Sofás de Cabaret.

Nunca pensó terminar vestida de uniforme naranja, con un número bordado tras la espalda etiquetándola tan fríamente.

—Prisionero 370, está sentenciada… a casarse con él.

Ella estaba asustada pero tenía que sobrevivir.

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Advertencia: La siguiente historia cuenta con: Universo Alterno, cambio de personalidad del personaje, personaje original. Contenido de índole sexual y sus derivados. U otras descripciones que pueden dañar la sensibilidad del lector.

Además puede encontrar fallas de ortografía, coherencia, trama y desarrollo. De ante mano una disculpa.

Los sucesos aquí descritos son puramente ficción, no se recomienda llevar a la creencia o a la práctica ninguno de ellos. Lectura para mayores de quince años preferentemente.

Disclaimer: Los personajes de este escrito, pertenecen a la obra original: Soul Eater. Escrita e ilustrada por Atsushi Okubo. Distribución sin fines lucrativos.

Prohibida la copia, adaptación, traducción y manipulación de este texto de manera parcial o total.

Jiyuu Akabane


SOFÁS DE CABARET

Un


Si su destino es raro, también es sublime.

Julio Verne.

Tras tomar su abrigo del asiento, se despidió agitando la mano. Una sonrisa indeleble sobre su rostro se expandió hasta la esquina de sus ojos verdes. —See you tomorrow.

—See you tomorrow. Have a good night, miss.

Cuando obtuvo una respuesta, se marchó. Al igual que todos los días se dirigió de la cafetería al callejon de enfrente.

Pocas personas sabían de sus visitas a ese café, no porque quisiera ocultarlo, sino porque no tenía tantos amigos para mencionarlo. En el trabajo nadie era su amigo, pero resultaba ser el único sitio donde ofrecían una paga tan buena por tan pocas horas de jornada. Además no se complicaba la vida, su deber consistía en servir bebidas y sacar la basura de vez en cuando.

A pesar de que detestaba esa clase de clubes nocturnos, la vida le enseñó de manera cruel, que en ocasiones, no tendrías derecho a elegir. Algo que muchos llamaban "destino".

Durante el invierno, las calles de París se vestían tiernamente de nieve, los árboles desnudos por el otoño, se cubrían del manto blanco a lo largo de las ramas a penas con pudor. Mientras los transeúntes se movían por la acera en dirección de la estación del metro más cercana, Maka Albarn esquivó la contracorriente hasta quedar delante de La Petite Dame. Su lugar de trabajo.

Al entrar por la puerta del personal, las miradas se dirigieron en su dirección, más, pronto la ignoraron a favor de continuar sus rutinas. Saludó a la gerente de manera amable para luego dirigirse a los cambiadores.

—Pequeña dama —una mujer que ajustaba el maquillaje delante de su espejo se entusiasmó al verla— Hoy llegaste temprano, como siempre —bromeó retocando su labial por tercera vez. Béatrice, su superior directa; era una mujer que rondaba los treinta y siete, a pesar de decir que tenía treinta. Siempre con una sonrisa en la cara y un consejo optimista a la mano. —Esta noche tendremos bebidas libres durante una hora, espero que hayas venido preparada.

—Claro —respondió Maka intentando darle su mejor acento francés a la palabra. Aunque dominaba el idioma lo suficiente como para no morir en el intento, todavía le costaba pronunciar con fluidez.

—Entonces termina de cambiarte. No falta mucho para abrir —. Béatrice se marchó caminando sinuosamente hasta la puerta.

A partir de ese momento, la joven de ojos olivos se concentró en ajustar su uniforme. No tenía objeciones para usarlo, en realidad, era bastante cómodo. Su atuendo no distaba del de un mesero regular: camisa de algodón blanca, pantalones de lino negro, un chaleco del mismo color y una corbata de moñito.

Ajustó una goma elástica alrededor de su cabello para mantenerlo justo en una coleta antes de salir para preparar su estación de trabajo. Observó a las bailarinas ir y venir de los camerinos, con lujosos atuendos llenos de olanes, guantes de encaje, medias caladas y adornos de plumas en la cabeza. Al más puro estilo del cancán.

Continuó su camino evadiendo las colas de los vestidos que llegaban hasta el suelo, como un campo minado. Luego se fue a parar detrás de la barra entretanto lavaba sus manos. De a poco, los encargados de la limpieza dejaron pulcra la zona de audiencia permitiéndole ir a colocar las veladoras aromáticas y flores frescas.

La Petite Dame, era un cabaret situado al fondo de un callejón en Pigalle, aunque no podía competir con otros locales como el Moulin Rouge, la concurrencia no era mala. Debido a su espectáculo de alta calidad de baile y ópera, tuvo una audiencia sustancial importante que llenaba cada vez más su aforo.

—Pequeña dama. Necesito que desmoldes los hielos por favor —Béatrice ordenó limpiando su coctelera favorita.

Maka asintió depositando los últimos centros de mesa. Volviendo detrás de la barra, se dedicó puramente a expulsar las esferas heladas del plástico maleable. Más tarde, llegó su compañera de trabajo ajustándose el delantal sin prisa.

—Hola —le saludaron.

—Hola.

—Kimial ¿Te encargo que cortes las hojas de menta? Vamos ligeramente atrasadas.

—A la orden Béatrice —. La recién llegada también se concentró en su labor deshojando los tallos. A las nueve en punto, la puerta de La Petite Dame se abrió al público. Las luces brillaban alrededor de toda la locación mientras desfilaban los asistentes entre sonrisas y compañía rosada. La forma del edificio era bastante similar a la de un teatro, sin embargo, solo tenía un segundo piso donde se encontraban los palcos privados.

De a poco, la multitud tomó los asientos disponibles. Los meseros comenzaron a pasear con charolas de bocadillos y bebidas elaboradas por las tres mujeres en la barra. El ambiente se llenó de murmullos ininteligibles, risas contarinas y sonidos de copas chocando. Por el contrario, en los dos palcos privados más costosos del local, todo era bastante tranquilo y silencioso.

Un hombre ataviado de una gabardina negra, ocultando los rasgos de su rostro con un antifaz; recogió la taza de café servida en la mesita. Observó la figura de crema ligeramente chueca en la superficie mientras sonreía de forma cariñosa. Quien quiera que fuera el motivo de su felicidad, sin duda también era dueña de sus afectos.

Guiando sus pasos hacia la ventana desde donde tenía una vista privilegiada, contempló todo lo que se extendía en la planta baja del cabaret. Concentrando su atención en la barra donde las habilidosas manos de una joven rubia sacudían una coctelera entre acrobacias.

—Pequeña dama. Te solicitan en el palco privado del agente Hoshi —susurró Béatrice mientras pasaba a su lado. Maka terminó los malabares con su doctor sirviéndolo al cliente delante suyo. La hora libre de tragos había terminado y al parecer esta semana también tendría que atender a ese cliente especial.

Limpió sus manos saliendo de la barra, cruzó hasta la zona de escaleras y caminó con tranquilidad llegando al palco número seis. Por protocolo tocó la puerta tres veces en señal de un código preestablecido por su cliente, recibiendo una palabra de ingreso a cambio. —Buenas noches —saludó tras irrumpir en la sala privada.

—Hola —. El hombre en cuestión estaba de pie, su altura superaba con creces a la de Maka, sin embargo no era extremadamente fornido, tenía la apariencia de un intelectual con la suficiente fuerza para defenderse pero no para ser amenazante. —¿El espectáculo va a comenzar?

—Si señor.

—Solo quiero un whisky en las rocas. Toma asiento conmigo para ver el escenario.

—Disculpe señor. No creo que sea prudente. Mi deber es preparar sus bebidas y nada más.

—Así que vas a rechazarme de nuevo. Supongo que hoy también fallé —el joven de cabello negro se cuadró las gafas para luego sentarse en el sofá rojo individual. —Me encantaría que alguna vez nos viéramos fuera de este lugar. No creo que te guste trabajar aquí de todas maneras. Si te casas conmigo…

—Su whisky —Maka se obligó a sonreír mientras lo frenaba. El tipo delante suyo no se veía como una mala persona a primera vista, su profesión en realidad era algo que muchos considerarían justicia. Pero ella sabía de sobra que los santos no se encontraban en los sofás de un cabaret, así que se negaba a ir más lejos que atenderlo.

En el palco de a lado, el hombre de gabardina negra terminó su taza de café depositándola en el plato. Dejó que su invitado se marchara tras algunas conversaciones y regresó la vista al piso de abajo. Escaneó todo el lugar sin encontrar a la fuente de su interés. —¿Dónde está mi musa? —cuestionó intuyendo la respuesta.

—Debería estar en el palco del agente Hoshi. Nos informaron que ya ha llegado.

El otro arrugó las cejas con fuerza. —Ese maldito agente —masculló entre dientes. A pesar de saberlo, todavía odiaba escuchar esas palabras. —Vámonos —. Dicho esto, se dio la media vuelta provocando que su abrigo ondeara como un manto misterioso; y salió de ahí hecho una furia.

El espectáculo comenzó con el stand-up de un travestido aclamado, siguiendo por los mimos y las arias de ópera clásica. Dejando al final las fabulosas bailarinas de cancán, la hilera de bellas mujeres andando en tacones sobre el escenario mientras coordinaban sus pasos estaban por empezar. Hoshi no insistió con sus intenciones decidiendo observar hacia la ventana. La rubia siguió su labor de rellenar el vaso de licor cuando era requerido hasta que se quedó sin hielos.

—Disculpe. El hielo se terminó —dijo avergonzada, sin saber porqué le prepararon una mesa con tan pocos suministros. —Iré a buscar un poco más.

El agente de policía pensó que ella podía necesitar un respiro, no había nada que le negaría a esta mujer. Sin mayor problema la dejó irse observando la caja de obsequio oculta en su chaqueta. Estaba por terminarse la noche y él no pudo siquiera mencionarle sobre este presente. Meneó su alcohol en el vaso intentando encontrar las palabras para que ella aceptara sin pensar que él esperaba algo a cambio.

Por lo que pudo averiguar, hoy era su cumpleaños.

Tan sumido estaba en sus pensamientos que el hielo de su whisky se derritió por completo, dándole un sabor distinto al trago. Lo bebió sin respirar comenzando a marearse a los pocos segundos. Casi al instante, desde afuera se escucharon los toquidos en código. No respondió mientras sujetaba su frente con fuerza, intentando no sucumbir a lo que tuviera su último vaso.

Maldición.

Súpo que la persona ingresando a la estancia no era Maka, ella no entraba sin autorización, pero con la vista borrosa tampoco pudo distinguir el rostro del intruso. Hasta que una voz femenina emergió de la figura con frustración. —Estoy harta de ti. Déjame en paz de una vez —en el punto auge del baile, sacó un arma equipada con silenciador, incrustando tres tiros certeros en el cuerpo del agente.

Maka golpeaba la puerta del almacén con toda la fuerza que poseía, se había cerrado detrás de ella cuando ingresó a buscar el hielo y quedó atrapada ahí. La música incluso podía escucharse desde ese lugar, por lo que sus gritos eran poco audibles. Nadie acudió en su ayuda.

Haciendo memoria, recordó un truco que Béatrice le enseñó en caso de que esa condenada puerta de trabara, no era la primera vez que sucedía para fortuna o desgracia. Utilizando sus mejores habilidades con una cuchara, consiguió botar el pestillo. Maldijo algunas veces sujetando el cubo de hielos para volver al palco. Sin embargo, la fría imagen que encontró le heló el cuerpo por completo.

Rojo.

Era claramente distintivo a pesar de que el sofá de vinilo era rojo también. Sobre su superficie chirriante se derramaba hasta el piso el líquido espeso y caliente que recién se escurrió arrebatando la vida de ese individuo.

Su nombre: Akane Hoshi; era un agente de cuello blanco norteamericano, que había venido a París como apoyo para atrapar a un contrabandista de arte. Conocido por frecuentar el cabaret La Petite Dame debido a ella.

Sin embargo ése amor fue lo que la condenó después de aquel día.

La gerente que tenía algunas peticiones para el hombre acudió a solicitar una audiencia encontrándose con su empleada junto al cadáver.

À suivre…


Aclaraciones:

See you tomorrow: Te veo mañana.

Have a good night, miss: Ten/Tenga una buena noche, señorita.


Y… Bienvenidos a este nuevo fic SoMa que me andaba rondando la cabeza desde hace varios meses. Que me ha dejado en bloqueo a los otras historias en emisión.

Gracias a las personitas que le están dando una oportunidad a este escrito, espero que les guste y me acompañen a lo largo de esta nueva aventura de letras.

Nos estaremos leyendo SE-Fans. Un abrazo enorme para todos.