Imaginen a los grandes héroes griegos: Aquiles, Odiseo, Diomedes, Patroclo, Antíloco, Agamenón, y muchos otros, todos ellos participaron en la Guerra de Troya. Son mitos populares, pero, ¿y si fueran caballeros al servicio de Athena?
Con este pensamiento en mente, y con investigación de varios mitos griegos (no todos por supuesto), he logrado visualizar en parte los acontecimientos de la mundialmente famosa Guerra de Troya, por lo que me di a la tarea de intentar plasmarla en una historia, que si bien no será 100% fiel al mito por razones de originalidad y personalidad de los personajes, además de incluir las armaduras y el mito de Saint Seiya, sí representarán los hechos de las obras más famosas de la mitología griega,: "La Ilíada" y "La Odisea". El que sabe de mitología, comprenderá esta historia, el que no sabe de mitología, pero es fan de Saint Seiya, aprenderá bastante.
El personaje principal de esta historia es Aquiles, seguido de Odiseo y Diomedes, de todos ellos solo Odiseo ha salido en Saint Seiya. Lean, disfruten, y si les gusta, comenten, la verdad me gustaría escribir esta épica historia.
Prólogo:
Hélade. Isla de Esciro. Año 1,200 A. C.
-De la Athena de ayer, a la Athena de hoy. Despierta, diosa Athena -una niña de escasos 9 años recién cumplidos, y de cabellera lila larga y muy hermosa, se encontraba dormida junto a una princesa del reino de Esciro, en contra de la cual se acurrucaba con una gentil sonrisa en su rostro, y pateando sus sabanas de cedas preciosas por el calor-. Despierta, Athena… despierta… -la pequeña abrió sus ojos color verde esmeralda, y buscó entre la oscuridad de la habitación a la dueña de aquella voz, encontrando gracias al reflejo de la Luna a una mujer que rondaba los 20 años, con su cabellera lila como la de ella, una mirada vacía, y sus prendas blancas llenas de sangre, lo que impresionó a la niña, que intentó despertar a su compañera inútilmente.
-Señorita Deidamía… señorita… -lloró la pequeña, sacudiendo a la princesa de cabellos oscuros durmiendo a su lado-. Despierte… señorita… señorita… -insistió la niña, pero era inútil-. Por favor… -suplicó, y la mujer ensangrentada se aproximó a la niña de cabellos lilas, que abrazó a la princesa Deidamía con fuerza, como si intentara protegerla.
-¿Mi apariencia te ha sobresaltado? -le preguntó la mujer ensangrentada- Me disculpo… pero esta es la apariencia que solía tener, el día en que perdí la guerra contra Ares, hace casi 100 años, frente a las murallas de la ciudad de Esparta, con mi corazón atravesado por los salvajes sanguinarios que asesinaron mi cuerpo mortal, pero que son incapaces de asesinar a los dioses… -la niña lloraba de miedo, pero seguía abrazando a Deidamía intentando protegerla-. Mi nombre es Atenea… la diosa de la Sabiduría en la Guerra -al escuchar ese nombre, la niña se impresionó, miró a la diosa y su miedo se esfumó reemplazado por sorpresa-. Cada 100 años tras la muerte de mi cuerpo mortal, vuelvo a reencarnar. Han pasado 109 años desde mi muerte, el nuevo cuerpo que ha de poseer mi alma divina ha sido elegido y está listo. ¿Cuál es tu nombre, pequeña? -preguntó Atenea.
-Sha… Shana… mi señorita Atenea -se presentó la niña, poniéndose de pie, y haciendo una reverencia frente al espíritu divino frente a ella, que le sonrió, tomó de su falda, e hizo una reverencia también en señal de respeto a la mortal de buenos modales-. Soy solo una criada en el palacio del rey Licomedes, mi señorita Atenea. Seguramente desea hablar con la princesa Deidamía, la despertaré -pero Atenea la detuvo, posando su mano gentilmente sobre la cabellera de Shana.
-Te pregunto, Shana. ¿Conoces a tu padre o a tu madre? -preguntó Atenea, y Shana lo negó con cierta tristeza- Cada 100 años, Hefestos, el Dios de la Forja y el Fuego, crea un cuerpo, y le otorga un alma mortal. Hermes, el Dios de los Mensajeros y la Velocidad entrega a este cuerpo a un hogar que él mismo ha seleccionado, donde será criado con un corazón humano, libre del egoísmo de los dioses -explicó Atenea, aunque Shana no comprendía la razón de semejante explicación-. En este cuerpo, Atenea se manifestará como la Diosa de la Sabiduría en la Guerra, adoptando el nombre de Athena. El nombre Athena difiere de Atenea, porque es el nombre de la diosa reencarnada en un ser mortal. Una humana, que posee el cosmos de Atenea, su esencia divina. Ese cuerpo ahora eres tú, Shana. Tras 109 años desde el asesinato de mi cuerpo mortal, es momento de que regrese a esta tierra. Usa mi cosmos sabiamente, devuélveles a los humanos la esperanza, en estos tiempos sombríos de guerra, sangre y muerte -en ese momento, el cuerpo de Atenea se desintegró, dejando atrás únicamente el cosmos divino de la diosa que voló en dirección a Shana, entró por su boca, y los ojos esmeraldas de la niña brillaron de dorado, reflejando también galaxias enteras que inundaban a Shana con la sabiduría de los dioses. Más esta manifestación se desvaneció poco a poco, y sus ojos recobraron el esmeralda natural de la niña.
-¡Princesa Deidamía! -escuchó Shana, quien se sobresaltó regresando a la realidad. Deidamía no se había percatado de nada por su sueño, pero despertó en ese momento y se sostuvo el pecho por el miedo mientras una doncella de al menos 12 años de edad, cabellera rubia, y de ojos extrañamente fieros de color azul, llegaba a la habitación de la princesa sosteniendo un cuchillo de cocina- Vi un resplandor. ¿Se encuentra bien? -preguntó la doncella.
-¡Pirra! ¡Me diste un susto de muerte! ¡No andes paseando por el palacio con utilería de la cocina por favor! -se quejó la princesa Deidamía, y la doncella rubia miró alrededor de la habitación, en búsqueda de algo sospechoso- No tienes nada de qué preocuparte, Pirra. Seguramente solo fue un sueño… por favor, vuelve a dormir… -prosiguió Deidamía, sintiéndose adormilada, y comenzó a jalonear a Shana a la cama, forzándola a acostarse, y abrazándola con gentileza. Pirra, la doncella, tan solo asintió y observó a Shana fijamente, incomodando a la niña de cabellera lila.
-¿Viste algo… criada? -preguntó Pirra con cierta molestia. Shana pensó en Atenea, pero optó por negarlo con la cabeza, pensando que todo había sido un sueño- Dormiré entonces. Señorita Deidamía, lamento mucho haberla incomodado -prosiguió Pirra, y se retiró.
-Pirra en verdad se preocupa mucho, ¿no lo crees? -preguntó Deidamía, y Shana notó el rubor en el rostro de la princesa del reino de Esciro- Shana, eres mi doncella más querida, y mi amiga. Pero como princesa, debo tener mucho cuidado con lo que confiero a mis doncellas -Shana asintió gentilmente, sabiendo de antemano que Deidamía no esperaba respuesta a sus palabras-. Llegará el día en que te cuente mi mayor secreto. Ese día será el día en que seremos en verdad las mejores amigas. Cuando te cuente ese secreto, sabrás que confío en ti. Hasta entonces, continúa siendo mi pequeña y querida criada predilecta -sonrió Deidamía, y abrazó a Shana con fuerza, asfixiando un poco a la criada, que aún no podía concentrarse, y recordaba a Atenea en todo momento, y las palabras que había dicho.
Saint Seiya: Guerras de Troya.
Saga de los Aqueos.
Capítulo 1: El Caballero del Equilibrio.
Hélade. Atenas. El Santuario. Templo de Athena.
-¿Patriarca Calcas? ¿Ha encontrado algo? -un caballero de alrededor de 16 años vistiendo una armadura plateada, llegó ante el templo en honor a la diosa Athena, construido en la cima de una montaña, por encima de 12 templos más en honor a los 12 trabajos de Heracles, el más grande de los héroes Héladeos. Frente a él se encontraba una especie de sacerdote, de cabellera café cremosa, y ojos azules y lechosos como los de un ciego. Pero el joven no estaba ciego del todo, sino que sus ojos brillaban con la fuerza reflejada en una copa inmensa hecha de plata- ¿Calcas? -preguntó nuevamente el recién llegado.
-Has silencio, Odiseo, Caballero de Plata del Altar -ordenó Calcas, que seguía mirando el reflejo en el agua dentro de la copa gigante frente a él-. La Armadura de la Copa revela el futuro… desde hace 3 años he visto a un niño reflejado en estas aguas. Es hermoso, y veloz, ligero, casi femenino -más Odiseo no sabía las razones por las cuales Calcas le decía aquello-. La sombra de la guerra se acerca. Hades ha comenzado a movilizar a sus soldados. Y sin aquel niño, Athena no vencerá en esta guerra. La victoria de Athena sobre Hades depende de muchos factores, piezas en un tablero de ajedrez que deben de reunirse. Se avecina una gran guerra, cuyo principal héroe será ese niño. Esta guerra está muy cerca de comenzar. Sin embargo, seguimos sin encontrar a aquel niño -terminó Calcas, rompió su armadura en sus partes, y la vistió con orgullo-. Tienes que encontrar a ese niño. Athena depende de su participación en la guerra -insistió Calcas.
-Pensé que el objetivo de mirar dentro de la Armadura de la Copa era encontrar a Athena -resonó una voz arrogante, y un joven de cabellera larga y roja, y cuya edad rondaba los 15 años, vistiendo una Armadura Dorada con forma de Escorpión, llegó ante el Templo de Athena-. Diomedes de Escorpio a su servicio, Patriarca Calcas -se presentó Diomedes-. Odiseo, mi viejo amigo. Aún recuerdo cuando solíamos competir por la Armadura de Escorpio. Suerte que enfermaste antes de la competencia de los 800 aspirantes en la Isla Milo. Solo uno podía sobrevivir después de todo -sonrió Diomedes, molestando a Odiseo.
-Búrlate todo lo que quieras, Diomedes -respondió Odiseo-. Sabes que las estrellas de la Constelación de Escorpio no me favorecen. Además, indudablemente el dorado te queda mejor, mi viejo amigo. Pero no es el momento de admirar a un Caballero Dorado. Calcas afirma que hace 9 años nuestra diosa, Athena, renació en esta tierra. Y aun así nos enviará a buscar a un niño que, de no participar en la guerra que se avecina en contra de Hades, significará el triunfo del Rey del Inframundo sobre Athena -terminó de explicar Odiseo.
-Pero Patriarca Calcas -comenzó Diomedes-. ¿No debería ser nuestra prioridad el encontrar a la actual encarnación de Athena? -prosiguió, pero Calcas lo negó con la cabeza- ¿Realmente este niño es tan importante? ¿Por qué razón? Y si es así, ¿por qué no lo han encontrado? -preguntó.
-No lo hemos encontrado porque su madre hizo un buen trabajo en ocultarlo -explicó Calcas-. El niño es hijo se una Oceánida llamada Tethis, y de un poderoso rey humano. Por amor a su hijo, Tethis ha conjurado varios hechizos sobre él. Pero no son estos hechizos lo que lo han mantenido oculto. La Armadura de la Copa no puede encontrarlo, y Tethis desapareció en los océanos… tal parece que solo queda una alternativa -mencionó Calcas, y miró a Odiseo y a Diomedes-. Odiseo de Altar, Diomedes de Escorpio… necesito un favor -mencionó-. Si la Armadura de la Copa no puede encontrar a este niño, su padre, el rey Peleo de Ftía, tendrá que ayudarnos a encontrarlo en el nombre de Athena -continuó Calcas.
-¿Peleo? ¿El Rey de los Mirmidones? -preguntó Odiseo, y Calcas asintió- Los Mirmidones son un pueblo de guerreros que se dice son inclusive más mortíferos que los Espartanos. Si el hijo del rey Peleo es a quien buscamos, entonces entiendo perfectamente por qué tu oráculo lo menciona como el que traerá gloria en la guerra contra Hades. Pero, ¿por qué Peleo, señor de los grandes guerreros Mirmidones, ocultaría a su hijo y le negaría esta gloria? Los Mirmidones son combatientes de corazón, no tiene sentido -concluyó Odiseo.
-Porque se ha profetizado, incluso antes de que yo descubriera a ese niño, que si el hijo del rey Peleo va a la guerra… morirá… -y tanto Odiseo como Diomedes intercambiaron miradas-. En todo caso, todo se reduce a una simple elección. ¿Quién es más importante? ¿El Mirmidón que abrirá las puertas de la victoria en contra de Hades? ¿O Athena quien es nuestra diosa? Vayan a Tesalia, busquen al rey Peleo e Ftía, y suplíquenle en el nombre de Athena decirnos donde está escondido su hijo. Sin importar qué, deben traerlo al Santuario, y Odiseo… -sonrió Calcas-. Llevarás un paquete contigo -entonces, una luz dorada brilló intensamente frente al par, que se sorprendió por la revelación.
Isla de Esciro. Año 1,197 A. C.
-¡Pirra! ¡Oye! ¡Pirra! -3 años después de que Shana se convirtiera en Athena, la niña de ahora 12 años de edad se encontraba trapeando los corredores del palacio del rey Licomedes, donde trabajaba como sirvienta de Deidamía, la hija preferida del rey. Pero, como era ya costumbre, su limpieza del palacio terminó siendo interrumpida cuando un joven de 17 años, de cabellera negra y enchinada, y de complexión delgada, entró a paso apresurado en el palacio, con los pies cubiertos de lodo por andar paseando por los mercados de Esciro, y resbalando gracias a que el suelo jabonoso estaba en medio de ser trapeado por Shana, quien miró con tristeza las pisadas lodosas que dejó atrás el joven, mientras tras recorrer unos metros resbalando, impactó una columna del palacio, y terminó tendido en el suelo.
-¡Patroclo! -gritó Shana, mucho más preocupada por la limpieza que por el joven que se había estrellado de cara contra la columna. Shana había mantenido lo acontecido hace 3 años en secreto, de cualquier forma, nadie le creería si se autoproclamaba la reencarnación de Athena, por lo que continuó con su vida de criada, a pesar de que sus responsabilidades siempre eran interrumpidas- ¡Estaba por terminar de limpiar los corredores! ¡Ahora tendré que volver a empezar por tu poca atención! ¿Te mataría limpiarte los lodosos pies antes de entrar corriendo al palacio? ¡No tienes consideración a conmigo! ¡Lo único en lo que piensas es en Pirra, en Pirra, y en más Pirra! -se quejó Shana.
-Lo siento mucho, Shana -se levantó Patroclo-. Pero es que no puedo evitarlo. Pirra es tan hermosa, la mujer más bella que jamás haya visto. Le compré un collar de conchas en los mercados de Esciro por su cumpleaños. Hoy cumple 15, será toda una señorita. La cortejaré y la haré mi esposa -sonrió Patroclo.
-¡No me importa! ¡Límpiate los pies ahora mismo! -reprendió Shana, y colocó una cubeta de madera frente a Patroclo, quien inmediatamente comenzó a limpiarse los pies- Sabes muy bien que a Pirra no le gustan los collares de conchas. Solo conseguirás que te vuelva a tumbar los dientes de una patada. Pirra tiene muy mal humor, no entiendo cómo puede gustarte -continuó quejándose Shana, pero Patroclo simplemente sonrió.
-¿Cómo no podría? -comenzó él- Su cabellera dorada es hermosa y suave al tacto. Su piel es tan delicada y brillante como la nieve de las tierras cercanas a Esparta cuando cae el invierno. Y sus ojos azules brillan con la gentileza y la furia de un mar de medio día -aseguró Patroclo.
-¿De quién Espectros estás hablando, imbécil? -escuchó Patroclo, y al darse la vuelta encontró a Pirra, la doncella de cabellera rubia y larga, y que vestía siempre un bello vestido rojo, mirándolo fijamente con unos ojos casi diabólicos- Un momento… -comenzó Pirra, y tosió un par de veces antes de volver a hablar-. Patroclo, estás haciendo mucho escándalo. Shana y yo tenemos que seguir limpiando. Si no tienes nada que hacer, déjate de tonterías y déjanos trabajar -se quejó Pirra, tomó una cubeta y un trapo, y comenzó a limpiar el lodazal que había dejado atrás Patroclo.
-Pero Pirra, he venido desde los mercados con la única intención de verte -anunció Patroclo, y Pirra hizo una mueca de desprecio, la cual Patroclo se esforzó por ignorar pues Pirra definitivamente no tenía interés en él-. No podía evitar venir. Es tu cumpleaños, y utilicé casi todos mis ahorros para comprarte algo. Tuve que afilar espadas por casi todo el verano y parte del otoño para poder comprarte este collar de conchas del Mar Egeo -le presentó Patroclo, pero Pirra comenzó a molestarse.
-No lo quiero… ve al mercado y devuélvelo -y Patroclo bajó la cabeza, apenado. Shana por su parte se burló gentilmente del pobre muchacho-. Patroclo, ya te lo he dicho. No me gustas, y jamás me gustarás. Nunca me gustará un hombre, ¿comprendes? Te aprecio como amigo, pero si vuelves a insistir, te romperé el brazo… todos tus regalos dáselos a una mujer a quien le importen -continuó Pirra.
-Pero Pirra, lo he decidido -habló Patroclo, tomándole las manos e interrumpiendo su limpieza-. Quiero que seas mi esposa. No aceptaré un no por respuesta -aseguró Patroclo, y Shana se ruborizó por la confesión y petición de matrimonio, Pirra por su parte se molestó más y más.
-Así que no aceptarás un no por respuesta -se quejó Pirra-. Entonces, eso me deja con solo una respuesta aceptable, ¿no lo crees? -Patroclo sonrió, mientras Pirra se acercaba a él con una gentil sonrisa en su rostro, acercándose a sus labios, alegrando a Patroclo, ruborizando a Shana. Pero instantes antes de que pudieran compartir un beso, Pirra tomó del brazo de Patroclo, lo giró en el aire, y lo azotó en contra del suelo con fuerza- Aléjate de mí… imbécil… entiende de una buena vez. ¡No me gustan los hombres! -y Pirra se retiró hecha furia divina.
-No te rindas… Patroclo… -susurró Shana, y entonces corrió tras Pirra, dejando a Patroclo en el suelo y sobándose el adolorido brazo-. ¡Pirra! Eso no fue muy gentil. El Pobre de Patroclo te quiere mucho. Además, eres una criada, deberías sentirte honrada de que un hombre esté interesado en ti -insistió Shana, pero Pirra simplemente se fastidió y la volteó a ver con odio y molestia evidente en su mirada, forzando a Shana a abrazar su trapeador como si intentase ocultarse detrás de este.
-Shana. ¿Qué sentirías si una mujer se interesara en ti románticamente? -preguntó Pirra, y Shana parpadeó en un par de ocasiones, no comprendiendo lo que Pirra decía- Te lo pondré de otra forma entonces -tomó Pirra a Shana de los hombros, la empujó a una columna, se encorvó un poco, y acercó sus labios a los de Shana-. ¿Cómo te sentirías si yo te besara en este preciso momento? -le susurró Pirra, y Shana se horrorizó y empujó a Pirra, e inmediatamente después blandió su trapeador como una espada para mantener la distancia, aunque todo el cuerpo le temblaba de miedo- Ese tipo de repulsión es la que yo siento por los acercamientos de Patroclo. No puedo explicarte, pero solo tolero a Patroclo porque somos amigos de la infancia. Fuera cualquier otra persona, ya le hubiera destrozado la mandíbula. No estoy interesada en los hombres -terminó Pirra.
-Pero tú y Patroclo hacen una linda pareja -comentó Shana. Pirra suspiró en señal de molestia, y comenzó a retirase, pero Shana se apresuró a recoger su cubeta y el trapeador, y corrió tras de ella intentando continuar con la conversación-. Desde que llegaste a la Isla de Esciro hace 5 años, Patroclo ha estado loco por ti. Antes eran más amigos, salían a perseguir gatos y entrenaban con espadas de madera… que por cierto… eso no era para nada femenino -apuntó Shana a Pirra, quien se molestó aún más.
-¿Alguna vez me has visto hacer algo femenino? -preguntó, y Shana lo pensó, colocando un dedo en su barbilla indicando que estaba haciendo memoria- Esas cosas no me importan en absoluto, cada vez se está haciendo más difícil comportarme, mi voz ya está cambiando, si esto sigue como hasta ahora será muy problemático y vergonzoso -continuó quejándose Pirra, y Shana no lo comprendió.
-¿Qué será problemático y vergonzoso, Pirra? -escucharon ambas una voz, y vieron llegar a Deidamía, la princesa de la Isla de Esciro e hija del rey Licomedes- Pareces algo sobresaltada, Pirra. ¿Ha pasado algo? -Pirra tan solo desvió la mirada, Deidamía le sonrió- ¿Patroclo lo ha vuelto a intentar? -Pirra asintió, algo avergonzada- Ya tienes 15 años, es normal que Patroclo esté algo… desesperado, pero. No te compartiría con nadie, Pirra. Feliz cumpleaños -se acercó Deidamía a Pirra, y le besó los labios gentilmente, sobresaltando a Shana, que acababa de presenciar a 2 mujeres besándose con semejante escases de vergüenza-. Enviaré a Patroclo a entrenarse con el centauro Quirón en el Monte Pelión de Tesalia para que así deje de molestarte, ya que Pirra es solo mía -sonrió Deidamía, y Shana se ruborizó más y más-. ¿Estás confundida? -preguntó Deidamía a Shana, quien asintió un par de veces-. Pirra es mi amante después de todo, por eso no puedo compartirla con Patroclo -explicó con una sonrisa maliciosa, que forzó a Shana a gritar por la impresión y las imágenes en su cabeza.
Muelles de la Isla de Esciro.
-¡Hace un calor endemoniado en las zonas costeras! ¡Ya está por terminar la primera Luna de otoño! ¡Debería hacer frio! -se quejó Diomedes, ahora de 17 años y a escasas semanas de cumplir los 18- Esciro es una isla con un clima bastante cálido. Extraño a mi hermosa Argos, no he regresado a casa en 3 años por andar buscando a ese supuesto héroe que Calcas profetizó. ¡Hemos seguido pistas falsas por 3 años! ¿Cómo puede un niño desaparecer de la faz de Gea de esa forma? -continuó quejándose el Caballero Dorado de Escorpio, que en esos momentos no vestía su armadura mientras desembarcaba.
-La Argólide también es una zona costera -le recordó Odiseo, también sin vestir la Armadura de Plata de Altar-. No importa cuánto te quejes, Esciro tiene el mismo clima que Argos. Yo también extraño Ítaca, pero una vez vestimos una Armadura de Athena, nuestra verdadera ciudad es Atenas. Caballero de Escorpio -recriminó, pero Diomedes se fastidió-. A estas alturas la mayoría de los Caballeros Dorados ya deben de haber sido elegidos. Hay que apresurarnos y encontrar a ese niño, desconocemos si Peleo fue o no enteramente sincero durante nuestra audiencia con el rey de Ftía -anunció Odiseo.
-¡Nos costó un año entero siquiera probar que éramos dignos de una audiencia con el rey de los Mirmidones! -se quejó Diomedes, y Odiseo comprendía sus quejas perfectamente- Nos forzó a enfrentar a todo su ejército en combates de uno contra uno diariamente en sus coliseos. Solo cuando se percató de nuestro poder nos permitió audiencia y qué nos dice: «Podrán reclutar a mi hijo para la guerra contra Hades sí y solo sí pueden encontrarlo del escondite donde su madre Tethis lo dejó »-enfureció Diomedes-. ¡Maldito rey testarudo y egocéntrico! ¡Si su hijo en verdad se parece a él, tener al malnacido en la Orden Dorada será una verdadera molestia! En todo caso, ¿por qué le ofreceremos una Armadura Dorada? ¡Yo tuve que derrotar a 800 aspirantes en la Isla de Memblis por el derecho a vestirla! ¡Es injusto, te digo, injusto! -continuó quejándose Diomedes.
-Si ya terminaste de quejarte… te recuerdo que somos simples mercaderes… -mencionó Odiseo, y todos alrededor de los muelles observaron al par incrédulos de lo que habían escuchado-. No le hagan caso a este loco, está ebrio y delirando por el calor. Solo piensa en mujerzuelas y en alcohol -apuntó Odiseo, tranquilizando a las masas, y subió su equipaje a una carreta que unos esclavos habían terminado de preparar.
-No me caerían mal unas mujerzuelas, pero no es lo único en lo que pienso -se quejó Diomedes, subiendo a la carreta-. En todo caso, soy un Caballero Dorado, deberías tenerme más respeto, Caballerito de Plata -apuntó Diomedes.
-Calcas profetizó que algún día vestiré una Armadura Dorada -mencionó Odiseo-. Pero, aclaró que no era el momento, Escorpio -Diomedes tan solo le sonrió de forma arrogante-. En todo caso, no olvides que nuestra misión es encontrar al hijo de Peleo. Ya desperdiciamos un año demostrando ser dignos de audiencia con el Rey de los Mirmidones. También desperdiciamos otro año de camino a Delfos a recibir un oráculo superior a los de Calcas… desde ese momento, tú te has encargado de guiarnos, hemos visitado tantas islas que no sé qué pensar al respecto -mencionó Odiseo, algo molesto.
-Esos malditos sacerdotes de Delfos no nos hicieron advertencia alguna cuando solicitamos el oráculo del Dios de los Profetas, Apolo. ¿Quién iba a saber que, si 2 personas reciben el mismo oráculo, la mitad del conocimiento le es revelado en su mente a cada uno? Además, si quien recibe el oráculo, completo o incompleto, le revela a cualquiera su conocimiento, la mente de quienes recibieron el oráculo es borrada por completo por Mnemósyne, la Titánide de las Memorias -se quejó Diomedes-. Mi parte del oráculo decía dónde. Y por fin, después de un año de viajar alrededor de todas las islas de Hélade, puedo asegurarlo… es aquí en la Isla de Esciro donde encontraremos a ese niño -y Odiseo sonrió.
-¡Por fin! -se alegró Odiseo- Comenzaba a pensar que todas esas visitas a islas alrededor de Hélade eran para que pudieras disfrutar de las mujeres de diferentes regiones. Siempre que desembarcábamos ibas directo a los burdeles -se quejó Odiseo.
-Era mi forma de desahogarme. Siempre atracábamos en puertos desconocidos que no se parecían en nada a mi visión -aseguró Diomedes-. Mi parte de la visión del Oráculo de Delfos era el dónde. Y este es exactamente el mismo mercado que vi -explicó Diomedes-. ¡Maldición! ¡Revelé mi visión! ¡Mnemósyne me borrará las memorias! -se horrorizó Diomedes, cubriéndose la cabeza.
-Una vez que se cumple un oráculo, no hay problema en que compartas tu visión -mencionó Odiseo-. Perfecto, ya encontramos dónde. Mi visión por su parte, es el cómo. No hagas preguntas y solo haz lo que yo te diga -y Diomedes asintió-. ¡Vendemos telas preciosas! ¡Traídas de toda Hélade, de Tesalia, de Argos, de Ítaca, Ática y Creta! ¡Cedas preciosas de Atenas y de Egipto! ¡Piedras preciosas de Corintos, de Milos, de Scilla y Caribdis! ¡Hemos viajado por toda Hélade y las tierras más allá de las Columnas de Heracles! -prosiguió.
-¿Venderemos baratijas para niñas? -se quejó Diomedes, y Odiseo asintió, y comenzó a acomodarse en un puesto en el mercado- Somos Caballeros de Athena, no vendedores ambulantes. ¿Cómo va esto a ayudarnos a encontrar al hijo de Peleo? -preguntó Diomedes, pero llegaron algunas clientas, y Odiseo lo ignoró rotundamente para atenderlas- Que fastidio… -se quejó, pero se acercó a las señoritas-. Señorita, una hermosa mujer como usted seguramente querrá que su cuello sea adornado por una gargantilla de perla como esta, proveniente de las playas de Ática, al norte de Hélade -prosiguió, y las damiselas alrededor de todo el mercado comenzaron a rodear a Diomedes-. Señoritas, por más que insistan, su hermoso vendedor no está a la venta. Aunque una belleza pelirroja como tú no me vendría nada mal -prosiguió.
-Diomedes, concéntrate. Estamos esperando a un comprador importante -mencionó Odiseo, pero Diomedes ya estaba seduciendo a una hermosa pelirroja, le susurraba al oído, y le besaba las mejillas gentilmente-. ¿Ahora los mercados son tus burdeles? -se preocupó Odiseo- Le diré a Egialea -amenazó Odiseo.
-¡Por favor no! -gritó Diomedes de repente- Por favor… si mi prima Egialea se entera de mis constantes visitas a burdeles y todas las mujeres con las que he estado, me asesinará. Prefiero 1,000 veces enfrentarme a los 108 Espectros con mi Aguja Escarlata atada a la espalda a que mi prima se entere de esto -suplicó Diomedes, y Odiseo se cruzó de brazos, por lo que Diomedes desistió-. Lo lamento, señoritas. Pero no puedo cortejar a una doncella a la que acabo de conocer. Por favor, compre o despeje el área -las chicas entristecieron un poco, y se retiraron con tristeza-. Maldito Odiseo… si Afrodita me bendijo con el don de la seducción, no deberías de negarme a las señoritas -prosiguió Diomedes.
-Diomedes, la lujuria y el amor son cosas muy diferentes. Comienza a comportarte a la altura de los Caballeros Dorados -reprendió Odiseo, y Diomedes suspiró, asintió, y se sentó junto a Odiseo de mala gana-. Solo estás frustrado por Egialea, ¿no es así? -y Diomedes asintió- Yo te apoyaré en cualquier decisión que tomes, amigo mío -Diomedes le sonrió, mientras Odiseo lo miraba fijamente, sabiendo de antemano que Diomedes era un verdadero caballero.
-Disculpe. ¿Estaría interesado en comprar un collar de conchas? -preguntó un joven, al que Odiseo miró fijamente. Se trataba de Patroclo, aunque Odiseo aún no tenía el honor de conocerlo- Esta mañana compré este collar para una doncella como un regalo de cumpleaños, pero al parecer no le gustan las cosas de chicas -Odiseo prestó especial atención a esas palabras-. Sé que no recuperaré toda mi inversión, pero. Quisiera al menos obtener una moneda de plata por esto, me conformaría con unas cuantas monedas de bronce -prosiguió.
-Solo son un montón de conchas amarradas a un hilo -apuntó Diomedes-. Nadie te pagaría una miserable moneda de bronce por eso -y Patroclo se sintió deprimido por la revelación-. ¿Exactamente cuánto pagaste por esto? -preguntó.
-5 piezas de plata -y tanto Odiseo como Diomedes intercambiaron miradas de incredulidad-. Eso… no tiene importancia. Si es basura solo tómenla e intente vendérsela a alguien más. Por mi parte, aún tengo algo de plata. Quisiera comprar algo por lo que ella me ame -y tanto Odiseo como Diomedes intercambiaron miradas de extrañeza, en especial al ver lo ruborizado del rostro del joven, que comenzó a fantasear frente a ellos-. Pirra es la mujer más bella que jamás he visto. Su cabellera dorada y larga, sus brazos ligeramente fornidos, esa mirada agresiva y determinada. Pensé que un collar le ayudaría a verse un poco más femenina, la verdad apenas y se cuida su apariencia. Quisiera darle algo que resalte su belleza y le ayude a intentar ser más femenina. Solo se arregla cuando el rey desea lanzar una celebración, lo cual es muy triste -prosiguió Patroclo, y solo entonces se dio cuenta de que divagó-. ¡Lo siento mucho! ¡No pretendía aburrirlos con mis tonterías! Pero en verdad… esa chica… en verdad quiero impresionarla… -se disculpó Patroclo.
-Una chica dices. ¿Una princesa? -Patroclo se sonrojó, pero movió su cabeza en negación- Pero mencionaste que esta chica se arregla bellamente siempre que el rey lanza una celebración. ¿Podría ser que conozcas a su alteza? ¿Eres algún conocido de la familia real? -más mientras hablaban, Diomedes notó que alguien los observaba, un sujeto en capucha oscura, que al notar que Diomedes lo observaba, se retrajo y ocultó entre la multitud- Haré un trato contigo. Somos mercaderes, y quisiéramos el favor del rey para quedarnos unos días a vender nuestros productos. Consígueme una audiencia con el rey, y a cambio le obsequiaré a todas sus hijas y criadas cercanas a la familia real algunas de las piezas de mi colección que consideren de su interés. ¿Dices que la niña que te atrae es una doncella al servicio de una de las princesas, no es así? Dime el nombre de esta chica, y como recompensa por ayudarme le daré un obsequio de tu parte, sin trucos. Solo debes ayudarme a tener una audiencia con el rey -solicitó Odiseo.
-Mi padre, Menecio, es uno de los soldados de más alto rango del rey. Si se lo pido, no debe de haber ningún problema -explicó Patroclo-. A cambio, ¿cumplirá su promesa y le dará a Pirra un objeto que le llame la atención en mi nombre? -y Odiseo asintió- Entonces lo haré. Todo sea porque Pirra obtenga el mejor regalo de cumpleaños de todos -sonrió Patroclo, y Odiseo comenzó a levantar sus cosas para seguir a Patroclo rumbo al palacio, cuando se dio cuenta de que Diomedes no lo ayudaba.
-Diomedes. El joven nos llevará con el rey. Despierta, Diomedes -pero Diomedes permanecía en trance, y Odiseo se sorprendió-. ¿Qué ocurre… Diomedes? -volvió a preguntar, y Diomedes despertó de su trance.
-Lo lamento, Odiseo -se disculpó el de Escorpio-. Pero me temo que no te acompañaré a ver al rey -Odiseo se sorprendió, y sintió un cosmos oscuro congelarle la espina-. Presiento… que una sombra se acaba de alzar alrededor de la Isla de Esciro -Odiseo lo comprendió en ese momento-. Llevaré un trompeta de batalla. Si requiero ayuda, la sonaré -le susurró Diomedes a Odiseo, asegurándose de que Patroclo no lo escuchara.
-Ve con cuidado, Diomedes… no cometas alguna imprudencia. Sabes que como Escorpio que eres, no tienes permitido perder sin sacrificar lo más preciado -Diomedes simplemente le sonrió, y se retiró por los mercados, con una mirada sombría en el rostro, y con una caja de madera atada a la espalda. Odiseo por su parte, colocó todas las baratijas en la carreta, y llevó a Patroclo en dirección al palacio de Esciro.
Palacio de Esciro.
-Deidamía, me quiero rascar la nariz -se quejó Shana, mientras Deidamía le frotaba el rostro con fragancias de néctar de flores, que le daban a Shana un brillo precioso en su tez y un aroma floral-. Deidamía… ¿ya terminaste? En verdad necesito… -continuó quejándose Shana, que tomó la falda de su túnica blanca e intentó limpiarse el exceso de fragancia del rostro.
-No lo hagas, Shana, te ensuciarás el vestido, se fuerte -le comentó Deidamía, y Shana tuvo que soportar las cosquillas de su nariz-. Es el cumpleaños de Pirra, así que padre lanzará una celebración privada con todas las princesas y amigos de la familia real de Esciro. Y como eres mi criada predilecta, te estoy invitando a la celebración, así que trata de verte lo más presentable posible -anunció Deidamía.
-No tenían que tomarse tantas molestias -se escuchó la arrogante voz de Pirra, que se cambiaba tras una cortina y de pronto comenzó a toser-. Mi cumpleaños no es importante, y no soy hija de Licomedes, tu padre no me debe nada, Deidamía. No soy una niña mimada, una simple cena familiar hubiera sido suficiente. Tal vez algo de carne en mi plato para celebrar mis 15 años. Los bollos y los panes dulces ya me aburren -se quejó Pirra.
-Eres una niña en pleno desarrollo, Pirra -sonrió Deidamía-. Solo los hombres tienen derecho a comer carne en sus 15 años. Nosotras tenemos nuestra mayoría de edad a los 18 -y Pirra respondió con un par de tosidos antes de volver a hablar-. Pirra… ya basta, por más que tosas tu voz no cambiará… -la tranquilizó un poco Deidamía, y Shana la observó con curiosidad.
-Solo estoy un poco adolorida de mi garganta, princesa Deidamía… pronto recuperaré mi voz natural… -mencionó Pirra, tosiendo nuevamente, y después abrió las cortinas, mostrándole a las doncellas frente a ella una túnica roja y hermosa, que le descubría los brazos, pero que le cubría los pechos escasos que tenía. Su cuello y manos estaban rodeados de arillos de plata, y su cabello estaba recogido en un bulto alrededor de una tiara dorada. La túnica dejaba descubierta la pierna derecha, y su pie envuelto en una sandalia negra-. Esto es muy vergonzoso -anunció Pirra, pero Deidamía gritó agradecida, abrazó a Pirra, y le besó la mejilla, volviendo a sobresaltar y a avergonzar a Shana-. Deidamía… Shana en verdad piensa que somos amantes… -comenzó Pirra ligeramente avergonzada.
-¿Y no lo somos, Pirra? -le susurró Deidamía, avergonzando a Pirra- Pero dejando ese tema a un lado, te ves hermosa, Pirra -se burló Deidamía, y Pirra lo negó con la cabeza-. Es tu día especial, tienes que verte más bella que nunca. Los dioses no escatimaron en belleza cuando crearon tu cuerpo y lo incrustaron en el vientre de tu madre. ¡Estoy tan celosa! -se colgó Deidamía de Pirra, abrazándola con fuerza.
-No estoy agradecida por verme hermosa del todo -respondió Pirra con molestia-. Te lo he dicho antes, Deidamía… no tengo ningún interés en verme femenina en lo más mínimo. No soy ese tipo de chicas, ya deberías saberlo -y Deidamía asintió.
-Lo tengo muy en cuenta, Pirra. Mi hermosa Pirra -sonrió Deidamía, y entonces miró a Shana, que no dejaba de ruborizarse-. ¿Estás celosa? -y Shana de inmediato movió su cabeza en negación- Pero sabes… estoy algo preocupada… con Pirra así de hermosa. ¡Patroclo definitivamente no podrá contenerse y sería inclusive capaz de raptarla! -y Pirra se molestó.
-Deidamía… me han llamado anteriormente una guerrera Amazona por mi fuerza. ¿En verdad crees que Patroclo tendría oportunidad alguna de raptarme? -Deidamía le sacó la lengua de forma infantil- Solo porque soy una chica no es razón para no poder defenderme de un hombre. Escucha mis palabras, Shana. Una mujer tiene el mismo derecho de buscar la gloria que un hombre si es capaz de partirle el rostro a golpes. Vuélvete fuerte, como una verdadera Amazona. Aprende de mi ejemplo -sonrió Pirra.
-Es un mal ejemplo -interrumpió Deidamía mientras le pellizcaba la mejilla a Pirra, fastidiando a la rubia-. Shana no sería jamás capaz de empuñar un arma. Las mujeres debemos ser siempre delicadas, gráciles y hermosas. El que tú quieras formar parte de las guerreras Amazonas no cambia el hecho de que eres una chica. ¿Quién te crees? ¿Una Amazona de Athena? -preguntó Deidamía, y la mención llamó la atención de Shana- Tal parece que siempre buscarás la senda de las espadas, sin importar nada más, ¿verdad? -Shana se percató de cierta tristeza en la voz de Deidamía, y que Pirra desviaba la mirada- De todas formas, no es el momento de preocuparnos por eso. Vamos, Pirra, no todos los años cumples 15 años. Solo asegúrate de que Patroclo no te rapte -se burló nuevamente.
-Le estoy diciendo, mi señorita Deidamía, que no tengo interés alguno en ese tonto -recriminó Pirra-. Solo me interesas tú… tonta… -y Shana hizo una mueca de sorpresa por la revelación, abrazó el brazo de Deidamía, y la alejó de Pirra-. ¿Y a ti qué Espectros te pasa? -y Shana movió su cabeza en negación varias veces.
-Pirra, solo acepta el amor de Patroclo y deja a la señorita Deidamía en paz -lloró Shana, preocupada por Deidamía, que simplemente se burló con gentileza ante todo lo que estaba ocurriendo, mientras las 3 entraban en la sala del trono, donde el rey Licomedes se encontraba con sus hijas disfrutando de un banquete en honor a Pirra.
-¡Pirra, se bienvenida! -habló Licomedes, y Pirra tomó de su falda e hizo una gentil reverencia- Ya tienes 15 años. Espero no la estés pasando muy mal, querida -se burló el rey, de barba oscura y cabellera abundante y enchinada. Al parecer el rey estaba ya un poco ebrio-. Siéntate, Pirra. La vida sigue. Te prometo que tu sufrimiento no durará mucho tiempo -le aseguró el rey.
-Rey Licomedes… no me canso de decirle lo agradecida que estoy porque haya aceptado a una extraña en su corte, pero… -comenzó Pirra, y el rey sonrió-. Si voy a seguir viviendo esta vida, al menos permítame entrenarme con las Amazonas. La vida de una doncella no es para mí -insistió Pirra.
-Tonterías -continuó el rey tras tomar un poco de vino, y Pirra se sentó junto a Shana y Deidamía en la mesa-. Todos sabemos que crecerás y te casarás con Patroclo -el rey se echó a reír, y Pirra bajó la mirada y cerró sus manos en puños, sintiendo un tremendo odio-. Aprobaré la relación -se burló el rey.
-Mi señor Licomedes… está tan ebrio que ha olvidado detalles muy importantes de mi situación -pero el rey continuó burlándose-. ¡No me gustan los hombres! -insistió Pirra, y todas las doncellas en la mesa miraron a Pirra con tristeza.
-Eso es una lástima, porque Patroclo me ha hecho una petición muy especial -el rey Licomedes aplaudió en un par de ocasiones, y las puertas de la sala del trono se abrieron, revelando a Patroclo y a Odiseo, que cargaban varios pliegos de telas-. ¡Adelante, Patroclo! ¡Haz tu solicitud! -continuó burlándose Licomedes, y Pirra se avergonzó.
-¿Pirra? -se sorprendió Patroclo, mirando a la rubia fijamente, y mientras su rostro comenzaba a ruborizarse- Luces… más hermosa que nunca… -agregó Patroclo, poniéndose ligeramente nervioso, y Pirra simplemente miró a otro lado en señal de molestia-. Pero igual de fría que siempre… -respondió Patroclo sabiendo de antemano que esa sería la reacción de Pirra, pero negándose a darse por vencido, lo que enfurecía a Pirra, que se mordía los labios con desprecio-. Mi señor Licomedes, conmigo viene Odiseo, un mercader que ha viajado por toda Hélade reuniendo mercancías preciosas de todos los reinos. Le trae un regalo a usted y a sus hijas -aseguró Patroclo, y Odiseo se presentó frente a Licomedes.
-Mi señor -reverenció Odiseo-. He venido de tierras lejanas a ofrecer mis agradecimientos al reino de Esciro. Y para probarle mis respetos, he traído mis mercancías más preciadas, y permitiré que cada una de sus hijas elija uno de los tesoros de mi colección más prestigiosa -aseguró Odiseo.
-Se bienvenido, Odiseo -aplaudió Licomedes-. Prepara tus obsequios mientras cenamos -el rey sonrió con malicia mientras miraba a Pirra, que no pudo evitar sentir desprecio ante el rey que por su mirada era seguro que pensaba en una diversión para la celebración-. Patroclo, sería un honor el que compartieras una silla al lado de Pirra -se burló el rey, y Patroclo se mostró agradecido. Pirra por su parte, tomó un cuchillo de la mesa y miró al rey mientras movía el cuchillo alrededor de su cuello en forma de amenaza, a lo que el rey respondió con una carcajada ignorando a Pirra.
-¿Debo recordarle mi situación, rey de pacotilla? -enunció Pirra con molestia, pero el rey simplemente continuó burlándose- ¿No entiendes una directa? No me importa lo que el mercader traiga de obsequios, jamás te veré diferente de como veo a un amigo, y eso ya es mucho decir considerando lo mucho que últimamente me estás molestando, Patroclo. No soy una chica paciente -aseguró Pirra.
-Lo seguiré intentando -sentenció Patroclo-. Lo único que me convencerá de desistir es el que desposes a alguien más que no sea yo -Pirra hizo una mueca, y le dio la espalda-. Puedes ignorarme todo lo que quieras. Fuimos amigos desde la infancia. Te conozco perfectamente. Eres dura, obstinada, te molestas con mucha facilidad. Pero yo amo a esa Pirra, y para mí… sería un honor que aceptaras mi cortejo -terminó Patroclo.
-No sabes nada de mí… tonto… -agregó Pirra de forma sombría-. Te llevarás una tremenda decepción. Deja de intentarlo antes de que sea muy tarde. No hay absolutamente ninguna forma de que pueda amarte. Entiéndelo, ya estoy enamorada de alguien más -Patroclo se sobresaltó, y Shana, que estaba escuchándolo todo, escupió su jugo de uva y comenzó a toser-. Si tanto te gusta Patroclo, te lo regalo -anunció Pirra pensando que la reacción de Shana era por Patroclo y su confesión.
-¡No es por Patroclo! ¡Estoy preocupada por mi señorita! -respondió Shana- Pirra, por favor… estás en medio de una celebración en honor a tu nombre. No puedes evidenciar ese tipo de relación frente al rey, te cortarán la cabeza -suplicó Shana.
-Maldición, todo esto es una molestia infernal. ¿Por cuánto más tiempo tendré que seguir con esta farsa? -se fastidió Pirra, y comenzó a comer en silencio. Patroclo simplemente se preocupó por la estabilidad emocional de Pirra, y Deidamía tan solo se burló.
Mercados de Esciro.
-Los mercados están por cerrar, despeje el área -un soldado de Esciro ordenó a Diomedes, que paseaba por los mercados sin preocupación alguna-. ¿No habla Héladeo? ¡Le he dicho que salga de los mercados! ¡Cuando Artemisa ilumina el cielo los mercados deben estar vacíos! -amenazó el soldado, apuntando a la Luna con su lanza y empujando a Diomedes.
-No moleste -mencionó Diomedes, mostrándole su uña al soldado, y clavándola en su pecho, paralizando al soldado en ese lugar-. Estoy algo ocupado. Se recuperará en un par de horas, hasta entonces, evite morderse la lengua -sonrió Diomedes, que se adentró más en el mercado, buscando entre los caminos-. Puedes engañar a mis ojos, no puedes hacer lo mismo con mi cosmos -sentenció Diomedes, y saltó justo a tiempo para evadir una guadaña oscura, que estaba apuntada a su rostro-. ¿Una Suplice? Calcas tenía razón, los Espectros han regresado -sonrió Diomedes, apuntando su aguja en dirección al Espectro que lo había atacado traicioneramente-. ¿Quién eres? -preguntó.
-Sylphid de Basilisco, Estrella Celeste de la Victoria -se presentó el joven, de cabellera blanca y ojos azules-. La verdad es que estoy sorprendido de encontrar a un Caballero de Athena tan lejos de Atenas. Eso quiere decir que las suposiciones de la señorita Pandora eran correctas. Athena no reencarnó en el Santuario -sonrió Sylphid.
-¿Athena? -preguntó Diomedes- ¿Qué quieres decir? ¿Qué sabes de Athena? -preguntó Diomedes, y sintió un par de cosmos a sus espaldas, y se dio la media vuelta con su aguja lista, encontrando a otro par de Espectros.
-No juegues al ingenuo con nosotros -habló otro de los Espectros, un gigante de tez morena y cabellera larga y negra-. Mi nombre es Gordon de Minotauro, Estrella Celeste de la Prisión. Torturaré tu alma en el Hades si no nos dices todo lo que sabes -aseguró el Espectro del Minotauro, y Diomedes tomó su distancia, pero el tercer Espectro le cortó el camino.
-Todo Caballero de Athena merece escuchar el nombre de su asesino -sonrió el joven de cabellera morada suave-. Mi nombre es Queen de Alraune, Estrella Celeste del Mal -se presentó el último de los Espectros-. ¡Dinos donde está Athena! -ordenó el ultimo.
-¿Dónde está? -sonrió Diomedes- Incluso si lo supiera, no se lo diría a un trio de Espectros cobardes -anunció Diomedes, y los 3 se molestaron-. Pero el que la busquen en Esciro significa que Hades sabe algo. Calcas tenía razón, encontrar a ese chico era lo más importante. Ese chico es la llave para llevarnos a Athena -y el trio de Espectros intercambió miradas-. No es importante de todas formas. Ya que me han honrado con decirme sus nombres, yo les diré el mío -Diomedes alzó su dedo, y un destello escarlata iluminó todo el mercado, mientras la caja de madera atada a su espalda se quemaba, revelando una caja dorada que estalló, y vistió a Diomedes de dorado-. ¡Diomedes de Escorpio! ¡Guardián de la Octava Casa del Zodiaco! ¡Y leal Caballero Dorado al servicio de Athena! -los 3 Espectros se sorprendieron, y sintieron el tremendo y mortífero cosmos de Diomedes.
-¿Un Caballero Dorado? Habíamos sentido un cosmos, pero no pensamos que fuera el de un Caballero Dorado -se sobresaltó Gordon, que subió su defensa, Queen se mostró igualmente perturbado-. ¿Cómo podremos hacerle frente a un Caballero Dorado? -preguntó.
-Somos Espectros Celestes, Gordon -mencionó Sylphid, y comenzó a elevar su cosmos-. Incluso si es un Caballero Dorado, no puede enfrentarse a 3 Espectros Celestes. ¡Aletazo de Aniquilación! -alzó sus manos Sylphid, y vientos oscuros fueron lanzados en contra de Diomedes, que clavó los pies al suelo, y resistió el ataque con su propio cuerpo.
-Parece ser… que eres un Espectro de un nivel bastante alto… puedo sentir tus vientos traspasando mi armadura y desgarrarme la piel -sonrió Diomedes, confundiendo a Sylphid, que continuaba elevando su cosmos-. ¡Pero no es suficiente! ¡Aguja Escarlata! -lanzó su ataque Diomedes, que se clavó en el hombro de Sylphid, antes de que Diomedes se lanzara en contra de él y le pateara el rostro en dirección al cielo con una tremenda flexibilidad- Soy un Caballero Dorado, uno de los 12 de mayor rango en todo el Santuario. Sean Espectros Celestes o Terrestres, no pueden compararse conmigo -se burló Diomedes.
-¡Maldito! ¡Gran Hacha Destructora! -gritó Gordon de Minotauro, tratando de ejecutar a Diomedes con un hacha descomunal de mano doble, que Diomedes evadió con flexibilidad, antes de lanzar una aguja al pecho de Gordon- ¡Ugaht! -se quejó de dolor Gordon, que cayó en su rodilla, sudando por el dolor del veneno de Escorpio.
-Un hacha de batalla es un instrumento bastante peligroso. Pero yo siempre he preferido las lanzas -explicó Diomedes, elevando su mano, y materializando una lanza dorada con la punta escarlata, blandiéndola, y lanzando una estocada que forzó a Gordon a retroceder, Sylphid tomó la guadaña entonces e intentó atacar a Diomedes por la espalda, pero el de Escorpio lo bloqueó con el mango de su lanza deteniendo la guadaña, tiró con fuerza, desarmó a Sylphid, y lo pateó a uno de los puestos del mercado, Queen entonces se lanzó con una espada de doble filo, y Diomedes saltó evadiendo el corte, que le arrebató algunos cabellos-. Son bastante buenos. En efecto no se parecen a nada que haya enfrentado antes -sonrió Diomedes.
-¡Somos los leales servidores de nuestro señor Hades! -aseguró Queen- ¡Espada de Flores Sangrientas! -gritó Queen, lanzando un corte a la cabeza de Diomedes, que cubrió con su lanza, a pesar de que el filo alcanzó a cortarle la mejilla- Seas un Caballero Dorado o no. Solo no podrás contra los 3 -y el trio de Espectros rodeó a Diomedes.
-No estaría tan seguro, un Caballero Dorado, por lealtad a su diosa, es capaz de crear milagros. Incluso si los 3 me atacan al mismo tiempo encontraré la forma de derrotarlos, no perderé, no aún, esta no es la batalla que planeo perder -sonrió Diomedes-. Escuchen, Espectros. Soy el Caballero de Escorpio, y desde Antares, el primer Caballero de Escorpio, los Caballeros de Escorpio hemos estado sometidos a ciertas reglas -Diomedes se lanzó a ellos, y de un movimiento de su lanza derribó al trio-. Regla número 1: «Un Caballero de Escorpio siempre le dará a sus oponentes la oportunidad de huir a una batalla, pero el de Escorpio tiene prohibido rechazarla »-apuntó su lanza al rostro de Gordon-. Así que, es mi obligación preguntarles: ¿Pelearán… o huirán…? -preguntó.
-¡Pelearemos por supuesto! -gritó Gordon, lanzando un ataque con su hacha, que Diomedes evadió con un tremendo salto, antes de caer y patear el rostro de Queen y lanzar una segunda aguja a Sylphid- ¡Somos Espectros Celestes! -pero a Diomedes no le importaba, clavó su lanza en el pecho de Gordon, y lo lanzó fuera de su lanza y contra una pared de los mercados, que se desmoronó sobre el descomunal Espectro.
-Regla número 2 -prosiguió Diomedes-. «Un Escorpio, es el guardián de Athena. No somos el caballero más leal, ni el más fuerte, somos el caballero favorito de Athena porque siempre la cuidamos con una lealtad que sobrepasa la obediencia de las reglas». Se dice que, al poco tiempo de la muerte de un Caballero de Escorpio, la diosa de esa generación pierde parte de su voluntad y su esperanza, y muere al poco tiempo de haber perdido a su jurado guardián. Así que… piensen en la pesada piedra que debo llevar sobre mi espalda -Diomedes lanzó un corte escarlata, que forzó a los 3 Espectros a separarse-. Y la tercera y más importante de todas las reglas -sonrió Diomedes, alzando la uña, e incinerándola con la fuerza de su cosmos-. «Un Caballero de Escorpio solo tiene derecho a perder una sola batalla en toda su vida. Y esa será la batalla en la que perderá la vida». Así que, perdonen si no les tengo consideración alguna. ¡Aguijón Carmesí! -gritó Diomedes, y la uña que lanzó se partió en miles de agujas pequeñas, que se clavaron como espinas en todo el cuerpo de los Espectros Celestes, que cayeron derribados- Regresen a la tierra de los muertos. Soy un Caballero Dorado… estoy muy por encima de su nivel. Si quieren en verdad derrotarme, tráiganme a un oponente que incinere mi cosmos hasta un nivel que me lleve a encontrar mi gloriosa muerte -Diomedes comenzó a retirarse, satisfecho de su victoria, pero de improviso, tomó su lanza y bloqueó el hacha de Gordon, que se había vuelto a poner de pie. Queen y Sylphid estaban de pie también, y blandieron espada y guadaña intentando asesinar a Diomedes, que se vio rodeado por los 3, y se agachó al recibir 3 ataques al unísono, forzando a Diomedes a clavar la punta de su lanza al suelo, y sostener con ambas manos el mango, evitando que las 3 armas pudieran tocarlo-. Parece que los subestimé un poco -sonrió Diomedes-. Pero hablo en serio, no están a mi nivel. Pero por si acaso, me temo que no puedo arriesgarme, llamaré refuerzos solo para asegurar una victoria que sé que puedo obtener por mí mismo -Diomedes los pateó a los 3 al suelo, tomó la trompeta, y la sopló con fuerza.
Palacio de Esciro.
-¡Ya te lo dije! ¡No quiero ningún regalo de ti! -se quejó Pirra, mientras las hijas del rey Licomedes escogían su regalo de entre los muchos artilugios y prendas que traía Odiseo. Shana ya había elegido una pulsera de flores de plata, y Deidamía había elegido una corona de laureles. Pirra, sin embargo, continuaba negándose a elegir- ¡No hay nada en esta pila de basura que me llame la atención! -se quejó, y Odiseo se mostró levemente insultado por la forma en que se referían a sus tesoros.
-Pero ni siquiera has visto lo que Odiseo tiene que ofrecer -insistió Patroclo-. Deja de ser tan orgullosa y solo escoge un regalo. Te juro que, si nada te gusta, no volveré a molestarte jamás, en el nombre de Athena te lo juro, solo elige algo, lo que sea -Pirra se fastidió, pero asintió y caminó en dirección a Odiseo-. Pero si algo te gusta… regálame un beso… -pidió Patroclo, ligeramente avergonzado, y Pirra se molestó.
-¿Por qué habría de hacer eso? ¡Entiende de una buena vez que no tengo ese tipo de sentimientos por ti! ¡No hay absolutamente nada en esta colección que…! -pero Pirra se quedó sin habla, cuando entre todas las sedas, vestidos, piedras preciosas e inciensos, encontró una espada dorada hermosa, y un escudo del mismo material- Esa espada… conozco ese estilo de forja… solo una espada ateniense tiene ese filo… -se impresionó Pirra, y todas las hijas y criadas de Licomedes la miraron curiosas-. ¿Esa… esa… esa espada…? ¿Puedo tomarla como mi regalo de cumpleaños? -preguntó.
-¿Una espada? -se horrorizó Shana- ¿Estás segura, Pirra? ¡Ese es un regalo para niños! -apuntó Shana, y Deidamía simplemente se mantuvo en silencio, observando a Pirra, que se ruborizaba de la vergüenza.
-La quiero… -prosiguió Pirra-. Por favor obséquieme esa espada… -hizo una reverencia Pirra, y Odiseo sonrió, comprendiendo lo que estaba pasando-. Si es esa espada… aceptaré el regalo… -tragó saliva con fuerza.
-El Oráculo de Delfos tenía razón… -susurró Odiseo-. Entonces… tú eres Aquiles… -Pirra se sobresaltó al escuchar ese nombre, y retrocedió un par de pasos-. La espada es tuya, pero… esa espada, viene con una gran responsabilidad. ¿La aceptarás? -Pirra se mordió los labios, y asintió. Odiseo tomó entonces la espada, ofreciéndosela a Pirra.
-Deseo esa espada… es una espada gloriosa… -Odiseo le entregó la espada, que brilló con un resplandor dorado hermoso que rodeó a Pirra y la envolvió con su cosmos-. ¿Qué está pasando? ¿Qué es este resplandor tan cálido que me rodea? -se sorprendió Pirra, y las chicas alrededor de la sala de banquetes se sorprendieron. El Rey Licomedes sin embargo, simplemente bajó la mirada, y sonrió.
-La Armadura de la Guerra te ha aceptado -comenzó Odiseo, mientras el resplandor dorado se desvanecía-. Tenemos mucho de qué hablar… -continuó Odiseo, pero Patroclo lo interrumpió al posarse frente a Pirra.
-¡Encontraste algo que te gustaba! ¡Eso significa que debes cumplir con tu parte del trato! -sonrió Patroclo, y Pirra se sobresaltó, Shana se ruborizó, Deidamía se puso nerviosa, y Odiseo y Licomedes se taparon la boca intentando no reír- Lo prometiste, un beso si encontrabas algo que te gustaba -en respuesta, Pirra lo apuntó con su nueva espada.
-Aléjate de mí, rarito… yo no prometí nada… estate agradecido de que acepté uno de tus regalos -pero esta vez, Patroclo se molestó. Tomó a Pirra de los hombros, y comenzó a acercarse, robándole el aliento a todas las hijas de Licomedes que miraban impacientes un momento que ellas consideraban romántico-. Parece que eres más valiente de lo que pensé. Pero te lo advierto, cruza esa línea y en verdad te clavaré la espada en la garganta -sentenció Pirra, pero Patroclo no se detuvo. Afortunadamente para ambos, la trompeta de guerra que resopló Diomedes desde los mercados, interrumpió a Patroclo-. ¿Una trompeta de guerra? -se sorprendió Pirra- ¡Señor Odiseo! ¡Présteme el escudo! ¡Juro que se lo devolveré! -continuó Pirra, tomando el escudo para sorpresa de todos y colocándoselo en el brazo izquierdo.
-¡Pirra! ¡Detente! -gritó Deidamía- Si continuas con esto, todos sabrán tu secreto -Shana se preocupó, mientras Pirra miraba a Deidamía, y le sonreía-. ¿Podrá ser que ya no te interesa seguir ocultándote? -preguntó Deidamía horrorizada.
-Desde que nací… -comenzó Pirra, bajando la mirada-. Mi madre Tethis, y mi Padre Peleo, me han intentado ocultar. Porque fue profetizado por el Oráculo de Delfos que puedo tener una vida larga y plena… pero aburrida y mundana. O una vida corta… pero llena de gloria y aventura… -prosiguió Pirra, mirando a Deidamía con cuidado-. Esta vida es humillante… y mientras más tiempo pasa, menos puedo esconder mi verdadero ser -Pirra se arrancó un par de trozos de lana de debajo del vestido, y los tiró al suelo, eran rellenos para su vestido-. Elijo una vida corta… pero llena de gloria -y Pirra salió corriendo de la habitación del trono, quitándose los prendedores del cabello, y liberando su larga cabellera.
-¡Pirra! -gritó Patroclo, y salió corriendo tras de Pirra, que era demasiado rápida para él- ¿Qué está pasando? ¡Pirra! ¡Eres una chica! ¡Te lastimarás si corres con una espada! -pero Pirra lo ignoró, y desapareció a gran velocidad, corriendo escaleras abajo con espada y escudo en mano- ¡Pirra! -se quejó Patroclo- Jamás… había visto a nadie tan rápido… -continuó Patroclo, sorprendido, y Odiseo se puso de pie, tomó una caja plateada de entre sus baratijas, y desapareció a gran velocidad, rodeado de un resplandor plateado.
Afueras del Palacio de Esciro.
-¡Estúpido Patroclo! ¿Te lo tengo que gritar al rostro? -se quejó Pirra, pero tropezó, y cayó escaleras abajo- ¡Maldición! ¡Todos estos años usándolas y jamás aprendí a usar sandalias con base! -Pirra se cortó las sandalias, y se arrancó la parte inferior de la túnica quedando vestida únicamente de una falda improvisada- Lista… con esto no seré retrasada por estas prendas inútiles -sonrió Pirra.
-¿Lista? ¿Retrasada? -escuchó Pirra, y detrás de sí encontró a Odiseo, vistiendo su Armadura de Plata del Altar- ¿Cuánto tiempo has estado pretendiendo ser una mujer? Al parecer ha sido bastante tiempo, suficiente para que aún en privacidad te refieras a ti mismo como una niña -prosiguió Odiseo.
-Mi madre me ocultó en la corte del rey Liomedes desde que tenía 10 años -explicó Pirra-. Me dijo que era por mi bien, que necesitaba sobrevivir, tener una vida larga y plena. No me vestí de chica por gusto, pensaba que debía obedecer a mis padres -y Odiseo asintió, comprendiendo el gran pesar que Pirra había tenido que sufrir-. Por 5 años los obedecí, pero ya es suficiente, no lo soporto más… esto… es una vergüenza… soy un hombre… mi nombre no es Pirra, es Aquiles… -sonrió Aquiles, blandiendo su espada con orgullo-. Y por borrar este vergonzoso episodio de mi vida… viviré con tal gloria que mi nombre será recordado por miles de años. Incluso los dioses no podrán olvidar mi nombre, y este vergonzoso tormento de 5 años habrá quedado en el olvido -terminó Aquiles.
-No eres nada humilde, ¿verdad? -sonrió Odiseo, y Aquiles le regresó la sonrisa- Te ayudaré con tu tarea. Con mi guía, te convertirás en el glorioso guerrero que deseas ser. Pero, ¿estás seguro? La vida de gloria suele ser muy corta. ¿Acortarías tu vida por una vida gloriosa? -Aquiles asintió sin siquiera dudarlo- Eres idéntico a ese tonto de Escorpio. Viviendo al límite -le sonrió Odiseo en ese momento-. Vamos entonces, busquemos tu gloria -y ambos comenzaron a correr en dirección a los mercados.
Mercados de Esciro.
-Se los dije, no necesito refuerzos para hacerle frente a 3 Espectros Celestes -mencionó Diomedes, pisando la espada de Queen, sosteniendo el cuello de Sylphid entre una pared y su pierna derecha, apuntando al cuello de Gordon con su lanza, y manteniendo una aguja escarlata fija apuntando al rostro de Queen que se encontraba tendido en el suelo sudando de terror al ver la mortífera aguja apuntándole a la cara-. Solo puedo perder una sola batalla en mi vida. Es la regla más importante de los Escorpio. ¡Jamás Perdería contra semejantes burlas! ¡Aguijón Carmesí! -lanzó su aguja, que estalló en una lluvia de espinas lanzando a los 3 Espectros Celestes por el pueblo- Comienzan a molestarme… -sentenció Diomedes, limpiándose la sangre que le caía por en frente del rostro por un corte de las armas de los Espectros-. Me estaba cansando de hacer tiempo, Odiseo. Estos 3 son fuertes, pero no al nivel de un Caballero Dorado -sonrió Diomedes, mientras Odiseo llegaba a su lado y materializaba una espada de plata con su cosmos. Aquiles llegó también, con espada y escudo dorado en mano-. ¿Quién es la niña? -preguntó Diomedes.
-No soy una niña -se quejó Aquiles-. Ya no más. ¡Pido al grande! -gritó con arrogancia Aquiles, sorprendiendo a Diomedes y a Odiseo, mientras Aquiles saltaba, y pateaba con fuerza el rostro de Gordon, y cortaba la parte trasera de su rodilla con su espada, forzando al gigante a caer de bruces- Levántate, armatoste. Sería una vergüenza que la primera batalla de Aquiles acabará en un instante -Gordon se puso de pie, blandió su hacha, y Aquiles bloqueó con el escudo, resbalando el hacha sobre la superficie dorada, y forzando a Gordon a clavar su hacha en contra del suelo. Inmediatamente después, Aquiles lanzó un corte con su espada, que Gordon intentó evadir, pero terminó con un corte un poco por debajo del ojo derecho.
-Es bueno. ¿Es el niño que buscábamos? -preguntó Diomedes, blandiendo su lanza en contra de la guadaña de Sylphid- No me digas que la razón por la cual Calcas no podía encontrarlo era porque estaba disfrazado de niña. ¡No estás hablando enserio! -se quejó Diomedes, lanzando estocadas veloces con su lanza y forzando a Sylphid a retroceder.
-Es mejor de lo que crees -respondió Odiseo, intercambiando golpes de espada con Queen, quien no podía comprender el cómo un simple Caballero de Plata lo estaba doblegando-. Pero hay un problema, será bueno con las armas, pero no creo que sea suficiente -explicó Odiseo, evadiendo un corte de Queen, y elevando su cosmos-. ¡La Empresa del Héroe! -lanzó un ataque de cosmos, que centelló como flamas plateadas que incineraron a Queen, hiriéndolo de gravedad, pero el Espectro volvió a lanzarse en contra de Odiseo.
-Por más bueno que sea un guerrero usando las armas, primero debe aprender a usar el cosmos para defenderse. ¡Aguja Escarlata! -gritó Diomedes, perforando la pierna de Sylphid, que comenzaba a perder los sentidos. Aquiles por su parte, se mostró maravillado por los ataques, y sintió a Gordon alzarse con una fuerza de furia a su alrededor- ¡Retrocede, niñita! -gritó Diomedes, posándose frente a Aquiles, pero Sylphid tacleó a Diomedes lejos de Gordon, y el de Minotauro incineró su cosmos.
-¡Gran Hacha Destructora! -gritó Gordon, y Aquiles se cubrió con su escudo de una fuerza cortante de cosmos morado que lo golpeó, lo noqueó, y dejó tumbado sobre el suelo con una herida sobre su frente de la cual emanaba sangre negra- ¿Sangre negra? ¿Qué clase de monstruo eres? -preguntó Gordon, mientras Aquiles se ponía de pie con debilidad, ignorando la sangre que le nublaba la vista, invadiendo el corazón de Gordon con miedo al ver la sombría escena de Aquiles ignorando el dolor.
-Mi madre… Tethis… hizo todo lo posible por hacerme invulnerable… -explicó Aquiles, poniéndose de pie-. Pero la verdad es que lo único que consiguió al bañarme en las aguas sagradas del Rio Estigia, fue brindarme inmunidad a las enfermedades, al veneno, y al hambre. Mi cuerpo es tan frágil como el cuerpo de cualquier mortal, mi sangre por otra parte, es negra. Estigia, es un río maldito. Ese rio, está conectado al inframundo -y la sangre de Aquiles, al caer al suelo, parecía quemar la tierra y matarla-. Mi sangre es muy peligrosa, por ello prefiero mantenerla dentro de mi cuerpo. Normalmente nadie logra herirme… pero tú… ¿qué ha sido esa fuerza? -Gordon se lanzó en contra de Aquiles, quien lo evadió, y le pateó el rostro, e inmediatamente después le impactó la nuca con su escudo dorado.
-¡Aquiles! ¡Escúchame! -mencionó Odiseo, empujando espadas con Queen- Lo que acabas de sentir, se llama cosmos, una fuerza que existe en los seres vivos, en las plantas, en las rocas, en todo lo que existe -prosiguió con la explicación Odiseo, mientras elevaba la fuerza de su cosmos plateado-. Todos estamos creados del cosmos, somos polvo de estrellas. Las estrellas rigen nuestro comportamiento, nuestra personalidad. 12 constelaciones brillan sobre todos los hombres con mayor intensidad, una de esas 12, te ha sonreído -y Aquiles evadió a Gordon nuevamente, y con ambas manos pegadas al escudo, empujó, golpeando el pecho de Gordon y lanzándolo por los aires-. Busca la fuerza de las estrellas. Por más habilidoso que seas como un guerrero, sin el cosmos serás solamente un costal de carne y hueso para quienes poseen el control de las estrellas -terminó de explicar Odiseo.
-Aquiles -continuó Diomedes-. Si portas el escudo y la espada, no es difícil comprender el qué armadura te corresponde -sonrió Diomedes, y Aquiles continuó evadiendo a Gordon, pero el de Minotauro cada vez estaba más cerca, y los cortes de la espada de Aquiles ya no lo herían-. Es molesto, a mí me costó mucho trabajo convertirme en un Caballero Dorado, y a ti que te vistes de niña te la regalan. La verdad, me molesta mucho. Pero si Calcas dice que eres el héroe que nos ayudará a vencer a Hades, entonces te pido que elijas entre el Tigre y el Dragón, los guardianes ancestrales de la Armadura del Equilibrio, la Armadura Dorada de Libra -y Diomedes clavó otro par de agujas en Sylphid, pero el Espectro sorpresivamente seguía adelante-. ¿Por qué no se muere este sujeto? -se sobresaltó Diomedes.
-¿Armadura de Libra? ¿Tigre y Dragón? ¿Qué significa? -preguntó Aquiles, y sus ojos miraron escamas reflejadas en el escudo dorado, y rayas negras danzando en la espada- Tigre… o Dragón… 2 seres del equilibrio… -Gordon elevó su cosmos, dispuesto a asesinar a Aquiles en el próximo movimiento-. Ya veo… una balanza… un equilibrio… pero la balanza, jamás debe estar equilibrada. Si ataco y defiendo, jamás avanzaré -Aquiles se quitó el escudo, y lo dejó caer sobre el suelo-. ¡Entonces atacaré! ¡Seguiré adelante! ¡Seguiré avanzando! -y Aquiles se lanzó en contra de Gordon, más un destello dorado los cegó a ambos, mientras una Armadura Dorada aparecía frente a Aquiles, como una barrera divisoria entre él y el Espectro- ¿Una Armadura Dorada? -preguntó Aquiles- ¿Qué significa? -Diomedes sonrió, y Aquiles lo miró fijamente.
-Significa que ahora eres parte de la orden de caballeros más poderosa de todas. ¡La Orden de los Caballeros Dorados que sirven ciegamente a la diosa Athena! -y la armadura estalló en sus partes, vistiendo a Aquiles de dorado, y el Tigre al rugir, reveló los secretos del poder de la Armadura Dorada, el secreto del cosmos-. ¡Desata el poder de la bestia a la que has elegido! -el Tigre se dibujó en la espalda de Aquiles, y sus ojos brillaron intensamente.
-¡Mirmidón Heros! -gritó Aquiles, lanzándose en contra de Gordon con el puño formando el rostro de un tigre, y de un movimiento rápido, su puño atravesó el pecho de Gordon y estalló en destellos dorados, que fulminaron al Espectro- ¿Este es el poder de los Caballeros Dorados? -sonrió Aquiles, y miró a Queen y a Sylphid- Me parece perfecto. Con este poder, viviré una vida de gloria -el Tigre volvió a rugir, y Aquiles se lanzó en contra de Queen y Sylphid-. ¡Aquean Talanton! -volvió a gritar, y su cuerpo se transformó en un tigre de cosmos, que se tragó a ambos Espectros de un movimiento antes de estallar y fulminarlos a ambos. Cuando la destrucción terminó, Odiseo y Diomedes se posaron frente a un Aquiles, que se sentía más vivo que nunca, disfrutando del tremendo poder que la armadura le había otorgado- ¿Aún quieres que te bese, Patroclo? -sonrió con malicia Aquiles- ¿No será que sigues pensando que soy una niña indefensa y débil? Debería matarte por todas las molestias que me has causado todos estos años -y tanto Odiseo como Diomedes notaron a Patroclo levantándose del suelo. Había perseguido a Pirra hasta los mercados y había quedado atrapado en la explosión dorada que había matado a 2 Espectros, y sorpresivamente, en contra de todo lo que Odiseo o Diomedes pudieran pensar, Patroclo había sobrevivido-. Eres muy fuerte… si fuera una mujer te daría una oportunidad… afortunadamente no lo soy -continuó burlándose Aquiles.
-En estos momentos… me encuentro horriblemente abatido por la noticia… Pirra… -aceptó Patroclo, y Aquiles sacó su espada, y la colocó cerca del cuello de Patroclo-. Pero al mismo tiempo… no puedo evitar sentir una tremenda admiración -y Aquiles se sorprendió por esa noticia-. Una parte de mí, siente su corazón destrozado… la otra… desea seguirte, y ver qué tan fuerte eres capaz de volverte. No puedo ofrecerte mi corazón, pero puedo ofrecerte mi lealtad, Pirra -y Aquiles le golpeó la nuca con fuerza.
-Eres muy molesto… Patroclo… -se quejó Aquiles, pero guardó su espada-. Comienza por llamarme Aquiles, y por olvidar a esa tal Pirra. Volvamos a empezar, ante ti me presento como Aquiles, hijo de Peleo, rey de Ftía, y de la Oceánida Tethis. Y soy el Caballero Dorado de Libra -sentenció Aquiles, y tanto Diomedes como Odiseo suspiraron en señal de molestia por la arrogancia de Aquiles-. Que la historia de mi gloria, comience. Mi nombre será recordado, incluso cuando los dioses se hayan extinto.
Creo que aquí es un buen momento para detenernos. Este capítulo no fue exactamente de Athena como habrán podido notar, pero ya habrá tiempo de hablar del papel de Shana como Athena. De momento, estoy algo curioso de saber la respuesta a una pregunta, sé que muchos no han leído los mitos griegos, mucho tal vez sí, pero, de todas formas, lo pregunto: ¿Alguien pensó en verdad que Pirra era Aquiles? En fin, espero alguien me conteste esta pregunta, jajaja.
Por lo pronto, como esta historia se centra aproximadamente 3,200 años en el pasado, hay algunos términos que son importante recalcar, así que agregaré siempre que se requiera, una sección para curiosidades.
CURIOSIDADES:
Columnas de Heracles: En la antigüedad, al estrecho del Mar Mediterráneo conocido como Estrecho de Gibraltar, se conocía como "el límite del mundo conocido", saliendo del estrecho los navegantes no se atrevieron a seguir explorando el Océano Atlántico. Hay un mito relacionado con el cómo Heracles partió dos rocas inmensas que separaban el acceso al Océano Atlántico, pero de momento no lo mencionaré.
Hélade: Este es el nombre antiguo de Grecia. De hecho, los griegos no se consideraban griegos, eran Helenos, Mirmidones, Argivos, Cretenses, Espartanos, entre otros. Pero la palabra Hélade era la más común para referirse a lo que nosotros hoy vemos como griegos. Cuando estalló la Guerra de Troya, todos los pueblos anteriormente mencionados se unieron a dos facciones principales: Aqueos y Troyanos. Pero a estas alturas de la historia, Hélade es el nombre de Grecia, y Héladeos es lo que hoy conocemos como griegos. De hecho, a Hélade no se le conoció como Grecia hasta la conquista Romana.
La Tradición de la Carne: Los Héladeos tenían una tradición que decía que un infante no podía consumir carne hasta su mayoría de edad. No tengo idea del por qué la verdad, pero solo cuando se alcanzaba la mayoría de edad (15 en los niños y 18 en las niñas), podía consumirse la carne. En el caso de los niños este consumo podía hacerse más temprano si el niño lograba dar casería a un Jabalí por sí mismo.
Lunas: Los meses de los Héladeos, al igual que en casi todas las culturas, no eran conocidos como meses, sino como primera luna, segunda luna y tercera luna, había 3 lunas por cada estación del año. Primera, segunda y tercera luna de primavera, verano, otoño o invierno. Así es como se distinguían los meses de un año.
Memblis: La Isla de Memblis fue renombrada como Isla de Milo hasta el 1,100 a.c. Lo que significa que, para tiempos de esta historia, aún no podían referirse a aquella isla como la Isla de Milo.
Mirmidón: Cuenta el mito que, en Tesalia, una plaga arrasó con toda la población, por lo que Aiacos (Si, el juez del Inframundo Aiacos), suplicó a Zeus que repoblara la ciudad. Zeus entonces tomó a todas las hormigas de un roble y las convirtió en hombres, Mirmidón, es hormiga en Griego Antiguo.
Oceánida: Es el nombre que se la da a los descendientes del titán Océano, y la titánide Tethis (ambos hermano y hermana), Tethis, la madre de Aquiles, no era Tethis, la titánide, sino una Oceánida que compartía el nombre con su madre.
Oráculo de Delfos: Cuenta el Mito que Apolo es el dueño del Oráculo de Delfos, unas ruinas a donde los héroes podían llegar para que Apolo les revelara el futuro. En ocasiones se pedía sacrificio, otras veces Apolo estaba de buen humor y dejaba que sus sacerdotes revelaran el futuro. Pero si quien recibía un oráculo revelaba lo que había escuchado, se decía que era castigado por los dioses, así que por miedo nadie revelaba lo que le decían los sacerdotes, así que nadie podía decir que era o no cierto.
Titán y Titánide: Antes de los dioses (Zeus, Poseidón y Hades), existía otra raza de dioses conocidos como los titanes, o titánides. Estos seres eran gigantes, y fueron nobles y bondadosos antes de que Cronos, padre de Zeus, se volviera un titano y la mayoría de los titanes fueran desterrados al Tártaros. (Para mayor información leer el Episodio G).
