Red Velvet es una historia que escribí en su mayoría durante la pandemia. Tiene un poco de controversia en varios de sus aspectos, un poco de tabú, y claramente el drama de la protagonista al verse envuelta entre dos realidades sin saber cual camino es el indicado. Espero que vivan con ella este largo camino, y y se afiancen con ella que tiene muchas experiencias que vivir.
Hice una playlist en Spotify con canciones que me recuerdan a esta historia y sus personajes, por sus letras en su mayoría, así que si quieren tener algo para escuchar mientras leen, se las recomiendo, solo búsquenla como Whiterose Red Velvet.
Sin más que decir, espero disfruten de esta historia.
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"Algunas de las decisiones que sientes correctas, las que crees que son las más perfectas, terminan siendo las más oscuras. A veces, la corrupción es lo único que nos hará sentir completos."
– Liza James, Vibe.
Red Velvet
Capítulo 1: Desvelo
…
Quería que su vida se mantuviese con ese equilibrio, esa normalidad.
Eso, en particular, no era del todo bueno, pero no podía pedir más. Una persona como ella...no podía pedir más.
Era dueña de una de las empresas más grandes y exitosas del mundo.
Solo porque es tu herencia y estás comprometida.
Tenía una buena vida de lujos y riquezas.
Gracias a tu apellido, no conseguiste nada de eso por ti misma.
Compartía su hogar con un hombre atractivo y de buena familia, y su padre aprobaba esa relación. Ese era un punto bueno, quería pensar que con él podría tener su propia familia y así ir desligándose de la propia, así librarse de las ataduras de su pasado.
Hasta que el día finalmente llegó.
Todo se vino abajo.
¿Cómo pudo ser tan tonta? ¿Tan ciega?
Las señales tal vez estaban ahí, tal vez siempre lo estuvieron, pero fue demasiado ciega para darse cuenta. Se disculpaba, al menos teniendo en cuenta la cantidad de trabajo que tenía, por ende, estaba muy ocupada para ir notando migajas por el camino y no tenía tiempo para iniciar algún tipo de investigación. Creyó que las cosas iban bien, pero no era así en lo absoluto.
¿Cómo se enteró?
Por suerte, o mala suerte, su prometido fue lo suficientemente estúpido para dejar su teléfono en casa cuando iba saliendo a una fiesta. No revisaba los mensajes ni nada por el estilo, no era una celópata, para nada. Eso violaba la privacidad de las personas, y ella sabía lo que eso se sentía, así que no caería en lo mismo. Su privacidad siempre fue violada.
El aparato comenzó a sonar, una y otra vez. Le costó encontrarlo, ya que se encontraba bajo una pila de ropa.
El número era desconocido.
No alcanzó a tomar la llamada, así que tuvo la intención de devolver el llamado, por mera cortesía.
Ahí se abrieron los mensajes, del mismo número desconocido. Una larga serie de mensajes y conversaciones. E incluso, fotos.
Eso...le dio nauseas.
Su prometido se estaba acostando con una cualquiera desde quien sabe hace cuanto tiempo. Y lo que más le dolía era ver como hablaba de su persona a sus espaldas. No lo habría imaginado así. Si que él era conocido por coquetearle a las mujeres, pero jamás creyó que llegaría a un punto tan deshonroso. Tratarla de esa forma, tratándola como una harpía, como una...
¿Dejar a Weiss Schnee por una cualquiera? Imperdonable.
Te lo mereces.
No lloró, su ira era mucho más grande que eso, ni tampoco sentía tanto para que aquello le doliese, más era su ego herido que otra cosa.
Y su miedo también era grande. Su futuro estaba en riesgo. Por suerte había firmado papeles con su padre, y terminar con su prometido no ocasionaría ningún cambio, pero de seguro él encontraría la forma de molestarla al respecto. Ya llevaba meses en su puesto, y su boda estaba acordada de realizarse dentro de dos meses más.
Estaba más enojada consigo misma, por confiar en él, sabiendo como era toda la gente que a su padre le agradaba. No debía ser una coincidencia que pasaran tanto tiempo juntos. Vivía rodeada de enemigos desde que era una niña, obviamente esta vez no iba a ser diferente.
Cerró los ojos, y se quedó acostada en su lado de la cama.
No podía dormir, no podía conciliar el sueño.
Imágenes de su historia, de sus momentos vividos, derrumbándose. Todo era una mentira, un engaño. Estaba harta. Todo el tiempo estuvo fingiendo con ella, mientras buscaba a una sucia para saciar sus necesidades, y ojalá fuese solo eso, porque las conversaciones que tenían eran intimas, hablaba cosas con esa mujer que no hablaba con su prometida. ¿Qué tan distorsionado podía ser eso? Había algo más que simple calentura del momento. Era una relación forjada hace tiempo. Era repulsivo.
¿Por qué seguía con ella entonces?
Bueno, era fácil saberlo, de todas formas, iba a ser dueño de la mitad de la compañía a penas dijesen los votos.
Era un sujeto estúpido, pero no tanto. No iba a arruinar su futuro.
Puso sus piezas musicales preferidas, poniéndose audífonos, ignorando los sonidos que venían de afuera.
Finalmente, él había llegado, para encontrarse sus maletas fuera del lugar. Y que ni siquiera se le ocurriese intentar abrir la puerta, porque tenía un guardia afuera que lo iba a detener en primera instancia, incluso usando la fuerza. Esa era la orden.
Por su parte, siguió ahí, mirando la nada, enfocándose en la música, dándose por vencida en su acción de dormir.
Pero no quería estar ahí.
Todo el lugar le recordaba la mentira de la pareja feliz que estuvo viviendo, creyendo por años que al fin iba a vivir una vida normal y que tendría alguna luz de esperanza en su futura felicidad, sin embargo, él llevaba tiempo con otra, tratándola a ella como una…
Quería salir de ahí. Así que a penas la puerta estuvo libre de maletas bloqueándola, decidió salir, lo más rápido posible, no podía permanecer en esa maldita casa un segundo más. Toleraba esa existencia por él, ahora todo volvía a ser desagradable, todo volvía a doler.
Era de madrugada, así que tomó su auto y navegó por varios lugares. Necesitaba un trago.
Unos cuantos.
Recordó unos mensajes, que hicieron su sangre hervir.
No se consideraba recatada, ni aburrida, ni tensa, pero eran palabras que usaban para describirla, y no solo él, si no que muchas personas a lo largo de su vida. Muchos novios que tuvo en el pasado, que se obligó a tener con la intención de evocar su rebeldía.
Soltó un bufido.
Ella también podía tener aventuras, también podía hacer cosas fuera de su papel, también podía hacer cosas indebidas. ¿Porque no? ¿Por qué los hombres podían y ella no? ¿Por qué debía ser la imagen de la perfección? Estaba harta. Estaba harta de pretender. Estaba harta de ser juzgada de esa forma, incluso años después de dejar de ser la hija perfecta. Era un peso en ella que estuvo ahí por siempre, y a pesar de esa misma rebeldía adquirida, ese comportamiento se volvió innato. Nunca fue feliz así, y ahora se daba cuenta que, si seguía así, jamás lograría disfrutar de su vida. Jamás sería feliz siguiendo ese camino impuesto para ella.
¿Qué era lo opuesto a Weiss Schnee?
Sabía exactamente que era.
Se vio frente a un gran letrero de neón en una calle poco concurrida.
Red Velvet.
Recordaba que Coco, su mejor amiga, le había mencionado que le gustaba ir a ese lugar cuando se sentía sola, y se lo recomendó cuando estaba en una pequeña crisis con su prometido.
Ex prometido.
Pero obviamente declinó la oferta, ella no iba a lugares así, en lo absoluto. ¿Y si alguien la veía en un lugar así? ¿Qué dirían de ella? ¿Cómo reaccionaría su familia? Un lugar así, sucio, llenó de tabú, solo significaban problemas para su vida, para su carreta, para su reputación. No podía destruir su reputación, menos ahora que estaba tan arriba.
Pero entró de todas formas, hoy no estaba de ánimo para ponerse a pensar en esas cosas. La sociedad, su familia, tenían la culpa de todo, e iba a llevarles la contraria. Era una rebelde después de todo, era una desgracia para su familia, siempre lo fue, incluso cuando hizo todo lo que ellos querían al pie de la letra, al menos ahora podría darles la razón. Iba a probar un poco de eso, de ser realmente una decepción.
Tenía fe de que eso sería suficiente para calmar su impotencia, al menos por lo que quedaba de día, o de la noche.
Entró al local, las calles completamente silentes. Sus tacones no resonaron en el suelo como acostumbraba. Todo estaba alfombrado con terciopelo granate. Había luces bajas a los costados, un candelabro opaco en el techo. Las paredes eran de madera oscura, así que, combinado con la alfombra, le daba un toque lúgubre pero elegante, y eso le daba cierto anonimato al que entrase.
Había un mesón al fondo del salón, de la misma madera, pero tenía detalles dorados que no permitía que se difuminase con su alrededor.
Una mujer estaba sentada ahí, no la distinguía muy bien, pero notaba que tenía dos largas orejas sobre su cabeza. Sobre su rostro tenía un velo oscuro que no pudo notar hasta que estuvo frente a ella. Parecía mimetizarse con el lugar. Esta le dio la bienvenida, con una voz intensa y cordial, su acento extranjero resaltaba.
Se vio tan ensimismada por el lugar que por un minuto olvidó por qué había entrado o cual era el fin de entrar ahí.
Se vio escogiendo una habitación, como en cualquier hotel, y también pidió una botella de vino. Era como en cualquier recepción, y se había quedado en varios hoteles a lo largo de su vida, así que se manejaba en ese aspecto. Casi olvidó de que se trataba todo ese lugar.
"¿Desea que su acompañante sea varón o una dama?"
Oh, cierto.
Para eso estaba ahí.
Pensó en las posibilidades por un momento, y solo sintió repulsión. Conociendo su suerte, no dudaba de que el hombre que tuviese en frente tendría alguna similitud con su ex prometido, y no quería pensar en eso. Sería demasiado para su cabeza.
"No quiero ver a otro hombre por lo que queda del mes."
La mujer rio ante su comentario. La escuchó teclear en lo que parecía ser un computador al otro lado del mesón, oculto para su mirada.
"Todo listo. Aquí tiene la llave. Sobre la mesa de noche hay un botón de pánico, si tiene disconformidad con el servicio o cualquier otro problema, no dude en usarlo."
Recibió la llave magnética que la mujer le pasó, y lo del botón le quedó rondando en la cabeza. No hubiese preguntado nada, pero no se sentía como ella misma, debía ser la falta de sueño, así que realmente le sorprendió cuando abrió la boca.
"¿Tienen problemas?"
La mujer negó.
"Está ahí por la seguridad de nuestro personal, pero los clientes deben saber que está dicha opción. También hay un teléfono donde puede pedir algo que necesite, hay un menú en el primer cajón. Disfrute su tiempo."
Asintió, sin espacio para otra pregunta.
El lugar era enorme.
Pasó por unas cortinas y llegó a un pasillo alfombrado. La luz era mínima, solo pequeñas luces led en las esquinas, y así lo mismo con las puertas. La luz necesaria para saber si alguien venía en sentido contrario, pero no la suficiente para saber quién era dicha persona. No se esperaba esa confidencialidad en un lugar así.
Encontró su puerta, y la abrió.
La habitación tenía los mismos colores, pero más crema que rojo, dándole más calidez al ambiente, así como las luces. El lugar era mucho más iluminado, pero en tonos cálidos. La cama era grande, y bien cuidada. Se notaba que todo estaba limpio. La limpieza era una de las cosas que más le causaba rechazo al pensar en esos lugares, en la imagen que su familia y la sociedad le habían dado a esos lugares.
Al menos aquí lucia realmente agradable, como cualquier otro hotel en el que se había alojado. Completamente diferente a lo que pasaba por su mente cada vez que alguien mencionaba a un prostíbulo, y lo que se imaginaba en primera instancia le provocaba nauseas. Quería cambiar esa forma de pensar, pero no sabía si estaba preparada para algo similar. Siempre le fue difícil. Tantos años adoctrinándose no iban a desaparecer en un par de horas.
Se sentó en la cama un segundo.
Tal vez no era buena idea estar ahí, pero al menos podía dejar de pensar en él. Y su aroma no estaba pegado en la habitación, como lo estaba en su casa, en su cama, en su alrededor. Quizás ahí sí podría dormir un poco, descansar. Pensándolo así, debió simplemente irse a un hotel y beber hasta quedarse dormida, en vez de estar con una desconocida viéndola. Realmente no estaba pensando con claridad. Necesitaba cerrar los ojos un momento.
Se comenzó a sentir ansiosa y estuvo a dos segundos de salir corriendo de ahí. Ni siquiera le importaba perder esa cantidad de dinero. Sin embargo, escuchó un golpeteo.
En ese instante se dio cuenta que en el otro lado de la habitación había una segunda puerta. Esta era ligeramente diferente, así que no iba a cometer el error de salir por la puerta que no era la de salida. Se levantó, sintiendo sus piernas pesadas, tal vez por el cansancio, por el arrepentimiento o por los nervios.
Estás cometiendo un error.
Esa voz de nuevo, su voz, no dejaba de molestarla, y mucho menos ahora, más insistente que nunca, iba a culparlo a él de que su pequeño problema volviese a tomar lugar en su cabeza. Tenía claro que estaba cometiendo un error, pero esa era la idea ¿No? Ese era el maldito objetivo, el hacer algo impropio de si misma. El hacer algo que la hiciera quedar mal, pero con razón, no como todas las decisiones correctas que tomó en el pasado. Al final, nunca obtuvo nada bueno de ellas.
Su mano tembló en el pomo, y finalmente abrió la puerta.
Se encontró con unos ojos plateados.
Había una mujer frente a ella, la cual la observaba con ojos grandes y rostro juvenil. Su cabello era corto, castaño oscuro casi negro con tintes rojizos. Su cuerpo era más grande que el suyo y era un poco más baja en altura. Tenía una bata de seda roja que dejaba ver parte de su escote y en ese sector veía un poco de lo que parecía ser un tatuaje de una rosa. En sus manos llevaba una bandeja de plata con la botella de vino que había pedido y una copa, además de uno que otro aperitivo.
Esta le sonrió, su rostro confiable, cordial y amigable.
Debe ser una broma.
Se veía joven e ingenua, y, de hecho, no imaginó que podría notar pureza en alguien que trabajaba ahí, haciendo eso. Tal vez pensó que sería un tipo de persona diferente la que cruzara por la puerta. Sus estereotipos mentales no la imaginaron así. Parecía una chica normal que podría ver en cualquier lugar, bueno, considerando que estaba tatuada, ahí se limitaban un poco sus opciones al tratarse de Atlas.
"Buenas noches, hoy seré su compañera. Espero que nos llevemos bien."
Se quedó unos momentos absorta, sin saber que hacer o decir.
Asintió robóticamente, haciéndose a un lado para que la chica pasara. Al otro lado de la puerta había otro pasillo, este con mucha más luz, donde al parecer pasaba el personal. La cerró, con un poco de vergüenza de que alguien más la viese. Nadie más podía verla.
Es peligroso. Nadie puede enterarse.
La chica caminó por el lugar, tenía pantuflas en sus pies del mismo color que la bata, y dejó la bandeja en una mesa que se ubicaba a los pies de la cama, junto a dos sillas a juego. Esta descorchó la botella y comenzó a verter el líquido en la copa. Con una sonrisa amable se volvió a acercar, tendiéndole la copa llena.
"Soy Ruby. ¿Como desea que me dirija a usted?"
Recibió la copa, dándole un leve sorbo, con la intención de hacer que su cuerpo se calmase. Estaba demasiado nerviosa y tensa.
El sabor era placentero y refrescante.
Se quedó dándole vueltas si sería bueno darle su nombre a la chica, pero recordaba un letrero en el mesón que hablaba de algo de confidencialidad. Y bueno, esta había sido lo suficientemente cordial para darle su nombre, así que siguiendo el protocolo debía de hacer lo mismo. Ambas tenían el mismo riesgo al dar el nombre, así que era justo.
De todas formas, está ya debía de haberla reconocido.
¿Quién no la reconocería?
"Weiss. Weiss Schnee."
Ruby le sonrió, divertida.
"Lindo nombre, significa 'blanco', ¿No?"
Asintió. Probablemente la mujer no fuese de la zona. ¿No? Su acento no parecía tan diferente para asumir que era de otro lugar.
Lo que más le sorprendió fue que esta no se percatara de su apellido. Agradecía aquello. Odiaba que le dijesen '¿Schnee? ¿De la compañía Schnee?' Y tener que mencionar aquel recital de palabras cada vez que el tema se presentaba. Si, soy la hija. Si, soy la dueña. Si, soy la heredera. Si, sí, sí. Y luego todos parecían curiosamente más interesados en ella de los interesados que estaban en primera instancia. Claramente más interesados en su fama y fortuna que en su persona.
Tal vez esta solo pretendía no conocerla, podía ser una opción. O tal vez estaba acostumbrada que hubiese celebridades ahí, como la misma Coco Adel, así que no era llamativo en lo absoluto.
"Solía leer muchas historias cuando joven, no olvidaría a Blanca nieves."
La chica dijo, un leve rubor en sus mejillas mientras sonreía, sus manos tras su espalda. Se veía casual, y tranquila. Por su parte, no sabía que responder. Solía hablar con personas, casi a diario, pero era todo en plan formal, incluso con él. Notó de inmediato como esta empezó a ponerse algo nerviosa al no escucharla decir nada, pero al parecer tampoco quería entrometerse en sus pensamientos.
En parte debía tomar responsabilidad, porque había llegado ahí, solicitando un servicio, y se quedaba muda, sin siquiera beber de su copa. Se sentía nerviosa, sin saber que hacer, sin saber que decirle. La mujer frente a ella, se removió, sus pies cambiando de apoyo un par de veces, hasta que luego de unos momentos solo soltó un suspiro, como si se diese energías. Cuando los ojos plateados volvieron a mirarla, tenían un brillo emocionado.
Parecía más joven en ese instante, y la idea le hacía causar incertidumbre.
"Es esta tu primera vez aquí, ¿No? Quiero que sepas que este es un lugar seguro, Weiss. Aquí puedes hacer todo lo que quieras, tus deseos son órdenes. Y si te lo preguntabas, no tenemos que tener sexo si no te sientes cómoda."
La frase la dejó algo confundida.
"¿No?"
¿No era para eso? ¿No era una compañera para tener relaciones? ¿No era una trabajadora sexual? ¿Una prostituta?
Se sentía aún más tensa de lo que ya estaba.
Luego la chica rio, sonoramente. Se sorprendió, pero algo en su ánimo le quitó aquella tensión que sentía en su garganta.
"¡Claro que no! Si bien también se le considera un prostíbulo, Red Velvet presta servicios de compañía que no necesariamente tienen que ser en el ámbito sexual. De hecho, muchas personas vienen solamente a hablar o a pasar el rato tomándose una copa sin sentirse solos, incluso algunos vienen a almorzar en compañía."
La chica, Ruby, se sentó en la cama, una sonrisa en sus labios. Esta también parecía ahora libre de tensión.
"Por ponerte un ejemplo, hay una clienta que vino porque su compañero de póquer no pudo asistir a su reunión del viernes, y ella no podía no jugar póquer el viernes, entonces vino aquí. Me dijo lo que quería, y le dije que aún no me pagaban así que no podía apostar, pero ella insistió, dándome su dinero, y el trato era que si yo ganaba me lo quedaba. Pero la suerte no estaba de mi lado así que perdí el dinero, pero si hubiese sido con un videojuego, le habría ganado."
Ruby habló rápidamente, finalizando su historia con su pecho inflado. Parecía divertida.
Dudaba que la mujer de mediana edad que se imaginaba en su cabeza fuese de jugar videojuegos.
Aun no podía creer que algo así ocurriese, era como, extraño, para nada lo que imaginaba, pero la chica parecía honesta, así que debía creerle. No era como la gente que acostumbraba, así que sentía que podía confiar en sus palabras. Nadie en su círculo hablaba a esa velocidad, todos muy atentos a cada palabra, cuidando lo que decían, como lo decían, para no cometer ningún error, o para adelantarse al argumento del otro.
Pasó un rato, hasta que le asintió, aun sin poder hilar palabras. La chica solo le sonrió, golpeando el espacio en la cama al lado suyo.
"Cuéntame acerca de ti, o háblame de algo que te esté preocupando, o lo que sea. Soy buena escuchando y dando consejos, aunque no lo parezca. Pronto te irás sintiendo más cómoda, lo prometo."
Ruby se dio vuelta, buscando algo con la mirada, entonces notó una pantalla en el armario que ahí había. Era azul, y lo único que había en ella era una cuenta regresiva y una opción para poner estrellas al servicio. Asumía que la pantalla era táctil.
Se sintió avergonzada al ver el tiempo que restaba para que acabase su visita.
Ocho horas con cuarenta y dos minutos.
"Oh."
La mujer dijo, volteando a mirarla otra vez. Sentía su rostro arder. Tal vez si estaba enojada, si tenía ganas de hacer algo diferente, pero pedir nueve horas de su servicio de compañía tal vez era demasiado. En su cabeza tenía sentido, para al menos dormir lo suficiente antes de volver a su rutina, pero ahora que lo veía en frio, parecía que era una adicta al sexo.
Ruby se levantó de hombros.
"Bueno, tenemos tiempo de sobra para que te relajes y te pongas cómoda."
Cerró los ojos, respiró profundo, y se acercó a la cama, sentándose a su lado. Era incomodo, pero al menos no tanto como esas despreciables reuniones que la mantenían estresada una semana antes de efectuarse y una semana después de estas. Miró a la chica, observando su rostro desde la cercanía. Se veía realmente joven, o simplemente era su personalidad algo infantil.
Ladeó el rostro, llamando la atención de la chica, haciendo que esta hiciese la misma mueca.
"Luces muy joven, ¿Cuántos años tienes?"
Pregunto, siendo guiada por la curiosidad.
Era una trabajadora sexual, o supuesta trabajadora sexual, así que debía preguntárselo.
Esta solo miró al techo, recordando.
"Tengo veinticinco."
Oh.
"Solo tienes dos años menos que yo."
Seguía pareciéndose más joven. ¿Hace cuánto que…?
"¿Hace cuánto que trabajas en esto?"
Nuevamente, su curiosidad sacó lo mejor de sí misma. No sabía si era un tabú meterse en la vida de las personas que trabajaban en algo así, pensó que no, pero apenas terminó de hilar la pregunta, y al notar la sorpresa en el rostro ajeno, supo que tal vez había apretado un botón que no debía. Al parecer la falta de sueño realmente la tenía desvariando, eso y el alcohol bajando por su garganta.
Estúpida. Eres una vil estúpida.
"Eso no fue cortés, no tienes que contestar."
Ruby bajó la mirada, negando, una leve sonrisa en su rostro, sin embargo, era una sonrisa diferente a la que le había dado en ese rato. Sus ojos plateados se vieron maduros. Más de lo que imaginó posible. Ahora realmente parecía una adulta. Le impresionó el cambio.
"Perdí a mi mamá cuando era pequeña. Mi papá y mi tío estuvieron destrozados con la noticia. Mi padre enfermando, y mi tío alcoholizándose lo suficiente para terminar preso. Tuvimos que huir de nuestra isla y venir aquí a buscar refugio, el haber estado en un orfanato nos habría separado, ¿Sabes?"
Se quedó ahí, inerte, en silencio, escuchando a la chica, la cual se veía más madura con cada palabra. Fuerte. Por su parte no se sentía preparada para escuchar una historia así. No era para nada lo que esperaba de la velada, y se sentía culpable de haberla hecho hablar. Debió de asumir con antelación que una prostituta no debía de tener un pasado fácil para verse en ese ambiente.
"Hicimos de todo, trabajamos en lo que fuese, hasta que encontramos este lugar. Yang hizo lo posible para ser ella quien hacía el trabajo 'sucio', mientras me permitía a mí el tener una adolescencia normal, pero cuando crecí y tuve la mayoría de edad, luego de haber experimentado, decidí empezar a trabajar para ayudarla a mantenernos. Al menos me dieron la opción de solo acompañar a chicas, así me sentía más cómoda. Este lugar nos permitió seguir adelante juntas, y era realmente un buen lugar en comparación a otros que vimos, aunque no lo creas."
Se vio sonriéndole, sintiéndose incluso melancólica. Debieron pasar por momentos muy duros si un prostíbulo era la mejor opción de todas las que tuvieron. Al parecer Atlas no es un lugar fácil para vivir, ahora lo veía desde la otra cara. Y su hermana, debió arriesgarse muchas veces para mantenerlas a ambas a salvo, debe ser una tarea agobiante.
"Suena a que ella es una gran hermana."
"En realidad, es mi media hermana, pero sí. Su personalidad es algo difícil de contener, y explota fácilmente con todo eso de protegerme, pero es mi hermana y siempre hemos estado juntas en las buenas y en las malas."
Terminó de hablar, sonriendo nuevamente, ahora con todo el brillo que podía emitir. Se veía feliz, orgullosa, y a pesar de la dificultad, conforme con el resultado. Sabía que había personas pasando tiempos difíciles, pero no imaginó que alguien que pasaba por eso tuviese una sonrisa que dar.
Diferente a ti, que estás vacía.
Sintió su cabeza dar vueltas, los recuerdos dolorosos cazándola una vez más en ese corto tiempo.
¿Acaso Winter se habría quedado por ella? ¿Acaso la habría ayudado cuando supo lo que sucedió con su padre? ¿Acaso la hubiese apoyado con su decisión?
Quería a su hermana, pero no era lo mismo. No era lo más remoto a aquella relación utópica que acababa de escuchar.
¿Como hermanas de sangre podían verse envueltas en una frialdad tan grande?
Su padre era el culpable, toda su familia.
Tienes que alejarte de tu apellido. Dejar de ser su sombra.
Aun recordaba su sentir en aquel instante. Las escaleras a sus pies, las esculturas en su periferia, su hermana en lo más distante del salón, recta como una estatua, fría, dura, militar. Ella escogió su propio camino, abandonándola, exigiéndole, incitándola a seguir otro camino, pero no, no quería el camino de ella.
Mi apellido no es de mi padre, así que estoy orgullosa de llevarlo.
Hubo irritación y decepción ocultas tras el rostro de Winter. Solo quería hablar con ella de la vida, solo quería estar como antes, estar juntas a pesar de todo, como cuando eran niñas. ¿En qué momento su relación se resquebrajó?
No puedo creer que hayas hecho esto.
Fue lo último que Winter le dijo, y no podía evitar sentir una punzada en su pecho. Eran incontables veces en las que ella la había culpado por alguna decisión, aunque por su parte solo estuviese haciendo lo que era correcto, lo que se sentía correcto, la decisión perfecta.
La juzgaba, al igual que su padre.
Solo quería tener su vida, ser ella misma bajo su nombre, pero no. Todos parecían tirar a la basura sus esfuerzos por ser quien sea que quisiese ser. Y ahora estaba ahí, sintiendo que el mundo era demasiado para ella. Sintiéndose sola, traicionada una vez más. Creyó que al fin alguien la acompañaría, que alguien la entendería, que alguien la apoyaría, pero no fue así.
Su hermana a la que quiso la dejaba, y el hombre que era la clave para su libertad la engañó.
Ir a un prostíbulo no iban a solucionar sus problemas, por el contrario, tal vez los iba a agrandar, pero en ese momento solo tenía una frase rondando por la cabeza.
No tienes nada más que perder.
Capitulo siguiente: Desahogo.
