Los personajes de esta historia pertenecen a la increíble Stephanie Meyer, la trama pertenece a la asombrosa autora CaraNo, Alepattz la tradujo, sullyfunes01 es nuestra prelectora, yo tengo el permiso para publicarla.

Thank you CaraNo for allowing us to share this amazing story in Spanish!

[Traducido por Ericastelo en apoyo a AlePattz]


49 - LONDRES EN AGOSTO

Encontrarás el prólogo aquí...

BPOV

"¿A qué se debe esa sonrisa tonta, B?" Rose se rio entre dientes.

Con los ojos cerrados, mi sonrisa se hizo aún más tonta mientras me estiraba sobre la manta. Unos pocos rayos de sol nos alcanzaron a la sombra del gran árbol, y pude oír de fondo ruidos normales y corrientes, cotidianos y felices. Perros ladrando, niños corriendo y riendo, padres persiguiéndolos...

Ha sido un buen día en Hyde Park. "Estoy feliz", dije simplemente, manteniendo los ojos cerrados. Vestida solo con una camiseta de tirantes y unos vaqueros, estaba más que feliz disfrutando de este día de verano. Aquí tenía todo lo que quería. Una manta grande y suave... una pizza grande entre las dos... también refrescos. ¿Qué más podría querer? Ahora mismo.

"¿Acaso ayer no te estuviste sintiendo miserable? Y la mayoría de los días anteriores".

Eso fue antes de enterarme de que estoy embarazada.

"Espera". Me agarró del brazo, con una sonrisa en la voz. "¿Finalmente resolvieron las cosas Edward y tú? ¿Ha entrado en razón?"

Resoplé. "Nada. Es tan testarudo como siempre. Francamente, yo también, pero no cederé".

"No deberías". Me dio una palmadita en el brazo. "Entonces, ¿por qué estás tan feliz?"

"Secreto". Sonreí y abrí los ojos. Por encima de mí, todo lo que vi fue un cielo azul claro y las ramas de los árboles protegiéndonos del sol. "Pronto lo descubrirás".

Por muy cabreada que estuviera con Edward, él merecía enterarse primero.

Que vamos a tener un bebé.

Gah!" ¡Estaba demasiado feliz! "Bueno". Me senté. "Tengo hambre otra vez". Cogí una porción de pizza de queso y tomate; estaba jodidamente deliciosa.

Rose parecía divertida, pero no presionó para obtener información.

Me perdí en mi pequeño mundo mientras comía pizza y bebía Sprite.

No solamente estaba embarazada, sino que estaba bastante avanzada.

Fue la semana pasada cuando me preocupé un poco por lo irregular de mi ciclo. El médico sueco me dijo que un mes o dos de hemorragias irregulares no eran motivo de preocupación, pero que después deberían haber vuelto a la normalidad. Pero nunca fue así. Después de Berlín, necesitaba renovar la receta de mis píldoras anticonceptivas, pero como Carlisle, que había sido mi proveedor en el pasado, estaba en España, por no mencionar que estaba muy ocupado, simplemente fui a un médico sueco y me encargué yo misma. También cambié de marca, porque la que había estado usando no existía en Suecia.

La doctora de Suecia no hablaba muy bien inglés, así que probablemente no entendí cuando me dijo que no estaría perfectamente protegida durante las seis semanas siguientes. Al menos, esa fue la explicación que me dio el médico que me vio esta mañana. Y Edward y yo habíamos estado...

Uff.

Así que esta mañana, cuando fui donde un médico en Queensway -sí, me escapé totalmente-, ya tenía mis sospechas.

Estaba de doce semanas.

Cada embarazo es diferente, me dijo el doctor. Hasta ahora, había tenido suerte. Tres semanas más o menos con náuseas -que había confundido con una virosis- y nada más.

Edward se había enfadado mucho cuando volví al hotel, afirmando que era demasiado peligroso para mí estar fuera sola, pero no pude encontrar en mí la forma de preocuparme. Él era quien me había dicho una y otra vez que los Avellino no sabían dónde estábamos, y yo había ocultado bastante mi cara a las autoridades. Además, el médico que me atendió creía que me llamaba Marie Swan. Ese era el nombre con el que vivía aquí en el Reino Unido.

Y ahora estaba aquí, en Hyde Park, con Rose... bueno, Sam también estaba aquí, pero más lejos. Estábamos en el césped; él estaba sentado en un banco de los muchos en uno de los innumerables senderos, fingiendo leer un periódico.

"¿Cuál es el plan para esta noche?" Preguntó Rose, llevándose un trozo de pizza a la boca. "Le preguntaría a Emmett, pero..."

Sí, Emmett estaba en Dover. Era su turno de vigilar la frontera, lo que significaba que Carlisle y su equipo regresaban. Y Emmett se negó a tener a Rose con él.

"Esta noche..." Sonreí, pensando. Mi plan para esta noche era, obviamente, contarle a Edward lo del embarazo, porque de ninguna manera me arriesgaría. Hoy era catorce, así que únicamente teníamos tres días más hasta que supusiéramos que Aro entraba en el país. Tres días para hacer nuevos planes, planes que no me involucrarán. Por mucho que quisiera estar allí, nunca permitiría que ningún mal estuviera cerca de mi bebé. Bebé. Sonreí para mis adentros y le di un sorbo a mi refresco. Este no había sido el plan. El plan era esperar a que pasara el peligro. Pero eso no ocurrió. Y, para ser sincera, me importaba una mierda, no ahora que tenía un bebé dentro de mí.

Justo cuando iba a contarle a Rose mi plan de quedarme a solas con Edward esta noche, sonó mi teléfono.

"Es Edward", murmuré, mirando la pantalla. Llevándome el teléfono a la oreja, contesté con un "¿Qué pasa?".

"Sonríe", fue lo que dijo, lo que me hizo fruncir el ceño. "Eso no, sonríe, princesa. Y no mires a tu alrededor".

Queriendo fruncir más el ceño, esbocé una suave sonrisa en mi rostro. "¿Qué pasa?" pregunté en voz baja.

"En primer lugar, síguenos la corriente con lo que Sam está a punto de hacer, ¿de acuerdo?"

Apreté los dientes, confusa y frustrada.

"Bueno", me reí entre dientes.

"¡Marie!" Oí gritar a Sam. Levanté la vista hacia él; estaba a unos treinta metros. "¡Voy a comprar otro periódico! Ahora vuelvo".

"Asiente con la cabeza, nena".

Exhalé un suspiro y asentí para Sam, luchando por mantener la sonrisa en mi rostro.

Obviamente, Edward estaba cerca.

Rose parecía confundida como el demonio, pero la ignoré mientras Edward empezaba a hablar rápidamente. "Necesito que prestes atención ahora, Isabella. Se trata de esto. Hemos recibido nueva información: Aro ya está en el país. No solo eso, sabe dónde estás, en este mismo instante. Estás siendo vigilada".

"Continúa", susurré apresuradamente.

Si pasaba algo, tenía que saberlo de inmediato para ponerme las pilas. El pánico no me llevaría muy lejos.

"Quiero que confíes en mí..."

Solté una risita sarcástica. Confianza, claro. Es más fácil decirlo que hacerlo con Edward Ryan Cullen.

"¿Ya terminaste?", preguntó impaciente, sin esperar respuesta. "Van a ir por ti y por Rose", susurró. Tragué saliva. "Pero no quiero que te preocupes, porque ya sabes... ya me conoces, Bella. Nunca dejaría que te pasara nada. Sabemos lo que va a pasar, y todo acabará hoy".

"Edward..." Esto sonaba tan grande, y no podía permitirme estar cerca del peligro. El solo pensarlo hacía que me doliera el corazón. "Tengo que decirte algo..." No me dejó terminar.

"Conocemos su plan, princesa. Sabemos lo que va a pasar", repitió. "Mierda, ya están caminando hacia ti. Mira, te veré de nuevo en tres horas. Tres horas, ¿bueno? Te lo prometo. Lo juro por todo. Tres horas, solo eso".

"Confío en ti", admití temblorosa.

"De acuerdo". Exhaló. "Te amo, Bella. En tres horas. Te lo explicaré todo".

Intenté mantener a raya el pánico, pero estaba fracasando. "Yo también te amo, pero, Edward, tienes que escucharme..."

"Ya están ahí, te amo".

Colgó.

"Mierda", gemí, parpadeando para no llorar. Respiré varias veces, rápido. Ignoré la expresión de preocupación de Rose; no podía evitarlo. Solo necesitaba unos segundos para recomponerme.

En mi periferia, pude ver de repente a dos tipos que se acercaban.

Dios, aquí vamos. Edward, confío en ti.

"Isabella Cullen", dijo un hombre con un marcado acento italiano. Rose levantó la cabeza, al igual que yo. "Y Rosalie Cullen". Sonrió satisfecho. Abriendo ligeramente la chaqueta de su traje reveló que iba armado. "Tú gritas, yo disparo. Así de simple. Ahora, síganme."

Los ojos de Rose se cruzaron con los míos y negué rápidamente con la cabeza. "Nuestros esposos nos sacará de esta", le dije con una mirada mordaz mientras me levantaba.

"Oh, yo no estaría tan seguro", se rio la escoria italiana. "Venga, vamos". Chasqueando los dedos al otro tipo, añadió algo en italiano, y el segundo nos tendió la mano. "Denle sus teléfonos".

Tragué con fuerza y obedecí, rezando para que Edward supiera lo que hacía.

Rose hizo lo mismo y nos pusimos a caminar.

El tipo callado sujetaba el brazo de Rose; el otro sujetaba el mío.

Mientras tanto, mis ojos escudriñaban sutilmente mi entorno. No es que esperara ver a Edward sentado en un arbusto o algo así.

Tenía el corazón atascado en la garganta.

"Jesús", siseó Rose. "Eso duele."

"Stai zitto", me espetó el tipo que me sujetaba.

Unos cinco minutos más tarde, Rose y yo fuimos conducidas a la parte trasera de una furgoneta azul oscuro. Estaba estacionada frente a la gasolinera Shell de Lancaster Gate.

Aún temía por mi vida, pero mis meses de convivencia con criminales cualificados han dejado huella, y ahora tenía mierda en la que ocupar mi tiempo. Mis pensamientos, estaban... ¿despejados? Estaba centrada y era capaz de ver esto desde otra perspectiva. Esto era un trabajo, y tenía fe en mi jefe. En mi esposo.

"No iremos a ninguna parte", gruñó Rose mientras nos esposaban.

La miré fijamente y le ordené que se callara. Lo último que necesitaba ahora era una distracción.

Se escupieron otras palabras en italiano y el tipo callado respondió pasándome las manos por las pantorrillas. Supuse que era una orden para comprobar si estábamos armadas.

Lamentablemente, no lo estábamos. Aunque dudaba que nos sirviera de algo, si fuese así.

Cuando terminó de registrarme en busca de armas, pasó a Rose.

"Tócame las tetas y te mato", gruñó Rose.

Puse los ojos en blanco.

Pronto nos vimos rodeadas por la oscuridad. La cerradura de la puerta corredera hizo clic y nos quedamos solas. Ni siquiera había una ventanilla ni nada entre la cabina del coche y donde estábamos sentadas.

"Bella", gimoteó Rose.

"Todo irá bien", susurré con firmeza, rápidamente, esperando que no dijera demasiado. Por lo que yo sabía, habían plantado un micrófono aquí atrás con la esperanza de obtener información.

"Debí quedarme en Estados Unidos o irme a México con Esme y Tanya. Mi bebé, Bella... Tú no lo entiendes."

Entendía más de lo que ella pensaba y una parte de mí quería gritar que yo también estaba embarazada. Pero de nuevo, los italianos podrían estar escuchando. No quería que supieran que llevaba un bebé.

Rosalie lloraba silenciosamente mientras la furgoneta retumbaba. "¿Vamos a morir?"

"No." Fui demasiado brusca, pero necesitaba prestar atención. "Confía en mí, ¿de acuerdo? Nuestros maridos nos sacarán de esta." No había nada más que pudiera decir.

Aunque no veía nada, cerré los ojos para concentrarme mejor.

La furgoneta dio la vuelta; me mordí el labio y esperé.

Asintiendo para mis adentros, registré el hecho de que la furgoneta había girado a la izquierda, lo que significaba que estábamos en Bayswater Road en dirección a Marble Arch.

Un buen criminal conocía su... entorno. Y yo había llegado a conocer Londres; había estudiado Londres.

"Dios, estas esposas duelen", murmuró.

"Entonces quédate quieta", susurré apurada. "Por favor, Rose, tengo que concentrarme".

"¿Qué... ¿Estás haciendo algo?", susurró ella.

Dejé escapar un suspiro frustrado, la furgoneta se detuvo. "No. Ahora, cierra la puta boca."

Con los ojos cerrados, conté hasta siete y respiré aliviada cuando la furgoneta volvió a moverse. Supuse que nos habíamos detenido en un semáforo en rojo.

Bayswater Road era casi completamente recta; bordeaba Hyde Park. Solo había una excepción, y era cuando todo el tráfico en dirección oeste se dirigía a la izquierda, dando básicamente la vuelta a una manzana antes de acabar de nuevo junto al parque.

En Marble Arch, giramos a la derecha en la rotonda, algo que ya esperaba. No podíamos haber girado a la izquierda, y Oxford Street estaba justo delante, una de las calles más concurridas de Londres. Me hice otro guiño cuando la furgoneta giró a la izquierda en Hyde Park Corner.

Una posibilidad era que nos dirigiéramos al club de Aro aquí en Londres.

Todos los clubes de Avellino servían para algo, pero el de aquí solo lo intuíamos. En casi todos los clubes se blanqueaba dinero; el de Barcelona había servido para hacer circular el dinero de Aro procedente de todos sus grandes envíos -armas de fuego, drogas, diamantes de sangre-, el de Berlín había sido su tapadera para traficar y... en realidad, el club que tenía –que aún poseía- en Croacia era otro del que solo teníamos conjeturas.

Drogas... posiblemente también coches. Y aquí en Londres... nuestra creencia era que era el único club que Aro visitaba en ocasiones. Creíamos que aquí era donde terminaba todo el dinero una vez que estaba limpio, por así decirlo. En otras palabras, estábamos bastante seguros de que su club aquí era legítimo, su sitio seguro. También era el único club, según Eric y Garrett, que era fácil de encontrar. En todos los demás establecimientos de Europa, nuestros hombres tenían que indagar mucho para averiguar si era o no un club Avellino.

Y ahora mismo, en este mismo segundo, estaba casi ciento por ciento segura de que acabábamos de parar frente a su club londinense.

Tenía razón.

Los italianos nos introdujeron en el club a Rose y a mí, aún esposadas a la espalda.

El establecimiento estaba vacío, aparte de un hombre sentado en la cabina de la esquina donde Edward había colocado su micrófono.

El hombre era Luca.

"Siéntense, señoritas". Sonrió satisfecho.

"Mira..." empezó Rose, pero la corté.

"No digas una puta palabra", espeté. Mirando a Luca, añadí: "Estos italianos de mierda no saben un carajo". Sonreí dulcemente.

Luca soltó una risita y se recostó en su asiento. Sus dedos tamborileaban distraídamente sobre la superficie de la mesa. "Aro... le he hablado de ti. Está muy... ¿cómo se dice, fascinado? Y se va a divertir mucho contigo.

"Ya lo veremos", fue todo lo que dije.

Con el tiempo me había convertido en una gran actriz y sabía que no podían ver mi miedo.

Me negué a mostrarlo.

"¿Por qué estamos aquí?" Pregunté. "¿Dónde está Aro?"

Sonrió satisfecho y chasqueó los dedos. El tipo callado se acercó y Luca le susurró algo al oído. Luego el tipo volvió a irse, esta vez con un hombre que lo seguía: el hombre que se había encargado del nuestro secuestro. Lo que significaba que nos quedábamos solas con Luca.

"Están aquí porque queremos a sus maridos", reveló. "Pero no son fáciles de encontrar". Sonrió y me movió un dedo, tratando de hacerse el gracioso. "Lo único que conseguimos fue encontrarlas a ti y a Rosalie. Tuvimos suerte".

Entrecerré los ojos, preguntándome cuándo habían "tenido suerte". Rose y yo casi nunca salíamos; de hecho, Edward y Emmett salían más a menudo que nadie. Liam también.

"Te seguimos un par de veces", continuó encogiéndose de hombros. También consultó su reloj. "Por desgracia, te perdimos en Bayswater. Pero te encontramos de nuevo, ¿no?". Volvió la sonrisa. Una sonrisa lasciva.

De repente, se oyó un ruido sordo, como un golpe seco -provenía de la entrada principal- y sentí que todos mis sentidos se agudizaban a la vez. Mi mente daba vueltas, mis ojos escrutaban el entorno y lo registraba todo. Me pregunté si Edward estaría aquí, pero entonces me di cuenta de que Luca no parecía sorprendido, y eso me preocupó.

A continuación, se oyó un ruido de pasos rápidos y, antes de que me diera cuenta, varios policías entraron corriendo en la zona del club.

A mi lado, Rose jadeó.

Seguía atascada en el hecho de que Luca no parecía sorprendido, pero cuando volví la vista hacia él, su cara había cambiado. Ahora estaba conmocionado.

Sentada en completo silencio, apretando los dientes, oí términos como "detención masiva" y "órdenes judiciales". Había agentes por todas partes, dispersándose para registrar el lugar.

Cerré los ojos, mi fe en Edward se desvanecía un poco, y entonces tuve un policía en la cara.

Será mejor que estés detrás de esto, Edward.

"Marie Swan, está bajo arresto..."

Me leyeron mis derechos y me explicaron lo de la orden mientras nos sacaban a Rose y a mí del club.

Seguía esposada, obviamente, pero ahora llevaba unas nuevas, que me resultaban más incómodas. Me apretaban demasiado. Me dieron ganas de volver a llevar las que me había quitado el policía.

Sin embargo, me pareció extraño, ya que la policía inglesa rara vez utilizaba esposas.

También me pareció raro que no me esposara a mis espaldas.

La calle exterior del club estaba abarrotada de fuerzas del orden.

Permanecí callada, obediente.

"Cuidado con la cabeza, señorita", dijo el agente, y yo me agaché para subir a un coche que me esperaba. Rose estaba haciendo lo mismo, pero se estaba metiendo en otro coche.

Luca también fue detenido.

Estaba muy confundida.

Si esto era obra de Edward y Liam, ¿por qué no esperaron a que Aro estuviera en el club? ¿O ya estaba ahí? ¿Estaba escondido? ¿Estaba arriba?

Gemí y me hundí en el asiento, con las manos en el regazo.

Con las sirenas encendidas, nos alejamos.

*O*O*O*

"Marie Swan, está bajo arresto..."

¿Tres horas, Edward? ¿En serio? Sí, claro.

Rose y yo llevábamos ya seis horas encerradas.

Todo estaba jodido, y aunque no sabía mucho de las fuerzas del orden ni de sus procedimientos, varias cosas no me cuadraban.

"Marie Swan, está bajo arresto..."

Las palabras han hecho eco en mi mente por las últimas horas.

"Marie Swan, está bajo arresto…"

Estaba encabronada.

Rose también estaba lívida. Obviamente.

Y ahora nos han separado. Sentadas en celdas con esposas rozando nuestra piel.

Edward y Emmett van a pagar por esto. Que Dios me perdone, pero van a pagar por esto.

La puerta de mi celda se abrió.

"Señorita Swan, un tal Ryan Denali está aquí, y asegura que es su abogado. ¿Lo es?" Un hombre preguntó.

Oh, por amor de…

Ryan Denali. Ese cabrón. Voy a darle una buena.

"Sí, lo es," respondí.

"Entonces, sígame," dijo el hombre.

Lo seguí, ¿porque qué opción tenía? El hombre sujetaba mi brazo, ¿saben?

Entonces me llevó a una habitación. Conozco las de ese tipo. La habitación con la pared interior de espejo. Y un escritorio con dos sillas.

Me dejaron ahí. Sola. Así que senté mi trasero en una de las sillas.

La puerta se abrió, y entonces él estaba allí. Muy bien vestido.

Ryan Denali, me burlé en mi interior.

Se acercó con determinación, siendo al hombre seguro de sí mismo que era, y la vi. Vi la minúscula sonrisa jugando en sus labios.

Gracioso, bastardo engreído.

"Señorita… Swan," dijo con soltura, sentándose frente a mí. "Estoy aquí para ayudar."

Odiaba esto. Odiaba que fuera él quién me sacara… cuando quería golpearlo en las bolas.

Y porque quería desaparecer esa petulancia de su puto rostro, levanté mis manos, colocándolas sobre la mesa… asegurándome que mi dedo anular estuviera muy visible.

Lo notó. Cuando abrió su portafolio para sacar un montón de papeles, notó mi movimiento.

Frunció el ceño por un segundo, observando mi dedo, y sonreí con suficiencia.

Eso es, pendejo.

Sin anillo.

Esa era una de las cosas que no me sentaban bien. En cuanto nos habían llevado a Rose y a mí a comisaría, nos habían quitado joyas, zapatos, carteras... demonios, hasta la puta horquilla que llevaba en el pelo había desaparecido.

Nunca había oído hablar de algo así en una detención.

Pero ahora mismo estaba demasiado furiosa con Edward como para que me importara una mierda. Enseñarle mi dedo desnudo me produjo satisfacción.

"Siento haber tardado tanto. Tuve un percance", suspiró en voz baja. "Pero ya estoy aquí, y me aseguraré de entregarte sana y salva a tu esposo. Me dijo que quería a su... bichito de vuelta lo antes posible". Mientras me daba una mirada punzante.

Arrugué las cejas.

¿Desde cuándo Edward me llama su bic... Un momento.

Bichito.

Noté cómo echaba un vistazo rápido a la habitación y por fin lo entendí.

El lugar tenía micrófonos.

"Lo extraño", respondí. "De hecho, hace semanas que no le veo".

Estoy segura de que eso le afectó, y era la verdad. Hacía demasiado tiempo que no veía a mi Whistler.

Me había dicho que evitarlo era infantil... pero ¿qué otra opción tenía? Era eso o discutir sin parar.

Le había dicho más veces de las que podía contar por qué lo estaba ignorando. Le había dicho cómo me sentía, que solo quería su sinceridad. Pero ni siquiera podía darme eso. Le había dicho que le guardaba rencor por haber dado luz verde a que mataran a mi padre sin importarle una mierda mis sentimientos. Le había dicho por qué. Le había dicho que entendía su versión, pero que no estaba de acuerdo. Y le había dicho que lo amaba, aunque en ese momento quería espacio para pensar, para asimilar las cosas.

Pero nunca me encontró a mitad de camino.

Nunca se disculpó por nada.

En cambio, me pidió confianza.

Tres horas, dijo. Me envió a una misión con una metafórica venda cubriéndome los ojos, ¿y quería que confiara en él? Si no estaba seguro, debería haber dicho "pronto". No tres horas. En un trabajo, cualquier cosa puede salir mal, pero él hizo una promesa, otra que no pudo cumplir.

"Él lo sabe", susurró Edward, para mi sorpresa. "Créeme, lo sabe".

Ahí estaba otra vez...

"Confía en mí."

Me encogí de hombros, deseando salir ya de aquí. Ser arrestada casi me asustaba más que ser retenida por los Avellino.

"¿Qué va a pasar ahora?" Pregunté. "¿Y dónde está Rose?"

Ordenó una pila de papeles mientras respondía. "Ella también tiene representación. Saldremos de aquí en un momento".

No veía cómo iba a funcionar. Me detuvieron por participar o estar asociado con el crimen organizado, hurto y robo de coches.

Ahora mismo, no había emociones que se me pegaran. Yo estaba entumecida y molesta, especialmente.

Tal vez estaba en estado de shock.

En cualquier caso, no podía verme a mí misma saliendo, así como así, con esos cargos pendiendo sobre mi cabeza.

Para ser sincera, no tenía ni idea de lo que estaba pasando. Nadie se me había acercado para tomarme una declaración ni nada. Ni fotos, ni huellas...

Justo entonces, llamaron a la puerta.

"Aquí vamos", murmuró Edward justo antes de que se abriera la puerta.

"¿El Sr. Ryan Denali y la Sra. Marie Swan?", preguntó el hombre con una sonrisa burlona. Había sarcasmo en su voz, por no mencionar que tenía acento italiano. "Acompáñenme, por favor".

Sin más remedio, salimos de la habitación. Seguimos al hombre por pasillos vacíos. Una vez más, me sentía confundida. Esto tampoco parecía estar dentro del protocolo, nada lo parecía. También me pregunté qué sabía Edward de esto, porque estaba claro que lo sabía. No le sorprendió en absoluto este giro de los acontecimientos.

"¿Te duele?" Edward me susurró al oído. Tenía dos dedos en mis muñecas esposadas.

Me encogí de hombros, con los ojos fijos en los pasillos por los que caminábamos. Me resultaba extraño que estuvieran tan vacíos. También había silencio. Pero antes de que pudiera seguir reflexionando, se abrió la puerta de otra habitación y un agente de policía -que se parecía mucho al que tenía delante- salió con Rose... y Liam. Huh. Entonces, ¿él era el "representante" de Rose?

"¿Adónde vamos?" preguntó Liam a los dos hombres.

"A otra comisaría", respondió uno de ellos.

A lo que Liam y Edward intercambiaron una pequeña sonrisa.

Si alguien pudiera explicarme, sería estupendo...