TEMPLO DE PISCIS
Un silencio sepulcral se formó en los dominios del sueco, quien tras escuchar el relato del Capricornio acerca de lo ocurrido en las lejanas tierras de Chasis, no pudo evitar posar una de sus manos sobre el hombro del mayor en señal de apoyo, seguido por el guardián de Cáncer quien tras una furtiva mirada le pide al menor dejarlos a solas, al parecer debían tener una conversación Alfa-Alfa, por lo que tras un breve asentimiento Afrodita procede a retirarse aduciendo que debía asearse, después de todo tenía sangre en sus manos. Una vez a solas, el caballero de Cáncer procedió a recargarse sobre una de las muchas columnas que decoraban el templo de Piscis, desde ahí podía observar perfectamente el semblante afligido del mayor.
— Lo has amado desde pequeños — acotó recordando la forma en la que el mayor siempre observaba a Camus.
Hasta donde podía recordar, antes de formar parte de la orden dorada, era deber del alfa encargarse de los aprendices a caballeros cuando Saga y Aioros no podían, dado que él y Afrodita no mostraban el menor interés en sus nuevos compañeros, el patriarca había designado al Capricornio como apoyo de sus instructores, por ello y sus caracteres tan afines, Shura continuamente pasaba tiempo con el galo, sea en la biblioteca del Santuario o en los entrenamientos poniendo a prueba su aire frío, al ser uno de los pocos Omegas de la orden dorada, era su deber mantenerlo a buen recaudo, al menos hasta que pudiera defenderse por sí mismo, hasta entonces él vería por la seguridad del Omega, pero lo que nunca esperó fue desarrollar sentimientos por el menor. Fue a su regreso de Siberia que quedó prendado por el Omega.
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Desde que lo vio le robó el corazón.
Ya no era aquel niño que corría a sus brazos buscando refugio.
El de cáncer aún recordaba el dolor en los orbes del alfa al conocer el tipo de relación que el peliaqua había formado con el escorpión.
❴Flash back❵
AÑOS ATRÁS
TEMPLO DE CAPRICORNIO
El guardián de la deciava casa se encontraba sentado en las escaleras de su templo, en su rostro podía apreciarse una profunda tristeza, una que no pasó desapercibida para el cangrejo, quien como de costumbre se dirigía a los dominios del sueco con el objetivo de molestarlo.
— Hey! — exclamó el recién llegado
El capricornio se sobresaltó, no se había percatado de la llegada del Santo de cáncer, quien sonreía haciendo sus clásicas muecas.
Era tan histriónico.
— Qué ocurre? — preguntó el Siciliano sentándose a su lado en las escaleras — Pareces preocupado.
El aludido únicamente se limitó a bajar la cabeza y cerrar con fuerza los puños, dudaba en decir lo que lo inquietaba. Conocía perfectamente la opinión de su compañero. Sin embargo, si en alguien podía confiar era en el alfa, por lo que tras un pequeño silencio procedió a relatar lo ocurrido en el templo de la urna, donde fue testigo de la relación que el aguador había formado con el escorpión.
— Debo hacerme a un lado...
— Te rendirás? — reprochó con enfado, provocando que el mayor arqueara una ceja
— Está mal visto cortejar o intentar cortejar a un omega que esta saliendo con otro alfa. — le recordó, causando que el menor suspirara con fastidio, sin duda el Capricornio era demasiado correcto. Según las normas sociales, el alfa tenía que esperar a que el Omega finalice esa relación para poder cortejarlo. Claro que a Deathmask nunca le importaron esas formalidades. — Por dónde lo vea, alejarme es la mejor opción.
— No deberías rendirte. — replicó, él nunca se caracterizó por ser de los que se rindieran ante nada para conseguir su objetivo y el hecho que el Capricornio lo hiciera lo exasperaba.
— Es el destinado de Milo.— acotó
Ante lo dicho, el de Cáncer esbozó una sonrisa arrogante, su fuerte no era el romance, ante todo era un guerrero y uno muy altanero, por lo que no dudó en afirmar que él lucharía, aún si el Omega que le interesaba estuviera interesado en alguien más o tuviera destinado. Eso no lo detendría, era muy confiado de sí mismo, sólo lo detendría que formara un vínculo.
— Las parejas son temporales, los vínculos son para siempre. — continuó — Hasta entonces tienes oportunidad.
Aquel recuerdo vino con fuerza a su mente.
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Shura aún amaba a Camus.
Aquel profundo dolor en las orbes del mayor no pasó desapercibido para el guardián de Cáncer, quien se cuestionaba internamente lo que estaba a punto de decir.
— Recuerdas lo que dije aquel día?
Esto atrajo la atención del Capricornio quien volteó a verlo interrogante.
— Las parejas son temporales, los vínculos son para siempre.
— Death...
— Sin importar la sentencia, estaremos contigo. — lo corta, era consciente de lo que las acciones del español implicaban — Verdad, niño bonito? — dijo dirigiéndose a un recién llegado Afrodita, quien entrecerró los ojos en aparente molestia.
— Si pierdes el tiempo con bromas estúpidas, volverás a darte de bruces contra el suelo. — advirtió el sueco
Aquello provocó una sutil sonrisa en el Capricornio, sin duda aquellos dos no habían cambiado, desde pequeños Deathmask disfrutaba provocar al Omega, recordaba como en más de una ocasión tuvo que separarlos cuando eran adolescentes, pues a diferencia de otros alfas, Deathmask no se contenía, no le importaba si eran Omegas o Betas, peleaba por igual, eso era algo que le agradaba al sueco.
En el interior de la cámara principal del patriarca, el sumo pontífice se disponía a escuchar el testimonio del Santo de hielo sobre lo ocurrido en las lejanas tierras de Chasis. Si quería emitir una resolución acerca de la situación del Capricornio, debía conocer las circunstancias en las que se dio aquel lazo para descartar la probabilidad de un lazo forzado.
— Lo que ocurrió en el templo de la diosa Ilitia...— inquirió atrayendo la atención del aguador quien se apresuró a levantar el rostro con su característico porte estoico.
— No fue culpa de Shura. — defendió clavando sus profundos orbes zafiros en el mayor — Fue producto de mi celo...
El sumo pontífice no pudo evitar observarlo con incredulidad, él jamás expondría a un alfa o un omega a una situación como esa, por esa razón se había asegurado que su periodos de celo no coincidieran. Según sus informes el celo de Camus llegaría en 3 meses y el de Shura en 6.
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Lo que decía era imposible.
— Shura no tuvo otra opción.
El patriarca desvío la mirada hacia el galo, el cual todavía se encontraba hincado en el suelo intercediendo por el alfa. Sin embargo, si aquello se trataba de una treta para evitar la ejecución del Capricornio, tenía que tomar cartas en el asunto.
— Camus, él...
— No fue contra mi voluntad. — lo cortó relatando lo ocurrido en las lejanas tierras de Chasis.— Yo lo acepté.
❴Flash back❵
Presencias anómalas invadían las tierras de Chasis, especialmente el templo de la diosa Ilitia, el cual era custodiado por algunos guerreros rasos y sacerdotisas, cuyo poder no podía equiparar al de su enemigo. Sin embargo, con mucho esfuerzo y algunos decesos, los guerreros de Chasis habían logrado defender el templo durante el último ataque, pero aún ignoraban cuál era el objetivo de aquellos seres sin rostro, lo único que sabían era que intentaban adentrarse a toda costa en los dominios de la diosa Ilitia. Ante lo dicho, ambos Saint Golds decidieron investigar en el interior del templo de la diosa, pero al llegar a la cámara principal fueron interceptados bruscamente por las sacerdotisas quienes bloquearon el camino del Capricornio, aduciendo que sólo los omegas cuya pureza no haya sido mancillada podían ingresar, el alfa intentó objetar pero fue interrumpido por la voz del peliaqua.
— Yo revisaré la habitación, Shura.
El Capricornio se sorprendió al descubrir que el Omega no había tenido relaciones con el escorpión, por lo que al salir de su asombro se limitó a asentir dejando partir a un muy ruborizado Camus, quien le pidió cuidar la entrada del templo.
Una vez dentro, el acuariano exploró el interior de aquella cámara percatándose de una gran cantidad de pociones, al parecer creados por la diosa de los partos y guardiana de la luz de vida.
— Esta poción es usada para potenciar el celo de los Omegas, aumentando su fertilidad. — informó una de las doncellas
El Santo de hielo intentó encontrar algo que conectara aquella poción con el ataque de aquellas tétricos seres. Sin embargo, no tenía sentido atacar el templo de la diosa sólo por aquellas pociones, hasta donde tenía entendido, estas eran un regalo de la diosa Ilitia para aquellos Omegas infértiles o con partos complicados, incluso había sido obsequiado a algunos betas con la finalidad de asegurar los procesos de parto.
— No tiene sentido...
— Estos elixires son un obsequio muy preciado para los habitantes de Chasis. — dijo con auténtica preocupación la doncella — por favor, impidan que el regalo de nuestra diosa sea destruido. — unió sus manos en suplica
El acuariano asintió, ignoraba si el objetivo era hurtar o destruir aquella pócima, si lo analizaba detenidamente ninguna de las dos opciones tenía sentido, después de todo aquellas pociones sólo podían utilizarse en Omegas o Betas que cumplieran con esas condiciones, de lo contrario no tendría efecto. Sin embargo, era lo único de aparente "valor" en la habitación, intentó seguir investigando aquel recinto pero fue interrumpido por un fuerte estruendo.
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El templo estaba bajo ataque.
Los guerreros de Chasis eran atacados por un gran número de seres sin rostro, los cuales lograban extender sus afiladas garras como si de peligrosas ramas se trataran, ante esto ambos Saints intentaron acabar con aquellas criaturas haciendo uso de sus técnicas más letales. Sin embargo, la resistencia de aquellos seres era mayor de lo que esperaban. A medida que combatían, el acuariano advertía a su compañero no dirigirse hacía los elixires, pero este se encontraba demasiado enfrascado en su combate contra una misteriosa figura.
— Tu eres el responsable — acusó el Capricornio señalando la silueta de un encapuchado, al parecer era quien controlaba a aquellas tétricas criaturas.
— Nada mal para un santo de Athena — se mofó provocando la ira del alfa, quien se lanza a atacarlo desatando su excalibur en todas direcciones, impactando cerca del recinto de la diosa.
El peliaqua tuvo que intervenir en el combate congelando todos los escombros a su alrededor, los cuales amenazaban con derrumbar los dominios de la diosa Ilitia. Durante el enfrentamiento, Shura fue impactado violentamente contra las columnas, sin duda aquel sujeto era poderoso. Cuando estuvo a punto de atacar a un aturdido Capricornio, el peliaqua logra apartarlo, recibiendo en su lugar el ataque de aquel misterioso hombre, el cual había logrado capturarlo entre aquellas gruesas raíces que emergían de la tierra para apresarlo.
— Tu me servirás de distractor.
El encapuchado se aproximó ante el Omega, forzándolo a ingerir parte de un extraño brebaje, uno que el aguador trató inútilmente de devolver pero era tarde, aquel misterioso hombre tiró violentamente de su cabello obligándolo a pasarlo.
— Veamos de lo que es capaz está poción.
Una vez que aquel pequeño frasco quedó vacío, aquella figura procedió a tomarlo del mentón, posando su penetrante mirada contra los orbes zafiros del Omega, el cuál sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, había algo en aquella mirada que lo aterraba.
— Eres hermoso. — dijo pasando su pulgar por los finos labios del peliaqua, acción que enfadó a un malherido Capricornio, quien no dudó en apartarlo bruscamente del Omega.
— Excalibur!
El guardián de la deciava casa no dudó en atacar, cortando así aquellas raíces que tenían preso a su compañero, el cual parecía retorcerse en el suelo, producto de un extraño dolor.
— Qué le hiciste?! — exclamó iracundo a medida que luchaba contra aquel encapuchado
— Ya obtuve lo que buscaba, no es necesario continuar luchando. — sentenció interceptando el ataque del alfa, para posteriormente señalar a aquellos seres sin rostro, los cuales habían logrado hurtar el elixir de la diosa Ilitia. — Apartate!
Dicho esto, una gran cantidad de raíces emergieron de la tierra para atacar al Capricornio, logrando apresarlo en el suelo, dándole oportunidad a aquel misterioso encapuchado de marcharse con aquellas sombras que lo acompañaban.
— Maldición! — espetó el guardián de la deciava casa
Una vez que pudo liberarse de aquellas molestas raíces trató de seguirlos pero el quejido de su compañero lo detuvo, al voltear pudo apreciar cómo este se retorcía en el suelo, preso de un desconocido dolor, el guardián de los hielos podía sentir como un incómodo calor se abría paso entre sus piernas, provocándole confusión ante el repentino calor que amenazaba con hacer arder todo su cuerpo.
— Camus!
El Capricornio enmudeció al ver al Omega jadeando con un fuerte rubor sobre sus pómulos
— No pude ser... — susurró el alfa
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Camus estaba entrando en celo.
El Capricornio intentó cubrirse pero era tarde, el aroma a menta de Camus había inundado lo que quedaba del templo de la diosa Ilitia, provocando que poco a poco aquellos alfas que no poseían un lazo entraran en calor.
— Estoy en celo?
El aguador no comprendía qué estaba pasando, sólo sabía que estaba en peligro, su cosmos no respondía a su llamado y su cuerpo no parecía tener la fuerza suficiente para moverse por su propia voluntad.
— Camus, huye...— advirtió con dificultad el Capricornio, quien se encontraba luchando contra sus instintos de poseer al Omega. El aroma de su celo lo estaba enloqueciendo, si no se apartaba pronto de aquel lugar le sería imposible luchar contra sus instintos. Sin embargo, la erección que se formaba entre sus piernas no era el único problema al que se enfrentaba, los soldados de Chasis estaban entrando en calor y pretendían disputar una batalla por tomar al Omega. No pensaban con claridad, eran alfas respondiendo a su primitivo instinto por tomar y marcar a un Omega, uno que dado la condición de su celo no podía llegar muy lejos.
El aguador trató inútilmente de levantar una pared de hielo que lo alejara de aquellos alfas pero era inútil, no podía hacer uso de su cosmos. Al percatarse de la situación, el azabache los detiene cortando la tierra con su excalibur, creando un abismo entre aquellos alfas, los cuales habían desatado una batalla a muerte, una que no culminaría hasta que alguien marcara al Omega.
— Tienes que irte...— gimió con dificultad, intentando no ceder ante sus instintos de fundirse con el Omega; pero no soportaría mucho, no cuando el aroma de su celo era cada vez más intenso. Si su alfa interno despertaba podía perder la cordura y desatar una masacre contra los guerreros de Chasis.
— No...no puedo. — no podía seguir soportando aquel intenso calor que aclamaba por un alfa entre sus piernas.
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Su cuerpo necesitaba ser poseído.
El peliaqua no quería terminar con alguno de esos alfas. Sin embargo, su cuerpo no soportaría más. Lo único que podía finalizar con aquella situación era ser marcado, aquello anularía su aroma embriagador, alejando a los guerreros de Chasis. Sin embargo, afectaría al alfa con quien hiciera el lazo.
— Lo único que terminaría con esto es que...— alzó lentamente la vista encontrándose con los orbes jade del Capricornio, quien podía imaginar lo que estaba a punto de decir. — Tienes que marcarme — esbozó con fuerte rubor sobre sus pómulos
El mayor lo observó con asombro, no era que la idea le desagradara, después de todo siempre deseo ser el alfa de Camus, sus instintos clamaban por marcarlo. Sin embargo, era consciente que aquella proposición estaba basada en el miedo que tenía el omega por desatar una masacre y terminar unido a un alfa que desconocía. Aquella era una proposición carente de amor, sus sentimientos hacia el aguador seguían siendo unilaterales.
— Tu amas a Milo. — dijo con dolor
El peliaqua no pudo evitar que gruesas lágrimas rodaran por sus mejillas, aquel calor lo tenía preso entre el delirio y la cordura. Sin embargo, no podía dar marcha atrás, no cuando el resultado era el mismo.
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Perder su libertad.
Si los dioses habían dispuesto que se uniera a un alfa que no amaba, al menos quería poder decidir; mientras aún tenía cordura quería ser dueño de sus camino.
— Marcarme... — sentenció liberando más de aquella embriagante fragancia. Una que terminó por llenar de deseo al Capricornio, quien procedió a colocarse encima del Santo de hielo, acorralando su cuerpo contra el rocoso suelo.
— Estás seguro de esto? — susurró respirando el embriagante aroma que emanaba de su cuello, no tenía dudas, deseaba marcarlo. Todo su cuerpo ansiaba fundirse con él. El verlo tan jadeante sólo había logrado aumentar la dureza de su erección.
Al terminar de relatar lo ocurrido, el patriarca no pudo evitar observar la afectación en el rostro del menor, el cual estaba bañado en lágrimas.
— Tuvo que hacerlo... — sollozó recibiendo una triste mirada por parte del mayor — Yo se lo pedí.
— Aunque no lo queramos hay situaciones que no podemos evitar. — esbozó acariciando con afecto sus largo cabello.
TEMPLO DE VIRGO
La iracunda mirada del lemuriano no había pasado desapercibida para el caballero de Virgo, quien lo observaba expectante desde uno de los tantos pasadizos que conformaban el sexto templo.
— Estas enfadado.
Al sentirse descubierto, el lemuriano desvío incómodo la mirada, aún tenía presente lo ocurrido fuera de la cámara patriarcal, donde por ordenes del sumo pontífice, el caballero de Libra escoltó al acuariano al lugar donde se encontraban Saga y el guardián del octavo templo. Al parecer debía hablar con el escorpión. Sin embargo, antes que pudieran alejarse son detenidos por el hindú, quien procede a acercar su cuerpo al del galo impregnándolo de sus feromonas.
Aquel acto enfadó a Mü.
El Santo de Virgo no quería que el escorpión perdiera los estribos al sentir el aroma del capricornio sobre el cuerpo del Omega, quizás el aroma a Incienso y orquídea que segregaba el hindú no serían del agrado del alfa, pero estaba seguro que en ese momento el heleno prefería eso a sentir el aroma del Capricornio sobre el aguador, quien le agradeció de forma tácita su preocupación.
— No tenías que marcarlo. — acotó con total seriedad.
Ahora todo era claro para el hindú.
— Estas celoso. — sonrió tomando entre sus brazos el cuerpo del lemuriano, con quien mantenía una relación Alfa-Alfa, si bien aquello era prohibido en el Santuario, ninguno podía evitar sus sentimientos por el otro, por esa razón habían optado por mantener aquella relación en secreto, lo cuál, desagradaba cada vez más al carnero.
—...Odio que impregnes a un Omega — dijo entre susurros, a medida que recostaba su cabeza en el cuello del rubio, quien tras lo dicho no pudo evitar tomarlo suavemente de la cintura, aferrándolo fuertemente a su cuerpo.
— Tú eres mi alfa — susurró en su oído liberando sus feromonas, los cuales se mezclaban con el aroma a lavanda del lemuriano, transmitiéndole aquella seguridad que tanto necesitaba — No existe nadie que cambie eso.
« Su Alfa...» pensó el ariano.
En verdad nadie cambiaría eso?
Quizás no debería, pero siempre tendría ese temor de ser separados por un Omega, después de todo lo suyo no tenía futuro, como alfas no podían tener un lazo, tampoco crear descendencia para el Santuario, por donde lo viera su relación estaba condenada al fracaso y esto era lo que atormentaba tanto al guardián del primer templo.
En el interior de la cámara patriarcal, el caballero de la deciava casa se encontraba escuchando las palabras del sumo pontífice quien aducía ya tener una resolución respecto a su caso. Sin embargo, necesitaba tener el descargo del alfa ante lo relatado por el peliaqua.
— No dirás nada al respecto? — preguntó con semblante impasible, recibiendo una negativa por parte del azabache, cuyo rostro reflejaba un profundo dolor.
— Hice algo imperdonable...
Aquello atrajo la atención del lemuriano, quien lo observó expectante. Si bien había escuchado con atención la versión del aguador, tenía que descartar la posibilidad que el Omega este encubriendo al guardián de la deciava casa.
— Lo forzaste? — inquirió con severidad
—...De alguna forma siento que lo hice. — espetó golpeando el suelo en señal de frustración, sintiéndose de alguna manera culpable de lo ocurrido.
❴Flash back❵
El alfa se encontraba disputando una lucha interna, debatiéndose entre su instinto y la razón.
— Estás seguro de esto? — cuestionó acorralándolo contra su cuerpo, respirando aquel embriagante aroma — Camus...
— Marcarme... — pidió con un fuerte rubor sobre sus pómulos.
Aquello fue suficiente para que el alfa sucumbiera ante su primitivo instinto, incrustando sus filosos dientes sobre la nuca del Omega, el cual reprimía un grito de dolor aferrándose con fuerza al cuerpo del alfa, quien parecía querer profundizar aquella marca que conformaría su unión.
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Su lazo.
Podía sentir su cuerpo fundirse de una manera indescriptible con el del Capricornio. Eso significaba que había sido reclamado y que ahora se encontraba incondicionalmente unido al alfa, esto significaba que su celo únicamente lo afectaría a él, pero ignoraba de qué manera.
— Shura... — murmuró al percatarse que los ojos del alfa habían cambiado a una fiera mirada
Su alfa interno había despertado.
El Capricornio lo calló aprisionando sus labios en un demandante beso, el cual fue tornándose cada vez más lujurioso, provocando que el ardor en sus cuerpos se intensificara haciéndolos presa de aquel primitivo deseo.
— Shura... — dijo entre jadeos, observando como el alfa procedía a retirar su armadura junto a las prendas del Omega, hasta terminar ambos completamente desnudos sobre aquel rocoso suelo.
El cuerpo del aguador respondía a las lujuriosas caricias del alfa, quien disfrutaba tener a aquel Omega a su merced, removiéndose con sensualidad contra su cuerpo, aclamando por el erecto miembro del azabache, quien descendía repartiendo voraces mordidas en los muslos del aguador, marcando aquel cuerpo que tantas noches había anhelado poseer.
Una vez que sus manos sintieron la humedad entre los glúteos del Omega, cuya lubricación cada vez era más notoria, el alfa no dudó en separar sus piernas para introducir su endurecido miembro en la cálida intimidad del peliaqua, penetrándolo con una suave estocada, una que le supo a gloria al sentir como su miembro era apresado entre las estrechas paredes del aguador.
— Ah~ — no pudo evitar dejar escapar un gemido de placer, al adentrarse en lo más profundo del Omega, cuya vista se encontraba pérdida producto del ardor de su celo, ante esto el alfa procedió a aferrarlo fuertemente a su cuerpo embistiéndolo con desenfreno.
— Shura — jadeó con un fuerte rubor sobre sus pómulos, apoyando sus manos en los hombros del alfa sintiendo cada vez más fuertes las estocadas.
Cuando el vaivén de las embestidas cesaron hasta ser reemplazadas por el tan ansiado nudo, el alfa no puede evitar gemir de placer eyaculando dentro del Omega, quién podía sentir su interior ser invadido por la cálida esencia del alfa que jadeaba sobre sus labios, ambos estaban muy agitados pero seguían sin separarse, el calor aún invadía sus cuerpos.
Aquel día el alfa lo hizo suyo tantas veces como pudo.
[•••]
Una vez que el calor en sus cuerpos se hubo apaciguado, el mayor se separó de aquella cálida estrechez, saliendo lentamente del interior del Omega, quien poco a poco comenzaba a perder la conciencia producto del cansancio. Al verlo, el mayor procedió a acaricia suavemente el contorno de su rostro.
— Te amo, Camus — confesó besando con suavidad aquellos finos labios del peliaqua, quien había sucumbido en un profundo sueño.
Durante esos días, el Omega había sido atendido por las sacerdotisas de la diosa Ilitia, quienes le extendieron unas hierbas para evitar tener un embarazo. Si bien los efectos de aquel intenso celo habían desaparecido, el Omega aún se encontraba con oleadas de calor. Sin embargo, estas no parecían afectar al Capricornio, no al grado de despertar su alfa interno al menos.
— Debí impedirlo... — lamentó con amargo dolor, recibiendo una mirada condescendiente del sumo pontífice, quien procede a colocar una mano sobre su hombro en señal de consuelo.
— Fue decisión de Camus. — acotó
— Pude buscar otra solución — reprochó — era el Omega de Milo...
— Nunca te perdonará que hayas marcado a Camus. — advirtió el mayor — estás conciente de eso?
El alfa asintió, aduciendo que aceptaría sin oposición la sentencia que dictaminaran, lo único que pedía era que no se tomaran represalias contra el aguador, sin más que decir el alfa procede a marcharse a su templo, siendo seguido por la expectante mirada del mayor, quien debía tomar una decisión.
Los lazos eran un regalo de la Diosa Hera, romperlos era invocar la furia de aquella rencorosa diosa. Sin embargo, existían 3 formas de romper el lazo: la primera era la muerte de alguno de los involucrados, por ello el Santuario había implementado como ley la ejecución de todo alfa que marcara a un omega contra su voluntad, la segunda opción era que el alfa rompiera el lazo al reclamar a otro Omega, después de todo un alfa podía tener la cantidad de parejas que deseara, pero no podía morder a varias personas sin romper el lazo con la anterior, si el omega no estaba de acuerdo no era relevante. La última opción era que la diosa Hera lo hiciera, pero aquello era imposible. La diosa del matrimonio defendía con recelo los lazos formados entre Alfa-Omega quienes estaban incondicionalmente unidos por el vínculo y aquella unión debía respetarse, después de todo estos lazos no dependían del amor, no cambiaban si no se amaban, el efecto era el mismo.
En otra habitación perteneciente a los dominios del patriarca, el guardián del octavo templo se encontraba caminando de un lado a otro, había pasado más de una hora desde que el géminis lo tenía confinado en ese lugar, donde sin importar lo que hiciera no podía evitar pensar en el Santo de hielo.
« Camus...»
Aquella tarde había escuchado que el peliaqua había regresado de su misión junto al Capricornio, en un inicio se mostró animado, llevaba desde la mañana esperando el regreso de su Omega, pero había algo que lo inquietaba, no entendía la razón pero no podía evitar mostrarse tenso e irritable, supuso que se debía al estar separado demasiado tiempo de su destinado. Por esa razón decidió apresurarse a la cámara patriarcal, donde el aguador debía estar dando el reporte de su misión junto al Capricornio. Sin embargo, al ingresar a los dominios del patriarca, fue testigo del estado de su bello aguador, quien no sólo portaba daños en su armadura, si no en su cuerpo, pero aquello no era lo que le produjo afectación, sino la presencia de una marca de unión en el cuello del Omega, esto significa que estaba incondicionalmente unido a un alfa, al Capricornio, cuyo aroma se encontraba impregnado sobre el guardián del onceavo templo, dando una idea de lo que había pasado entre ellos. No fue consciente de en qué momento se abalanzó sobre el azabache, lo único que recordaba era que sintió una ira indescriptible.
— Lo odio... — espetó golpeando con fuerza la columna a su lado, pero antes que pudiera lanzar otro golpe, es detenido por la presencia del guardián de los hielos, quien era escoltado por el viejo maestro. — Camus...
— Shion me ordenó traerlo aquí — informó Dohko dirigiéndose al mayor de los gemelos, quien lo observaba con desconcierto — será mejor que hablen a solas Saga.
El peliazul asintió retirándose de aquel recinto junto al mayor, dejando a ambos caballeros sumidos en un incómodo silencio.
"— Debes hablar con Milo."
Las palabras del patriarca resonaban en la mente del peliaqua, quien inútilmente trataba de contener la ira y el dolor del escorpión, quien entre improperios maldecía al guardián de la deciava casa, aduciendo que sería él el encargado de darle ejecución, aquello provocó que gruesas lágrimas brotaran del Omega.
— Nunca lo perdonaré por esto!
— Milo... — un nudo en su garganta le impedía seguir con aquella confesión.
— Sé que es tu derecho Camus — lo cortó con brusquedad, era una ley del Santuario que todo Omega cuyo lazo sea forzado, poseyera el derecho de llevar a cabo la ejecución del alfa si así lo deseaba, de lo contrario esta labor sería acotada por el verdugo — pero quiero ser yo quién acabe con él.
— No puedo permitirlo...
— TE MARCÓ CONTRA TU VOLUNTAD!! — espetó sujetándolo fuertemente de los hombros — ES MI DEBER ACABAR CON ÉL!
— Yo le pedí que me marcara!
El escorpión enmudeció ante lo dicho, no podía creer las palabras del omega, pero a juzgar por su expresión aquello era cierto. A caso el peliaqua tenía algo con el guardián de la deciava casa? Imposible, se negaba a creer que su Omega lo hubiera traicionado de esa manera. Sin embargo, si el alfa no había abusado del aguador, eso significaba una cosa.
— Milo yo...
— Te acostaste con él? — preguntó dolido.
Por alguna razón sentía una horrible sensación en el pecho,la cual empeoraba con el silencio del Omega, quien yacía pálido.
— CONTESTA!! — Gritó sujetándolo sin ningún tipo de cuidado.— DI ALGO MALDITA SEA!TE ACOSTASTE CON ÉL? — bramó fuera de sí
—... Sí
Continuará...
Aquí algunos puntos:
• Los omegas tienen 3 celos al año, dura 1 semana.
• Los alfas tienen 2 celos al año, dura 1 día.
