenas de elfos".
Neji estaba estupefacto. Comprendió que la voz desquiciada que había escuchado repitiendo aquella cruel frase pertenecía a su tío, pero estaba distorsionada por la locura que se había apoderado de él. La idea de que su padre hubiera muerto no cabía en su mente. No podía creer que nunca más volvería a verlo. Negó con la cabeza, pero no podía pronunciar palabra.
"Ahora vendrán por ti. Debemos sacarte de la isla", insistió Lee. Neji lo escuchaba, pero no podía moverse. Tenten se obligó a dejar de llorar y ambos aferraron a Neji por los brazos y lo obligaron a correr escaleras abajo.
El castillo se había transformado en una ruina en muy poco tiempo. Los ventanales estaban destrozados, y las finas cortinas doradas ardían en llamas. Tuvieron que sortear los cuerpos inertes de algunos elfos que yacían en el suelo del gran salón. Esto causó en Neji una profunda impresión. La muerte estaba en todos lados. Mientras intentaba avanzar pensó en su padre, tendido en el suelo como aquellos pobres desafortunados. Pero Tenten y Lee no lo habían visto. Quizás no estaba muerto. Si todavía vivía, Neji tenía que ir en su ayuda. Se detuvo de repente, dispuesto a luchar contra sus amigos si se atrevían a intentar detenerlo. Ellos frenaron su avance y lo miraron.
Antes de que Neji pudiera pronunciar una palabra, unas carcajadas enloquecidas resonaron entre las paredes del castillo. La voz casi irreconocible de Hiashi les llegó desde algún lugar no muy lejano. "¡LA SUPREMACÍA ÉLFICA HA COMENZADO! ¡TODAS LAS RAZAS SE INCLINARÁN ANTE NOSOTROS! ¡SOY EL NOBLE PATRIARCA DEL MUNDO ENTERO!".
"¡¿Qué estás haciendo?!", gritó Tenten. "¡Tenemos que salir de aquí!"
Neji veía el terror en el rostro de su amiga, pero no podía huir de esa forma. "Debo encontrar a mi padre. Aún puede estar vivo. Tengo que…"
Las horribles carcajadas se oyeron otra vez, esta vez muy cerca. Provenían de detrás de él. Neji se giró en redondo y vio la silueta de Hiashi avanzando sobre los cuerpos de los fallecidos. Reía como un maniático. Llevaba la corona del Patriarca sobre la frente. El material dorado pálido ahora presentaba destellos escarlatas. En una mano arrastraba una espada manchada con sangre. En la otra sostenía algo que Neji no logró distinguir. "¿Buscas a tu padre, querido sobrino?". Caminó lentamente hacia ellos y levantó el extraño objeto. El resplandor de las llamas que trepaban por las cortinas lo iluminó brevemente, y Neji vio con horror de qué se trataba. Era la cabeza de su padre. Su cuello había sido cercenado con un tajo limpio, y de las puntas de su cabello goteaba un líquido oscuro. Su rostro había quedado petrificado en una expresión de dolor.
Neji creyó que gritaría ante semejante imagen, pero los gritos sólo se produjeron dentro de su cabeza. El dolor y la furia colisionaron en su interior. Casi sin tener conciencia de lo que hacía, volvió a preparar el arco y apuntó hacia su tío. Soltó la flecha sin detenerse a pensar, deseando que la filosa punta se incrustara directamente en la frente de ese horrendo ser que ahora parecía un monstruo.
Pero la flecha no llegó a su destino. Un denso humo negro entró violentamente en el salón a travéz de las ventanas destrozadas y desvió la flecha, que voló en otra dirección y acabó cayendo al suelo. El extraño humo negro se arremolinó en la gran habitación. Era tan fuerte que Neji tuvo que agacharse un poco para no ser arrastrado. Vio como la etérea sustancia comenzaba a aglomerarse junto a Hiashi, que no parecía perturbado por el efecto. Seguía riendo, ahora más fuerte tras haber visto el inutil intento de Neji por matarlo.
El humo se volvió más y más compacto, hasta adquirir una forma humana. La nube negra se transformó en una oscura túnica, y sobre ella apareció un rostro mortalmente pálido. Los ojos del aquel ser eran amarillos como los de un reptil, y su boca sonreía con malicia. Neji nunca había visto a ese individuo, pero sabía que los únicos seres capaces de aparecer de esa forma eran los magos.
Escuchó inspiraciones de miedo detrás de él. Sus amigos también habían comprendido a qué se enfrentaban, y sabían que no tenían oportunidad contra un mago, especialmente si se trataba de quien Neji creía. Lo único que podían hacer era intentar escapar. Dio un paso atrás sin dejar de mirar a su tío y a su espeluznante secuaz.
"¿Se van tan pronto?", preguntó el extraño, arrastrando las sílabas como una serpiente. Una lengua bífida de color púrpura se asomaba entre sus dientes, tornando su sonrisa aún más aterradora. "La rebelión recién comienza".
Lee y Tenten desenfundaron sus espadas, que brillaron con la magia de los elfos, y se colocaron entre Neji y el enemigo. "¡Eres el mago oscuro!", gritó Tenten con voz temblorosa, pero sin bajar la guardia. "¡No eres bienvenido aquí!".
El ser encapuchado rió con tono socarrón y palmeó suavemente el hombro de Hiashi, quien no paraba de sonreír histéricamente. "El nuevo Patriarca no piensa de esa forma".
Neji no sabía cómo había ocurrido, pero comprendía que el mago oscuro Orochimaru había acudido para avivar el caos. Probablemente había convencido a su tío de asesinar a su padre y comenzar una rebelión, empujándolo hacia la locura a cambio de magia más poderosa, como antes había hecho con Madara.
Si peleaban contra él, sin duda morirían. De haber estado solo tal vez lo hubiera hecho de todas formas, como venganza por su padre. Pero no podía obligar a sus amigos a arrojarse a la muerte. Ellos podrían haber escapado del peligro, pero se habían quedado para protegerlo. Tenía que sacarlos de ahí a toda costa.
El mago oscuro alzó los brazos para atacar. Neji no sabía de qué tipo de magia era capaz, pero no iba a perder tiempo en averiguarlo. Volvió a sacar una flecha y la colocó en el arco, pero esta vez apuntó hacia arriba, hacia el techo de cristal del gran salón. Como estaba detrás de Lee y Tenten, el mago oscuro no vio lo que se proponía hacer hasta que la punta dorada de su flecha se estrelló contra el vidrio, que se quebró en mil pedazos. Los trozos comenzaron a llover sobre sus cabezas. Orochimaru se vio obligado a redirigir su poder para protegerse a sí mismo y a Hiashi de los cristales. Levantó los brazos hacia arriba y los afilados fragmentos fueron apartados por una fuerza invisible. Aprovechando la oportunidad, Neji guardó su arco y tomó a sus dos amigos de las muñecas. Tiró de ellos hacia la salida.
Traspasaron la puerta a toda velocidad. Afuera el fuego se extendía por todos lados, devorando la vegetación y levantando espesas nubes de humo negro. Los tres amigos avanzaron sin detenerse entre los gritos desesperados de los agonizantes.
Llegaron a la costa y se acercaron al saliente donde el fénix de plata de Hizashi los esperaba. Pero al llegar a su lado se detuvieron con horror. Alguien había cortado la garganta del animal, que yacía muerto sobre las rocas. Sus hermosa plumas plateadas se habían teñído de negro al irse de su cuerpo todo rastro de vida.
Fue casi tan impactante como ver el cadáver de su propio padre. Eso le recordó a Neji la imagen de la cabeza de Hizashi pendiendo de la mano de su tío, y se sintió paralizado. El dolor de la pérdida aumentaba, inmovilizándolo. Afortunadamente Lee y Tenten conservaban la cordura, y estaban decididos a mantener la promesa que le habían hecho a su padre de proteger a su hijo. Llevaron a Neji hacia el puerto de los Guardianes del Paso, donde se encontraban amarradas las embarcaciones que servían para cruzar hacia las tierras bajas. Subieron a una de ellas y soltaron las amarras.
El mar estaba muy agitado, como si se contagiara de los disturbios que estaban ocurriendo en la isla. Pero Lee y Tenten consiguieron mantener la barca estable, utilizando los remos reforzados de oro que los elfos les habían proporcionado para vencer al tempestuoso océano. Se alejaron de la costa entre las crestas de las olas, mirando atrás para ver el castillo dorado envuelto por las llamas. Aún se escuchaban los gritos de algunos pobres desdichados.
Fue entonces cuando Neji no pudo soportar más. Se dejó caer sobre el fondo de la embarcación y lloró, pensando en su padre. Tenten lo abrazó y lloró con él. En respetuoso silencio, Lee continuó guiando la barca, que se alejó de la isla que había sido el hogar de todos ellos, meciéndose tristemente sobre las encrespadas olas.
Hola a todos!
Se que he pasado demasiado tiempo sin publicar nada, pero he vuelto! Me fascina esta historia y estoy muy entusiasmada con ella, así que no puedo esperar para saber si les gustó!
Quiero agradecer a quienes comentan mis historias, es por ustedes que siempre vuelvo a escribir y que puedo encontrar la pasión por contar historias otra vez! No podría agradecerles lo suficiente =)
¡Hasta el próximo capítulo! (trataré de que sea pronto)
