¡Buenas tardes a todos! ¡Continuamos con la celebración del bello mes de septiembre! ¡Ji, ji, ji! ¡Un gran abrazo!

"UNA DECISIÓN DE VIDA"

CAPÍTULO XVII

"¡Feliz Cumpleaños, Anthony!"

El muchacho se sorprendió al quinto día de su estancia en la parroquia, cuando al abrir la puerta de la habitación de su pecosa para saludarla, se encontró al personal de la iglesia - con quienes se llevaba muy bien y a quienes había ayudado en sus tareas mientras estaba en el lugar -, estando todos junto a su feliz pecosa, ataviada ahora con uno de sus sencillos vestidos, ya de pie, junto al padre Albino, con un rico pastel de chocolate en sus manos, con el número '18' hecho con cerezas sobre el turrón de crema.

Anthony sonrió asombrado, tocando inconsciente su cabello con una mano. "¡Wow…!" dijo, sin palabras.

La pecosa entregando el pastel a la señora Juanita a su lado, fue hacia él y lo abrazó brevemente, "¡Feliz Cumpleaños, Anthony!" le dijo feliz.

"¡Gracias, Candy!" Le dijo gentil, apoyando su mano en la de ella, sobre su brazo. Le habría gustado hacer un mayor despliegue de gratitud hacia ella, pero había demasiados espectadores inesperados en el lugar.

"¡Gracias a todos ustedes también!", dijo agradecido, viendo a los demás con una sonrisa. Todos los trabajadores del lugar habían acordado no mencionar la presencia de los dos rubios en el recinto, y hasta el momento, su presencia en el pueblo era desconocida para los demás – sobre todo para su familia -.

"¡Felicidades, joven Anthony!" los diferentes trabajadores y cocineras se acercaron a él a felicitarle afablemente.

"Gracias… ¡muchas gracias…!" le dijo a cada uno, "¡Se los agradezco mucho!"

El padre Albino Sabatini se le aproximó y lo felicitó dándole un breve abrazo y estrechando su mano, "Felicidades, hijo. ¡Enhorabuena!"

"Gracias, padre, Albino." Le dijo el muchacho agradecido.

"Aquí Candy, anoche, te preparó un delicioso pastel.", le dijo.

Anthony la vio sorprendido. "¡¿En verdad?! ¿Tú lo hiciste?"

La joven risueña y ruborizada asintió, mirándole. Su príncipe le parecía más alto cada día.

"Gracias, Candy." Le dijo agradecido, conmovido de que, en medio de todo lo que estaban viviendo, se hubiese recordado de la fecha de su cumpleaños. Y tomando su mano con cariño, estrechándosela suavemente, le sonrió.

"También te tenemos preparado un pequeño desayuno, Anthony. Es sencillo, pero con mucho cariño." Le dijo la joven.

"Muchas gracias, Candy. - ¡Gracias a todos!, - En especial a usted, padre Albino", se volvió hacia él, "por darnos cobijo estos días y por ayudar a Candy a preparar todo esto."

"Fue un gusto, Anthony. Como te dijo Candy, es algo sencillo, pero esperamos te agrade." Y con una palmada en la espalda de parte del padre para el muchacho, todos contentos se dirigieron juntos al comedor.

Luego de un día compartiendo con el personal de la parroquia por la mañana y luego ellos dos solos el resto del día – conversando, paseando en el jardín interior de la iglesia o cocinando juntos, ayudando en la cocina, y tras escuchar ambos la misa de las 5:00 pm, en la que Candy pidió una intención por él por su cumpleaños - ambos escucharon la misa desde el coro de la iglesia, para que nadie los viera, y el nombre de Anthony fue mencionado como petición hecha de parte de la familia Andley, para que nadie sospechara -; al terminar la ceremonia, Anthony sorprendió a Candy pidiéndole que lo acompañara al campanario.

Al subir ambos, los últimos celajes del día iluminaban el pequeño pueblo y el viento acariciaba sus rostros al llegar junto a la gran campana de la iglesia.

"Gracias, amor," le dijo entonces Anthony, volviéndose hacia ella. "Este ha sido un día inolvidable. Es el primero que pasamos juntos todo el día."

"¡Es verdad!" sonrió su pecosa maravillada. Junto a su Anthony, Candy se sentía cada día con más ánimo y energía, su recuperación había sido sorprendente, y si no fuera porque aún se sentía bastante cansada al finalizar el día, casi pensaría que ya estaba bien. "¡Ha sido el día más feliz de mi vida también para mí, amor!", reconoció la pecosa, viéndolo enamorada.

La expresión de Anthony cambió, y tomando sus blancas manos, la dirigió más al centro del campanario para que nadie los viera desde la calle, y mirándola a sus bellos ojos esmeralda, sonrió. "Candy," le dijo, "estos dos meses lejos de ti solo me han dejado muy claro una cosa en la vida…" dijo el apuesto muchacho, "y es que no quiero pasar alejado de ti un solo día más."

"Anthony…" Candy lo vió conmovida.

"Te amo, pecosa." Le dijo sincero. "Eres el amor de mi vida. Antes de hoy, no podía ofrecerte mucho, pero ahora, tengo la libertad de darte todo lo que soy y de ofrecerte una vida juntos, si me aceptas." Le dijo, y entonces el muchacho se hincó sobre su rodilla derecha ante ella y la joven asombrada llevó una de sus manos a sus labios ahogando una exclamación de sorpresa. El cabello rubio de su apuesto príncipe se mecía suavemente con el viento, al contemplarla con adoración.

"Candis White…" comenzó el joven con una expresión solemne, mientras sostenía la mano izquierda de la rubia en la suya, y con la otra le mostraba un anillo de oro blanco, con un diamante azul – símbolo de pureza y perfección -, y que él había sacado inesperadamente del bolsillo de su saco. "…tú eres mi vida," le dijo con convicción, "Desde el día que te conocí supe que había encontrado mi camino en la vida. Mi hogar. ¿Me harías el hombre más feliz de la tierra, amor, y compartirías tu vida conmigo? ¿Me harías el gran honor de convertirte en mi esposa?"

Candy lo vió con una expresión cargada de amor y alegría, mientras una lágrima traviesa se derramaba por su mejilla. La joven rubia comenzó a asentir, "Sí, mi vida". Le dijo entonces. "¡Sí, Anthony! ¡Sí!" la muchacha exclamó con una sonrisa. Y el joven Brower, sonriendo extasiado, deslizó el anillo en su dedo anular, respirando con alivio brevemente al ver que le calzaba de manera perfecta. Y poniéndose de pie, tomando a su pecosa en sus brazos, se inclinó hacia sus labios y la besó, por primera vez desde su reencuentro, con total abandono, sintiéndola finalmente suya entre sus brazos. Candy le respondió con igual entrega rodeando su cuello con sus brazos y el tiempo de pronto dejó de tener significado para los dos jóvenes amantes… solo el latir y la alegría inconmensurable de sus corazones, y la caricia de sus apasionados labios tenían un lugar en su mundo en medio de aquel impresionante atardecer de otoño que los envolvía en su magia.

La iglesia ya se había cerrado. Sabiendo de las intenciones del muchacho, el padre Albino les había dado su espacio y los esperaba en una de las naves laterales de la iglesia. Pero cuando vio que casi había anochecido y no bajaban, comenzó a preocuparse. Sus apresurados pasos bajando la escalera en caracol desde el campanario llamaron la atención del clérigo y este se volvió a tiempo para ver aparecer a la feliz pareja que, sonriente, de inmediato se aproximó a él, tomada de la mano.

"Asumo que dijo que sí", dijo sonriente el padre, viendo el anillo brillar en la mano de la pecosa y la extraordinaria sonrisa de alegría en ambos.

Anthony rió y Candy se sonrojó de inmediato. "Así es, padre Albino", dijo el rubio. "Le presento a Candis White, mi prometida.", dijo abrazándola por los hombros.

"¡Enhorabuena, muchachos! ¡Permítanme ser el primero en felicitarlos!"

"¡Gracias, padre Albino!", dijo Candy, recibiendo su abrazo y luego viendo cómo felicitaba también a su prometido. ¡Su Prometido! ¡Anthony era su prometido! Su corazón juvenil casi no podía con tanta felicidad.

"¡Qué bello anillo, Candy!" le dijo Juanita a la mañana siguiente al ver a la sonriente y sonrojada prometida del joven Brower, comenzar sus labores del día ayudando con los desayunos para los pobres en la cocina. Ella ayudaba a prepararlos, pero solo Juanita y Martha los repartían para que no la vieran los del pueblo.

"¡Gracias, señora Juanita!" le dijo la pecosa. Anthony le había dicho que había pertenecido una vez a su madre. Había sido un regalo de su abuelo William Anthony a su hija primogénita al cumplir ella los dieciséis, pero el muchacho lo había elegido de entre sus joyas heredadas, como la pieza perfecta para ejemplificar todo el amor y compromiso que sentía hacia su pecosa.

"Perteneció una vez a la madre de Anthony" le comentó con alegría, viendo el bello brillo de la joya en su mano. Candy se sentía dichosa y honrada de que su príncipe le hubiese dado uno de los anillos de su madre, Rosemary Andley, aquella hermosa mujer que ella no había conocido, pero que le había enseñado a su hijo, junto con su cariñoso padre, Vincent Alexander Brower, a ser el hombre de bien que él era ahora. Ellos habían fallecido en un accidente marítimo unos años antes de que ella lo conociera.

"¿Y cuándo es la boda?" preguntó la señora curiosa.

"¿Eh?" Candy se sorprendió. "Pues aún no hemos hablado con Anthony de la fecha", dijo contenta. "Supongo que será hasta el próximo año", le dijo inocente.

La señora Juanita la vio con ternura, y asintió. "Candy, pásame la otra hogaza de pan, por favor." Le dijo gentil. "Hoy vinieron dos familias más y sí traían mucha hambre."

"Sí, claro", la joven rubia se volvió y hacendosa la tomó de la mesa donde se enfriaba, y cortándola en rajas iguales con un cuchillo, sonriente se la pasó en un azafatillo de madera sencillo, para repartirlo a los comensales.

Los días pasaban felices para los jóvenes prometidos dentro de su pequeño mundo protegido, rodeado de amigos y de faenas sencillas pero que los llenaban de alegría y satisfacción.

"¿La otra semana?" preguntó preocupado el padre Albino sentado a la cabeza de su sencillo escritorio en la sacristía de la parroquia. Un crucifijo de madera decoraba la pared tras de él. Y la imagen del Sagrado Corazón de Jesús se erguía en un pequeño nicho de la oficina, cerca de la ventana hacia los jardines.

El joven Brower había pedido hablar en privado con él esa mañana. Ya habían pasado dos semanas desde la pedida de mano a Candy, y el joven sentía que había llegado el momento de trasladarse finalmente a otro estado.

"Así es, padre Albino", dijo Anthony. "Tuve la intención original de marcharme solo primero para asegurar dónde vivir y los asuntos legales, y luego regresar por ella, pero considerando lo que nos sucedió con la familia, sé que ella no aceptará quedarse y que nos separemos. Y el invierno está casi aquí, y sería más difícil para nosotros movilizarnos."

"Pero no pueden irse solo así, Anthony", protestó el sacerdote.

"Lo sé, padre." Dijo Anthony, comprendiendo a lo que se refería. "Por eso… quería pedirle que oficiara nuestra boda la próxima semana." Le dijo con total seriedad. "Hablé con el doctor Harris y tiene un sobrino en un pueblo vecino que es abogado, y le he pedido que realice el acta de matrimonio para la boda civil. No quiero que haya dudas respecto a la legalidad de nuestro matrimonio en caso mi familia quiera anularlo, o en caso de que a mí me pase algo. Quiero que Candy quede totalmente protegida bajo toda circunstancia." Le dijo seguro de lo que hacía.

"Ya veo." Dijo el padre Albino con preocupación, entrecruzando sus manos frente a él sobre el escritorio. "Pero… ¿en realidad crees que los Andley puedan tratar de intervenir todavía?"

"No lo dude, padre Albino. Mi tía abuela puede que parezca muy afligida ahora, pero solo tomará que vea a Candy otra vez para que recuerde todas las razones por las cuales hizo lo que hizo en un primer lugar. Estoy decidido a no permitir que la lastimen nuevamente", concluyó.

El padre consideró lo dicho por el muchacho en silencio y luego asintió. "Bien, hijo, yo te apoyo. Será un honor casarlos a ustedes dos", sonrió. "¿Ya se lo dijiste a Candy?"

"Pienso hacerlo esta noche." El muchacho también sonrió. Pero luego suspiró al considerar la situación. "Sé que Candy merece mucho, padre. Me gustaría darle una boda grande… con sus madres del Hogar de Pony estando presentes… pero en este punto, en verdad no creo siquiera factible contactar a mis primos para que nos acompañen. Tendrá que ser solo nosotros dos."

"Solo ustedes dos… y 'Dios', hijo." Lo corrigió el padre con una sonrisa, señalando hacia el cielo. "Es más que suficiente, pienso yo. Recuerda que con Él somos multitud."

Anthony sonrió reconociendo su error. "Es cierto, padre Albino. Tiene razón. Es todo lo que Candy y yo deseamos ese día… Su Bendición. Nada más."

El Padre Albino asintió. "Bien, entonces será el próximo jueves.", confirmó con una sonrisa.

Esa misma noche, sentados en una banquita del jardín central, contemplando el cielo estrellado de mediados de octubre, los jóvenes prometidos, abrazados, hacían planes para su futuro. Anthony cubría a Candy otra vez con una capa negra suya que había encontrado en su equipaje.

"Entonces… luego de la boda ¿nos marcharíamos?" confirmó la pecosa, viéndolo, recostada en su hombro, sintiendo un poco de temor a marcharse a un lugar desconocido. Habían encontrado un remanso de paz entre esos muros eclesiásticos, un lugar donde finalmente habían podido compartir y convivir de manera cercana sin temor a que los juzgaran. Entre todo, para Candy había sido como vivir en un sueño.

"La boda sería el jueves de la otra semana, temprano por la mañana," explicó Anthony, "y luego firmaríamos el contrato matrimonial de la boda civil que el sobrino del doctor Harris nos traería. Tendríamos un pequeño almuerzo después de la misa del mediodía. Y luego nos iríamos en mi auto… perdón," sonrió corrigiéndose, "en 'nuestro auto' a la estación de South Bend en Indiana, arreglaríamos que lo embalaran, junto con nuestras cosas, y viajaríamos en tren hacia Nueva York. Luego por mar a Norfolk, Virginia, donde se encuentra una de las sedes de la Naviera Brower que nos pertenecen. Recuerdo que por un tiempo con mis padres vivimos en esa área por uno o dos años cuando yo era pequeño. Creo que la Mansión Brower aún permanece allí, es pequeña comparada con las de los Andley, pero es muy acogedora. De las reuniones ocasionales con George y mis abogados de la herencia Brower a principios de año, tengo entendido que todavía nos pertenece. Espero que podamos comenzar nuestra vida allí juntos, si te agrada." Le sonrió su prometido. "Si te gusta la casa también. Si no, podríamos comprar otra en otra parte, donde te sientas feliz."

Candy sonrió, "Anthony… pero ¿qué dices? Tú sabes que lo único que necesito para ser feliz y considerarlo nuestro hogar es que tú estés allí conmigo. No importa dónde sea." Le dijo con sinceridad.

Anthony besó la punta de su nariz, y le sonrió. "Tú eres mi hogar también, pecosa." Le dijo enamorado, e inclinándose buscó sus labios, que desde la mañana lo tenían hipnotizado cada vez que le sonreían, y hasta ahora se permitía besarlos. El beso fue casto y gentil entre ellos a pesar de sus crecientes sentimientos del uno hacia el otro. Ninguno de los dos olvidaba el lugar dónde se encontraban y el respeto que les merecía. Luego de separarse, se vieron a los ojos embelesados. "Entonces, ¿te agrada el plan, pecosa?" preguntó interesado, volviendo a su conversación.

Candy lo vio a los ojos por unos segundos y luego sonrió, "¡Me encanta, Anthony!" le dijo contenta. "Creo que tendré que buscar un vestido de novia mañana mismo", le dijo ilusionada. "Lástima que las Dulces Candy que trajiste no estén en época de dar rosas". Hizo un puchero. Los dos habían estado cuidando con esmero los cuatro rosales que Anthony había traído de la Mansión de las Rosas, y que Anthony mostrara a Candy, en sus maceteros, colocados para mientras en uno de los corredores del jardín. Los dos tenían la ilusión de plantarlos juntos en su nuevo hogar en algún momento.

"Lo sé, amor." Le dijo Anthony comprensivo, él también hubiese querido verla en ese día de blanco, con su bello ramo de rosas Dulce Candy.

"Pero no te preocupes", le dijo el muchacho, complacido de que su pecosa lo apoyara con la visión que tenía para ellos luego de casarse. "Le pedí ayuda a doña Juanita y ella nos hará el favor de ir por las cosas que necesitemos con su hija. Le pedí favor al doctor Harris también de poder usar su nombre para las compras, para no levantar sospechas. Dirán que el vestido es para una su sobrina que se casará en otro estado, pero que necesita probárselos en su casa y no en el negocio. Te traerán vestidos de la tienda más exclusiva del pueblo mañana para que escojas de entre ellos. Igual las argollas para que las veamos y si es necesario, aún hay tiempo para que las ajusten. Y el padre nos permitirá cortar unas flores de este jardín para armar tu ramo. Las dalias, las margaritas y los crisantemos están aún floreando."

"Anthony, amor, ¡tú sí que piensas en todo!" le dijo sorprendida con una sonrisa.

"Solo pienso en usted, futura señora Brower..." Le dijo romántico. "Solo en usted…", afirmó el apuesto muchacho, e inclinándose con una sonrisa encantadora hacia los labios de su feliz prometida, selló sus palabras con un nuevo e inolvidable beso.

Continuará…

Y como ven, ¡nuestros tórtolos están por volar a otro cielo! ¡Ji, ji, ji! Espero les haya gustado el capítulo.

Muchas gracias por comentar el capítulo anterior querida Sharick, Anguie, Guest 1, Guest 2 (Como viste, en esas justo están. ¡Un abrazo!), Julie-Andley-00 (¡Qué bueno que los pudiste leer! ¡Y me alegra mucho que te gustaran! Sí, se encontraron rápido. Dijeron dos meses, y al final ¡sí fueron dos meses! Una separación más larga ¡sería terrible! ¡Un abrazo, Julie!), Guest 3, Guest 4 (¡Deseo cumplido! Ji, ji, ji! ¡Un abrazo!), Guest 5 (¡Muchas gracias!), Mayely león (Hola! Fue sin mala intención del médico. Como conoce a la familia, le da pena el lío en el que están. ¡Bendiciones para ti también, Mayely!) y GeoMtzR (¡Hola, Georgy! Sí, aquí la tía abuela usó todos sus recursos para quitar a la pobre Candy del camino. Y eso que Anthony no sabe que si iba a Nueva York, hasta el apartamento abandonado con testigos de que se fueron juntos a Europa iba a encontrar! ¡Ji, ji, ji! – Esto te lo digo en confidencia, ¡claro! – ¡Ja, ja, ja!, pero bueno. Era otra época. Pero como dijiste antes, ahora no estamos diferente. No creo que la mayoría se alegrara por hacer a la sirvienta parte de la familia. Menos a ese nivel. Hay mucho qué aprender todavía.)

¡Les envío a todos un fuerte abrazo! ¡Gracias por leer!

¡Bendiciones!

lemh2001

12 de septiembre de 2023

P.D. Se publicará la continuación este jueves. - ¡Y están cordialmente invitados a la boda Brower-White! - ¡Ji, ji, ji! ¡Nos vemos!