Capítulo 13
Un profundo estrépito hizo que las palabras se me bloquearan en la garganta. Me llevé la mano al pecho, impresionada, y caminé presurosa los pocos pasos que separaban mi posición actual de la parte de la estancia oculta por el biombo. Allí estaba Fate, agachada, recogiendo las cajas de medicinas que se le habían caído al suelo.
- ¿Estás bien? –pregunté ayudándola a meterlo todo de nuevo en la caja que había estado intentando colocar en lo alto de la estantería– ¿Fate?
Ella solo asintió dedicándome una mirada fría y dolorosa, pese a que no se había hecho daño con el accidente de la caja, al menos no físicamente. Nos incorporamos casi al mismo tiempo, en silencio. Me sentí incómoda y quise poder romper la tensión, pero entonces Yuuno caminó hacia nosotras cruzándose de brazos y mirando la escena con hastío.
- Menuda ayudante te has buscado. –acusó con malicia– Un poco torpe, ¿no?
Lo miré, reprochándole su comentario. Fate permaneció callada, de espaldas a nosotros, reordenando las cajas de medicamentos con ligera brusquedad.
- Aún no me has respondido. –instó Yuuno– ¿A qué hora quieres que quedemos a la salida?
- Yuuno yo… verás…
- ¿A las nueve te va bien? Así podrás arreglarte y pasar por tu casa antes, si quieres.
- No… no, Yuuno escucha… –respiré hondo, sintiéndome mal– Yo no… no puedo. Tengo mucho trabajo, muchas cosas pendientes que hacer. Además, esta noche me toca guardia y…
- Pues la cancelas. –determinó sin más.
- ¿Y si alguna de las presas se pone enferma? –tanteé yo.
- Bueno, pues ya la verás al día siguiente. No creo que se muera nadie en una noche. –negué con la cabeza, decidida a cumplir con mis obligaciones a rajatabla– ¡Tú no estás encerrada aquí! –prosiguió insistiendo– No tienes por qué pasarte los días y también las noches entre estas mugrosas paredes, rodeada por los animales que están presas.
- Lo siento Yuuno, quizá en otra ocasión.
- Pero…
- ¿No captas el no, tío?
Tanto Yuuno como yo nos giramos al unísono. Fate se había puesto frente a nosotros rompiendo el silencio que le había acompañado desde hacía rato. Miraba al doctor Scrya como si le produjese asco su sola presencia, y Yuuno había abierto los ojos de par en par, fuera de sí, incrédulo ante lo que oía.
- Métete en tus asuntos, Testarossa, y déjame a mí en los míos.
- ¿En los tuyos? ¿Crees que ella es tu asunto? –Fate sonrió de medio lado– No quiere ir contigo ni a la vuelta de la esquina.
- ¡Fate! –recriminé yo, avergonzada y sintiéndome de repente como un valioso premio que dos personas se disputaban.
- Ah, claro, y tú piensas que ella prefiere quedarse aquí contigo, ¿no, Testarossa?
- Dímelo tú, doctor. Es aquí a donde vendrá esta noche, ¿no?
- ¡Por pura obligación! ¡Por lástima!
- O porque sabe que hasta estar trabajando en la enfermería de un penal es menos aburrido que toda una cena contigo.
Yuuno apretó los dientes caminando hacia delante y encarando a Fate que proseguía sonriendo con chulería, sin amedrentarse ni un ápice.
- Escúchame bien, delincuente. No eres más que una desgraciada que tiene muchas cosas que ocultar, así que si no quieres que tu estúpido reinado entre las demás imbéciles que hay aquí se termine… mantén la boca cerrada y aprende cuál es tu sitio. No aspires a cosas que jamás podrás conseguir.
Fate levantó la barbilla echando la cabeza ligeramente hacia atrás en una pose amenazante. La observé, irradiaba advertencia por los cuatro costados, parecía casi una autoridad.
- Lo que quieras. –dijo sin más– Pero sigue siendo aquí donde ella prefiere estar. Aquí, donde no estés tú.
Yuuno volvió a acercarse, pero entonces yo me interpuse, caminando con firmeza hacia el otro lado de la habitación donde estaba la puerta.
- ¡Basta ya, se acabó! –rugí, furiosa.
Ambos me miraron confusos. Apreté los puños, cogiendo aire y mirando primero a una y después al otro. Parecían haberse olvidado de que yo estaba ahí, limitándose a pelear por un trozo de carne como dos leones hambrientos. La feminista que había en mí se sentía ofuscada y ofendida.
- Ha sido una halagadora demostración de testosterona y estrógeno. Ahora, por favor, quiero ponerme a trabajar. Sola.
Yuuno asintió, recogiendo su maletín y mirándome con un suave deje de reproche en la mirada, antes de salir por la puerta que yo acababa de abrir. Fate no pudo ocultar su sonrisa triunfante. Parecía un pavo real con todas las plumas abiertas. Se aproximó un instante, quizá para decirme algo, pero yo la corté alzando la mano e indicándole la salida con seguridad.
- Tú también, Fate. –dije sin vacilar.
- ¿Qué? –preguntó fuera de sí.
- Necesito estar sola. Vete, por favor.
Ella asintió, tragándose su orgullo y caminando muy erguida hasta la puerta, pero ni siquiera tuvo que cruzarla por sí misma, ya que en ese momento uno de los alguaciles hizo su aparición.
- ¡Coño, Testarossa! Llevo buscándote media hora. ¿Tú qué te piensas? ¿Que estos son los jardines privados de tu casa? ¡No puedes campar a tu antojo! –ni ella ni yo hicimos comentario alguno– Vamos, tienes visita.
- ¿Visita? –cuestionó Fate, tan impactada con la información como yo.
- Ya ves, debe ser tu día de suerte, porque se han acordado de ti. Date prisa o la rubia que te está esperando se largará por donde ha venido.
Fate sonrió, saliendo de la sala escoltado por el alguacil. Me miró solo un instante antes de perderse de vista por el pasillo.
