Días de descanso
Había comenzado su tiempo de reposo obligatorio en la calma de su departamento. Poco a poco pudo observar el efecto de la receta médica y las recomendaciones adicionales dadas por el traumatólogo, y aunque seguía considerando que un mes era demasiado tiempo, se prometió ser paciente y no apresurarse para evitar consecuencias catastróficas e irreparables.
Por supuesto, también le informó a su jefe sobre su ausencia prolongada. Este comprendió su situación, por lo que le dio los permisos correspondientes y le deseó el mejor de los éxitos en su recuperación.
Dos días después de aquella fatal experiencia, sus compañeros patinadores llegaron a visitarla, siendo sorprendida también por la presencia de los alumnos de Nanaba, quienes se mostraron auténticamente preocupados cuando se enteraron de lo que había pasado.
A pesar de todo, estaba muy contenta por el gesto de ellos de demostrar el gran cariño que le tenían, y aunque el día anterior se lamentó no haber podido estar en el programa libre al menos como espectadora, se alegró cuando los entrenadores, quienes la visitaron pasadas las seis de la tarde, le dieron buenas noticias sobre la participación de todos los chicos en ambas categorías.
Algo bueno entre tanta desgracia era realmente reconfortante.
—¡Felicidades por el podio, Sasha! —abrazó a la castaña, quien ya le había contado previamente por mensaje de texto que había ganado la medalla de oro.
—Cumplí con mi promesa y objetivo —sonrió.
—Los felicito a todos ustedes también —se dirigió a los demás—. Me alegra de verdad que hayan llegado muy lejos.
—Gracias, aunque todavía me parece increíble que me haya quedado a solo medio punto del tercer lugar —comentó Ymir.
—Sí. Las competidoras de Nagoya y Sendai mostraron cuán fuertes son sus escuelas —agregó Historia.
—Pero no lograron superar a nuestra amiga aquí presente —dijo Mina mirando a Sasha.
—Los dioses y las buenas vibras estuvieron de mi lado.
—Señorita Mikasa —habló Falco y ella lo miró—. ¿Qué tan grave es su lesión?
—No es algo que se cure de la noche a la mañana, pero tampoco me alejara del hielo para siempre. Diría que es un término medio, pero con los cuidados necesarios me repondré.
—¿No te incomoda usar esa bota? Digo, es una cosa muy grande y algo tosca —dijo Connie.
—Un poco, sí, pero debo acostumbrarme por mi bien y para recuperarme más rápido.
—Es bueno verte animada a pesar de tan delicada situación —dijo Jean.
—No podría ser de otra manera. Sí, es verdad que me afecta un poco, pero prefiero tomármelo con calma y con las mejores energías para volver a competir pronto —sonrió, pero no tardó en recordar un asunto importante que, con todo lo que había ocurrido, se le pasó por alto—. Por cierto, hablando de competencias, ¿qué pasó con el tema de la categoría por equipos?
—Hoy en la mañana los entrenadores nos convocaron a una reunión —habló Marco—, y nos informaron sobre las nuevas directrices…
Como suele suceder luego de las competencias a nivel nacional, la Academia de Hielo de Kioto les dio el día libre a sus patinadores. Sin embargo, al caer en cuenta de un asunto de extrema importancia, los entrenadores de la categoría senior los reunieron para tomar las medidas respectivas.
—Todos ustedes ya están al tanto de la situación de Mikasa, ¿no? —dijo Hange y todos asintieron—. Pues bien. Según lo que dijo el médico, su recuperación tardará un mes, por lo que lastimosamente no podrá participar en la competencia por equipos.
Las reacciones no se hicieron esperar, tomando diferentes matices como la preocupación y la inquietud ya que habían progresado bastante desde que empezaron a entrenar.
Pero quien se mostró mucho más desanimado fue Jean, esto porque había logrado acercarse a la azabache en esas pocas horas que tenía oportunidad y ahora eso ya no sería posible.
—Sé que se están preguntando muchas cosas en este momento. Era muy difícil imaginar que algo así sucedería, pero ya lo ven, aunque eso no significa que no vayamos a hacer nada al respecto.
—¿Y cuál es el plan ahora? —preguntó Ymir.
—Mis compañeros y yo hemos conversado y analizado la situación, y tras una no muy larga sesión acordamos lo siguiente: Sasha —la aludida prestó especial atención—, tú te quedarás como capitana del equipo —asintió—. Jean, Ymir y Marco, ustedes cambiarán sus posiciones para quedar en una formación 1-2-2 —ellos asintieron—. Y, por último, para completar el equipo y poder llevar a cabo la formación antes mencionada, se eligió a Mina.
La nombrada dio un respingo y miró a Hange con incredulidad.
—¿Yo?
—Por supuesto. Tu trabajo es muy bueno, así que confiamos en que lo harás bien junto a los demás.
—De acuerdo —mencionó, aunque no pudo evitar sentirse nerviosa por ese nuevo e inesperado desafío.
—Bien, muchachos. Eso era todo lo que teníamos que decirles, así que pueden retirarse y disfrutar de su día libre.
—Ya veo —mencionó Mikasa al término del relato y miró a Mina—. Te felicito por ser la elegida.
—Gracias, aunque no sé si pueda estar a tu nivel.
—No pienses en eso; te genera una carga innecesaria —sonrió—. Solo disfruta del patinaje y de la experiencia. Estoy segura de que lo lograrás a tu manera.
—Eso espero —también sonrió, sintiéndose más tranquila con aquellas palabras de aliento.
—Y yo espero poder estar ahí para verlo.
—Seguro que sí, pero hasta mientras disfrutemos del momento con el pastel que te trajimos —dijo Connie—. ¿Nos puedes prestar tu cocina?
—Está bien, pero sin hacer desastres.
Los chicos asintieron y empezaron a salir uno a uno de la habitación. Sasha fue la última de la fila, pero la azabache la detuvo con un llamado discreto y le pidió que se acercara.
—¿Pasó algo?
—Te quería pedir disculpas —la castaña la miró sin comprender—. Debí hacerte caso cuando me dijiste que le avisara al entrenador sobre el golpe que sufrí. Me habría evitado la lesión de ahora y quizás podría haber participado en la competencia por equipos, aunque no en la individual.
—Oh, no te preocupes. Conozco cuán obstinada y decidida puedes llegar a ser, y aunque tu decisión tuvo un precio elevado, sé que aprendiste la lección.
—Sin lugar a duda —sonrió, consciente de sus errores, pero sin dejarse castigar por los mismos—. Y ya que estás aquí, ¿me alcanzas las muletas? Debo ir a inspeccionar para que no dejen incendiando mi cocina —escuchó algunas risas estruendosas.
—Y yo debo ver que no se acaben todo el pastel —la ayudó a ponerse de pie cuidadosamente y le tendió los objetos pedidos—. Ah, y una cosa más —recordó algo.
—¿Qué?
—Mi novio te manda saludos —sonrió.
Así como ellos, los días posteriores recibió la visita de su tía y de Armin. La primera, al enterarse de lo que había sucedido, se asustó sobremanera y consideró dejar de lado su trabajo por algunos días para dedicarse a su cuidado, pero la azabache la tranquilizó diciendo que no era tan grave y que podía lidiar con ello por su cuenta. Costó un poco convencerla, pero a la final lo logró, aunque prometiéndole que le mantendría informada sobre su evolución.
Cuando se lo contó al rubio, la situación fue un tanto diferente, pero sin dejar de lado la preocupación. Para él, fue como si le hubieran teletransportado al pasado, haciéndole recordar la vez en la que le informaron que sería imposible su futuro como patinador profesional. Un deje de angustia lo invadió al imaginar que lo mismo le sucedería a su buena amiga, pero afortunadamente su condición le permitiría seguir, aunque sí se tomó la molestia de regañarla sutilmente cuando le contó la historia completa detrás de la lesión.
Aquellas visitas de sus seres más allegados le hicieron un bien emocional importante, y no podía estar más que agradecida por ello, sin ver la hora de volver a patinar pronto.
.
.
.
Pasaron dos semanas y pudo vislumbrar una mejoría considerable de su condición. El tobillo había vuelto casi a su tamaño normal, podía moverlo despacio de arriba abajo y en círculos y hasta logró caminar sin las muletas unos pocos metros, evitando apoyar el pie del todo.
Estaba realmente contenta por ese avance, pero lo que la sacaba de ese estado constantemente era su permanencia absoluta en su departamento si poder salir a ninguna parte.
¿Qué pasó con la cuestión del suministro de alimentos? Pues no fue un problema ya que su atento entrenador llegó dos veces en esa segunda semana y, aparte de evaluar su mejoría y constatar el cumplimiento de las recomendaciones médicas como hizo en los primeros días, le llevó algunas compras, las más importantes para su alimentación.
Ese gesto, aunque inesperado, fue muy bien recibido, pero a medida que pasaron los días sintió que su paciencia se estaba terminando. Se distrajo viendo videos de algunos patinadores en el Campeonato Mundial y en los Juegos Olímpicos, pero ya consumió todo lo que YouTube le ofrecía, por lo que cayó en un aburrimiento agobiante que la tenía como diablo en botella.
—Ya no soporto —mencionó una vez, acostada en la cama. Eran las diez de la mañana y se había cansado de estar mirando el techo por una hora—. Debo hacer algo.
Con Mayu a su lado, imaginó lo que estarían haciendo sus compañeros patinadores. De pronto, una idea surcó en su mente, la misma que la hizo sentarse lentamente.
—Seguramente ellos están entrenando —meditó unos segundos y miró a su gatita—. No estaría mal ir a verlos por un rato.
Esta ladeó un poco la cabeza y maulló.
—Lo sé, pero necesito cambiar de aires. Siento que me volveré loca si no salgo.
Pasó un instante y no hubo ningún otro reproche, por lo que se levantó de la cama, se puso la bota, tomó su celular y caminó hacia las muletas para luego dirigirse a la puerta, donde se puso su zapato y tomó un pequeño bolso antes de salir.
En ascensor se dirigió a la planta baja. Al no ver a la recepcionista, salió sigilosamente del edificio y esperó un taxi que no tardó en llegar. Se subió sin mucha dificultad junto a sus artilugios y le indicó al taxista el lugar al que quería ir.
No tardó más de quince minutos cuando se vio al frente de la academia. Suspiró, completamente convencida de lo mucho que la había extrañado y pagó la tarifa, apeándose enseguida y dirigiéndose hacia la entrada.
Saludó a algunas personas que se cruzaron en su camino y atravesó el largo pasillo hasta encontrarse a escasos metros de la pista. A lo lejos, en el otro extremo, pudo reconocer a sus compañeros y a Hange dándoles explicaciones, por lo que, para no interrumpir, se ubicó en la segunda fila de asientos y se dedicó a observarlos cuando dieron inicio a la rutina.
Concentrada y en silencio, analizó lo que hacían e identificó algunos cambios respecto a lo que se planteó antes de que se lesionara, pero de ahí los movimientos básicos seguían siendo los mismos y se notaba una muy buena coordinación y manejo de tiempos.
—Nada mal —susurró—, aunque es extraño que esté de espectadora en lugar de...
—¿Se puede saber qué rayos haces aquí?
Ante aquella interrupción abrupta, se sobresaltó y volteó a ver rápidamente hacia un costado, encontrándose con Levi quien la miraba con el ceño fruncido y los brazos cruzados.
—Buenos días, entrenador —saludó, moviendo apenas la mano en un gesto inocente.
—Deberías estar en tu departamento. ¿Alguien te botó de ahí acaso?
—No.
—¿Entonces? Sabes muy bien que debes cumplir con el reposo.
—Sí, tiene razón, pero ya me cansé de estar allá sin hacer nada.
—¿Y estando aquí la situación va a cambiar?
—Por lo menos voy a ver a mis compañeros entrenar.
—Mikasa…
—Si está preocupado por mi condición, déjeme decirle que estoy muy bien. Si no fuera así, no me hubiera arriesgado a venir.
—No deberías tomártelo tan a la ligera. Cualquier movimiento en falso prolongaría tu tiempo de recuperación.
—Soy muy consciente de eso, pero la salud mental también es importante —mencionó sin inmutarse—. ¿O acaso va a seguir entrenándome cuando pierda la cordura por no despejar la mente?
El azabache se quedó callado. Bien, había perdido la batalla con ese argumento válido y de suma importancia que él sinceramente no consideró por darle mayor prioridad a su condición física, pero ahora que sus ojos fueron abiertos, no tenía por qué llevarle la contraria.
"Estás exagerando en su cuidado sin razón aparente", le susurró su subconsciente.
—Está bien —dijo finalmente—. Puedes quedarte, pero me aseguraré de llevarte de regreso a tu departamento.
—No hace falta.
—Insisto, más que nada para evitarnos cualquier cosa. El riesgo de algún accidente está presente, así que es mejor prevenir antes que lamentar.
—¿Incluso si vengo otros días aparte de este? —preguntó con cautela.
—¿Planeas hacerlo?
—Sí. Bueno, hasta que llegue la fecha de la competencia, por supuesto, aunque no va a ser todos los días.
—En ese caso yo iré a verte y te traeré. Y no quiero ningún reproche.
Mikasa, quien abrió la boca dispuesta a discrepar, la volvió a cerrar y suspiró, no queriendo discutir más porque sabía que sería en vano.
—Como quiera.
Levi asintió satisfecho y se dirigió hacia donde Hange se encontraba. Los muchachos continuaron practicando por algunas horas más hasta dar por terminada la jornada del día. Fue ahí que se percataron de la presencia de la azabache y se acercaron a saludarla, preguntándole también cómo estaba.
—Mucho mejor ahora que estoy aquí.
La charla se extendió por algunos minutos y Levi, tal y como prometió, la llevó después a su departamento. En esta ocasión, se aseguró de que entrara al edificio para finalmente seguir conduciendo hacia su casa.
Aquella rutina temporal se repitió por cuatro días más, incluyendo los viajes en la mañana. Mikasa siempre procuró estar lista y puntual a la hora que el ojiazul le decía que pasaría por ella, y si bien un par de veces se sintió incómoda por pensar que era una molestia, él le repitió que no era así y que lo hacía con toda la buena predisposición que el caso requería.
Todavía no llegaba a entender esa manera de estar tan al pendiente de ella, pero supuso que tenía que ver con su faceta de entrenador y la responsabilidad que ello traía consigo, por lo que simplemente lo dejó hacer.
Eso sí, no podía ocultar cuán feliz estaba por poder salir de casa con mayor frecuencia, y eso hizo que el tiempo pasara más rápido, llevándola al tan esperado día de la competencia.
Con su pie casi recuperado por completo y muy entusiasmada, pudo decirle adiós a las muletas y a la bota, envolviéndolo solo con una venda ajustada tal y como el médico había sugerido. Una notificación de mensaje sonó en su celular, y al ver de quién se trataba, se puso rápidamente los zapatos y salió del departamento junto con sus pertenencias.
En las afueras del edificio vislumbró el auto de su entrenador. Se dirigió al mismo a paso sereno, abrió la puerta, lo saludó e ingresó al asiento del copiloto para ponerse de inmediato el cinturón de seguridad y partir rumbo a la academia.
El viaje no demoró más de quince minutos a pesar del ligero tráfico, encontrándose pronto en las afueras del lugar. Levi estacionó el auto en el parqueadero, se bajaron y caminaron hacia la entrada donde la mayoría de los chicos ya estaban reunidos. Estos, acostumbrados a verlos llegar juntos desde hace algunos días, los saludaron y Mikasa les preguntó cómo se sentían a escasos minutos de iniciar el trayecto hacia el estadio.
—Con unos nervios terribles, pero sé que lo lograremos —mencionó Sasha con honestidad y los demás la apoyaron.
Poco después llegó el grupo de Gabi, y no pasó mucho para que Erwin, Hange y Nanaba apareciera.
—Muy bien. Ya estamos todos y el bus acaba de llegar —habló Hange viendo al vehículo estacionarse al frente—, pero antes, permítanme decirles un par de cosas. Ustedes ya demostraron de lo que son capaces en la competencia individual, pero ahora es su oportunidad de hacerlo como un verdadero equipo. No redundaré en lo que dije antes; saben que confiamos en ustedes, así que respiren profundo y vamos que nos esperan.
Sin nada más que decir, todos subieron al bus y se embarcaron en un viaje que ya conocían, pero cuyo objetivo era diferente, con la premisa ahora de trabajar como si fueran uno solo y brillar como las estrellas en el cielo.
Arribaron al lugar en un abrir y cerrar de ojos, viendo nuevamente a otros equipos llegando y personas con altas expectativas en la categoría, considerada por muchos como una de las más difíciles aparte del patinaje de pareja.
Ambos equipos respiraron profundamente tal cual había sugerido Hange y se dirigieron a la entrada cargando sus maletas. El escenario en el interior era muy parecido a lo que se vio en la competencia individual, por lo que continuaron su camino hacia los camerinos para prepararse.
Se percibía una relativa paz en los alrededores con solo algunos grupos conversando, inmersos en lo suyo, pero no fue sino hasta algunos segundos después que, ya estando por llegar a la sala, se escucharon murmullos que poco a poco adquirieron mayor claridad. Mikasa, quien se encontraba al final del grupo junto a Levi, se detuvo y volteó a ver al igual que él y fue sorprendida por una avalancha de periodistas que se acercaban a paso acelerado.
Retrocedió un par de pasos cuando llegaron y de inmediato estos empezaron a colmarla de preguntas. Era tanto el desorden entre palabras, micrófonos y cámaras de celular que no sabía qué hacer ni cómo calmar el ambiente.
—Disculpen…
—¿Cuál es su situación actual? ¿Podrá volver a patinar?
—Bueno, yo…
—¿Qué ha hecho la academia como medida de apoyo para precautelar su recuperación?
—Ellos solo…
Una a una caían las preguntas sin poder responderlas del todo, y por más que quiso enfocarse en una, tanta palabrería hizo líos su cabeza y la inquietó.
Estuvo a punto de entrar en una crisis de pánico por tanta presión, pero una voz sonó como un trueno a su lado, lo que hizo que todos se quedaran callados.
—¿Qué forma es esa de hacer escándalo? —reclamó Levi.
—Solo queríamos preguntar algunas cosas y…
—Lo siento, pero por el día de hoy no se responderá ninguna pregunta —sentenció y, sin previo aviso, tomó de la muñeca a Mikasa—. Vámonos.
La jaló levemente y ella se dejó guiar lejos de las manos de los periodistas, quienes insistieron un poco más hasta ser detenidos por dos guardias de seguridad.
Llegaron a la sala y, tras soltar cerrar la puerta, soltaron un largo suspiro.
—Gracias, entrenador —respiró tranquila, sin percatarse que todavía la estaba sosteniendo en un delicado agarre.
—No hay de qué. Habría sido un suicidio quedarse con esos buitres.
—¿Qué pasó? —se les acercaron Hange y los otros entrenadores, quienes se habían adelantado y no presenciaron aquel bullicio.
—Los periodistas y sus formas de alterar el orden. Amedrentaron a Mikasa con preguntas, pero la saqué de ahí antes de que la asfixiaran.
—Ya veo —por inercia desvió la vista hacia las manos de ambos, y casi de inmediato él la soltó, aunque discretamente—. Bien hecho. Se libraron de ellos, pero no creo que sea para siempre.
—Mientras haya paz por el momento, es más que suficiente.
—¿Y los chicos? —preguntó la azabache.
—Ya entraron a vestirse. Estás ansiosa por verlos, ¿no?
—Sí.
—Pues yo también —sonrió.
Esperaron algunos minutos hasta que salieron de los camerinos los competidores de la categoría juvenil primero. Lograron identificar a Gabi, Falco, Udo y Zofía, quienes se les acercaron y lucieron sus trajes a juego color rojo con franjas blancas y brillantes formando una serie de diversas figuras. Los elogiaron por tan bellos diseños que los hacían destacar de una manera sutil, y mientras Nanaba y Erwin les daban las últimas indicaciones, poco después aparecieron los competidores de la categoría senior.
Mikasa se emocionó sobremanera al ver a sus compañeros vistiendo hermosos trajes negros con bordados brillantes decorando las mangas y el torso. Todos estaban usando pantalón, lo que los hacía ver increíblemente elegantes.
—Qué elección tan maravillosa —dijo Hange, adivinando sus pensamientos.
—¿Verdad que sí? —mencionó Sasha, quien nunca antes había usado algo que no fuera vestido, pero que estaba a gusto y conforme—. Parecemos hermanos.
—Un solo ente que va a demostrar lo buenos que son en el trabajo en equipo.
—Como debe ser.
Un mensaje se emitió a través de los parlantes, anunciando que la competencia para los más jóvenes estaba por comenzar. Estos se apresuraron a formarse, dejando ver con claridad la emoción que los invadía.
—Desde aquí ustedes no van a poder apreciar el espectáculo —le dijo Levi a Mikasa, Historia y Connie—. Los llevaré a la tribuna, junto a los espectadores.
Los cuatro salieron de la sala y se desviaron por un corto pasillo con escaleras al fondo. Subieron las mismas, giraron a la derecha y, tras dejarlos en sus asientos, Levi volvió a los camerinos.
Los murmullos del público cesaron poco después cuando oficialmente se dio inicio a la competencia. Tal cual sucedió hace casi un mes, se presentó a los jueces, se describió la forma de calificación y se explicaron detalles adicionales que no constaban en las categorías individuales.
Ya con todo listo, y hecho ya el previo calentamiento, los equipos saltaron a la pista y comenzaron con su participación. Se evidenciaron diversos estilos representantes de cada escuela, así como una variedad de música que generó muchas emociones en el público presente.
La rutina del equipo dirigido por Nanaba y Erwin fue uno de los que más llamó la atención. Los chicos, con su energía y entusiasmo, dejaron todo rastro de nerviosismo atrás y se desenvolvieron con mucha soltura y complicidad, cautivando a todos los espectadores y obteniendo uno de los puntajes más altos de la categoría.
Lo mismo sucedió cuando llegó el turno de participar al equipo a cargo de Hange y Levi. Mostrando un nivel de experiencia mayor, ejecutaron cada uno de los movimientos de forma impecable y con una coordinación extraordinaria. Su carisma atrapó a todo aquel que los miraba, y con un final lleno de resplandor y seguridad, se ganaron una lluvia de aplausos que los conmovieron, llenándose sus ojos de lágrimas de felicidad por haberlo logrado.
Así se cerraron las competencias de verano para la Academia de Hielo de Kioto, donde se obtuvieron resultados que superaron las expectativas de muchos, pero que de igual manera los tenía a todos muy contentos y satisfechos.
Y esto, por supuesto, merecía una enorme celebración.
