Hermione nunca se había encontrado en una situación así, la escuela no la había preparado para el salvajismo de una batalla en la que los hechizos volaban por los aires dispuestos a herir y hasta a matar al primero que encontraran. Pero había sido su decisión seguir a Harry a pesar de creer que todo se trataba de una trampa.

Se lo había dicho, había insistido, pero Harry fiel a lo que muchos pensaban de su casa había actuado sin ningún pensamiento de por medio.

Ahora las risas y carcajadas de Bellatrix Lestrange resonaban en el Departamento de los Misterios mientras los mortífagos atacaban con toda su magia oscura. El miedo se le calaba en los huesos, pero ella era una gryffindor, valiente, al menos eso era lo que el sombrero le había dicho hace tantos años, y era el momento de demostrarlo, sus amigos la necesitaban.

Sin pensarlo mucho dio un paso fuera de la columna que la protegía, su cabeza moviéndose a los lados tratando de encontrar a Harry, Ron, Neville, Luna, pero la confusión de la batalla era demasiada, y en ese momento fue que se dio cuenta del error, se había olvidado de sus enemigos. Al frente uno de ellos, Dolohov, la miraba lleno de malicia y sadismo, un hechizo de color morado brillando en la punta de su varita.

No podía creerlo, sabía que no saldría bien parada de esta y ni siquiera sabía si saldría con vida, su corazón palpitaba y quizás esperando encontrar un poco de paz en sus últimos segundos, cerró sus ojos.

De repente escucho un gruñido, y alzando su vista pudo ver a Dolohov en el piso, aturdido por algún hechizo que misteriosamente había salido de su derecha, girando su cabeza no vio a nadie, ¿Quién la había salvado?

Hermione aun en shock respiró profundo tratando de calmarse, sus ojos se abrieron cuando de la nada sintió una mano cerrarse sobre su boca.

—Shhhhh, no hagas ruido Granger.

Ella conocía esa voz que salía de una capa negra, ese acento lento y maldito que la había torturado y atormentando durante años, movió sus brazos tratando de zafarse pero la adrenalina la había abandonado y solo quedaba cansancio, agotamiento. Y otro brazo firme que la rodeaba por su cintura mientras intentaba gritar, pedir ayuda sin lograrlo.

—Por acá.

Hermione sintió como la arrastraban hacia algún lugar desconocido, prisionera de alguno de esos malditos mortífagos, y aunque no lo quisiera, quizás sintiéndose vencida, sus pasos marchaban al ritmo de los de su secuestrador, ritmo a su muerte.

—Increíble pequeña sabelotodo, ¿Realmente estas tan loca que estas desesperada por morir? —preguntó el rubio con sorna y miedo al mismo tiempo.

Cada segundo los ruidos de la batalla se hacían más distantes, ya apenas escuchaba los gritos.

—Malfoy, ¡suéltame! —reclamó Hermione exasperada y enojada cuando sintió la mano que la silenciaba dejar su boca.

—Lo menos que podrías hacer es agradecerme por haber salvado tu vida —respondió él con ese arrastrar lento de sus palabras, siempre el aristócrata.

Hermione miro al rubio con furia y miles de preguntas en sus ojos.

—GRA-CI-AS ¿puedes dejarme ir?

—¿Ya cansada de mi compañía?

—¿Qué diablos pretendes Malfoy? —Le reclamó Hermione al ver que aún no terminaba de soltarla, zarandeándose mientras su otro brazo aun sujetaba su cuerpo—. Tengo que ayudar a Harry.

—Shhhhhh.

Malfoy volvió a tapar su boca mientras la apretaba firme contra él sintiendo una extraña calidez en medio de tanto frio. Los ojos muy abiertas mientras pequeñas gotas de sudor corrían por su frente.

—Están aquí —dijo el tan bajo como pudo.

Hermione escuchó pasos firmes y lentos tras de ellos, la poca calma que había encontrado desaparecía nuevamente, parte de ella esperando que fueran sus amigos, pero dudando, demasiada lentitud, demasiada paciencia. Harry y Ron estarían gritando su nombre, no podían ser ellos.

Hermione tan solo asintió con su cabeza quizás cometiendo el más grande error de su vida, era Malfoy, su enemigo, su rival, el villano de su historia, pero estaba sola y tal vez la única alternativa era seguirlo.

Callados siguieron caminando por los pasillos del departamento, agradeciendo por las antorchas apagadas y el camuflaje de la oscuridad, hasta que las vieron, muchas puertas que aparecían repentinamente ante ellos, pequeñas, grandes, distintos colores y formas como si el pasillo hubiera sido diseñado por un niño, o un arquitecto loco.

Sin embargo Malfoy parecía tan asustado como ella, quizás era de esperar, sus enemigos eran aquellos de su presuntivo bando, uno de ellos con la misma cabellera rubia que adornaba su cabeza.

Malfoy la tomó de la mano y la arrastró hacia una puerta negra con pequeños orificios por los que brillaba la luz, casi como una coladera. Lentamente giró el cerrojo tratando de hacer la menor cantidad de ruido posible, la luz de la habitación suavemente iluminando su rostro.

—En serio amas los problemas Granger —dijo él con una seña de sus manos, sin esperar o quizás demasiado asustado lo siguió—. Quieta.

Hermione se quedó viéndolo sin saber qué hacer, como reaccionar, podía despreciarlo, quizás hasta odiarlo, pero también podía reconocer que de no haber sido por él estaría muerta. ¿Pero qué diablos hacia Draco Malfoy, el príncipe de los sangrepuras en el Departamento de los Misterios? ¿Y por qué había hecho algo por ella?

Hermione estaba demasiado confundida, quería gritar, golpearlo, darle una cachetada como aquella de tercer año, hechizarlo y maldecirlo, pero lo que había hecho en su defensa la detenía, se lo impedía, y aunque no quisiera era capaz de darle un poco la razón, ya le había dicho gracias incluso si había sido de mala gana, lo menos que podía hacer ahora era no delatar su escondite.

—¿Por qué?

—Tienes que ser un poco más específica Granger —respondió el de mala gana.

—¿Por qué me salvaste?

Malfoy la miro de arriba a abajo, aunque sin esa malicia y desdén tan característico en su cara.

—Conozco ese hechizo —respondió él con sequedad.

El hechizo de Dolohov por supuesto, seguramente una horrible muestra de magia oscura pensó Hermione. Sin embargo la respuesta no la liberaba de sus dudas, seguía siendo Malfoy, pero viendo su expresión sabía que no respondería más, que eso era todo lo que obtendría de él.

—Tengo que volver.

—¿Te has vuelto loca Granger? Están detrás de nosotros —imploro Malfoy tratando de hacerla entrar en razón.

Hermione trató de pensar, tenía que haber una manera, ella sabía que podía encontrar la forma de volver a la batalla sin delatar al hurón, pero los ruidos del pasillo eran cada vez más firmes recordándole que no estaban seguros.

—¿Sabes dónde estamos? —pregunto Hermione mirando su escondite tratando de adivinar donde se encontraban.

—Sala del espacio —fue toda la respuesta.

Ahora Hermione podía verlo, los pequeños puntos de luz que brillaban en una especie de vacío eran estrellas, gases de colores formaban nébulas, era como un gigantesco mapa del cielo, acumulaciones de estrellas, planetas y agujeros negros, galaxia tras galaxia, era difícil no sentirse maravillada ante tanta belleza. Realmente se sentía casi en el espacio.

Un ruido repentino la sacó de sus pensamientos y regresando la vista vio la puerta moverse. ¿A dónde correr ahora? Hermione dio unos pasos más dentro de la habitación, Malfoy había desaparecido y no podía verlo, no era sorpresa, un cobarde como siempre, y ahora estaba otra vez sola. Pero un toque sobre su mano la hizo voltear y darse cuenta que era solo un hechizo para ocultarse, una ilusión, él seguía ahí, no la había abandonado.

La puerta no dejaba de moverse, el cerrojo girando hacia los lados, palabras de hechizos que no podía escuchar con claridad pero que se mezclaban en el aire tratando de darle acceso a sus enemigos.

Al final y cuando ya tenía esperanzas de que quien estaba afuera solo siguiera su camino, las puertas se abrieron y tres mortífagos cubiertos de capas negras entraron, uno de ellos cayendo pesadamente con un stupefy de Malfoy.

Los hechizos comenzaron nuevamente a volar por los aires, silenciosos y letales, mientras ella y Malfoy retrocedían cada vez más, otro stupefy y uno más cayó con un sonido seco al golpear el piso. Ya estaba lista para intentar vencer al último que quedaba, el más peligroso de ellos, pero una mano la sostuvo y la arrastró buscando un sitio para esconderse.

—Sangresucia, sangresucia, sangresucia, —repetía la voz de Dolohov tras de ellos con un hechizo listo en su varita, pero no había lugar para ella y Malfoy, solo espacio y estrellas.

—¡EXPULSO!

Hermione sintió el impacto del hechizo mientras unas manos se aferraban a ella, no había perdido la consciencia y podía sentir como su cuerpo se alejaba del piso, el sonido de su varita tintineando al caer mientras esperaba los segundos para sentir sus huesos romperse contra una pared.

Pero el dolor no llegó, solo se sintió ligera, como si se hubiera convertido en parte del aire, algo que la atrapaba y le impedía moverse, algo que la hacía flotar.

—¿Qué es esto? —gruño Draco aún encapuchado y atrapado junto a ella.

Algo comenzaba a arrastrarla y no era solo ella la que podía sentirlo, algo con una infinita fuerza de la que no podía escapar, su cuerpo se comprimía de la presión que podía sentir, como si un gigante quisiera acabarla bajo una de sus pisadas mientras ella alzaba sus brazos intentando detenerlo, algo que amenazaba con destruirla.

—¡Granger! —insistía Malfoy pero su voz sonaba débil, como si no pudiera hablar, casi inmóvil.

Hermione miró a los lados con esfuerzo, no comprendía nada, no podía ser el hechizo, tenía que ser algo más, Dolohov ese maldito mortífago la miraba entre carcajadas.

Sus ojos comenzaban a cerrarse incapaz de soportar el peso, trataba de liberarse pero no podía, algo capturaba su cuerpo e impedía cualquier movimiento, y fue ahí cuando lo vio y pudo comprender. Un pequeño punto que absorbía toda la luz, que no dejaba escapar nada con una especie de voracidad inacabable. Un mini-agujero negro.

Sin entender por qué se agarró con más fuerza a Malfoy, quizás tratando de anclarse o quizás no queriendo morir sola, tan solo se agarró de su cuerpo mientras las lagrimas recorrían su cara, y juntos empezaron a gritar mientras la gravedad los aplastaba.

De repente sus ojos se abrieron y por primera vez sintió que podía respirar, el suelo había cambiado, era distinto, tierra y hierbas manchaban sus manos, Hermione podía ver arboles altos y extraños, árboles que no había visto jamás, pequeñas cascadas que llenaban con un suave murmullo el ambiente, y a su lado Malfoy que ya libre como ella trataba de levantarse.

Luego de unos pocos segundos o muchos minutos sus ojos se encontraron, no había mortífagos, Dolohov no estaba en ningún lado y definitivamente no estaban en el ministerio. Intercambiaron palabras y pensamientos solo con sus miradas, ambos sentían el mismo asombro aun cuando no pudieran hablar.

Un leve movimiento de hojas y arbustos se sintió en el lugar, un ligero ruido como el de un pequeño animal, pero el tamaño pocas veces importaba. Ambos dieron un paso atrás y miraron hacia el ruido pidiéndole al otro silencio, sus cuerpos quietos mientras una pequeña mano con tres dedos se asomaba.

Hermione abrió más sus ojos ante la imposibilidad, su corazón se aceleró, el ruido de sus latidos golpeaba su frente como si quisiera hacer explotar su cabeza. Un pequeño ser verde los miraba como esperando.

—Ma-Maes ¿Maestro Yoda?

—Mmmmm, ese mi nombre es —respondió la pequeña criatura.

Fue como si un relámpago la golpeara, tenía que ser un sueño, nada de esto podía ser real, nada, era imposible, no podía estar atrapada en una película, no podía estar en otro lugar, tenía que ser eso, solo un sueño, si, cuando despertara iba a ver a Harry y sus amigos a su lado, sí, todo era un sueño, solo debía cerrar sus ojos y abrirlos otra vez.

Hermione cerró sus ojos, solo encontró oscuridad.