—Podemos ir al lago y llevar algo de comer ¿no te gusta esa idea, corazón? —Altair vio a Maria con sospecha, cuando esta lo notó le dio una mala mirada.

—Tengo 8 meses de embarazo, eso no me hace una inválida, Mentor.

—Pero no he dicho nada —Altair rio, levantando sus manos en señal de rendición, sabiendo que era un lugar más seguro volteó a ver a su hijo, sentado en la silla de su escritorio mientras dibujaba en unos papeles, aún luciendo desanimado y sin responder a su madre.

—¿Quieres el trabajo de Mentor, Sef? —preguntó tratando se animarlo.

—No —le pequeño de 5 años seguía triste—, el trabajo de Baba es muy aburrido, prefiero el de mamá.

Al ver reír a Maria se llevó una mano a su pecho, haciendo un exagerado gesto de estar herido.

Altair dio una nueva mirada a sus papeles, asegurándose de que Sef no estuviera dañando nada importante, tenía esa oficina en una de las torres de la fortaleza, nadie iba al lugar a menos de que el mentor los llamara y eso normalmente significaba que estaban en problemas, por lo que todos estaban felices de mantenerse lejos del lugar.

El chillido de un niño viniendo de la habitación de al lado hizo que los tres se pusieran en alerta, Sef saltó de la silla, luciendo asustado, por lo que Altair se apuró a correr a la habitación, ganando al niño, a pesar del avanzado estado de Maria fue tan rápida para estar tras él cuando entró a la habitación.

—¡Tazim! —llamó a su hijo, que se asomaba por la ventana dando pequeños saltos, emocionado, suspiró al darse cuenta de que su grito había sido de alegría y no de miedo, al voltear con ellos lucía feliz, totalmente opuesto al gesto enfurruñado que había tenido cuando se dirigió a esa habitación.

—Papa está llegando —corrió alegre a tomar las manos de su hermano—. Para nuestro cumpleaños, como prometió.

Ambos niños habían nacido al mismo tiempo, pero a diferencia de gemelos ambos lucían totalmente opuestos, el tono de piel de Sef era más blanco a herencia de Altair y Maria, mientras que Tazim compartía rasgos con Maria, pero en su mayor parte se parecía a Malik, piel más oscura y los ojos de su padre. Altair había elegido su nombre, ya que Malik se había opuesto a que tuviera el nombre que su hijo Malik había tomado para él. No iba a ser la misma persona, había dicho con dolor.

"Le estoy dando el nombre de alguien que quise como un hijo" fue la frase ganadora de Altair en la discusión, por lo que Tazim se quedó

Sef se animó, corriendo a mirar por la ventana en compañía de su hermano. Altair dudaba que pudieran ver a Malik desde tal altura, pero cuando Maria silbó entendió lo que había animado a Tazim. El halcón de Malik se posó en la ventana, permitiendo que los niños lo mimaran.

Una vez que el ave entendió que no iba a ser alimentado se marchó, claramente no tenía ningún mensaje con él, por lo que solo significaba que Malik estaba cerca.

—¡Vamos! —ambos niños corrieron alegres fuera de la habitación.

—Ve —lo apuró Maria con una sonrisa—, esperaré, no creo que vaya a poder seguir el paso de esos pequeños demonios.

Altair corrió a alcanzar a sus hijos, sujetando a uno en cada brazo cuando los alcanzó, lo que hizo que ambos dejaran escapar una carcajada alegre, el hombre se apuró a correr por las escaleras, tan ansioso de ver a Malik como los niños, varios asesinos se apartaron de un salto, borrando sus gestos de preocupación cuando escucharon las risas de los niños.

Sabía que Malik no llegaría por la entrada principal, por lo que saltó por el jardín, escuchando el grito emocionado de sus hijos, Maria le hubiera dado un buen regaño si lo hubiera visto perder el equilibrio, pero eso solo emocionó más a ambos niños. Cruzó los puentes de madera que atravesaban el río tras la fortaleza, dejando por fin a ambos niños cuando estuvieron en el suelo firme. Altair sonrió al ver al hombre en ropa de civil que se acercaba a ellos.

—¡Papa! —Tazim y Sef gritaron a coro, corriendo emocionados cuando se agachó a abrazar a ambos.

—Corazones míos —Altair pudo ver el gesto de completa felicidad de Malik, levantando a los niños que parloteaban emocionados.

Les permitió un momento, acercándose a él cuando escuchó hablar de regalos por cumpleaños.

—Están en la bolsa —quitó su bolsa entregándola a los niños, aprovechando que ambos estaban emocionados con ella sujetó la capucha de Altair, jalándola a él para besar sus labios, un beso casto, pero la promesa de mucho más cuando estuvieran a solas.

—¿Qué es esto, papa? —Sef se acercó cuando ambos ya habían puesto distancia entre ellos.

Tanto Tazim como Sef cargaban un paquete, pero el niño mostraba una bolsa aromática, algo manchada de rojo.

—Se llaman cerezas, un regalo para tu mamá.

—¿Hay regalo para todos menos para mí?

—¿Eres acaso un niño, novicio? —comentó riendo.

Altair sacó la lengua, haciendo reír a sus hijos.

—Pensaré en un regalo para ti —le guiñó un ojo con coquetería y Altair entendió que tendría que esperar por él hasta la noche.

—¿Cómo llegaron aquí? —Malik se agachó para quedar a la altura de los niños.

—Baba nos trajo —comentó Tazim.

—Fue muy divertido —agregó su hermano—, llegamos realmente rápido.

—¿En serio? Mamá seguro querrá escuchar sobre eso.

—Malik —advirtió preocupado.

—He caminado mucho, así que pienso que no podré ir tan rápido como Baba.

—Puedo irme con Baba y puedes llevar a Sef —Tazim siempre daba preferencia en todo a su hermano, por lo que dejó que fuera con Malik en lugar de iniciar una pelea sobre quien iría con él. Malik le sonrió con dulzura, acercando a su hijo besó su frente— una vez que descanse podemos probar si soy tan rápido como él cargando a ambos.

—Venga —Altair se agachó, dejando que el niño subiera a su espalda.

—¿Listo?

Sef pareció un poco preocupado, mirando a Tazim ya en la espalda de Altair.

—¿Seguro? —preguntó con timidez.

—Es solo un paseo —le aseguró su hermano sonriendo.

—Eso fue muy amable de tu parte —comentó Altair cuando comenzó a caminar en el estrecho puente—, seguro tú también querías ir con Malik.

—Soy el hermano mayor y Sef había estado triste de que papa no viniera.

—Eres muy buen hermano.

—Sef también lo es —lo mucho que amaba a su hermano salió a la vista.

—Por supuesto, ambos también son hijos maravillosos, cuando el bebé nazca seguro los va a adorar —sintió sus manos apretar con suavidad.

—¿Pasa algo?

—¿Crees que Sef quiera al bebé más que a mí?

Altair dejó escapar una risita.

—No creo que lo quiera más o menos que tú, solo será diferente. ¿Querrás al bebé más o menos que a Sef?

—Él también será mi hermanito.

—Ves, no hay porque preocuparse.

—Bienvenidos —Maria esperaba en el jardín, sentada en una banca de las que habían colocado hacía no tanto y alimentado al halcón.

Malik y Altair bajaron a los niños de su espalda, orbitando ambos de nuevo juntos, Malik alborotó el cabello de sus hijos, caminando a Maria.

—La mimas demasiado —acusó Malik, acercándose a ella besó su cabello.

—Bienvenido de vuelta, querido.

—Ha sido un tiempo —se agachó frente a ella, entregándole la bolsa que los niños habían encontrado con anterioridad.

—Cerezas —Maria sonrió, lavó sus dedos en el tazón a su lado—, aquí, niños.

Cuando ambos se acercaron les dejó que tomaran para probar. Rieron alegres cuando las comieron. Sentándose cada uno al lado de su madre, mostrando los paquetes que Malik les había entregado, pidiendo permiso para abrirlos.

Altair se sentó en el pasto frente a ellos, Malik no tardó en unirse a él.

—Aquí —le entregó una mandarina a Altair, sentado más lejos de lo que el Mentor lo quería.

—Pensé que tendría que conseguir yo mismo mis malditas frutas —comentó en voz baja, para evitar que los niños escucharan.

Malik tardó un poco, pero rio al recordar la frase que tantos años atrás le había dicho.

Acostándose en el pasto utilizó la pierna de Altair como almohada, por lo que éste estiró ambas piernas para su comodidad.

—Solo falta envejecer ¿no? — comentó, mirando a los niños y a Maria.

Altair sonrió mientras se deshacía de la cascara de la fruta.

Malik comenzó a contarles de su viaje, los niños no tardaron en pedir más detalles del lugar y lo que vio. Altair escuchó, interrumpiendo de vez en cuando para colocar un gajo de fruta en los labios del hombre. Todos los que más amaba con él.

—Felices y viejos ¿eh? —murmuró para sí.

Aquí termina la historia, muchas gracias por leer.