Invítalo a salir.

2.

Tic, tac…

Estaba consciente que el gesto de tocar el escritorio con su dedo en sincronía con la segundera del reloj era de mala educación, pero más allá de una motivación su terapia psicológica obligatoria resultaba una tortura. Seis meses habían pasado desde la muerte de su padre y la terapia no parecía rendir frutos.

-Lamento comunicarte que estamos atravesando un enorme retroceso contigo…

Suspiró acomodándose la chaqueta del uniforme, la oficina contaba con grandes ventanales polarizados que le ayudaban a distraerse durante esa hora. Afuera sus compañeros disfrutaban del tan esperado maratón de atletismo mientras ella formulaba mil historias en su cabeza imaginando que todo en su vida marchaba bien.

-… y si no estás dispuesta a colaborar tendré que citar a tu tutor para reformular los términos de tu beca. Las admisiones universitarias están a la vuelta de la esquina…

Y ni sus notas ni sus relaciones interpersonales eran las mejores. Estaba cansada de hablar sobre cómo su vida se había venido abajo en un abrir y cerrar de ojos; de cómo pasó de abeja reina a marginada; de protagonista a secundaria; de hija querida a huérfana. Nadie estaba realmente interesado en sus sentimientos.

Ring, ring…

Sakura se catapultó de su asiento para apagar la alarma que anunciaba la finalización de esa insufrible reunión, se echó la mochila sobre el hombro y sonrió por primera vez desde que entró a la oficina de la señorita Mizuki.

-Nos vemos en un par de semanas -vitoreó, escabulléndose a la velocidad de la luz.

Salió del edificio rogando que el evento deportivo no hubiese terminado, exigiéndole a sus piernas el máximo esfuerzo para llegar a tiempo. El corazón le dio un vuelco cuando los cánticos de las animadoras llegaron a sus oídos, la última competencia estaba apunto de iniciar, los corredores estaban tomando sus posiciones en la curva de la pista y a ella entre jadeos se le hacía imposible encontrar un asiento disponible.

-Sakura, ¡por aquí! -gritó Eriol ondeando una toalla en el aire.

Ella dudó unos segundos en bajar a la sombra de la pista, ya que solo los deportistas tenían derecho de permanecer ahí pero deseaba desesperadamente ver a Syaoran. Con varios traspiés consiguió unirse a Hiraguizawa en las bancas y el chico muy amablemente la recibió ofreciéndole una bebida hidratante.

-Jamás pensé que pagar deudas fuese tan placentero -dijo Eriol mirando con mucha satisfacción a la chica.

-¿A qué te refieres? -preguntó no muy interesada en la conversación. Sus ojos estaban fijos en Syaoran.

-A que me esforcé mucho por reservarte este lugar, prometí que te pagaría por ayudadarme con Dango la otra noche y no encontré cosa mejor que dejarte ver a tu crush en primera fila.

-¿De qué hablas? -chilló Sakura sonrojada-. Solo estoy aquí para alimentar mi espíritu deportivo; así que ni lo sueñes, aun me debes ese favor.

El argumento proveniente de la ex capitana del equipo de porristas no terminó de convencer a Eriol-. Bueno, pero no puedes negar que Syaoran luce especialmente atractivo este día.

Eso era un hecho innegable, en el salón de clases era tan formal que resultaba intimidante con su aspecto siempre pulcro y temperamento controlado; en la pista su mirada se convertía en fuego, era salvaje y despreocupado.

La conversación murió con el disparo que anunciaba el inicio de la carrera. Sakura se mordió los labios juntando las manos sobre el pecho, su entorno se congelaba siempre que miraba correr a Syaoran. Él lucía realmente feliz haciendo lo que le apasionaba, se desplazó por la pista dejando atrás a los demás competidores tan pronto sus pies abandonaron los tacos de salida.

Todos los presentes sabían de antemano que Li ganaría, había sido el mejor velocista durante los años anteriores, ganándose el derecho de competir a nivel internacional en su último año de secundaria. Lamentablemente no pudo viajar para realizar su sueño de traer el oro para su país en las olimpiadas juveniles debido a una lesión, pero ella estaba segura que ese año le cambiaría la suerte.

Cuando Syaoran cruzó la meta rompiendo la cinta con el pecho los chicos brincaron emocionados de sus asientos, dando gritos de alegría. Dada la emoción del momento se abrazaron para celebrar la victoria de su tan apreciado personaje.

Papeles de colores llenaron el aire incluso antes que el último competidor atravesara la línea, sin embargo Syaoran tenía sentimientos encontrados. Antes de cada una de sus competencias las dudas y la ansiedad lo atacaban porque no podía evitar sentirse deshonesto cada vez que pateaba la pista.

Ninguno de los presentes se imaginaba que ni siquiera tenían oportunidad contra alguien que poseía habilidades sobrehumanas. Su piel de canino desaparecía con la salida del sol pero cierta parte de sus instintos animales jamás lo abandonaba. Era una cosa natural para él ser más rápido y fuerte que una persona convencional, pero todo eso que lo aventajaba era su mayor inseguridad.

Los únicos momentos en los que su mente se despejaba era cuando se fijaba como objetivo llegar a la meta antes que los demás. Para él no existía otro sonido que el estruendo de la pistola y el fragor de sus pisadas sobre el tartán del estadio.

-¡Felicidades, amigo! -gritó Eriol, lanzándose a los brazos de Syaoran, quien lo atrapó por inercia. Algo que a los ojos de los espectadores era ridículo, siendo Hiraguizawa unos centímetros más alto que Li-. Sabía que nuestros arduos entrenamientos nocturnos nos llevarían a la victoria.

-No me jodas -bramó Syaoran, dejándolo caer al piso.

Eriol se carcajeó, masajeándose el trasero-. No me digas que sigues enojado por lo de la otra noche.

Incluso la pregunta le ofendía. Aquel que se hacía llamar su mejor amigo lo había utilizado como perro de carreras en una sucia competencia clandestina, perdió el dinero de la apuesta y casi lo atrapa la policía, esperaba que ese susto le sirviera de escarmiento durante algunas semanas.

-Pero mira, te preparé una sorpresa a manera de disculpa -le susurró Eriol.

Sin darle oportunidad de defenderse le restregó una toalla en el rostro para bloquearle la visión y lo arrastró sosteniéndolo del brazo hasta liberarlo de un empujón, haciéndolo trastabillar.

Syaoran pujó al estrellarse con algo que no lograba identificar, gracias a su tacto curioso se dio cuenta con mucha vergüenza que se trataba de una persona pequeña y cuando por fin la tela cayó al piso su rostro se llenó de colores.

-Kinomoto -reconoció casi sin aliento-, perdóname, yo no quería…

A diferencia de él, la chica experimentaba una sensación satisfactoria. Estaba ahí sosteniendo en sus brazos al numen de sus fantasías, por un segundo pudo sentir cómo sus miradas se fundieron volviéndose una con el calor de sus cuerpos. El corazón de ambos galopaba agitado llevándose toda la sangre de sus venas a sus mejillas.

Syaoran no pudo soportar más la tensión y se apartó de ella, alejándola por los hombros. Sakura sintió que sus piernas se debilitaron ante el eminente rechazo y dio varios pasos atrás.

-No fue nada -disculpó ella con voz ahogada-. Lo hiciste bien, felicitaciones.

Lo que pudo haber sido su primer momento mágico estaba arruinado, Syaoran exhaló con profunda frustración arrancándose la liga que sostenía su cabello, dejando que el sudor entrara en sus ojos quemándolos como penitencia. No toleraba estar tan cerca de ella sin sentirse embriagado con su aroma y menos en ese justo momento en el que sus hormonas estaban tan alborotadas, tenía miedo de cometer una locura.

-Gracias -intentó agradecer Li esbozando una sonrisa.

-Basta de felicitaciones individuales -gritó Eriol, abriendo más espacio entre los castaños-. ¿Qué tal un abrazo grupal?

-Yo tengo que irme -vociferó Sakura, retirándose para recoger su mochila-. Se me hace tarde para el trabajo.

-¡Espera! -gritó Syaoran, atrayendo la mirada sorprendida de los chicos-. Nosotros podemos llevarte.

Eriol comprendió la situación de inmediato, faltaba poco más de una hora para que se ocultara el sol. Tenían que salir del instituto lo antes posible.

-¿De qué hablas? Tienes que estar presente en la entrega de premios y la celebración que organizó el comité -regañó la chica. No era usual ver a Syaoran Li en fiestas pero esa ocasión lo ameritaba.

-Nosotros te llevamos -insistió Syaoran frunciendo el ceño-. Solo dame unos minutos.

Se alejó de ellos para brindar una corta declaración a los periodistas ya que fue un evento televisado. Gracias a la influencia de la familia de Li y a su generosa donación se había logrado que el instituto contara con un estadio tan bueno como el nacional con la única condición que los eventos en los que fuera a participar Syaoran se llevaran a cabo dentro de esas instalaciones. Había mucho misticismo en el actuar de esa familia pero a Sakura le tenía sin cuidado, dada su experiencia cada quien hacía con el dinero lo que le antojara.

La entrega de medallas transcurrió sin mayores inconvenientes, después de una corta sesión de fotos, Syaoran recogió su maletín de los vestidores y se cubrió hasta el cuello con una bruma de loción y una chaqueta, no tenía tiempo de pasar a las duchas. Su habitual competencia contra las agujas del reloj no perdonaba.

Alcanzó a los demás en el estacionamiento. Sakura sostenía una conversación fluida con Eriol, un hecho bastante particular. Su amigo tenía la cualidad de llevarse bien hasta con las piedras pero no solía formar vínculos afectivos con casi nadie, ni buscar contantemente la compañía de las personas. Y era justamente por eso que de cierta manera le desagradaba su repentino interés por Sakura.

-Se ven muy cómodos, lamento interrumpir -espetó Li, abriendo la puerta del copiloto.

Sakura y Eriol se miraron entre sí con sorpresa, la expresión animada que Syaoran sostuvo después de su victoria había desaparecido por completo.

-Hablábamos sobre…

-No me interesa, vámonos -cortó Syaoran, dejando a Eriol con la palabra en la boca.

Hiraguizawa se encogió de hombros y abrió la puerta para sakura, disculpándose por el desorden dentro del automóvil, había una variedad de empaques de chocolate y botellas de refresco vacías en el piso. Así como algunos juguetes para perro. Sakura soltó una risita acomodándose, se notaba que ese tipo adoraba a su mascota.

-Y dime, Sakura, ¿tienes mascotas? -preguntó Eriol, colocando la ubicación de la tienda en el GPS, por suerte estaba a pocos minutos de ahí.

-Mis padres nunca me permitieron tener una -respondió Sakura amarrándose el cabello con una liga-. Pero me gustan mucho los animales. No descarto la posibilidad de adoptar uno en el futuro.

-¿Sí? -exclamó Eriol esbozando una gran sonrisa, a lo que Syaoran respondió con una especie de gruñido-. Sé que estas muy ocupada con todo eso de la beca y tu trabajo pero quizá puedas ser voluntaria en mi club alguna vez.

Sakura prometió hacer tiempo en su apretada agenda, Eriol pertenecía a la sociedad de animalistas del instituto, recolectaban comida e insumos para diferentes refugios a lo largo del año, era una causa bastante noble y que la distraería de pasar demasiado tiempo sola en casa.

Para disgusto de Syaoran la conversación continuó con naturalidad, esos dos descubrieron que tenían varios intereses en común, parecían amigos de toda la vida. Se sentía celoso y a la vez culpable por ello. Sakura se comportaba de manera esquiva y retraída desde la muerte de sus padres pero verla interactuar con alguien de manera tan cómoda era reconfortante aunque ese alguien no fuese él.

-Seguramente tu madre tiene un gran festejo preparado para ti -supuso Sakura, incluyendo a Li en la conversación.

Syaoran la miró fijamente por el retrovisor, solo ella era capaz de verse bonita con el cabello oculto debajo de una gorra y un enorme suéter cubriendo su figura. Sus miradas se entrelazaron un segundo generando un sonrojo de ambas partes.

-Ni te imaginas lo emocionada que está la tía Ieran -se burló Eriol, la madre de Syaoran era un ogro, para su cumpleaños número dieciocho le había obsequiado un acuerdo de confidencialidad que más bien era una amenaza de muerte en caso que el secreto de su hijo fuera revelado por su culpa.

-Siempre es mejor celebrar con la familia -afirmó Syaoran, siguiendo el juego. No quería imaginarse el recibimiento que le daría su madre, quizás esperaría a que se ocultara el sol para entrar a casa, aunque eso solo complicaría las cosas para él.

-Hemos llegado -anuncio Eriol, apagando el coche-. Aprovecharé para ir por unas bebidas.

-Entonces, nos vemos después -se despidió Sakura.

Syaoran asintió con la cabeza, arrebujándose en su asiento. Se le venían una serie de complicaciones a consecuencia de su victoria ese día. No era la primera vez que clasificaba como el mejor velocista a nivel nacional, sin embargo no se podía permitir viajar demasiado lejos de casa por temor a quedar convertido en perro frente al público, su mayor enemigo era el tiempo y los cambios de horario a los que jamás podría adaptarse.

En aquella ocasión su madre había pagado una fortuna a los médicos federados para que consideraran que él sufrió una lesión real que le impedía competir, pero ahora de verdad deseaba que ocurriese un milagro que cambiará definitivamente su suerte.

-Mira, está de turno la chica bonita.

Syaoran observó al par de tontos que vigilaban a Sakura desde afuera de la tienda, vestían el uniforme de la escuela pública del pueblo.

-Hoy le pediré su número, me divertiré con ella y mientras eso sucede tendremos bebidas y cigarrillos gratis.

Syaoran cerró el puño, si bien se encontraba dentro del auto un poco alejado de la entrada, su oído era lo suficientemente agudo para escuchar tales estupideces, se quitó el cinturón y salió del coche enfurecido.

Eriol abrió la puerta de la tienda con el hombro ya que llevaba las manos ocupadas con una variedad de bocadillos y bebidas cuando notó la expresión desafiante con la que Li se dirigía a los chicos. No le resultó para nada extraño, en cambio le parecía divertido presenciar una escena a la que ya estaba acostumbrado.

-Fuera de aquí -gruñó Li en voz baja, limpiando una pelusa imaginaria de la chaqueta de uno de los chicos-. Resulta que la chica con la que planeaban divertirse, es mía. Y si vuelvo a verlos cerca de esta calle, no duden que los moleré a golpes.

Los sujetos tragaron sintiéndose intimidados y es que Syaoran daba tanto o más miedo que su propia madre cuando se molestaba. Bastaba ver lo bien formados que estaban sus músculos como para quedarse averiguar lo que era capaz de hacer con ellos.

-Vámonos -tartamudearon, empujándose entre sí.

Eriol soltó una carcajada compadeciéndose de los pobres tipos, Syaoran llevaba tres largos años ahuyentando a todos los modelos de pretendientes que Sakura pudiese tener.

-Oye amigo, ¿sabes lo que acabas de hacer?

-Ellos intentaban aprovecharse de ella -excusó Li, quitándole una bola de arroz a su amigo.

-En términos coloquiales, acabas de orinarla -se burló Eriol, lanzándole otra bola de arroz-. No deberías marcar un territorio en el que no estés dispuesto a quedarte.

Syaoran tensó la mandíbula.

-Aprovecharé este divino momento de elocuencia de tu parte para preguntarte una cosa.

-Sé lo que quieres saber -afirmó Eriol con su rostro serio-. La respuesta es no, no me interesa Sakura de esa forma. Podré ser un payaso y poner en riesgo tu vida algunas veces con mis tonterías, pero soy incapaz de poner mis ojos en tu chica.

Ahora se sentía un verdadero idiota. Eriol tenía razón, no poseía ningún derecho sobre ella y con la cola entre las patas se disculpó-. Lo siento.

Eriol le dio un toquecito en el hombro para reconfortarlo.

-Yo también estaría al borde de la locura después de callar mis sentimientos por años. Es solo… mucha energía sexual acumulada -Syaoran se montó el coche, rojo de la vergüenza por el rumbo que había tomando esa conversación-. Entiendo que no quieras lastimar a Sakura con todo eso de tu doble identidad pero al menos deberías descargar esa energía con alguien. Mírate, ni siquiera has dado tu primer beso!

A Syaoran se le atoró la bola de arroz en la garganta, el arte de la seducción no era su fuerte, él era más bien del tipo tímido. Sin embargo no era tan ingenuo como para pasar por alto los sentimientos que Sakura albergaba por él.

Ella era tan dulce y bella que hacía brotar sus malos pensamientos con una mirada. Se debilitaba cada vez que su aroma se colaba sin querer en sus nervios y le bullía la sangre cuándo sus dedos se rozaban en un acto tan insignificante como devolverle un libro o prestarle un lápiz.

No estaba ciego podía ver el anhelo de ambos, pero ella necesitaba a un hombre completo a su lado. Nadie deseaba un novio a medias. Ninguna mujer casada con un Li había llevado una vida feliz, ahí tenía el ejemplo de su propia madre, que se casó obligada bajo contrato con el único objetivo de procrear un heredero para la familia. La ausencia de su esposo y la de su propio hijo la amargaron de manera irreversible.

Faltando pocos metros para llegar a casa el sol llevó a cabo la cruel jugarreta de ocultarse, su piel se transformó pero su sentimiento de tristeza permaneció estable, se hizo un ovillo en el asiento sintiéndose enfermo.

Eriol intentó acallar los gemidos del animal intentando distraerlo con el chillido de una pelota de goma sin mayor éxito.

-No te preocupes, amiguito. Superaremos esto juntos, como siempre hemos hecho.

La madre de Syaoran ya se encontraba afuera esperándolo con los sirvientes, en cuanto se abrió la puerta del coche le colocaron su collar y tiraron de él para obligarlo a bajar, Dango como prefería llamarlo Eriol cuando no estaba en su forma humana, agachó la cabeza y agitó levemente la cola cuando pasó junto a Ieran, quien ni siquiera se tomó la molestia de mirarlo.

Eriol suspiró poniéndose en marcha, no era un buen día para agraviar más a esa señora con su presencia.


Hola, este capítulo fue un poco complicado ya que tuve que escribir la mayoria con el celular asi que si encuentran algun error en la edicion pido disculpas, jeje. Muchas gracias a los que siguen la historia y a las personitas que dejaron su mensaje, me hicieron muy feliz. Espero les guste la actualizacion.