Unos días después Draco fue a recoger a Hermione sin previo aviso para llevarla con él a las carreras. Tenía planeado ir con Gregory y Theo, pero en el último momento les dijo que los encontrarían allí.
El cambio de aviones no se debió a que hubiera pensado que Hermione disfrutaría de la salida. Seguramente lo haría, pero no era ese su motivo. Lo cierto es que Draco había intentado tomar un poco de distancia y visitarla sólo por las noches, como correspondencia con una amante. Sin embargo, tras conducirse así durante unos días descubrió que en realidad no quería guardar las formas con Hermione. Lejos de ello, si bien continuaba con sus ocupaciones habituales, o procuraba hacerlo como si nada hubiera cambiado en su vida, tenía que obligarse a dejarla por las mañanas y luchar contra sus deseos de volver a verla antes de la noche.
El día de la carrera decidió ceder a esos deseos, diciendo que sería sólo una vez. El problema era que le gustaba mucho estar con ella. Hermione le hacía reír y no lo agobiaba con una chachara interminable. Era inteligente.
Una noche, tras hablar de literatura durante la sobremesa, Draco se sorprendió de poder enfrascarse con ella en un acalorado debate sobre filosofía —nada más y nada menos—, y disfrutó de cada instante de la discusión.
Aún no sabía si eso le plantearía un problema serio. En el fondo, estaba convencido de que una amante servía exclusivamente para una cosa. Su última amante había conseguido que la acompañara a todas partes, y con el tiempo Draco se había sentido agobiado. Tampoco había disfrutado de la compañía de ella fuera del dormitorio. Sin embargo, Hermione era diferente. No tenía exigencias. De hecho, nunca le había pedido nada, aparte de la ocasión en que le rogó que la besara.
Y ése era un recuerdo entrañable; Draco sonreía cada vez que lo evocaba.
Lo cierto es que en los últimos tiempos sonreía mucho sin que viniera un cuento. Hasta su mayordomo se había fijado en ello. Claro que Hermione siempre estaba en su mente y la verdad era que se había convertido en una fuente de placer para él, en todos los sentidos.
Hermione se vistió rápidamente para salir. Otra cosa que a Draco le gustaba de ella era que no se pasaba horas arreglándose, afanándose y esmerándose para que cada rizo se mantuviera en su sitio. Sin embargo, para él siempre estaba perfecta —una auténtica delicia para los sentidos—, y ese día no fue una excepción.
Había hecho otra visita a la modista y esta vez había regresado a casa con varios vestidos, incluyendo el de terciopelo color zafiro con una chaqueta a juego. Estaba tan bonita, que Draco deseó que hiciera menos frío para poder llevarla en un carruaje sin capota y lucirla en Hyde Park, una idea escandalosa que lo horrorizó en cuanto se le cruzó por la cabeza. Pasear por el parque con la dama a quien uno cortejaba con intenciones serias era una cosa; con la amante, otra muy distinta. Quizás sus tíos más jóvenes lo hubieran hecho alguna vez sin preocuparse, pero lo cierto era que a los dos les tenía sin cuidado lo que la gente pensara o dijera de ellos. No era casual que aún los recordaran como los bribones más célebres de Londres.
La carrera se celebraría en las afueras de Londres. Poco después de llegar consiguieron aparcar el coche entre un birlocho y un faetón, justo enfrente de la pista, desde donde tendrían una vista excelente a pesar de la multitud. Por lo general, los mejores apostantes permanecían de pie junto a la pista y estacionaban los coches más lejos, dejando sitio para aquellos que preferían mirar la carrera junto con las señoras, en la comodidad del coche.
Algunas damas acudían con sus maridos o familiares, aunque pocas se atrevían a hacerlo en pleno invierno. De modo que Draco no tenía que preocuparse por la posibilidad de que alguien se sintiera ofendido por la presencia de Hermione. Mientras permaneciera en el coche —y él le había advertido que lo hiciera— nadie se enteraría de que estaba allí, aparte de Gregory y Theo.
Tenían un pequeño brasero en el coche, aunque el tiempo no era tan inclemente. Hacía frío, sin duda, pero no había viento e incluso el sol se dignaba a aparecer ocasionalmente.
En el hipódromo había refrigeradores a la venta, pero casi todos los caballeros llevaban los suyos. Draco había ordenado a la señora Hershal que preparara un cesto con una variedad de bocadillos y tentempiés en cantidad suficiente para alimentar a sus amigos, amén de varias botellas de vino. Las carreras podrían durar medio día o más, dependiendo de cuántos desafíos se plantearán después de las competencias oficiales.
Gregory y Theo se reunieron con ellos después de la primera etapa. Gregory estaba tan jovial como siempre.
Parecía tener un sexto sentido para predecir los resultados de las carreras. No sólo encontraron magníficos caballos para comprar en los sitios menos esperados, sino que también rara vez se equivocaba al elegir a un ganador, independientemente de los pronósticos. Sin embargo, no se tomaría las apuestas muy en serio. Se contentaba con el placer de demostrar que sus previsiones estaban acertadas.
—Tengo entendido que ya has aceptado varias apuestas, ¿eh? —dijo Draco después de que Gregory saludara con un lacónico «hola» y se pusiera a rebuscar en el cesto de comestibles.
—Acaso no lo sabes? —dijo Theo con tono burlón.
Draco irritante.
—Gregory no siempre acierta. Recuerdo que en una ocasión perdí varias millas de libras por seguir sus consejos, razón por la cual ya no me fío de sus predicciones.
Gregory hizo una mueca de sufrimiento.
—Y nunca me dejará olvidarlo —dijo a Theo.
El joven río.
—Creo que disfrutaste más aceptando la apuesta de Blaise que acertando en la primera carrera.
A Gregory se le iluminó la cara.
—Por supuesto. Claro que siempre que encuentro un magnífico purasangre, Blaise consigue convencerme de que no lo compren. No sé cómo lo hace,
maldita sea.
— ¿Blaise está aquí?
Gregory ascendiendo.
—Ha presentado el caballo que acaba de comprarme. Correrá en la cuarta carrera.
— Deberías haberle dicho que viniera —dijo Draco.
Theo Tosió.
—Ejem, creo que no sería buena idea...
No había terminado la frase cuando se abrió la puerta del coche y entró Pansy Zabini, la esposa de Blaise y la prima de Theo y Draco.
Evidentemente, ella era la razón por la cual Theo no había creído prudente invitar a Blaise, y Draco estaba completamente de acuerdo con él. Estaba confundido, preguntándose cómo evitar las presentaciones entre su dicharachera prima y su amante.
—Reconocí tu coche, Draco —dijo Pansy mientras se inclinaba para besarlo en la mejilla y se dejaba caer en el asiento junto a él. Luego se giró hacia Theo y preguntó—: ¿Por qué no me dijiste que estaba aquí?
Theo se metió las manos en los bolsillos y se arrellanó en el asiento, frente a ellos.
—No se me ocurrió —dijo sin convicción.
—¿Qué demonios haces aquí, Pansy? —preguntó Draco—. Nunca te han gustado las carreras.
_Ya lo sé. —Se encogió de hombros y sonriendo—. Pero le he apostado a Blaise que su caballo nuevo no ganará, así que tenía que venir a verlo con mis propios ojos. ¿Crees que me fiaría de su palabra? ¿Sabiendo cuánto detesta que yo le gane una apuesta?
Draco se había girado de lado en un intento de esconder a Hermione, pero era una empresa imposible, teniendo en cuenta el vivo color de su vestido.
—Podrías habermelo preguntado a mí —señaló con lógica... o eso creyó.
Pansy arqueó las cejas.
—Si apenas te deja ver últimamente —dijo con tono de reproche—. ¿Y cómo diantres iba a saber que vendrías? —Luego prácticamente empujó a Draco hacia atrás, para inclinarse por delante de él y decir—: Me alegre de volver a verte, Hermione. No sabía que conocías a mi primo. , Hermione se sintió terriblemente avergonzada desde el momento en que había reconocido a Pansy Zabini.
Una cosa era conocer a una extraña y dejarle sacar sus propias conclusiones pensando que no volvería a verla, pero ahora que regresaran a encontrarse...
Había girado la cabeza hacia la ventanilla, compartiendo la esperanza de Draco de que la dama no reparara en ella. . Pero había sido en vano.
— ¿Draco es su primo, señora Zabini?
—Oh, sí, nos criamos juntos, ¿no lo sabías? Y por favor, llámame Pansy, como el resto de mi familia... —Hizo una pausa y miró a Theo—. Bueno, casi toda mi familia.
Draco ya no estaba confundido, estaba totalmente azorado.
—¿De qué conoces a Hermione, Pansy?
—Nos encontramos en casa de la modista el otro día. Y debo decir que enseguida nos compenetramos. Pero ¿qué hace aquí sola contigo, Draco? Ya conoces las malas lenguas.
—Ella... ella...
Draco quedó en blanco, pero Theo salió al rescate:
—Es la prima de Gregory.
Gregory parpadeó.
—Es... mi prima —le obligó a decir un pellizco de Theo—. Una prima lejana por parte de madre, ¿sabes?
—¡Estupendo! —exclamó Pansy—. En cuanto la vi supe que seríamos buenas amigas y ahora entiendo por qué. Si es pariente de Gregory, es casi de la familia, pues él también lo es. Debes traerla a cenar a casa esta noche, Gregory. Y vosotros también estáis invitados, primos.
Los tres hombres se asustaron.
—No será...
—No podríamos...
—Tengo otros...
Pero Pansy frunció el frente y se apresuró a interrumpir.
—No estaréis buscando excusas para no ir, ¿verdad? Sobre todo sabiendo que sólo permanecerá unos días en la ciudad. Acudirán tu padre y la tía George,
Theo. Y también el tío Tony y la tía Roslynn, así que será una bonita reunión familiar. Cualesquiera que fueran vuestros aviones, ninguno puede ser tan importante como una reunión familiar, ¿verdad?
Theo puso los ojos en blanco, Draco se echó hacía atrás en el asiento, gruñendo para sus adentros.
Pansy era una artista de la manipulación. ¡Y la muy condenada lo hacía con tal aire de inocencia!
—Eso significa que tenemos que ir todos? —preguntó Gregory a Draco.
A Draco le hubiera gustado asesinar a su amigo allí y entonces. Theo y él ya estaban contra las cuerdas, pero Gregory aún habría podido poner un pretexto,
puesto que no pertenecía a la familia. Sin embargo, ¿tenía acaso la astucia necesaria para darse cuenta de eso? No; no el bueno de Gregory.
—Si quieres saber la verdad, todo fue bastante extraño —dijo Pansy a su esposo mientras se preparaba para recibir a sus invitados—. Los tres buscaban excusas, como si no quisieran venir. Cielos, no es más que una cena. Sólo les robaré unas pocas horas de su precioso tiempo. No les impedirá hacer... bueno, lo que quiera que deseen hacer más tarde.
—¿Has dicho la prima de Gregory? —pregunto Blaise arrugando la frente.
Pansy sospechó.
—¿Has oído alguna otra palabra de lo que te he dicho, aparte de lo de la prima?
Blaise parpadeó. En verdad ese detalle le preocupaba, pues en una ocasión Gregory le había contado que no tenía parientes, ni cercanos ni lejanos. Y ahora apareció una supuesta prima. Pero había oído el resto de la perorata de Pansy... al menos vagamente. Aunque sólo ahora comenzaba a similarla.
—Claro que te he oído, cariño —le aseguró—. Pero ¿por qué crees que buscaban excusas? Quizás tuvieran otros aviones.
Pansy soltó un gruñido impropio de una dama.
—Si hubieran tenido aviones importantes, habrían concretado cuáles eran, ¿no crees? Pero no lo hicieron. Y tuve toda la impresión de que la idea de venir aquí les inquietaba.
Blaise Río.
—Sabes que eso es imposible, pues hasta hace poco tiempo Gregory y Draco prácticamente vivían en esta casa. Es probable que tuvieran otras cosas en la cabeza y por eso imaginaste que buscaban excusas.
—Conque lo imaginé, ¿eh? —dijo con escepticismo—. Bueno, esta noche veremos si se comportan con normalidad. Y si no es así, quiero que averigües por qué. Es obvio que no confía en mí, pero en tí sí.
—Pansy, estás haciendo una montaña de un grano de arena, y lo sabes, así que deja de darle vueltas a este asunto. Si realmente ocurre algo raro, ya saldrá a la luz. Y a propósito, gracias por invitar a Draco y Gregory. Así no me sentiré en minoría.
Naturalmente, se refería a los tíos James y Tony. No estaba contento con la perspectiva de la cena, pues Pansy le había informado que había invitado a sus tíos.
Ella le dio un codazo en las costillas y le advirtió:
—Nada de peleas esta noche, ¿eh? Me prometiste que te comportarías.
Blaise la abrazó y esbozó una sonrisa inocente.
—Lo haré si ellos también se comportan.
Pansy suspir, anticipando el desastre. Después de todo, ¿cuándo se habían comportado sus tíos?
Antes de cenar, Anthony llevó a Draco aparte. Se habían reunido en el salón, donde Anthony y sus hermanos hacían gala de una conducta intachable,
cosa extraña teniendo en cuenta que estaban en la misma habitación que Blaise Zabini. Seguramente tenía algo que ver con la presencia de los niños:
James tenía una pequeña hija en brazos y Rosiynn a la pequeña hija de Anthony a su lado. Era sorprendente el cambio que se operaba en los tíos más jóvenes de Draco cuando los niños estaban cerca.
Pero el tío Anthony tenía una expresión muy seria mientras esperaba que los demás pasaran al comedón _¿Te parece buena idea acostarte con la prima de Goyle? —preguntó a Draco.
Para el joven, fue como si le asestara un golpe en el estómago.
—¿Qué te hace pensar que...?
La risa de Anthony lo interrumpió.
—Vamos, muchacho, yo también he tenido tu edad. No hay más que ver la forma en que la miras.
Draco se sonrojó. Y pensar que hasta el momento creía que todo iba a pedir de boca, habíada cuenta de las circunstancias.
Por desgracia, no había encontrado una excusa para no asistir lo bastante verosímil para que Pansy no estuviera torturándolo durante un año entero y haciendo sentir el peor de los mortales. Había pensado incluso en inventar un accidente o una enfermedad, pero conoció lo suficiente a su prima para saber que sospecharía e insistiría en enviarle un médico.
De modo que después de discutir el asunto con Gregory y Theo, y arrancar al primero la promesa de que continuaría con la mentira de que Hermione era su prima, decidió correr el riesgo. Incluso si algo iba mal y la verdad salía a la luz, no habría un gran escándalo...sólo que Lucius Malfoy montaría en cólera.
Blaise se dio cuenta de quién era Hermione en cuanto Draco se la presentó, y miró a su amigo con manifiesto horror. Sin embargo, Blaise se tranquilizó cuando vio el comportamiento de Hermione. No había nada en ella que indujera a pensar que no era la persona que Pansy creía. Tenía todo el aspecto de una dama y se comportaba como tal. Y tras informar a Pansy que Hermione pronto regresaría al campo, había puesto coto a los planos de la primera de entablar una Gran Amistad.
Sin embargo, el propio Draco se había retrasado, sencillamente porque no podía evitar mirarla de la forma en que la miraba. Pero no quería que el tío Anthony se preocupara, y al parecer ya lo hacía. De modo que se vio obligado a confesar:
—Hermione no es prima de Gregory.
-¿No?
-No. No tiene nada que ver con su familia. Pansy la había conocido antes por casualidad y la tomó por una señorita a punto de presentarse en sociedad, así que cuando nos encontramos esta tarde... Bueno, no sabíamos cómo explicar que no estaría bien acompañada, al menos a ojos de Pansy. Entonces a Theo se le ocurrió decir que era prima de Gregory y, pues como éste también estaba allí, la situación parecería más normal.
—Y ¿quién es en realidad?
—Mi amante —murmuró Draco.
Anthony arqueó sus cejas morenas.
—Creo que no he oído bien. ¿Has dicho tu...? —Draco avanzando con la cabeza y Anthony soltó una súbita carcajada—. Cielo santo, Pansy te cortará la cabeza si se entera de que le ha permitido hacer amistad con tu amante.
Draco dio un respingo.
—No hay razón para que se entere. Regresará a su finca de Silverly dentro de unos días, así que no volverán un verso.
—Conserva la esperanza, muchacho. Pero ¿no se te ocurrió que podrías haberle dicho la verdad? Tu prima es una mujer casada, ¿sabes?, aunque a todos nos hubiera gustado que fuera más selectiva al elegir marido. En fin, la cuestión es que no creo que se hubiera escandalizado.
—Es probable, pero me temo que ninguno de los tres atinó a pensar con claridad en ese momento. Yo al menos no lo hice. Y Theo sólo pretendía ahorrarnos el bochorno que habría causado la verdad, por eso decidió emparentaría con Gregory.
Anthony irritante.
—Vaya alternativa: entre la prima de Gregory y una tórtola indecente. A mí tampoco me gustaría tener que elegir entre esas opciones.
—Gregory es un buen amigo, tío Tony. —Draco se sintió en la obligación de decirlo—. Leal, digno de confianza...
—No lo dudo, muchacho —interrumpió Anthony—. Pero sigue siendo un memo.
Era difícil rebatir ese punto, de modo que Draco se encogió de hombros. Anthony rodeó con un brazo los hombros de su sobrino y lo acompañó al comedor. Pero aún tenía que hacer un último comentario sobre el tema:
—Es difícil de creer que no procede de una familia noble. ¿Estás seguro de que no te ha mentido?
Draco se detuvo en seco. ¿Era posible? No, no lo era. Ninguna dama accedería a ponerse a la venta en una subasta como había hecho Hermione.
Anthony le dirigió una mirada inquisitiva, pero Draco negó con la cabeza y sonriendo:
—Estoy seguro.
—Me alegra oír eso, porque es bastante frecuente que los caballeros caigan en la trampa de jóvenes casaderas, ¿sabes? Y casi siempre con la ayuda de la familia de la señorita. Pero supongo que ya lo sabrás, puesto que no te ha dejado cazar hasta ahora. Ten cuidado, jovenzuelo. James y yo no somos los más indicados para censurar tu conducta, pero ya conoces a tu padre. A propósito, te convendría asegurarte de que no se entre de la pequeña comedia de esta noche. Cielos, no me gustaría estar en tus zapatos si lo hiciera.
Y a Draco tampoco.
