Lo confundió un poco despertarse y encontrar la cara de Iruka-sensei frente a él. Había estado soñando con el día en que el castaño aprobó su examen final y todos los eventos que sucedieron esa noche; por eso cuando lo vió su cerebro pensó por unos segundos que todavía estaba durmiendo.

-Kakashi...- el sensei estiró la mano para tocarle el rostro, estaba reclinado sobre su escritorio con la cara muy cerca. El hokage se estiró también, para facilitarle el acceso, sus ojos todavía nebulosos. - Tienes el emblema de Konohagakure en la frente.

El sensei le refregó con fuerza la escasa piel libre entre los ojos y la banda shinobi, tratando de borrar el dibujo.

-Mm... la tinta no se quita.- Murmuró Iruka con frustración, expresión concentrada en su frente, haciendo más presión.

-Sensei, me gusta cuando eres brusco conmigo. - Dijo, la voz ronca y sonrisa adormilada, no tenía idea de cuánto tiempo había estado dormido. Por las ventanas de la oficina se veía el cielo nocturno.

-Adivino que te volviste a dormir sobre los documentos de tu escritorio.

Asintió, masajeándose el cuello y hombro derecho, consecuencia de la mala postura con la que se había quedado inconsciente horas antes.

Cuando se sintió más espabilado, pudo ver mejor al sensei. Era tarde, podía notar en los ojos cansados y la tensión en los hombros de Iruka, que seguramente había estado trabajando todo el día. Traía en sus manos una pila de hojas.

-¿A qué debo tu visita sensei? - preguntó, curioso de verlo de nuevo en su despacho.

-Acabo de terminar esto y quería traértelo yo mismo. Es el proyecto finalizado, sólo necesita una última firma para entrar en obra.- Dejó el documento en la mesa.- No es urgente, nada que no pueda esperar hasta mañana, Kakashi, ¿por qué no descansas?

Vio la pila de hojas cubriendo casi la totalidad de la madera, su escritorio a rebalsar. A veces pensaba que en verdad había muerto en la cuarta guerra y estaba atrapado en una especie de purgatorio donde los papeles a firmar no terminaban nunca. Quizás lo habían golpeado con un genjutsu, toda esta tortura tendría sentido.

-No te ves muy muerto... aunque casi. - Comentó Iruka, sus labios estirados en una sonrisa divertida, negaba con la cabeza como cuando lo escuchaba decir algún disparate. Parece que había dicho todo eso en voz alta.

Quizás, no era mala idea eso de irse a dormir a su departamento.

-No estoy seguro de que llegue a mi departamento.- Admitió con un suspiro resignado, las piernas se sentían entumecidas por estar quietas tanto tiempo. Necesitaba entrenar pronto con Gai, sino se atrofiaría por completo, una momia como los viejos del Consejo.

-No entiendo por qué no usas la habitación del Hokage en vez de dormirte en el escritorio.

-¿La... qué?

Iruka lo veia con una expresión desorientada, como si no supiera si estaba bromeando o hablaba en serio. El castaño señaló la pared lateral y ante la mirada plana de Kakashi, colocó la mano en un punto especifico, revelando una puerta secreta que se abrió ante un sorprendido Hokage.

-No me digas que no tenías idea de esta puerta.

Kakashi se puso de pie de un salto, divertido con el descubrimiento. Todo ese tiempo y jamás había notado la habitación anexa a la oficina, que era incluso más amplia. Una decoración agradable con paredes color crema y ventanales similares al despacho, salvo por el muro cubierto por una biblioteca. La decoración principal consistía en un sofá amplio de color rojo enfrentado a una elegante mesa ratona de madera.

-¡Kakashiiii!- Lo regañó el sensei, llevándose la mano a la cara, sonaba agotado y lleno de frustración. El Rokudaime soltó una risita nerviosa mientras recorría el cuarto. -¡¿De verdad no sabías que estaba aquí?!

-Sabía que había una habitación.- Nunca la había visto, pero podía percibirla.- No tenía idea de que esa puerta estaba ahí. - Señaló la comunicación con la oficina.- ¿Cómo sabias de este lugar, Iruka-sensei?

Iruka revoleó los ojos, cruzándose de brazos, caminó hasta el centro de la habitación, desplomándose en el sofá. Estirando el brazo, buscó una especie de palanca oculta al costado del mueble, como resultado al jalarla aumento el ancho del asiento y se reclinó el espaldar un poco.

-Wow.- Festejó Kakashi, juntando las palmas de sus manos.

-Si empujas la palanca un poco más, se pone horizontal y funciona muy bien como una cama. Es el sillón de Uzumaki Mito, una reliquia de Uzushiokagure.

Cuando le prestó atención, Kakashi pudo notar el escudo del clan gravado con elegante trazo en la madera. Se lo veía macizo y hermoso.

-¿Cómo es que nunca dejo de sorprenderme contigo, Iruka-sensei?

El director interino se había reclinado, con las piernas ligeramente separadas y los brazos a los costados. La tensión en sus músculos comenzaba a disiparse.

- Siempre me gustó este sillón. -Confesó Iruka, la expresión de su rostro relajada. Palmeó el espacio a su lado, indicándole que se sentara con él. - Es una de las pocas pertenencias que el clan pudo traer a Konoha.

Kakashi se dirigió hacia el sofá, con gracia se sentó junto al sensei, pero rápidamente decidió acostarse con la cabeza sobre las piernas del otro shinobi. Se exhaltó un poco, pero Iruka no lo alejó cuando los ojos del Rokudaime se curvaron en una sonrisa divertida.

-Parece poco práctico, traer algo así.- Dijo en voz alta, pero la comodidad con la que los almohadones abrazaron su cuerpo le hicieron darse cuenta por qué alguien se tomaría tanta molestia de trasladarlo. Se le escapó un gemido involuntario cuando sus músculos empezaron a relajarse. La habitación se llenó de la risa de Iruka pal escucharlo.

-Mito Uzumaki lo amaba, dicen.

Kakashi hizo un sonido de reconocimiento con la garganta, dando a entender que lo estaba escuchando.

-Lo hizo colocar en esta habitación, dicen que pasaba largas horas leyendo en este mismo lugar, mientras esperaba que Hashirama Senju terminara su trabajo. Alguna vez Sandaime-sama nos contó a Asuma y a mí como el primer Hokage y su esposa solían quedarse aquí teniendo largas conversaciones. Su matrimonio fue arreglado, y quizás no los unía el amor, pero si se tenían gran respeto. Además, Hashirama eran un buen conversador, un hombre gentil. - Mientras hablaba, con la expresión perdida en su historia, había empezado a acariciarle el cabello distraídamente.

Kakashi sentía el peso de toda la semana abandonar su cuerpo, solo podía disfrutar la caricia en su cabeza mientras escuchaba la voz relajada de Iruka.

-El amor que nace del respeto mutuo puede ser tan reconfortante como el que nace de la pasión, solía decirnos el tercero. - Confesó Iruka, agravando su voz para imitar el tono del Sandaime. - "Yo quiero tener todo eso", le contestaba, Asuma decía lo mismo.

Ante el cometario Kakashi exhaló una risita, imaginándose la escena.

-Codicioso, sensei. - le dijo, con tono juguetón.

-Sí, probablemente...- respondió reclinando la cabeza hacia atrás, la mirada distante perdida en sus pensamientos. Iruka cerró los ojos, pero su mano todavía acariciaba el cabello plateado en su regazo. Le generaba una sensación nostálgica pensar que Asuma al menos si había podido vivir eso con Kurenai antes de morir.

Se mantuvieron de esa forma, Kakashi también había cerrado los ojos y disfrutaron unos largos minutos en silencio.

-Así que Hiruzen solía dejarte pasar aquí.

-Ah... si, algo por el estilo. Le gustaba mantenernos aquí ocupados y bajo su control cuando nos portábamos especialmente mal; Asuma y yo. Se suponía que era algo así como un castigo, pero terminaba jugando shogi con Asuma en esa mesa y me dejaba echarme por aquí a leer alguno de los libros de fuinjustu de Mito Uzumaki. - Hizo un vago ademán con la mano en dirección a la biblioteca.- Hay varios de esos por ahí, muy interesantes.

- Mm...- Kakashi, todavía con los ojos cerrados, hizo un sonido de reconocimiento.- Siempre quise preguntarte quién te había enseñado lo que sabes de fuinjutsu.

-¿Oficialemente? Nadie, extraoficialmente puede haya robado para leer y devuelto después algunos de los diarios personales de la esposa del primer Hokage.

-Alguna vez los vi. - Mencionó al pasar. Recordaba esos viejos cuadernos en la casa de su sensei, sobre la mesa de la cocina o en el escritorio. - Kushina solía leerlos. Supongo que los sacó de aquí mismo.

-Asuma me dijo que una vez, espiando, vio a Kushina-san recostada aquí cuando ya estaba muy embarazada, tanto que le costaba respirar bien. Y que Yondaime-sama estaba masajeándole los pies.

Tenía un vago recuerdo de haber presenciado algo similar en la intimidad de la casa que su sensei compartía con su esposa, era extraño saber que ahí mismo en su posición la kunoichi de cabellos rojos había estado acostada, todos esos años atrás.

-Me pregunto por qué Shizune no te mencionó de este lugar, la escuché varias veces quejarse de como tenía que arrastrar a una borracha Tsunade hasta este sillón para que durmiera hasta que recobrase la lucides.

En su defensa era probable que lo hiciera en algún punto y Kakashi no le había prestado atención.

De pronto sintió una corriente de placer cruzarle la espalda, ocasionando que se arqueara un poco y dejase escapar un sonido estrangulado en la garganta. Iruka apartó la mano enseguida, había hecho un poco más de presión sobre su cuero cabello y el resultado había mutado de relajación a placer tan rápido que desconcertó a Kakashi. Y por la expresión del sensei, a Iruka también.

Iruka tenía la boca abierta en sorpresa, las manos levantadas en el aire como si no supera donde ponerlas. Intentó decir algo similar a una disculpa, pero en un solo movimiento ágil el Rokudaime cambió de posiciones, acostándolo sobre su espalda y él encima, ambas rodillas a cada lado de la cadera del castaño y los antebrazos sosteniendo el resto de su peso, a cada lado de la cabeza de Iruka.

Un jadeo de sorpresa fue lo único que pudo articular el sensei. Tenía de pronto a Kakashi encima suyo, los ojos abiertos fijos en su rostro.

Esperó atento, casi sin respirar, que el shinobi sobre su cuerpo le dijera algo, pero no hacía nada más que mirarlo con una atención e intensidad que resultaba intimidante. Todavía tenía algo de tinta sobre el puente de su nariz, que se perdía debajo de la máscara. Llevó la mano hasta ahí, acariciando suevamente donde antes había estado fregando. Kakashi no rechazó el contacto, pero todavía no le apartaba la mirada de encima.

-En verdad... - Empezó a preguntar, bajando la voz hasta que fuera un susurro que sólo Kakashi oyera. - ¿en serio vi tu rostro aquella vez?

No hacía falta aclarar cuando había sido, ambos recordaban el episodio frente al edificio de T&I.

-¿Por qué no lo compruebas por ti mismo? - respondió también en el mismo tono de voz.

La mano que tenía sobre su nariz se digirió hacia la tela, repasando con el pulgar el borde de la máscara. Se había puesto nervioso de repente, se preguntaba si Kakashi podía escuchar sus palpitaciones, él las sentía en el oído retumbando con fuerza. Armado de fugaz valor, la bajó de una sola vez.

-Oh..- se le escapó un jadeo de sorpresa. Kakashi solo estiró una de las comisuras de sus labios en una sonrisa. Parecía divertido con la situación, pero contra su pecho Iruka podía sentirlo, su frecuencia cardíaca también se había elevado.

Era el mismo rostro que antes había visto en Sukea, la nariz recta y los labios delgados. Cuando sonreía así, Iruka podía notar que los caninos eran un poco más prominente que el resto de sus dientes.

-Ah... algo de Inuzuka hay aquí.- Comentó mientras acariciaba los labios, por encima de los dientes, similares pero menos marcados que el clan mencionado. Kakashi sonrió más, abriendo la boca pasó su lengua por encima de uno de los caninos, como un acto reflejo, mientras revoleaba los ojos. - Me gusta. -Declaró Iruka, provocando que la sonrisa divertida de Kakashi ganara un dejo de timidez.

Movió el pulgar hasta el lunar que tenía junto a la boca, los ojos chocolate se habían quedado prendados en esa marca. Kakashi no paso por alto el movimiento de la lengua sobre sus labios, se la imaginó posándose justo ahí donde tenía esa marca de nacimiento. Esa misma que había heredado de su madre.

Se reclinó para estar más cerca de Iruka, todo su cuerpo en contacto con el del castaño. La mano del sensei de ahueco contra su mejilla, mientras se acercaba a su rostro, el rubor y las sutiles pecas sobre la nariz se hicieron más evidentes incluso cuando tenia los ojos entrecerrados. La mirada de Iruka pasaba de sus ojos a sus labios, sentía el aliento agitado del sensei contra su boca.

Lo vio cerrar sus ojos justo antes que el claqueteo metálico indicaba que tenía su banda pegada contra la suya.

Un carraspeo cortó el silencio de la habitación.

-Senpai.

Kakashi se separó con parsimonia, podía sentir el cuerpo de Iruka tensarse bajo el suyo cuando se percató que Tenzo estaba en la habitación, arrodillado con su traje de ANBU, máscara de gato fija cubriendo su rostro.

Se había olvidado por unos segundos que hoy le tocaba cuidar su oficina.

Ambos se sentaron en el sofá, Kakashi no se tomó la molestia de arreglarse la ropa a diferencia de Iruka, pero si se subió la máscara, cubriéndose el rostro otra vez.

-Kohai.- La voz de Kakashi había salido ronca, su tono desembarazado, pero los dos hombres podían darse cuenta del mal humor en el Rokudaime.

-Shikamaru y Shizune en la oficina de al lado.

Fueron sus palabras, y de inmediato la presencia de Tenzo se volvió una sombra de nuevo.

Iruka se puso de pie, su apariencia compuesta, y siguió a Kakashi tomando una distancia respetable, cuando volvieron hacia la oficina de al lado. Shizune fue la primera en verlos y su expresión desaprobadora no demoró el mostrarse.

Shikamaru se giró en dirección a ellos, manos en los bolsillos, masculló algo por lo bajo.

-Iruka-sensei, ¿te parece que te acompañe hasta la salida?- Lo formuló como pregunta, pero Shikamaru se delantó y con una mano en el hombro del sensei empezó a guiarlo fuera de la habitación. - Temari me mando unos dulces de agradecimiento para ti, los tengo en mi escritorio.

El sensei le dio una última mirada afectada antes de salir de la habitación.

Por su parte, Kakashi se apoyó contra el borde de su escritorio, brazos cruzados en el pecho y la mirada en el piso. Podía sentir a Tenzo y a otro ANBU en la habitación, Shizune todavia mantenía la expresión malhumorada en el rostro. Estuvo en silencio por unos minutos, pero Kakashi sabía que la kunoichi tenía algo para decirle.

-Hokage-sama.

-Humm...- respondió, su propio malhumor compitiendo contra el de su asistente.

-¿Por qué estás haciendo esto?

- Vas a tener que ser más específica.

-No, no realmente.- La kunoichi, que había mantenido los puños tensos desde que lo vio aparecer, aflojó sus manos y exhaló un suspiro derrotado.- Kakashi-kun, no quisiera tener que repetirte la conversación que Tsunade tuvo contigo cuando te pasó su cargo.

Kakashi arqueó una ceja, sabía a cuál charla se refería, no tenía idea de que Shizune supiera de la misma. Años atrás, poco después de haberse proclamado Rokudaime, un día apareció la vieja Tsunade en su ahora despacho, para tener una audiencia privada.

En ese entonces recuerda que pensó que se trataba de una excusa para terminar de sacar todo el sake que tenía escondido en su ex-oficina, pero en realidad había una intención clara en la visita. La antigua sanin le dio un par de consejos que no había tenido tiempo de mencionar antes, pero también advertencias. Una de ella había sido, que como Hokage tenía prohibido acostarse con un shinobi a su cargo.

Por supuesto que Kakashi sabia las reglas, como Capitán de equipo, mierda de hasta un ejército, sabía que no estaba bien tener sexo con un compañero bajo su mando. El ejercicio podía caer dentro de la coerción al consentimiento dado por el rango.

El tema era, que como Hokage, técnicamente todos los shinobis estaban ahora bajo su mando.

-¡¿Se supone que sea célibe también?!

Había exclamado indignado. Su enojo era más hacia sí mismo, que nunca había pensado en ese detalle antes.

-Haz lo que hacen todos los líderes de una aldea, cásate, búscate una mujer civil como la hija bonita de un Daimyo, algún ninja en otra aldea, mastúrbate hasta morir no me importa. - Le respondió la Godaime, enfadada.

Shizune tenía una expresión similar a la su antigua maestra en ese momento.

- Shizune, si acaso crees que alguien puede ejercer coerción sobre Iruka-sensei, entonces no lo conoces. - Fue su respuesta, parecía un buen argumento en su cabeza, pero la expresión indignada de la kunoichi no parecía estar de acuerdo.

-¡Por supuesto que nadie puede obligarlo! Mucho menos tú, si algo debería preocuparme es que el Director de la Academia ejerza su voluntad en el Rokudaime. - Exclamó alzando los brazos.- Por suerte, su moral es tan alta y su corazón tan sincero, que jamás usaría su cercanía contigo para su propio provecho.

Su tono se fue apagando conforme decía esto último.

-No es eso lo que me preocupa, Kakashi, ¿estás tan ciego?

Aquella pregunta lo hizo mirarla con atención, porque no entendía de qué estaba hablando.

-Yo sé que Iruka Umino no haría nada para dañar a la aldea, Shikamaru lo sabe, Naruto, Sakura, Tsunade, todos sabemos eso. Pero hay gente que no, los rumores y las malas intenciones son un veneno insidioso en toda sociedad y la nuestra está lejos de ser perfecta.

Lo que acaba de escuchar lo dejó inmóvil en su lugar.

-La regla que prohíbe al Hokage acostarse con otros shinobis existe para proteger más que la integridad física del subordinado, Kakashi ,¿te imaginas los comentarios desacreditando el trabajo que con tanto esfuerzo Iruka ha logrado? Cuando el Director de la Academia dimitió de su puesto por su salud, él mismo fue quien propuso a Iruka a pesar de que no es el maestro con más antigüedad ni el más experimentado. Hay quienes no lo vieron bien, puede que para nosotros sea un shinobi mayor, pero para el trabajo de sensei Iruka todavía sigue siendo muy joven. ¿Cómo piensas que verán que se acueste contigo? Ninguno de los que quiere desacreditarlo va a pensar "son dos adultos responsables que solo quieren pasar un buen momento", no, va a ser ahí va Iruka-sensei, el shinobi que se acostó con el Rokudaime a cambio de un cargo jerárquico y fondos para su proyecto en el orfanato.

Las palabras de Shizune se sintieron como una serie de shuriken cortándole la piel, una tras otra.

Se llevó la mano hacia los ojos, refregándoselos. Se suponía que era un genio, pero nunca había pensado en lo que Shizune decía. Se le revolvía el estómago al imaginarse a alguien hablar así de Iruka, y sentía un frio comprimiéndose en su pecho cuando se daba cuenta de lo fácil que su error lo pondría en esa situación.

Asintió lentamente en dirección a su asistente, a lo que Shizune respondió con una pequeña reverencia antes de salir por la puerta.