Descargo de responsabilidad.

Stargate no me pertenece, ni ninguna de las imágenes mostradas. Este fic fue creado por mí con el propósito de entretener.

Stargate Korr 1

Korr frunció el ceño. Se había acostado la noche anterior en su pequeña habitación de alquiler después de pasar media noche viendo videos en las redes sociales, pero se despertó en una cama extraña, en una habitación con decoración egipcia y un par de sirvientas lo estaban ayudando a vestirse. La habitación no mostraba tecnología a la vista y las sirvientas vestían trapos que él consideraba sucios.

Ambas sirvientas, además de vestir trapos que, según su criterio, estaban sucios, eran poco atractivas, aunque eran jóvenes y no parecían tener más de treinta años. Una era rubia y la otra tenía el pelo negro y descuidado.

Sin embargo, Korr sabía exactamente dónde estaba, no por el hecho de que en ese momento le estuvieran poniendo un Kara kesh en la mano derecha ni porque las sirvientas lo llamaran "mi dios Korr", sino porque al despertarse comprendió que era un simbionte y que estaba controlando un cuerpo extraño, además de tener una memoria heredada con recuerdos espantosos que incluían torturas, violaciones, asesinatos, genocidios y todo tipo de atrocidades, propias de los goa'uld.

Todo esto significaba que había sido transportado a una de sus series de ciencia ficción favoritas de todos los tiempos, Stargate, y como era un goa'uld, eso implicaba que estaba en Stargate SG-1.

Desde que se despertó, hacía aproximadamente una hora, Korr había estado dejando de lado todos sus "hermosos recuerdos heredados de otros goa'uld" junto con el egocentrismo extremo del simbionte, que, a pesar de ser un parásito patético, se considera un dios.

Ahora, bajo el nombre de Korr, un goa'uld menor, él estaba calculando los recursos de los que disponía, el tiempo específico en el que se encuentra, qué tecnologías puede obtener según su ubicación y cómo puede convertirse en un verdadero dios de la tecnología en este mundo.

Su especie actual es odiada hasta la muerte en toda la galaxia, y si se presentaba como una buena persona con intenciones decentes, sería linchado o terminará en algún laboratorio o cárcel secreta si se le ocurría presentarse ante alguien que odiara a los goa'uld sin tener una forma de defenderse.

Después de pensar durante una hora, Korr decidió que lo más importante era su propia seguridad, por lo tanto, no iba a hacer locuras ni correr riesgos innecesarios sin obtener algo a cambio.

Con esta decisión tomada, lo primero que debía hacer era averiguar en qué parte de la historia se encontraba y a partir de ahí, determinar qué tecnologías y conocimientos podía obtener.

Korr había leído varios fanfics en los que los transmigradores se tomaban todo a la ligera y se dedicaban a hacer tonterías con la historia y hacer amigos, pero él no iba a seguir ese camino. Su objetivo principal era adquirir tecnologías avanzadas, recursos y poder. Después, podría permitirse hacer tonterías y relajarse sin tener que preocuparse por su seguridad o por la historia en sí.

Para llevar a cabo este plan, Korr repasó sus posesiones y quién era. En primer lugar, Korr era un goa'uld menor, exiliado en un planeta pequeño en el borde de la galaxia, con alrededor de cinco mil esclavos y cien jaffas. Estaba obligado a pagar tributos a cambio de la protección de un goa'uld de rango medio, Mot, quien a su vez se sometía a las órdenes de Ra, aunque estuviera en las afueras de la galaxia y alejado de los territorios centrales controlados por Ra. Dado que nadie se atrevía a atacar a los sirvientes del señor supremo goa'uld, se podría decir que el jefe de Korr era astuto.

Continuando con Korr, sus posesiones incluían una nave Ha'tak, pero no era una Ha'tak como las que tenían Apophis u otros señores del sistema, que tenían decenas de ellas y entre diez y quince en sus ejércitos personales. La suya era una versión antigua con la mitad del rendimiento en todos los aspectos, con desperfectos y fallas.

Era poco más que chatarra y ni siquiera tenía el combustible necesario para hacerla funcionar o repuestos en caso de averías. El combustible, que era naquadah líquido, debía comprarlo al goa'uld de rango medio que le proporcionaba protección contra otros goa'uld de rango medio. Además, debía negociar y humillarse para conseguir cualquier pieza de repuesto. En resumen, la vida de un goa'uld menor era horrible, aunque mil veces preferible a ser uno de sus esclavos y vivir en constante temor de sufrir tortura. Por supuesto, este era solo el destino de este desafortunado goa'uld.

Korr, como un transmigrador que conocía la historia, podía considerarse un personaje OP dentro de la trama, y nadie podía igualar su potencial de desarrollo, incluso un ascendido era insignificante en comparación con él.

Además de estar OP debido a todo su conocimiento sobre la historia, él había transmigrado para convertirse en un simbionte, una de las especies más OP de toda la serie. Su potencial era tan absurdo como su estupidez característica que se mostraba a lo largo de la serie en escenas vergonzosas, donde un goa'uld se jactaba de su divinidad segundos antes de ser enviado al otro mundo.

Korr los consideraba naturalmente tontos, afectados por la locura que el sarcófago les había causado y que habían heredado a sus descendientes. Eran una especie enferma y en decadencia.

Aparte de todo esto, Korr era un goa'uld joven. Apenas habían pasado cinco años desde que lo sacaron de una bolsa jaffa y el goa'uld de rango medio al que rendía tributo, después de ciertas pruebas cuyo contenido era mejor olvidar y sellar en su memoria por temor a la locura, le dio una nave chatarra y un par de juguetes, poniéndolo a su servicio para vigilar a los esclavos que extraían naquadah en ese pequeño planeta sin nombre.

Esto significaba que Korr ni siquiera tenía acceso a un sarcófago y que su locura era controlable. O eso creía él, porque desde que despertó se sentía extraño e iracundo. Ya había tenido que contener su ira varias veces y evitar decir cosas desagradables a las dos esclavas de aspecto lamentable que lo atendían en sus tareas matutinas.

Korr sabía que era él y no el antiguo Korr quien estaba perdiendo la calma. Según los recuerdos del antiguo Korr, disfrutaba de ser atendido por sus esclavos, pero a él, como el nuevo Korr, le parecían feas y sucias, y no quería que lo tocaran. Le molestaba su contacto y sentía ganas de golpearlas para que se apartaran. Eran seres desagradables…

Korr tragó saliva y sacudió la cabeza con fuerza en su mente mientras su cuerpo permanecía tenso, y la incomodidad y el miedo de las esclavas eran evidentes, lo que indicaba que su furia era evidente.

—¡Salgan! —ordenó Korr. Si debía tener sirvientes, debían ser de alto rango como los de Ra, no seres desagradables y sucios como estos…

Korr sacudió la cabeza cuando las esclavas salieron. Cerró los ojos y respiró profundamente.

Después de tomar un momento, Korr abrió los ojos, sintiéndose renovado. Parecía que estaba mejor solo. Se sentía bien consigo mismo gracias al egocentrismo de los goa'uld, aunque esto parecía afectarlo de alguna manera, ya que si comparaba su antiguo yo con el nuevo, había diferencias que no encajaban.

En su vida anterior, nunca experimentó ira por el aseo personal de otras personas, solo sentía molestia o, en el peor de los casos, desagrado. Parecía que intentar alejarse de los recuerdos goa'uld no garantizaba estar libre de la locura goa'uld.

Esto significaba que debía encontrar una cura, pero en este momento no tenía acceso a nada similar y lo único que podía hacer era respirar profundamente e intentar calmarse. Solo esperaba no cometer ninguna atrocidad en el camino, algo que él mismo no aprobaría, ya que siempre había valorado el autocontrol y nunca tuvo vicios como el alcohol o las drogas, aunque eso no significaba que rechazara cualquier forma de diversión.

Era mejor tratar de controlarse más ahora que estaba perturbado. Afortunadamente, no tenía un sarcófago y no tenía que lidiar con una adicción a este.

Korr, ahora completamente en control de sus facultades mentales, se acercó a un espejo cercano a su cama al ver a las dos esclavas fuera de su habitación. Sin embargo, sintió otra oleada de ira y apretó los puños al ver la imagen algo distorsionada que le devolvía el espejo. La vida de este goa'uld era una mierda, ni siquiera tenía un miserable espejo decente…

Korr respiró profundamente. No era su objetivo evaluar el espejo, sino a sí mismo, o más bien, al cuerpo de su anfitrión. Según sus recuerdos, su anfitrión era un joven esclavo, pero no quería explorar más sobre su vida y había sellado su conciencia por completo, dejándolo en un estado de coma. No quería saber nada de su vida ni pensar en el hecho de que ocupaba el cuerpo de otra persona por la fuerza.

Esto significaba que conseguir un cuerpo propio era una de sus prioridades, no porque fuera una buena persona, sino porque le resultaba incómodo e incluso le daba miedo tener otra conciencia tan cerca de la suya. En cuanto a las cuestiones morales, le daba igual. Por esa razón, se acercó al espejo para ver cómo se veía.

Su piel era morena y bronceada debido a un clima cálido y un sol ardiente. Sus rasgos tenían un cierto aire del Medio Oriente. Tenía una altura promedio de 1,78 m, no se consideraba alto, ya que era diez centímetros más bajo que en su vida anterior.

Korr tampoco se consideraría guapo, apenas un poco mejor que en su vida anterior, pero su cuerpo estaba tonificado, lo cual sumaba puntos. Korr se preguntaba si un simbionte podía mejorar el cuerpo, porque no recordaba que este goa'uld hiciera ejercicio.

Korr sacudió la cabeza. No estaba satisfecho con su apariencia actual. La ropa que llevaba tampoco era de buena calidad, y al pensar en ello, vino el recuerdo de cómo la obtuvo: era un regalo del goa'uld que lo dejó allí. Era de mala calidad. Los goa'uld eran enfermos mentales y vivían en la basura, sus ciudades eran repugnantes y sus esclavos eran sucios mendigos…

Korr respiró profundamente. Parecía que ser consciente de su locura y del asqueroso modo de vida de los goa'uld solo le causaba ataques de ira, y no era el momento para eso. Era el momento de empezar a robar tecnologías y conocimientos para tratar su locura y convertirse en un verdadero dios de la tecnología.

En este universo de stargate, tal cosa era posible, porque había tecnología de fácil acceso para quien supiera donde buscar, y era una tecnología que podía convertirlo en un dios real… Bueno, no quería ser un ascendido, por lo que nada de ser dios, pero un mortal, que fuera inmortal, con el poder absoluto de hacer su voluntad, no estaría mal…

Kor sacudió la cabeza y se preguntó si las ambiciones del goa'uld habían podido con él, pero daba igual, porque no le parecía un mal plan.

Mientras se miraba con disgusto en el espejo, Korr pensó que el primer paso para su plan de robarlo todo y convertirse en el señor supremo de todos los goa'uld en esta galaxia y sus alrededores era determinar en qué parte de la historia se encontraba, y para eso, tenía algunas pistas. En primer lugar, el goa'uld al que Korr servía era a su vez un sirviente de Ra.

Esto podría significar que la historia principal aún no comenzaba y Ra seguía vivo, lo que haría que su búsqueda de poder fuera más fácil. Pero no podía estar seguro de eso, ya que los goa'uld mayores o señores del sistema no se enteraron de la muerte de Ra hasta un año después, y Korr era un goa'uld de bajo rango, insignificante. Ningún goa'uld se molestaría en decirle nada.

Aun así, la arrogancia y la egolatría de un goa'uld le impedirían no declararle a sus sirvientes que ahora él estaba al mando, y el goa'uld al que servía seguramente le notificaría un cambio de liderazgo, porque en cuanto Ra muriera, él estaría en grave peligro y se apresuraría a jurar lealtad a uno de los señores del sistema que gobernaban su territorio, ya sea Olokun o la reina Morrigan.

Por todo esto, Korr no estaba seguro, pero tenía una forma más o menos segura de averiguar en qué parte de la historia se encontraba. Y esa forma era "Abydos". De toda la serie Stargate, "Abydos" era la única dirección de la puerta estelar que Korr recordaba.

Ni siquiera sabía la dirección de la Tierra, aunque sabía que su símbolo de origen era el triángulo con el círculo arriba, porque los personajes principales lo llevaban en sus uniformes, o lo llevarían después, no recordaba esa parte. Una vez, en internet, dio un repaso a todas las direcciones emblemáticas de la serie, pero no recordaba ninguna de ellas. Aun así, su falta de conocimiento sobre las direcciones del portal no era un problema, porque la información que necesitaba era sobre las tecnologías más avanzadas y cómo utilizarlas, y eso sí lo recordaba, por lo que debía comenzar su plan lo antes posible.

Korr se observó nuevamente en el espejo. Sus ropas eran trapos anchos, no se les podía llamar ropa, era una vergüenza…

Su vestimenta consistía en trapos anchos, medianamente limpios, pantalones y camisa amplios, similares a la vestimenta del Medio Oriente, nada tan impecable y de su propio estilo como lo que Ra usaba en la película. Por todas las evidencias, Korr era un goa'uld miserable y pobre, cuyos sirvientes eran feos y mal vestidos… En fin, su ropa era ordinaria.

Korr miró su frente, no tenía marcas de ningún tipo. Tampoco llevaba maquillaje. Luego miró su mano derecha, el Kara kesh estaba allí, pero para poner en marcha su plan, no podía ser visto, así que se lo quitó y lo ocultó en su amplia ropa. Por último, pasó diez minutos frente al espejo para dominar el efecto de destello en sus ojos. No quería que sus planes fracasaran por parecer una luciérnaga en momentos en los que debía mantenerse como un humano.

Una vez concluidos sus preparativos frente al espejo, fue a un rincón y sacó una pistola sat de un escondite, también la ocultó en su ropa por seguridad.

Al terminar, salió de su habitación. Dos jaffas lo esperaban afuera y lo saludaron. Ellos llevaban armadura completa pero sin casco. Korr los miró con desprecio, ya que consideraba que eran soldados de baja categoría, pero volvió a adoptar una expresión serena. No era momento de preocuparse por los jaffas y sus terribles, anticuadas y poco efectivas tácticas y estrategias de batalla y guerra.

—¡Vamos al portal! —ordenó en el idioma goa'uld.

Los jaffas no se atrevieron a hacer preguntas o proponer alternativas, ya que los goa'uld torturaban y mataban a cualquier esclavo que desobedeciera. A veces, solo bastaba con insinuar alguna tontería para que fueran ejecutados después de ser torturados. Los jaffas cubrieron su retaguardia y el frente mientras marchaban por el pasillo.

Korr asintió con satisfacción mientras caminaba y observaba el pasillo. El piso estaba pulido y las paredes doradas, decoradas con relieves de alta calidad, a pesar de que la nave que le servía de palacio era una chatarra. Si había algo que a él le gustaba de los goa'uld era el diseño de sus naves. No le importaba si eran ineficientes o si desperdiciaban espacio, le parecían geniales y tenían un estilo único y llamativo.

Si diseñaba naves en el futuro, Korr definitivamente incluiría muchas referencias al modelo goa'uld. En especial, se aseguraría de agregar la pirámide, que era lo que más criticaban los fanáticos de la serie que pedían eficiencia en las naves goa'uld.

A Korr no le importaba desperdiciar espacio, no pensaba quitar la pirámide, porque era lo que hacía único a las naves goa'uld y a toda la serie. Era el diseño más llamativo. En conclusión, no importaba qué tecnología obtuviera, el diseño goa'uld era lo que más le gustaba y era lo que usaría.

A pesar de todo eso, él seguía siendo un goa'uld menor y ni siquiera tenía acceso a toda la tecnología goa'uld. Aunque esto no significaba que no poseyera un vasto conocimiento y fuera capaz de estudiar todos los sistemas de la nave que poseía y recrearla si obtenía las herramientas y materiales necesarios.

La inteligencia de un goa'uld no podía subestimarse. Sin embargo, no podía sobreestimar su capacidad de obtener tecnología por su cuenta, ya que cualquier avance en investigación llevaría años y eso no le interesaba, especialmente si no tenía acceso a decenas de tecnologías avanzadas.

Korr y su escolta de jaffas llegaron a la plataforma de anillos, y uno de los dos jaffas se encargó de activarla. La sensación fue extraña. Él no sintió ninguna desmaterialización de su cuerpo. Cuando los anillos subieron, solo vio un destello de luz.

Al recuperar la visión, se encontraba en otra habitación, construida de piedra, que servía como base de la pirámide sobre la cual se asentaba su nave ha'tak. Cuando los anillos transportadores volvieron a su lugar, lo esperaba un jaffa con rasgos del Medio Oriente y un tatuaje de oro fundido en su frente. Eran dos pequeñas migajas rodeadas por un círculo, al menos eso le parecía a Korr. El símbolo parecía demasiado modesto y poco llamativo…

Era vergonzoso, pero no tenía tiempo para corregir tonterías. El jaffa era alto y atlético. Era uno de los dos jaffas originales que le habían sido cedidos por su jefe goa'uld, mientras que los demás los había creado él mismo seleccionando entre los esclavos. Korr había nombrado a este jaffa Jet como su primado, y su tarea era cuidar de los esclavos y asegurarse de que los otros jaffas fueran entrenados y estuvieran listos para servirle, al estilo jaffa.

—¡Vamos al portal, los informes no son necesarios por el momento! —ordenó Korr, para no ser molestado por informes sobre la extracción de naquadah de los esclavos. Los jaffas eran fanáticos y cumplían sus labores con brutal eficiencia, no era necesario escuchar sus atrocidades contra los demás esclavos. El primado asintió y, tras un saludo, caminó un paso detrás y al lado de Korr, mientras los otros jaffas mantenían sus posiciones y avanzaban.

Al salir de la pirámide que servía como plataforma de aterrizaje para la nave ha'tak, Korr pudo ver una parte de sus dominios. Había pocos árboles debido a la cercanía de la mina de naquadah a doscientos metros de allí. Se podían ver cientos de esclavos yendo y viniendo en las minas, mientras unos treinta jaffas los vigilaban y sometían a latigazos a los más ociosos. A aquellos que se atrevían a resistirse, los ejecutaban o los llevaban con él para ser torturados y ejecutados. Era evidente que las condiciones de trabajo eran primitivas, sus estados lamentables y su apariencia sucia y descuidada, algunos apenas llevaban harapos. Korr sintió asco y repulsión al presenciar la escena.

"Si me nombraran dios de la basura, no tendría de qué quejarme", pensó y sacudió la cabeza ante tal pensamiento, mientras seguía caminando, fingiendo no ver nada, y los jaffas se apresuraban a hacer arrodillar a todos, aunque él se encontraba a doscientos metros de la multitud de cientos de esclavos.

El resto de los esclavos estaría trabajando en los cultivos para proveer de comida a los jaffas, a él mismo y a su propia población. Los goa'uld eran parásitos en toda regla, explotaban de manera despiadada, mezquina y absurda a todos los que les servían. Korr sentía asco y repulsión por esa forma de vida, pero no era un filántropo ni un santo, y por el momento, su objetivo era más importante que detener esa…

"Situación" desagradable, por lo que siguió caminando, manteniendo una expresión serena, mientras se dirigía al portal a doscientos metros de la pirámide, para asegurarse de que los esclavos no se acercaran a su nave al entregar los tributos.

El antiguo Korr era paranoico sobre una posible rebelión, y él estaba de acuerdo con esa paranoia porque conocía la historia y sabía que los goa'uld estaban destinados al olvido, a pesar de ser una especie con un potencial ilimitado.

Después de caminar los doscientos metros, Korr llegó al portal junto a su escolta de jaffa y, sin perder tiempo, comenzó a marcar. El goa'uld ya poseía conocimiento de los símbolos y el uso del portal, y ya tenía una dirección, por lo que marcar no fue un problema.

Al terminar de marcar, Korr sintió aprensión al ver que el portal se conectaba y el agujero de gusano se formaba con un gran vórtice hasta estabilizarse, pareciendo la superficie de un lago bajo el efecto de un pequeño viento.

El hecho de que el portal se conectara con Abydos, el planeta donde Ra moriría o ya había muerto, podía significar dos cosas: o Ra aún no había muerto y el portal no había sido sepultado, o Ra había muerto y el portal había sido desenterrado después de algunos meses.

Otras opciones, como que la primera temporada ya hubiera terminado y el portal fuera desenterrado por segunda vez, también eran posibles, aunque poco probables debido a que Korr no se había enterado de la muerte de Ra. Por el momento, no podía estar seguro de la época en la historia a menos que cruzara.

Si cruzaba y estaban más allá de la segunda temporada, estaría en graves problemas y tendría que abrirse paso a tiros, ya que los abydonianos conocerían los peligros de los goa'uld y lo primero que harían sería cachearlo en busca de armas.

Era un riesgo enorme cruzar el portal, pero era un riesgo que debía tomar sí o sí. Korr pensó que si descubrían el Kara kesh, estaría perdido, por lo que, en ese caso, tendría que abrirse paso a tiros, con la leve esperanza de sobrevivir.

Apophis lo había hecho, pero él llevaba una armadura, tenía su Kara kesh listo para usar y un montón de jaffa dispuestos a dar su vida interponiéndose como escudos humanos. Él no podía llevar jaffas consigo, porque si estaba en la segunda opción, lo recibirían como un enemigo.

—Si no vuelvo hoy, cancelen los trabajos en la mina y ordenen a los esclavos que descansen por turnos mientras se encargan de los campos de cultivo. En cuanto a ti y los demás jaffas, vigilen la pirámide y estén atentos a cualquier intento de conquista del territorio. Usa las armas de la nave para suprimir cualquier invasión —ordenó Korr a su primado, y este asintió, aunque se podían ver grandes dudas en su rostro respecto a estas instrucciones.

Ser un goa'uld menor era un problema, ya que no podían dejar su territorio. Nada era más fácil de conquistar para un goa'uld que un jaffa si su dios estaba no presente en el lugar.

—¿Mi dios cruzará el chappa'ai solo? —preguntó su primado sin poder contenerse. Korr asintió sin decir más y se dirigió al portal para cruzarlo, apretando los puños disimuladamente.

Este era un gran riesgo para su vida y sus planes, pero era de vital importancia para todo lo demás.

Cruzar el portal fue tan extraño como usar los anillos transportadores. No sintió ninguna pérdida de conciencia, solo una ligera atracción y un cambio de escenario.

Al salir, se encontraba en una habitación iluminada por antorchas, lo que le hizo apretar los dientes. Sin embargo, respiró aliviado al ver a un chico mal vestido y sucio asomando la cabeza tímidamente desde detrás de una columna. Korr no hizo ningún movimiento brusco y mantuvo las manos a los costados para no parecer una amenaza, pero por dentro se regocijó.

Ya sabía en qué momento de la historia se encontraba. No era el mejor momento. El hecho de que los abydonianos estuvieran allí y hubiera antorchas significaba que Ra había muerto, y la ventaja de tiempo que le facilitaría el camino se había reducido. Sin embargo, no era necesario abrirse paso a tiros, lo cual era un alivio. Tampoco era que su camino fuera imposible, ya que si esto fuera un videojuego, él estaría en modo normal.

—Hola —dijo Korr, usando el idioma de sus esclavos.

Korr podía hablar inglés gracias a un curso informático que había tomado en secundaria, y Daniel Jackson estaría por ahí y podría entenderlo, pero explicar cómo sabía inglés sería un gran problema, así que no hablaría en ese idioma, y mucho menos en español. Tampoco se le ocurriría usar goa'uld.

En este momento de la historia, Daniel Jackson no sabía demasiado sobre los goa'uld y lo despreciables y astutos que podían ser, pero los consideraría una amenaza y no confiaría en nadie que hablara su idioma sin una buena justificación. Korr podía inventarse algo, pero era mejor no crear problemas innecesarios.

El chico timido, al ver que Korr le ofrecía una voz amable y una sonrisa (lo cual no le resultaba difícil, ya que estaba feliz de que su vida no corriera peligro y había dado el primer paso hacia la divinidad), salió de detrás de la columna de piedra, mientras otros sujetos, no tan jóvenes, asomaban la cabeza desde otras columnas.

Korr no avanzó y permitió que el chico se acercara a él y lo examinara sin tocarlo. El chico llevaba una pistola de nueve milímetros y sus compañeros tenían rifles M16. No estaban indefensos, por lo que era mejor no provocarlos.

Mientras el chico lo examinaba, continuaba hablando y Korr descubrió con sorpresa que podía entenderlo. Sin embargo, fingió que no lo entendía, ya que en ese momento no tenía una excusa para explicar cómo entendía su idioma a la perfección.

No era algo que Korr hubiese aprendido, sino que formaba parte de su memoria genética. Korr decidió no indagar en cómo habían llegado esos conocimientos allí. Todo lo relacionado con su memoria genética estaba sellado para él por voluntad propia y no quería desencadenar ninguna locura adicional. Frunció el ceño mientras el chico continuaba hablando y preguntándole quién era y qué hacía allí. Korr fingió captar algo, pero no entender la mayoría. Luego, Korr se señaló a sí mismo.

—Aran —dijo Korr, señalándose a sí mismo.

Korr no sabía si su nombre goa'uld significaba algo o si era el nombre de algún dios, pero si lo era, estaría en serios problemas cuando se encontrara con Daniel Jackson. Era mejor usar un nombre menos llamativo y común, así que optó por el nombre de uno de sus esclavos que había escuchado por casualidad.

El chico comprendió el gesto y se presentó a sí mismo. Korr no prestó atención a su nombre, ya que, al no ser Skaara, era considerado un personaje secundario y probablemente moriría en cuanto Apophis apareciera allí. No iba a perder su tiempo con personas desechables…

Korr sacudió la cabeza en su mente y señaló hacia adelante.

—¿Quiénes son ellos? —pronunció usando el idioma de los abydonianos, pero machacándolo al extremo para que apenas pudieran reconocer un tono interrogativo en él.

Uno de los hombres no aguantó más la falta de comunicación y entendimiento, señalando a otro para indicarle que trajera a Daniel. Korr sonrió interiormente mientras colocaba una expresión de incomprensión y dudas.

Dos horas después, más de lo esperado para él, un hombre con anteojos rotos se presentó en el lugar. Korr estaba lleno de impaciencia, pero al ver a Daniel Jackson acompañado de Share, todas sus teorías sobre el tiempo en la historia se confirmaron al cien por ciento.

Tres horas después, Korr estaba comiendo una comida repugnante mientras Daniel Jackson le instruía sobre el idioma y él fingía aprender rápidamente.

Cuando pudieron comunicarse de forma adecuada, Korr hizo que Daniel Jackson se tragara un montón de mentiras que no tenían nada que ver con él, diciéndole que venía de un mundo que Ra había abandonado hace cientos de años, pero donde sus habitantes no se atrevían a usar el portal de los dioses.

Korr le dijo que desde niño había ignorado esta advertencia y que, tras encontrar algunas direcciones de portal, había estado viajando por varios planetas, incluso habiendo sido capturado algunas veces como esclavo, pero logrando escapar. Por lo tanto, afirmó tener conocimiento de varios idiomas, incluyendo el de Ra. Mintió y dijo que, a pesar de su apariencia, ya tenía treinta y cinco años y había viajado durante veinte años, recolectando conocimiento de lenguajes, idiomas, culturas y costumbres de muchos mundos.

Como era de esperar, Daniel Jackson se emocionó y comenzó a hacer preguntas, dejando fluir información hacia afuera. Korr tuvo cuidado y se aseguró de contar historias falsas y detalles imprecisos. Aunque Daniel Jackson era un hipie, rozando lo ingenuo, su intelecto no podía subestimarse y no era un tonto que se dejaba engañar por mentiras e invenciones.

Durante su conversación, Korr repitió disimuladamente preguntas que ya había hecho y, al estar atento, entendió que la emoción de Daniel no nublaba su juicio. Por lo tanto, compartió muy poca información sobre los goa'uld, mencionando que eran peligrosos y que nunca había intentado acercarse a ellos ni a sus jafas.

Aun así, Korr compartió información general sobre los goa'uld y su imperio en toda la galaxia, argumentando que no había visitado ningún mundo que estuviera fuera de su influencia.

Al escuchar esto, Daniel mordió el anzuelo y mencionó que conocía algunas direcciones que tal vez estaban fuera del dominio goa'uld. A Korr casi le brillaron los ojos, pero logró contenerse mientras sacudía la cabeza y suspiraba, alegando estar algo cansado y que hablarían de eso más tarde.

Korr utilizó a propósito un tono incrédulo que contenía cierta superioridad y condescendencia, dejando en claro que no le creía y que no tenía tiempo para escuchar cuentos. Abandonó la conversación y pidió un lugar de descanso para que luego le presentara a algunas personas del lugar y poder hablar con ellos sobre su pueblo, costumbres y lenguas, que según había mencionado antes, era lo que más le interesaba.

Tres horas después, Daniel Jackson prácticamente lo arrastró hasta unas cuevas donde se encontraba la estela de Abydos con las direcciones de portal que Korr necesitaba para cumplir todos sus planes. Por eso, su emoción no era fingida mientras un orgulloso Daniel Jackson le explicaba toda la historia del lugar y sus conjeturas sobre el tema.

Sin embargo, después de una hora discutiendo teorías y mientras Korr aprovechaba para grabar las direcciones en su mente, utilizando la anormal capacidad de aprendizaje y procesamiento de información de los goa'uld para memorizarlo todo como si su vida dependiera de ello, algunos abydonianos corrieron hasta allí para informar a Daniel Jackson que el portal había sido activado por segunda vez y que una caja de papel había sido arrojada a través de él.

Korr sabía lo que esa caja de papel significaba, pero frunció el ceño con incredulidad mientras Daniel parecía preocupado. Daniel se ofreció a dejarlo allí, pero Korr ya había memorizado todas las direcciones y, dado que la historia ya estaba en este punto, no podía perder tiempo actuando. Debía regresar lo antes posible y continuar con los siguientes pasos de su plan de divinidad.

Mientras se dirigían de regreso al portal, Daniel le comentó brevemente sobre su origen y lo que había sucedido en Abydos, confesando que habían matado a un goa'uld allí.

Korr aprovechó para fingir aprensión y miedo, junto con cierta prisa por marcharse del lugar. Daniel no lo tomó bien, pero entendía las emociones humanas y no objetó dejarlo ir. También se veía aliviado de que Korr no se interesara por averiguar más sobre sus amigos.

Después de escribir un mensaje en inglés en la caja y enviarla por el portal, le permitieron partir. Korr notó que en ningún momento vio la dirección de la Tierra en la estela de Abydos, por lo que supuso que Daniel Jackson había tomado precauciones antes de llevarlo allí.

Korr marcó un planeta abandonado y luego su propio planeta, donde tres jafas suspiraron aliviados al verlo regresar sano y salvo.

Korr supuso que temían ser abandonados, pero sus opiniones no le importaban. Se apresuró a regresar a su habitación, mirando con desprecio a sus desaliñadas sirvientas cuando intentaron servirle, y les cerró la puerta en la cara para que no se les ocurriera volver.

Después, Korr se sentó en su cama y sacó una libreta de notas goa'uld, similar a una tablet, para guardar las direcciones que había aprendido y meditar sobre los siguientes pasos de su plan.