02 | ? Encuentro Infernal

Es un infierno, querete y no poder tenerte. ❞

INFRAMUNDO

En el interior de la cámara principal del dios del averno, se encontraban los tres jueces dando su reporte acerca de la abertura en el inframundo. Sin embargo, no había información relevante que aplacara la iracunda expresión de su gobernante.

— Todo lo que hemos podido averiguar es que existe más de una abertura, mi señor — informó el primer juez recibiendo una dura mirada por parte de su dios, quien elevó su mano como si pretendiera castigarlo, aquello era una señal de peligro para el albino.

— En este momento nuestras tropas se encuentran examinando las prisiones, mi señor — intervino el de Garuda intentando desviar la atención del griffon, quien internamente agradeció el gesto. — Es cuestión de tiempo para hallar el desperfecto.

— Es cierto eso, Radamanthys? — cuestionó el dios posando sus penetrantes orbes zafiro sobre el segundo juez, conocía perfectamente el carácter diplomático de Aiacos, por lo que no dudaba que intentará liberar de un castigo al primer juez. Sin embargo, el Wyvern era diferente, a diferencia de la estrella celeste de la valentía, el rubio era un guerrero cuyo honor no le permitía mostrar debilidad ante nadie, ni siquiera ante su hermano mitológico.

— Así es mi señor — dijo con firmeza — Hemos investigado y dado los enfrentamientos en la última Guerra Santa hemos podido reducir la búsqueda a cuatro de las prisiones, en este momento mi tropa se encuentra examinando dos de las prisiones.

— Comprendo.

Aquello pareció haber aplacado la temible ira del dios, quien procede a dirigir sus oscuros orbes hacia los tres jueces, aduciendo que a pesar de sus diferencias se veía obligado de aceptar la ayuda del Santuario.

— No podemos perder a más Kerkorian.

— ¡Sí señor! — exclamaron los tres jueces

Una vez que el reporte de los tres líderes del inframundo hubo finalizado, la representante de Hades hace acto de presencia informando la llegada de la diosa.

— Athena solicita una audiencia con usted, Lord Hades. — dijo haciendo una reverencia ante el azabache, quien procede a dar una señal para permitir el ingreso de la diosa a sus dominios.

En ese instante las puertas de la cámara fueron abiertas dando paso a la diosa, quien era escoltada por la imponente figura de dos de sus caballeros dorados, el guardián de Sagitario y el actual guardián de géminis. Al recabar en la presencia del menor de los gemelos, Minos no pudo evitar mofarse del Wyvern, aduciendo que por fin tenía al frente al embaucador de dioses.

— Basta Minos. — lo reprende el Garuda logrando que el mayor guarde silencio, si bien el primer juez no pretendía herir al Wyvern, este no era el momento para sus venenosos comentarios.

Sin duda la relación entre los tres jueces difería mucho una de la otra, por un lado el Griffon y el de Garuda mantenían un trato más fraternal en comparación con el segundo juez, con quien el albino disfrutaba discutir, quizás por su personalidad tan sería o por ser el menor de sus hermanos mitológicos, lo cierto era que provocarse era su manera de "comunicarse". Sin embargo, no era prudente sacar a la luz aquel turbio romance entre el Wyvern y el menor de los gemelos, quien había permanecido en silencio al recabar en la presencia del juez.

— Sean bienvenidos, diosa Athena — dijeron con educación los dioses gemelos sonriendo con perversidad, aunque aquello era más por costumbre que por rivalidad.

Durante la reunión los tres jueces expusieron su reporte ante la diosa sobre las acciones que estaba tomando el inframundo para evitar que los Kerkorian escaparan al mundo terrenal. Sin embargo, no bastaba con recorrer el inframundo, si querían hallar la abertura era necesario rastrear los portales en ambos planos, tanto en el mundo infernal como terrenal.

— Puedo indicar las zonas dónde se han registrado más avistamientos — acotó el Sagitario extendiendo un mapa en aquella mesa de estilo barroco.

— Esto nos hará reducir la búsqueda — reconoció Minos

— Necesitamos los planos de la zona norte del inframundo — agregó el Garuda dirigiéndose al menor de sus hermanos. — Deben estar en tu área del tribunal, Radamanthys.

— Iré por ellos.

Antes que el Wyvern pudiera abandonar aquella sala, es detenido por la firme voz de su gobernante, quien le ordena guiar al Saint de géminis para otorgarle los pergaminos bajo su cuidado, después de todo existían siete atlas de la zona norte, ambos guerreros debían delimitar la búsqueda.

— Yo me quedaré con Athena. — animó el Sagitario al percatarse del semblante perturbado del peliazul, suponiendo que aquella actitud se debía por el hecho de abandonar a su diosa. Sin embargo, tras un gesto de afirmación por parte del menor de los gemelos, este procede a retirarse junto al primer juez, perdiéndose ambas figuras en la oscuridad de los pasadizos.

[•••]

Durante el trayecto a la sala del juicio, ambos guerreros permanecieron en incómodo silencio, al menos hasta que fueron interceptados por uno de los subalternos del Wyvern.

— Lord Radamanthys — saludó inclinándose ante su superior

— Encontraron algo importante? — preguntó recibiendo una negativa por parte del espectro, quien aducía haber descartado dos zonas de las primeras prisiones. — Asegúrense que ninguna criatura del tártaro llegue al mundo terrenal.

— Como ordene mi señor.

El peliazul no pudo evitar escuchar con atención las órdenes del Wyvern, pese a haber combatido en el pasado nunca lo había visto dirigir, sin duda aquello era una faceta que no conocía. Sin embargo, no le desagradaba, como parte de la élite guerrera del ejército de Hades, al juez le correspondía comandar y dirigir las acciones de una tropa de espectros a su cargo.

« Lo hace muy bien...» pensó

Una imperceptible sonrisa se formó en el peliazul.

— Iremos a Caína. — dijo el rubio atrayendo la atención del menor de los gemelos, quien lo observaba perplejo. Al parecer había perdido la ilación de la conversación pues cuando regresó la mirada hacia el espectro de menor rango, este ya no se encontraba presente. — Pandora ordenó trasladar los pergaminos a mis aposentos.

El peliazul asintió, ignoraba si el rubio se había percatado de su estado ausente o pretendía probar que tanto había entendido de aquella conversación con su subalterno, sin más el mayor procedió a seguir al juez en absoluto silenció.

« El templo de Caina...» meditó

Esta sería la primera vez que estaría en los dominios del Wyvern.

SANTUARIO

Dos santos de Athena se encontraban disputando una ardua batalla entre los límites de Rodorio, aquel día el patriarca les había encomendado la misión de neutralizar a todas las criaturas que escaparan del inframundo hacía el mundo terrenal.

— Esto parece no tener fin — suspiró el santo de hielo fijando sus profundos orbes zafiro sobre una gran cantidad de criaturas congeladas.

— Deathmask tendrá mucho trabajo por hacer. — bromeó el escorpión recibiendo una tenue sonrisa por parte del peliaqua, quién podía imaginar la expresión colérica del Siciliano al tener que llevar a más de esas criaturas al Yomotsu, sin duda aquel santo no se daba a vasto. Sin embargo, era el único que podía cruzar al otro plano.

Una vez que ambos santos culminaron con aquellas bestias infernales, procedieron a esperar la llegada del guardián de cáncer, quien en ese momento se encontraba en la profundidad del bosque luchando contra aquellas bestias en compañía de Mü y Afrodita, quien a petición del carnero había accedido a acompañarlos, después de todo parecía ser el único que podía cambiar el mal humor del cangrejo, quien últimamente amenazaba con quemar todo a su paso con sus fuegos fatuos.

— ¿Cuánto tiempo debemos esperar? — cuestionó un aburrido escorpión

— No deben tardar — respondió el mayor sin retirar su atención de aquel extenso libro, por lo poco que el escorpión había alcanzado a leer se trataba sobre criaturas del inframundo.

Milo suponía que al ser uno de los caballeros con mayor conocimientos, el patriarca le había encomendado al acuariano investigar en los antiguos registros acerca de esas criaturas. Sin embargo, la información que disponía el Santuario no competía contra la del inframundo, lo único relevante que el santo de hielo había descubierto era la existencia de diferentes tipologías de Kerkorians y que el poder de estas difería según la prisión asignada.

«Tanta concentración es propia de ti, Camus.» pensó

El Heleno no pudo evitar desviar sus orbes azulados hacia una pequeña carta, la cual había caído de aquel libro, al intentar tomarla para regresarsela al francés, se percata que esta provenía de las lejanas tierras de Asgard.

— Eso es...— susurró el galo

— De Surt — finalizó con seriedad el escorpión para posteriormente regresarle aquel sobre a su portador — veo que se siguen escribiendo...

No pudo ocultar sus celos en aquel comentario, esto no pasó desapercibido por el galo, quien procede a dejar de lado aquel extenso libro para centrar su atención en el guardián del octavo templo.

— Volverá a pedirte que vuelvas a Asgard?

— Quizás... — susurró desviando su mirada en aquel sobre, quizás era momento de decirle lo que contenía — Milo...

— Volverás a intentarlo con él? — preguntó cerrando los puños con notorio enfado, aquello provocó que el peliaqua arqueara una ceja, al parecer su pequeña estadía en Asgard había sido malinterpretada por el escorpión

— No tenemos ese tipo de relación.— aclara

Aquello provocó que el guardián del octavo templo lo observara expectante.

— Nunca tuve nada con Surt, es como un hermano. — continuó — Además, él se casará con Sigmund.

Bien, aquello era algo que el escorpión jamás esperó escuchar, por lo que tenía entendido, aquellos guerreros no se toleraban.

— Si partí a Asgard fue porque Sigmud pediría la mano de Surt, soy lo único cercano que tiene a una familia...— dijo con cierta tristeza — por eso me pidió estar a su lado.

— Entonces esa carta es...

— Seré el testigo de Surt.

El peliaqua esbozó una tenue sonrisa para posteriormente extenderle aquel sobre, en esta el escorpión podía apreciar una invitación dirigida al Santuario, seguido por un último mensaje dirigido al acuariano.

« Como mi testigo necesitaré de tu presencia en Asgard. Te espero dentro de dos meses, Camus.

Con afecto, Surt de Eikpyrnir.»

PD: Puedes invitar a tu querido Escorpión. »

— De lo contrario le dará un ataque — continuó el heleno

En alguna parte de Asgard, el escorpión podía imaginar al dios guerrero burlándose de él.

INFRAMUNDO

El peliazul observaba con sorpresa el templo de Caina, tras finalizar su historia con el juez nunca creyó encontrarse en ese lugar, sin duda esto removía muchos recuerdos en el menor de los gemelos, entre ellos la habilidad que tenía Radamanthys para abrir las puertas hacia el inframundo, en más de una ocasión el Wyvern le había propuesto hacer pública su relación, de hacerlo podrían dar rienda suelta a su pasión en sus dominios, pero el gemelo siempre se negó.

« — Radamanthys...

El peliazul fue interrumpido por los cálidos labios del Wyvern

Podríamos vivir en Caina.»

Recordó con nostalgia, dos años habían pasado de aquello.

— Géminis.

Aquel frío llamado le dolió.

— Te perderás. — dijo al recabar en que el menor de los gemelos se había quedado atrás.

El Wyvern procedió a guiarlo hasta su despacho, pretendía culminar con aquella incómoda situación, más de una vez había soñado en compartir su lecho con el peliazul, convivir en sus dominios. Sin embargo, ahora todo era diferente, por fin tenía al gemelo en su templo como siempre anheló, pero nada era como antes.

No debía pensar en ello.

— Es aquí — informó

Al ingresar en aquel despacho, el Wyvern procedió a indicarle al menor de los gemelos el lugar de algunos de los pergaminos

— Es necesario delimitar las zonas de búsqueda.

El peliazul asintió procediendo a revisar aquellos pergaminos, lo primordial era hallar la abertura que unía al inframundo con el mundo terrenal. Sin embargo, ninguno de los presentes podía poder concentrarse en su totalidad, por momentos el Wyvern desviaba su mirada hacia el menor de los gemelos, quien lucía un semblante melancólico.

— ¿Sucede algo? — preguntó el juez

—... Es extraño.

Ante la expresión desconcertada del Wyvern, el peliazul procede a esbozar una incómoda sonrisa.

— Estar aquí — aclaró, dejando uno de los tantos pergaminos que había tomado. Sin embargo, al intentar sacar otro de ellos, no puede evitar tropezar haciendo caer el librero del juez.

Era descuidado.

Ahora ambos guerreros se encontraban sepultados bajo una avalancha de conocimiento, una que seguramente el Wyvern tardaría meses en volver a catalogar.

— Eres un problema. — acusó el juez tratando de quitar algunos de aquellos pesados libros de su cuerpo, al parecer su afición por la lectura le había jugado en contra.

— Gracias. — respondió con una sonrisa burlesca el peliazul

El Wyvern pretendía increparle su descuido, empezar una batalla si era necesario. Sin embargo, al fijar sus penetrantes orbes ambar en el menor de los gemelos, se percata que este tenía un profundo corte en la mano.

— Te lastimaste. — dijo tomando la mano del peliazul, quien no pudo evitar ruborizarse ante aquel cálido contacto del Wyvern, quien procedía a examinar con cuidado aquella herida, era claro que el juez había actuado por instinto. Sin embargo, al recabar en la mirada del mayor procede a soltarlo intentando ocultar aquel pequeño rubor sobre sus pómulos. — Lo siento...

— Radamanthys, yo...

El peliazul quiso decir algo pero fue interrumpido por la llegada de los subalternos del Wyvern o eso pensaba.

— Mi señor, ¿se encuentra usted bien?. — preguntó un pelirosa atrayendo la atención de los presentes, en especial la del peliazul, quien repara en la presencia de la arpía, el cual lucía una bata demasiado sugerente. Al parecer había terminado su trabajo en el tribunal.

Al recabar en la presencia del otro, ambos guerreros compartieron una mirada de profundo odio. Sin embargo, antes que alguno pudiera decir algo, el Wyvern procede a comentar que su gobernante había ordenado escoltar al santo de géminis a su despacho, al escuchar aquello, la arpía asintió para posteriormente acercarse y sellar los labios del Wyvern en un profundo beso, esto provocó que el peliazul desvíara la mirada incómodo.

No estaba listo para ver aquello.

— Lo esperaré en nuestros aposentos, mi amado señor Radamanthys. — dijo sugerente, para posteriormente retirarse a la habitación que compartía con su señor.

El menor de los gemelos no pudo evitar observarlo con furia, era evidente que aquello era una provocación.

— Él... — dijo tratando de contener su ira.

— Vivo con Valentine. — sentenció el juez atrayendo la atención del peliazul.

Dolía.

Suponía que era cuestión de tiempo para que la arpía pasara de estar en su cama, a estar en su vida. Sin embargo, que el Wyvern hubiera dado ese paso significaba que lo suyo con la arpía iba en serio.

— Te mudaste con él...

Una extraña sensación se apoderó del peliazul, quizás no debería, pero el recuerdo de haberse amado seguía dentro de él y que la arpía le importe, hacía que una llama de celos se encendiera en su interior, sobre todo porque ambos fueron algo, tuvieron un pasado, habían terminado pero sus sentimientos hacia el Wyvern no habían cambiado.

— Kanon... — intentó acercarse pero fue rechazado por el peliazul quien se dispuso a marcharse abandonando aquel despacho.

Continuará…