Capítulo 13. La galería de retratos.
- Al menos ya se ha firmado el tratado y aunque nadie está muy contento con el resultado – dijo Theo con alivio – bueno, unos más que otros.
- Dicen que si nadie está contento es porque ha sido un buen acuerdo para todos – dijo Draco recordando aquel viejo dicho popular.
- Cuando se puso a revisar el tratado y no levantaba la vista de él pensábamos que no iba a firmar – dijo Theo – estábamos todos acojonados, sobre todo Weasley.
- Me acuerdo de su cara – dijo Draco con expresión divertida – aunque la de Granger y Potter también eran un poema – Draco recordó lo vivido días atrás.
El tratado, cuyas negociaciones estaban encaminadas a ser un fracaso absoluto (principalmente por las faltas de cortesía de algunos de los intervinientes), dio una remontada en las últimas semanas, pudiendo llegar a un acuerdo. Si bien ninguno de los dos bandos estaba del todo contento, ya que ambos tuvieron que ceder en algunas de sus pretensiones, era un buen acuerdo objetivamente hablando, y por fin se desatrancarían las relaciones diplomáticas con los españoles. Además, quedaba la esperanza de que en un futuro próximo podrían renegociar los términos.
La delegación inglesa, encabezada por la ministra Granger y Percy Weasley seguidos de otros magos y brujas esperaban con sus mejores galas a que la delegación española hiciera su entrada en aquel salón de tapices del ministerio de magia. En el centro se hallaba una mesa con dos sillas y dos copias del tratado: una se quedaría en Lodres y la otra partiría a Madrid ese mismo día. Todos estaban muy nerviosos, sobre todo Percy, que no se creía que por fin se iba a acabar aquella pesadilla que le había mantenido ocupado tanto tiempo y que tantos quebraderos de cabeza había dado.
La delegación española entró en la sala encabezada por Alfonso de Montemar, vestido como era su costumbre con su uniforme de Teniente general de la Armada, luciendo todas sus condecoraciones. Entre los miembros de la delegación, se encontraba Draco, que había sido invitado personalmente por el duque como agradecimiento por alojarse en su casa.
- Honorable ministra de Magia – saludó Alfonso primero a Hermione y siguió a Percy – señor Weasley.
- Excelencia, es un placer poder celebrar juntos este feliz acontecimiento – dijo Hermione con una sonrisa sincera
- Este es el principio de una buena amistad entre nuestras naciones – dijo el duque optimista.
Percy los acompañó hasta la mesa donde se encontraban las dos sillas, con los dos documentos y una escribanía en el centro y se sentaron cada uno en su lugar. Las dos delegaciones se agolparon ordenadamente alrededor de la mesa para ver el tratado. Percy tomó la palabra desde el centro de la mesa.
- Honorable Ministra de Magia del Reino Unido, excelentísimo señor embajador duque de Montemar, jefes de departamento, miembros de Wizengamot, magos y brujas aquí presentes – inició el jefe de cooperación mágica internacional su discurso – hoy celebramos un feliz acontecimiento con la firma de este tratad de amistad y cooperación mágica entre nuestras dos grandes naciones. La cooperación y la diplomacia son los únicos caminos que nos permiten crecer juntos y progresar,y con el firme deseo de mantener la paz y la concordia entre nuestras dos grandes naciones mágicas, hoy firmamos este gran acuerdo, que pasará a la historia y será recordado por todas la generaciones presnetes y futuras.
Un aplauso inundó la sala y cuando cesó, se procedió a la firma de los documentos. Hermione directamente cogió la pluma de la escribanía y puso su firma sobre el documento. Sin embargo, Alfonso se puso a leer sus disposiciones, a revisr que su contenido fuera el correcto. Esto puso nervioso a todos los asistentes incluso a los de su propio lado, ya que pensaban que se estaba echado atrás. Percy empezó a sudar y a mover sus manos compulsivamente, Theo se resistía a seguir mirando, pues pensaba en lo peor. Hermione estaba desconcertada y no entendía nada, pero tampoco se atrevió a abrir la boca. Potter no sabía qué hacer en ese momento, estaba realmente incomodo. De pronto, para sorpresa de todos, los ojos del duque se levantaron del documento y miró fijamente a la ministra Granger. Todos esperaron lo peor, aquella objeción, aquella condena a muerte de aquel tratado.
- Está todo bien – dijo el duque y sonrió.
Volvió a posar sus ojos sobre el documento, pero esta vez con la pluma en la mano, rubricando el documento. Todos respiraron aliviados, incluido el propio Draco, que sabía que aquello era una estrategia de su amigo como advertencia. Y la ceremonia se siguió desarrollando con total normalidad
- En serio Draco, nos temimos lo peor – insistió Theo – yo respiré cuando puso su firma en el papel.
- Aunque parezca mentira, yo también – dijo Draco
- Ahora me toca todo el papeleo de las conclusiones – dijo apesadumbrado – es la parte más aburrida, pero al menos se acabó el estrés constante en mi oficina.
- ¿Tienes algo que hacer ahora? – preguntó Draco.
- Quiero volver al ministerio a adelantar cosas.
- De eso nada, ven conmigo – ordenó Draco
Draco y Theo atravesaron uno de los largos e inmensos pasillos de la mansión, bien iluminados por lámparas y faroles desde que Draco tomó el control de la casa. Todavía tenía el recuerdo de cuando era niño y le aterraba caminar solo por aquellos largos y oscuros pasillos, llenos de retratos de algunos familiares que se quejaban y hacían ruidos espeluznantes. Draco puso dirección a uno de los pasillos que de pequeño mas le asustaba, pero ahora, se sentía orgulloso de poseer, ya que pocas familias mágicas disponían de una galería de retratos llena de cuadros de gran parte de sus ascendientes.
Antiguamente, los retratos de los Malfoy estaban dispersos por toda la casa, quejándose y asustando a los visitantes con sus comentarios, y, además, sin un orden ni lógica mas allá de la de decorar las desnudas paredes de la casa. Eso desquiciaba al abuelo de Draco, Abraxas, que era un maniático del orden. Una de las pocas aportaciones que hizo a la mansión, pero quizás de las más importantes fue la de crear la Galería de retratos, en un viejo y amplio pasillo central de la mansión cercano a la escalera y que cruzaba el edificio desde la fachada principal a la contraria sirviendo de atajo para llegar a las salas y dormitorios que se hallaban en aquella parte. Draco remató la obra con la colocación de mas lámparas para poder ver bien los retratos y unas pequeñas placas con el nombre, fecha de nacimiento y de defunción del retratado, así como algún otro dato de especial relevancia. Gracias a ello pudo reconstruirse una gran línea temporal con los retratos.
Estaban colgados en aquellas verdes paredes casi todos los pertenecientes a esa histórica familia, puestos en orden cronológico a ambos lados del pasillo, con sus esposas e hijos, así como algún que otro pariente cercano.
El primero de ellos, como no, el retrato fundador de la dinastía, Armand Malfoy vestido con una cota de malla con los acantilados de Dover de fondo. Le seguían varios retratos mas pequeños de sus hijos e hijas. El cuadro de Nicholas Malfoy, del siglo XIV, destacaba entre el resto por la cantidad de símbolos macabros con los que fue retratado: huesos, cuchillos, frascos de venenos, cabezas de elfos cortadas, etc. No muy lejos de él, estaba el cuadro Katerina Malfoy, de soltera Székely, una noble húngara que se caso con su nieto primogénito y se destacó por su astucia y control sobre su marido, al que manejaba como quería.
Lucius Malfoy I se hizo retratar en grandes dimensiones, con actitud soberbia vestido con fastuoso traje verde y negro lleno de brillantes y una gola blanca, teniendo por fondo el palacio Richmont, residencia favorita de Isabel I de Inglaterra, con quien intentó desposarse. Charlotte Burke ocupó el papel de esposa del primer Lucius tras el regio rechazo, retratándose junto al blasón de los Malfoy, orgullosa de haber entrado en la familia, aunque fuera como segunda opción. "El gordo Malfoy", Hugh, fue retratado junto a lo que mas amaba en este mundo, la comida. Su esposa, Elisabeth Rowle con un vestido rojo y negro le mira desde enfrente sosteniendo en su mano derecha un hermoso ramo de flores silvestres. Cerca de la dama se encuentra el cuadro de Matteo Bonavía, de orígenes italianos, fue esposo de Margaret Malfoy, hermana del Armand "el cuarto", líder de la familia a principios del siglo XVII, destacando por ser un retrato lleno de luz, rompiendo con la oscuridad que tenía el resto de cuadros. Brutus Malfoy con su periódico "El Brujo en guerra" está al lado de este con cara de enfado.
El gran retrato de Augustus Malfoy, vestido "a la francesa", con una gran peluca blanca y rodeado de las alegorías de la victoria, la justicia y la paz, impacta al espectador, ya que rompía la estética oscura del resto de obras. Augustus fue un gran mecenas de las artes e introdujo una pintura más del gusto rococó de influencia francesa e italiana en la mansión, con cuadros más luminosos y llenos de motivos alegóricos, dando un aspecto cuasi teatral. Su esposa, Walburga Black y sus hijos están retratados en el mismo estilo pictórico, vestidos con costosos ropajes y ornamentos.
Septimus, su hijo primogénito, es el único de la sala que tiene el privilegio de tener dos retratos en esa galería: el primero cuando era joven encargado por su padre; y el segundo, encargado por él, en el que se muestra de pie, apoyado en un escritorio. Vestía un traje verde "a la francesa" menos recargado que el de su padre y una peluca corta de dos bucles. En el escritorio podían verse documentos del ministerio de magia de la época, que era controlado por él desde las sombras gracias su influencia sobre el ministro de magia de turno, Unctuous Osbert. Su esposa, Leonor de Guzmán, es la única mujer de orígenes españoles en toda la sala. Su retrato fue pintado por el pintor y retratista Bernardo Villamarín, que la retrató con un traje de estilo español con mantilla y abanico, teniendo de fondo el palacio de los condes de Olivares, donde ella nació.
Y ya acercándonos a tiempos mas modernos, tenemos los cuadros de Abraxas Malfoy y su esposa, y el de Lucius Mafoy, padre de Draco, con pelo largo rubio platino y esa actitud soberbia que le caracterizaba recordaba mucho al original. Draco había dispuesto uno de los días tras el fallecimiento de su padre que el resto de cuadros debían ser puestos cuando fallecieran.
- ¿Qué hacemos aquí Draco? – preguntó Theo algo incomodo al sentirse observado por tantos ojos mientras su amigo caminaba como si nada
- Quiero que veas algo – respondió – estoy seguro que te será muy interesante.
- Si es algún antepasado mío que tengas almacenado en esta vieja y tétrica colección puedes pasar del tema – le replicó Theo.
- Si quieres ver a un familiar tuyo gira la cabeza a la izquierda – dijo Draco riéndose y señalando con la mano a un retrato de una dama anciana del siglo XVI saludaba a su descendiente – Ephigenia Nott, casada con Alfred Malfoy en 1512.
- ¡No necesito una clase de genealogía, Draco! – se exaltó Theo para deleite del rubio – ¡dime que coño estamos haciendo aquí!
- Está bien, está bien – dijo Draco tratando de calmar a su amigo – te lo contaré enseguida, pero antes debemos avanzar un poco.
Siguieron caminando en silencio por el pasillo, Theo con una cara de pocos amigos que asustaba incluso a los retratos. Llegaron al retrato de un hombre alto bien parecido y con una peluca corta, de apenas dos bucles. Era Lawrence Malfoy, hermano de Septimus Malfoy, famoso por sus aventuras arqueológicas en Egipto y oriente medio.
- Hace un par de días, mientras ordenaba el despacho encontré el viejo diario de Aaron Malfoy, que conservado por mi padre y en el que se habla de cierto "objeto mágico de gran valor" que Lawrence Malfoy, su tío, trajo de Egipto y que guardó en un lugar secreto de la mansión, pero jamás le dijo a alguien donde estaba, dice el cuaderno, por temor a que fuera utilizado por su hermano para sus "perversiones". Encontré este papel con algunos signos de como encontrarlo, pero no se el inicio del camino – narró Draco con parsimonia mientras le mostraba el papel – se me ocurrió que quizás el retrato de mi antepasado podría decirnos de qué se trata y donde lo guardó.
- ¿Me has arrastrado hasta aquí para buscar un tesoro, Malfoy? – dijo Theo molesto – Yo me voy a mi casa, tengo mucho que hacer, muchos informes que preparar sobre la conclusión del tratado.
- ¡Vamos Theo, anímate! – intentó persuadir Draco – ¡será divertido encontrar pistas, adentrarnos en pasadizos secretos! ¡Seré como volver a Hogwarts!
- Está bien, te seguiré en tu aventura doméstica – dijo Theo negando con la cabeza – solo porque si no te acompaño acabarías muy mal, como cuando te escapabas por la noche solo por los pasillos de Hogwarts.
- Eso no es verdad – se quejó Draco – yo era muy sigiloso de pequeño.
- Tan sigiloso como un elefante en una escacharraría querrás decir – dijo Theo con sorna – te recuerdo que sin Blaise y sin mi te acababan pillando siempre.
- Bueno, es igual, volvamos al asunto – cambió de tema rápido ya que su amigo llevaba razón
- Si, por favor, me estáis haciendo perder mi valioso tiempo – dijo el retrato molesto.
- Pero si es un retrato de un muerto – murmuró Theo al oído de Draco para que el retrato no le oyera haciendo que este sonriera – ¿Qué tiempo va a perder?
- Sir Lawrence, vengo a visitarle por una cuestión acerca de sus exploraciones en Egipto
- Pasé una larga temporada allí y descubrí muchas tumbas y templos perdidos, así como papiros con conocimientos de la magia del pueblo egipcio que ha sido fundamental para el estudio de la magia antigua, así como recetas pociones y ungüentos de los antiguos sacerdotes egipcios, que han ayudado en el campo de la medicina mágica– relataba el retrato orgulloso de sus hazañas.
- ¿Encontraste objetos mágicos de gran valor? – dijo Draco tal y como describía el diario de su antepasado
- Encontré muchos valiosos tesoros que hoy se encuentran en los museos de todo el mundo – dijo Lawrence – por eso mi nombre ha pasado a la historia.
- Discúlpeme sir Lawrence – intervino Theo un poco impaciente - ¿Es posible que se quedara con alguno de esos tesoros y lo ocultara aquí, en la mansión de su familia?
- No se a qué se refiere – dijo el retrato con aparente nerviosismo
- Sabemos que ocultó algo en un pasadizo de esta casa – dijo Draco – esperábamos saber de qué se trata y dónde se encuentra.
- Temo no poder ayudaros – dijo sir Lawrence con desgana.
- ¿No puedes o no quieres? – insistió Theo.
- ¡Cómo os atrevéis a hablarme con esa falta de respeto! – recriminó el retrato - ¡Acaso habéis olvidado con quien estáis hablando!
- Vámonos Draco, no nos va a ayudar – dijo a Draco guiñándole un ojo – ahora entiendo por qué nadie le recuerda
- ¡Yo soy el descubridor del Templo de Osiris! ¡Yo desenterré su cetro! ¡Yo encontré su medallón sagrado! – gritó el retrato molesto mientras Theo sonreía con malicia al haber logrado que al retrato se le escapara.
- ¿Has dicho el medallón? – dijo Draco – el Medallón perdido de Osiris
- No, yo no he dicho nada – intentó rectificar el retrato.
- El Medallón de Osiris es una leyenda, dicen que es una joya perdida que revelaba el mapa para acceder al reino de los muertos – dijo Theo, conocedor de la leyenda.
- Una patraña inventada por los faraones para poder asustar a su pueblo y que le obedecieran – dijo Lawrence – pero posee una esmeralda de gran tamaño.
- ¿Dónde podemos encontrarlo? – preguntó Draco.
- En las profundidades del nido de la "gran serpiente".
- Gracias por su ayuda – dijo Draco – le dejaremos descansar.
Draco entonces se puso en camino hasta la salida de aquella galería a gran velocidad, seguido por Theo que estaba desconcertado por la respuesta que le había dado el retrato. No entendía nada, pero Draco parecía haber adivinado la pista. Alcanzó a Draco que caminaban a gran velocidad por los pasillos rumbo a la escalera principal.
- ¿A qué se refería con eso, Draco? – preguntó Theo casi sin aire.
- La "gran serpiente" era como se conocía a mi antepasado Augustus Malfoy – explicó Draco – el nido hace referencia a la mansión, pues así solía llamar él a esta casa.
- ¿Entonces en las profundidades debe referirese? – se preguntó Theo - ¡A las mazmorras!
- Mi antepasado dejó las mazmorras de la antigua mansión intactas, es posible que su hijo ocultara algo allí – dedujo Draco – vayamos a echar un vistazo.
Cruzaron la mansión y bajaron por una escalera oculta tras una pared a las mazmorras de la mansión, que ahora servían de almacenes de trastos viejos y salas de entrenamiento. Rebuscaron un buen rato entre las paredes y buscaron signos de magia con la que reaccionara para abrir pasadizos secretos. De pronto, Theo encontró un signo egipcio grabado en una de las paredes de la mazmorra, oculto tras un mueble.
- ¡Draco! – llamó ilusionado Theo mientras apuntaba con la varita – tiene que ser una pista.
- Déjame ver – dijo Draco mientras sacaba de su bolsillo el papel con varios jeroglíficos que había encontrado en el libro – es el ojo Horus, signo de protección.
- ¿Por qué pondría alguien un signo de protección aquí si no fuera...? – pronunció Theo
- Porque aquí se esconde algo – dijo Draco mientras conjuraba algunos hechizos, pero nada reaccionaba.
- Déjame probar manualmente – dijo Theo mientras puso su mano en la piedra, y observó que podía empujarlo hacia atrás, haciendo accionar un resorte, abriendo un pequeño pasadizo secreto.
La vieja pared de sillares de piedra se abrió por arte de magia dejando ver un oscuro pasadizo estrecho lleno de telarañas y el olor a habitación cerrada y a cadáver de algún ser vivo les golpeó de lleno, poniendo los dos magos una expresión de desagrado, aunque no por ello iban a desistir de su empeño. Draco conjuró un lumus con la varita y se dispuso a entrar.
- ¿No pretenderás que entremos por ahí? – cuestionó Theo
- ¡No seas quejica Theo! – le dijo el rubio - ¡vamos, que estamos muy cerca!
- ¿Y si hay trampas? – rebatió el castaño - ¡te recuerdo que tenemos familia!
Draco simplemente lo ignoró y entró en el pasadizo apartando las telarañas. Theo le siguió a pesar de sus quejas, sabía que no lo dejaría solo en aquel momento, aunque la situación le disgustara. Draco observó el mapa del pergamino y caminaron hasta encontrar una pequeña habitación decorada con un montón de jeroglíficos, como si se hubieran trasladado a algún templo perdido del antiguo Egipto.
- ¡Esto es increíble! – exclamó Theo – ¡solo por encontrar esto ya vale la pena haber entrado por ahí!
- ¡Es impresionante! – dijo Draco asombrado – parecen antiguas paredes de un templo, no me extrañaría que sir Lawrence se trajera "algún recuerdo" mas grande de lo normal.
- Draco, ¿has visto eso? – dijo señalando con la varita iluminada un gran dibujo de perfil del dios Osiris, portando su medallón con la esmeralda.
- Déjame ver
Se acercó a la pared y con el simple roce del medallón con su mano, la puerta de acceso se cerró haciendo un estruendo, poniendo nervioso a los dos magos, que se vieron atrapados en las entrañas de la casa.
- ¡Buena esa, Draco! – dijo Theo molesto - ¡Estamos atrapados! ¡A ver como salimos de esta!
- ¡Tranquilízate Theodore! – gritó el rubio asustando a su amigo - ¡Seguro que encontramos la salida por algún lado!
- Todo parece estar cerrado – dijo Theo algo más calmado - ¿Qué dice el pergamino?
- Solo un montón de símbolos en línea – dijo Draco desanimado – no conseguí descifrarlos, no tienen sentido.
- ¿Y si es una clave? – pensó Theo en voz alta – Probemos a tocarlos en orden
Los dos magos recorrieron las paredes tocando en el orden establecido en el pergamino los jeroglíficos que allí estaban pintados. Cuando Draco tocó el último de ellos, un faraón sentado, los ojos del Osiris se abrieron sorprendiendo a los dos magos, y abrió a su lado otro pequeño pasadizo, igual de oscuro y todavía mas estrecho que el anterior.
- Entremos – dijo Draco
- No podemos hacer otra cosa – reconoció el castaño más entusiasmado.
Caminaros encorvados por el pasadizo iluminándolo con sus varitas hasta que alcanzaron otra sala, en la que pudieron ponerse rectos. Y se fijaron que la pared tenía una hornacina donde reposaba el medallón. Draco se dispuso a cogerlo cuando de pronto Theo lo frenó.
- ¡Espera! – dijo Theo mientras le sujetaba la mano – mira las paredes, están llenas de agujeros, puede ser una trampa.
- Tienes razón – reconoció Draco – tiene que haber alguna forma de salir de aquí y coger esa pieza.
Theo observó entonces que la sala no tenía dibujos, solo la pequeña hornacina con el medallón y, en las esquinas de la sala tres vasijas pequeñas de barro. El castaño se acercó a una de ellas y observó que en su interior había una pequeña pieza de metal de forma circular con una figura tallada.
- Esto parece una balanza – dijo Theo cogiendo la pieza y enseñándosela a su compañero de aventuras – mira a ver en las otras.
- Nada – dijo Draco – solo esa pieza que tienes en la mano.
- ¿Ha visto ese hueco encima de la hornacina? – preguntó Theo – parece como si le faltara algo, algún remate.
- ¡Lo tienes en la mano! – dijo Draco entusiasmado - ¡Como he podido ser tan estúpido! ¡Es la balanza de Osiris!
- Funcionará como un resorte – dijo Theo mirando el hueco de la pared sobre la hornacina – prepara tu varita por si es una trampa.
Theo fue directamente y colocó la pieza en su sitio, que activó un resorte que abrió un hueco en la pared dejando ver un pasadizo que parecía ser una salida.
- Parece que hemos encontrado la salida – dijo Theo contento – salgamos de aquí pronto.
- Si, pero antes – dijo Draco mientras cogió el collar de la hornacina – me llevo esto.
Entonces se ello un ruido como de un clic, y de los huecos de la pared salieron disparadas flechas en ambas direcciones. Afortunadamente, Theo tiró de Draco hacia el túnel, salvándole de salir herido, cayendo al suelo los dos. Draco estaba sobre Theo respirando agitadamente después del susto de muerte de aquella trampa.
- Draco, déjame decirte unas dos cosas – dijo Theo con dificultad
- ¿Cuáles? – preguntó mientras recuperaba el aire.
- Lo primero, es que tu familia es un poco psicópata al diseñar esta trampa mortal – Draco asintió – y la segunda, ¡me estás aplastando!
- Lo siento Theo – dijo Draco mientras se quitaba de encima – y gracias por salvarme amigo.
- Ya me lo pagarás con un buen Whiskey – dijo Theo – de veinticinco años mínimo.
Ambos se rieron con aquel comentario y se levantaron del suelo dispuestos a salir de ahí lo antes posible. Caminaron por el pasadizo iluminándolo con sus varitas y llegaron hasta una puerta de madera. Abrieron la puerta y se encontraron de nuevo en las mazmorras, cerca del hueco donde habían entrado. Salieron de ahí y se sentaron en unas viejas sillas de madera que había por allí.
- Bueno – dijo Draco – no ha estado mal la aventura, ¿no crees?
- Draco, querido amigo – dijo Theo – cada día que pasa, me asustas más.
- Tenemos el collar – dijo Draco sonriendo – es lo que importa
- Y seguimos vivos, que por un momento lo dudé – dijo Theo - ¿con qué cara le iba explicar a Astoria que habías muerto porque el retrato de tu antepasado nos llevó a una trampa mortal en las mazmorras de la mansión?
Los dos rieron con el comentario del moreno y salieron de las mazmorras en dirección a alguno de los salones, donde se tomarían algo fuerte para digerir su aventura. Una aventura que ambos recordarán siempre. Así como planearían como vengarse del retrato de Lawrence Malfoy, por no avisarles de todo aquello.
