Capítulo 1

Las noticias de la muerte de InuTaisho Frossard se habían extendido rápidamente por todo el mundo. El famoso empresario francés tuvo un deceso fatal junto a su mujer Naomi Laggiard la madrugada del 7 de abril. La información preliminar arrojó una falla en el motor del jet privado en que la pareja viajaba a Dubai, pero se especulaba fuertemente que podría haber sido un accidente provocado, aludiendo el hecho que por encontrarse en la celebración de su aniversario de bodas, la seguridad había sido reducida en una tercera parte. Dejaba a su haber tres hijos, el mayor de ellos Sesshoumaru Frossard, de su primer matrimonio con la herededa del imperio Inoue, Irasue Inoue de la cual se había separado; InuYasha Frossard de su segundo matrimonio con la fallecida modelo Izayoi Miura y por último, Kagome Frossard, fruto de su último matrimonio con la reconocida doctora en filología Naomi Laggiard, una italiana de muy bajo perfil y próspera carrera, alejada totalmente del mundo acomodado y lujoso que tenían las dos anteriores, hasta su controversial unión con el famoso empresario de una de las multinacionales de moda más reconocidas en Europa y el mundo entero.

Su muerte causó gran impacto por ser uno de los filántropos más connotados de su tiempo, el cual se encontraba financiando un gran proyecto para la cura de VIH, donde el equipo liderado por Massimo Di Favio había hecho grandes adelantos trabajando en la mutación de la enfermedad por medio de células madres extraídas de infantes portadores de la enfermedad, que habían presentado una supresión de la enfermedad de forma espontánea. Sin embargo, no solo hacía un gran aporte al financiamiento de esta campaña, sino a otras como la de la esclerosis múltiple y varios tipos de cáncer, además de ayuda humanitaria a familias de refugiados sirios y palestinos en Europa, principalmente. Este último, lo ponía en la mira de organizaciones extremistas e incluso terroristas, que lo veían como un gran enemigo de sus creencias y tradiciones culturales y religiosas. Habiendo sido nombrado embajador de paz tres semanas antes de su trágica muerte, se había propuesto crear un refugio náutico en una isla donada por el mismo para todas aquellas personas exiliadas y perseguidas por la devastación de los problemas políticos de países en conflicto, lo cual les aseguraría un nuevo comienzo y bienestar a todos aquellos que lo necesitaran, teniendo la oportunidad de quedarse de por vida en ella o salir de la misma una vez prosperado su situación. Ahora, todo se veía pausado, causando un gran retroceso en la ayuda inmediata que a cientos de personas se les entregaría tanto en el ámbito de la salud como lo social.

Kagome, siendo la menor de los tres hijos de InuTaisho y, a diferencia de sus otros dos, quedaba totalmente sola en el mundo, ya que no tenía abuelos ni primos o tíos vivos. Solo sus hermanos, con los cuales tenía una relación por lo demás distante, por no decir desconocida o casi nula. Siendo la única heredera situada en Europa, pasaba a quedar en la línea directa de sucesión a cargo de la empresa que su padre poseía en el continente, sin embargo, después de toda una vida, los tres herederos tendrían que reunirse para aclarar de forma legal el legado dejado por su padre.


Sesshoumaru nunca había sido un hombre precisamente emotivo, más la trágica muerte de su progenitor había calado profundamente en su corazón. Desde la temprana separación de sus padres, cuando el solo tenía 5 años, se había vuelto más retraído de lo que ya era. Su relación con InuTaisho era un tanto tensa, por decirlo de algún modo. Su padre había conocido a la madre de InuYasha por cuestiones de trabajo y se había enamorado perdidamente de ella, habiendo comenzado una relación furtiva con Izayoi que terminó con el embarazo de su segundo hijo y la inminente separación con Irasue. Sesshoumaru nunca logró aceptar a su medio hermano y la madre de este, pues, aun cuando su madre nunca se expresó frente a él mal de la segunda familia de su ex esposo, percibió el sufrimiento, vergüenza y depresión en la que esta se sumió tras la pérdida de su gran amor. Es por ello que mantuvo una relación distante con InuTaisho, aun cuando su padre siempre se preocupó por él como por cualquiera de sus hijos.

Para InuTaisho, Sesshoumaru era su primer gran orgullo. Un joven prometedor que se destacaba en todo lo que hacía y mostraba tener madera para ser el más apto de sus sucesores en las cuestiones financieras. Siempre velando por entregarle la mejor educación y dándole todo cuanto pudiera necesitar para desarrollarse en todos los ámbitos de su vida, trató de compensar con creces su ausencia y deserción del hogar. Sesshoumaru nunca le había pedido nada, de temprana edad mostró ser un jovencito autosuficiente, valiéndose por él mismo a través de la carrera empresarial que se había forjada a la sombra de su padre. Frío en los negocios y asertivo en sus decisiones, se dedicó a crear sus propias reglas con las cuales dominaba todo a su alrededor. Era duro reconocer para ambos que nunca pudieron resolver del todo los conflictos personales que tenían. Cada uno a su manera sentía un gran y profundo amor por el otro, el cual se había desgastado por la barrera que auto impuso Sesshoumaru desde temprana edad y la lejanía física con la cual respondió a todo ello InuTaisho. Ahora era más que tarde. Con un nudo en el estómago Sesshoumaru debía reconocer que cargaría con una culpa que lo perseguiría hasta el resto de sus días y que, en este preciso momento, lo hacía querer estrellar su cabeza contra la pared por la frustración y dolor que sentía.

Mirando por el gran ventanal de su penthouse, Tokio era una hermosa postal nocturna llena de vida. Con sus manos en los bolsillos y erguido con el porte y elegancia de un príncipe, trataba de asimilar la sucesión vertiginosa de eventos que se estaban llevando a cabo con la muerte de su padre. Su frío rostro se veía ensombrecido por la falta de sueño y alimento, lo que hacía vagar de forma perezosa sus enrojecidos ojos ambarinos, los cuales se posaban de una luz a otra en la ciudad. Hasta ese momento, pensó que había nacido sin conductos lagrimales, sin embargo, la verdad había estallado en su cara una vez había llegado a su lujoso apartamento. Una botella de Grey Goose más tarde, sumado a una maraña de pensamientos oscuros y depresivos lo habían llevado a darse cuenta que, mientras se encontraba tendido sobre su espalda en la cama recordando los momentos que vivió y los que no con su padre, habían provocado una sensación extraña en su cuerpo, que parecía haber encontrado una líquida vía de escape a través de sus ojos. Gracias a esto todo se estaba volviendo jodidamente más real: la frustración, la rabia, la pena y el vacío se condensaba desde lo profundo de su ser y eso lo hacía sentir por sobre todo irritado al no poder controlar su emociones.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de su móvil. El aparato podía continuar vibrando y sonando todo el maldito tiempo que quisiera, no se encontraba de humor para enfrentar lastimeras llamadas de ninguna persona. Cuando por fin dejó de sonar, comenzó el teléfono fijo, para lo cual dejó que saltara la contestadora, mas puso atención en el momento en que la voz de su madre llenó el silencio.

-Sesshoumaru… yo… solo… necesito hablar con alguien… cuando tengas tiem… -la quebrada voz de su madre lo llevó a coger el teléfono al instante.

-Lo siento, estaba saliendo de la ducha.

-Hijo, hijo… -Irasue solo podía repetir esa palabra.

-Lo sé mamá, no digas nada. Deja que coja unas cosas y voy para allá.

-No es necesario, sé que tú… está bien si solo hablamos por aquí… yo solo quería… quería escuchar tu voz, ya sabes… hablar un poco… no estoy bien…

-Voy en camino.

Rápidamente se quitó la ropa y tomó una rápida ducha. Cogió una bolsa deportiva con algunos de sus efectos personales y condujo hacia las afueras de la ciudad donde se encontraba la mansión de su madre. Al llegar el personal lo recibió con evidente pesar por la noticia de su padre, mas no hicieron mayores comentarios o muestras de respeto que las necesarias, ya que conocían su carácter silente y taciturno, lo cual fue un gran alivio para el peliplateado.

Subiendo de dos escalones al mismo tiempo, se anunció con un suave toque a la puerta de su madre, la cual contestó un tanto nerviosa desde el otro lado. Abriendo la puerta del cuarto, Sesshoumaru vio a Irasue sentada frente al toilette ataviada en un albornoz de seda blanca.

-Hijo… -dijo sin poder contener más las lágrimas. Se levantó y atravesó descalza la distancia, para resguardarse en el cálido y protector abrazo de su único y amado hijo.

-Te tengo. Lo siento –dijo guiándola hasta la amplia cama de la mujer.

-No puedo creer que ya no esté, no es justo Sessho, no es justo.

-Lo sé mamá. Las cosas no debieron haber ido de esta forma.

-No puede ser que ya no esté –dijo Irasue a través de un mar de lágrima- prefería mil veces que estuviera con otra persona, pero vivo. Él era feliz, y yo podía vivir con ello, pero esto… no entiendo cómo puede doler tanto.

Sesshoumaru no sabía qué decir, anteriormente no había tenido ni querido reconfortar a nadie en su vida, la necesidad nunca se había presentado. Había visto sufrir a su madre, pero solo desde la lejanía o por casualidad a través de una puerta a medio cerrar. Irasue nunca había demostrado la tristeza que sentía por la separación de su padre, siempre procuró estar a solas o escondida en algún lugar lejos de la presencia de su pequeño hijo para que este no sufriera, o peor aún, sintiera alguna clase de rencor por su padre. Pero claro, Sesshoumaru estaba lejos de ser un idiota y se daba cuenta de todo lo que pasaba a su alrededor, sobre todo con su madre, por lo cual se había formado su propia idea y opinión sobre él desde hace mucho tiempo. Nunca le hizo saber a su madre que sabía todo y más de lo que debería saber al respecto de los problemas maritales de sus progenitores.

-Esto es algo que no podemos cambiar mamá. No sé… la verdad no sé cómo hacerte sentir mejor, pero te doy mi palabra de que este dolor se calmará con el tiempo. Haré que así sea –le dijo mirándola fijamente a los ojos mientras sostenía su rostro.

-Mi hijo… mi hermoso, hermoso hijo –le dijo cubriendo las manos de él aun sobre su rostro- te pareces tanto a tu padre bebé –ahora sus lágrimas eran más gruesas- nunca olvidaré la alegría en el rostro de tu padre cuando supo que estaba embarazada de ti. Te volviste todo para él desde antes de nacer y te amaba más que a cualquiera en el mundo. Eras su orgullo.

-Mamá no hace fal… -pero Irasue no lo dejó terminar.

-Siempre fuiste su prioridad Sessho, nunca olvides eso. Sé que tu relación con InuTaisho no era la óptima en cuanto a padre e hijo, pero él siempre lo dio todo por ti.

-Mamá detente…

-Él vino furtivamente muchas veces donde mí para asegurarse que ambos estuviéramos bien, aun cuando ya no tenía por qué ocuparse por mi bienestar. Sé que hasta el día de hoy se arrepiente de la manera en cómo hizo las cosas respecto a mí, varias veces me lo dijo. Pero yo no podía obligarlo a estar a mi lado si ya no me amaba. Y a veces siento que lo odio –dijo cayendo en el pecho de su hijo, quien escuchaba con un impasible rostro la declaración de su madre- y es más, quisiera poder hacerlo… pero en el fondo siempre lo voy a amar, siempre. Ese idiota de InuTaisho…

Bueno, vaya sorpresa. No es como si realmente cambiara en algo las cosas, Sesshoumaru sabía que detrás de toda su estabilidad y comodidad financiera había estado siempre su padre.

-Mañana cogeré el jet privado y viajaré a Italia, ya he hablado con Jaken y se hará cargo de todo. No es necesario que..

-Iré contigo, haremos las cosas bien. Tú también necesitas de alguien que te apoye en este momento y la verdad me gustaría poder despedirme correctamente de tu padre.

-No te encuentras bien y aun viajando en nuestro transporte privado es un viaje largo. ¿Por qué mejor no te quedas en casa?

-No. Él hubiera hecho lo mismo por mí. Quiero hacer esto Sesshoumaru, viajaré contigo o sin ti –le dijo con decisión la mujer.

-Bien, pediré que preparen tus cosas, ¿quieres que te traiga algo?, ¿comida, algo para beber?

-No, estoy bien así –dijo mirando distraídamente el velador junto a su cama, lo cual no pasó desapercibido para Sesshoumaru.

-¿Estás tomando algo? y no pienses en mentirme, sabes que me daré cuenta.

-No olvides que soy tu madre Sesshoumaru, y que soy una adulta.

-Entonces compórtate como tal –le dijo de forma fría, arrepintiéndose en el momento en que Irasue hizo una mueca de dolor- sabes a lo que me refiero mamá, he perdido hoy a mi padre con el que no me llevaba muy bien, eres todo lo que me queda.

Irasue miró a su hijo a los ojos, en los cuales se vio reflejada su propia pena. El parecido con su padre era sorprendente. Sin duda había sacado lo mejor de ambos, y mientras lo tuviera a él una parte de InuTaisho seguiría viva a su lado.

-Te amo hijo.

-Yo a ti mamá, será mejor que descanses.

Dejándola sola en su cuarto se dirigió al primer piso en busca de una de la ama de llaves. Dio simples instrucciones sobre los preparativos para el viaje que llevaría a cabo con su madre y luego se retiró a su cuarto. Saliendo al balcón encendió un elegante cigarrillo y comenzó a dar profundas caladas a este. Dentro de cinco horas deberían dirigirse al helipuerto privado que no se encontraba lejos de la mansión de su madre. Inclinando su cabeza hacía atrás miró el cielo, dentro de pocas horas tendría que enfrentarse con personas desconocidas con las cuales no quería tener ningún tipo de relación, lo cual le incomodaba igualmente por la reacción que podría tener su madre ante ellos.

No quería tener que verle la cara al bastardo que su padre había tenido con esa modelo japonesa y la chica… ni siquiera había visto por fotos a esa niña. La verdad esta última no le preocupaba en lo más mínimo. Los trámites burocráticos los haría de la forma más rápida y sencilla posible, no necesitaba más de lo que ya tenía, pues su situación era por descontado próspera y cada vez iba en más aumento. Con tal de no tener que involucrarse más de la cuenta con las otras dos partes de la decencia de su padre prefería quedarse con nada.


Al otro lado del mundo, de costado con sus manos entre las piernas mirando sin ver nada en particular, yacía sobre su cama una joven de espeso cabello castaño. La verdad triste realidad era que no sentía nada, no había llorado, no había entrado en pánico, ni se había alterado en extremo por la noticia de la pérdida de sus padres. Sin duda esto era estar en shock. Cuando esa mañana Bankotsu, el jefe de su personal de seguridad le había informado la lamentable noticia, el impacto había sido tan grande que había quedado muda. Toda la gente que le rodeaba se habían preocupado más por esa reacción que por si hubiera estallado en llanto o se hubiera desmayado. Sin embargo, esta era la realidad, se sentía… vacía. Quería poder gritar, patalear, romper algo, llorar, pero todo se sentía como si estuviera pasando a una velocidad diferente, como si una pared invisible la separa del resto del mundo y las personas, pudiendo ser una espectadora de las emociones y reacciones de estos, sin poder formar parte de ellas.

Sintió que la puerta a su espalda se abría lenta y suavemente, pensó en hacerse la dormida para evitar con ello tener que interactuar con nadie más por hoy. Una mujer llegó hasta su lado y se sentó suavemente amoldando el cubrecama a su peso. Sintió una cálida mano apartarle unos cabellos del rostro y una voz que le hablaba con una ternura inmensa.

-Cariño, ¿necesitas algo? –la aludida dirigió su vista a la mujer sin siquiera mover la cabeza.

-No –el silencio se extendió entonces nuevamente.

-Todos están muy preocupados, no dejan de preguntar por ti y con Ayame hemos estado impidiendo todo el día que siquiera se acerquen a tu cuarto.

-Gracias.

-No te preocupes cielo, estoy haciéndome cargo de todo. Solo dime si necesitas algo –cuando la morena continuó esperando, sin éxito, algún tipo de reacción, dio un leve suspiro y se levantó de la cama para salir del cuarto. Sin embargo, una mano aferrándose a su muñeca la detuvo.

-Lo siento Sango. De verdad muchas gracias, a las dos, a todos. Están haciendo esto aun cuando no es su responsabilidad. Es solo que… yo no… es solo que…

-Kag, no te preocupes, sabes que haría esto por ti, eso hacen las amigas.

-Sango… no siento nada… yo… no siento nada –dijo comenzando a temblar levemente la joven.

-Cariño… -dijo volviéndose a sentar junto a su amiga acortando la distancia- déjame dar unas últimas instrucciones a Bankotsu y los demás, vuelvo en seguida.

A los pocos minutos de salir, Sango volvió con una taza humeante entre sus delicadas manos, a cual desprendía un sutil y cálido aroma. Dejándola en la mesita de noche trepó en la cama de la joven, la cual se volteó hasta su amiga acomodando su cabeza en las piernas de esta. Sango comenzó a acariciar el sedoso cabello de Kagome, desenredando algunos mechones con sus dedos, ofreciendo todo el apoyo que su amiga necesitaba en ese momento.

-¿Recuerdas cuando le pedí a mi padre que me dejara tener un cachorro?

-Sí –dijo esbozando una leve sonrisa su amiga- le volviste loco toda esa noche en la cena. No querías dar tu brazo a torcer respecto a lo de tu alergia.

-Cuando volví del colegio ese día, papá me estaba esperando en su estudio. Estaba tan serio que pensé que me castigaría por el berrinche que levanté la noche anterior frente a ti y Ayame. Pensé que se había avergonzado por mi forma imprudente y caprichosa de actuar. Me dijo que tomara asiento frente a él. Recuerdo que mis piernas colgaban lejos del suelo y solo quería ser tan alta como él para no sentirme tan intimidada por su presencia. Luego comenzó a hablarme sobre la responsabilidad, sobre lo que significaba crecer, ocuparse de otro ser que no eras tú, sobre velar por su bienestar y cuidado. Dijo: "¿crees realmente estar preparada para pensar en alguien más que no seas tú misma?, ¿en preocuparte de su salud, de su alimentación, de su cuidado?". Yo traté de que mi voz no temblara y no apartar en ningún momento mis ojos de su mirada. Le dije que sí, que podría hacerlo. El siguió mirándome, leyéndome a la perfección, lo que me ponía cada vez más nerviosa y entonces dijo: "debes tener presente que puede que no siempre esté aquí para resolver tus problemas Kagome, y que de la misma manera, una mascota puede tener una vida mucho más corta que la tuya. Si te encariñas lo suficiente con ella, sufrirás mucho por su pérdida y eso es algo que ni siquiera yo podré solucionar. ¿Qué piensas al respecto?". Yo le dije que haría lo que fuera necesario sin importar nada, que me ocuparía de todo respecto a él o ella, porque lo amaría cada minuto que estuviera conmigo. Papá sonrió entonces, una de esas sonrisas de medio lado que lo hacía ver tan joven y guapo. Se levantó de su asiento y rodeó el escritorio para cogerme de la mano y guiarme hasta el patio. Entonces vi el cachorro más hermoso del mundo. Él me explicó que su raza se llamaba samoyeda, que lo había hablado con mi madre y decidieron que después de todo sería bueno que cogiera una responsabilidad como esa. Al cabo de un tiempo y después de una grave crisis alérgica, esta desapareció. Papá no quería que Camulus se quedara, se había asustado mucho por cómo me enfermé y un día cuando volví ya no estaba. Destruí mi cuarto completo y me encerré en él, lloré tanto que me quedé dormida tirada en el suelo, agotada y afiebrada por la pérdida de mi 'bebé'. Pasó una semana completa y yo no hacía más que llorar, había trasladado todas sus cosas a mi cuarto. Una noche que llovió mucho, pensé que sentía que ladraba afuera, en su casa. Asustada salí a su encuentro, corrí descalza y solo con mi delgado pijama encima. Me agaché metiendo medio cuerpo en su casita, pero no estaba ahí, entonces comenzaron los truenos y me asusté, por lo que me escondí dentro de su casa. Recuerdo que comencé a llorar con fuerza y a llamar a mamá, pero con todo el ruido era imposible que alguien me pudiera oír. Una hora más tarde papá estaba frente a la entrada de la casita, con el rostro distorsionado por la preocupación. Sus ojos dorados estaban muy abiertos y algunos cabellos sueltos que pegaban al rostro. Los rayos iluminaban su cabello plateado y se veía mortalmente pálido, por un minuto no tuvo reacción alguna, hasta que volvió en sí y metiendo uno de sus brazos me arrastró hacia fuera. Yo pataleé con fuerza, aventaba golpes y gritaba que no quería que me tocara, pero él ni se inmutó ante mis protestas. Me abrazó con fuerza y me entró a casa, donde todos miraban con evidente alivio, aun con el show que estaba levantando. Como pude me solté, pero resbalé por lo mojada que estaba y caí sobre mi trasero dolorosamente, entonces lloré más fuerte y le grité a mi padre que lo odiaba. Entonces mamá me enrolló en una toalla y me cargó hasta mi cuarto, donde me dio un baño y luego acostó. En algún momento, enfurruñada como estaba, sin darme cuenta, me quedé dormida, pero incómoda por el calor que sentía me desperté. Papá me tenía abrazada desde la espalda, entonces comencé a protestar nuevamente. Despertándose se incorporó un poco en la cama y aceptó impasible hasta que me calmará. Cuando vio que no lo hice me volvió a abrazar y comenzó a tararear una melodía con la que me hacía dormir cuando era más pequeña. Entonces entró mamá, la cual había ido a buscar un té y yo me solté de su agarre, bajé de la cama… y vomité. Cogí un resfrío enorme por haberme escapado bajo la lluvia, estuve una semana en cama, prácticamente tres días inconsciente, pero cada vez que despertaba papá estaba a mi lado y mamá merodeando cerca de los dos. Cuando pude levantarme una mañana papá no estaba en casa. Bajé a desayunar y mamá me dijo que por ese día debía quedarme en casa aun. Volví a mi cuarto, me senté en el suelo cerca de las cosas de Camulus mirándolas con lágrimas en los ojos cuando tocaron la puerta y papá entró pidiendo permiso. Traía a Camulus en sus brazos. Se veían algo cómicos al tener ambos el cabello blanco. Yo me levanté de un salto y Camulus se soltó desesperado de los brazos de papá corriendo hacia mí. Lloré, pero esta vez de felicidad y comencé a decirle muchas cosas a Camulus, como que nunca volveríamos a estar separados de nuevo y que siempre lo amaría. Cuando pasó el rato, me percaté que papá ya no estaba en la habitación, lo busqué por toda la casa seguida siempre de cerca por Camulus, pero mamá me dijo que él se había ido y que estaría fuera por una semana. En todo ese tiempo nunca hablamos por teléfono, ya que no me atrevía a llamarlo. Cuando supe que volvería esperé todo el día sentada fuera de casa con Camulus a mi lado. En el momento en que llegó el auto en el que venía y se bajó me paré de inmediato arreglando mi ropa para estar lo más presentable posible. Parecía cansado cuando bajó del auto, venía aún vestido con su traje de seda negro Armani a medida. Cuando me nos vio, parecido algo sorprendido, se acercó sin decir nada y se agachó frente a mí para quedar a nuestra altura. Camulus comenzó a lamer una de sus manos a forma de saludo, a lo cual mi padre le sonrió y respondió acariciándolo, "creo que por lo menos alguien me ha echado de menos por aquí", yo no supe qué decir y solo me arrojé a sus brazos casi derribándolo por el ímpetu. El solo me abrazó, con esa calidez y ternura con la que siempre, siempre me abrazaba. Su olor calmó mi nerviosismo al instante y solo pude decirle que sentía la manera en cómo me había comportado ese tiempo. No quería soltarlo y a él no pareció importarle, por lo que me cogió en brazos y permitió que estuviera aferrada a él todo lo que quise. Le di en tiempo justo para que tomara una ducha y se cambiara, pero cuando cenamos estuve en sus piernas todo el tiempo y esa noche dormimos los tres juntos con Camulus. Dormimos frente a frente, papá respondiéndome todas las preguntas que le hacía, hasta que en un momento en que guardé silencio me miró fijamente, cogió mis manos y me hizo prometer que nunca dejaría que algo le pasara a Camulus, que lo cuidaría y querría siempre. Mis ojos se llenaron de lágrimas y le pedí que nunca que me dejara, le dije que lo amaría siempre y que nunca volvería a actuar de esa forma. Papá solo sonrió y besó la punta de mi nariz, "siempre serás mi niñita hermosa", dijo, "te amaré todos los días de mí vida y después de eso aún lo seguiré haciendo. Cada día que pasé te amaré más y más. Eres una de las rosas que ha echado profundas raíces en mi corazón". Y aun cuando mi amor es así de grande por él, no he derramado una lágrima Sango, ni una sola lágrima por mamá o por él. No hay berrinches ni vidrios rotos, no tengo fiebre, náuseas o deshidratación, no he dado de patadas ni manotazos a nadie ni estoy inconsciente tirada en mi cama. No puedo sentir nada, es como si hubiera muerto junto con ellos.

Sango solo escuchó la historia de su amiga. La conocía pero no tan bien como hasta ahora. Kagome no había querido ni que Camulus entrara a su cuarto, el perro angustiado había sido arrastrado hasta el patio, siempre logrando escabullirse nuevamente hasta el dormitorio de su dueña, pero sin hacer escándalo alguno. Si abriera la puerta lo encontraría echado a uno de los costados como lo había estado durante todo el día, esperando pacientemente que lo dejaran entrar. No podía abandonar la preocupación que sentía por su amiga. No era una persona escandalosa para nada, pero entendía muy bien a lo que se refería. No podía haberlo dicho mejor: era como su Kagome se hubiera ido junto con sus padres y solo estuviera acariciando un cascarón vacío, una réplica exacta de su amiga, pero nada más que una muñeca sin alma.

-Lo siento Kag –dijo luchando contra las lágrimas- sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, no tienes ni que pedirlo. No te preocupes de nada, como ya te dije, nosotros nos ocuparemos de todo. Créeme que siento tu pérdida como si fuera mía, mis padres murieron mucho antes y Naomi e InuTaisho siempre se preocuparon de mí y Kohaku apadrinándonos cariñosamente. Esto nos ha devastado a todos, pero cada uno siente y actúa de forma diferente, cada uno está afrontando la situación a su manera y todos hemos querido darte tu espacio. No debes fingir reacciones solo para completar el cuadro de esta tragedia.

-Gracias Sango. Gracias por todo.

Ambas chicas se quedaron hasta tarde haciéndose compañía. No era necesario decir nada, solo eso bastaba para poder calmar un poco la agitación que se levantaba en su interior. Ninguna podría conciliar el sueño esa noche, sin embargo, Sango decidió dejar a Kagome a solas para ver si esta podía intentarlo. Cuando salió, Camulus solo movió sus orejas en su dirección y cuando iba a cerrar la puerta Kagome la detuvo interponiendo una de sus manos en el picaporte.

-Lo siento bebé, me he comportado mal contigo –dijo bajando hasta su altura. El perro respondió tiernamente a la caricia de su dueña sin pedir nada a cambio, como si entendiera todo lo que estaba ocurriendo- no solo te he fallado a ti, también estoy faltando a la promesa que le hice a papá.

Sango los vio subir a la cama y como Kagome abrazaba al níveo animal. Sintió que el pecho se le apretaba un poco más con las palabras que esta había dicho y cerró tras ella la puerta dejándolos a finalmente. Caminó hasta la habitación que era prácticamente suya y se acercó a la ventana comprobando su móvil. Las 3:57 am. Habían estado casi cinco horas en el cuarto de Kagome. Revisó rápidamente su correo y envió unos cuantos mensajes por mail y whatsapp. Alrededor de las 10:00 am estarían llegando los restos de quienes consideraba sus segundos padres. Ayame se había encargado de todos los trámites para su llegada y los asuntos relacionados a las ceremonias fúnebres de estos. Kohaku, quien se encontraba viajando desde Alemania, hacía su parte encargándose de aplacar a los medios de comunicación que los acosaban expectantes a la información de los funerales, entregando información errónea para distraer la atención de estos. Aún quedaban cosas por hacer, entre ellas los contactos pertinentes con los medios hermanos de Kagome de los cuales solo se sabía sobre Sesshoumaru, quien llegaría cerca del anochecer a Nápoles. Este sería el primer encuentro entre ambos, lo cual la ponía nerviosa de sobremanera, pues sabía que Kagome solo lo había visto en unas cuántas fotos a lo largo de su vida, nunca queriendo saber mucho sobre él por la relación distante y fría que llevaba con su padre. De InuYasha sabía menos aún. De hecho, nadie había podido contactarlo aún, solo sabían que constantemente iba de un lado a otro del mundo, viviendo breves periodos de tiempo en cada lugar. La información más certera que poseían era que en este momento se encontraría en Australia, donde habría estado viviendo cerca de tres años. En eso su móvil vibró, vio en la pantalla en nombre de la llamada entrante y contestó al instante.

-Myoga, estaba pensando en usted justamente, gracias por responder a mi mensaje tan rápido.

-Señorita Sango, he logrado contactarme con el joven InuYasha, como era de esperarse ya sabía la noticia de su padre, me he ofrecido a ir a buscarlo en un avión privado, pero ha insistido en que no es necesario, cogerá el primer vuelo a Italia y lo recogeré en el aeropuerto en cuanto llegue.

-Gracias Myoga, te debemos esta, mantenme informada de cualquier cosa.

-No se preocupe señorita Sango, ¿cómo se encuentra la señorita Kagome?

-Eso es difícil de responder –dijo comenzando a pasearse por el cuarto- pero las cosas están bajo control, se encuentra tranquila por sobre todo.

-Espero tener información lo antes posible, haré llegar mis condolencias de forma personal a la señorita Kagome. Me es muy difícil asumir todavía esta situación.

-A todos Myoga, a todos. Llámame no importa la hora que sea, adiós.

Ahora solo quedaba esperar. Sango te tiró de espaldas sobre la cama mirando el techo. Debería intentar dormir aunque fuera un poco, Kagome necesitaría de alguien que se ocupara del tumulto que se formaría durante los próximos días y ella asumiría toda la responsabilidad para ayudar a la amiga que era más como su hermana.

No supo realmente en qué momento sus ojos se cerraron y su cerebro se desconectó del mundo externo. Por unos minutos su cuerpo agradeció la confortabilidad que le ofreció esa oscuridad.