Capitulo 14. La Orangerie (el invernadero).

Los jardines de la mansión Malfoy habían amanecido cubiertos por la nieve aquella mañana de enero. Los setos y los arboles soportaban en sus ramas la fina capa de nieve, y el agua de las fuentes y estanques se había congelado por la ola de frio que estaba azotando a Inglaterra ese invierno. Y, aunque era una estampa de gran belleza invernal, el frío había hecho perecer las bellas flores, que no volverían a florecer hasta la próxima primavera.

Como cada mañana, Narcisa estaba terminando de dar su paseo diario por los jardines y había puesto rumbo a los invernaderos de la mansión. Vestía un exquisito pero sencillo vestido gris oscuro con encajes y detalles negros y una capa oscura de paño con forro de pelo de animal que le abrigaba.

Narcisa era una mujer de rutinas. Se levantaba temprano, se aseaba y vestía para bajar al comedor a desayunar, donde normalmente se encontraba con Draco y Astoria. Tomaba un sencillo desayuno consistente en un té, una tostada de mantequilla y arándanos y un zumo de la fruta de temporada que hubiera crecido en el jardín. Después daba su paseo diario por los jardines, que le ayudaba a mantener su estado físico y también mental, ya que le ayudaba a ordenarse las ideas y despejarse de la tristeza. Inspeccionaba que todo el jardín estuviera en optimas condiciones y, si veía algo fuera de lugar, ordenaba a los elfos arreglarlo. Después se dirigía a los invernaderos donde personalmente cuidaba de las plantas y arboles que se encontraban allí, regando las plantas, podando las ramas, recolectando los frutos o abonando la tierra de los maceteros. Terminada esa tarea, subía a sus estancias donde se cambiaba por otro vestido. El resto de la mañana, si no tenía ningún compromiso, lo dedicaba a leer, bordar o cualquier otra tarea que le entretuviera en alguna de las salas de la mansión. A mediodía, comía en el comedor acompañada de su hijo y su nuera, y después se retiraba a sus aposentos a descansar. Algunas tardes se marchaba a las tertulias de damas de la alta sociedad o quedaba con alguna amiga en la mansión para tomar el té. Una vez a la semana iba al teatro, ópera o ballet, y también asistía los bailes y celebraciones que otras familias de la alta sociedad organizaban durante la temporada.

Tener la vida tan ordenaba le ayudaba a evitar caer en la melancolía y acordarse de todas las perdidas que había tenido en su vida: su esposo Lucius, su hermana Bellatrix, sus padres, etc. Pero la pérdida que mas sentía esos días era su hermana Andrómeda. Esa mañana estaba llegando al invernadero a trabajar en las plantas mágicas que tenían allí y que Draco usaba en sus experimentos alquímicos y de pociones. Tampoco tenía que hacer mucho allí, pues el día anterior abonó casi todos los terrarios y podó aquellas plantas que lo necesitaban. Solo tenía que regar algunas de las plantas que requerían mucha agua.

Llegó a la entrada del invernadero por uno de los senderos que partían del porche de la mansión hacía la derecha del jardín, y tras unos árboles, se vislumbraba una imponente construcción de hierro y cristal con forma de medio circulo, bastante alto, más largo que ancho. Se entraba por una puerta también de cristal que se camuflaba entre la estructura. En el interior, había mesas y armarios con los utensilios necesarios para trabajar cómodamente como palas, picos, guadañas, tijeras, hoces, etc. En el centro, había árboles frutales mágicos y no mágicos. En los lados se encontraban los terrarios, clasificados de forma ordenada según sus propiedades mágicas, curativas o simplemente, por su belleza o delicadeza. Había sectores compartimentados, con puertas en el interior, para crear la temperatura idónea para las plantas que crecían allí, regulada por un hechizo que mantenía las salas cálidas en todo momento. Del techo colgaban algunos faroles que ayudaban a iluminar el invernadero, sobre todo de noche.

Tener una Orangerie o invernadero en las casas de campo era costumbre en el siglo XVI entre la aristocracia muggle y también mágica. Tener un gran jardín y poder tener una gran colección botánica era un lujo que pocas familias podían permitirse y que principalmente servía para aparentar poder y riqueza ante sus semejantes. Los primeros invernaderos que tuvo la mansión Malfoy datan de 1565, de acuerdo con los documentos del archivo de la mansión, cuando Lucius Malfoy I construyó los primeros invernaderos de la mansión, con forma de caseta y de madera oscura. Tras un incendio a causa de un farol mal apagado, fueron reconstruidos a finales del siglo XVII en materiales más sólidos como la piedra y el ladrillo, siendo sus paredes pintadas de amarillo. Augustus Malfoy los dejó tal y como estaban cuando reformó la mansión, ya que no estaba muy interesado en plantas, aunque sí que amplió los ventanales para permitir la entrada de luz natural. Y estos invernaderos se mantuvieron hasta que Matilda de Beauharnais, madre de Abraxas Malfoy, decidió renovar los invernaderos en 1920, en un estilo modernista, donde el acero y el cristal fueran los protagosnistas.

Entró Narcisa al invernadero, se despojó de la capa y se puso los guantes y el mandil. Cogió una de las regaderas dispuestas en una de las mesas, la llenó en un grifo que tenía cerca y se dispuso a regar unos ejemplares de Belladona que su hijo había plantado recientemente para unos experimentos. Sin quererlo, volvió a pensar en su familia y en los bellos recuerdos infantiles que conservaba en la memoria después de tantos años. Recordaba aquella vez que las tres se preparaban para aquel baile de navidad que daban sus padres en su casa de campo.

La mansión campestre de los Black en Oxfordshire se hallaba en un estado de agitación poco común. Los elfos corrían de un lado para otro decorando las salas de la mansión, preparando las mesas con centros de flores y bruñendo las valiosas vajillas de plata para que brillaran ante sus invitados. Les tocaba a Cygnus y Druella, miembros de la antigua y noble casa de los Black deslumbrar a la alta sociedad mágica con el baile de Yule. Desde los aposentos de la planta superior, Andrómeda, Bellatriz y Narcisa podían escuchar como su madre les gritaba cruelmente a los elfos domésticos para que se afanaran en sus tareas.

Las tres hermanas no podían ser más diferentes físicamente entre ellas. Andrómeda era la hermana mayor y estaba en el sexto curso en Hogwarts. Era la mas alta de las tres y de constitución delgada, de rasgos finos y aristocráticos, y lucía una melena castaña oscura. Bellatrix era la hermana mediana, estaba en quinto curso de la escuela de magia. Era también alta, delgada y se parecía mucho a su hermana Andrómeda, aunque con la cara mas redondeada, y se caracterizaba por su gran melena rizada en color negro azabache, característica de la familia Black. Narcisa estaba en el tercer curso de la escuela de magia y era la menos Black de las tres. Mientras que sus hermanas eran altas y con el cabello oscuro, ella había heredado el rubio cabello de su madre Druella Black, de soltera Rosier. Su rostro era mas fino que el de sus hermanas, aparentando dulzura e inocencia.

Las tres estaban reunidas en el cuarto de Andrómeda preparándose para el baile que estaba a punto de comenzar. Andrómeda y Narcisa estaban sentadas en la cama mientras la mayor estaba terminando peinar a su hermana. Vestía Andrómeda un bello vestido verde oliva con volantes blancos y el pelo lo tenía recogido con un moño romántico. Llevaba puesta una bella diadema de plata de estilo prusiano y un sencillo collar de pelas a juego con unos pendientes. Narcisa vestía un vestido verde aguamarina, del mismo estilo que el de su hermana mayor. Su hermana estaba terminando de hacerle una trenza y, preparada en el estuche, estaba preparada para ponerse una pequeña pero elaborada tiara de flores hecha en plata y oro con cristales engarzados y de su cuello pendía un collar con esmeraldas y unos pendientes a juego. Frente al tocador, estaba sentada Bellatrix, terminando de maquillarse mientras sus hermanas terminaban de peinarse. Portaba un vestido verde oscuro, y había decidido dejar su melena larga caer por su espalada. Llevaba en su cabeza una tiara de platino con diamantes engarzados, en su cuello un elaborado collar de platino y esmeraldas y en sus orejas unos complejos pendientes de esmeraldas.

- Esto ya está Cissy – dijo Andrómeda terminando de anudar el lazo de seda verde cerrando la trenza – ¡Estás preciosa!¡Pareces una verdadera princesa! ¿No crees Bella?

- Si, si, preciosa – dijo con desgana Bellatrix sin girarse ni siquiera a verlas – ahora déjame que termine de arreglarme.

- Que desagradable eres a veces Bella – echó en cara Andrómeda – si tú no tienes arreglo.

- Muy graciosa – dijo Bellatrix con sarcasmo mientras Narcisa y Andrómeda se reían.

- Muchas gracias por ayudarme con el pelo Andrómeda – dijo Narcisa mientras se veía en uno de los espejos de la habitación – Tú también estas espectacular.

- ¿Creéis que vendrá el primo Sirius esta vez? - preguntó Andrómeda

- No creo, antes de volver de Hogwarts me dijo que no le gustaba tener que venir a los bailes – dijo Bellatrix – dijo que los consideraba demasiado snob.

- Dudo que tía Walburga le permita quedarse en casa – dijo Narcisa convencida – tiene que aparentar que son una familia perfecta.

- Pobre Sirius – dijo Andrómeda – no sé como puede aguantar vivir allí, con esa mujer trastornada.

- Se lo tiene merecido por Gryffindor – dijo Bella convencida – además, se junta demasiado con ese Potter y compañía.

- Padre dice que no son buenas compañías – dijo Narcisa – aunque son sangrepuras, son demasiado amigos de los sangresucias.

- No hagas tanto caso a eso, Cissy – dijo Andrómeda ganándose una mirada de reproche de su hermana Bellatrix.

- Tengo ganas de ver a Regulus – dijo Cissy contenta – la última vez me prometió bailar conmigo en el siguiente baile.

- Parece que te gusta un poco tu primo – dijo Andrómeda haciendo inciso en la palabra primo.

- Es apuesto y gentil, pero no me gusta como creéis – dijo Narcisa con inocencia– simplemente me gusta mucho su compañía

- Mejor – dijo Bella – todos los que se han casado entre miembros de nuestra familia han acabado trastornados.

- Si, aunque parece que Regulus y Sirius se han librado – dijo feliz Andrómeda.

- He escuchado que vendrán los Malfoy con su hijo – dijo Bella – y también los Lestrange con los suyos.

- Te los dejo a todos para ti Bella – dijo Andrómeda haciendo una mueca.

- No entiendo porqué te caen mal – dijo Bella – son tan guapos y apuestos, además, son un gran partido para nosotras.

- Rodolphus es un hipócrita presumido, Rabastan es un abusón sin cerebro y Lucius es demasiado presuntuoso – dijo Andrómeda cruzándose de brazos.

- Pues a mi Lucius me cae bien – dijo Narcisa de pronto sorprendiendo a sus hermanas – siempre me ha tratado bien y ha sido muy cortés conmigo.

- No te encapriches de él Cissy – dijo Bella – un bombón estará comprometido ya, y si no lo está, siento decirte que su padre no te elegiría a ti para ser su esposa.

- No le digas eso – dijo mientras le daba un abrazo a su hermana Cissy que había agachado la cabeza con tristeza – si el amor elige juntaros, nadie lo podrá impedir

- Es la verdad – se reafirmó Bella – elegirá a la de mejor alcurnia y la que le reporte el mayor beneficio por herencia, es decir, tú.

- Yo me casaré por amor, Bella – dijo Andrómeda – prefiero no casarme a tener que estar con un hombre al que no ame, y menos, con Lucius Malfoy.

- Yo que tú no diría eso cerca de los oídos de madre – dijo Bella.

Un elfo se apareció en la habitación sorprendiendo a las tres damas e interrumpiendo la conversación que mantenían.

- Disculpadme nobles amas, pero la ama Black me ordena que les avise de que tienen que bajar de inmediato para recibir a los invitados.

- ¡Dile que bajamos ya! – dijo Bella de malas formas y el elfo se desapareció.

- No tienes por que ser siempre tan desagradable, Bella – recriminó Andrómeda

- Es un elfo, un esclavo – dijo Bella con asco - ¿Cómo quieres que le hable?

- Yo estoy lista – dijo Narcisa poniéndose de pie y estirándose la falda de su vestido con las manos – debemos bajar antes de que madre se enfade con nosotras por llegar tarde.

- No os olvidéis los guantes – dijo Andrómeda mientras se ponía los suyos.

- ¡A divertirse! – dijo Bella – ¡tengo ganas de bailar hasta el amanecer! – volvió a exclamar mientras sus hermanas reían.

Las hermanas salieron de la alcoba y bajaron al recibidor donde esperaban sus padres y en cuanto llegaron, las puertas se abrieron dejando pasar a los primeros invitados de la familia a aquel fantástico baile.

Narcisa recordaba aquel baile con mucho cariño ya que había sido el último baile en el que su familia había estado completa y feliz. En aquel baile había bailado y hablado con el que sería su futuro esposo, del que terminó de enamorarse ciegamente en aquel baile de navidad. Sin embargo, otros recuerdos mas dolorosos le llegaron a la mente, cuando su hermana Andrómeda se escapó años después para casarse con un nacido de muggle, Ted Tonks. Recordaba con tristeza aquel encuentro de madrugada con Andrómeda en el recibidor de su casa londinense.

Era una noche muy oscura y las nubes de tormenta ocultaban la bóveda estrellada del cielo. La joven Andrómeda, de dieciocho años recién cumplidos bajaba las escaleras de madera intentando no hacer ningún ruido que despertara a alguno de los que habitaban la casa londinense los Black-Rosier. Vestía la joven una falda oscura y una camisa oculta con un jersey verde. Un abrigo de paño negro lo cubría todo y en su mano una maleta no muy grande con las pocas pertenencias que había podido meter en ella.

Estaba decidida a hacerlo, a abandonar la casa de su infancia antes de tener que renunciar al amor de su vida, el joven Ted Tonks que le pidió matrimonio días antes y ella, por supuesto, aceptó. Sus padres le habían ordenado acabar con esa relación "antinatural" y le anunciaron su compromiso con Herbert Bulstrode, diez años mayor que ella. Por supuesto, se había negado en redondo a aceptar el compromiso, pero sus padres se lo dejaron claro: se casaría sí o sí con Bulstrode, aunque tuvieran que someterla bajo la maldición imperius.

Estaba a punto de abrir la puerta para salir y no volver jamás cuando una voz la sorprendió de repente.

- Así que, nos abandonas – dijo Narcisa dolida vestida con un camisón largo – abandonas a tu familia por ese Tonks.

- Tengo que hacerlo si quiero ser feliz alguna vez – dijo Andrómeda dejando la maleta en el suelo y girándose hacia su hermana.

- ¿Y qué pasa con Bella y conmigo? ¿Qué pasa con tu familia? – dijo Cissy a punto de quebrarse.

- Padre y madre quieren llevarme a una vida que no puedo soportar Cissy – dijo Andrómeda – créeme que me gustaría que todo fuera distinto, pero la intolerancia de nuestra familia no me lo permite.

- Todas tenemos un deber para con nuestra familia – dijo secamente Narcisa – si te vas, rompes con todos nosotros, conmigo y con Bella.

- El amor está siempre por encima de ese deber, Cissy – dijo Andrómeda con lágrimas en los ojos – tu seguirás siendo siempre mi hermana y te querré hasta el día en que me muera.

- ¿Y no pensabas al menos despedirte? – recriminó Narcisa también con lágrimas en los ojos - ¿No pensabas despedirte de mí? - dijo mientras se echaba a sus brazos llorando

- Sabes que nunca me han gustado las despedidas – dijo la mayor mientras se abrazaba a su hermanita.

- A partir de ahora, tendré que renegar de ti, madre me obligará a ello – dijo Narcisa compungida mientras se separaba de ella.

- Yo sé que en tu corazón aun me querrás como hermana tuya que soy – dijo Andrómeda – al igual que yo siempre te llevaré en el mío.

- Ten esto – dijo Narcisa mientras le posaba un pequeño relicario en la mano de su hermana y ella lo abrió – es la foto de las tres en el baile de Yule, pensaba dártelo el día de tu boda.

- Siempre conservaré esto – dijo mientras se lo colocaba en el cuello – lo guardaré como un tesoro.

Ambas hermanas se abrazaron durante un buen rato, que se les hizo muy corto cuando la mayor de pronto soltó a la pequeña Cissy, cogió su maleta, y abrió la puerta con sigilo y dio un paso a fuera y se giró para hablar con su hermana por última vez antes de marcharse para no volver.

- ¿Esto es un adiós para siempre? – preguntó Narcisa con lágrimas en los ojos.

- No, espero volver a verte y abrazarte, Cissy.

Y con esas palabras, se giró y se marchó caminando en aquella noche oscura sin volver a mirar a otras, pues tenía miedo de arrepentirse tras haber dejado a su hermana llorando en el vestíbulo de aquella vieja y lúgubre mansión, escapando de una vida que no quería, para poder ser libre para amar a aquel que mas quería en este mudo.

Narcisa recordaba como a la mañana siguiente su madre había roto en llanto y su padre estaba muy enfadado con la decisión de su hermana, diciendo cosas verdaderamente horribles. Bella también estaba muy enfadada con ella, y juró nunca jamás perdonarle aquella traición y vengar a la familia por su ignominiosa acción. Y se vengó finalmente asesinando a su propia sobrina durante la guerra.

Se sentó en uno de los bancos del interior del invernadero cuando se fijó de que alguien se aproximaba para entrar en ellos. Era Draco. Vestía como era de costumbre de negro riguroso. Llevaba un traje oscuro con una túnica del mismo color con pelo negro en el cuello y mangas que se quitó en cuanto sintió el calor de dentro del invernadero.

- ¡Caray, qué diferencia hace aquí dentro! – dijo Draco a modo de saludo.

- ¡Draco! – saludó su madre sorprendida - ¿Qué haces aquí? ¿No deberías de estar trabajado?

- Acabo de recibir EL PROFETA – dijo Draco a su madre seriamente mientras le pasaba el periódico – creo que tiene una noticia que te puede interesar.

- Déjame ver – dijo Narcisa cogiéndoles el diario y, en cuanto vio la portada pudo ver porqué su hijo le había traído el periódico.

"Asalto en casa de Andrómeda Tonks" rezaba el titular y debajo una foto de la casa destrozada y con Andrómeda y su nieto al lado. "En la noche de ayer, dos magos y una bruja rompieron las barreras mágicas de la casa y entraron en la casa con intenciones desconocidas, aunque se sospecha, que tenían la intención de robar y de dañar a la señora Andrómeda Tonks, de soltera Black. Afortunadamente, la bruja estaba acompañada de su nieto Edward Lupin que, junto a ella, consiguieron repeler a los agresores hasta que llegó el propio jefe de aurores, Harry Potter con varios aurores a detener a los asaltantes. Arrestaron a dos de los asaltantes, mientras que el otro está en busca y captura."

Narcisa dejó de leer y tuvo que sentarse en el banco debido a la emoción de saber que su hermana había vuelto a estar en peligro como en tiempos de las guerras. Sin quererlo, una lágrima se escapó de su parpado recorriendo su mejilla. Draco sacó un pañuelo de su túnica y se lo cedió a su madre.

- Se está recuperando en San Mungo de unas heridas que sufrió durante el enfrentamiento – le terminó de contar Draco – afortunadamente solo han sido heridas superficiales, pero prefieren tenerle en observación.

- Me alegro de que esté bien – dijo mientras se recuperaba del susto.

Draco se sentó en silencio al lado de su madre y le cogió la mano dándole apoyo. Se mantuvieron callados un buen rato. Narcisa metió la mano en su bolsillo y cogió un pequeño relicario de plata que llevaba consigo. Abrió la joya mostrando una fotografía de las tres hermanas Black, cuando todo era perfecto y su familia estaba unida.

- Me encantaría poder ir y abrazarla– dijo Narcisa lamentándose– pero creo que es muy tarde para ello.

- ¿Por qué dices eso? – preguntó Draco

- En mas de cuarenta años no hemos hablado, no nos hemos escrito ni reconocido como hermanas – dijo Narcisa – duarante años, hemos hecho como si no existiera solo porque decidió no cumplir con el deber para la familia.

- Si algo me ha enseñado la maldita guerra es que nunca es tarde para hacer las cosas bien – dijo Draco.

- Ha pasado demasiado tiempo – dijo Narcisa – y han pasado demasiadas cosas entre nosotras, hemos estado en bandos diferentes, y nuestro bando le ha hecho mucho daño a su familia.

- Nuestro bando, como tu lo llamas, nos hizo también mucho daño a nosotros – dijo Draco

- ¡Bellatrix mató a su hija Draco! – exclamó Narcisa

- ¡Y esa loca estuvo a punto de matarme a mi a base de Cruciatus! – rebatió su hijo.

- Temo que las diferencias que nos separan nos impidan reconciliarnos.

- Madre, desde que tengo memoria hemos habéis mirado primero por el bien de padre y mío antes que el vuestro, habéis mirado siempre primero por la familia antes que por ti – dijo Draco – creo que es hora de que pienses un poco en ti y en lo que tú deseas.

- No se si es buena idea – dijo Narcisa – me gustaría pedirle perdón por tantas cosas, pero no me atrevo.

- Como diría mi hijo, el león de la familia, hay que ser valientes y arriesgarse – dijo Draco.

- ¿Y si ella no quiere saber nada de mí? – preguntó Narcisa

- Al menos lo sabrás, y nadie podrá decir que no intentaste un acercamiento – dijo el rubio encogiéndose de hombros.

Se volvió a hacer el silencio entre los dos, y así estuvieron un buen rato hasta que su madre tomó la palabra sorprendiendo a su hijo.

- Voy a escribirle – dijo Narcisa – voy a intentarlo.

- Me alegro muchísimo escuchar eso – dijo Draco con una sonrisa.

Narcisa y Draco se pusieron sus abrigos y salieron del invernadero para refugiarse del frio invernal en la mansión. Narcisa no dijo una palabra en todo el viaje de regreso y en cuanto cruzó las puertas al interior de la casa, se dirigió sin vacilar a sus aposentos para redactar aquella carta. No sabía bien qué iba escribir, ni si recibiría respuesta de su hermano, pero al menos, debía intentarlo.