Hola a todos, yo soy FriendlyMushroom, y hace 10 años casi exactamente, escribí mi primera historia de Saint Seiya en esta plataforma: "Guerras Doradas", una historia que, a lo largo de los años, al parecer los lectores no han podido olvidar, ya que no importa lo que escriba, siempre recibo un review que hace alusión a Guerras Doradas, aún en historias de Pokémon o de Fire Emblem, que nada tienen que ver con Saint Seiya, siempre llega alguien con un review que menciona a Guerras Doradas. Incluso en mi historia de Saint Seiya mas reciente "Academia Sanctuary", hay más reviews felicitándome por Guerras Doradas, que sobre la historia en sí.
Si no conoces Guerras Doradas, déjame te explico lo que es: Guerras Doradas es una historia que escribí por allá en el lejano 2012 en que todos pensábamos que nos íbamos a morir, y que respondía a la pregunta: "¿Qué hubiera pasado si Saga no se hubiera vuelto malvado?" La respuesta básicamente fue: "Saori se hubiera criado en el Santuario", y de esa forma, me di a la tarea de escribir el cómo los Caballeros Dorados, se habrían enfrentado a Poseidón y a Hades, además de mis propias sagas en contra de Ares, Zeus y Apolo. La historia fue un rotundo éxito, pero hubo un problema, y ese es que Saint Seiya sigue avanzando, y cada vez más autores hacen sus spin-off, algunos de los cuales arruinan el lore de mi historia, y uno pensaría: "¿eso qué importa? Es un fanfic", y tienen razón, pero en mi perfeccionismo, cada que sale algo nuevo de Saint Seiya, realizo ediciones a Guerras Doradas para adecuar la historia lo mejor posible al nuevo lore… hasta que… salió Saint Seiya Time Odissey… lo que destrozó por completo el lore del Episodio G, lore en el que me basé para escribir Guerras Doradas. Así que, el tiempo terminó por arruinarme mi historia que, pese a ser un éxito, mi perfeccionismo nato no me dejaba abandonar. En realidad, tras terminar la historia de Guerras Doradas original, ya había prometido varias cosas, como por ejemplo Gaidens, de los cuales solo escribí dos, y de la nada intenté escribir un tercero, que nadie entendió porque no era un Gaiden, sino una saga nueva de Guerras Doradas, todo por mi perfeccionismo, además de que cedí muchas veces a los que me mandaban reviews, cometiendo errores en mi historia que me deprimí de haber cometido (como la vez que me convencieron de darle una oportunidad a Saint Seiya Omega, e introduje personajes de dicha saga en la historia… está de más decir que me arrepentí de inmediato, Omega es un asco, sus personajes son un asco, los dos capítulos que dediqué a meter a los personajes de Omega en la historia, son tan olvidables que ni los volví a utilizar).
¿Por qué les hago un summary tan largo? Bueno, porque aún con los errores que cometí, mucha gente sigue amando Guerras Doradas, la semana pasada Zýan, una lectora de mi historia de antaño, me mandó un fanart, es el mismo que estoy usando de portada, y la semana antepasada otra lectora, de nombre LadyStanley18 se puso en contacto conmigo, y me pidió permiso de convertir Guerras Doradas en un audiolibro, por todos los cielos, Zýan incluso está decidida a ilustrar toda la historia, es una locura. Pero pese a todo ese apoyo, y que la historia está "terminada", yo no puedo abandonarla, y siempre me encuentro a mí mismo escribiendo historias "spin-off", de mi propia historia, para resanar todos esos huecos argumentales que dejé, y dándole vueltas en mi cabeza a escenarios que me hubiera gustado implementar, pero que no implementé ya sea porque no me animé por alguna razón, o porque el personaje que crearon después no existía antes y hubiera encajado en mi historia perfectamente. Así fue que tomé una decisión, no voy a volver a editar Guerras Doradas, esa historia significa mucho para muchos, y aún hoy en día hay gente releyendo esa historia. En su lugar, voy a hacer algo diferente, voy a reescribir Guerras Doradas, una nueva Guerras Doradas, que será la misma Guerras Doradas que escribí en el 2012, pero explorando posibilidades que siempre quise explorar, pero que no exploré por diversas razones. ¿Será la misma historia exactamente? No, definitivamente no, escribir la misma historia dos veces sería un insulto para los fanáticos de Guerras Doradas Original, más bien esta será, la versión de Guerras Doradas actualizada, y la fusión de todos los spin off que planeaba escribir, o que empecé a escribir y nunca terminé, piensen en esta historia como las nuevas películas de Neon Génesis Evangelion, la historia es similar, pero tiene diferencias muy bien marcadas al mismo tiempo, así que, básicamente es Guerras Doradas otra vez, con personajes más actualizados, y probablemente con variaciones importantes que no exploré la primera vez. Puede que ese caballero que se sacrificó antes, en este nuevo "Guerras Doradas" no sea sacrificado, aunque puede terminar de la misma manera de todas formas, no lo sé, es mi oportunidad de escribir la Guerras Doradas que yo hubiera preferido escribir, le debo mucho a esta historia, a la Guerras Doradas original, así que, por última vez, quisiera revivir ese sentimiento, el sentimiento de volver a escribir Guerras Doradas desde cero. Esto también significa que las otras historias "spin off" que estaba escribiendo, y los gaidens, serán cancelados, y serán absorbidos por esta historia, siendo esta, la versión definitiva de Guerras Doradas, espero que sea de su agrado.
Por último, que el summary se me ha extendido ridículamente, para poder escribir un Guerras Doradas lo suficientemente sólido, debo concentrarme en el lore que quiero construir, así que estas serán las únicas obras de Saint Seiya en las que me basaré para construir esta historia:
1 – Episodio G: Será la base principal de la historia.
2 – El anime de Saint Seiya de 1986: Los personajes del anime, como Albiore, toda la Saga de Asgard, etc, son canon en mi universo.
3 – Soul of Gold: No existía durante Guerras Doradas original, y hay ideas que me hubiera gustado utilizar.
4 – Saintia Sho: Tiene personajes que me gustaría utilizar, y una Saga de Eris que quisiera escribir para Guerras Doradas.
5 – The Lost Canvas: No me gusta Next Dimensión, no me importa si es el mismo autor quien lo escribe, y es el canon oficial, no me gusta, es ridículo, repetitivo, y muy aburrido. Obvio todo esto es mi opinión personal. Si tienes una opinión diferente, la respeto, Next Dimensión no es lo mío, lo siento para sus fanáticos.
Habiendo dicho esto, igual que en Guerras Doradas original, la pareja principal es la de Milo x Saori, en este primer capítulo no hay mucho de esa relación, ya que uno de mis deseos era escribir Gaidens para cada Caballero Dorado, pero se explorará mejor la relación a futuro. Ahora, sobre las parejas, gran parte de Guerras Doradas original giraba en torno a ellas, puedo prometerles que el 90% de las parejas se mantendrá, habrá también parejas nuevas, pero mi interés primordial es mantener la historia lo más cercana a Guerras Doradas original que me sea posible, así que, eventos, parejas, diálogos, y mucho más, se repetirán indistintamente que esta sea una nueva versión.
Sin más que decir por el momento, pienso que la mejor forma de demostrar la calidad de esta historia como la versión actualizada de Guerras Doradas, será este primer capítulo, que espero de corazón sea de su agrado. Un agradecimiento especial a Zyan R. Leppard por su colaboración en la portada, y por su continuo apoyo en general.
Por cierto, mi broma personal es que esta es Guerras Doradas versión Zack Snyder, pero no le puedo poner ese título.
Epílogo.
Monte Olimpo. Templo de Cronos. El Fin del Tiempo. Año XXXX.
El Monte Olimpo, es lo único que queda. Un mundo extraño donde el tiempo, el espacio, y las dimensiones, colisionan. Extrañamente desprovisto de toda vegetación, o de vida ajena a la divina, es en el Monte Olimpo donde reinaban los más poderosos dioses que dominaran la tierra, ellos quienes fueron los elegidos para regir a la humanidad, los 12 Dioses Olímpicos.
Pero estos dioses no gobiernan más, uno a uno han desaparecido, sus gobiernos se han perdido, disipados en el éter. La Tierra, sin el dominio de los 12 Dioses Olímpicos, poco a poco comenzó a morir. El orden divino se había perdido por completo, los mares no rebosaban de vida, los bosques y los animales murieron, el cielo se obscureció, y el sol dejó de brillar.
El único brillo que quedaba en el cosmos infinito, era artificial, y adornaba las Armaduras Doradas de 5 quienes fueron los artífices de la decadencia de no solo el mundo, sino del cosmos mismo. No sabían lo que hacían, pensaban que el desafiar a los dioses era su responsabilidad. No pensaron que, mientras más luchaban por su diosa, más daño hacían al cosmos.
5 Caballeros Dorados, únicos sobrevivientes de una época mejor, corrían por las obscuras escalinatas del Templo de Cronos, buscando la cámara principal, el Templo Principal, donde tal vez, solo tal vez, habría algo de esperanza.
La esperanza. La palabra sonaba tan extraña en las mentes de los 5 Caballeros Dorados en esos momentos. La esperanza fue lo que los inspiró a llegar tan lejos, lo que los impulsó a desafiar a los dioses, lo que les ayudó a levantarse ante cualquier enemigo, fuera mortal, semidiós, o un dios mismo. Por mucho tiempo ellos lo creyeron firmemente: "la esperanza, es lo último que muere", no tenían ni idea de que el dicho popular que por miles de años los humanos usaron para apoyarse a sí mismos a no darse por vencidos ante cualquier adversidad, sería precisamente lo que traería consigo el fin de la existencia misma.
-¡Juicio de Athena! –resonó detrás de los 5 Caballeros Dorados que subían los últimos escalones oscuros en dirección al Templo de Cronos, cuando tras la mención de aquellas palabras, una luz cegadora fulminó las escalinatas por las cuales el grupo corría, forzando a la mitad de los Caballeros Dorados a caer al vacío, y mirar al demonio mismo en persona, mirar a Athena a los ojos, la Diosa de la Sabiduría en la Guerra, quien en esos momentos les daba casería.
-¡Cadena Dorada de Virgo! –resonó del otro lado de las escalinatas, mientras el Caballero de Virgo, de cabello esmeralda y mirada gentil, lanzaba cadenas doradas creadas por el cosmos mismo, atrapando con las mismas a dos Caballeros Dorados, mientras los otros dos jalaban del Caballero de Virgo para ayudar a los caídos a reponerse.
-¡Es inútil, Athena nos ha alcanzado! –gritaba uno de los Caballeros Dorados que colgaba de las cadenas, mientras la Diosa Tirana, apuntaba con su báculo en su dirección, forrada en su Armadura Divina- ¡No llegaremos todos hasta el Reloj del Apocalipsis! ¡Sigan sin mí! ¡Excalibur! –gritó el Caballero Dorado, lazando un ataque cortante, que impactó contra la ráfaga de luz lanzada por la Diosa Tirana, impactando, estallando, y lanzando a los 5 Caballeros Dorados por los aires, pero de regreso a las escalinatas- ¡Yo la detendré, ustedes sigan! –insistía el Caballero Dorado, preparando sus escudos, y bloqueando una segunda ráfaga lanzada por la Diosa Tirana.
-¡No podrás tú solo! ¡Te apoyaré! ¡Ejecución Aurora! –resonó el ataque de otro de los Caballeros Dorados, que la Diosa Tirana recibió sin siquiera alzar su escudo, quedando congelada del otro lado de las demolidas escaleras- Eso no va a detenerla por mucho, ¡vayan! –pidió el Caballero Dorado.
-Eso no la detendrá en absoluto –habló un tercer Caballero Dorado, de largas alas, y preparando arco y flecha-. Solo hay una técnica capaz de doblegar a los dioses. Una técnica que Athena ha prohibido desde los tiempos mitológicos, y que solo tres Caballeros Dorados unidos pueden desatar –terminó de decir el Caballero Dorado de las alas, lanzando su flecha cuando Athena se libró de su prisión de hielo, y quien rápidamente blandió su báculo como una espada, partiendo la flecha a la mitad sin problema alguno-. Ikki… Shun… les encomendamos… a la esperanza –prosiguió el caballero de las alas, hincándose en una rodilla, con el de los escudos y el conjurador de los hielos uniendo espaldas, y reuniendo su cosmos, ante una Diosa Tirana cuyos ojos lloraron sangre al ver al trio de Caballeros Dorados optando aquella pose maldita- ¡Exclamación de Athena! –gritaron los tres, y la explosión resultante, lanzó al último par de Caballeros Dorados por las escalinatas.
-¡Seiya, Hyoga, Shiryu! –gritó el de cabellera esmeralda, mirando a sus amigos lanzando la técnica que por años les prohibieran usar, ante una Diosa Tirana que cubría con su escudo, mientras elevaba una fuerza más allá del cosmos detrás de su cuerpo, una energía escarlata y maligna, que comenzaba a despedazar la realidad misma, desquebrajando el tiempo y el espacio a su alrededor- ¡El Dunamis Daemonium! –exclamó el de cabellera esmeralda aterrado, mientras la Diosa Tirana mantenía la Exclamación de Athena suspendida en medio de la caída al éter entre las escalinatas.
-¡Andando Shun! ¡Ya están muertos! –comento el último de los Caballeros Dorados, tomando al Caballero Dorado de cabellos esmeralda, y obligándolo a seguir corriendo escaleras arriba, donde el Caballero Dorado de cabellos azules, de un tremendo puñetazo abría las puertas dobles en el Templo de Cronos, jalando del brazo del otro Caballero Dorado quien observó a sus amigos siendo despedazados por la fuerza misma de la Exclamación de Athena, el primero en desintegrarse fue el rubio, quien dio hasta la última llama de su cosmos en sacrificio, el segundo fue el de los escudos dorados, quien obstinadamente intentó usar ambos escudos para proteger al tercero, cuyas alas fueron despedazadas por la Fuerza de la Exclamación de Athena, aunque su cuerpo se mantenía, a medida en que la armadura del Caballero Dorado de los escudos cedía, cayendo en guijarros, revelando al dragón tatuado en la espalda del Caballero Dorado una última vez, antes de ser vaporizado por completo, dejando al último Caballero Dorado, el de las alas, arrodillado y débil en contra de las escalinatas, frente a las cuales, la Diosa Tirana se posó.
-¡Seiya! –gritó el de cabellera esmeralda, forcejeando contra su hermano, quien intentaba con todas sus fuerzas meterlo dentro del Templo de Cronos. El de las cadenas de cosmos lo repelió, intentó ir en auxilio de su amigo, pero desde dentro del Templo de Cronos, su hermano se aferró a sus cadenas, y tiró con fuerza, forzándolo a entrar. Athena, la Diosa Tirana, ya estaba frente al Caballero Dorado de las alas rotas, quien la miraba con lágrimas en sus ojos- ¡Athena! ¡Noooo! –gritaba aterrado, triste, su corazón se desgarraba.
-Saori… -habló el Caballero Dorado llamado Seiya, con sus ojos cubiertos de lágrimas, y mirando a la Diosa Tirana a sus propios ojos, estos estaban totalmente vacíos, no había odio, ni resentimiento, ni empatía, ni amor, solo tiranía-. Solo una vez en mi vida perdí la esperanza… y fue el día… en que dejé de verte como a una humana, para verte siempre como mi diosa… Saori… lo lamento tanto… la verdad yo… siempre… -continuó Seiya, susurró, pero la Diosa Tirana era sorda a cualquier palabra, de un movimiento rápido de su báculo, y ante los ojos repletos de lágrimas de Shun, la cabeza del Caballero Dorado llamado Seiya, fue cercenada, venciendo la cordura de Shun, quien perdió la voluntad de seguir peleando, mientras su hermano lo tiraba dentro del Templo de Cronos, y las puertas dobles se cerraban, ante la mirada vacía de la Diosa Athena, quien aún iba tras de ellos.
-¡Shun! ¡Espabila Shun! ¡Llegamos! ¡Aún hay esperanza! –lo sacudió el Caballero Dorado, intentando despertar a Shun de su shock nervioso al ver a uno de sus mejores amigos ser decapitado frente a sus ojos.
-Hermano Ikki… Hyoga, Shiryu… e incluso Seiya… ellos fueron… -comentó el Caballero Dorado dolido, pero Ikki se mantuvo firme, se puso de pie, y caminó hasta el centro del Templo de Cronos, donde un hombre vistiendo una armadura negra con adornos azul suave, miraba con sus ojos con heterocroma a un inmenso reloj antiguo, con la figura de un dios de larga barba cargando el mismo sobre su espalda.
-El Reloj del Apocalipsis está marcando la ultima hora del universo –comenzó el hombre, alto, de tez clara, cabellera blanca adornada en un par de coletas despeinadas, y con los ojos, gris el derecho, rojo el izquierdo, mirando a los números romanos del reloj frente a él, posando su atención en el XII, mismo número que llevaba tatuado sobre la ceja de su ojo derecho- Nada va a detener a la Tirana Athena. Lo saben, ¿verdad? Han venido hasta el Fin del Tiempo mismo a presenciar únicamente el fin de todo lo que existe –les comentó el hombre.
-Arctos de Kelpie, la Doceava Hora –comentó Ikki, acercándose tranquilamente al hombre, mientras Shun temía que, en cualquier momento, las puertas del Templo de Cronos se abrieran-. Despreocúpate, Shun… Arctos tiene el dominio del Aura, la fuerza de ralentizar el tiempo –le explicó, Shun se viró a ver las puertas, y notó un brillo detrás de las mismas, escapando del marco, como partículas de polvo de luz, que se movían velozmente, pese a que el tiempo estaba ralentizado, entrando en el Templo de Cronos-. Deberías estar muerto, Arctos. ¿Cómo es que sobreviviste? –preguntó Ikki.
-¿Acaso importa? Al terminarse la presente hora, todo cuanto existe, dejará de existir. Es lo que pasa cuando los mortales enfrentan a los dioses sin pensar en las malditas consecuencias –sonrió Arctos, mirando al reloj frente a él, que peligrosamente acercaba su engranaje al final de su recorrido, mientras detrás de ellos, la Diosa Tirana había conseguido derribar las puertas, y su luz recorría la oscuridad del templo lentamente, a medida que el Dunamis Daimonium, carmesí y sombrío, se extendía alrededor del Templo de Cronos negando al Aura de Arctos-. Perdona que sea yo quien se los diga, Ikki, pero fueron unos imbéciles. ¿Qué pensaban que ocurriría en un mundo sin dioses? –se quejó él.
-No hemos venido a hablar, Arctos, sino por eso, el Reloj del Apocalipsis –le apuntó Ikki, mientras detrás de él, Shun se colocaba a la defensiva, y preparaba sus cadenas, ya que Athena cada vez se movía más rápido, liberándose del poder del Aura de Arctos-. Sé que no necesito decírtelo, pero no tenemos tiempo que perder –prosiguió Ikki.
-¿Y qué lograrán al manipular el tiempo, Ikki? –preguntó Arctos, mirando fijamente al reloj, y esperando que se terminara la ultima hora- Existen tantas realidades, y tantas líneas de tiempo, pero todas las que ustedes han influenciado terminan de la misma manera –comentó Arctos- La Esperanza de Athena siempre está incompleta, los dioses caen perdiendo sus dominios, y Athena siempre, termina convirtiéndose en una Diosa Tirana. La única realidad en que la existencia sobrevive, es la realidad en que Athena muere, aunque esas realidades no son tan benevolentes con la humanidad –prosiguió Arctos, mientras Athena, comenzaba a lanzarse lentamente en dirección a Shun, quien también había caído en el dominio del Aura de Arctos, enfrascándose en un combate lento contra Athena, mientras Ikki no podía más que ser testigo, notando que el Aura de Arctos cada vez era más pequeña-. Para detener el Ciclo Infinito de los Dioses, Athena debe perder, sumiendo a la humanidad en la desesperanza. Pero si Athena vence, el Ciclo Infinito de los Dioses se Repite, y volvemos aquí, al Templo de Cronos, a la ultima hora, a volver a accionar el Reloj del Apocalipsis, y volverlo a intentar. ¿Qué realidad saldrá de volver a resetear el universo utilizando el Reloj del Apocalipsis? He visto a tantos universos morir, siendo siempre, y por siempre, la Ultima Hora del universo. Estoy cansado, Ikki. He visto esto ocurrir tantas veces. Tal vez deberíamos, dejarlo terminar –pidió Arctos, mientras Athena, atravesaba el pecho de Shun con su báculo, forzando a Ikki a presenciar la muerte de Shun en cámara lenta, mientras el rostro de la Diosa Tirana se llenaba de la sangre del caído, y miraba a Ikki mientras sacaba el báculo del pecho de Shun-. Solo un poco más, y todo habrá terminado –aseguró él.
-¿Qué pasará cuando pase la ultima hora, y no utilicemos el Reloj del Apocalipsis? –preguntó Ikki, lo que Arctos no supo responder, pero le impacientaba descubrirlo- Arctos, estamos a nada de desaparecer. ¡Debe haber una forma! ¡Por favor! ¡Déjame intentarlo! –pidió Ikki,
-Ya lo has intentado suficientes veces –fue la respuesta de la Ultima Hora, quien cerró los ojos, y se preparó para el fin, mientras Athena alzaba su báculo transformado en una espada, y blandía contra un Ikki que le sonreía desafiante-. El Ciclo Infinito de los Dioses, no puede borrarse –terminó Arctos, mientras Ikki enfrentaba a Athena.
-¡Pero puede terminarse! ¡Plasma Relámpago! –lanzó Ikki un puñetazo, las luces doradas resplandecieron con fuerza. Arctos miró al Reloj del Apocalipsis una última vez, sus 12 horas estaban brillando de dorado a causa de la luz reflejada en la cara del reloj gracias al cosmos de Ikki. En ese momento, sus ojos se abrieron de par en par con una revelación, que forzó a Arctos a usar su Aura, y frenar el tiempo en su totalidad, virándose, y encontrando la espada de Athena atravesándole el pecho y la espalda a Ikki, y deteniéndose peligrosamente cerca del rostro de Arctos.
-¿Terminarse? –preguntó Arctos a la nada, ya que Ikki no podía responderle, Athena le había partido el corazón, y ahora lo miraba pese a la parálisis casi total del tiempo- Si dejo el tiempo acabarse… podré ver, aunque sea por un segundo antes de mi muerte, lo que yace después del Fin del Universo… -se viró Arctos nuevamente, mirando a Athena fijamente a los ojos-. Tú también… deseas verlo, ¿no es así? –miró Arctos a Athena, que lanzaba su estocada, que se movía cada vez más rápido- Muy bien Ikki… volvamos a intentarlo… una última vez… pero esta vez… la esperanza, no morirá al final… ¡Reloj del Apocalipsis! –accionó Arctos, el reloj resonó su última campanada, y el tiempo mismo… volvió sobre sí mismo- En algún lugar del tiempo y el espacio… seguramente, existe alguien que sí pueda cambiar el destino de Athena de caer en la tiranía divina. Encontraré a esa persona… y cambiaré la fecha del Fin del Mundo –prometió Arctos, dando reversa al tiempo, regresaron las estrellas, regresaron los planetas, los dioses, los héroes, y Arctos, la Ultima Hora, buscó a quien pudiera cambiar, genuinamente, el destino de Athena.
Prólogo:
Grecia. La Isla de Milo. 08 de Noviembre 1972.
-Escorpio es el Octavo Signo del Zodiaco –la noche caía sobre la Isla de Milo, pero esta estaba inexplicablemente llena de luz, producto de un fuego abrazador, que lo consumía todo, mientras un hombre, un sacerdote al parecer, de cabellera larga y de un verde pálido, con un casco dorado cubriéndole la cabeza, y una máscara negra cubriéndole el rostro dejando ver únicamente un par de ojos de oro sólido en las penumbras de la noche, se dirigía a un grupo de saqueadores en las sombras, quienes rapiñaban todo lo que encontraban en la granja que acababan de atacar, mientras el sacerdote los miraba con lágrimas cayendo por debajo de su máscara desde la cima de un desfiladero, donde alzaba su voz para hacerse escuchar, mientras posaba su mirada en un niño que gritaba desquiciado, víctima de la locura, mientras frente él ardían los cuerpos calcinados de una pareja, un hombre y una mujer, seguramente un par de granjeros, frente a los cuales un niño de cabellera azul despeinada, lloraba en impotencia, con su cuerpo lleno de heridas, quemaduras, y su propia sangre, mientras el furioso niño extendía su mano, intentando alcanzar el par de esqueletos calcinados.
-¡Papá! ¡Mamá! –gritaba el niño, metiendo las manos al fuego, y aferrándose a las manos calcinadas de uno de los cuerpos, aunque fuera por solo un momento, antes de soltarlo, caer al suelo, y observar en impotencia su mano repleta de ampollas por el imprudente intento de recuperar el cuerpo de alguno de sus padres, mientras el niño gritaba, sintiendo más dolor en su corazón, que en la piel que ya le colgaba de las ampollas ensangrentadas.
-Su signo, es el agua –continuaba el sacerdote parado en la cima del desfiladero, con su corazón destrozado mientras presenciaba el dolor de aquel niño que no tendría más de unos 6 años de edad-. Su fortaleza es la lealtad y la convicción –proseguía el sacerdote, cuyo mensaje estaba dirigido a los saqueadores, quienes le prestaban poca atención, mientras peleaban entre ellos, rapiñando las cosechas, haciéndose con tesoros, sin una pisca de caballería o nobleza en su ser-. Su debilidad es el orgullo –continuaba él, mientras el niño, adolorido y con la mano destrozada, gritaba con todas sus fuerzas, furioso, sus ojos ahogados en lágrimas-. La Isla de Milo, es el hogar del Escorpión Celestial. Quienes deseen reclamar esta armadura, deberán sobrevivir a las inclemencias de esta isla, y probar que, al igual que el escorpión, son merecedores de la gracia de Athena. Sepan entonces, aspirantes a Caballeros Dorados, que el Escorpión Celestial es el más mortífero de los 12 Caballeros Dorados. Convertirse en el Escorpión Celestial, es sinónimo de sacrificio. El Escorpión Celestial no es dueño de su propia vida, es dueño únicamente, de su propia muerte –comentó, saltando del desfiladero, y aterrizando detrás del furioso niño, quien retrocedió protegiendo con su cuerpo los cadáveres de sus padres, dispuesto a defenderlos de quien fuera que intentara hacerse con ellos-. Niño nacido bajo el cruel destino de las estrellas. No puedo regresarte a tus padres… pero, puedo sacarte de esta isla maldita –ofreció el sacerdote, mientras el niño se mantenía a la defensiva-. Soy el Patriarca del Santuario, Shion. He sido yo quien ha ordenado la Masacre de la Isla de Milo –le explicó el hombre, incinerando la ira del niño, cuyos ojos azules brillaban ahora de un rojo escarlata terrorífico, pero que se calmó al descubrir las lágrimas bajo la máscara del Patriarca Shion-. No deseaba esto… se suponía que la Isla de Milo estaba desierta… ven conmigo… puedo sacarte… solo debes permitírmelo… -pidió el hombre.
-¡Queda uno con vida! –escuchó Shion, y el niño también se sorprendió, se viró a ver a los recién llegados, un joven de apenas unos 15 años, con un cuchillo de cocina ensangrentado en su mano, y acompañado de otro más joven, pero quien lo seguía fielmente- Espere, ¿usted es el Patriarca? ¿Qué hace aquí? –preguntó el joven.
-Reparando en un error… este niño queda fuera de esta masacre –ordenó el Patriarca, el joven se asqueó, y comenzó a retirarse, mientras el niño de cabellera despeinada veía el cuchillo en manos del joven, y viraba a ver uno de los cadáveres, con una herida profunda en el hueso de su garganta. La mente del niño se invadió de las horribles imágenes, era un simple cuchillo de cocina, ensangrentado, podría ser una coincidencia, salvo el hecho de que ese cuchillo de cocina, no era un cuchillo cualquiera, solo había una granja en la Isla de Milo, ese cuchillo, era de su casa.
-¡AAAAAHHHHH! –gritó el niño furioso, una fuerza escarlata inquietante rodeándolo, y se lanzó al joven, mordiéndole con fuerza la mano con el cuchillo, y forzándolo a soltar el cuchillo, mismo cuchillo que el niño levantó, y furioso, clavó al cuello del joven asesino, rompiendo la hoja del cuchillo por la fuerza aplicada, y matando de un solo movimiento a aquel joven, mientras un odio profundo crecía en el corazón del niño, a momento que el compañero del joven, asustado, lo abandonaba y corría lejos del infierno.
-¡Muere! –gritaba el niño, encajando lo que quedaba de su cuchillo en el cuerpo ya inerte del joven- ¡Muere! ¡Muere! ¡Muere! –gritaba una y otra vez, clavando y clavando el cuchillo de cocina, hasta que la última estocada fue detenida por la mano de Shion, quien sintió su palma cortársele con aquella ultima estocada, pero arrebatándole el arma al niño, y lanzándola a un lado. Antes de forzar al niño a un abrazo, mientras el niño, traumatizado, lloraba con todas sus fuerzas, y devolvía el abrazo con despecho- ¡Madre! ¡Padre! ¿Por qué? –lloraba el niño destrozado.
-Por Athena… -lloró Shion de regreso, frotando la cabeza y la espalda del niño, intentando calmarlo-. Lo lamento… lo lamento tanto… no debías estar aquí, esto no debía ocurrir… pero ahora… no puedo salvarte… -le explicaba Shion, mientras el niño continuaba llorando sin que nada pudiera calmarlo-. Perdóname… niño nacido bajo el cruel destino de las estrellas. Antares brilla sobre ti… y ante aquellos a quien Antares elige… solo les espera el sufrimiento… lo lamento… de verdad lo lamento… -continuó llorando Shion, pero no más fuerte, que el niño de la Isla de Milo.
Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.
Saga de los Titanes.
Capítulo 1: La Esperanza de Athena.
Grecia, Atenas. El Santuario. Estudio del Patriarca. 09 de Noviembre 1972.
-¡Aaaaah! –gritaba un joven rubio que trabajaba en esos momentos en el acomodo de algunos libros dentro de la gran biblioteca del Santuario, cayendo de la escalera que usaba para acomodar los libros, y terminando atrapado bajo una avalancha de los mismos, que alzaron algo de polvo por los alrededores de la gran biblioteca, mientras Shion, el Patriarca del Santuario, sentado en la mesa de su estudio, intentaba concentrarse en sus responsabilidades como Patriarca. A lado suyo otro joven suspiraba con molestia tras ver el desastre, y caminó hasta el montón de libros, desenterrando al rubio de debajo de los mismos, ayudándolo a incorporarse- Gracias, Saga, y lo siento por los libros, Patriarca Shion. Me encargaré de reacomodarlos inmediatamente, yo tan solo… me preguntaba si después de aquello que acaba de platicarnos, el niño sobrevivió –preguntó el joven.
-El niño de la Isla de Milo sigue con vida, Aioros –le comentaba el Patriarca Shion, trabajando en la documentación en su escritorio, colocando algunos sellos, y firmando algunos otros documentos. El anciano Patriarca no se veía para nada viejo, a decir verdad. Su rostro aparentaba la juventud de un hombre en sus 20 años, pero la realidad de su edad era un secreto que muy pocos conocían. El lustre de su cabellera, parecía el único indicio de su verdadera edad, pero tanto Aioros como Saga, ambos aprendices del Patriarca, sabían que existía otra prueba de su edad, el temblor de su mano al firmar documentos con la pluma entintada-. No sé si es por el shock de ver a sus padres asesinados frente a él, pero el chico no recuerda mucho, ni siquiera su propio nombre. Y como aquella familia estaba instalada de forma ilegal en la Isla de Milo… bueno… no tengo la menor idea de la identidad de sus padres –les explicó Shion, por lo que, tanto Saga como Aioros, intercambiaron miradas de confusión-. Lo único que recuerda es que el cuchillo con el que fue asesinada su madre, era el que usarían para cortar el pastel de su sexto cumpleaños, que era ayer. Nada más… -les comentó Shion-. Lo que lo hace aún más triste es que, desde ahora, ese chico asociará su cumpleaños con la muerte de sus padres –suspiró Shion.
-No lo entiendo, maestro –comenzó Saga, el otro joven de cabellera azul, y quien en esos momentos ayudaba a Aioros a volver a acomodar los libros en su lugar-. Ese niño. ¿Por qué no abandona la Isla de Milo? En el Santuario recibiría acilo. No es necesario que un niño de escasos 6 años de edad, se enfrente a los horrores de la Masacre de la Isla de Milo, en la que 800 aspirantes al título de Caballero Dorado de Escorpio se enfrentan a muerte para elegir al sucesor de la Armadura Dorada –le recordó Saga.
-Una tradición absurda si me lo preguntan, pero es el juicio que el Escorpión Celestial exige para elegir a su portador –habló Shion con tristeza, parándose de su silla, y dirigiéndose al balcón de la biblioteca, mirando desde el mismo a la Isla de Milo-. Aunque lo quisiera, no puedo sacar a ese niño de la Isla de Milo por diversas razones. Una de ellas es que, en su furia, asesinó a quien pensó el asesino de sus padres –aclaró Shion, sobresaltando a Saga y a Aioros, el segundo de los cuales estaba más que perturbado por aquello-. La segunda razón, es que nació bajo la protección de la Estrella de Antares. Es un Escorpio, y me veo en la obligación de entregarlo al juicio del Escorpión Celestial –terminó Shion con tristeza.
-No puede estar hablando enserio, Patriarca Shion –se escandalizó Aioros, preocupado-. ¿Someter a un niño de apenas 6 años a algo así? Es una locura, ni siquiera sabe si ese niño es capaz de sentir el cosmos –se quejó Aioros.
-Lo siente –respondió Shion, recordando el momento en que los ojos del niño se tornaron carmesí-. Aioros, eres apenas un aprendiz de Patriarca, no olvides que uno de ustedes se convertirá en mi reemplazo –les recordó Shion, y Aioros bajó la cabeza, sintiendo la reprimenda-. Como Patriarca del Santuario, quien resulte el elegido, terminará tomando decisiones que muy probablemente irán contra sus principios morales –prosiguió, y el par de aspirantes a Patriarca reverenciaron respetuosamente-. Sin embargo, jamás olviden, que es el trabajo de un Patriarca el ir un paso por delante de las circunstancias. Y como Patriarca que soy, estoy precisamente comenzando a realizar ciertos cambios que nos ayuden a elegir a los Caballeros de la Orden de Athena, sin recurrir a métodos tan tiránicos como lo es la masacre de la Isla de Milo –les explicó Shion, regresando a su escritorio, y tomando unos papeles del mismo, mostrándoselos a Saga y a Aioros.
-¿La Fundación Graude? –preguntó Saga, leyendo la documentación que Shion les compartía- ¿Un orfanato? Más bien es una especie de cadena de orfanatos. ¿Qué tiene esto que ver con el reclutamiento de Caballeros de Athena? –preguntó Saga.
-Todo, Saga –le comentó Shion-. Hace un año el mayordomo de un tal Mitsumasa Kido, un hombre de nombre Arctos, se acercó a mí con una propuesta –comenzó a explicarles-. No sé cómo es que Mitsumasa Kido se enteró de la existencia del Santuario, que como saben, existe aislado del resto del mundo gracias a un tratado con Grecia. Pero lo importante es que lo sabe, y envió a su mayordomo a los límites del Santuario, arriesgando su vida, con la finalidad de pactar una reunión entre la cabeza del Santuario, que soy yo, y su señor Mitsumasa Kido –les explicó el Patriarca, caminando alrededor de su escritorio mientras lo hacía-. El interés de Mitsumasa Kido, es el de estudiar a profundidad la mitología dentro del Santuario. A cambio, él apoyará en la búsqueda de talentos para convertirse en Caballeros de Athena, utilizando a su fundación –terminó él.
-Espere maestro… -agregó Aioros con suspicacia-. Este acuerdo… me parece demasiado bueno para ser cierto –continuó él-. Primeramente, ¿cómo pudo un ajeno al Santuario enviar a su mayordomo con semejante ofrecimiento? Para llegar con aquella propuesta, la única forma es mediante un desertor del Santuario con conocimientos de lo que ocurre aquí dentro –dedujo Aioros, y Shion sonrió.
-La idea pasó por mi mente, Aioros –aceptó Shion-. Y por ello, es que vamos a investigar a Mitsumasa Kido, y a todo lo que lo rodea, para descubrir si es de fiar –prosiguió él, tomando una carpeta de su escritorio, y entregando la misma a Aioros-. Tal parece ser, que Mitsumasa Kido no ha realizado únicamente acercamientos a con el Santuario de Atenas, sino que parece estar interesado en más culturas antiguas. Recientemente, el gobierno de Grecia recibió una solicitud de apoyo del Gobierno de Egipto para una exploración peligrosa de unas ruinas que emergieron en la Región de Nubia, al sur de Asuán, donde se construyó una presa que accidentalmente reveló las ruinas tras entrar en operaciones y liberar la zona –le comentó Shion, entregándole una carpeta a Aioros que, al abrirla, mostró la información de una arqueóloga de nombre Yoshiko Hasegawa, de 23 años de edad-. El Gobierno de Grecia por supuesto, se puso en contacto con el Santuario, ya que un grupo de fanáticos religiosos parece tener un interés bastante violento en aquellas ruinas. Inicialmente, solo se trataba de una misión de apoyo, que no requería de la presencia de un Caballero Dorado en la zona. Sin embargo, inteligencia del Santuario logró identificar una conexión entre la estudiante universitaria recién graduada, Yoshiko Hasegawa, quien está a cargo de la expedición, y Mitsumasa Kido. Comprenderás entonces, que esto dejó de ser una simple tarea de apoyo. Partirás hoy mismo a Egipto como guía de la señorita Yoshiko Hasegawa, buena suerte –le entregó una bolsita con dinero Shion.
-¿Egipto? –se sorprendió Aioros, leyendo los detalles de su misión, mientras Shion regresaba a su balcón, y volvía a observar en dirección a la Isla de Milo con preocupación- ¿Qué hay del niño de la Isla de Milo? –preguntó Aioros curioso, y Shion meditó al respecto- Sé que es su deseo el revertir la situación de los métodos barbáricos de elección de Caballeros Dorados, pero… él sigue allí –insistió Aioros.
-Es un Caballero de Escorpio potencial, debe seguir allí –le respondió Saga de forma solemne, y Shion asintió a sus palabras-. Sin embargo, el niño de la Isla de Milo, llamémoslo Milo para no complicarnos tanto con el nombre, merece saber la verdadera razón detrás de la Masacre de la Isla de Milo, si es que aún sigue con vida –comentó Saga.
-Estoy de acuerdo –fue la respuesta de Shion-. Y me serviría de mucho, Saga, que mantuvieras un ojo atento en ese niño –comentó el Patriarca, lo que sobresaltó a Saga-. He de retirarme del Santuario por unos días. Hay algo que debo hacer en el Tibet, alguien a quien debo ver… -agregó Shion con tristeza, una que al parecer se transmitió tanto a Saga como a Aioros-. En mi ausencia, el Santuario quedará a cargo de Saga –les comentó Shion.
-¿De mí? –preguntó Saga sorprendido- Pero maestro, la jerarquía del Santuario dictamina que, en ausencia del Patriarca del Santuario, quien da las ordenes por encima incluso de los Caballeros Dorados, es el Caballero de Plata del Altar. Nicole, es quien debería estar a cargo en su ausencia –le comentó Saga.
-Algún día, cuando uno de ustedes sea el Patriarca, y tenga acceso a los textos sagrados… entenderán porque no debe abusarse del liderazgo del Caballero del Altar –les explicó Shion sin voltearlos a ver-. Esas son mis órdenes, Saga, Aioros, vean que se cumplan –terminó Shion, el par intercambió miradas, y reverenció.
Las 12 Casas. Senda a la Casa de Leo.
-No lo comprendo –comentó Saga, llamando la atención de Aioros, quien se sorprendió de que Saga le dirigiera la palabra, tras pasar todo el trayecto desde el Templo del Patriarca hasta casi llegar a Leo, sin enunciar palabra alguna. Aioros, quien ya había pasado por Sagitario, ya llevaba atada a su espalda la Armadura Dorada de Sagitario-. ¿Por qué Shion me dejaría a cargo y no a Nicole? Además, me deja a cargo de vigilar a ese niño Milo –se quejó Saga.
-No se llama Milo –le sonrió Aioros-. Sus razones tendrá, Saga, y al menos para mí el hecho de que te deje a cargo del Santuario mientras él está fuera, significa que tú eres el favorito a convertirse en el Patriarca del Santuario cuando Shion se retire –le comentó Aioros.
-Solo me deja a mí a cargo porque Aioros sabe Egipcio y puede comunicarse fácilmente con los no manipuladores del cosmos que llegue a encontrarse en Egipto –recriminó Saga, apenando un poco a Aioros-. Y hablando de cosmos, ¿el que siento es de…? –intentó preguntar.
-Así es –sonrió Aioros de una forma muy divertida, lo que no contrastaba para nada con su forma de ser dentro del Templo del Patriarca-. Mi hermanito bebé me tiene muy orgulloso, ¡mira! –apuntó Aioros, casi ruborizado.
-¡Sentirás la fuerza de mis colmillos! –escuchó entonces Saga, mientras entraban en la Casa de Leo, encontrando a un joven de cabellera castaño suave, golpeando con fuerza el cojín de entrenamiento que un fornido hombre de tez morena, aunque rubio, sostenía con su cuerpo ya repleto de sudor por el esfuerzo, mientras el pequeño de 6 años azotaba sus puños contra los mismos.
-¡Míralo! ¿¡No te encanta!? –se regocijó Aioros, apenando a Saga, y distrayendo al niño, quien fue empujado por el hombre fornido que entrenaba con él, y lanzado por los aires- ¡Mi vida! ¿¡Estás bien!? –corrió Aioros hasta donde el pequeño había sido lanzado, habiéndose golpeado la cabeza con una columna, por lo que lloraba mientras se sobaba la cabeza- ¡Aioros! ¡Reacciona! ¿¡Cuantos dedos estoy mostrando!? –se quejó Aioros, y Aioria mostró tres dedos, los mismos que él- ¡Perfecto! ¡Tus neuronas siguen funcionales! ¡Galarian Steiner! –comenzó entonces Aioros, preocupando al hombre, quien retrocedió asustado- ¿¡Cómo te has atrevido a atentar contra la materia gris de mi querido hermanito!? ¿¡No vez que muy listo no es!? ¡Me lo vas a dejar peor! –insultó Aioros, mientras Aioria gruñía de fondo por el descontento.
-Me perturba la forma en que tu actitud cambia tan drásticamente a la mera presencia de tu hermano, Aioros –se fastidió Saga, ignorando la situación, y retirándose-. Si esta es la verdadera naturaleza de tu personalidad, no me cabe dudas de que yo seré el Patriarca –aseguró Saga.
-Eso dices, pero si tú te volvieras Patriarca, lo primero que harías es abrirte tu propio harem –insultó Aioros, incomodando a Saga, quien se dio la vuelta molesto y mordiéndose los labios-. Insulta nuevamente a mi hermanito bebé, y todos sabrán que frecuentas los burdeles del Anillo Medio –amenazó Aioros.
-¡Solo has tu maldita misión, Aioros! –le apuntó Saga, retirándose, sumamente molesto, mientras Aioros se estiraba un párpado y sacaba la lengua en su dirección, lo que incomodó a Galarian, pero se concentró en lo primero de aquello.
-¿Le han asignado una misión, amo Aioros? –preguntó Galarian, pero Aioros aún abrazaba a Aioria de forma protectora mientras miraba a Galarian con desprecio- Maestro, como su Escudero, es mi deber el entrenar a Aioria con la esperanza de convertirlo en un Caballero de Athena, pero como su amigo le pido, que deje de sobreproteger a este niño, su cosmos ya es inmenso, el golpearse la cabeza con una de las columnas de la Casa de Leo en realidad hace más daño a la columna que a la cabeza de Aoria –apuntó Galarian a la columna, que se había agrietado.
-Eso ya lo sé, Galan –comentó Aioros, aunque evidentemente seguía incomodado-. Dejando eso de lado, necesito que comiences a empacar. Iremos los tres a Egipto –tras decir aquello, Aioros tomó la bolsa de monedas que le habían facilitado, y lanzó la misma a su Escudero, quien la atrapó sin problema alguno, y tras abrir la bolsita, se preocupó-. Si no es dinero suficiente, busca en las arcas de la Casa de Leo, y date prisa… por el bien del niño de la Isla Milo… lo mejor es que se resuelva la situación de Mitsumasa Kido, cuanto antes –le comentó Aioros, mirando en dirección a la Isla de Milo, que no era exactamente visible desde la Casa de Leo, pero que Aioros lograba ver sin problema alguno gracias a su cosmos.
La Isla de Milo. 10 de Noviembre de 1972.
-Oye… mátalo ya… no merece sufrir tanto –de regreso en la Isla de Milo, el niño de cabellera azul despeinada que había perdido a sus padres, se las había arreglado para sobrevivir por dos días, aunque por fin había sido sometido por un par de los 800 aspirantes a caballero, con uno de ellos sentado sobre su espalda para inmovilizarlo, mientras el otro le jalaba la cabellera y lo forzaba a mirarlo al mismo tiempo que exponía su cuello para intentar cortárselo-. Es solo un niño. ¿En que estaba pensando el Patriarca? Solo termina con él y vámonos –pedía el que sometía al niño al suelo.
-Cierra la boca -habló el aspirante que tiraba de los cabellos del niño-. No viste lo que yo vi, este imbécil asesinó a mi compañero anterior, de niño solo tiene la edad, la realidad, es que es un demonio –le explicaba el aspirante, quien, tras ver muerto a su amigo a manos del niño, sabía que debía ponerle fin a la amenaza antes de que se volviera incontrolable-. Además, es competencia, igual que lo eres tú. Recuerda nuestro acuerdo. Cuando todos hayan muerto, tú y yo pelearemos por el derecho de portar la Armadura del Escorpión Celestial -explicó el aspirante-. Hasta ahora, el único muerto de la Isla de Milo ha caído a manos de este mocoso. Él ya es un asesino, y para sobrevivir a la Masacre de la Isla de Milo todos debemos ser asesinos, me sentiré mejor si mi primera víctima, es un ser sin alma, lo hará todo más sencillo -explicó el aspirante, sintiendo entonces la mirada del niño, cuyos ojos azules cambiaban a un escarlata intenso, y que paralizaban al aspirante en su lugar-. ¿Qué está…? ¿Quién demonios eres… maldito…? -se quejaba el aspirante, preparando su cuchillo, pero sin poder usarlo para matar a aquel niño.
-¡Por órdenes del Patriarca Shion, dejarán a ese niño con vida! -se escuchó el grito de un recién llegado, Saga, el asistente del Patriarca Shion quien había llegado a la Isla de Milo, vistiendo su Armadura Dorada con la finalidad de hacer ver su autoridad, y justo a tiempo, pero no para salvar al niño, sino al par de aspirantes que estuvieron por ser asesinados por él, ya que en su distracción, el niño había logrado zafarse del que lo retenía por la espalda, y había encajado con fuerza su mano en la garganta de quien lo amenazaba con el cuchillo, estrujándole la misma- Suéltalo… -pidió Saga, pero el niño estaba furioso, y el cuello del aspirante, a punto de ceder-. He dicho… suéltalo… -de un movimiento de su mano, una fuerza de energía dorada se desprendió de manos de Saga, fuerza imperceptible para el ojo humano, pero que el niño fue capaz de ver, antes de recibirla, y ser lanzado por la ladera de la montaña en que se encontraban, permaneciendo el niño impresionado por lo que acababa de presenciar. El par de aspirantes, uno gimiendo de dolor y escupiendo algo de sangre, huyó, mientras Saga quedaba frente a un niño que lo miraba desde abajo con odio muy profundo en su corazón-. Mi nombre es Saga, Caballero Dorado de Géminis, y por órdenes del Patriarca del Santuario he venido a corregir un terrible error… -continuó él, reluciente en su Armadura Dorada, intimidando al violento niño que se sostenía del brazo lastimado, y que aún presentaba quemaduras importantes, quemaduras que Saga recordó a Shion contarle que eran producto de intentar recuperar al menos uno de los cadáveres de sus padres-. No hay razón para que seas una víctima más de la Isla de Milo… -le tendió la mano Saga, confundiéndolo-. Ven conmigo… te llevaré a casa… -pidió él.
-Esta es mi casa… -respondió el niño con debilidad y odio-. Y ustedes la están invadiendo… lárgate… no dejaré que me quiten mi casa… -continuó el niño, pero entonces, comenzó a llorar, aunque hacía muecas intentando tragarse las lágrimas, y ser fuerte. Saga, quien normalmente era de un corazón muy frio, suspiró, conociendo el terrible dolor por el que pasaba aquel niño, y así fue como decidió no llevárselo aún.
Cayó la noche. Saga acampó dentro de una cueva, y se dedicó a curar las heridas del niño y vendarle los brazos. El pequeño había aceptado su ayuda de muy mala gana. Odiaba al Santuario y todo lo que representaba, y aunque Saga se caracterizaba por ser frívolo y calculador, la verdad era que no podía culparlo del todo.
-El Santuario… atraviesa una crisis –comenzó Saga, ganando la atención del niño-. La edad ha reclamado la vida de la mayor parte de los Caballeros Dorados. Es necesario encontrar reemplazos potenciales para proteger a la Diosa Athena, próxima a nacer en el Santuario –prosiguió él, mirando al niño fijamente-. Entre los Caballeros Dorados que hacen falta, está el Caballero Dorado de Escorpio. Y para formarse como Caballero de Escorpio, el Escorpión Celestial, quien es considerado un cazador por excelencia, exige un sacrificio. Shion, el Patriarca del Santuario, no desea las matanzas de la Isla de Milo… pero es la prueba que la Constelación de Escorpio, y que la estrella Antares, imponen a quienes nacen bajo la protección de la estrella maldita –le explicó Saga, y el niño recordó, de labios del propio Shion, el escuchar aquellas palabras sobre una estrella maldita-. Athena es una diosa muy importante, solo los mejores pueden defenderla. No espero que lo comprendas, niño… pero tristemente… esta es la única manera –el niño refunfuñó con molestia evidente, para él, no tenía sentido-. No tienes por qué vivir esta vida si no quieres –ofreció Saga, comprendiendo sus sentimientos-. A todos los aspirantes a Caballeros Dorados se nos ha brindado la oportunidad de elegir, tú simplemente no eliges porque no deseas hacerlo. Abandona tu terquedad y piensa. ¿Realmente deseas esto? -preguntó Saga preocupado.
-No me importa… el Santuario convirtió mi hogar en un campo de batalla horrible… no les daré la satisfacción de reclamar lo que quieren… me voy a quedar con esa armadura… y el Patriarca puede pudrirse del odio -agregó Milo, por lo que Saga comenzó a meditar al respecto-. Es mía. ¿Lo entiendes? Está isla… y todo lo que representa, incluyendo esa maldita armadura, me pertenece… no permitiré que el Santuario la tenga, no después de todo lo que me ha arrebatado… está es mi isla… es mi vida… es todo cuanto poseo –las lágrimas volvieron a traicionar al niño, que se secó las mismas inmediatamente, dispuesto a no mostrar debilidad.
-¿Y cuando la tengas? -preguntó Saga, pero el niño no supo cómo responderle- Niño… esta isla fue evacuada en su totalidad para convertirla en el máximo campo de batalla. Lo que pasó con tu familia, es algo que no comprendo. La Isla de Milo, debía estar completamente vacía para la masacre, para así albergar a 800 aspirantes que buscan el apoderarse de la Armadura Dorada de Escorpio, 800 de los cuales tú eres el único nacido en la Isla de Milo, así que, ya que no pareces recordar ni tu propio nombre, y que reclamas pertenencia sobre esta isla, es normal que el dueño de la Isla de Milo, no sea otro que el propio Milo, ¿no te parece? –comentó Saga, y el niño, sorprendido, lo miró con curiosidad, mientras Saga terminaba de encender una fogata improvisada, y comenzaba a extender unas telas que contenían varios instrumentos de cocina- En todo caso… si vas a luchar por la armadura, estas en todo tu derecho –el niño, ahora de nombre Milo, se sorprendió de escuchar eso último-. Pero… si la reclamas. Al menos deberías saber por qué se sacrificarán 800 vidas, porque exista un solo portador de la Armadura de Escorpio –prosiguió el de Géminis, perdiendo su mirada en el fuego que ardía frente a él.
-Es una locura… no es más que egoísmo -habló Milo, y Saga, con tristeza, bajó la mirada, preguntándose si realmente sería así-. No me importa la razón -pero entonces, Milo soltó el llanto nuevamente-. No… miento… quiero saber. ¿Por qué? ¿Qué es tan importante para sacrificar tantas vidas? ¿Qué es tan importante para que yo perdiera a mi familia? -continuó llorando Milo.
-Athena -fue la respuesta de Saga, y Milo cerró su única mano sana en un puño, partiéndose por el odio tras escuchar ese nombre-. En estos momentos… ese nombre te causa un gran odio, y créeme… te entiendo… pero por favor… escucha lo que debo decirte… -Milo no deseaba comprenderlo, el dolor era demasiado grande, pero algo en su interior, tal vez curiosidad o resignación, le hizo prestar atención-. Athena es la Diosa Griega de la Sabiduría y la Guerra… fue hija de Zeus, el Dios Supremo de los griegos -explicó el de Géminis-. Athena era tan querida por los hombres, que se convirtió en la Diosa de la Paz. Ella era la única diosa que amaba a todos por igual. Fue pura, y hasta la fecha lo sigue siendo. Jamás ha sido tentada por el egoísmo, la avaricia, o la maldad. Su reino, era el más hermoso de todos… pero eso solo enfureció a los dioses -explicó Saga, y Milo tan solo lo miró, notando el profundo dolor que embargaba su corazón, como si comprendiera que todo sacrificio, sin importar cuan insignificante, valía la pena al final si era en el nombre de Athena-. Podría contarte su historia completa. Es mi deber como Caballero Dorado el transmitirla. Pero prefiero concentrarme en lo que realmente importa de la historia, y que te ayude a comprender mejor quien es el Caballero de Escorpio, y su importancia para Athena –lo miró Saga, fijamente, esperanzado en que sus palabras fueran entendidas, y el niño, ahora llamado Milo, asintió, y esperó-. Para protegerse de sus enemigos, los Dioses Olímpicos crearon 12 Armaduras Doradas. Artemisa, la hermana de Atenea, creó la Armadura de Escorpio. El cazador predilecto, al servicio eterno de la Diosa de la Sabiduría en la Guerra –sonrió Saga, orgulloso de la historia que estaba por contarle a Milo.
La Grecia del Mito.
Artemisa es una Diosa de la Cacería. Y pese a tener la tarea impuesta por los dioses de crear una Armadura Dorada con la cual elegir a su campeón, aquel quien fuera su guerrero más poderoso y su cazador más habilidoso, Artemisa era una diosa joven, y su mayor deseo era la cacería. Artemisa tuvo muchos compañeros de casería, pero de entre todos, el más famoso siempre fue Orión, el gigante que la acompañaba en sus largas noches de casería.
Cuenta el mito, que Orión se enamoró de Artemisa, y una noche mientras la joven diosa se duchaba en el rio tras una larga y agotadora casería, el gigante pretendió aprovecharse de ella y forzarla a que lo amara. Sin arco y flecha para defenderse, Artemisa gritó asustada, la valiente cazadora estaba a merced del gigante.
Era de noche, Apolo su hermano no atendería a su llamado ya que en ese momento dormía, y los animales acobardados no tenían el valor de enfrentar al gigante. Solo uno atendió al llamado. Un pequeño escorpión, más valiente que inteligente, le hizo frente al gigante Orión.
Existen muchas versiones diferentes de lo que ocurrió, solo Artemisa lo sabe con seguridad al ella estar presente. Algunos dicen, que el gigante, mofándose del escorpión por su tamaño, pisó al arácnido y accidentalmente se clavó a sí mismo su aguijón, lo que terminó con la vida de ambos.
Hay un mito más popular, que dice que Zeus se conmovió de la valentía del escorpión, y puesto que Artemisa era su hija predilecta en esos momentos, usó su relámpago para dar fuerza al escorpión, que creció hasta el tamaño del gigante, y lo combatió en igualdad de condiciones hasta darle muerte.
En todo caso, el escorpión y el gigante Orión ambos mueren. Artemisa, sin embargo, agradecida por el corazón valeroso del escorpión, lo subió al cielo en forma de constelación. El firmamento estrellado nocturno, también presume a Orión, siempre por delante del Escorpión Celestial. Se dice que aún en los cielos, el Escorpión Celestial continúa persiguiendo a Orión, y protege a la luna, quien es Artemisa, del gigante malintencionado.
Artemisa aún debía cumplir con una tarea impuesta por los dioses. La creación de una Armadura Dorada, para proteger a los dioses de sus enemigos, e inspirada por aquel valiente escorpión, ató su alma a una Armadura Dorada. Una armadura que pertenecería a su más grande guerrero, un cazador digno, que al igual que el Escorpión Celestial del mito, diera su vida en batalla, por proteger eso que es lo que más quiere.
Este mito, forjó la leyenda del Caballero de Escorpio. Un caballero de corazón noble y valiente, decidido a sacrificarlo todo, incluso su vida, por defender sus convicciones. Pero este mito se convirtió en una carga. Quien vista la Armadura de Escorpio, deberá ser un guerrero superior al resto, será quien no valorará su propia vida, pero atesorará las de los demás. Ante el Caballero de Escorpio, cualquier sacrificio, sin importar cuan doloroso, es válido mientras signifique proteger a su diosa, proteger a Athena.
El Escorpión Dorado, está destinado a morir en batalla. El Escorpión Dorado tiene una regla primordial autoimpuesta: solo tiene derecho a perder una batalla, una sola batalla, y en esta deberá morir. Solo quien esté dispuesto a convertirse en ese guerrero, que vivirá por buscar aquella batalla que terminará con su vida, será digno de vestir el Ropaje Sagrado Dorado de Escorpio.
Isla Milo. 10 de Noviembre de 1972.
-¿Solo puede perder una sola batalla en toda su vida? -preguntó Milo, y Saga asintió a momento que colocaba un tazón de sopa caliente en las manos de Milo- Pero no lo entiendo… mencionaste a Artemisa… pero la razón de que esta isla sea horrible es Athena –agregó Milo, mirando su reflejo en la sopa que le había ofrecido Saga.
-En los orígenes de la Era de Plata de la Humanidad –comenzó Saga nuevamente, y Milo comprendió que se trataba de una historia distinta-. Los Dioses Olímpicos combatieron por hacerse con el tremendo poder de las 12 Armaduras Doradas que habían sido creadas para proteger a los dioses de cualquier amenaza. En esta guerra, las 12 Armaduras Doradas cayeron del Monte Olimpo, y se estrellaron en la Ciudad de Atenas, vaporizándola por completo –le comentó Saga, y Milo viró en dirección al mar, buscando la ciudad, que aún estaba en su lugar-. La ciudad predilecta de Atenea, fue destruida. Arrepentidos, los Dioses Olímpicos renunciaron a las Armaduras Doradas para ponerlas al servicio único de Atenea, aquello incluyó a la Armadura Dorada de Escorpio creada por Artemisa –prosiguió Saga, dándose tiempo de comer un poco, antes de proseguir con su historia-. Gracias al vínculo existente entre Atenea y Artemisa, que no se limita únicamente a su hermandad, sino a que ambas diosas siempre se han apoyado la una a la otra, el Caballero de Escorpio al poco tiempo se convirtió en el favorito de Atenea. No era el más poderoso, ni el más leal, ni el más cercano a los dioses… tan solo era su favorito. Atenea y el Caballero de Escorpio, comparten un vínculo muy especial. El Escorpión Celestial, desea, con todo su ser, el proteger a Athena quien es la reencarnación de Atenea. Es por eso que esta isla solo aceptará a uno de entre 800 caballeros. Solo el que ame más a Athena, sin miedo al sacrificio que debe afrontar, podrá ser su guardián eterno –terminó Saga con su historia, y miró a Milo fijamente, esperando sus reacciones.
-Pero yo detesto a Athena… por su culpa… vivo en esta miseria -habló Milo, Saga solo se limitó a suspirar, comprendiéndolo perfectamente-. No quiero ser el guardián de Athena… solo quiero que todos me dejen en paz. Tan solo… quiero que todos se vayan… que desaparezcan –Saga entonces se puso de pie, confundiendo a Milo.
-No te pediré que abandones la isla si no lo deseas… pero volveré… y cuando regrese, te contaré más del porque es tan importante esta guerra -Milo no dijo más, solo se limitó a asentir-. Mantente con vida, Milo. Volveré para intentar convencerte nuevamente.
Milo entonces se quedó solo en la cueva. En su mente rondaban las palabras de Saga. Le era difícil comprender por qué un escorpión sacrificaría su vida en vano en contra de un gigante. Pero entonces algo en Milo reaccionó. Muy probablemente no era una comparación valida, pero Milo lo pensó así. Los 800 aspirantes, eran el gigante Orión, y este gigante pretendía aprovecharse de Artemisa, que era la Isla de Milo. La Isla de Milo gritaba, exigía que alguien la salvara, pero nadie venía a ayudarla. Entonces un diminuto escorpión respondió al llamado de la isla, Milo era ese escorpión, un escorpión más ingenuo que preparado para enfrentarse al gigante, un escorpión, que estaba destinado a entregar su vida de ser necesario, por convertirse en el salvador de la Isla de Milo.
Milo aún no comprendía donde entraba Athena o Atenea en todo esto. Pero la historia de Saga impactó a Milo de lleno. Él era un escorpión, y el gigante aprendería a respetar al escorpión. Ese día, Milo salió de la cueva, dispuesto a cazar a su primer gigante.
Egipto. Región de Nubia. 15 de Noviembre de 1972.
-¡Ruptura del Infinito! -caía el medio día en una tierra gobernada por dioses distintos a los del Santuario de Atenas en Grecia, cuando en medio del desierto, las pirámides fueron iluminadas por una tremenda explosión de cosmos, mientras un Caballero Dorado, de alas doradas y hermosas, caminaba entre la luz cegadora que comenzaba a disiparse. A sus pies caían los cadáveres de varios guerreros, y algunos otros sobrevivientes, observaban con miedo al Caballero Dorado posarse frente a ellos con orgullo- Al igual que ustedes, Guerreros del Sol, yo también tengo un dios que sostiene mi corazón –apuntó Aioros a quienes lo habían atacado, intimidándolos con su sola presencia-. Soy uno de los Caballeros Dorados que protegen a la Diosa Athena, Aioros de Sagitario. Deseo mantener la paz eterna en la Tierra, apostando mi vida en el combate, igual que ustedes. Y por más que el fuego de mi vida se desvanezca… mi cosmos permanecerá en esta Tierra. Ahora desistan, es su última advertencia –declaró Aioros, apuntando al líder de los guerreros que lo habían atacado recién llegó a los territorios de la Región de Nubia.
-¡Los Guerreros del Sol defenderemos siempre el sagrado santuario de nuestra tierra! ¡Ataquen! ¡Espada Solar! –arremetieron los guerreros en armaduras extrañas y oscuras, lanzando fuego de sus espadas, buscando incinerar a Aioros, quien no dejó de avanzar, incineró su cosmos, y de un movimiento rápido de su mano, desintegró a todos quienes tenía enfrente.
-Dar la vida por sus dioses… es también la responsabilidad de un guerrero del cosmos… han hecho bien, valientes Guerreros del Sol –terminó Aioros, y tras haberlo hecho, a sus espaldas escuchó los aplausos de un niño envuelto en una túnica blanca egipcia, quien viajaba sobre un camello, y con Galarian Steiner, el escudero de Aioros, tirando de las riendas del mismo-. No me aplaudas… me cortas lo solemne –sonrió Aioros.
-Debieron alejarse cuando sintieron la fuerza de tu cosmos, hermano –continuaba aplaudiendo Aioria de forma inocente, pero en total admiración por su hermano, incluso ajeno a la masacre que el Caballero Dorado de Sagitario acababa de desplegar. Para Aioria, estas matanzas eran normales, lo que Aioros no consentía, mientras llegaba ante su hermano y le frotaba la cabeza, despeinándolo, y después aceptando una túnica de parte de su Escudero.
-Maestro Aioros, es tarde ya, cuatro horas muy tarde –le comentaba Galarian a Aioros, quien no estaba del todo preocupado-. Sé que los Guerreros del Sol nos emboscaron, y que resultaron ser más fuertes de lo que se había imaginado. Pero no es respetuoso dejar a una dama esperando –insistía Galarian.
-Esa dama trabaja para Mitsumasa Kido, y hasta saber la resolución de Shion sobre el tema de la alianza con el Santuario, no me compete brindarle respeto a nadie –aseguró Aioros, sonriente, pero Galarian estaba firme en su decisión, lo que fastidió a Aioros-. Eres demasiado molesto, ¿lo sabías? Está bien, cuida de Aioria, iré a reunirme con esta tal Yoshiko Hasegawa –extendió Aioros las alas de su armadura desde debajo de su túnica, y dio un salto en dirección a las ruinas cercanas a una presa.
Ruinas del sur del Asuán.
-No llega… -el sol intenso golpeaba con fuerza los exteriores de unas ruinas antiguas egipcias, mientras sentada fuera de estas, sobre un tapete de lana, se encontraba una arqueóloga que intentaba, inútilmente, cubrirse del sol con su sombrero, lo que Aioros notó tras aterrizar cerca de las ruinas, donde la chica no se percatara de su dominio en el cosmos-. ¡En medio de este calor! ¡Lo estoy esperando y no llega! –se quitó el sombrero del rostro la chica, por lo que Aioros tuvo una mejor vista de sus facciones, mostrándose encantado ante las mismas, mientras la intranquila arqueóloga se rascaba la cabeza con molestia y frustración, antes de comenzar a morder una de las orillas de su sombrero, intentando tragarse las lágrimas- ¿¡Qué se cree!? Como sabía que haría calor, quería nuestro encuentro esta mañana cuanto antes. ¿¡Ya tiene 4 horas de retraso!? ¡Ya es medio día! –continuaba la chica con ojos llorosos, por lo que Aioros, un tanto arrepentido, tomó la cantimplora de debajo de su túnica, una taza metálica que llevaba atada a su cinturón, y llenó la misma de agua, antes de salir de detrás de las columnas tras las cuales se escondía, golpear su taza con su dedo en tres ocasiones, y ganar la atención de la chica.
-¿Le gustaría un poco? –preguntó Aioros sonriente- Aunque es solamente agua –ofreció él, la chica inmediatamente tomó la taza, y la vació de un solo intento, atragantándose un poco inclusive por su tremenda sed-. Me alegra que aprecie mi taza de agua, pero puede beber tranquilamente –comentó Aioros, preocupado por la chica.
-Muchas gracias por brindarme tu ayuda –habló la chica tras limpiarse los labios, en inglés, lo que incomodó un poco a Aioros-. Mi nombre es Yoshiko Hasegawa, soy Arqueóloga e investigo para la universidad… pero como mi inglés es muy malo, me pregunto si puedes entenderme –prosiguió ella en su mal inglés-. Es por eso que necesito un guía… es molesto… -se apenó ella.
-Pues qué bueno que yo sé japonés –agregó Aioros en japonés, sabiendo por la información de su carpeta que era el idioma nativo de Yoshiko, quien se emocionó por la noticia-. Si, en realidad vine a realizar un trabajo que lo requiere –continuó el sonriente.
-Ah, ¿es por eso? –agregó ella entusiasta- Me pregunto, ¿qué estará haciendo mi guía? –se fastidió ella entonces, pensativa, mientras Aioros sonreía de oreja a oreja, y Yoshiko lo miraba confundida.
-Bien, desde hoy mi trabajo será asistirla, señorita Yoshiko Hasegawa –comenzó Aioros divertido-. Yo soy Rius, le ofrezco mis sinceras disculpas por mi pequeño retraso –reverenció Aioros, aunque sin quitar la sonrisa divertida de su rostro.
-¿¡Queeeeé!? ¿¡Eres mi guía!? –preguntó ella escandalizada, y Aioros en respuesta asintió- ¿¡Para ti 4 horas son un pequeño retraso!? –enfureció aún más, Aioros solo continuó sonriendo y asintiendo, mientras detrás de él, Galarian Steiner llegaba tirando de las riendas del camello en el cual Aioria llegaba y saludaba- ¿Y ellos? –apuntó Yoshiko confundida.
El Tíbet. Lhasa. Palacio de Potala.
-¡El señorito ha vuelto a escapar! –dentro de un palacio en medio de las cadenas montañosas de una región del Tíbet llamada Potala, una monja budista de alrededor de unos 20 años, de cabellera grisácea atada en una esfera que mantenía en su lugar con un par de palillos de madera, y cuyos ojos eran de un verde esmeralda muy vívido, vistiendo un hábito de monja de color rojo, llegó en pánico a una habitación donde otras monjas, llamadas bhikkhun en aquella región, intentaban meditar, cuando la noticia del "señorito" extraviado, les invadió la mente, estresándolas sobremanera, y forzándolas a mirar en dirección a una de las monjas, aparentemente anciana, aunque no poseía arrugas en su rostro, pero sí una cabellera llena de canas atada en una coleta, además de que sus ojos, de un azul profundo, se veían bastante cansados. Un distingo de esta bella monja de supuesta edad avanzada, eran un par de lunares sobre sus cejas, un distingo de una civilización longeva, que disimulaba la vejez bastante bien. La anciana suspiró contrariada, se puso de pie, e hizo una reverencia en dirección a la estatua de buda guardando su respeto antes de salir de la habitación, seguida de la preocupada bhikkhun que había interrumpido la meditación de las demás- Uno de los jóvenes señores me reprendió severamente por la inasistencia del señorito al bhavana. Hoy es un día muy importante, nos visitará el Patriarca del Santuario de Atenas, y no solo él, su excelencia el Bodhisattva será anunciado hoy mismo en el palacio. ¿Qué vamos a hacer? -lloraba la mujer estresada.
-Bhikkhun esto… bhavana aquello… Bodhisattva lo otro… no es de sorprenderse el por qué Mu siempre se escapa. Incluso yo me he visto tentada a partirle el rostro de una patada a algunos de esos monjes idiotas que pretende darme ordenes… -se quejaba la anciana, que había cuidado de Mu desde el día en que lo vio nacer, y mientras se paseaba por el enorme palacio de Potala, la mayor maravilla arquitectónica del Tíbet-. Ahora… ¿dónde podrá estar ese mocoso? -se preguntó, y cerró los ojos intentando concentrarse. La bhikkhun estaba sumamente preocupada y pretendía interrumpir a la mujer, cuando esta la silenció al poner su mano sobre los labios de la monja, quien temblaba de impaciencia-. No te muevas… pronto se distraerá… sé que está aquí… -susurró, y en ese momento, su mente dibujó el sonido del agua al partirse, una gota que acababa de golpear el suelo, y agudizó los oídos.
Sobre las cabezas de ambas había varias tiras de telas y cuerdas sosteniendo tapices bordados con telares budistas. Sobre estas cuerdas escarlatas se encontraba un niño, de cabellera rosada, perfectamente equilibrado de cabeza bajo las cuerdas a una altura cercana al techo del palacio. Se sostenía con los dedos de los pies bien afianzados a la cuerda escarlata que sostenía a los tapices, sobre la cual había estado equilibrándose hasta la llegada de la anciana. Mu era el nombre de este niño, estaba sudando, pero no solamente por el esfuerzo, sino por el temor de ser descubierto. Tristemente, sus fluidos corporales no parecían querer cooperar con él y continuaban acumulándose y cosquilleándole la frente, hasta que caían, y Mu se veía forzado a tambalearse, sujetarse de la cuerda con las manos, y usar toda su concentración para que mientras viraba atrapara con sus pies descalzos las gotas traicioneras de su sudor. El giro por la cuerda significaba que más de su sudor amenazaba con caer de dónde estaba, pero su entrenamiento le permitía ver estas gotas, y atraparlas todas con patadas rápidas y certeras, o embistes de sus manos a gran velocidad.
-¿Puedes escuchar cómo el viento se parte, Mayura? -preguntó la anciana, y la bhikkhun no supo qué decir- Tus palillos… -apuntó la anciana al arreglo del cabello de la monja, que se quitó los palillos que le sostenían la cabellera, y se los entregó a la anciana, liberando su maraña de cabello-. ¡Primer tiro! -gritó y lanzó el palillo al aire, y Mu, quien apenas y había logrado volverse a incorporar, miró el lanzamiento de uno de los palillos de madera dirigirse a su rostro, forzándolo a esquivar, y a aferrarse con los dedos de sus pies a la cuerda nuevamente de cabeza para no caerse- ¡Segundo tiro! -lanzó el segundo palillo, golpeando con fuerza el pie del pequeño Mu, quien sintió la punzante sensación de dolor, pero se cubrió la boca negándose a gritar- ¿Oh? Parece que me equivoqué… debe estarse escondiendo en otro lugar… -sonrió la anciana, y la bhikkhun no entendía nada de lo que ocurría, pero se estremecía por sus palillos que fueron lanzados indiscriminadamente. Mu entonces no toleró las lágrimas del dolor del tremendo lanzamiento del palillo, y una lágrima se le escapó, esta le rodó por la mejilla mientras se frotaba el adolorido pie con su otro pie, y para cuando Mu se dio cuenta de que la lágrima caía, incluso al verlo todo en visión lenta por su avanzado entrenamiento, no fue capaz de atraparla y esta cayó al suelo, alertando a la anciana.
-Casi lo logras, Mu, pero de todas formas ya sabía que estabas allí arriba. No importa cuántos tapices haya en el techo detrás de los cuales ocultarte, sigues siendo muy ruidoso… -le sonrió la anciana, viendo a Mu de cabeza, y la bhikkhun al notar en dónde se encontraba Mu, se impresionó y cayó sobre sus débiles piernas-. ¿Ya vez las desdichas que haces pasar a la pobre de Mayura? -preguntó la anciana, y Mu intentó hablar, pero la anciana lo interrumpió rápidamente- No olvides tus votos -le reprendió, molestando a Mu-. Ahora abajo y atiende a tu meditación, el bhavana ese o como se llame… -ordenó. Pero para sorpresa de la anciana, Mu se cruzó de brazos aún de cabeza-. Mu… -se fastidió, pero Mu movió su cabeza en negación-. Hiciste votos, debes obedecerlos -pero Mu lo volvió a negar, y Mayura, la bhikkhun asignada a los cuidados de Mu, comenzó a incorporarse-. Yo tampoco quiero estar aquí, pero reglas son reglas -y Mu la apuntó a ella-. Ya lo sé, yo rompo las reglas, pero yo tengo cientos de años más que tú, jovencito, y mientras vivas bajo el techo de Potala, y bajo mis órdenes, obedecerás a tus votos -pero en respuesta, Mu le sacó la lengua-. Ahora baja. Los monjes te están esperando -pero Mu se apuntó a la boca-. No te atrevas… -le amenazó la anciana, y Mu sonrió-. ¡No lo hagas! -gritó.
-¡Ya estoy harto de todas las reglas! -le respondió Mu, y su grito resonó por todo el Palacio de Potala, y cuando lo hizo, todos los monjes presentes se horrorizaron al verlo colgado de cabeza de los tapices en el techo. Mayura suspiró deprimida por la pérdida en el avance del entrenamiento de Mu, y volvió a desplomarse sobre sus débiles piernas- Lo siento por defraudarte, Mayura… pero ya toleré muchas órdenes. Y usted maestra Yuzuriha, ni siquiera puede perseguirme hasta aquí arri… -se quejó Mu, pero para su sorpresa encontró a la anciana corriendo por las paredes hasta saltar a donde Mu se balanceaba de cabeza, sorprendiendo al niño, quien la evadió al columpiarse y atrapar con los dedos de su pie otro conjunto de cuerdas y tapices diferentes, lejos de la molesta anciana.
-Rompiste tu voto de silencio… -se molestó la anciana, y Mu la miró con preocupación-. Ahora sufrirás las consecuencias -tomó un cuchillo de debajo de su manga, horrorizando a todos los mirones que llegaban a ver el circo de Mu, y cortó la cuerda frente a ella de un movimiento rápido y certero, forzando a Mu a caer mientras se sostenía con los pies a la cuerda-. ¿Cómo saldrás de esta, Mu? -le preguntó a manera de burla, mientras Mu se dirigía peligrosamente a la pared, comenzaba a brillar de dorado, y aplaudía con ambas manos, generando una potente fuerza dorada que lo detuvo momentos antes de estrellarse de cara contra el muro, luego se dejó caer, lo cual aún era una altura considerable, pero lanzó otra fuerza dorada, se mantuvo a flote, y cayó con gentileza-. Impresionante, la meditación te ha ayudado a controlar tu destructivo cosmos -sonrió Yuzuriha-. ¿Vez ahora que no todo en tu entrenamiento en este palacio ha sido malo? -le preguntó.
-Con todo respeto, maestra… -reverenció Mu-. ¡No me importa! -le aseguró con una vena saltada sobre su frente, y corrió en dirección a Mayura, jalándola para ayudarla a levantarse- Huyamos, soy un monje hombre y como tal debes obedecerme -le recordó Mu antes de que Mayura se pudiera quejar, y así la pobre bhikkhun fue forzada a permanecer en silencio, mientras Mu la tomaba de la mano y huía con ella tirándole del brazo.
-¡Vuelve aquí en este instante jovencito! -le recriminó la anciana, saltando y cayendo al suelo con agilidad, y varias de las bhikkhun se desmayaron al presenciar semejante movimiento- Le advertí a Shion que someter a alguien tan joven como tú a una rutina de entrenamientos como esta era una tiranía, ¿pero me hizo caso? No, yo soy la vieja cascarrabias que aún no supera las viejas costumbres -se quejaba Yuzuriha, mientras daba persecución a Mu, quien era más rápido que la anciana, pero iba jalando de Mayura, que muy apenas podía seguirle el paso por sus piernas que jamás habían sido tan fuertes-. ¡Deténganlo! -le gritaba a las bhikkhun, quienes se interpusieron en su camino.
-¡Como su superior les ordeno que no lo hagan! -ordenó Mu, y las bhikkhun se estremecieron de tristeza y se hicieron a un lado, obedeciendo- Libertades religiosas, pero sin acceso a libertades de género… los budistas de verdad necesitan revalorar sus principios… -se quejó Mu, sorprendido por la obediencia de las mujeres.
-Con el debido respeto, señorito, usted nunca ha sido budista… -reflexionó Mayura, y de improviso plantó los pies a tierra cuando Mu intentó volver a correr, y con su peso lo derribó al suelo-. Lo siento mucho, señorito, pero las bhikkhun solo debemos obedecer a los monjes que pertenecen al budismo. De verdad le pido una disculpa, pero su entrenamiento es muy importante -intentó convencerlo Mayura, quien entonces resintió sus piernas, y se dejó caer al suelo por el esfuerzo de frenar con sus piernas maltrechas.
-¡Mayura! –se preocupó Mu, mientras Yuzuriha se las arreglaba para llegar tras él, y propinarle un tremendo golpe en la cabeza, que forzó a Mu a sobarse con fuerza- Como monja deberías arrepentirte de tus actos… -le apuntó Mu.
-Se les llama bhikkhun, y no soy una de ellas, discípulo imbécil –le propinó un segundo golpe la anciana que no se veía como anciana salvo por su cabellera blanca-. Además, mira lo que hiciste en tu imprudencia… las piernas de Mayura apenas y pueden ayudarla a caminar, y gracias a ti ella… gracias a ti ella… ella… -comenzó la anciana, tomándose el pecho, y horrorizando a Mu, quien aterrado se incorporó e intentó ayudar a Yuzuriha a reponerse, cuando una mano se posó sobre su espalda, envuelta en un cosmos dorado, y comenzó a ayudarla a tranquilizarse.
-Aunque no lo parezca, Mu… Yuzuriha es bastante mayor ya –habló el hombre que usaba su cosmos para tranquilizar el corazón de Yuzuriha, Shion, el Patriarca del Santuario de Atenas-. ¿Te encuentras bien, Yuzuriha? –preguntó Shion.
-Patriarca… -se sorprendió Yuzuriha, e hizo una reverencia ante su líder en el Santuario-. Lo esperábamos más tarde para supervisar los avances de su discípulo –reverenció la anciana, secándose el sudor, pero con su corazón ya más tranquilo. Mu se mostró arrepentido de su accionar, y se arrodilló frente a su maestra, y frente a Mayura, aceptando cualquier reprimenda que pudieran darle.
-Mu… -comenzó Shion, incomodando a Mu, quien volvió a reverenciar por su falta de respeto-. Me disculpo contigo, por haber interrumpido nuestro entrenamiento. Comprendo que el someterte a las enseñanzas de la meditación y el desprendimiento no ha sido muy de tu agrado, pero espero que lo comprendas. Mu, tú, no eres humano… ninguno de nosotros lo es… -le recordó Shion, lo que al parecer causaba un gran dolor en el corazón del joven-. Los lunares en nuestras frentes, representan a nuestra especie. Tu cuerpo físico actualmente es el de un niño de 6 años de edad, pero conforme pase el tiempo, irás descubriendo que tu cuerpo se queda misteriosamente atrapado en la edad de los 20 años, le pasó a Yuzuriha, me pasó a mí, y te pasará a ti. La meditación que has llevado por estos tres años, debe prepararte para esto, y muchos otros horrores que se avecinan. Ante tus ojos, Yuzuriha y yo parecemos jóvenes de 20 años con cabelleras escasas de lustre, pero eso no cambia el hecho de nuestras verdaderas edades. 248 años –se apuntó Shion-. Y 245 años –presentó a Yuzuriha con su edad-. Esto es algo que deberás entender, ya que, aunque seamos longevos, ni Yuzuriha ni yo somos eternos… pronto, más pronto de lo que crees, partiremos al otro mundo a esperar nuestra reencarnación… -le comentó Shion, llamando la atención de Yuzuriha, quien observó a Shion con sorpresa, mientras los ojos de Mu se llenaban de lágrimas, temeroso de que llegara ese día-. Cuando eso ocurra, tu mente deberá ser tan fuerte y templada, para aprender a sobrellevarlo, porque Mu, en las estrellas, he visto varios posibles futuros, y es mi deseo el que alcances aquel que te lleve a superar en años la vida que tu maestra y yo hemos disfrutado. Pero para que ese día llegue, tendrás que seguir meditando, y preparando tu mente, para ver a familia, amigos, y seres amados morir ante tus ojos. ¿Lo comprendes… Mu? –preguntó Shion.
-Pero maestro… ustedes… -lloró Mu, quien aún no tenía la fuerza suficiente de desprendimiento, para poder tolerar lo que la mente de un niño de escasos 6 años comprendía como terror a la muerte- Ustedes son mi única familia… sin ustedes… yo… -comenzó él, pero Shion le secó las lágrimas.
-Sin nosotros, encontrarás a otra familia, Mu –lo abrazó Shion, mientras Mu se entregaba en llanto contra su pecho-. Hay muchos tipos de familias, Mu… algunas son de sangre, como tu relación con Yuzuriha quien es tu ancestro. Otras son de maestro y discípulo, como la que tú y yo compartimos, pero hay otra familia, que sé que será la que llenará todos los vacíos en tu corazón… es hora, de que te enseñe la técnica que unirá tu cosmos con el de tus hermanos, y forjará el vínculo más inquebrantable de todos, el vínculo de los Hermanos de Cosmos, ven conmigo… -pidió Shion, y Mu asintió, siguiendo a su maestro, aunque antes de que ambos se retiraran, Yuzuriha lo detuvo, algo molesta.
-Shion… ¿acaso tú has visto tu propia…? –intentó decir Yuzuriha, y Shion, sonriente, se viró para verla, y asintió en ese momento, preocupando a la anciana, quien aceptó aquello- ¿Quieres hablar al respecto? –preguntó ella.
-No cargarás con mi partida por mucho tiempo, Yuzuriha… -le respondió Shion, confundiendo a la mujer, quien comprendió aquellas palabras-. Una nueva esperanza se acerca al Santuario de Atenas… tan solo, no es nuestra esperanza… es la de ellos –le acarició la cabeza Shion a Mu, quien no comprendía las palabras de Shion-. Ahora, si me disculpas… es hora de mostrarle a Mu, su última enseñanza como su maestro… -prosiguió Shion, invitando a Mu a seguirlo, y ambos salieron del Templo de Potala, dejando a una Yuzuriha entristecida y mirándolos deprimida.
-¿Maestra? –preguntó Mayura, quien aparentemente entendía menos que Mu al respecto de lo que ocurría, mientras observaba a Yuzuriha desprendiéndose un anillo dorado de su brazo, y entregándole el mismo a Mayura- No lo entiendo… -comentó ella preocupada.
-El Patriarca Shion no era el único invitado del día, Mayura –le explicaba Yuzuriha, insistiendo para Mayura el que tomara el anillo dorado, además de sacar una máscara de plata de debajo de su túnica-. Tu maestro, el Bodhisattva, también llega hoy al Palacio de Potala. Continuarás tu entrenamiento bajo su tutela, y cuando llegue el momento, entregarás mi anillo dorado, al último de mis descendientes. Te lo encargo, Mayura –pidió Yuzuriha, retirándose, sin dar explicaciones adicionales, y dejando el palacio de Potala, como si no fuera a regresar jamás.
-¿Maestra Yuzuriha? ¿A dónde va maestra Yuzuriha? –preguntaba Mayura confundida, y observando al anillo en sus manos- No lo comprendo, ¿qué se espera de mí? ¡Maestra! –preguntó mientras las puertas dobles del Palacio de Potala se cerraban. Mayura, confundida, intentó ir tras su maestra, cuando en el pasillo frente a ella, comenzó una caravana, con monjes en sus canticos dando la bienvenida a su templo a un joven rubio que permanecía con sus ojos cerrados, y quien caminaba envuelto en una túnica blanca frente al grupo de monjes que lo presentaba ante los presentes como el Bodhisattva- ¿Ese niño, es el Bodhisattva? –preguntó Mayura a sus adentros, aunque el niño pareció escucharla, y viró su rostro en dirección a la chica, a quien los monjes, molestos, observaron con desprecio.
-Bodhisattva… -susurró el niño-. El encarnado que eternamente busca la suprema iluminación, no solo de sí mismo, sino de quienes le rodean –prosiguió el joven en hindú, pero Mayura, quien no hablaba ese idioma, podía entenderlo de alguna manera-. El Bodhisattva es un individuo que comparte una relación de simbiosis con la gran eminencia, Buda, quien es su maestro. Pero el Bodhisattva no siempre alcanza la iluminación, por eso reencarna y reencarna continuamente intentando llegar al Nirvana. Ese… es quien soy… -le comentó el chico rubio, virándose en dirección a Mayura, con un collar de 108 cuencas alrededor de su cuerpo-. Pero ante ti, Mayura, mi nombre es Shaka… el destinado a convertirse en el Caballero Dorado de Virgo, y a partir de este momento, tu maestro… -reverenció Shaka, y Mayura devolvió la reverencia, al tiempo en que se colocaba la máscara de plata, aceptando su nuevo rol como iniciada de las enseñanzas de la caballería.
Egipto. Región de Nubia.
-La Presa Alta de Asuán fue construida para detener los frecuentes desbordamientos del Río Nilo de Egipto –mencionaba Yoshiko, caminando por los alrededores de unas ruinas, extrañamente con Aioria tomándole de la mano-. Con ella se obtuvo energía hidroeléctrica, fecundación del suelo desértico y abundante pesca, pero… no todo fue bueno –continuaba ella, con Aioria ligeramente interesado en su plática-. Muchas de sus ciudades, junto con algunas ruinas importantes de Egipto, quedaron sumergidas. Incluso el famoso Templo de Abu Simbel quedó sumergido. Pero gracias al apoyo de la UNESCO éstos fueron transferidos y reconstruidos en su ubicación actual. Sin embargo, yo creo que aún existen otras ruinas importantes bajo el agua. Mi sueño es poder encontrarlas… por eso he venido a Egipto… es por eso que… -prosiguió Yoshiko, temblando de coraje y confundiendo a Aioria-. ¡No vine aquí a hacer de niñera! ¡Debí haberme negado, pero…! –monologó Yoshiko, quien entonces notó que Aioria hacía una mueca en su dirección- Qué torpe… - se quejó ella, bajando la cabeza-. No puedo hacerme entender en japonés. Tal vez en inglés: Este… pequeño Leo. ¿Te encuentras bien? Sé que solo es de noche, pero, ¿no tienes miedo? Hasta que tu hermano mayor llegue, tú estarás conmigo, así que por favor no te sientas solo. Estoy segura de que regresará muy pronto, ¿quieres un poco de agua? –ofreció Yoshiko.
-No entiendo el inglés de Yoshiko, pero sí el japonés, habla mejor japonés –se burló Aioria, incomodando a Yoshiko-. ¿En este lugar se encuentra lo que Yoshiko quiere encontrar? –preguntó Aioria, y Yoshiko, tras recuperarse de la humillación que era el que un niño de 6 años supiera más idiomas que ella, asintió, y el par continuó charlando y platicando mientras caminaban por una zona semidesértica, ya que por mucho tiempo estuvo sumergida bajo el agua, buscando, explorando, lo que Yoshiko pensaba que sería alguna clase de templo subterráneo. Yoshiko intentaba seguir haciendo conversación, pero Aioria ya no le prestaba atención, sentía una perturbación en su cosmos, mientras la tierra comenzaba a moverse a algunos metros frente a ellos-. ¡Yoshiko! –llamó Aioria, despertando a Yoshiko de su trance, mientras la arena de los alrededores se arremolinaba, y comenzaba a construir algo frente a ellos- ¡Esa cosa está reaccionando a mi cosmos! –agregó, cuando una estatua de un chacal gigante terminó de formarse, la representación de un dios que no existía en el panteón griego, Anubis, el soberano de los muertos.
Ciudad de Asuán.
-Sobre la negociación con el gobierno de Egipto –no muy lejos de donde Yoshiko y Aioria exploraban, Aioros se había reunido con Galarian. El Escudero de Aioros había estado investigando sobre Yoshiko Hasegawa, y su relación con Mitsumasa Kido, por lo que Aioros en esos momentos, leía la información que Galarian había recabado-. Está noche será la única en que podrán entrar a esas ruinas. Nada obstaculizará su ingreso –le comentaba Galrian, mientras Aioros terminaba de leer la documentación, y cerraba la carpeta-. Por cierto, amo Aioros… el cosmos que se puede sentir en ese lugar es sospechoso… ¿no acompañará a la chica? –preguntó Galarian incomodado.
-¿Eh? ¿Porqué? Si la señorita Yoshiko ya las ha encontrado, estoy feliz de no tener que ir –se burló Aioros, molestando a Galarian-. Además, yo realmente vine a investigar sobre Yoshiko y su relación con Mitsumasa Kido, todo parece estar en orden, no hay ningún peligro para el Santuario en esta documentación, así que solo compraré recuerdos para Aioria, y estaremos en el primer vuelo de regreso a casa –se alegró Aioros por aquello, cuando sintió un cosmos inmenso y sombrío golpearle la columna-. Esto es… -se perturbó Aioros, dejando las bromas, y concentrándose-. Galan… siento un cosmos inmenso y maligno. Dejé a la señorita Yoshiko con Aioria sabiendo que Aioria podría protegerla si algo salía mal, pero, este cosmos… es más violento de lo que me esperaba que fuera… -sentenció Aioros preocupado, flexionó las piernas, y salió disparado al cielo, siguiendo la fuerza de cosmos que había sentido en las ruinas que exploraban Yoshiko y Aioria.
Egipto. Región de Nubia.
-¡Desaparece! –enunció Aioria, de sus manos se desprendió un trueno, que fulminó a la estatua del chacal en esos momentos, impresionando a Yoshiko, quien no estaba segura siquiera de lo que acababa de ver, mientras la inmensa forma del chacal se despedazaba, y rompía el suelo, revelando unas ruinas subterráneas.
-¿Pequeño Leo? –preguntó Yoshiko, intimidada, y creyendo haber visto con sus propios ojos a Aioria lanzando un trueno de sus manos desnudas- ¿Quién eres tú realmente? –preguntaba la intimidada arqueóloga.
-Yoshiko… -habló Aioria, sorprendiendo a la mujer-. Mira por ahí… está abierta… la teoría de Yoshiko estaba acertada –prosiguió Aioria, se adelantó, posó su pie sobre las ruinas recién descubiertas, y su corazón se estremeció, mientras en su mente, una inmensa serpiente de roca, envuelta en una terrible oscuridad, con sus fauces como relámpagos, parecía sonreírle, mientras de los interiores de los relámpagos, un par de ojos rosados parecían observar directamente al alma de Aioria-. Más adelante… se encuentra el Tártaros… -dedujo Aioria para sí mismo, en griego, pero por alguna razón, Yoshiko logró entenderlo.
-¿El Tártaros? –preguntó Yoshiko, sorprendiendo a Aioria, pues Yoshiko no se suponía que pudiera entenderlo- ¿El sitio más profundo del inframundo griego? ¿Por qué estaría el Tártaros debajo de unas ruinas Egipcias? –preguntó Yoshiko confundida.
-Espera, ¿puedes entenderme? Pero eso es imposible, estoy hablando griego –se sobresaltó Aioria, quien entonces escuchó desde las profundidades de las ruinas un rugido espectral, mismo que parecía llamar a Aioria, quien, en alguna clase de trance, comenzó a adelantarse, preocupando a Yoshiko, quien pese a estar asustada, siguió al pequeño.
-¿Qué es esto? ¿Qué son estas ruinas? ¿Y este resplandor azul? –se preguntaba Yoshiko, siguiendo a Aioria al interior de las ruinas, aparentemente inundadas por un líquido azul muy bello- ¿Será Agua? –preguntó Yoshiko, acercando su mano a la misma, cuando escuchó en su mente.
-¡Icor! –resonó con fuerza en las mentes de ambos- ¡La sangre de los dioses! –escuchó nuevamente Yoshiko, mientras su mano entraba en el agua azul, y desaparecía absorbida por su piel, lo que asustó a Yoshiko sobremanera.
-¡Yoshiko! –gritó Aioria, Yoshiko despertó de su trance, y se vio rodeada de estatuas como la del chacal que los había atacado en la superficie- ¡Plasma Relámpago! –resonó el grito de Aioria, y nuevamente, solo que más claro esta vez, Yoshiko logró ver los destellos dorados desprenderse del puño de Aioria, y destruir a las estatuas que se habían lanzado para matarla.
-Pequeño Leo… ¿Quién eres tú? –preguntó Yoshiko aterrada, y Aioria, entristecido por verle a los ojos temerosos y tristes, bajó la cabeza, sabiendo que no podía responderle, pero ante las mentes de ambos, una respuesta llegó desde los interiores de un sarcófago oscuro que comenzó a irradiar un cosmos sombrío.
-Él quien manipula el relámpago de Zeus… -escucharon ambos, y tras aquello, el cosmos de Aioria se salió de control, y los relámpagos comenzaron a rodear los alrededores del templo, destruyéndolo todo-. ¡Libera el sello! –escuchó Aioria, su mente regresó con la gran serpiente de piedra, y ante sus fauces de relámpagos. Los relámpagos sin control de Aioria parecieron entrar en su dimensión, y estrellarse contra las fauces electrificadas de la serpiente- ¡Rompe el sello! –escuchó Aioria, intentó recobrar el control, pero entonces escuchó el grito de terror de Yoshiko, mientras más de aquellas estatuas se levantaban intentando matarla.
-¡Plasma Relámpago! –atacó Aioria, despedazando a las estatuas, y volviendo a perder el control de sus relámpagos, que desestabilizaron nuevamente las fauces de la serpiente, cuyos barrotes de relámpagos se extinguieron, por lo que el ser encerrado dentro, sonrió con una malicia que inundó el corazón de Aioria de miedo.
-¡Bien hecho Aioria! ¡El resto, déjaselo a tu hermano mayor! –llegó Aioros a terminar de despedazar las estatuas que se habían alzado, llenando a Yoshiko de sorpresa al verlo revestido en aquella Armadura Dorada- ¡Que el cosmos oscuro sea iluminado por la luz dorada! ¡Ruptura del Infinito! –de las manos de Aioros, se desprendieron hileras de luz en un torrente hermoso, que no solo mantenía a Yoshiko impresionada y sin palabras, sino que destrozó el cosmos oscuro que rodeaba a las ruinas, apagándolo por completo, e incluso en la mente de Aioria, el ser que en esos momentos intentaba escapar de las fauces del Tártaros, fue impactado por uno de los rayos de luz, debilitándolo sobremanera, impidiendo que el ser adquiriera una forma corpórea en específico, y obligándolo a refugiarse dentro de la serpiente, cuyos relámpagos debilitados, volvieron a encenderse como barrotes para una prisión que, gracias a Aioria, parecía que no duraría mucho tiempo más. La crisis había terminado, pero en la mente del joven Aioria, algo no estaba bien.
El Tíbet. Lhasa. Palacio de Potala.
-El Sello del Tártaros… -comenzó Shion, sintiendo una perturbación en el cosmos proveniente desde Egipto, aun cuando él se encontraba tan lejos, en el Tíbet, y en medio de un entrenamiento con Mu, quien intentaba incinerar su cosmos tan alto como le fuera posible-. No es posible… no había visto esto en las estrellas… ¿acaso…? ¿La prisión que mantiene a los Titanes encerrados por la eternidad, se ha debilitado? –se horrorizó Shion, pero entonces la luz del cosmos de Mu llamó su atención, este crecía inmenso, como una columna de luz que todo lo atravesaba.
-¡Athena…! –comenzó Mu, su cosmos estallando y rebozando de energía, haciendo a toda la montaña temblar, mientras la convicción de Mu se reunía en su mano, como una esfera de luz, un cosmos hermoso como a la vez destructivo- ¡Este es el poder de mi cosmos! ¡Estalla! –alzó los brazos Mu, y la tierra misma pareció escupir un cosmos dorado por el firmamento, iluminándolo, casi como si pudiera llegar hasta las estrellas.
-Esa es… lo consiguió… -enunció Shion impresionado, mientras el cosmos de Mu se apagaba casi en su totalidad, y pequeñas flamas del mismo se aferraban a su cuerpo, como si en cualquier momento la más mínima brisa pudiera apagarlas-. Es verdad… aún si no estaré vivo para verlo… detrás dejo plantada la semilla de la esperanza… Mu… lo que has conseguido hoy, es solo el inicio… el poder de proteger a Athena con todas tus fuerzas, recaerá en tus hombros, y en los hombros de aquellos a quienes llegarás a llamar tus hermanos… la esperanza de Athena, brilla en esta era más que en ninguna otra, estoy seguro… -aceptó Shion, mientras miraba al cielo, y buscaba las constelaciones, concentrándose específicamente en la Constelación de Aries, visible en esos momentos en el firmamento.
Grecia. La Isla de Milo.
-¡Enciéndete! –frente a las ruinas de una granja quemada hasta sus cimientos, Milo entrenaba, mirando a las estrellas, y viendo directamente a una estrella roja en el cielo, que parecía brillar ante su sola presencia, mientas Milo concentraba su fuerza, frente a un par de tumbas en las cuales yacían los restos de sus padres- ¡Arde! ¡Haciende al cosmos infinito! ¡Que mi cosmos arda como arde en estos momentos el odio que siento! ¡Estrella maldita de Antares! ¡Tú que brillas sobre mí causándome toda esta tragedia y este dolor! ¡Quieres que me rinda ante ti por todo el dolor que me has causado, ¿no es así?! ¡Pues no pienso darte ese gusto! ¡Mi nombre es Milo! ¡Esta es mi isla! ¡Y no seré reclamado por ti! ¡Seré yo quien te reclame a ti! –proseguía Milo, su cosmos irradiando odio, creciendo escarlata e intenso.
-¡Concéntrate! –le gritaba Saga, de brazos cruzados, y cerca de donde Milo entrenada- Tu odio es demasiado grande… un cosmos de odio jamás te permitirá encontrar la fuerza necesaria para llegar al infinito. Hasta que comiences a ver la vida con esperanza, tu cosmos no alcanzará el nivel dorado… -le explicaba Saga.
-¿¡Esperanza!? ¿¡Qué hay de esperanza en mi vida, Saga!? –lloraba Milo, furioso, mirando en todo momento a la tumba de sus padres- ¡Me lo han quitado todo! ¡Lo único que me mantiene cuerdo es ver a esos 800 malnacidos como el gigante al que he de derrotar! ¡Los masacraré a todos! –lloraba Milo de impotencia y desprecio.
-Un niño tan joven no debería pensar de esa forma… -suspiró Saga, preocupado por Milo-. El Deber del Caballero de Escorpio es el de proteger a Athena, no hay sacrificio que el Caballero de Escorpio no pueda afrontar en el nombre de Athena. Piensa en ello, y controla tu cosmos –pidió Saga.
-¡Que se pudra Athena! ¿¡Dónde estaba ella cuando perdí a mis padres!? –preguntó Milo, su cosmos desbordándose violento y destructivo, como relámpagos carmesíes que traían un presagio de muerte y destrucción, mientras los ojos de Milo se encendían de un rojo intenso- ¿Cómo podría luchar por Athena, con todo este odio en mi corazón? ¡Ni siquiera la conozco! ¿Por qué luchar por ella? –insistía Milo.
-Llegarás a conocerla, Milo –se acercó Saga hasta donde Milo elevaba su cosmos, con una tranquilidad indescriptible, y una mirada que irradiaba nobleza, tranquilizando al niño-. Vas a conocerla, y vas a amarla por sobre todas las cosas. Ese es tu destino, el destino del Caballero Dorado de Escorpio, el destino de él quien recibirá toda la ira y los castigos de los dioses, quien manchará su alma de escarlata, por devoción y entrega a su diosa, porque Milo, el Caballero de Escorpio es el caballero que tiñe su alma de escarlata, por mantener a su diosa pura, y solo la diosa pura, liderará al mundo a una era donde lo que te ha pasado a ti, no le ocurra a nadie más –señaló Saga a las tumbas de los padres de Milo, quien comenzaba a calmarse, encontrando esperanza en las palabras de Saga-. Conviértete en el Caballero Dorado que pueda transmitir esa fuerza, y que haga valer la justicia verdadera. Si debes convertirte en un ser despiadado, conviértete en un ser despiadado, pero siempre en el nombre de la esperanza, siempre en el nombre de Athena, que tu lealtad sea a tu diosa, la Diosa de la Esperanza, porque Milo, Athena no es solo Sabiduría y Guerra, es esperanza, la esperanza de que, pese a todas las adversidades, se es capaz de alcanzar un mundo en el que las tragedias y la muerte, no separen a un niño de sus padres… -terminó Saga, extendió sus brazos, y abrazó a Milo con fuerza-. Por un mundo… en que las familias puedan vivir en paz… debes convertirte en el Caballero de la Esperanza, Milo… conviértete en la esperanza de Athena, enséñale a llevar al mundo, a una era de paz… plena y perpetua… -pidió Saga, sus ojos ahogados en lágrimas, lo que no solo sorprendió a Milo, sino que lo envolvió con una tremenda calidez.
-Paz… plena y perpetua… -susurró Milo-. ¿De verdad Athena es capaz de crear un mundo así? –preguntó Milo, su cosmos calmándose, la tierra dejó de temblar, su cosmos dejó de brillar de escarlata, y adoptó un color dorado y hermoso- Si debo convertirme en un asesino despiadado… por asegurar que ese futuro que Athena promete se convierta en una realidad… yo… me convertiré en el ser capaz de hacer hasta lo imposible… por mantener la pureza de mi diosa… y ayudarla a traer ese mundo de paz… plena… y perfecta. Ese sería… un mundo hermoso… -el cosmos de Milo, pasó de ser mortífero y horrible, a ser cálido y gentil. Saga se sorprendió, se hizo a un lado, y observó el cosmos de Milo extenderse por toda la Isla de Milo, rodeando a la isla con su calor-. Señor Saga… siento algo extraño en mi pecho… ha dejado de dolerme… -comentó Milo, impresionado, y con sus ojos aún humedecidos.
-Haz dado el primer paso, Milo, a convertirte en el Caballero de la Esperanza –aceptó Saga, mirando a las estrellas, buscando a Antares entre las constelaciones, que, por alguna razón, parecía brillar de una forma más tranquila, pese al color carmesí que la caracterizaba-. Estoy seguro, de que defenderás a Athena con todas tus fuerzas.
-¿Lo harás tú acaso, Saga? –escuchó Saga en su mente, se aterró, se dio la vuelta, y encontró a una figura oscura, de ojos rosados, e inmensos cabellos oscuros, que se extendían alrededor de Saga, una figura que Milo al parecer no podía ver- Las tinieblas se apoderarán de tu corazón, y se propagarán igual que una plaga a través de tu espíritu –escuchó Saga a la figura espectral, quien lo miraba con sus penetrantes ojos rosados.
-¿Quién eres? –comenzó Saga sorprendido, retrocediendo, y mientras Milo lo miraba con confusión- ¿Quién es el que intenta apresar mi alma? –preguntó Saga nuevamente, preparando su cosmos, enfrentando al mal que, aparentemente, solo él podía ver.
-Yo soy aquel que les muestra el camino a los humanos. ¡Arrodíllate ante mí! –enunció la figura, elevando un cosmos maligno y poderoso, y forzando a Saga a sus rodillas- ¡Soy la infinita oscuridad! ¡El poder que se encuentra durmiendo en el interior del corazón de los hombres! ¡Yo soy el cosmos y el orden, soy el que mantiene el equilibrio y la armonía de todo el mundo! ¡Y tú eres la presencia que se opone a todo el poder que poseo! ¡Serás quien traiga la confusión y el caos! ¡El hombre de espíritu oprimido! ¡El que posee un corazón bondadoso que lleva a cabo crueles actos! –resonó en la mente de Saga, mientras las manos de cosmos del ser que había aparecido frente a él, se acercaban más y más a su mente- ¡Yo soy…! ¡Cro…! –intentó decir la presencia, cuando Saga, incineró su cosmos, repeliendo a la bestia, que rugió de ira, mientras era tragada por una serpiente de roca y colmillos de relámpago, Tártaros, mientras Saga, adolorido, y cansado, caía sobre sus rodillas nuevamente.
-¡Maestro Saga! –gritó Milo, preocupado por quien a partir de ese día, había decidido que se convertiría en su maestro- Maestro Saga, ¿se encuentra bien? ¡Maestro! –prosiguió Milo preocupado, mientras Saga respiraba pesadamente, se incorporaba, y colocaba su mano sobre la cabeza de Milo, frotándole la cabeza y despeinándolo.
-Vuélvete fuerte, Milo… -comenzó Saga, mirando nuevamente en dirección a las estrellas-. Conviértete en el Caballero Dorado capaz de crear milagros. Así, si yo caigo, ante cualquier demonio que intente tentar mi alma… estaré tranquilo, sabiendo que dejo detrás a un amigo en quien pueda confiar para proteger a Athena… -finalizó Saga, y con orgullo, comenzó a retirarse-. La próxima vez que nos veamos, Milo… será el día que vestirás de dorado… -terminó Saga, dejando atrás a Milo, confundido, pero con una convicción inquebrantable.
Atenas, Grecia. Arenas de Batalla de la Senda de Leo. 1 de Septiembre de 1979.
Durante los próximos 6 años, por todo el mundo, aquellos quienes fueron elegidos para convertirse en los Caballeros de la Esperanza, la orden de los 12 Caballeros Dorados, lucharon por cumplir sus objetivos y ser merecedores del cosmos de un Caballero Dorado. Milo, el nacido bajo una estrella maldita, se convirtió tras un año de esfuerzo y sacrificio, en el Santo Dorado más joven de la historia del Santuario al recibir su armadura a los 7 años.
Por su parte, otro aspirante a Caballero Dorado, Aioria, continuaba entrenando arduamente. Era evidente que poco le faltaba para alcanzar ese nivel requerido para volverse merecedor de vestir la Armadura Dorada de Leo, ya que su dueño anterior, Galarian Steiner, no podía vestirla más. Día tras día en el Santuario, los aspirantes se reunían en las arenas de batalla con el simple propósito de elevar sus cosmos y luchar por el derecho a portar la Armadura Dorada de Leo. Normalmente las batallas corrían sin eventos interesantes de testificar, más cada vez que Aioria luchaba, Milo, el Caballero Dorado de Escorpio, asistía a sus combates como un espectador, aunque siempre en la parte más profunda de la arena, recargado en una columna.
Ambos jóvenes, ahora de 13 años de edad, no compartían una relación de amistad a pesar de conocerse desde los 7 años. Al ser los únicos elegidos para convertirse en Caballeros Dorados nacidos en Grecia, y tras la Masacre de la Isla de Milo que condecoró a Milo de dorado, ambos habían comenzado a relacionarse al ser los discípulos tanto de Saga en el caso de Milo, como el de Aioros en el caso de Aioria, ambos por años prospectos para suceder al ahora fallecido Shion, como el Patriarca del Santuario, por lo que creció en ambos una relación antagónica, y de rivalidad, igual que la de sus respectivos maestros.
-¡Llegué a tiempo! –aquel día sin embargo, la atención de Milo por la batalla a comenzar entre Aioria, quien estaba por enfrentar a un Caballero de Bronce, se vio interrumpida por la llegada de una pequeña niña de apenas unos 6 años de edad, de cabellera lila y corta, y quien se sentaba al lado de Milo en su vestido blanco al estilo griego, como toda una princesita emocionada. La niña de cabellera lila entonces notó a Milo, o más bien, posó su atención en él, ya que la niña lo había notado desde antes, y a propósito se había sentado cerca de él, admirándolo por el simple hecho de poseer una Armadura Dorada- ¡Eres un Caballero Dorado! ¡Es la primera vez que veo a un Caballero Dorado! -continuó la niña con entusiasmo, mientras Milo la miraba de reojo, despreocupado de la presencia de la niña- ¡No seas grosero y dirígeme la palabra! ¡Ignorarme no es educado! –agregó la niña, de forma infantil y soberbia, lo que logró molestar a Milo.
-No fastidies, mocosa. ¿No ves que intento analizar a mi rival? -contestó Milo mientras observaba el cómo Aioria se negaba a optar una posición de batalla, y esperaba la señal de su hermano, Aioros, ahora el Patriarca del Santuario, de que permitía que se llevara a cabo el combate- Hoy entregarán la sagrada Armadura de Leo. Estas presenciando un momento digno de recordarse en la historia del Santuario. De 1,000 guerreros, ya solo quedan 2. Quien logre encender su cosmos con mayor fuerza será quien gane el derecho a utilizar la Armadura de Leo -explicó Milo de forma arrogante, esperando que la niña mostrara su curiosidad satisfecha y dejara de hablar.
-Es intimidante… y a la vez emocionante… no puedo explicarlo… -agregó la niña, y Milo le dirigió la mirada un tanto sorprendido por sus palabras, en especial al saber que una niña de apenas 6 años estaba tan interesada en las batallas-. Saori Kido -se presentó la niña, y Milo una vez más la miró de reojo-. Se cortés y dime tu nombre -exigió la niña.
-La cortesía es un lujo que se gana, no que se exige -el arrogante Caballero de Escorpio agregó, y la niña lo miró desanimada. Pero había algo en ella que era diferente, Milo lo percibió, más no podía entender el qué podría ser, algo que lo obligaba a acceder ante los desplantes soberbios de la pequeña-. Milo, Caballero Dorado de Escorpio, y guardián de la Octava Casa del Zodiaco. Leal caballero al servicio de Athena, y defensor de la paz -incluso al presentarse, fue lo más formal posible. Más no entendía por qué se había empeñado tanto en impresionar a la niña-. ¿Satisfecha? –preguntó de forma arrogante, mientras la niña, sonriente, asentía emocionada.
-¡Sí! ¡Y mucho! -contestó la niña, realzando la curiosidad de Milo ante su sola presencia, sin darse cuenta de que, en ese momento, ocurría un evento fatídico que uniría el destino de Milo de Escorpio, al destino de aquella niña de escasos 6 años, atraída por el brillo dorado en la armadura del Caballero Dorado de Escorpio.
Así es como comenzó, una historia que sobrepasaría el tiempo y el espacio, llena de guerras y traiciones, de desesperanza como estaría llena de esperanza, una historia de 12 Caballeros Dorados que, unidos, se convertirían en la esperanza capaz de sobrepasar cualquier adversidad, la historia de, las Guerras Doradas.
