So it goes...

Te conocí en la oscuridad… Hago tus días grises más claros. Sé que lo sabes, podemos sentirlo, es inevitable.

Nos rompemos un poco, pero, cuando me tienes a solas, es tan sencillo…

Es inevitable.

Ambos creen haberlo perdido todo, ahora viven rodeados de la oscuridad del pasado. Una noche, el destino juega a su favor haciendo que se encuentren por lo que parece ser casualidad, y la atracción entre ellos es inevitable. Ahora, si quieren salir de la jaula en la que viven, deben aprender a perder el control... ¿Lo lograrán?

Crossover 50Shades & Twilight.

+18 o +21


La historia se ubica 5 años después de Luna Nueva, y la semana en la que Anastasia abandona a Christian. (Final libro 1)

Es decir, está ubicado alrededor del año 2011, pero, honestamente ya me acostumbre a la tecnología de la actualidad y por más que quiera viajar al pasado, es muy probable que se me filtren algunas cosas que tenemos en este momento. Por lo que, para fines prácticos de la historia, fingiremos que viajamos en el tiempo al pasado con las historias, pero con las comodidades de ahorita.

De todas maneras, si tienen dudas, no duden en preguntarme, trataré de aclararlas.

Por cierto, esto contiene mucho LEMMON. También tiene temas relacionados al BDSM, por favor si vas a leerlo, QUE SEA BAJO TU RESPONSABILIDAD.

También debo aclarar que no tengo mucha experiencia en el tema BDSM, por lo que haré investigaciones, pero si algo está mal me pueden corregir si saben del tema.


Disclaimer, ya se la saben… Twilight y sus personajes pertenecen a Stephanie Meyer. La serie de 50 Shades y sus personajes son de E.L. James. Yo juego con los personajes y los hechos. Si ven algo que sea reconocido, no es mío.

Está inspirado principalmente en la canción "So it goes" de Taylor Swift, entre otras que me vayan ayudando a escribir la historia.


Isabella POV

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—¿Quién eres? —pregunto. Mis ojos entrecerrados miran fijamente a la persona frente a mí.

—Pregunto lo mismo —responde, su voz es cortante. —¿Quién eres?

Aun con las gafas que usa, siento su mirada en mí. Nuestra mirada en el otro, ambos reacios a responder hasta que alguno cometa un error y se exponga primero. Puedo pasar horas así, no tengo nada más importante que hacer, parece que él piensa igual. Hora de ser valiente.

—Bueno, supongo que —suspiro con cansancio, —soy la acompañante en turno.

El hombre baja las gafas de su rostro, su mano los lanza sobre la mesa. Un par de ojos azules se presentan frente a mí, veo su rostro sin ninguna barrera, casi sonrío, resulta que no es tan intimidante como pensé.

—Yo soy el otro Grey —sonríe, se encoge de hombros.

No me molesta el tono de sus palabras, al contrario, es como si ambos nos entendiéramos. Parece que ambos gozamos burlarnos de la situación.

—Claro —sonrió a medias, extiendo mi mano. —Soy Isabella Swan, es un placer.

—Isa-Bella —separa mi nombre y finge un acento italiano. Hago un esfuerzo por no poner los ojos en blancos, no es el primero en hacerlo y no será el último en jactarse de mi nombre. Su mano toma la mía. —Es un verdadero placer, soy Elliot Grey.

Sacude mi mano, hago lo mismo con la suya. No alejo mi mirada, necesito más que un nombre, necesito más información.

—¿Ves algo que te guste? —sonríe de lado. Casi grito al ver su gesto.

—Muchas cosas —admito. —Aunque, no eres el Grey que yo esperaba encontrarme aquí.

Mi cerebro aún sigue procesando la situación.

—Por supuesto que no —sonríe aún más. —No vas a encontrar a otro Grey igual de guapo, sexy y ardiente que yo.

Me guiña un ojo, me rio. Puedo apostar que sí, mi mente piensa en alguien más.

—Entonces, señor Grey —digo divertida, él me mira, con un brillo de curiosidad en sus ojos. —¿Le molesta? —señalo la silla que está a mi lado.

Una parte de mi grita que me dé la vuelta y suba a la habitación por mis cosas para salir corriendo de aquí. Pero, otra parte de mi tiene curiosidad por el hombre frente a mí. Gana la curiosidad.

—Por favor —se apresura a mí.

El rubio recorre la silla, se asegura de colocarla en su lugar cuando yo deposito mi cuerpo en ella. Toma mi bolso y lo deposita en un perchero que ha salido de no sé dónde, rodea la mesa con gracia, se acomoda en la silla en la que estaba hasta momentos antes de mi llegada.

Doy un vistazo a mí alrededor, evaluó el ambiente a nuestro alrededor. El bar es un reflejo de las instalaciones del hotel. Lujo, comodidad y personas alrededor, el aire de la ciudad pasa por entre las mesas dándole frescura. La barra del bar al fondo con personas que se mueven preparando bebidas y entregándolas a las personas en las mesas.

Nadie me mira. Eso es bueno.

—Entonces, acompañante en turno… —hace un esfuerzo por comenzar la conversación. Mi atención regresa al hombre frente a mí, hago una mueca, el apodo no me agrada.

—Dime Isabella, por favor —pido. Ya no quiero ridiculizarme más.

—Bien, las formalidades no son lo mío —me regala una sonrisa. —Isabella, espero no ser grosero, pero… ¿Qué demonios está pasando? ¿Quién carajos eres? ¿Por qué estás aquí? ¿Dónde está mi hermano?

Resoplo con cada una de sus preguntas. Lo bueno es que no quiere ser grosero. Busco en mi mente alguna respuesta para ofrecerle, ¿Qué tan honesta puedo ser con él?

Un momento… Mi cerebro se tarda, pero finalmente registra sus palabras.

—¿Hermano? —salto en mi asiento. —¿Eres hermano de Christian?

Me mira, sorprendido por mi arrebato.

—Al menos eso dice mi madre —se burla.

—Increíble —murmuro para mí misma. Había sido evidente, pero mi cabeza perdida en otro mundo no había relacionado a ambos hombres.

—¿Tú crees?

—No, bueno, sí, quiero decir —tartamudeo, avergonzada. —No se parecen.

—Gracias al cielo que no —dice levantando las manos al cielo. Le doy una mirada divertida. —Para mí buena suerte, somos adoptados, por eso tengo mejores genes yo.

En el medio de la diversión la sorpresa me ataca de nuevo. Por supuesto que no tenía idea de esa información, esa es la razón por la que no me di cuenta del parentesco.

—¿No lo sabías? —pregunta con una ceja arriba. Sacudo la cabeza. Él parece querer una respuesta más explícita.

—Conocí a tu hermano hace una semana —le explico.

Ahora es su turno de abrazar la sorpresa. Su mirada se desenfoca un par de segundos, su cerebro registra la información y suelta una profunda carcajada.

—¡Y aquí estas! —sacude la cabeza, divertido. —¿Qué es esto? ¿La película de "Mujer bonita"?

Las conversación de hace días con Angela llega a mi mente. Si las personas siguen diciendo eso, terminaré creyéndolo. Elliot se congela frente a mí, se ha dado cuenta de sus palabras.

—Lo lamento, no quise decir eso.

Lejos de sentirme molesta, me divierte. Es como tener una versión de Angela en masculino. Hace minutos que lo conozco, pero parece entenderme.

—Tranquilo, ya lo había pensado —digo con soltura. —Incluso, estoy pensando en ir al casting en caso de que hagan el remake de la película.

Suelta de nuevo una carcajada. Asiente, complacido por mi reacción.

—Entonces, si la ficción supera la realidad —ríe de nuevo, —mi hermano y tu son...

La pregunta queda en el aire, espera que sea yo quien complete la información. Dudo, ¿Qué se supone que deba responder a eso? ¿La verdad? ¿Una mentira? ¿Christian y yo? ¿Hay algo entre nosotros? ¿Qué somos?

—Nosotros somos conocidos —respondo segura. Él me mira, incrédulo. —Bueno, nos estamos conociendo.

No estoy mintiendo. ¿Verdad?

Elliot toma la botella que tiene en el centro de la mesa, toma uno de los vasos que están al lado, y sirve un poco del contenido en él.

—¿Qué tanto te conoce? —extiende el vaso en mi dirección, una de sus cejas rubias sube y sus ojos me dan una mirada divertida.

Capto el tono en el que dice la pregunta, el doble sentido escondido en su voz. Sé a lo que se refiere.

—Bastante —respondo con el mismo tono.

Tomo el vaso de entre su mano y lo acerco a mis labios. Elliot se ríe. De repente me siento relajada, el hombre frente a mi tiene una energía fresca y relajada que se contagia.

—Me caes bien —sonríe. Es un cumplido, supongo.

No sé cómo responderle, me quedo en silencio.

—¿Sabes dónde está mi hermano? —me mira, curioso. —Llevo rato buscándolo.

—Mencionó algo de una reunión, o varias —digo incomoda. —Pero no estoy segura de en qué lugar se encuentra.

Elliot asiente.

—¿Tu pediste que nos reuniéramos aquí? —cuestionó.

Quiero asegurarme de que esto es obra del retorcido destino que parece estar siempre en mi contra, o al menos de Elliot. Deseo que no sea obra de Christian, no estoy lista para enfrentarme a él.

—Sí, yo lo pedí —se acomoda en su asiento, su espalda cae al respaldo, una de sus piernas se coloca sobre la otra. —Llegué a la ciudad y me enteré de que mi hermano se estaba hospedando aquí. En la recepción no me dejaron subir sin el permiso de Christian así que, decidí matar el tiempo.

—¿Llevas mucho esperando?

—Una hora, quizás. Traté de llamar a Christian, respondió pero, me dijo que esperara, que estaba ocupado —señala el celular que está sobre la mesa. —Decidí venir aquí, beber algo, relajarme y pedí que les avisaran a él y a su acompañante que se reunieran conmigo.

Su mano lleva a sus labios el vaso de cristal que contiene el liquidó que ha estado bebiendo. Es coñac lo que ha elegido, y parece estar acostumbrado a los efectos del alcohol, pues cuando termina el contenido que el vaso le ofrecía, se sirve más.

— Y resulta que, la "acompañante", no es la que esperabas —le digo adivinando la situación. —O al menos no soy la acompañante que conoces.

—Exacto —inclina su cabeza. —Me tomó desprevenido.

—¿Qué se siente conocer a la nueva? —digo sombría. Mis brazos se cruzan sobre mi pecho. —¿O debería decir "la otra"?

—Conoces la situación —sus ojos claros brillan. No es una pregunta, es una afirmación. Sus dedos toman en cigarrillo.

—Algo así —soy honesta con él. —Parece que no sé los detalles.

—Ya somos dos —da una fumada a su cigarrillo. —¡Pregúntame! Te diré lo que quieras saber.

Salto por su repentina emoción. Mi cuerpo recupera con rapidez la postura defensiva.

—¿Qué te hace pensar que quiero saber algo? —hago un esfuerzo por sonar despreocupada. Evito su mirada, mi mano se estira para tomar el vaso y acercarlo a mis labios.

—¿No quieres? —es tentador el tono en su voz. —¿No quieres saber lo que yo sé? ¿No quieres saber a lo que te enfrentas? ¿No quieres saber que tanta posibilidades tienes?

Mis dientes se aprietan. Es inevitable sentirme al borde de la tentación que ha puesto frente a mí.

—No sé tú, pero… —se impulsa hacia adelante cambiando su postura, —¡Yo si quisiera saber todo!

Una carcajada brota de mí. Es increíble el humor que maneja este hombre.

—Además, yo te voy a preguntar y espero obtener respuestas —se encoje de hombros. —Yo lo veo de esta manera: Ambos tenemos una conversación para conocernos y a la vez ambos obtenemos algo de información.

Lo miro con la ceja levantada.

—Eres bueno para negociar —reconozco.

—Soy bueno para demasiadas cosas —me dice moviendo las cejas sugestivamente. —Adelante, pregunta.

¿Debería? Tengo frente a mí una oportunidad única. Elliot parece dispuesto a hablar y decirme cualquier cosa que yo quiera saber. ¿Debería aprovechar que Christian no está presente? Sí, me muero por saber la historia completa.

—¿Lo que yo quiera saber? —pregunto para asegurarme.

—Lo que tú quieras —acepta.

Tengo mil preguntas, pero me decido por la más obvia.

—¿Cómo se llama? —le miro con los ojos entrecerrados.

—Anastasia Steele —responde al instante. Sus ojos azules brillan, me analiza buscado alguna reacción.

Me quedo quieta. Ese nombre ya lo he escuchado antes.

—¿La conoces? —Elliot se inclina más hacia mí, curioso.

—Ya he escuchado ese nombre —digo ausente. En mi cerebro busco a alguien con ese nombre. —¿Cómo es?

—Físicamente, parecida a ti —dice con cuidado. Le hago una señal para que continúe. —Cabello castaño, estatura media, es delgada, con ojos azules —hace una mueca. —Es tímida, pero hace el intento de llamar la atención, sobre todo la de mi hermano aunque, tiene una habilidad muy buena para sacar sacarlo de sus casillas. También es un poco infantil, si me preguntas.

Elliot sigue hablando, mi cerebro se desconecta. Mi mente busca con desesperación una imagen de la persona con ese nombre o la descripción. De repente me asalta el recuerdo de una joven similar a mí y el par de veces que he coincidido con ella. Hago una mueca.

—Sí la conoces —Elliot afirma, emocionado.

—Creo que, la vi una par de veces —digo, vuelvo a la realidad.

Hay una emoción en sus ojos claros, una que no puedo descifrar. ¿Es la situación, o mi reacción a mi recuerdo?

—No parece ser de tu agrado —comenta.

—Yo tampoco soy de su agrado —siseo.

—¿Alguna otra pregunta? —el rubio desvía el tema. Lo agradezco internamente. Me decido preguntar antes de que la valentía en mis venas se escape.

—¿Cuánto tiempo? —hablo de golpe, el aire abandona mis pulmones. —Ya sabes…

—Algún tiempo.

—¿Es una respuesta o una pregunta? —me siento insegura por su voz.

—En realidad... —duda, sus labios se presionan formando una línea. —No estoy seguro de eso.

Levanto una ceja.

—Yo conocí a Ana, hace unas semanas.

Parpadeo un par de veces, mientras espero a que diga algo más. No lo hace.

—¿Qué? —trato de asegurarme.

—Sé conocieron cuando Ana lo entrevistó, eso fue lo que dijeron —hace un gesto pensativo, como si buscara en su mente los hechos. —Luego creo que hubo una sesión de fotos y la noche en Vancouver, sí la noche en el bar. Después, la graduación de las chicas, las ayudamos a mudarse a Seattle, y luego...

—¿Meses? —le pregunto tratando de comprender el tiempo en el que sucedieron los hechos.

—No —hace una mueca, —en realidad eso pasó solo en semanas. Más de un mes, quizás.

Lo miro con la boca abierta. Maldición, por cómo se dieron las cosas y lo que pasó el día que conocí a Christian, yo pensaba que había pasado más tiempo.

—No jodas —jadeo, asombrada.

—En realidad no sé cuándo terminaron, yo apenas me entere anoche —Elliot se encoje de hombros. —Hasta hace un momento pensé que era mentira.

¿Qué carajos? ¿Mentira?

—Terminaron hace una semana, quizás dos —le respondo. Elliot de nuevo me mira interesado.

—Por eso no sabía sobre ti —murmura para sí mismo. —Bueno, es tu turno de hablar, nena

Su mano hace una señal para que le diga todo lo que sé.

—Conocí a tu hermano en un bar hace una semana. Estaba ahogándose en alcohol y lamentándose por alguien —hablo rápidamente. —Su día había sido una mierda, eso se notaba.

—¿Christian en un bar? —me mira con la boca abierta. —¿Lamentándose y ahogándose en alcohol? —muevo mi cabeza afirmativamente. —Eso si es nuevo.

—Me contó que lo habían dejado, y que estaba ahí para beber hasta perder el conocimiento.

—¡Mierda! —es su turno de jadear. —¿Si fue ella quien lo dejó? ¿Ella lo dejó?

—¿"Si fue ella"? —lo miro, cito sus palabras.

—Hace algunas horas, escuché una llamada de Anastasia —sus cejas se juntan en su frente, —dijo algo como "tuve que irme porque no pude soportarlo".

Ambos nos sumimos en un silencio sospechoso. Ambos estamos sacando nuestras propias conclusiones.

—Volviendo a ti y a mi hermano —comenta casual. Sus ojos me miran pícaros —Esa noche que se conocieron ¿tuvieron sexo?

Su pregunta es más para asegurarse que lo hicimos. Busca una confirmación. No puedo evitar el pensamiento que asalta mi mente, parece que, es la manera común de escapar ¿Cierto? Ir a un bar, ahogarte en alcohol. Ir a un bar, divertirte con cualquiera. Ir a un bar y ser libre. Entonces, si es tan común, ¿Qué caso tiene mentirle a Elliot?

—Si —digo orgullosa de esa noche. Esa noche gané más de lo que perdí ese día.

—Un clavo saca otro clavo —levanta una ceja, de nuevo bebe el contenido de su vaso.

—Sí, supongo que sí —suspiro. Elliot aun luce pensativo.

—¿Hace una semana? —se burla. — ¡Trabaja rápido ese cabrón!

Es inevitable que una risa se escape de mi garganta.

—¿Entonces así lo conociste? —pregunta. —¿Solo se lanzaron uno sobre el otro o al menos te invitó un trago?

De nuevo la carcajada sale de mis labios.

—Definitivamente fue después de varios tragos —sonrió recordando el momento. Elliot tiene una mirada de orgullo, va dirigido a alguien, quizás a su hermano.

—Aun no puedo creerlo —sacude la cabeza. —Christian en un bar, emborrachándose. ¿Ahora su lema es "Living la vida loca"?

—Eso creo —me rio.

—¿Y tú? ¿Cuál es tu lema de vida? —su pregunta tiene un truco, puedo saborearlo. —¿Por qué estás aquí? ¿Es por mi hermano?

Esa pregunta me divide.

—¿Así de bien folla? —murmura la pregunta, pero alcanzo a escucharlo.

Quiero contarle las razones verdades de mi presencia en este lugar, quiero mantener mi dignidad arriba. Pero, a la misma vez, quiero decirle que sí, que su hermano es un maldito dios que hace que mis piernas tiemblen por él.

—¿Por qué todos asumen que estoy aquí por sexo? —las palabras salen de mi boca de golpe.

—Oye, tranquila, yo solo decía —dice levantando las palmas de sus manos. —Pero, ¿lo estás?

Me cruzo de brazos, recordando porque estaba molesta hace rato. Miro al hombre frente a mí con los ojos entrecerrados.

—Mira —suspira con dramatismo, —si yo estuviera en tu lugar, y pudiera hacer que el Grey Bachelor de Seattle despilfarre su dinero solo para tener sexo conmigo, por supuesto que lo permito.

Hago un enorme esfuerzo por ocultar la sonrisa.

—Todas sueñan con eso, y tú lo tienes —mueve sus cejas.

—Que afortunada soy —el veneno sale con mis palabras.

—Lo eres —acepta. —Por lo que veo, eres una mujer en todos los sentidos de la palabra, toda tú lo dice. Además, como cualquiera en esta ciudad, lo que te trajo aquí es negocios, de algún tipo.

Esas palabras derrumban mis barreras protectoras.

—Eres bueno —acepto, perpleja. Un extraño sentimiento de reconocimiento me embarga. —Supongo que si soy afortunada.

—Mi hermano es otro asusto —el rubio habla con soltura de nuevo. —Es muy cuidadoso con las personas con las que se relaciona, así que sí te trajo aquí, es porque eres importante para él.

Muerdo mi labio. Hago un esfuerzo por organizar mis emociones.

—Además —da un par de fumadas a su cigarrillo. —Irte de viaje solo para tener sexo no es malo, —se señala, orgulloso, —yo lo acabo de hacer.

Sacudo la cabeza con diversión. No me sorprenden sus palabras, Elliot sí parece ser de los que viven la vida sin preocupaciones y disfrutando de la vida

—No vine aquí solo para tener sexo con tu hermano —niego, divertida y sin la sensación de estar haciendo algo mal.

—Pues, deberías aprovechar la oportunidad —dice, vuelve a su postura relajada. Lo fulmino con mis ojos. —Por lo que noté, tienes algún poder sobre Christian, y no cualquiera logra eso.

—¿Poder? —resoplo. —Yo no tengo poder sobre tu hermano. Nos conocimos hace una semana, casualmente nos encontramos en el trabajo y él se ofreció a acompañarme a una reunión aquí. Eso es todo.

—Trabajo, ¿Eh? —su voz suena incrédula. —¿Eso dijo él?

—Si —suspiro, me siento molesta. ¿Qué carajos hago explicándole esto a un casi desconocido?

—Te voy a decir algo, nena —su torso se inclina hacia mí. —Un hombre es capaz de hacer de todo para poder conseguir a una mujer.

—Eso no es un secreto —pongo los ojos en blanco. —La consiguen y el encanto desaparece.

Ese cuento ya me lo sé. Lo conozco.

—El detalle es, —habla, me ignora, pero sacude su índice en el aire, —que no lo hacemos por cualquiera.

Dejo mi rostro en blanco.

—Esa mujer tiene que atraparnos, embriagarnos, volvernos locos.

No soy conocida por ser una Femme Fatale. No sé cómo lidiar con los hombres, no sé cómo atraparlos.

—¿Y cómo se supone que consigo eso? —siento un anhelo en mi interior.

—Regla número dos —sonríe, cómplice. —Todo lo que hagas, hazlo para tu beneficio, una sonrisa aquí, un coqueteo por allá, diviértete, gózalo, disfrútalo, pero tú debes ser la primera en irse y detener la situación.

Lo miro con atención. Elliot parece encantado de darme clases de seducción.

—Regla número dos, asegúrate que no sepa que te tiene, que él sea el que esté atado a ti, no al revés —bebe el resto del contenido de su vaso, se sirve otro antes de hablar nuevamente. —Regla número tres, sé honesta con tus sentimientos pero no te expongas a que cualquiera los dañe.

Es inevitable el escalofrío que recorre mi espalda. Estoy dividida en dos, de nuevo. El pasado en el que hice lo que no debería permitirme hacer, y el presente en el que no he hecho lo que debería hacer. Mierda, estoy jodida.

—Regla número cuatro —suena emocionado, —debes lucir linda e inocente, pero sexy y provocadora. Tentación, deseo, obsesión, una noche de calurosa pasión, pero luego desapareces de su radar, lo dejas queriendo más de ti. ¡Y listo! lo tienes comiendo de tu mano.

—Un momento —sacudo mi cabeza organizando mis ideas. —¿Esa no es la letra de una canción?

—Sí, de Marina and The Diamonds —Elliot da una fumada a su cigarrillo, me ofrece una sonrisa traviesa. —El punto es que, si haces eso no te imaginas el control y poder que puedes tener sobre él. O sobre cualquiera.

De nuevo la diversión me llena, pero es mi turno de mostrarle una mueca de incredulidad. Es extraño que un hombre me esté dando concejos para obsesionar a otro, la situación se vuelve más bizarra si pensamos que Elliot es hermano de Christian. No me importa, él es el experto del tema.

—Christian no es así, estoy más que seguro que está haciendo todo esto por alguna razón más importante que solo sexo —su voz me saca de mi mente. —Si fuera el caso y solo quisiera meterse entre tus piernas, —sus dedos tamborilean sobre la mesa, —estoy seguro que no estaría en este momento buscándote por toda la ciudad, mientras estas aquí, hablando casualmente conmigo.

—¿Buscándome? —pregunto desconcertada.

Su espalda regresa a su posición. Sus manos sirven otra ronda de bebida en nuestros vasos que se han vaciado en la conversación.

—Cuando lo llamé para avisarle que estaba aquí, me dijo que no podía atenderme porque estaba en algo muy importante, antes de colgar, lo único que se escuchaba era un coro de "necesito encontrarla", "no puede irse", "no puedo perderla" —se encoje de hombros. —Sería un tonto si no me doy cuenta que se refería a ti.

La culpa me golpea. Supuse que Christian iría a sus reuniones, no que recorrería toda la ciudad en mi búsqueda.

—Eso es mi culpa —me confieso.

—No sé qué es lo que pasó por tu cabeza, o por la suya —murmura, llena sus pulmones de aire. —Tampoco sé qué tipo de relación tengan o si piensan tener alguna—mueve sus cejas, —no me interesa realmente, pero repito, si mi hermano te ha dado ese poder, úsalo.

Froto mis manos contra mis piernas. Quiero darle la razón al rubio, pero, algo en mi interior me lo impide.

—¿Christian la amaba? —las palabras salen de mi boca antes de que me dé cuenta. Incluso yo me sorprendo por la dirección que le he dado a la conversación.

—¿A Anastasia? —pregunta. Asiento, temerosa a la respuesta. —No lo sé. Lo que sea que tenían, era extraño.

Le doy una mirada curiosa y extrañada.

—Los mirabas y cualquiera pensaría que eran una pareja enamorada —sacude la cabeza, —pero actuaban extraño. Ana parecía vivir solo para retar a mi hermano y él, bueno, no estoy seguro, es como si estuviera deslumbrado por ella o algo así.

Muevo mi cabeza de arriba abajo, con lentitud. Quiero decir algo que suene comprensivo, pero no puedo, mi cabeza no me muestra ninguna palabra.

Una imagen aparece en mi interior, estoy de pie en ese claro en el medio del bosque, él está junto a mí, siento su presencia embriagante y helada, yo estoy mirándolo, deslumbrada por su belleza. Frente a nosotros hay un espejo, en el reflejo no estamos nosotros, está ella, con su apariencia similar a la mía, Christian está a su lado, mirándola, deslumbrado, diciéndole palabras de amor al oído.

Mi estómago se revuelve, la escena hace que la bilis suba por mi garganta. Siento la necesidad de huir.

Mis ojos se dirigen hacía uno de mis costados, el cielo de la ciudad brilla en todo su esplendor llamando a una vida, pero no para mí, yo ya no tengo nada que hacer aquí.

—Debería irme —murmuro perdida. —Vine solo a recoger mis cosas y, debo ir al aeropuerto, aún no he comprado mi boleto de avión de regreso a Seattle.

—¿Vives en Seattle? —pregunta, luce entusiasmado por la idea.

—Si.

—Yo también. Podemos ir juntos, si tú quieres, claro. Soy buena compañía.

—¿No esperarás a tu hermano? —le pregunto sorprendida. Vino aquí para verlo y ahora resulta que se va sin esperarlo.

—Llevo casi toda mi vida con él —se queja, hay un gesto de desagrado en su rostro. —Puedo esperar unos días más y verlo en casa.

Mis labios se levantan en una sonrisa.

Es inevitable la comparación que aparece en mi mente. Ambos son diferentes físicamente, uno es humano, el otro no; uno es rubio, el otro no; uno es atlético, el otro es musculoso. Pero, ambos tienen algo en común, a ambos les gusta mofarse a espaldas de sus hermanos. Emmett y Elliot, incluso el nombre se parece. Ambos son dos personas con un sentido del humor peculiar, divertido, relajado y que resulta fácil que conectes con ellos.

—Entonces, señorita, ¿Puedo tener el honor de volver a casa contigo? —pregunta educadamente, pero su sonrisa pícara en sus labios.

—Claro —acepto con una sonrisa. —Sería genial tener una buena compañía de regreso a casa.

—¿Mi hermano no lo es? —se burla.

—¡Elliot! —la voz de Christian nos sobresalta a ambos. El timbre en su voz parece fuego.

Lo veo antes de él a mí, está en la entrada del bar. Le ofrece a su hermano una mirada seria y muy molesta.

—Hablando del rey de Roma —Elliot tuerce su rostro. Se pone de pie y abre los brazos teatralmente. —¡Hermanito!

Christian camina a grandes zancadas hasta la mesa donde nos encontramos, parece listo para hablar, o pelear, con su hermano. Pero sus ojos me captan, su comportamiento cambia.

—Isabella —suspira, pronuncia mi nombre con anhelo. Ese sentimiento dura apenas unos segundos, sus ojos se oscurecen y arden de nuevo. —¿Dónde carajos estabas?

Su tono de voz paraliza mi cuerpo. No debo jugar con él, su tono me advierte.

—Llevo un buen rato aquí —fuerzo una sonrisa, quiero parecer tranquila, —estaba hablando con tu hermano.

—¿Por qué carajos te fuiste así? —gruñe furiosamente, mi cuerpo retrocede en mi asiento. —¿Sabes lo idiota que fue irte así? ¡Maldición! Estabas deambulando sola, en una ciudad que no conoces.

La ira se dispara por mi cuerpo. ¿Qué carajos?

—No soy idiota, Christian —es mi turno de gruñir. —Sé cómo cuidarme sola, puedo moverme perfectamente por mi cuenta, no te necesito.

—Bueno, bueno —Elliot interrumpe, su cuerpo se inclina en la mesa, obstruye la vista de ambos. —Ven aquí, hermanito, únete a nosotros. Isabella y yo hemos tenido una conversación muy agradable.

El rubio toma del brazo a su hermano, tira de su cuerpo arrojándolo en la silla que está disponible, lo deja a mi izquierda y a su derecha. Christian mantiene sus ojos sobre mí, pero se deja mover por su hermano.

—¿Qué carajo haces aquí? —Christian pregunta. Elliot y yo nos miramos, no muy seguros de a quien le habla.

—¿Yo? —ambos preguntamos a la vez.

—¿No se supone que estabas en las Bahamas? —Christian gira su rosto lo suficiente para dar a entender a quién van dirigidas sus preguntas.

—Sí, estaba ahí —Elliot acepta. —Pero tuve un pequeño problema y tuve que abandonar el lugar.

—¿Qué hiciste, Elliot? ¿Robaste un banco? —pregunto, divertida.

—Que graciosa —se queja el rubio, pero aun sonríe. —Mi novia me echó del hotel.

Eso rompe la mirada penetrante de Christian sobre mí. Ambos nos giramos al rubio, le ofrecemos una mirada confundida. ¿Qué hizo como para que lo echaran del hotel?

—Kate llamó a Anastasia —Elliot explica, sus ojos azules fijos en su hermano.

Elliot y yo somos testigos del momento en el que todo el cuerpo de Christian se pone helado. Aun con su traje perfectamente puesto, es notorio la manera en la que se tensa cada musculo en su cuerpo, su mandíbula se aprieta, casi apuesto que puedo escuchar el rechinar de sus dientes. El rubio me mira, esperando una reacción de mi parte ante el extraño comportamiento de Christian, pero yo me mantengo recostada en mi respaldo, fingiéndome tranquila pero con unas incontrolables ganas de golpear al cobrizo.

Unos ojos grises me miran. No tengo que ser empática para sentirlo, hay miedo y pánico en ellos.

Hasta donde Christian sabe, yo desconozco los detalles de su ruptura. Pero ahora su hermano está hablando de nombres y posibles detalles que él no me contó cuando lo conocí. ¿Tiene miedo a mi reacción?

—Adelante, no detengan su conversación por mí —mis labios se extienden aún más, una sonrisa oscura y fingida. Actúo como si no me afectara saber del tema, finjo que estoy tranquila por estar en las sombras, actúo que estoy tranquila con el hecho de que estoy a la sombra de alguien.

Elliot me da una mirada preocupada pero divertida. Sabe que estoy jugando con su hermano y con la situación.

—¡Oh, claro! Hablarán más tranquilos sin mí —hago el ademán de levantarme, recorro la silla y empujo mi cuerpo hacia arriba. —Después de todo, yo ya debo irme.

—¡No te vayas! —Christian grita, su mano se ciñe con fuerza alrededor de una de mis muñecas. Mis ojos se abren todo lo que mis parpados permiten, sus ojos grises me regresan una mirada asustada. —No te vayas, por favor.

Quiero correr, pero mis pies se clavan en el suelo. Mi cuerpo obedece a su petición, caigo de nuevo en el asiento.

—Lo que sea que Elliot tenga que decir, lo puedes escuchar —habla con desesperación en sus palabras.

Lo miro, no respondo.

—Volviendo al tema —Elliot vuelve a hablar, sin importarle los gestos que su hermano y yo estamos haciendo. —En esa charla, todo parecía normal, ya saben, cosas de chicas, hasta que Kate le ofreció a Ana que ustedes se unieran a nuestras vacaciones, que sería emocionante salir los cuatro.

Elliot se queda en silencio, esperando la reacción de su hermano. Supongo que él ya está acostumbrado a lo volátil de su humor. Al ver que no responde, continúa hablando bajo la atenta mirada de Christian.

—Eso fue como hacer explotar una bomba, hermano —Elliot hace gestos con sus manos. —Anastasia se soltó llorando, mencionó te había dejado, Kate trato de calmarla, pero Ana siguió mencionando ciertas cosas que...

—¿Qué dijo? —Christian pregunta, interrumpe a su hermano de golpe.

—¿La versión explicita o la censurada?

—¿Qué carajos dijo? —Christian repite entre dientes.

—Dijo que no podía estar con un demente controlador que necesitaba aprobar cada uno de sus movimientos, algo como que ya no podía soportarlo —Elliot ahora se ve inseguro, duda si seguir contando las cosas que escuchó. Después de un pequeño debate, decide continuar. —Kate dijo que estaba bien que terminaran, porque tu manera de tratar a Anastasia la molestaba, ella estuvo de acuerdo, que como tu novia no podía seguir soportando esas cosas.

Christian extiende sus manos, sus movimientos son bruscos. Toma la botella de la mesa, me arrebata el vaso que tengo entre mis dedos, sirve el contenido de la botella hasta que casi está lleno el vaso. Su mano lleva el cristal a sus labios y lo bebe de golpe. Elliot se aclara la garganta.

—También mencionaron cosas como "loco", "sexo bueno", "sádico", "comportamientos raros", "castigos", "reglas", "golpes", "cosas para pegar", ¿No tocarte?…. ¡Oh! ¿Y qué te pondrían una denuncia por maltrato y abuso?

Christian se frota el rostro con fuerza, su respiración es agitada y errática. Elliot y yo mantenemos nuestra atención en él, ninguno sabe que hacer o que decir. Es como si Christian fuera un animal siendo torturado, arañando a su alrededor con la esperanza de escapar.

—Después ambas comenzaron a maldecirte —el rubio lo mira avergonzado. —Traté de calmarlas, pero por supuesto que a Kate no le gustó. Peleamos, me grito algunas cosas, al parecer eso no fue suficiente y las cosas del hotel se llevaron la peor parte.

—¿Te golpeo? —pregunto con la boca abierta después de verlo que señala su cabeza.

—Sí, un par de veces, —suspira. —Los padres de Kate escucharon nuestra discusión y vinieron en su ayuda, su madre me lanzó un par de cosas también —se queja de nuevo. —Entonces, creo que Kate y yo también terminamos.

—Lo siento —le digo afligida. Me avergüenza saber que hay rompimientos amorosos más dramáticos de los que me han tocado vivir.

—Tranquila, no es la primera vez que me mandan a la mierda —se encoje de hombros. —Los padres de Kate llamaron a seguridad para que me echaran del hotel. Tomé el primer vuelo que encontré, que resultó ser aquí a NY.

Christian se aclara la garganta.

—Lo lamento, mis problemas no deberían afectarte —su disculpa es torpe, pero suena honesta.

—Tranquilo, hermano —Elliot suelta una carcajada. —Voy a sobrevivir.

Christian asiente y le da una mirada simpatizante a su hermano. Aun no se relaja.

—Anastasia no debía decir nada de eso —murmura. —Ella sabe que no debe hablar.

—Sobre eso —Elliot mira inseguro a su hermano. Parece a punto de meterse en un campo minado —¿Hace cuánto que terminaron?

—Algunos días —Christian responde seco y sin detalles. —Un par de semanas, quizás.

—Joder, hermano —Elliot suspira. —¿Por qué no nos dijiste nada? Mamá anotó sus nombres en la siguiente gala que está organizando, incluso es probable que Anastasia ya tenga la invitación.

Enderezo mi espalda, la nueva información llama mi atención.

—¿Nadie sabe que terminaste con Anastasia? —jadeo. Christian de nuevo me mira con pánico.

Mi cerebro me muestra la respuesta.

Elliot se entera de las noticias en una pela con su novia, vuela aquí, busca a su hermano y en el hotel le dicen que tiene compañía, él decide esperar. Quiero creer que al inicio se sintió aliviado de que, la información que recibió fue errónea o quizás, por un momento pensó que Anastasia había mentido solo para poner una excusa. Pero, resulta que se encuentra conmigo, la otra.

¡Ja! Lo que me faltaba.

Oficialmente, mi vida es una novela.

—No te preocupes —me dice el rubio. Al parecer notó mis pensamientos intrusivos. —Mi hermano nunca nos cuenta de sus asuntos privados, siempre nos enteramos por alguien más.

¿Eso me tiene que hacer sentir mejor?

—Mi vida no es asunto de nadie más —Christian dice bruscamente. —No tengo porque informarles de lo que hago o no.

—Hermano, Anastasia era tu novia o al menos eso es lo que todos creíamos —el rubio se queja. Ahora él luce avergonzado. —Carajo, Chris, sé que es tu vida pero, ¿no crees que un lugar claro es lo mínimo que Isabella se merece?

Muerdo mi lengua, evito soltar las idioteces en mi cerebro.

—Yo... —Christian habla.

—Sí, si, como sea —Elliot lo interrumpe y rueda los ojos. —Sé que tu vida es muy ocupada y que debes tener mucho trabajo que hacer. Vámonos nena.

Los ojos grises de Christian salen disparados hacia su hermano, luego hacia mí.

—¿A dónde van? —pregunta, su atención aun rebota de uno al otro.

—Isabella mencionó que va a regresar a Seattle —Elliot sonríe despreocupadamente, —Me ofrecí a acompañarla, yo también debo volver a casa.

—No —ruge Christian. Elliot parece inmune a su cambio de humor. —Yo la voy a llevar a casa.

—Iré con Elliot —hablo, cortante. —Tú aun tienes cosas que hacer aquí.

—No te vayas —Christian toma ambas de mis manos. —A la mierda esas reuniones, no son importantes. No te vayas.

Trago el nudo en mi garganta, necesito mantener las emociones en control si quiero tomar una decisión razonable. Miro al cobrizo, sus ojos se pasean por mi rostro, desesperado.

—Sé que quieres conocer la ciudad, yo puedo acompañarte, no importa el lugar que decidas, fotos, restaurantes, paseos, lo que tú quieras puedo darte —habla rápido, está buscando razones para convencerme. —Quédate, podemos hacerlo, aún es temprano, es fin de semana. Quédate.

Su propuesta es tentadora. Pero si me quedo, sé que no tendré fuerza de voluntad para resistirme a él. Estoy molesta, él lo está y no va a salir nada bueno de esto.

—Puedo pedir otra habitación para mí —habla de nuevo, parece que leyó la duda en mi mente. —Puedo pedirle a Taylor que sea él quien te lleve a donde tú quieras. Si no quiere que te acompañé no lo haré, pero, no te vayas.

Elliot se aclara la garganta.

—Yo... bueno, yo…—busca con sus ojos algo en que centrar su atención, — ay carajo, qué incomodo es esto... —toma su celular, se levanta apresuradamente. —Me están llamando, disculpen.

Elliot rodea la mesa y se aleja, perdiéndose en el fondo del bar. Por supuesto que no ha recibido ninguna llamada, solo fue su pretexto para dejarnos solos. Mis ojos lo observan mientras tontea con su celular, dándonos la espalda, me siento ansiosa por seguirlo y decirle que nos vayamos al aeropuerto, decirle que no quiero tener esta conversación con su hermano.

Mi silla es sujetada de los costados por dos fuertes manos, la arrastran moviéndola a través del suelo. Mis manos sostienen los extremos con fuerza. Christian aparece de repente frente a mí, nuestras dos sillas están una frente a la otra, sus piernas están colocadas a cada lado de las mías manteniéndome prisionera. No tengo espacio para escapar.

—No te vayas —ordena, o lo intenta. Su voz flanquea, su pecho sube y baja con rapidez.

Levanto una ceja, me siento amenazada. ¿Cree que con una orden hará que me mantenga en este lugar? ¿Cree que con una orden se hará su voluntad? ¿Por qué quiere que me quede? ¿Qué más quiere de mí?

—No puedes irte —ahora su voz es una súplica. —No… no puedes dejarme.

Aprieto mis ojos con fuerza. La realización cae sobre mis hombros. Es inevitable verme a mí misma pronunciar esas palabras. Me han dejado, lo han dejado, ambos sabemos lo que se siente, ambos deseamos que no vuelva a suceder.

—¿Por qué estás haciendo esto? —preguntó en voz baja. —¿Por qué me quieres aquí?

Su mandíbula se aprieta de nuevo.

—¿Dónde estabas? —evade mi pregunta. —¿Por qué no respondías tu teléfono?

—Eras tú quien llamaba —suelto un suspiro desganado. Todo el tiempo que duré caminando por las calles, sentía la vibración de mi teléfono, pero no me molesté en contestar.

—Sí, yo te llamé —gruñe. —Te llamé más de 13 veces y nunca respondiste.

—Quería caminar —respondo evasiva. —Necesitaba estar sola.

—¿Dónde estabas? ¿Cómo llegaste aquí?

—No fue difícil, sabía que debía encontrar Central Park. Cuando llegué allí, vi el hotel y caminé hasta acá.

—Maldición —se queja, luce desesperado y molesto, muy molesto. Sus cejas se unen, líneas aparecen en su frente. —¿Sabes lo preocupado que estaba?

—Estoy bien —digo para él y para mí. —No pasó nada.

—¿Por qué carajos te fuiste? ¿Por qué no me esperaste?

Esas palabras activan un sentimiento en mí. Enfado, molestia, coraje.

—¿Esperabas que siguiera sentada en el medio de ustedes mientras jugaban a "mi juguete es más grande que el tuyo"? —grito enfadada.

—Maldita sea, no —sisea. —No estábamos jugando a nada.

—¿Entonces que era? ¿Dos animales marcando territorio?

Sus ojos se encienden, no le ha gustado que le diga "animal". ¡Que se joda!

—¿Eso te pareció?

—¡El contrato, Christian! —escupo las palabras. —Esa es la única maldita razón por la que accedí venir. No por ti, no por mí, no por Lucas.

Quiero que comprenda, necesito que se lo grabe en la cabeza.

—Lucas —escupe el nombre como si fuera veneno. —Ese cabrón quiere meterse en tus pantalones.

—¿Crees que no lo sé? —levanto una ceja.

—¡Entonces lo sabes! —gruñe. Sus ojos se entrecierran.

—¡Por supuesto que lo sé! —es mi turno de gritar. —Desde que conocí a Lucas, lo dejó en claro.

Las venas alrededor de su cuello sobresaltan de su piel. Sus manos se aprietan con fuerza en dos puños sólidos. ¿Está enojado? ¡Pues yo también!

—¿Crees que soy idiota? —siseo de nuevo. —¿Crees que no puedo manejarlo? ¿Crees que voy por ahí abriéndole las piernas a cualquiera que me hable bonito?

—Yo no dije eso —exhala con fuerza. Esta cabreado. Yo también lo estoy. —No dije nada sobre ti. Yo, conozco la fama que tiene Lucas.

—¿Y qué hay de tu fama, Christian? —bufo. Él me mira con los ojos abiertos pero la mandíbula aun apretada. —¿Qué te hace diferente a Lucas?

—Que yo no necesito un puto pretexto para llegar a ti —su cabeza se sacude. —Te dije que moví cielo, mar y tierra para encontrarte. Te dije que pasé una semana buscándote como loco solo para volverte a ver.

Aprieto mis labios para que no salga una idiotez de mi boca.

—Lucas solo hizo esa reunión como un pretexto para acercarse a ti — exhala con fuerza. — ¡Carajo! Por eso te acompañé para evitar que hiciera o dijera alguna idiotez.

—¿Y te resultó? —levanto una ceja. Él abre sus ojos, sus orbes grises flamean.

Si las miradas matasen…

—Por supuesto que no —hace una mueca de desagrado. —No funcionó porque el mal nacido es inteligente.

—Tú no eres un santo, Christian —resoplo. —Estoy aquí porque tú así lo quisiste, acomodaste la situación a tu conveniencia.

—¿Crees que me resultó conveniente que tú cayeras en su puto juego? —da un golpe en la mesa. —Te hizo dudar de mí, eso quería el idiota, quedar como un jodido mártir y aléjate de mí. Por supuesto, sin mi presencia tendría la oportunidad de tenerte.

—¡Christian, eso es ridículo! —pongo los ojos en blanco. —¡Lucas es así!

—Por supuesto que es así —es su turno de rodar los ojos. —¡Lo conozco! Joder que conozco a los tipos como él, sé lo que quieren de mujeres como tú.

Mi espalda se inclina hacia atrás, mis hombros caen, mi cuerpo duele. Tres palabras salen de sus labios y me muelen a golpes. ¿Mujeres como yo? ¿Qué carajos significa eso?

—¡¿Y cómo son las "mujeres como yo"?! —mi visión se vuelve borrosa mientras mis palabras salían de mi boca. Ligeros espasmos recorren mi cuerpo. —¿Qué tipo de mujer soy, Christian? ¿Una idiota a la que, tipos como tú, pueden deslumbrar? ¿Una estúpida que juega a ocupar un lugar que no es suyo?

Mi garganta quema, mis ojos arden, mi voz se rompe. No quiero que me vea así, pero no estoy dispuesta a cargar una culpa que no es mía.

—¿Lugar? —frunce el ceño. Casi aplaudo por su buena actuación.

—¡¿Sabes la maldita suerte que tuve?! —mi espalda se pone recta de nuevo.

Estoy lista para sacar todo lo que hay en mi sistema. Estoy a punto de jugar con fuego, y sé que puedo quemarme. ¡No me importa!

—Elliot se tomó tan a la ligera que yo apareciera en el lugar de Anastasia ¿Y si hubiera sido alguien más? ¿Si hubiera sido tu madre? —cruzo los brazos sobre mi cuerpo. Quiero, necesito protegerme. —¡No me parece justo que tenga que pasar por esa humillación! ¡No hice nada para merecerlo!

—Isabella, ¿de qué…? —Christian me mira, lo corto.

—¿Las mujeres como yo no merecemos más? —siento la desesperación filtrarse en mis palabras —¡Yo no te lo pedí! ¡Maldición! ¿Acaso no tengo ningún derecho a estar molesta?

—¡Molesta! —resopla. —¿Tu estas molesta?

La ironía en su voz no me pasa desapercibida, se siente como cuchillos traspasando mi cuerpo.

—¿Tienes idea de lo encabronado que estoy yo? —su mandíbula se tensa, las aletas de su nariz están dilatadas, sus dientes rechinan. —¿Qué carajos, Isabella? ¿Lo que hice no quedó claro? Te busqué como un maldito loco; hice de todo para convencerte de estar aquí, conmigo; anoche…

Su boca se aprieta, se interrumpe. Mi cuerpo cosquillea por el recuerdo de anoche.

Me siento helada.

Giro mi rostro lejos del suyo, lejos de su mirada. No me atrevo a mirarlo a la cara. Escucho el suspiro que suelta. Escucho que su garganta bebe el líquido que acaba de servir en el vaso, escucho el momento en el que el cristal choca contra la mesa.

—No tenías ningún derecho —lloriqueo. Ya no puedo contener la desesperación en mí.

—No, no tengo ningún derecho sobre ti y eso me encabrona —escucho el veneno en su voz. —Me encabrona saber que cualquiera puede hablarte, tocarte, tenerte. ¡Me encabrona saber que él está en tu cabeza y yo no!

Ahogo un jadeo.

—¿Y qué hay de mí? —mi corazón golpetea con fuerza en mi pecho. —Tu puedes usarme a tu antojo, apoderarte de mí cuerpo, de mí cabeza y de toda mi jodida vida, ¿y yo? ¡A mí que me lleve el diablo!

—No puedo creerlo —ahora se ríe, pero si risa está llena de enojo, desesperación, incredulidad. —¿De verdad piensas eso?

—¡Merezco algo más que eso! —una lágrima traicionera baja por mi mejilla. —¡Quiero tenerte, Christian! —mi cabeza zumba, mi voz se ahoga, —pero no te quiero si no eres completamente mío, no quiero ser la otra.

Bajo la cabeza. No quiero que me vea, no quiero verlo.

—¡Joder, Isabella! —su voz se eleva, me sobresalto, pero mantengo mi posición. —¿Hice algo para que pensaras eso de mí? ¿De nosotros?

Siento mis ojos picar por las lágrimas. El nudo en mi garganta me impide respirar con normalidad, mis piernas tiemblan, mi cuerpo se estremece.

—¡Háblame, carajo! —exige. —¿Qué mierda está mal?

Sacudo la cabeza furiosamente. Quiero hablar, quiero decirlo todo. A la vez no quiero decir ni una palabra. Me había jurado a mí misma nunca contarle a nadie esto, había jurado que eso quedaría enterrado en lo más profundo de mí. Pero hay una necesidad en mi interior porque Christian lo sepa, necesito que él lo sepa. Necesito que lo entienda. No quiero perderlo. No puedo perderlo.

—Mierda, no puedo —parece dolido, pero en su voz aún hay desesperación. —No puedo hacer esto, no sé hacer esto.

Mi cuerpo tiembla. No puedo perderlo. No puedo perderlo. No quiero.

—¡No soy suficiente! —exploto. Es inevitable.

Mi boca expulsa las palabras que llevo grabadas con fuego en mi alma desde hace años.

—¿Qué? —Christian se hace hacia atrás en su silla. Hay una mezcla de sorpresa, confusión en su voz.

—¡Me dijo que no era suficiente! —chillo con la voz quebrada.

—¿Isabella? —su voz se suaviza. Se siente como una caricia. —¿Quién te dijo eso?

Jadeo un par de veces, mis pulmones hacen un esfuerzo por llenarse de aire.

—Cuando él se fue, cuando me dejó —hablo agitada, —me dijo que no era suficiente y que… que yo… yo solo fui una distracción para él. Dijo que los humanos somos así, usables.

Bajo mi rostro huyendo de su mirada. No puedo verlo, no después de contarle lo que lleva años atormentándome. No me siento preparada para ver su reacción. Mis ojos se aprietan haciendo un esfuerzo para detener las lágrimas.

Hay una tormenta de emociones en mi interior.

Tengo unas inmensas ganas de recorrer todo el mundo hasta encontrarlo y gritarle en la cara que es un imbécil, que es un idiota por joder mi vida. Quiero gritarle que se fue tratando de arrebatarme todo, pero que sobreviví, quiero gritarle que, está vez él ya no está, ya no puede lastimarme, pero su fantasma me está arrebatando a alguien más.

Maldición. No puedo perder a Christian. No contra él.

Unas manos cálidas sobre mis piernas parcialmente cubiertas por el vestido. Mis ojos se abren. Las manos de Christian acarician mis piernas, sus movimientos son suaves, delicados, tranquilizantes, pero sus ojos me piden una explicación completa.

Ya hablé, ya no hay vuelta atrás.

—Se fue. Me dijo que se iba y que yo no podía acompañarlo, que no quería que lo acompañara —mi garganta quema mientras pronuncio las palabras. —Dijo que no me quería, que no era buena para él, que no era suficiente. Dijo que yo fui una distracción, que olvidaría todo con facilidad.

Christian se mantuvo en silencio, escuchando.

—Desde que él se fue, he pasado los años creyéndolo —murmuro, mi voz se quiebra, mis ojos arden por las lágrimas acumuladas en mis ojos. —Años creyendo que, solo soy algo usable para cualquiera. Y de repente apareciste tú, Christian.

Tomo un par de respiraciones. Aclaro mi mente buscando las palabras correctas.

—No esperaba encontrarte, apareciste como algo fugaz en mi vida, creí que solo sería esa noche, como los demás —suelto el aire bruscamente. —Pero aquí estas.

Sus ojos se desenfocan, se mantiene quieto. Algo acaba de cambiar en él, sus emociones negativas ya no están dirigidas a mí, si no, a alguien más. A alguien que no conoce pero que ha escuchado de él, a alguien que, sin tener una imagen clara, ahora está en su mente. Una persona fuera de este mundo.

—Dijiste que estabas jodido, que tenías mucha mierda con la cual lidiar —me rio sin ganas. —¡Sorpresa! yo también.

El silencio nos envuelve. Mi cuerpo se sacude por los temblores de mis emociones contenidas, pero el miedo es mi principal enemigo ahora. Es muy probable que Christian se levante y me mande a la mierda, que diga que no tiene por qué soportar la tormenta que tengo en mi interior, que me diga que ya tiene bastante con sus problemas como para acompañarme en los míos.

Pero, como ha pasado desdé que lo conocí. Me sorprende.

Christian toma una profunda respiración y se mueve. La calidez de su brazo rodea mi cintura, siento en mi espalda el esfuerzo que hace con su brazo. Tira de mi cuerpo, me desliza por la silla lo más al frente que puede, me acerca a él lo más que el espacio le permite. Su otro brazo se coloca en mi espalda y me impulsa hacia él.

Mi cabeza toca su hombro y pierdo. Pierdo la batalla que he estado luchando en contra de mis propios sentimientos. Las lágrimas se desbordan por mis ojos, lloro como una niña pequeña. Los brazos de Christian se aprietan alrededor mi cuerpo, una de su mano recorre mi espalda, la otra recorre mi cabello.

—Eso es lo que me hace diferente a Lucas, o a cualquier otro —habla contra mi oído. —No tienes que luchar contra ninguna otra, porque no hay nadie más. Desde esa noche en el lounge, solo estás tú.

Más lágrimas brotan de mí. Sus palabras tocan una parte profunda de mí.

—Eres todo lo que hay en mi cabeza. Mañana, tarde, noche. Cada maldito segundo, cada hora, cada pensamiento que tengo es para ti.

Suspiro.

—Isabella —susurra mi nombre. No quiero moverme, si lo hago, se irá. —Isabella, mírame —me ordena, por supuesto no me puedo negar a obedecerle. Mi espalda se endereza, levanto mi rostro, pero no me atrevo a poner mis ojos sobre los suyos.

—No he visto a mi familia desde que cené con ellos días antes de conocerte — su voz vuelve a un tono más bajo. — No he hablado con ellos desde entonces, por eso no saben la situación. No porque quiera ocultarlo.

Mi estómago se contrae. Sé que sus palabras son honestas, puedo sentirlo, pero el pensamiento de él con ella me marea.

—Lo lamento —le digo. —No debí decirte eso, tampoco actuar de esa manera.

—Escúchame bien —me advierte. —Te lo dije, cualquier cosa, puedo arreglarlo. Si algo te molesta, si no quieres acceder a algo, si hay algo que no quieres hacer, cualquier cosa, solo dilo. Dímelo y me detendré. No te voy a obligar a hacer nada que no quieras, así no funciona conmigo.

Sus manos suben a mi rostro, sus palmas acunan mis mejillas. Sus pulgares limpian las lágrimas que aun brotan de mis ojos.

—Lo lamento —repito. —Soy un asco con las relaciones interpersonales.

—No te preocupes, Christian también es un antisocial, amargado y malo para las relaciones amorosas —la voz de Elliot nos sobresalta a ambos. Está inclinado sobre el respaldo de la silla donde había estado anteriormente sentado. —Lo siento, solo vine por esto —señala la cajetilla de cigarrillos que había dejado sobre la mesa se encoje de hombros, pero nos ofrece una mirada curiosa. —Prosigan con su declaración de amor.

Se endereza y se va de nuevo, perdiéndose entre las mesas del lugar. Christian lo sigue con su mirada, cuando se le pierde, regresa su atención a mí. Sonrió por la mueca que hay en su rostro.

—Tiene razón —asiente, aunque está incomodo por estar de acuerdo con su hermano. —Yo también soy un asco para las relaciones interpersonales.

—No sé qué esperar de esto —confieso. —No sé qué es esto, no sé qué pensar, como actuar o cómo reaccionar. Trato de fingir que estoy bien, de mantenerme en control, pero, tengo miedo.

—Alguien me dijo una vez, que... —me mira, me regala una sonrisa brillante, —a veces es bueno perder el control.

A mi mente viene el recuerdo. Es inevitable, una sonrisa aparece en mis labios.

—No sé si podemos aplicar esa frase para justificar todo —bajo la mirada.

—No deberíamos —dice serio. Estoy de acuerdo.

De nuevo el silencio nos envuelve. Siendo yo siendo quien soy, no permito que dure mucho, no puedo quedarme con la otra duda que me está quemando.

—Sobre lo que dijo Elliot... —hablo con cuidado. Sus ojos me dan una señal para que continúe. — "Comportamientos extraños, sádico, esclava" ¿Denuncia?

—Si Anastasia hace algo… —sisea para sí mismo. Hay una amenaza clara en su voz.

Sus dientes apretados, su mandíbula se tensa de nuevo. Está hablando para sí mismo, pero ha olvidado que yo también puedo escucharlo. Su cuello se inclina y hace un crujido. Me sobresalto.

—¿Por qué dijeron eso? —le pregunto. —¿Qué fue lo que sucedió?

Sus ojos grises me miran, en ellos hay algo extraño, algo que no he visto en Christian. Miedo.

—Yo... —aclara su garganta. —Yo, yo no... —habla, vuelve a su seriedad. —Lo que dijo Anastasia, es... fue algo que...

—Christian, está bien, puedes decírmelo —quiero que confíe en mí. Niega.

—Eso es algo que hablaremos en casa —suspira.

—¿Por qué?

—Porque sé que vas a tener muchas dudas —hace un gesto de dolor. —En Seattle podré explicarte a detalle todo y mostrarte lo que necesites.

Le doy una mirada calculadora. ¿Qué me quiere decir?

—No sé cómo lo tomarás —respira profundamente. Es como si de repente han colocado un enorme peso en los hombros. —Pero, quiero que lo sepas todo. Además, aun debo mostrarte el archivo que me entregaron sobre ti.

—Me estas asustando —le advierto.

—No soy bueno, Isabella —le cuesta hablar. —Pero, quiero que lo sepas todo. Quiero que me conozcas realmente, quien soy, que necesito, porque lo hago, mi pasado y toda esa mierda.

Sus ojos grises me atrapan. Están opacos, hay dolor en ellos.

—Si después de que lo veas, aun me quieres, yo… yo quiero dártelo todo. —las emociones en su rostro son demasiadas. —Contigo no quiero estúpidos contratos, ni reglas o mierda así. Quiero darte todo, incluso las flores y los corazones y todo eso.

Se ríe, como si tuviera un chiste propio. Me mantengo en silencio.

—Creo que, si seguimos aferrándonos al pasado, jamás vamos a avanzar — sus manos toman las mías, sus pulgares juegan con la marca en mi muñeca derecha. Me tenso, esperando que haga la pregunta. Pero no lo hace, hay algo en su cabeza que opaca la realidad, Se ve vulnerable, como un niño asustado. —Ha sido nuestro error dejarnos atormentar por lo que sucedió. Es un desastre.

—Soy un desastre —acepto. —Mi vida es un desastre que quiero arreglar, pero, me da miedo —sacudo mi cabeza para aclarar las ideas en el interior. —Es solo que... conectar con alguien tan rápido...

Sus manos toman las mías, sus pulgares acarician mis nudillos.

—Eres el desastre que deseo, eso lo tengo claro —responde con seguridad. Su mirada aun fija en mí. —Yo tampoco sé hacer esto… Creo que ambos somos un desastre.

Cierro los ojos disfrutando de su cálido toque.

—Esa noche, desde el momento en que tus ojos se encontraron con los míos, fue jodidamente único. La sensación de tu piel tocando mi piel, tus labios sobre mis labios. El impulso de libertad que sentí en ese momento, necesito sentirlo de nuevo.

Es difícil para él pronunciar esas palabras, pero la honestidad en ellas es segadora. Sé cómo se siente, yo me siento de la misma manera respecto a nosotros.

—Esa noche… —abro los ojos, —nosotros… —las palabras se atoran en mi boca.

—Esa noche surgió algo entre nosotros —habla seguro, —tenemos algo, somos algo que no estoy dispuesto a permitir que se vaya. ¿Tú sí?

Me quedo unos segundos en silencio.

¿Es muy pronto para ponerle nombre a esto? Yo aún tengo demonios con los cuales lidiar, tengo un fantasma que no me deja vivir. Él aún no termina de desprenderse de su ex. ¿Es sano que Christian sea lo único que deseo en este momento? ¿Está bien que estemos teniendo esta extraña declaración? ¿Acaso está bien pensar en alguna etiqueta para lo que sea que tenemos? ¿Estoy dispuesta a esto? ¿Él está dispuesto a esto?

¿De verdad voy a lanzarme de nuevo al vacío? Sí.

—De verdad espero que esto nunca termine —digo, mirando sus ojos grises que se han llenado de un líquido brilloso.

Ya está, lo dije. ¿Es muy correcto? Quizás sí, quizás no. ¿Me importa? No.

—Son tan lindos —Elliot habla de nuevo, cerca de mí. El tono meloso en su voz sacude mi cuerpo.

—¡Elliot! —Christian le gruñe. No está feliz por la nueva interrupción.

—¡Oye! —se queja el rubio. —¡Esto es mejor que una novela!

—¿No te habías ido? —gruñe de nuevo en un intento de deshacerse de su hermano.

—Por eso estoy aquí —suspira el rubio. —Quiero saber si Isabella volverá a casa conmigo.

Los dos hermanos me miran, preguntando en silencio que decisión he tomado. Las manos de Christian toman las mías, las sujeta con fuerza. Sus ojos me gritan que no lo haga, me ruegan que no me vaya.

Me pesa decirle que no a Elliot. Parecía animado con la idea de tener compañía en el vuelo de regreso a Seattle.

—No te vayas —Christian juega con mis manos. —Dime a dónde quieres ir, dime que quieres hacer, dime lo que quieres y lo vas a tener. No te vayas. Déjame mostrarte lo que había planeado para nosotros aquí.

Es en este momento, me permito recordar un momento en específico, ahora entiendo el sentimiento que lo atravesaba en ese momento, ahora comprendo porque dijo esas palabras mientras pasaba su brazo alrededor de mis hombros: "De todas maneras iré al infierno".

—Lo lamento —digo, ya he tomado una decisión. Christian está listo para hablar y ofrecerme mil razones más para quedarme. —Tendrás que volver solo a casa, Elliot.

Christian suelta el aire de sus pulmones. Elliot me sonríe orgulloso y me guiña un ojo.

—Debería irme a casa, aun debo buscar mis cosas en la casa de Kate, antes de que ella vuelva y me siga lanzando cosas.

Hago una mueca de dolor. No sé qué le habrá lanzado esa mujer, pero se ve que le dolió.

—Me llevé a Taylor por un rato —le dice a su hermano.

—¿Quieres el avión? —Christian levanta una ceja. —Pueden llevarte y volver por nosotros después.

—Si insistes —Elliot se encoge de hombros. Por supuesto que era más fácil irse en avión privado que en uno comercial.

—Iré a llamarlos —anuncia Christian. Se pone de pie y se aleja ligeramente.

—Tu muy bien —Elliot me apremia. —Eres inteligente, aunque a veces la inteligencia te ciega.

Reprimo las ganas de golpearlo.

—Recuerda lo que te dije —me guiña un ojo. —Que pierda la cabeza por ti.

—Ese es el plan —guiño mi ojo de regreso. Elliot sonríe.

—¿Te digo un secreto? Me caes mejor tú.

—Cuando llegues al aeropuerto te van a estar esperando —Christian se acerca de nuevo a nosotros.

—Sí, sí, ya me voy—Elliot suelta una carcajada. —No te pierdas tanto, hermanito. Mi madre se pone histérica si no la visitas —le da unas palmadas en el hombro a Christian. Él rueda los ojos.

Me pongo que pie. El rubio se acerca a mí, me envuelve en un cálido abrazo.

—Te veré después en casa para que me cuentes todo —dice en mi oído.

—Adiós Elliot —sonrió. Sus brazos me sueltan.

—Adiós cuñadita —se despide. —Se divierten, pero no mucho, no quiero sobrinos tan pronto.

Christian y yo resoplamos. Su risa es lo último que escuchamos mientras se aleja de nosotros.


Buenas, buenas... ¿Qué tal están? Quiero confesar que me costó un poco escribir este cap, y aun hay algo que no me convence al 100%... pero necesito seguir adelante para poder seguir con la historia. En fin, ya saben, cualquier cosa déjenme un R y haré un esfuerzo por contestar.

Nos leemos en el siguiente.