Estuvo como quince minutos mirando a la esquina inferior del armario, con la mirada perdida y sin saber qué hacer. No podía salir de allí sin romper la cerradura o la puerta, y tampoco podía quedarse allí eternamente a riesgo de ser descubierta nada más Garp tuviese que dejar su capa en la noche o en literalmente cualquier momento.
Escuchó un par de carraspeos ásperos típicos de señor mayor que está a punto de escupir en la acera y se tensó más. Él seguía en el despacho y ella, a tan sólo escasos metros, estaba sudando frío.
"¿Es que a quién se le ocurre hacer eso?" Se culpó. "¿Es que acaso no pude aplicarme ese dicho de "la curiosidad mató al gato"?
Las botas militares de Garp emitían ese sonido común del cuero y sus pasos sonaban fuertes a la vez que lentos. No sabía a donde iba a terminar esa situación pero esperaba que fuese pronto. De repente, los pasos frenaron. A pesar de no ver nada porque estaba de lado – y tampoco quería arriesgarse a mirar tras las rendijas – sabía que al menos no estaba posicionado al lado suya, dándole un mínimo respiro.
Un sonido metálico sonó contra la mesa y fue seguidamente cuando escuchó abrirse la caja de madera.
- Madre mía – dijo en voz baja – y creer que esto puede destruir el mundo… Esperemos que termine en buen sitio.
Dio un largo y tendido suspiro de cansancio. Escuchó cerrar de nuevo la caja, y cómo uno de los cajones de su mesa se abría para volver a su sitio rápidamente.
"¿De verdad no se le ocurre guardar de mejor forma esa cosa?" Pensó contrariada. "Anda que si no llega a ser porque aquí la mayoría son tontos y no saben de nada, cualqu.."
Volvió a tensarse y dejar su mente en blanco cuando volvió a escuchar los firmes pasos de Garp, relajándose al ver que, finalmente, sólo se había ido del despacho.
"Lo mejor será esperar unos minutos antes de salir, no vaya a ser que me lo encuentre en la misma puerta".
Y los minutos pasaron haciéndose eterno. El reloj colgado en la pared le daba una idea de cuando tiempo había pasado y supo que ya era hora de salir antes de que se hiciese demasiado tarde.
Pero fue cuando iba a poner un pie fuera del armario cuando se puso a reflexionar: "Van a entregarle la fruta a Akainu, uno de los seres más despreciables de la marina habidos y por haber"
Tragó seco.
Sabía que Akainu no iba a ser quien se comiese la fruta, puesto que ya tenía los poderes de otra, pero, ¿quién sería la persona a la que le entregaría aquellos poderes destructores?
Cuanto más lo pensaba, peor se ponía la cosa. Ya no era por el terrible espectáculo dado hace dos años en la que casi se crea una de las peores guerras piratas versus la marina, sino porque en sí, Akainu era una de las peores personas que había tenido la desgracia de conocer.
Hacía unos años, antes de aquella situación que cambió por completo la visión del mundo, ya había podido "afortunarse" de la presencia de aquel señor, desagradable, borracho y putero en sus ratos libres. Aquel que le había confundido con una prostituta en el propio barco de Garp y que el pobre, ante semejante bochorno, había sido quien se disculpase con ella con la excusa de que "estaba borracho". Pensaba que semejantes líderes con, además, semejantes poderes, debían de controlar su forma de actuar por no arriesgar a nadie y, aún más importante, no dar mala imagen a la Marina.
Pero al parecer eso no casaba con ese hombre y pareciese ser que lo que ocurría en dependencias de la Marina, se quedaba en las dependencias de la Marina.
"A saber a quién le dará la fruta ese hombre" pensó con impotencia, "seguro a uno de sus amiguitos despreciables que hacen lo mismo que él".
Salió por completo del armario, cerrándolo con cuidado, y observó la caja con detenimiento.
"Y si…"
Bajó la mirada al suelo por un segundo, culpándose por los pensamientos intrusivos que acababan de pasar por su mente, pero ¿se le podría juzgar acaso?
Volvió a contactar visualmente con aquella caja… esa caja que contenía semejante peligroso artefacto para el mundo en su conjunto… y concluyó que no podía dejarlo en manos de alguien como Akainu.
De esa forma y sin pensar muy bien en las consecuencias de lo que estaba haciendo, abrió el cajón donde se encontraba la llave y, seguidamente, aquella caja de madera. Sabía que no podía detenerse mucho tiempo, así que cogió un pequeño globo terráqueo de una de las estanterías y lo intercambió por la fruta. Cerró de nuevo la caja y devolvió a su sitio la llave teniendo el cuidado de dejarlo todo donde estaba.
"¿Y donde me guardo yo ahora esta cosa?"
El bolsillo lateral pareció el mejor lugar a pesar de que se notaría que llevaba algo abultado. De esa forma, miró de nuevo hacia el despacho comprobando que no estuviesen las cosas más fuera de lugar de lo que ya estaban, y salió de allí. A pesar de que Garp había cerrado con llave, el cerrojo podía abrirse desde dentro sin problemas, así que no tuvo complicaciones para huir. Otro fallo estúpido más de seguridad de la Marina.
"¿Y dónde mierdas escondo yo esto ahora?" Le volvieron los sudores fríos. ¿De verdad todo esto estaba mereciendo la pena? ¿Qué es lo que haría ahora? ¿Dónde escondía la fruta? Estaba segura que no tardarían mucho en descubrir que había desaparecido, e irían en su búsqueda por mar y tierra, ¿qué ocurriría si le pillan?
Justo en la puerta del baño, uno de sus compañeros le vio.
- Eh, Irina, ¿no se supone que debías de estar afuera? ¿Qué tanto haces que no estás donde debes?- Kentaro era uno de los cabos, un superior a ella. Trago duro cuando vio que se le acercaba y temió por que viese que llevaba algo en los bolsillos.
- Eh… bueno… ya sabe, Kentaro-san… estoy en uno de esos días complicados…. – intentó excusarse falsamente.
Y Kentaro no parecía tener ninguna idea de cuáles podían ser aquellos días complicados porque elevó una ceja de forma interrogativa.
- En uno de esos días femeninos del mes, Kentaro-san – siguió explicando de forma más segura de su excusa –. Las mujeres necesitamos más tiempo y vamos más al baño por esa razón.
- Ahhh – ahora por fin había entendido, y Dámaris se sintió llorar por dentro de felicidad de que se lo hubiese creído - Bueno, igualmente ya no hará falta que ayudes con las cosas fuera. Si quieres ve a prepararte para la noche, se nos permitirá ir por el pueblo y alguno de nosotros haremos una fiesta. A pesar de que la tripulación del pelirrojo este por la isla, por alguna razón y órdenes de arriba no podemos enfrentarnos a ellos.
Frunció el ceño de forma preocupada. Ella sí sabía la razón de porqué se estaba evitando el enfrentamiento a pesar de que todos conocían del deseo inconmensurable del vicealmirante de acabar con Shanks y sus seguidores.
-Oye no te preocupes – se rió un poco al ver su cara-, sabemos que se encuentran en la zona sur de la isla y nosotros estamos en la norte. La isla es enorme y sería una probabilidad pequeña de que nos encontremos con aquellos piratas, es por eso por lo que nos han dejado hoy noche libre. Eso sí, no te desmelenes mucho – rió más fuerte -, justo partiremos nada más amanecer.
Dámaris asintió con nerviosismo y fue corriendo a su habitación.
"Dios, Dios, Dios…. ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora?" Miro su bolsillo abultado, perdiendo la mirada en él mientras sus pensamientos se convertían simplemente en unos balbuceos que ni ella misma podía entender. Sentía que hasta su mirada se emborronaba y que perdía las fuerzas de su cuerpo.
Fue descendiendo poco a poco con la espalda pegada en la puerta, hasta llegar a sentarse en el suelo. Estaba perdida si llegaban a pillarle, pero es que tampoco sabía qué iba a hacer con la fruta destructora.
"¿De verdad hice lo que hice?" Su respiración se volvió más rápida culpa de la desesperación que acababa de venirle, "¿no se supone que debería de confiar en la Marina? Garp sabía el destino de la fruta, ¿no? Entonces quizás si que debería de haberla dejado en su sitio. Pero, pensando de nuevo en Akainu y el probable destino..."
No. Había hecho bien. No podía dejarse semejante poder en manos de psicópatas que van de justicieros.
El problema es qué es lo que haría ahora.
