Seifer se despertó con una sensación de inquietud y opresión provocada por un sueño cuyos detalles era incapaz de recordar, pero que estaba seguro de que se desarrollaba durante el periodo de su vida que incluso su mente consciente hacía esfuerzos por no evocar: su etapa como caballero de la bruja, a la que, en un ejercicio de honestidad, había puesto el elocuente título de: "cómo convertir el sueño de tu infancia en la pesadilla de tu vida adulta".
Apartando su saco de dormir con los pies miró a su alrededor, vagamente registrando el cielo cubierto de estrellas, la luna en los comienzos de su fase decreciente, y un paisaje desolado y desértico bajo su vacilante luz. Un pequeño fuego crepitaba cerca de sus pies y Selphie y Quistis yacían dormidas juntas a escasa distancia. Al otro lado del fuego, Squall montaba guardia con una taza en la mano. Cuando su mirada se posó en Seifer, éste se levantó. Tenía la incómoda sensación de haberse quedado dormido sobre todas las piedras puntiagudas del lugar. Estirando sus músculos mazados, se acercó al comandante, apenas reprimiendo un bostezo.
-¿Qué estás bebiendo? –preguntó en voz baja, tomando asiento a su lado.
-Té. –respondió Squall en apenas un susurro, llevándose la taza a los labios.
-¿Qué tipo de té?
-No lo sé –se encogió de hombros-. Es de Selphie.
-¿Falta mucho para mi turno?
-Alrededor de una hora –asintió Squall.
-¿Dónde puedo conseguir uno? –preguntó a continuación, señalando vagamente la taza de Squall con el dedo.
El comandante le señaló la mochila de suministros que todos se turnaban para cargar y Seifer se mantuvo en silencio mientras se preparaba una infusión, calentando agua en el pequeño fuego.
-Escucha, Leonhart, -comenzó tomando asiento junto al comandante mientras rodeaba con las manos su propia taza caliente, en un intento de infundir un poco de calor en su cuerpo en medio de esa tundra inmisericorde- necesito hablar contigo –algo en su tono de voz llamó la atención del otro, que le estudió con prevención- Ya sé que es una cuestión personal y sé muy bien lo poco que te gusta que metan las narices en tus asuntos. Créeme que no lo haría si no pensara que esto puede afectarnos a todos. Pero… no eres el caballero de Rinoa y no existe ningún vínculo entre vosotros, más allá del contrato de matrimonio que firmasteis –Squall soltó un sonido de exasperación y desvió la mirada-. Lo sé, lo sé. Pero necesito hacerte unas preguntas. ¿Os dais cuenta del riesgo que corréis? ¿Sabes que sin un caballero la estabilidad mental de una Bruja se puede ver comprometida con suma facilidad? Hay porcentajes para medirlo, Leonhart. Hay una "escala de la locura" en la que una Bruja sin caballero suma de golpe 30 puntos porcentuales.
-La Escala Artema. –asintió Squall y no añadió nada más, limitándose terminar el contenido de su taza.
-Bueno, no sé si es un alivio que lo sepas, que lo sepáis, cuando a pesar de ello habéis tomado semejante decisión. ¿Por qué lo habéis hecho?
Squall fijó su mirada en el fuego y no respondió. Seifer se mantuvo en silencio mientras el comandante reflexionaba, sin acuciarle con más preguntas. Conocía a Squall lo suficiente como para escribir un libro sobre él, y sabía que ante una demanda que estimara legítima, el comandante respondería. Por puro sentido de la responsabilidad. Así que, sólo necesitaba esperar, y eso hizo.
-Fue una decisión que tomamos cuando nació nuestro hijo. Llegamos a la conclusión de que era la única manera de garantizar su seguridad –contestó al fin, dejando su taza vacía en el suelo, cerca de él.
Seifer soltó un bufido.
-No entiendo cómo podéis garantizar la seguridad de nadie rompiendo el vínculo ¿No tuvisteis en cuenta al hacerlo el pequeño detalle de que sin ningún tipo de contención se incrementan las posibilidades de que la magia sature la mente de Rinoa?
Squall le lanzó una mirada. A la luz del fuego, Seifer pudo ver en su rostro un atisbo de ira, pero también un dolor que el comandante no trataba de ocultar y se reprochó a sí mismo su falta de delicadeza.
-Estamos perfectamente informados. Escogimos el mal menor. La probabilidad de que Rinoa pierda el control de su magia aumenta con el tiempo, y, si llegara a suceder, ella no sería la única en perder la razón. A través del vínculo, el caballero se ve afectado también. Decidimos que eliminarlo era la única forma de incrementar las posibilidades de que uno de nosotros mantuviera la cordura –la luz del fuego arrancó un destello acerado de los ojos de Squall-. No quiero que mi hijo crezca sin padres.
En ese momento, Seifer no supo qué contestar. Conocía de primera mano la forma en que el vínculo con una Bruja demente enfermaba la mente del desdichado que estuviera enlazado con ella. Él mismo continuaba sufriendo todavía las consecuencias de un vínculo malsano.
-Debió ser duro… -comentó- tomar la decisión y hacerlo –al fin y al cabo se trataba de un decisión por la cual Squall se comprometía a matar a su esposa cuando ésta finalmente perdiera de la razón. Seifer no era capaz de decidir si consideraba a ambos un par de estúpidos o un par de valientes.
Squall asintió y su mano acarició la cicatriz de su entrecejo.
-No fue difícil tomar la decisión. Rinoa y yo estuvimos de acuerdo desde el primer momento, a pesar de los riesgos que implica para ella. Pero cortar el vínculo fue… especialmente traumático. Los dos terminamos heridos de gravedad –su mirada encontró la de Seifer, y asintió a modo de confirmación cuando vio la sorpresa dibujada en su cara-. Cuando Rinoa comenzó a cortar el vínculo –elaboró- la sensación de rechazo fue abrumadora y el dolor… el dolor era casi insoportable. Llegó un momento en que no pude resistirlo más y traté de evitarlo por la fuerza.
-¿Luchasteis?
Squall asintió.
-Lamento decir que ambos luchamos con todo lo que teníamos. Sin restricciones. Sin control. Es un episodio que trato sin éxito de borrar de mi mente.
-¿Y la recuperación posterior?
-Rinoa estuvo ingresada en la enfermería del Jardín durante tres días. Yo, tres semanas, dos de ellas en coma. Pero en cuanto me recuperé, fue una recuperación total.
-¿Eres consciente de que en el caso de que Rinoa enloquezca tú serás su primer objetivo? Y vuestro hijo también. Si fuera una niña, estaría interesada en hacerla su sucesora, pero no tiene ningún uso que darle a un varón, aparte del de hacerle caballero.
Squall asintió, pero no añadió nada más. Durante unos minutos se mantuvieron en un tenso silencio y la mente de Seifer comenzó a divagar mientras sus ojos se entretenían trazando líneas imaginarias entre las estrellas. ¿Existía algo más corrupto en este mundo que el poder mágico de una bruja? Ojalá algún día un loco como el Doctor Odine encontrara una solución que permitiera controlar ese poder, preferiblemente una solución que implicara atrapar esa fuerza durante el momento de la sucesión para que ninguna mujer tuviera que vivir congelada en el tiempo por temor a la magia contenida en su cuerpo.
-Hay un plan de acción listo para activarse en caso de que eso ocurriera –la voz de Squall, retomando la conversación como si la larga pausa realizada no hubiera tenido lugar, le sobresaltó. Durante unos segundos de confusión, Seifer bregó por retomar el hilo de la misma. Las brujas. La locura. Rinoa. OK-. Ni siquiera tengo que dar la orden. Al fin y al cabo, este es el fin para el cual los SeeDs y los Jardines fueron creados, ¿no es cierto? En caso de que una bruja pierda la cordura y amenace la seguridad y la libertad de todos, será neutralizada lo más rápidamente posible. La única forma de garantizar un control de daños efectivo es actuando con la máxima celeridad. Y si es posible, automáticamente. Ahora que has aprobado el examen SeeD, recibirás información sobre este y otros temas, acorde con tu nuevo status.
Seifer carraspeó incómodo y tomó un nuevo sorbo de su té. Durante unos segundos se había quedado bloqueado con una imagen en su mente. La de Squall sujeto por argollas metálicas a una pared, recibiendo descargas eléctricas, mientras él preguntaba: "¿Cuál es el propósito de los SeeDs?"
¿Cómo podía estar Squall sentado tan tranquilamente al lado de la persona que le había torturado, y que había disfrutado haciéndolo? Si bien Seifer tenía problemas para recordar los detalles de lo que había sucedido en aquél sótano, para recordar todo lo que había sucedido durante el tiempo que estuvo bajo el control de las brujas, de hecho, no por ello era menos consciente de sus actos, sobre todo porque había tenido ocasión de escuchar un relato pormenorizado de los mismos durante la reunión del Consejo a la que había sido sometido a su regreso. También había tenido ocasión de ver las cicatrices que las descargas habían dejado en la piel de Squall, unas líneas sutiles y sinuosas en sus antebrazos y las marcas de quemaduras en sus muñecas allá donde el metal caliente había hecho contacto.
Pero Squall continuaba hablando y la mente de Seifer rectificó su deriva hacia el sentimiento de culpa y la autocompasión que indefectiblemente la acompañaba, distraído por la gravedad de la información que el comandante le facilitaba.
-¿En serio? –preguntó- ¿No es necesario que des la orden en persona para poner los operativos en marcha?
Squall asintió nuevamente y una expresión extraña, a la vez fiera y acosada, apareció en su rostro.
-Es el propósito para el que los SeeDs fueron creados –reiteró-. No necesitan ni el consentimiento del Consejo ni que yo los comande, pero puedo asegurarte una cosa… -su expresión se ensombreció todavía más y su voz bajó unas octavas- Si Rinoa enloquece no llegarán a ella antes que yo. Le he jurado que, llegado el día, seré yo el que ponga fin a su vida.
Sintiéndose incomodado nuevamente, Seifer desvió la mirada. Un loco peligroso. Eso era el comandante de los SeeDs. Un lunático que hacía promesas trágicas y románticas al amor de su vida porque él era así, imbécil perdido.
"Hyne nos asista, porque además de imbécil es increíblemente peligroso"
Con ese inquietante pensamiento en mente, se atrevió a adentrarse en terreno escabroso para preguntar:
-Quiere eso decir que si otro SeeD, pongamos por ejemplo, Irvine, llega antes que tú y se coloca en la posición perfecta para colocarle una bala entre los ojos a… a la bruja enloquecida en cuestión, ¿neutralizarías a Irvine para impedirlo porque consideras que hiciste una promesa y que sólo tú puedes matarla?
Squall dejó escapar un bufido despectivo, pero no contestó. Qué era lo que el comandante encontraba absurdo en ese escenario, el que Irvine fuera capaz de llegar primero, o el que fuera capaz de matar a su amigo para cumplir con su palabra, quedaba a la discreción de Seifer. Mientras le daba vueltas en su mente a lo que había escuchado en los últimos minutos y trataba de conjugarlo con sus conocimientos sobre la personalidad y las múltiples taras mentales del otro, pasó el tiempo suficiente como para que el fuego que habían encendido estuviera ya a punto de extinguirse. A su lado, Squall se estiró brevemente y luego se recostó, apoyando la espalda en una roca que sobresalía del terreno.
-Es tu turno, Almasy –acotó, subiendo la cremallera de su cazadora al máximo y metiendo las manos en los bolsillos.
-Joder –musitó el aludido, dándose cuenta de que el té de su taza estaba frío, otra medida del tiempo que se había quedado traspuesto pensando en los problemas de los demás en lugar de en los suyos propios- ¿Vas a dormir?
-A lo mejor –contestó el comandante, hundiendo la nariz en el pelo que recubría el cuello de su cazadora-. Si me aburres.
Apurando el té con largos tragos, Seifer dejó a un lado la taza y casi soltó un gruñido al percatarse de que Squall no había apartado los ojos de él.
-Si me miras tan fijamente, me voy a sonrojar –soltó con su tono de voz más seco y antipático.
Squall dejó escapar un sonido afirmativo o divertido. Era difícil de interpretar cuando sólo sus ojos estaban a la vista.
-Has estado mirando a Quistis con más atención de la apropiada –afirmó el comandante, y sus cejas se enarcaron de tal forma que Seifer se sintió ofendido de inmediato-. Quizás te interesaría saber que está prometida.
-¿Y a ti qué te impo…? ¿Cómo? –rectificó Seifer cuando ya estaba lanzado en su pasatiempo favorito: antagonizar a Squall- ¿Prometida? –preguntó en un susurro cargado de énfasis mientras su mirada volaba hacia el lugar donde la mujer en cuestión y la pesadilla conocida como Selphie dormían juntas.
-Se casará en mayo. –asintió Squall.
-¿Quién es el cabrón? Hyne, no me digas que el gallina…
Squall levantó la cabeza, divertido, y a Seifer no le gustó nada la sonrisita burlona que había en su rostro. Casi deseó que volviera a meter las narices en el pelo blanco de su cazadora para no tener que verla.
-¿El cabrón? –repitió Squall- Tú le conoces como "el tipo ese raro perteneciente a una civilización extinta que tiene una hermana todavía más rara que él".
-¿Gantt? –estuvo a punto de chillar de frustración. Si lo hubiera sabido aquel día le hubiera dado tal patada en el culo al susodicho que lo hubiera metido en la boca del Dracguar- Hyne, este mundo se va a la mierda. ¡Gantt! No me lo puedo creer.
-Es un SeeD de rango A.
-¡Es un raro!
-Es mi amigo –el tono de Squall cambió a uno de advertencia-. He luchado a su lado en múltiples ocasiones y confío plenamente en él.
-¿Tienes amigos? –se burló Seifer.
-Algunos más que tú –asintió Squall sin alterarse.
-Qué sabrás tú de la amistad, sociópata –espetó. Que Squall considerara amistad esa malsana relación que mantenía con sus conocidos, en la que los otros permanecían en un constante estado de alerta, amedrentados por su mal carácter, y él se mantenía en guardia para que no se le acercaran demasiado, era un insulto para todo lo que de bueno y bello tenía una amistad real-. Confundes la camaradería del combate con algo que es mucho más personal, más íntimo, más precioso.
-Qué sabrás tú de nada –por su tono súbitamente helado, Seifer supo que, al fin, había conseguido molestarle-. Si crees que voy a lanzarme a una defensa apasionada acerca de la relación que me une con otras personas, puedes esperar sentado.
-Estoy sentado –señaló Seifer en su tono más provocador- No te reprimas. Cuéntame tus fantasías.
-Almasy.
Sólo eso, su nombre, en un tono amenazador que Seifer conocía perfectamente y que le hizo llevar la mano a la cadera, al enganche de su sable pistola… vacío. Menos mal que Squall todavía no había sacado las manos de los bolsillos.
-Leonhart.
Y entonces Squall cerró los ojos, y el cosquilleo de peligro que había acelerado los latidos del corazón de Seifer se apaciguó. El comandante tenía el ceño fruncido, pero relajó su posición en la dura roca sobre la que se apoyaba y aunque Seifer dudaba que fuera a dormir, no cabía duda de que pensaba ignorarle.
El recientemente nombrado SeeD sopesó durante unos segundos la conveniencia de darle un toque agresivo que desencadenara finalmente a la fiera interior que el comandante mantenía bajo su férreo autocontrol, pero luego decidió que sería mucho más interesante dejar que toda esa tensión se acumulara. Cuando finalmente estallara, sería algo digno de presenciar, y a Seifer no le preocupaba en lo más mínimo ser el blanco de la furia del león de Balamb, cuando ese glorioso momento llegara. Al contrario. Solo de pensarlo un escalofrío de excitación le recorrió el cuerpo.
¿Por qué? ¿Por qué se sentía realmente vivo provocando y molestando a Squall, cuando invariablemente, terminaba sintiéndose culpable por ello?
-No eres solo tú –gruñó en voz lo bastante baja como para que Squall, a quien se dirigía, no distinguiera sus palabras- Yo también estoy loco perdido –concluyó.
Con un suspiro, que terminó en un gran bostezo, centró su atención en los alrededores, pensando, divertido, que durante todo el tiempo que habían estado charlando podrían haberse acercado una pandilla de galkimaseras a robarles las botas y ni se hubieran dado cuenta. Esperaba que las mujeres del grupo no se enteraran nunca.
Ése sí que era un enfrentamiento que no estaba dispuesto a provocar.
