Serenidad


Loid sonrió mientras miraba a Yor con mayor detenimiento. La mujer lucía encantadora, con su cabello recogido con un pañuelo naranja, un suéter oscuro de cuello de tortuga, sin mencionar los pantalones a cuadros que llevaba.

—Veo que seguiste mi sugerencia sobre los pantalones —expresó Loid.

—Sí, tenías razón —contestó Yor mientras sacudía la cabeza con nerviosismo—. Es un buen cambio.

El hombre no pudo estar más complacido por esa respuesta. Algún tiempo atrás, en una de las tantas charlas durante el almuerzo, él había elogiado su figura elegante y le había sugerido que podría lucir unos pantalones de moda sin ningún problema.

Ver a Yor usando eso para su encuentro con él hizo que se sintiera maravillado.

—Bien, Yor —dijo Loid, mientras le ofrecía su mano a la mujer—. No sé cuáles eran tus planes, pero me gustaría comer algo contigo.

Yor sonrió, su mirada reflejaba un aura encantada por la mera presencia de Loid. Aunque no había necesidad de palabras, sus ojos hablaban por sí solos.

—Oh, está bien. De hecho, tengo un lugar en mente —le confesó ella. Fue entonces cuando metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó su celular—. El sitio con sándwiches está a unas pocas calles.

—¿Sándwiches?

—Sí, quería algo fresco para la tarde. Aunque está lluvioso, no creo que esté tan frío como para ir a tomar un café.

Loid no lo pensó demasiado y asintió. Si era sincero, su principal preocupación no era la comida, sino saber qué pasaría entre los dos cuando llegaran a esa conversación.

Siguiendo las indicaciones del celular, dejaron el frente del Café Tortoni y cruzaron la calle. Mientras avanzaban, Loid y Yor se encontraron paseando por las húmedas calles de la ciudad. El cielo estaba cubierto de nubes grises y el suave sonido del viento generaba una atmósfera relajante. Las luces se reflejaban en los charcos, formando un resplandor dorado en el pavimento mojado.

A pesar de todo, ambos parecían disfrutarlo.

—Es hermoso, ¿no te parece? —preguntó Loid, observando con detalle la manera en que las luces también resaltan a su compañía.

—Tienes razón y todo esto es…—exclamó Yor y se quedó con la palabra en la punta de la lengua—. Ah, debo parecer una tonta al no poder describir esto.

Loid soltó una risa, mientras sus ojos brillaban con una chispa de diversión. Era evidente que el momento le había arrancado una carcajada genuina.

—No te menosprecies, Yor. Puedo entenderlo.

—¿En serio? Es que tú eres tan…

—¿Seguro? —comentó Loid, mientras acariciaba suavemente la mano de Yor—. Sé que a veces puedo parecerlo con algunas cosas, pero no es tan así.

Yor asintió con la cabeza, su mirada fija en Loid. Cuando él acarició su mano, una corriente de emociones recorrió su cuerpo. Cerró los ojos por un instante, permitiéndose sumergirse en la sensación, mientras su corazón latía con mayor intensidad.

—No puedo creerte —admitió ella.

—Deberías, Yor —insistió el hombre, deteniendo su paso para mirarla con sus ojos azules—. No soy un mentiroso profesional.

El agarre de Loid sobre Yor se hizo más firme, sin llegar a ser dañino. Era como si en ese gesto, en ese simple contacto, pudiera percibir todo lo que él sentía por ella. Porque lo sabía desde hacía mucho tiempo. Loid Forger estaba enamorado de ella, y ella de él.

Ni siquiera podía recordar el momento exacto, pero sabía que era algo que llenaba su corazón de un amor profundo y sereno.

Serenidad.

Con lo difícil que había sido su vida desde la temprana muerte de sus padres, Yor no había tenido serenidad. Tuvo que dejar eso atrás y junto con la idea de llevar una vida normal para que su hermano menor tuviera un futuro prometedor. Y cuando lo logró, ella no supo qué hacer.

Fue entonces cuando un psiquiatra apareció en el Café Tortoni, y Yor supo que quería algo tan simple como ser amada, protegida y comprendida, incluso en los momentos más íntimos.

Y ahora que lo tenía, no iba a dudar en aprovecharlo.

El mundo a su alrededor pareció desvanecerse, y solo existían ellos dos en ese instante. El atardecer que las rodeaba se volvía insignificante frente a la intensidad de las miradas que compartieron antes de Yor decidiera inclinarse ante Loid y besarlo.

En ese instante, Yor se sentía completa y plena. La respuesta de Loid al beso era un recordatorio de que su amor era correspondido. La confianza y la complicidad que habían construido como camarera y cliente se fortalecía, empezando a crear algo nuevo para ambos.

Y así, mientras Loid pasaba sus manos alrededor de su cintura, Yor se dejaba llevar por la serenidad y la dicha que emanaba de aquel contacto.


Nota de la autora: ¡Volví! Después de una semana agotadora y que yo casi me echara a llorar por la universidad, actualizo esta historia.

Como curiosidad, este capítulo es el primero en muchísimos años que escribo desde mi celular. Durante el 2018, solía escribir cuando viajaba hasta la universidad, cosa que dejé por la pandemia y me propongo retomar en mis últimos semestres.

Fuera de todo eso. Nos leemos en el cuarto capítulo.

Ciao.