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"El Guardián de Plata".
Silver the Hedgehog realmente nació para jamás poseer un nombre propio, de hecho, nació por pura "suerte".
El pobre diablo tuvo el claro infortunio de ser concebido en lo profundo de los más bajos barrios de Sol Dimension; siendo el hijo bastardo de una prostituta y un noble que había sido bendecido con cualidades especiales, no sólo físicas, sino también mágicas, psíquicas, de hecho, pero maldecido con el terrible mal de no ser el padre del año, pues su querido progenitor rechazó cualquier tipo de petición por hacerse cargo del embarazo y de su hijo no nato.
Cuando la solitaria y miserable eriza que albergó a Silver en su vientre lo dio a luz, lo primero que hizo, en medio de su desesperación, fue vender al bebé recién nacido, como un futuro esclavo, a una dama de raza flamenco mayor, nacida en cuna noble que, al tener que invertir dinero para una nodriza que lo amamantaría y criaría, no escatimaría en palabras ni en actos para aclararle a su siervo sin nombre (siendo un niño muy pequeño) de dónde provenía. De una cloaca: de una hembra sucia y de un macho cobarde.
Al recién cumplir los 4 años, ese pequeño erizo de pelaje plateado se vio obligado a empezar a pagarle a su ama por su gentiliza, con trabajos forzados que no eran para alguien ni de su tamaño, ni de su edad. Las horas laborales era extenuantes, y hasta a él mismo, ya de adulto, le sorprendía la fuerza y resistencia que tuvo que adquirir antes de cumplir los 10 años, para no morir de agotamiento bajo el fuerte calor o por el inclemente frío.
Hacerse cargo de limpiar establos, ayudar al cultivo de maíz, cargar bultos pesadísimos de dicho producto; además de tener que aguantar horas y horas de desvelo con el fin de proteger las tierras de su señora… porque sí, aún con su corta edad y nula experiencia en combate o defensa, fue mandado a suplir al viejo vigía, que no tardó en morirse debido a su mal en el hígado.
Silver aún tenía pesadillas con algunos de los asaltantes que tuvo que detener en la oscuridad, lastimándolos de formas muy serias.
Había que aclararlo. Antes de darse cuenta de su fuerza física sobrenatural que le ayudaba a servir bien a su, entonces ama, el pequeño erizo comenzó a usar su telequinesis sin darse cuenta desde los 5 años.
A veces movía cosas sin percatarse de eso. Hacía que las cosas explotaran, se aplastaran o se quebraran cuando se enojaba o se encontraba bajo un intenso estrés o miedo. Comúnmente usaba dicha habilidad para ayudarse a sí mismo a cargar objetos pesados en su afán de no querer ser azotado por ser considerado un maldito flojo.
»Vamos, vamos, tú puedes —se decía a sí mismo, esforzándose al máximo, sin percatarse siquiera del verdadero poder en su determinación.
En algunas de noches como el nuevo vigía, él llegó a lanzar a los intrusos que enfrentaba, más de 4 metros, por los aires, de forma brutal cuando estos se lanzaban contra su persona, y el niño que entonces fue, se agachaba gritando, dejando emanar su gran poder, protegiéndose con él.
En las pocas ocasiones en las que Silver enfrentó a los intrusos que trataban de invadir las tierras de su señora, debido a las fuertes caídas, estos terminaban muriendo de dolor en calabozos porque nadie se molestaría nunca en sanar los huesos rotos o los músculos dañados de un criminal, ¿o sí?
Pero claro, lady Alondra no tardó en enterarse de sus "dones", cosa que la hizo darle muchísimo más trabajo pesado, además de algo extra. Un nombre; "algo digno de algo tan especial", expresó ella con arrogante y falsa piedad, con claridad, hablando de él como un objeto que poseía:
Silver.
A partir de los 11 años, Silver comenzó con su labor especial: acompañar a lady Alondra a todos los eventos donde la invitasen, como su sirviente personal, y ocasionar el infortunio de que a alguna dama o caballero se le cayesen objetos de valor.
Aretes de oro y diamantes, pulseras de perlas, collares de plata con zafiros, entre muchas otras cosas que, con el tiempo, aprendió a atraerlos hacia sí mismo. Y de sus manos, estos saltaban a los bolsillos de su señora.
Eso claro, hasta que en uno de esos bailes, Silver no logró conseguir el collar de oro de una dama guepardo, el cual se arrastraba sigilosamente por el suelo en medio de la gran masa de gentes hablando entre ellos (como siempre) hasta que infortunadamente una joven sirvienta de raza canina lo vio al casi resbalarse con él mientras se paseaba con una charola de copas vacías, y cometió el gravísimo error de agacharse justo en medio del salón, y tomarlo primero que Silver, que se enfadó por el acontecimiento.
Sin embargo, lo peor vino después, pues la joven había sido muy imprudente. Se hizo con el valiosísimo objeto en un sitio demasiado abierto, a la vista de otros nobles que, al atraparla intentando guardarse el collar en su mandil, hicieron el show de la noche.
»¡Insolente y miserable criada! ¡Ladrona! —exclamó el noble que la había visto a punto de guardarse dicho collar, y es que este, seguro le habría solucionado la vida por su invaluable costo.
»¡No! ¡Yo no iba a…! ¡Por favor! ¡Déjeme explicarle! ¡Por favor!
Conteniendo la respiración, queriendo armarse de valor y tratar de ayudar, Silver al final se acobardó.
Miró, sudando frío, cómo los guardias llegaron y entre golpes, se llevaron a la criada, no sin antes quitarle el collar y devolvérselo a su legítima dueña, quien para variar se acercó a lady Alondra y su sirviente, que ya estaba acostumbrado a ver esclavos como él, siendo azotados en público, mas no podía dejar de maldecirse a sí mismo por no hacer algo por ellos.
¿Por qué no podía dar un paso enfrente por todos aquellos que no habían nacido con sus mismas capacidades telepáticas?
A esas alturas de su vida, él podría quebrar huesos sin tocarlos o mirarlos… podría hacer que la cabeza de cualquiera, ya fuesen 20 o 100 seres, diesen en un segundo, un giro de 180°. ¡¿Entonces por qué no lo hacía?!
La respuesta le dolió: tenía mucho miedo.
Aún podía oír a esa criada gritar por piedad.
»No puedo creer lo malagradecidos que son estos muertos de hambre —comentó ofendidísima, la hembra guepardo, a lady Alondra; quien miró con una sonrisa su collar, el cual le ordenó a Silver darle para el final de la noche.
»Todos los esclavos son unos ladrones, por eso hay que tenerlos bien vigilados —respondió ella cínicamente.
Y como Silver lo predijo, su ama lo mandó a azotar por su fracaso. Su único fracaso como ladrón.
Era solo un niño. Un niño que fue vendido desde bebé a una hembra flamenco sin escrúpulos. Un niño que a pesar de tener el poder de (tal vez) un dios era usado como un esclavo, una basura.
Recordar esos momentos era como recordar una intensa diarrea de 10 años o el dolor de una intensa patada en sus testículos.
Entonces llegaron sus 16 años, y por si ser su ladrón personal, no fuese suficiente, Silver creció solo para convertirse en un jovencito tan apuesto que lady Alondra no tardó en intentar ser algo más que su ama. Para entonces ella tendría casi 40 años. Lo que le daba mucho asco a Silver, y como podía, él se libraba de su cortejo.
De hecho, para entonces, él comenzó a usar otra habilidad psíquica, de la cual Silver tendría pleno conocimiento cuando comenzó su entrenamiento como guardián oficial de la reina: persuasión infalible.
Su maestro le había aclarado que, aquellos que nacían con poderes como el de este y el mismo Silver, debían tener mucho cuidado con esta habilidad, la cual no todos los psíquicos tenían; sólo un pequeño porcentaje, y Silver era uno de ellos.
Una cosa era persuadir con las palabras o actos a otros; una muy distinta era la de hurgar silenciosamente en sus cerebros y plantarles una idea en la cabeza, la cual se cumpliría después.
De hecho, Silver comenzó a usar la persuasión para hacer que lady Alondra se aburriese momentáneamente de coquetearle.
«Por favor, déjame en paz. Déjame en paz», se repetía mentalmente sin darse cuenta de que dicha orden no tardaba en ser captada por lady Alondra, y ejecutada casi instantáneamente.
Ahora que lo pensaba, Silver pudo haberla hecho suicidarse si así lo hubiese querido. Hubiese bastado con que ella lo jodiese un poco más y que su propia moral disminuyese hasta el infierno para llegar a eso.
Pero, a todo esto. ¿Cómo fue que él, un esclavo y ladrón, se hizo con el puesto de servir a la protección personal de la gran y honorable reina Blaze?
Aunque cueste creerlo, no fue algo icónico.
Por su parte, la reina Blaze no recordaba muy bien exactamente cuándo y cómo se vieron la primera vez, pero rememoraba bastante bien el hecho de cómo él la salvó y ella lo salvó de vuelta.
Silver recordaba todo eso bastante bien, como si hubiese sido ayer. Aunque solo hayan pasado 3 años.
Resulta que, en un patético intento por ganarse el "afecto sincero" de Silver, lady Alondra trato de manipularlo; algo de lo que el joven erizo se dio cuenta al instante. Dejó de darle tareas tan pesadas. Lo sacó de los establos alegando que ese no era un sitio para chicos lindos como él. Le dio favoritismo al hacer que sus deberes se limitasen a limpiar el interior de su propiedad, sus aposentos personales en especial, y acompañarla a los bailes; ya no en calidad de esclavo y ladrón, sino en calidad de acompañante.
E incluso ahí, Silver tenía que darle obsequios a su queridísima lady.
»¿No me regalarás ese bonito reloj? Tenerlo me haría muy feliz, querido —le susurraba al oído.
A decir verdad, Silver prefería teniéndola gritándole órdenes e insultos a estarla soportando, actuando ella de ese modo.
Lady Alondra quiso hacerle creer a Silver que ella en verdad lo veía como un hombre al que podría amar y darle el mundo. Comenzó a vestirlo con ropas elegantes y hacerlo pasar como un noble. Incluso lo llamaba "Sir. Silver" a modo de coqueteo, aprovechando que él debía encender la chimenea de su alcoba; cosa que al erizo le enfermaba hasta el alma hacer, todas las noches.
La primera ocasión en que él y la reina Blaze se vieron; Silver vestía como un apuesto caballero bien presentable y perfectamente perfumado, estando en una fiesta de gala patrocinada por el gran Consejo de Ancianos de Sol Dimension.
Silver ya no daba ni por un segundo la sospecha de ser parte de la servidumbre; pues años de estar visitando fiestas y hablando a medias con nobles, le había dado conocimientos de educación con respecto a la etiqueta básica, cosa que ponía muy feliz a lady Alondra, quien se emocionó de más y literalmente lo obligó a tomar esas clases especiales de modales que sólo recibían los hijos de los nobles.
Por otro lado, sus facciones físicas masculinas cada vez se hacían más y más exóticas. Muchas damas de la corte (y uno que otro hombre) lo seguían con sus miradas a cada fiesta que era obligado a asistir.
Ese nauseabundo ambiente era más que suficiente para que Silver, durante esos eventos, no bebiese ni comiese nada, por mucha sed y por mucha hambre que sintiese.
Precisamente, esa noche, lady Alondra lo trató como si ya fuesen marido y mujer, se abrazó a él de su brazo y se pavoneó por todo el palacio presentándolo a cuanta mujer aparecía como su posesión más valiosa. Muchas mujeres, de distintas edades, le miraban de más, y Silver ya estaba harto de eso.
«Dios, que no se le ocurra besarme; por favor, que mantenga su boca lejos de la mía», rogaba cada vez que ella lo jalaba y le hablaba al oído.
La entonces, princesa Blaze, fue una de las tantas chicas en encontrar curiosa la presencia de Silver.
¿Cada cuánto se veía a un erizo albino de ojos dorados como él?
En silencio, Blaze veía también a lady Alondra, presentándolo como un joven noble de procedencia extranjera, pero la princesa conocía a muchas personalidades del reino que la dama mencionaba y, manteniendo sus hormonas bien controladas, se dijo que de haber visto a aquel chico antes, lo recordaría.
La primera vez que sus ojos se conectaron, él desvió su mirada al suelo.
Es decir, él estaba bastante acostumbrado a que le observaran, pero no era un perfecto idiota. Apenas la miró a lo lejos y supo que ella era la heredera al reino de Sol Dimension; y siendo honesto, él no quería más problemas encima.
Sin embargo, con tan solo ese pequeño acto, Blaze supo que sir Silver, no era ningún noble.
No eran muchos, pero algunos de sus escasos movimientos eran tan… tristes, torpes, sumisos y faltos de elegancia que… a Blaze le parecieron interesantes.
Sí, los ojos de la heredera al trono de Sol Dimension eran más hábiles que los promedio. Ese muchacho sabía comportarse, no hablaba mucho a menos que le preguntasen cosas banales, pero no estaba familiarizado con ese entorno tan elegante.
Hubo algo en la interacción de lady Alondra y su pareja, que captó la curiosidad de la princesa.
A Silver entonces se le escapó un pensamiento persuasivo.
«Necesito ayuda, quiero que esto acabe, quiero ser libre».
Claro, él ahora ya no lo cuerda, pero eso lo pensó mientras la princesa Blaze lo seguía con su mirada y sin percatarse del poder psíquico del joven erizo, ella reaccionó a su llamado de auxilio.
En lo que a la actual reina Blaze respectaba, por alguna razón, ella presintió algo en él; algo atrayente más allá del físico y no supo darle un nombre hasta años después, cuando volvieron a verse.
"Curiosidad", "deseo de ayudar".
Esa mirada… esa forma de contraerse un poco cuando alguien se le acercaba…
«¿Será un esclavo?» pensó entonces la princesa de forma acertada, y Silver, sin quererlo realmente, la ayudó a llegar a esa conclusión
La esclavitud, era un delito en Sol Dimension; pero de eso Silver no se enteraría hasta después.
Algunos meses posteriores a ese baile. Oficialmente, Silver conoció a la reina Blaze, quien era apenas 2 años mayor que él.
Cuando se volvieron a encontrar, él hizo una reverencia torpe sin dejar de ver el suelo, y ella asintió con su cabeza.
La joven reina (recién coronada) había mandado una cordial pero espontánea invitación a tomar el té, a lady Alondra y sir Silver; cosa a la que la mujer mayor, le emocionó mucho. Lady Alondra pensó que sería más cercana a la reina y a la corte real, lo que por supuesto elevaría su estatus.
Ambas mujeres bebieron vino rojo juntas mientras hablaban de la buena relación que la reina Blaze lograba tener con los reyes vecinos. Llevando apenas un par de meses en el trono.
La reina Blaze había logrado muchas cosas en tan poco tiempo que pusieron en mejor reputación al reino de Sol Dimension.
Pero durante toda la hora del té, la joven reina no estaba del todo metida en la conversación con lady Alondra, ya que de vez en cuando, su atención se posaba en Silver. La única razón por la que Blaze toleraba a la vieja ave que hablaba sin parar.
Callado, serio, con una mirada vacía en su cara. Era muy triste verlo. Y la curiosidad por él aumentó.
De hecho, parcialmente eso pasó porque en el fondo, Silver también sentía curiosidad por la bella gata, lo que sin querer, hacía que sus habilidades psíquicas los acercasen más.
Ignorante de haber capturado la atención de la reina, cuando él también le daba la suya, Silver se mantuvo al margen entre ambas mujeres; sin abrir la boca una sola vez, y echando una que otra mirada furtiva hacia la solemne soberana.
Él no pudo ver en la reina gemas o una corona, como las que a menudo veía encima de lady Alondra y otras personalidades. A él también le parecía curiosa el actuar de la reina Blaze. A pesar de ser dueña de muchas riquezas, ella no las presumía, cosa que aquellos que tenían muchísimo menos que su alteza, sí hacían, y de formas muy patéticas.
La primera impresión de Silver con respecto a ella, teniéndola frente a frente, era que la reina tenía la imagen de ser una joven mujer muy sencilla para tener a sus pies todas las riquezas del reino, se veía seria y humilde; ella a sus ojos dorados se mostró como una dama con un alto vocabulario y un acento exquisito.
»¿Y cuáles son sus pasatiempos, su alteza? —por fin algo salió de la boca de lady Alondra que no tuviese algo que ver con ella.
»Me gusta leer —se rio delicadamente la reina, seguida de las carcajadas de lady Alondra.
»Creí que diría "los bailes". Suelen ser muy interesantes. ¿No es así, querido?
Tan perdido se sentía Silver que tardó en enterarse de que le habían hecho una pregunta.
»¿Querido? —le gruñó lady Alondra, enfadada, por verse ignorada.
»Eh… sí. Sí.
Blaze notó ese estado zombi en Silver, cosa que lady Alondra no. Blaze dejaba a su invitada hablar y hablar de sí misma, sin prestarle ninguna atención; mas su mirada no abandonaba a Silver por mucho tiempo.
Un segundo después, sin que nadie lo viese venir, la gran ventana tras la joven reina se rompió en pedazos mientras ambas mujeres apenas pudieron parpadear al mismo tiempo que algo invisible se interpuso entre una lanza de metal y la espalda de Blaze.
Lady Alondra gritó, saltó de su silla y salió corriendo de la sala haciendo muchísimo ruido.
Blaze, recuperando su frialdad, miró al joven de pelaje plateado cuyos ojos brillaban en un dorado más intenso que el que normalmente era.
Aparentemente sin esfuerzo, la reina ante la atónita mirada de él, hizo que la lanza se prendiese fuego y cayese al piso ocasionando que hiciese un golpe hueco que retumbó en las paredes.
»Telequinesis. Esto no lo esperaba —dijo ella como si hubiese visto un elefante con siete cabezas—. Y tú eres demasiado poderoso para ser sólo un esclavo. Mira, detuviste la lanza sin siquiera haberla visto cuando fue lanzada. Lo que podría decirme que tus reflejos también son prodigiosos.
La mirada sorprendida de Silver expresó con claridad su desconcierto ante lo acertado que había sido Blaze al descubrir su verdadero rol de vida.
»Pareces confundido. Presentí algo interesante en ti cuando te vi por primera vez… pero no me imaginaba algo como esto —dijo más para ella misma que para Silver—. Te ordeno que me digas tu nombre verdadero. Y tu verdadera identidad.
»¿Disculpe?
»Dime tu nombre y tu ocupación, es una orden.
Sintiéndose mareado por una repentina falta de energía, Silver agradeció estar sentado; parpadeó un par de veces, olvidando que al llegar al castillo, lady Alondra ya lo había presentado ante la reina.
»Si-Silver.
»Silver. ¿En serio te llamas así? —ella alzó una ceja, haciendo una mueca.
Silver no supo qué pensar de eso. No es que alguna vez se haya sentido orgulloso, pero de pronto, en ese preciso momento, su nombre le dio mucha vergüenza.
»Sí… su alteza.
»Bueno, es lindo y adecuado, creo que te queda.
Ella le sonrió.
¡Ella le sonrió!
¿Cómo la vergüenza negativa pasó a ser algo más bien halagador en menos de medio minuto? Silver todavía no lo sabía, pero aún recordaba el vuelco que dio su corazón ante sus palabras.
De pronto la palabra "lindo" tuvo un nuevo significado para él; y es que no venía con una intención malsana sino como un cumplido verdadero. El primero que recibía en su vida.
»Y como acabas de presenciar, no muchos están felices con mi coronación.
Ambos entonces oyeron ruido afuera cómo los guardias reales estaban apresando al atacante de afuera, quien gritaba por querer ser liberado.
»Yo… —él se puso más nervioso y confundido de lo que ya estaba.
»No eres ningún noble. Eres un esclavo. ¿Podrías confirmarme eso? —volvió ella a ese punto; luego inhaló profundo cuando él se lo confirmó asintiendo con la cabeza—. Debo insistir. No es común que un esclavo posea un poder como el tuyo, ¿lo usas con regularidad?
»No… —mintió, y es que no estaba seguro de rebelar ese "secreto" a otra dama de alcurnia.
»¿Y si tienes ese don por qué no lo has usado para escapar? Porque, podrías hacer eso, ¿no? —luego le hizo la pregunta del millón, afilando su mirada sobre él, intimidándolo bastante—. ¿Tienes idea de todo lo que puedes llegar a hacer con un poder tan grande como la telequinesis?
Sí, Silver para entonces ya lo había pensado, pero, de cierto modo, él se sentía atado a los otros esclavos y esclavas de lady Alondra; si ella se entretenía con su favorito, ellos menos sufrían ante sus caprichos.
La nodriza que lo crio trató de huir… y murió en el intento. Eso también había reducido sus ganas de probar su suerte.
»¿Y si te dijese que eso puede ser precisamente tu llave de escape?
Él no estaba seguro de que lo fuese. En ese entonces no se sentía fuerte ni especial. Se sentía más bien como un pedazo de carne sin valor.
»Mmm…
La reina irguió más su espalda sobre su asiento, mirándolo a los ojos.
»Te lo pondré así: nadie, nunca, va a creer jamás que lady Alondra te ha obligado a hacerte pasar por un noble, de hecho, basta con que ella diga que tú la engañarte, para que la Corte te sentencie a muerte por guillotina debido al delito de suplantación. Es ilegal hacerte pasar por un noble cuando no lo eres. ¿Sabías eso?
Tragando saliva pesadamente, Silver negó con la cabeza. De nuevo mintió. Claro que lo sabía, ¿pero cómo oponerse a los deseos de su dueña?
Por otro lado, si existía la mínima posibilidad de salvarse de eso, él en lo más profundo de su alma, quería aferrarse a ella.
Pero el miedo que en aquellos entonces él sentía era inaudito. ¿Y cómo no serlo? Nació en la esclavitud, se crio con esclavos y una esclavista, y no conocía nada más; aunque soñaba demasiado. Continuamente se veía siendo libre de tomar sus propias decisiones; ser algo más que el hijo bastardo de una prostituta y su cliente. ¿Pero qué más? ¿Qué más podría ser él? ¿Un ladrón? ¿Un bandido?
»Podrías liberarte no sólo de ese destino, sino de tu esclavitud.
Librándose de su primera atadura, la que cubría sus labios, Silver apretó sus puños y abrió la boca para hacer una pregunta. Su primera pregunta. Y la única mujer que podía responderla, no poseía una corona, pero sí un absoluto dominio sobre todo un reino; la mujer con más poder del que él pudiese imaginar. Quizás, su único boleto a la libertad.
»¡¿Cómo?! —gritó casi ahogadamente; desesperado—. ¡¿Cómo puedo ser libre?! ¡Dígame, por favor!
»Para empezar la esclavitud es ilegal en Sol Dimension.
»¿Lo es?
Eso lo tomó desprevenido, y es que muchos nobles en la corte, que él había visto en los bailes a los que fue llevado a rastras por Lady Alondra, tenían esclavos; casi todos los tenían.
»Sí… pero digamos que, hasta mí, ningún rey o reina ha prestado verdadera atención a la esclavitud clandestina.
Esa fue la primera vez que Silver miró el suelo, ya no con una mirada vacía, sino con un sentimiento de esperanza.
Entonces… ¿él podría ser libre sin tener que herir o ser herido? ¿De verdad?
»Silver, mi guardia contiene elementos fuertes, rápidos y poderosos, pero ninguno como tú. Con un poco de entrenamiento, estoy segura de que esa habilidad de telequinesis tuya podría ser de mucha utilidad para este reino. Para mí, sobretodo. —Con la mayor calma del mundo, como si no hubiese estado a punto de morir, la reina se sirvió un poco más de vino—. A menos que, tu vida como esclavo te guste más que lo que yo puedo ofrecerte, en ese caso, estoy dispuesta a negociar. Como sea, has salvado mi vida hoy y no puedo dejarte ir sin darte algo a cambio.
Silver miró la mesa por unos instantes, observó las finas manos con garras gatunas de la reina (sin impurezas) luego miró las suyas propias; llenas de cicatrices, las uñas descuidadas, piel reseca. Años de sometimiento lo hicieron blando de espíritu e indeciso; su voluntad fue tan mallugada a través de los años, desde su nacimiento, que temía dejar a su actual ama para caer en un sitio peor.
¿Y a qué se refería la reina con recibir entrenamiento?
La mejor decisión de su vida fue la de arriesgarse. Abrirle los brazos a la suerte. Botar a un lado su cobardía y acceder a todo lo que la reina le ofrecía a cambio de la miseria que pasaba noche tras noche desde que Silver tenía memoria.
»Por favor, tome de mí lo que desee —dijo en voz baja, sintiendo su corazón latir desbocado—, solo pido una cosa.
»¿Qué es?
»Quiero… ser libre —bajó la mirada, temiendo una risa burlona y una rotunda negatoria.
»¿A qué te refieres con "libre"? Te dije que te liberaría de tu esclavitud. Trabajarías para mí, no como esclavo sino como un guardia más… pero no sé qué otro tipo de libertad deseas. Dímelo.
Él le dio una sonrisa triste, negando con la cabeza.
»Yo tampoco lo sé. Entonces sólo tómeme. Y haga conmigo lo que quiera.
Lady Alondra objetó mucho ante la decisión de la reina de premiar a su salvador conservándolo como su guardaespaldas personal, algo que, sin duda, alteró también al consejo de ancianos quienes tenían cabezas muy torcidas y creían que Blaze buscaba a Silver sólo por ser físicamente atractivo.
Quizás todos aquellos giros para la reina Blaze no tuvieron la gran importancia, pero para Silver, fue como haber derrumbado su propia vida y comenzar a construir una nueva.
Para empezar, tuvo que enfrentar cara a cara a su ama diciéndole que su compromiso para con ella, estaba terminado. Lady Alondra hizo el drama del siglo hasta que la reina misma mandó a llamar a sus guardias, los cuales expulsaron a la dama del castillo.
»Ahora sólo queda ir por tus cosas a sus terrenos —dijo Blaze, como si aquel espectáculo hubiese sido el equivalente a aplastar una mosca y adoptar una mascota nueva.
Silver no pudo creer la facilidad con la que había sido declarado oficialmente libre de su señora.
»¿Silver?
Él parpadeó un par de veces y miró los ojos de su nueva dueña.
»Yo no tengo nada —respondió sin emoción alguna en su voz.
Blaze pareció haber tragado saliva pesadamente; luego carraspeó la garganta y le dio la espalda.
»Pues las tendrás. A su tiempo, claro.
»Sí… mi señora.
Y desde entonces, Silver servía a la reina con gran lealtad, ya no por obligación ni por temor, sino porque en verdad quería demostrarle lo agradecido que estaba por haberle dado, literalmente, una nueva vida.
Pasaría poco tiempo antes de que lady Alondra fuese apresada en un calabozo por intentar colarse sin invitación al castillo, más aparte, por tener esclavos y esclavas, sobre todo, menores de edad en condiciones inaceptables. Eso sin contar el hecho de que se negaba a pagar sus impuestos a menos que su Silver le fuese devuelto.
La hembra flamenco perdió por completo la cordura. Posterior al encierro de su ex ama, Silver presenció a lady Alondra, despojada de su título de nobleza, siendo juzgada y condenada a la horca por sus delitos.
Verla colgando de una soga no le dio la satisfacción que pensó que le daría.
Posterior a la ejecución, como un "pequeño regalo", Blaze ordenó que todos los bienes de lady Alondra; tierras, joyas, oro y plata, le fueran entregadas a Silver. Por otro lado, los niños esclavos fueron enviados a un nuevo orfanato, donde el propio Silver solía visitarlos para asegurarse de que estuviesen a salvo, además de ser el principal benefactor de dicho sitio.
Y ahora, helos aquí.
Un ex esclavo con un talento innato para la telequinesis y las artes marciales, y una joven y astuta reina que cada día tenía que pelear contra el mundo, empezando por su propio Consejo, para dirigir toda una nación sin un rey a su lado. Una figura política que Silver y ella sabían que la gran reina de Sol Dimension no necesitaba ni quería.
Tal vez sea innecesario decir que Silver tampoco pensaba casarse en ningún futuro con nadie. Lady Alondra le había dejado cicatrices imposibles de borrar, lo que le impedía tener algún tipo de intimidad afectuosa con alguien; y aunque Silver ya se sentía un poco más cómodo consigo mismo y su existencia, aún se percibía lo suficientemente roto para pensar en jamás tener una vida común como cualquier otro hombre.
De hecho, su anhelo era morir por su reina, tal vez en una guerra o impidiendo que alguien le hiciese daño. No se imaginaba de otro modo.
Ahora, como su guardia más cercano y confiable, él tenía una habitación al lado de la de la reina; y como todas las noches, Silver la acompañó hasta su alcoba, dejándola brevemente cuando estuviese dormida; volviendo a tempranas horas de la madrugada a retomar su puesto.
…•…
Como verán, el pasado de Silver no es piadoso en ningún sentido... pero en la primera versión de este fic, las cosas se pusieron en extremo oscuras... no creo que deba decírselos. Algunos ya se lo imaginarán.
Menos mal que se encontró con Blaze y las cosas pudieron ser en algo mejores para él.
En fin; espero que este capítulo les haya gustado y te agradezco especialmente a ti, kariiim por todo tu apoyo y por tu comentario.
Saludos y gracias por leer.
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