Canción de cuna
Escuchar a Kikyō tararear una canción de cuna se había vuelto una costumbre. Ya no podía dormir sin ella. Me hacía acordar a mi madre cuando nos cantaba a Sota y a mí cuando éramos pequeños.
Al comentarle aquello, Kikyō respondía, muy indignada, que no era como mi madre. ¿Cómo serlo? Estaría cometiendo incesto, decía. Yo reía tentada por ese humor pícaro que, con los días, me fui dando cuenta que formaba parte de ella.
La canción de cuna, en esos tres días que estuve en la escuela, nunca fue dedicada a mí. No realmente. Ella la tarareaba para el niño que dormía entre nosotras. Asustado por una pesadilla, en medio de la noche siempre aparecía en nuestra habitación. Si es que podíamos llamarle habitación. Solo era un aula más de esa escuela antigua que se caía a pedazos. Kikyō le había puesto un futón en el medio para mí.
La primera noche, luego de aceptarnos mutuamente, ella, vestida de un yukata blanco, me llevó a esa habitación. Me mostró el futón, puso unas velas y se disculpó por no poder ofrecerme algo mejor antes de comenzar a retirarse.
—¿A dónde vas?
Pregunté sin pensar, levantando la mano para detenerla. Ella me miraba con la suya apoyada en el borde de la puerta. Sonreía triste.
—No quieres tener pesadillas de nuevo.
Se refería a ese día en el árbol, cuando soñé que ella me asesinaba.
—Solo fue un sueño.
—No, no fue solo eso. Kagome, escucha… —Hizo una pausa para suspirar, dejándome en suspenso—…, aunque pueda sentir no dejé de ser un cadáver. Y en lo que me queda de vida, si así puedo llamarle, seguiré siéndolo. Siempre tendrás pesadillas si duermes a mi lado.
—¡Eso solo es un dicho! Nadie cree en esas cosas hoy en día —refuté, sentándome. Casi pierdo el yukata en la travesía. Me quedaba grande porque era de ella. Le di unas palmaditas al futón—. Ven de una vez, tengo frío.
—No es un dicho. Mi energía… no es como la tuya. —Ella se llevó una mano al pecho, avergonzada de su naturaleza—. Puede filtrarse en tus sueños, ensuciándolos.
—Entonces la limpiaré.
Kikyō abrió bien los ojos. Los míos le sostenían la mirada con firmeza.
—Limpiaré todas tus pesadillas, Kikyō. Te llenaré de sueños hermosos, te lo prometo. —Estiré una mano hacia ella—. Te robaste todo de mí, desde mi alma hasta mi corazón. Al menos cumple tu maldito deber durmiendo conmigo, esposa.
En sus labios se iba dibujando una sonrisa que oscilaba entre la timidez y la alegría. Comenzó a acercarse. Con delicadeza, enterró las rodillas en el futón.
—Qué poética resultaste ser.
—Solo soy realista. ¡Literalmente me robaste todo!
Ella resopló una risita.
—¿Estás segura de querer tener a un cadáver como esposa?
—No tengo otra opción. Fuiste mi primera, ahora debo casarme contigo. —bromeé. Ella reía bajito, empujando mis labios. Cayó sobre mí.
—Ese es un pensamiento algo antiguo viniendo de ti, chica moderna.
—Demasiado tiempo en esta época.
La habitación se llenó de risas y besos esa noche.
Y las dos siguientes también.
Mañana partiríamos para buscar a mis amigos. Digamos que tenía que darles ciertas explicaciones que jamás se esperarían, si es que a Sango no se le había aflojado la lengua antes. Por un lado me haría un favor, pensaba. De esa forma no sería como un balde de agua fría para los demás. En especial para Inuyasha, que seguro ya nos había olfateado a la distancia. Las probabilidades de que se estuviera preguntando qué demonios hacía la esencia de Kikyō mezclada con la mía eran altas. Que no apareciera de súbito solo podía significar que Sango lo estaba dando todo de sí para retenerlo. Y con todo de sí me refiero a posiblemente haberlo noqueado con ayuda de Miroku. Ese monje pervertido no se perdería por nada del mundo la oportunidad de ver a dos chicas juntas. Seguro le encantó la idea.
Como todas las noches, Kikyō tarareaba esa canción. Con el codo apoyado en el suelo, recostada de lado, cantaba para el niño mientras le daba unas palmaditas en la panza. Ese era el más llorón de todos, el que se raspó el codo el otro día. Sin embargo, tenía sus motivos para ser un llorón. Perdió a sus padres de una manera traumática, según Kikyō.
Yo observaba el rostro pacífico de ella. Otra costumbre que había adquirido. Parecía estar sumiéndose en un profundo sueño mientras cantaba con los ojos cerrados. No podía dejar de sonreír al verlos. Como siempre, cada vez que ella estaba alrededor, yo veía una fotografía.
—De verdad… naciste para ser madre.
Kikyō abrió los ojos. Unos ojos relajados y somnolientos.
—Tú no te quedas atrás tampoco. Los niños no paran de buscarte, eres muy divertida y amable con ellos.
—Entrené con mi hermano pequeño. Es un mamero, como éste de aquí.
Kikyō pasó los ojos al niño. Dormía boca arriba.
—Kaede, aunque era una niña muy sensible, siempre se mostró madura. No me dejó consentirla. De todos modos, yo tampoco tenía tiempo para hacerlo —empezó a contar con nostalgia—. Me hubiera gustado poder darle más atención.
Yo la escuchaba en silencio, apoyada como ella en el tatami. Sostenía una sonrisa tenue con la mano.
—Aún así, teníamos estos momentos. Cuando volvía de hacer mi deber, le cocinaba y nos dormíamos juntas. —Kikyō enredaba los dedos en la coleta del niño—. Siempre le cantaba. Sin esta canción no podía dormir.
—¿En serio? Mira a la anciana Kaede, resultó ser una niña de mamá también.
—Pero yo nunca fui como nuestra madre, a pesar de que me hubiera gustado ocupar ese papel para ella. Al final… la dejé sola.
—Oye… —Alcancé su mano en la panza del niño cuando su voz se apagó—. Ni se te ocurra, no fue tu culpa todo lo que pasó. Aquí solo hay un único culpable.
—Lo sé, pero aún así… la culpa no deja de recorrerme. —Levantó la vista del niño con una sonrisa lastimosa—. Lo siento, no quería arruinar el momento con sentimentalismos.
—¿Arruinar? ¡Amo el drama! Sigamos —dije, haciéndole reír. Al menos por fuera. Sus ojos se estaban cristalizando. Dolía verlos. Su pasado era una piedra con la que cargaba, y para nada era liviana. Me encontré deseando partirla, cargar con la otra mitad para que, al menos en el resto del camino que habíamos elegido transitar juntas, no le pesara tanto. Había conocido muchas historias trágicas en este mundo, pero ninguna tan trágica como la de ella. Era admirable el solo hecho de que estuviera aquí, forzándose por sonreír.
Y tratando de amar de nuevo.
—Kikyō, la anciana Kaede fue la única que me dio la bienvenida cuando llegué aquí —empecé a decir, captando más su atención—. Es una persona cálida y buena, y solo hay una razón para que sea así. —Le di un golpecito en la frente con el dedo medio—. Tú. La criaste con mucho amor, eso es obvio. Se refleja en sus actos. No hay nada de que arrepentirse.
—Kagome…
Pasé la vista al niño. Roncaba, ajeno a nuestros susurros.
—Si no fuera por ella hubiera tenido una crisis apenas pisé este lugar. Todos me querían matar: aldeanos, monstruos, Inuyasha. Todos. Pero ella no. Ella me ayudó, y lo sigue haciendo. Digamos que la adopté como mi linda abuelita. —agregué, recostando la cabeza en un brazo.
Kikyō escuchaba todo con una sonrisa suave. Llevó una mano a mi mejilla.
—Y dime, ¿cómo le vas a explicar a tu abuela que estás casada con su hermana? Que a su vez es la encarnación de su nieta postiza.
La ecuación me voló la cabeza un momento.
—Supongo que solo diciéndolo. Amo a tu hermana, algo así.
Los ojos de Kikyō crecieron.
—¿Amo?
Me mordí la lengua.
«Ya la cagué»
—E-Es decir, "amor", ¡qué gran palabra! Hay que usarla con cuidado. Cosa que yo no hice, por supuesto —mascullaba, evitando sus ojos. Kikyō tenía una ceja en alto por mi patético discurso—. Cuando te ame, se lo diré. Eso quise decir.
Ella descansó la cabeza en el tatami. Una sonrisa calma pintaba sus labios.
—¿Sería raro sentir que yo ya te amo?
La miré de golpe. Allí quedé, paralizada en medio del silencio que se hizo entre nosotras. Solo escuchaba a mi corazón bombeando fuerte. Kikyō me sostenía la mirada con profundidad.
—Supongo que sí… Lo siento, soy un poco intensa. —agregó, pasando los ojos al techo.
Yo me aclaré la garganta, buscando destrabarla.
—E-Está bien. Es decir, no me molesta.
—¿No? —Volvió los ojos a mí. Sonreía burlona—. Por ahora, mejor quedémonos con el "te quiero", para no asustarte tanto.
Inflé los cachetes.
—No me asusto.
—¿Y estás temblando porque…?
—¡No tiemblo!
Kikyō se me tiraba encima entre risas mientras yo insistía en que no le tenía miedo al compromiso. ¡Y de verdad no lo tenía!
Eso no era miedo, era desconcierto.
Aún me costaba asimilar lo mucho que estaba sintiendo por ella en tan corto tiempo. Los sentimientos no dejaban de crecer a una velocidad que ya consideraba irreal. Pasé del impulsivo "te quiero" al accidental "te amo" en solo tres días. ¡Tres míseros días! El cerebro no está preparado para guardar muchos recuerdos de golpe, dicen. Bien, el corazón tampoco. No estaba preparado para guardar un sentimiento así de intenso en tan poco tiempo. Lo ideal es que éste se vaya engendrando de a poco, que una pueda sentir el saborcito del enamoramiento, aquel que hace que idealices por completo a la persona antes de que te lleves el chasco de tu vida luego de ver quién se oculta debajo de la máscara.
Pero no.
Kikyō llegó como una bala y se incrustó a la fuerza en mi corazón, atravesándolo. Y echando a otro sujeto de él en consecuencia. No había espacio para los dos, al menos no en la misma habitación.
Cualquiera diría que yo pecaba de enamoradiza por la rapidez con la que se dieron los hechos. Sería una explicación razonable a este increíble escenario que se montó. Y también sería una mentira. Si lo pienso bien, ¿acaso no era lo que yo antes sentía por ella, celos, envidia, pero admiración a la vez, un estilo de idealización? La idealicé completamente antes de conocerla bien, nada de lo que yo creía sobre su persona le hacía justicia a la realidad. Estaba cegada. Podría decirse que aquel fue un "peculiar enamoramiento". Hasta casi llegué a odiar a quien, sin saberlo, pareciera ser que me gustaba en algún punto. ¿Era una cría o qué? Enamorándome de alguien que me molestaba… Y hablando de puntos, ese es otro punto que me deja extrañamente tranquila.
No soy una persona que se enamora con facilidad.
No es por alardear, pero he tenido varias oportunidades respecto al amor a lo largo de mi corta vida. Nunca me interesó nadie a parte de Inuyasha en su momento. Y por esa misma razón sé que lo que siento por Kikyō es real. Porque cuando me gusta alguien, me gusta en serio.
Muy en serio.
De pronto escuchamos un llanto. Era el niño. Kikyō dejó de morderme el cuello y volvió a su lado de inmediato. Le acariciaba el pecho para calmarlo.
—Ma… Mamá… —lloriqueaba él con la nariz roja.
La voz finita que utilizaba para llamarla era un generador de tristeza. Lo que fuera que estuviera soñando, su querida madre estaba allí. Al menos podía verla en sueños.
—Me pregunto si cuando acabemos con Naraku la guerra terminará. —susurré para no despertarlo, acariciándole la cabeza. El niño, entre nosotras dos, poco a poco se iba calmando.
—Eso dependerá de la gente y sus ideales —contestó Kikyō, volviendo a la pose de antes. Con el codo apoyado en el tatami y la mejilla en la mano—. Mientras haya odio y desigualdad, la guerra no terminará. Pero acabar con la perla de Shikon sería un inicio para erradicarla.
—La perla… Si yo no la hubiera destruido-
Kikyō me tapó la boca de pronto, haciéndome atragantar con las palabras.
—No lo hagas, no te culpes. Si hay una culpable aquí, esa soy yo. Pensé que quemando la perla con mi cuerpo todo se arreglaría, pero mi rencor provocó que esta renaciera de nuevo… en una nueva vida que ahora debe pagar por mis errores del pasado. —Sus ojos se cerraron con impotencia—. Yo soy la única responsable de todo.
—No…, no es así. La perla tiene voluntad propia, fue ella misma la que decidió regenerarse, alimentándose de tu dolor.
—Un dolor nacido del rencor, Kagome. No importa cómo lo veas, ese sentimiento provino de mí y de nadie más.
—Kikyō… —Su rostro lucía tan culposo. Me daba ganas de llorar verla así. Si hay algo que ella no tenía que tener, era culpa—. Quizás sea egoísta lo que voy a decir, pero me alegra que la perla haya vuelto.
Ella abrió los ojos con sorpresa. Yo le sonreía.
—Gracias a eso pude conocerte. Gracias a eso una malvada bruja quiso traerte de vuelta. Sé que no deseabas volver a esta vida, pero yo… estoy feliz de estar contigo ahora. —Cerré la mano sobre la suya—. Lo siento…, por sentirme así.
—Kagome…
En sus ojos veía que quería besarme con urgencia, y yo ningún motivo tenía para negarle el beso que también tanto añoraba. Nos inclinamos por encima del niño, guiadas por la necesidad, pero éste de pronto soltó un gemidito.
Y se echó a llorar de nuevo.
Suspiramos, volviendo a nuestras tareas de madre que, a todo esto, yo nunca acepté. Pero ya qué.
—Debe ser lindo. —dije, esta vez dándole yo palmaditas. Él se puso de costado, acurrucándose en mi pecho.
—¿Qué cosa? —preguntó Kikyō, pasando un brazo por encima de los dos.
Estiré la sonrisa.
—Tener dos mamás.
Continuará…
¡Capítulo ocho entregado! Paso a informar que el próximo es el último capítulo. Luego va a venir un epilogo como para cerrar la historia, pues nunca tengo suficiente con estas dos siendo chuchis entre sí.
Espero que anden bien. Nos leémos pronto, gente linda!
nadaoriginal: Nooo bolu, siempre me pasa lo mismo! Le cago el reto de septiembre a todos, tengo un tiiminggg jajaja Bueno, se tomará como un desafío sabroso (? Muchas gracias por seguir por acá! Te leo en el próximo capítulo, un beso!
Juds93: Amiga miaa, muchas gracias como siempre por las lindas palabras y el apoyo. Ya nos vamos despidiendo de esta historia, pero seguimos en la ootra! Espero que andes bien, te mando un beso!
Chat'de'Lune: Esstimada, cómo dice que le va? Muchas gracias por seguir por acá! Efectivamente Kikyo se salió con la suya, para variar. Respecto a Inuyasha y los demás, no van a tener mucho protagonismo en esta historia. Eso lo dejo para el otro fic "Almas". Esta historia estaba pensada más que nada en una novela corta centrada solo en Kagome y Kikyo. Y las incógnitas que queden... Bueno, un hechicero lo hizo (? xD na mentira, serán resueltas de una manera más simple o quedará a la interpretación libre de cada unx. Veremoss. Te leo prontito, un beso y namasteee!
AsamiSato12: Hooli! Muchas gracias por pasarte y por las lindas palabras che! De verdad se agradece el apoyo. Me alegra que la historia te esté gustando y que la parejita te parezca encantadora. Sueño con que esta secta Kagkik se expanda, muchos más necesitan conocerla! *shora* Te leo en el próximo capítulo, entonces. Un beso!
LadyPV: Hooli! Muchas gracias por leer! Me alegra que te guste la historia :) Esta parejita me encanta, así que porrr supuesto que voy a seguir haciendo fics sobre ellas. Solo tengo que encontrar el tiempo para poder plasmar todas esas ocurrencias (algún día xD). Mientras, voy terminando esta historia. Te leo en el próximo capítulo! Un beso!
