DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro. [Fic secuela de "Plan B".]

Summary: Habían acordado ser su plan B, y parecía ser la mejor opción para los dos. Pero quizá optar por algo distinto podía llevarlos a algo más especial. ―Rating M: Lemon.


― Cambio de Planes ―

― I ―


―¡El desayuno está listo!

Sango abrió los ojos con pereza, cubriéndose el rostro con su antebrazo para evitar que la luz le llegara de forma directa. Inhaló profundo antes de voltearse en su cama y abrazar las sábanas. Se había quedado terminando uno de sus trabajos, acostándose cerca de las 5 de la madrugada, por lo que el sueño no le había parecido suficiente. Miró la hora en su móvil y cerró los ojos, eran las 9:30 de la mañana, por lo que un par de horas más de descanso no le parecían una mala idea. Sin embargo, su compañero de departamento tenía otros planes e interrumpió su intento por volver a dormir con un par de golpes en su puerta.

―¿Estás viva?

―No del todo… necesito seguir durmiendo ―respondió ella, acomodándose nuevamente en su cama.

―Me temo que eso no será posible… ¿puedo entrar? ―Miroku preguntó antes de invadir la privacidad de su amiga, ella le dio una respuesta afirmativa por lo que abrió la puerta y la observó unos segundos, con una sonrisa ladina. ―Hoy es tu primer día en el club de shōgi.

Ella se sentó de golpe en la cama, había olvidado por completo que su amigo le había conseguido un cupo en el club al que él iba, considerando que un juego de mesa tan competitivo como el conocido ajedrez japonés iba a gustarle más que las otras actividades extracurriculares que había disponibles.

―Maldición, llegaremos tarde ―se puso de pie, recogiendo la ropa que había dejado la noche anterior en el suelo y lanzándola en el cesto de la ropa sucia, para luego comenzar a buscar en su armario qué ponerse ―. Debí colocar la alarma…

―Oye, calma. Vamos a desayunar y luego te preparas… Aún no es tarde ―le aconsejó, sonriéndole con astucia.

―De acuerdo… si tú lo dices…

La castaña siguió los pasos del ojiazul hasta la mesa en donde ya estaba servida la comida, sentándose mientras él le pasaba su taza de té matcha. Sango frunció el ceño, su compañero parecía inusualmente animado ese día, algo que no dejó de llamarle la atención. Comenzó a comer, aunque no dejó de mirarlo con atención.

―Parece que anoche te quedaste hasta tarde despierta… ―Comentó él mientras trozaba el pescado que tenía en su plato. ―Creí que ya no te quedaban trabajos pendientes.

―Lo dieron hace un par de días, y hay mucha información que revisar…

―Oh, entonces… ¿hoy no habrá maratón de series? ―Preguntó, mirándola con algo de súplica. ―Deberías aprovechar y despejarte un poco…

―No lo sé, últimamente he estado relajándome demasiado ―Sango soltó un suspiro, pero terminó frunciendo las cejas al notar el gesto pícaro de su compañero ―. No me mires así.

―¿Así, cómo? No he hecho nada ―intentó aparentar inocencia, aunque sus ojos lo delataban por completo.

―Por supuesto, como si no te conociera lo suficiente… ―Negó con un gesto, echándose un poco de arroz a la boca y notando que su amigo sonreía más notoriamente. ―Estás muy animado hoy, parece que te fue bien anoche.

Los ojos azules brillaron con perspicacia, Sango era consciente de lo que eso significaba.

―Bueno, serías la primera en saber si me va mal en una cita… aunque eso elimina de mi calendario cualquier día malo ―una sonrisa ladina cruzó sus labios, logrando que ella frunciera los suyos ―. Así que ahora, sólo tengo días buenos.

La castaña le lanzó una servilleta hecha pelota como respuesta, la que le llegó justo en la nariz. Miroku le lanzó ahora una mirada astuta, tomando la bola de papel y sonriendo con algo de malicia, ante lo cual ella decidió ponerse de pie, pensando rápidamente en una forma de escape.

―Lavaré la loza para ir a prepararme ―dijo como excusa, logrando esquivar el ataque que le había arrojado su compañero ―. No quiero que se nos haga tarde.

―De acuerdo, sólo porque tienes razón… ―Él la ayudó a recoger la mesa, aunque volvió a sonreírle con astucia mientras dejaba los trastes sucios en el fregadero. ―Pero tendré mi venganza…

―Por supuesto… sigue soñando ―el gesto confiado de Sango fue acompañado por un suave golpecito de su dedo en la punta de la nariz masculina ―. Ahora, déjame lavar esto…

―Creo que será mejor si yo me encargo mientras tú te preparas ―le dijo, quitándole el delantal de las manos ―. Se llama optimización del tiempo y quizá deberías empezar a aplicarlo en tu organización…

―De acuerdo, Miroku-sensei, lo tendré presente. ¿Algún otro consejo antes de ir a ducharme?

―Hum… por ahora, no. Puedes ir tranquila.

Sango entornó los ojos, murmurando por lo bajo un "engreído", con una sonrisa adornando sus labios mientras se apresuraba en alistarse para que pudiesen salir. Por su parte, el ojiazul se dispuso a cumplir su labor, tarareando canciones con alegría. Sinceramente, sabía que su estado de ánimo no se debía a la cita que había tenido el día anterior –que en realidad, había sido más amena que otra cosa, porque no se había dado el ambiente apropiado para que pasara algo más y él no era de los que apresuraban las cosas incluso si era claro con sus intenciones desde un principio–, sino que se sentía extrañamente afortunado con todo lo que podía disfrutar en esos momentos, incluyendo el ver a su amiga mucho más relajada que unas semanas atrás, cuando había vuelto de la visita a su familia con un nivel de ansiedad y estrés mayor al que tenía antes de irse. Sabía que gran parte de eso se debía a sus consejos y el apoyo que le estaba brindando en algunas cosas, como ayudándola con Historia o el tema del club al que debía comenzar a asistir. Eso había mejorado mucho el ambiente en el departamento. Y no es que fuese malo antes, la confianza y buena relación que tenían se reflejaba en una grata convivencia, pero ahora era mejor incluso si sus ocasionales deslices como plan B no eran algo tan frecuente. Después de todo, eso sólo era una ventaja ocasional que ambos disfrutaban bastante; nada que dejara en segundo plano su amistad.

―Estoy lista.

Él se volteó para mirarla y le sonrió, terminando su tarea y secándose las manos antes de acercarse, mirando la hora en el reloj de la sala. Le indicó que lo esperara un par de minutos mientras terminaba de alistarse también y luego salieron del departamento directo a la reunión del club de shōgi, conversando tranquilos durante el camino pues los dos agradecían tener esa sincera amistad y poder contar con el otro para lo que necesitaran.


―Ese examen estuvo muy difícil.

―Demasiado. Parece que Koyama-sensei cree que somos enciclopedias…

Sango sonrió de medio lado al escuchar a dos de sus compañeros, Jin y Meiko, quejarse sobre la prueba que acababan de rendir. No podía negar que sus palabras eran ciertas, pero a diferencia de otras ocasiones, esta vez sentía que le había ido mejor. No obtendría una calificación sobresaliente, eso lo sabía, pero estaba segura de que sería más alta que las que había tenido el ciclo anterior.

―¿Y tú por qué sonríes? No es como si te fuese muy bien en Historia…

―Oh… bueno, sólo creo que no me fue tan mal en el examen ―le respondió a su compañero, encogiéndose de hombros ―. Estuve estudiando bastante.

―Sí, claro… como si eso fuese suficiente ―la otra chica que estaba con ellos resopló, cruzándose de brazos ―. Deberíamos pedirle ayuda a tu roomie, ¿no está por terminar su pregrado en Historia de Japón…?

―Oh, sí… este es su último año ―recordó, aunque eso le hizo pensar que su amigo parecía demasiado despreocupado como para ser alguien que se encuentra finalizando su carrera.

―Entonces, no debería tener problema en ayudarnos, ¿no? ―Meiko sonrió y a Sango le pareció ver una pizca de interés en sus ojos.

―Ah… tendría que preguntarle, aunque quizá no tenga tiempo ―dijo, porque sabía que a él no le gustaba tener su agenda muy ocupada, en especial con responsabilidades fuera de lo académico.

―Bien… pero no lo olvides. Sería genial tenerlo como profesor privado

La castaña inhaló profundo, leyendo perfectamente las intenciones de la muchacha, aunque no comprendía que no se acercara por su cuenta, estaba segura de que no le costaría llamar la atención del ojiazul.

―Podrías preguntarle tú misma, no es como si fuese a ignorarte… ―Le dijo al tiempo que miraba la hora en su móvil. ―Ahora debo marcharme, necesito ir por unos libros a la biblioteca. Nos vemos, adiós.

Se despidió con un movimiento de su mano sin esperar respuesta de los otros dos universitarios, quienes sólo pudieron imitar su gesto y verla alejarse. Sango se apresuró en llegar a su destino, repasando en su mente qué textos eran los que debía solicitar, y decidiendo aprovechar que aún no era demasiado tarde para estudiar un rato en la tranquilidad de uno de los cubículos del lugar destinados a eso. Estuvo ahí hasta que fue la hora del cierre, momento en el que guardó sus cosas y se marchó al departamento.

Al llegar, encontró la sala vacía, lo que le llamó la atención porque Miroku no solía encerrarse en su cuarto y tampoco le había avisado que saldría. Revisó su móvil por si hubiese llegado algún mensaje en ese rato, pero no tenía ninguna notificación. Soltó un suspiro, caminando hasta su habitación para dejar sus cosas ahí y pensando en que debería preguntarle a su amigo dónde estaba, sólo para saber que se encontraba bien. Sin embargo, no quería parecer paranoica y quizá estuviese exagerando. Finalmente decidió esperar un poco, por lo que fue hasta la cocina para preparar la cena. Colocó música y se dispuso a cocinar algo no muy elaborado, concentrándose en esa labor por algunos minutos.

―Hola, Sango.

La voz de su roomie la tomó completamente por sorpresa, causando que se le cayeran el par de huevos que echaría a cocer para el ramen, y se volteara para verlo con los ojos abiertos de par en par.

―¿Miroku?

―Oh, lo siento… no quise asustarte ―se disculpó, acercándose con la intención de limpiar el desastre ocasionado por su repentina aparición.

―Creí que estabas fuera… ―Ella tomó un paño húmedo, con el mismo objetivo que su amigo. ―No te vi al llegar.

―Ah, sí… estaba en mi cuarto, estudiando. Te avisaría si tuviese que salir ―se explicó, esperando a que Sango limpiara los huevos para luego secar con papel absorbente.

―Sí, es cierto. Lo lamento, no sé por qué no pensé en eso ―las mejillas de Sango enrojecieron, ahora le parecía algo obvio y, de haberlo hecho, ese accidente no habría ocurrido.

―No te lamentes, no es nada serio ―él le sonrió, observando la olla con la comida antes de agregar algo más ―. ¿Vas a cenar?

―S-Sí… sólo me falta cocer los huevos… Hice suficiente para los dos, pensaba dejarte en caso de que tuvieses hambre al volver.

―Sanguito, siempre tan considerada… ―Amplió su sonrisa, luego tomó un nuevo par de huevos y le señaló otra olla. ―¿Te parece si me encargo de lo que falta? Para que te cambies, porque se ensuciaron tus medias.

Ella parpadeó un par de veces y observó sus pies, dándose cuenta de que él tenía razón. Asintió con un gesto y fue hasta su cuarto para quitarse la prenda, pero decidió cambiarse toda la ropa y colocarse una camisa talla extragrande y unos pantalones cortos que apenas se veían debido al largo del otro ropaje, una tenida que solía usar para estar en casa. Cuando regresó con Miroku, él ya tenía listos los platos, por lo que se sentaron a comer de inmediato.

¡Itadakimasu! ―Agradecieron los dos a coro antes de probar la preparación.

―Mmm, te quedó bastante bueno ―declaró el universitario tras comer un poco ―. Diría que has mejorado y mucho.

―¿De verdad? ―Preguntó con duda, a lo que él asintió seguro. ―Bien, si tú lo dices…

―Es cierto ―corroboró, comiendo otro poco ―. A todo esto, ¿hoy era tu examen de Historia, no? ¿Qué tal te fue?

―Creo que mejor que otras veces. Hubo preguntas muy difíciles, pero siento que no lo hice tan mal.

―Me alegra escuchar eso, esas sesiones de estudio deben mostrar sus resultados.

―Supongo que sí. Muchas gracias por tu ayuda ―le dedicó una sonrisa sincera antes de recordar la petición de Meiko y hacer una mueca involuntaria ―. Oh, y hablando de eso… una de mis compañeras me pidió que te preguntara si podías ayudarnos con la asignatura…

Miroku levantó una ceja, él no acostumbraba a dar lecciones personales porque le gustaba disponer de su tiempo libre sin mayores compromisos. Sin embargo, algo en la expresión de Sango llamó su atención, como si la petición no sólo abarcara lo académico.

―¿Una compañera? Hum… la verdad, tendría que pensarlo… El periodo de exámenes apenas está comenzando, y luego debo seguir con mi proyecto de grado… Pero quizá…

―Bien, entonces le diré que no puedes ―Sango lo interrumpió para no seguir dándole vueltas al asunto, no era responsabilidad de su amigo ser profesor de nadie, menos si le quitaba tiempo para sus propias obligaciones ―. Y, hablando de lecciones personales… ¿cuánto te debo por las mías?

―¿Deberme? Nunca dije que te cobraría ―Miroku la observó con las cejas fruncidas ―. Es un favor de amigo.

―No es justo, es tu tiempo. Además, me has ayudado con un par de trabajos, entonces lo correcto es pagarte.

―Vamos, Sango, no voy a cobrarte por eso. También te he quitado tiempo con otras cosas, así que estamos a mano.

―Eso no es quitarme tiempo. Y los dos lo disfrutamos, así que no puedes considerarlo…

―Bien, si quieres, tómalo como un servicio incluido en el alquiler ―el ojiazul intentó finalizar la discusión, pero tal parecía que su compañera no estaba del todo conforme con esa respuesta, pues abrió la boca para debatirle, así que decidió hablar antes ―. Y no me digas que me pagarás más, porque no voy a aceptarlo.

―Ah, ¿por qué eres tan obstinado? ―Sango se puso de pie, tomando los platos para apilarlos, mientras le lanzaba una mirada furiosa. ―Tu tiempo es valioso, tienes un montón de cosas por hacer y, aún así, te esmeras en ayudarme incluso con lo torpe que soy en Historia, y hasta ibas a considerar darle lecciones a mi compañera…

Él soltó un suspiro, siguiéndola con la mirada mientras ella continuaba reclamando al tiempo que se dirigía hacia el fregadero, dejando la loza ahí y buscando el delantal para comenzar a lavar. Se levantó para acercarse, observándola desde atrás mientras se ataba los tirantes de la prenda en su espalda, guardando silencio en tanto ella realizaba su labor, ignorándolo. Cuando Sango terminó, se acercó para apoyar su mentón en su hombro, sus manos desatando el delantal con lentitud.

―¿Qué ocurre? Parece que estás molesta por algo… ―Le susurró al oído, causando que ella lo mirara de reojo aún enfadada.

―Mi roomie es un idiota, a veces desearía golpearlo ―le espetó, intentando ignorar los dedos que acababan de apoyarse en su espalda, justo en la curva que precedía a sus nalgas.

―Primero tendrías que atraparlo…

―Ja, como si no pudiera ―ella sonrió con astucia, afirmando la mano que estaba en su espalda antes de darse vuelta y quedar de frente a él ―. No deberías tentar tu suerte.

―Digamos que me gusta correr ciertos riesgos…

Miroku terminó acorralándola contra la mesada, su torso casi tocándola, lo único que lo evitaba era que ella aún lo mantenía firmemente sujeto por la muñeca y la había levantado lo suficiente como para que el brazo quedara entre ellos. Sango contuvo el aliento por un instante cuando sintió la respiración de él rozándole el rostro, provocándola.

―¿No tenías que estudiar para un examen?

―Pues estoy en mi receso y necesito despejarme un poco. ¿Qué me dices…? Estoy seguro de que puedo quitarte el enojo…

Ella presionó con un poco más de fuerza la muñeca masculina, impidiéndole cerrar la distancia por completo, aunque no pudo evitar que la otra mano de Miroku se posara en su cintura, una ladina sonrisa adornando los labios del ojiazul mientras Sango inhalaba profundo, sopesando las opciones que tenía en esos momentos. Los otros panoramas posibles se le hicieron poco atractivos, porque ni siquiera mirar alguna serie de acción le pareció interesante y sabía que la molestia que sentía no iba a desaparecer tan fácilmente. Quizá no era tan mala idea aprovechar ese momento. Se inclinó hacia su amigo lo suficiente para susurrarle al oído con un tono juguetón.

―Veamos si eres tan bueno y lo logras… ―Le dijo antes de succionar suavemente el lóbulo de la oreja, causando que un escalofrío recorriera al ojiazul.

―No te vas a arrepentir.

Miroku sonrió con picardía, aprovechando que ella lo había soltado para llevar ambas manos a sus caderas y presionarlas con seguridad para acercarlas a él, su boca se dirigió a su cuello y comenzó a depositarle besos cálidos y húmedos ahí, para finalmente tomarla por los muslos, haciendo que ella lo rodeara con sus piernas. La cargó así, Sango lo abrazó para que no perdieran el equilibrio mientras la llevaba hasta su cuarto, dejándola en la cama para comenzar un camino de besos y suaves mordidas subiendo por sus piernas, hacia los muslos y levantando la camisa para seguir en su abdomen y sus pechos, terminando por quitarle la prenda y dejarla con su brasier. Sango por su parte, no se quedó atrás, metiendo sus manos bajo la tela de la camisa masculina para aferrarse a su espalda, presionando la zona lumbar y subiendo hacia los omóplatos, para luego moverse hasta los pectorales y decidir también quitarle la parte superior a su compañero, aprovechando de recorrer el torso con su boca, depositando besos y pequeñas mordidas, atreviéndose a succionar suavemente uno de los pezones masculinos.

―Sango… ―Exhaló de forma ronca, mordiéndose el labio y causando que un escalofrío la recorriera.

Ella les pasó la lengua para humedecerlos antes de rozarlos con sus dedos, provocando que él gruñera antes de presionar ahora los pezones femeninos por sobre la tela de encaje del brasier, sintiendo la textura y masajeando lentamente para luego desacomodar la prenda, dejando al descubierto los pechos. Succionó uno de los pezones, llevando una de sus manos de forma insinuante hacia la entrepierna, tanteando la zona por sobre la ropa, presionando con sus dedos, estimulando levemente. Sango gimió de forma entrecortada antes de comenzar a jadear, una de sus manos bajó hasta las nalgas, apretando con deseo al tiempo que Miroku volvía a jadear con gemidos roncos. Ella buscó la cremallera del pantalón y la bajó, desabotonándolo e introduciendo su mano para encontrarse con el miembro masculino erecto, presionado por el bóxer. Lo acarició por sobre la tela, masajeándolo al mismo ritmo que los roces en su zona genital.

Los gemidos por parte de ambos comenzaron a ser más audibles, la castaña intentaba reprimirlos con besos erráticos en la piel del torso masculino que podía alcanzar, pero no era suficiente. El ojiazul optó por darle mordidas no tan ligeras, causando que ella se estremeciera al tiempo que sentía su boca también en su torso. Miroku comenzó a sentir la humedad naciente de su compañera a través de la tela y decidió retirar el pantalón y las bragas, manteniendo el estímulo en la zona con sus dedos, presionando con seguridad el clítoris y tocando aleatoriamente los labios mayores, menores y la entrada de la vagina, el calor aumentando junto con algunos temblores involuntarios que sólo lo excitaban más. Al mismo tiempo, Sango continuó masajeando la erección, sintiéndola cada vez más firme. Metió la mano bajo la ropa, tocando directamente el glande y pasando sus dedos ahí de forma circular un par de veces, esparciendo el líquido preseminal que ya había ahí, antes de seguir su camino hasta los testículos, presionándolos suavemente. Miroku gimió en su oído, volviendo a estremecerla antes de que terminara desvistiéndolo por completo con su ayuda y siguiera masturbándolo por unos instantes más.

―M-Miroku… quiero sentirte dentro…

―Tus deseos son órdenes ―le respondió entre jadeos, sacando un preservativo de su mesita de noche y colocándoselo hábilmente antes de posicionarse entre las piernas femeninas, subiendo una hasta su hombro y dejando la otra entre las suyas, sonriendo ladinamente.

La penetró en esa posición con cuidado, llegando hasta el final para luego apoyarse en una de sus manos y comenzar a moverse, su otra mano afirmaba la pierna de Sango que estaba en su hombro. La sensación empezó a ser más que estimulante, él sentía cada músculo alrededor de su erección contraerse y palpitar, mientras que ella se aferraba a las sábanas bajo su cuerpo, arrugándolas con fuerza debido a la excitación, porque en esa posición no sólo podía sentir cada embiste de forma profunda, sino que además, la pierna de Miroku rozaba su clítoris, causándole un éxtasis que iba aumentando con cada penetración.

―Miro-ku… yo ya… sí…

Él sonrió, inclinándose para hablarle al oído, sin dejar de moverse.

―Me voy a correr.

Sango supo que también había llegado al clímax en ese momento, soltó una exclamación ahogada y sintió todo su cuerpo caliente al estremecerse cuando la recorrió la corriente eléctrica del orgasmo, mientras Miroku desaceleraba el ritmo para finalmente, salir de ella, apoyando su peso en uno de sus brazos y jadeando, mirándola de reojo antes de quitarse el condón y volver a apoyarse en su mano para no recostarse, pero observándola con una sonrisa satisfecha y algo maliciosa en los labios.

―Entonces… ¿sigues enojada?

La castaña entornó los ojos, sonriendo resignada mientras negaba suavemente

―Idiota ―murmuró, intentando fingir algo de molestia, aunque la respiración entrecortada y el rubor en sus mejillas no le ayudaron en su objetivo.

―Lo que digas… ―Él se puso de pie, llamando la atención de su amiga. ―Iré por agua… ¿quieres algo?

―Agua también…

El universitario se dirigió hacia la cocina en busca del líquido, sintiéndose extrañamente satisfecho con la relación que tenía ahora con Sango, pese a que el miedo a que todo pudiese complicarse existía, por lo menos en estos momentos estaba seguro de que tener sexo casual estaba resultando ser una exquisita experiencia que disfrutaba más de lo que imaginó en un principio. Y, por la forma en la que Sango actuaba, sin pedirle explicaciones ni exigirle nada, siendo la misma amiga de siempre, le demostraba que ambos tenían las cosas claras. Después de todo, aún eran mejores amigos.


La brisa cálida que le removió el flequillo le recordó que el verano estaba comenzando, por lo que se acercaba el koromogae. Hizo la nota mental para no olvidar el cambio de armario, antes de volver a mirar sus apuntes y anotar una nueva fecha, uniéndola con una línea a una descripción y frunciendo el ceño, analizando si realmente esa información era correcta.

―Entonces, las leyendas son ciertas y a veces, estudias…

Miroku levantó la vista para recibir con una sonrisa a su mejor amigo, quien lo miraba de pie frente a la mesa en la que él tenía distribuidos varios textos y apuntes. Le indicó la silla frente a la suya, en tanto ordenaba su material de estudio.

―Bueno, sigo siendo un estudiante, así que debo hacerle honor al nombre…

―Ja, yo creí que habías desertado y sólo venías a la Universidad a buscar conquistas ―el ojidorado le dedicó un gesto astuto, a lo que su amigo soltó una risita.

―No es una mala idea, pero tengo que sacar la carrera para poder trabajar. Ya sabes, no vivo de aire.

―Por supuesto, aunque a veces pareciera que sí ―InuYasha lo miró con curiosidad ahora, llamando la atención de su amigo ―. Siempre me he preguntado de dónde sacas dinero para algunas cosas…

―Oh, ya sabes… Mushin a veces me envía algo, también tengo el alquiler de Sango… y como compartimos los gastos del departamento, me ayuda mucho.

―Vaya, yo pensé que habías comenzado a hacer clases particulares. Sango dijo el otro día que le habías ayudado bastante.

La mirada azul brilló con astucia, era inevitable que recordara que no sólo le había ayudado en el tema académico, aunque estaba seguro de que era mejor que su acompañante no supiera esos detalles.

―Ah… sí, ya sabes… le cuesta mucho Historia, pero sólo es un favor. No creo tener tiempo de ofrecer ese tipo de servicios a otras personas.

Sin embargo, a pesar de lo despistado que podía ser InuYasha, conocía demasiado bien a su amigo y pudo notar que algo además de lo universitario estaba pasando.

―Supongo que te refieres a ayudarla con el estudio y no a otra cosa ―frunció las cejas, mirándolo con seriedad ―. Dijiste que no volvería a pasar.

―Por supuesto que no volverá a pasar ―le aseguró, aunque sabía perfectamente que siempre hizo alusión a que no tendría una nueva experiencia sexual en su departamento si había alguien más ahí ―. ¿En serio confías tan poco en mí?

―Como si no te conociera… Pero no vine a hablar de eso ―decidió cambiar el tema, porque no estaba seguro de querer meterse en ese asunto ―. Kagome me pidió que te recordara que se acerca el cumpleaños de Sango.

Miroku parpadeó un par de veces, confundido. Él no solía olvidar fechas en general, menos si eran tan importantes como el cumpleaños de sus amigos. Y menos aún si se trataba de su roomie. Lo observó, esperando una explicación, que no llegó así que tuvo que ser directo.

―Lo sé, es dentro de unas semanas ―dijo, sin dejar de mirar a InuYasha ―. Nunca he olvidado un cumpleaños…

―¿Y el año pasado? Yo recuerdo que pasaste por alto la fecha…

―Eso fue un malentendido ―arrugó las cejas, todavía le irritaba tener que dar explicaciones ―. Sango pensó que lo había olvidado porque le dije que tenía planes ese fin de semana y que no invitara a nadie al departamento. ¿Debía revelarle que le tenía una sorpresa? Pero ella sacó conclusiones apresuradas y luego Kagome no me creyó…

―Bueno, es fácil pensar que realmente tenías otros planes. No las culpo por eso, aunque debieron escucharte.

―¡Tú tampoco lo hiciste, te pusiste del lado de Kagome!

―¡No te enojes conmigo, su argumento fue muy bueno!

―¿Argumento? ¡Usó comida para chantajearte!

―Oh, sí, y estaba deliciosa…

El ojiazul le lanzó una mirada cargada de rencor, porque ese malentendido causó que su mejor amiga estuviese sentida con él por varios días y, hasta ahora, siguiera creyendo que realmente había olvidado la fecha. Negó con un gesto, volviendo la vista hacia sus apuntes para finalizar el tema.

―Sí, como sea… Tengo muy presente su cumpleaños, así que…

―Es bueno saberlo, aunque quizá esta vez tú no deberías hacer planes ―la mirada dorada brilló, llamando la atención de su amigo ―. Kagome quiere organizar una salida a la playa.

El moreno lo observó por un instante antes de sonreírle, asintiendo con su cabeza porque le gustaba mucho la idea.

―Genial, será divertido. ¿Le pedirás la cabaña a tu padre?

―Sí, tengo que llamarlo… pero dudo que diga que no. Ya sabes cómo es…

―Bien, eso hace mucho más sencillo todo. Entonces, ¿cómo nos organizaremos…?

―Kagome dijo que haría un grupo para que nos pongamos de acuerdo. Supongo que lo hará después de salir de clases.

Miroku sonrió a modo de aprobación antes de hacerle un gesto a su amigo e indicarle que seguiría estudiando; el ambarino bufó levemente, pero sacó de su mochila una carpeta con documentos en su interior, los que comenzó a revisar para aprovechar ese tiempo antes de que fuese la hora de almuerzo. Por algunos minutos ambos estuvieron concentrados en esa labor, ya que esa semana era de evaluaciones y ninguno quería reprobar alguna asignatura.

―Ah… ¿Tsujitani Miroku-senpai?

Miroku levantó la vista al escuchar la voz femenina dirigiéndose a él casi de forma tímida, encontrándose con una chica que se le hizo algo familiar, aunque no pudo recordar en dónde la había visto.

―Sí, ¿necesita algo?

―Eh… sí. Disculpe las molestias, mi nombre es Tanaka Meiko, soy compañera de Kuwashima Sango-san y, bueno… No quiero parecer atrevida, pero ¿podría ayudarme a estudiar para mis exámenes de Historia? He escuchado que es muy bueno en la materia y la verdad, necesito una mano…

Miroku recordó ahora dónde la había visto: formaba parte del pequeño grupo de estudio en el que estaba Sango, por lo que solía verla con ella a veces en la Universidad. Parpadeó con confusión, él no estaba seguro de contar con tiempo para darle esa ayuda, porque solía tener mucho que hacer y, de cualquier forma, prefería priorizar las sesiones de estudio con su amiga antes que con una desconocida.

―Ah, bien… lo lamento, pero no podré ayudarla, dispongo de poco tiempo en estos momentos…

―Oh, entiendo… es una lástima ―la muchacha bajó la mirada, evidentemente decepcionada con la respuesta y con un gesto que él pudo leer sin problema, dándose cuenta de que su interés no era netamente académico ―. Disculpe por la interrupción…

―No se preocupe… aunque, si gusta, podemos salir a servirnos algo algún día ―le sonrió con picardía, buscando sus ojos y notando el leve sonrojo en las mejillas femeninas.

―¿De verdad? Es decir, no quiero causarle molestias o…

―No se preocupe por eso… Tengo algo de tiempo para distraerme, ¿qué me dice? ―El gesto galante no era necesario porque ella ya había tomado una decisión, después de todo esa siempre había sido su intención. Asintió con una sonrisa, con lo que él prosiguió con su invitación. ―Fantástico, entonces ¿le parece mañana por la noche? Tenga mi número para coordinarnos…

―Genial, mañana está bien. Muchas gracias, nos vemos…

La universitaria hizo una leve reverencia hacia los varones a modo de despedida antes de marcharse, tras lo cual InuYasha sólo entornó los ojos, aunque llamó la atención de su amigo de todas formas.

―¿Qué?

―No puedo creer que hasta una solicitud de lecciones personales logres transformarla en una cita…

―Oh, pero era lo que ella realmente quería. ¿No te diste cuenta?

InuYasha frunció el gesto, porque no era tan bueno leyendo a la gente como su amigo, en especial en ese aspecto; por lo tanto, para él no era tan fácil darse cuenta de ese tipo de cosas.

―No estoy seguro, pero si tú lo dices… ―Murmuró antes de mirar la hora y hacer una mueca. ―Como sea, mejor vayamos a comer. No quiero llegar tarde a mis clases.

El ojiazul asintió con un gesto mientras comenzaba a guardar su material de estudio para que fuesen a almorzar, él tampoco quería llegar tarde, porque le gustaba demasiado tener su tiempo bien organizado para poder distraerse cuando lo necesitara sin poner en riesgo su desempeño académico y eso no era algo que fuese a cambiar ahora.


Soltó un suspiro, tomando otro sorbo de su botella con agua y observando alrededor en busca de su amiga, porque ya llevaba un rato esperándola. Miró la hora en su móvil y sonrió, aún faltaban unos minutos para la hora acordada, así que era probable que pronto la viera aparecer. Se dedicó a revisar su calendario para comenzar a organizar todo lo que debía para esos días, hasta que Kagome la interrumpió, sentándose frente a ella de forma animada.

―Hola, Sango ―la saludó con una sonrisa, gesto que le devolvió la castaña.

―Hola, ¿cómo estás? ―Preguntó, dejando de lado su anterior tarea para observar a su amiga con atención.

―Bien, sólo un poco cansada con todos los deberes que tengo… ―Admitió, aunque la sonrisa en su rostro no se borró. ―Lo bueno es que ya está comenzando el verano y después de tanto estudio, por fin tendremos otro periodo de descanso…

―Sí, aunque aún falta para eso… apenas estamos terminando mayo ―comentó, siendo realista ya que las vacaciones de verano no eran hasta finales de julio, lo que causó que Kagome la mirara con el ceño fruncido.

―No seas aguafiestas, prefiero pensar que el tiempo pasa volando con tantas cosas por hacer…

―De acuerdo, como digas… ―Sango decidió darle en el gusto y contagiarse con ese espíritu en lugar de mantener pensamientos demasiado estresantes.

―¿Y qué tal tú? ¿Cómo va todo? ―La mirada castaña brilló con astucia, logrando que Sango la observara con extrañeza y algo de nervios.

―Pues… bien. Mejoré un poco en Historia, gracias a la ayuda de Miroku. Tiene mucha paciencia para enseñar, la verdad ―respondió, sonriendo levemente al recordar lo atento que era su roomie cuando se trataba de ayudarla con sus estudios.

―Oh… ¿y sólo para eso? ―Su amiga ahora mostró una sonrisa ladina, causando que las mejillas de su compañera se tiñeran suavemente de rosa. ―¿No ha vuelto a pasar nada más…?

Sango lo pensó un par de segundos, escapando de la mirada de su amiga porque no estaba segura de la reacción que podía tener ella si sabía la verdad. Seguía sintiendo que estaba haciendo algo mal, en especial porque a veces creía que tanto ella como Miroku se usaban para quitarse las ganas.

―La verdad… sí ha pasado ―admitió, bajando la mirada para ocultar la vergüenza que le picaba en el pecho ―. Más de una vez. No sé cómo explicarlo, sólo… pasa.

―Supongo que es complicado, pero si sigue ocurriendo debe ser porque ambos lo disfrutan ―Kagome intentó animarla, porque conocía muy bien a sus amigos y sabía que la castaña debía estar llena de inseguridades.

―S-Sí… no puedo negarlo, Miroku realmente sabe lo que hace ―comentó, haciendo una mueca sin darse cuenta, aunque no pasó desapercibida por Kagome.

―Y tú también, o no seguiría haciéndolo ―le aclaró, porque era consciente de que el ojiazul no repetiría una experiencia que no le fuese grata ―. ¿Hay algo que te moleste, entonces?

Sango abrió los ojos con sorpresa, mirándola confundida porque no comprendía hacia dónde iba su pregunta.

―N-No… no he dicho eso ―respondió, aunque volvió a desviar la mirada ―. Los dos la pasamos bien y no hay un compromiso de por medio, así que…

La azabache observó con detenimiento un par de segundos a su amiga, segura de que algo más ocurría. Tomó su mano para presionarla con confianza, con lo que la castaña fijó sus ojos en ella.

―¿Qué ocurre? Pareciera que no estás cómoda con esto…

―No, la verdad es que todo se da tan… naturalmente, que no es incómodo. Es sólo que… no sé, a veces pienso que esto está mal. No sólo porque no somos pareja, sino porque siento que nos estamos usando.

Kagome meditó la situación, intentando comprender de dónde venía ese temor de su amiga. Sabía de sobra que su familia era muy conservadora, por lo que en su crianza estaba muy arraigado que debía comportarse correctamente. Era muy posible que sus temores nacieran de eso. Soltó un suspiro, negando lentamente con su cabeza antes de hablar.

―Comprendo que tengas dudas, porque no es algo que se dé mucho y probablemente, la mayoría los juzgaría por esto. Pero no creo que estén haciendo nada malo ni que se estén usando de ninguna forma. Es decir, tampoco es como si alguno de los dos obligara al otro, ¿no? Además, conoces a Miroku mejor que yo y sabes que, antes que cualquier otra cosa, eres su mejor amiga. Y, por lo que sé, eso no es algo que haya cambiado, ¿verdad?

―B-Bueno… no. Fuimos claros desde un principio, dijimos que esto no sería nada romántico y sé que si en algún momento no quiero continuar, él va a respetarlo.

―¿Entonces? Si los dos la están pasando bien y tienen todo aclarado, no le veo el problema. Además, si te soy sincera, te ves mucho menos agobiada este último tiempo.

―Sí, tienes razón. Lo siento, creo que estoy ahogándome en un vaso de agua.

―No te disculpes, es entendible que todo esto te confunda, pero si los dos son sinceros y tienen una buena comunicación…

Sango sonrió, el apoyo de su amiga era algo importante para ella, porque sus palabras aliviaban la culpa que a veces podía sentir con todo lo que estaban haciendo.

―Muchas gracias, Kagome. No sabes lo mucho que me ayudan tus palabras ―le dijo, presionándole la mano con cariño.

―Sólo es la verdad.

Ella lo sabía, pero aún así agradecía profundamente que su amiga no la juzgara. Ambas comenzaron a sacar sus almuerzos para no retrasarse, y mientras comían, Sango saludó a una de sus compañeras con un gesto, recordándole que tenían sesión de estudio durante la tarde, antes de volver a concentrarse en su comida, aunque la azabache pudo vislumbrar algo de molestia en su gesto.

―¿Es tu compañera, no? ―Preguntó, llamando la atención de la castaña, que asintió con un gesto. ―Espero que les vaya bien con sus estudios hoy.

―Espero lo mismo, y que no esté en las nubes por su cita ―comentó, sin evitar fruncir los labios.

―Oh, pero es normal que esté algo nerviosa si va a salir con alguien, en especial si es primera vez…

―No debería hacerse ilusiones, Miroku no quiere comprometerse. Sólo le gusta la atención femenina, pasar un buen rato y nada más…

―Espera, ¿saldrá con Miroku? ―Kagome logró notar el reproche en su voz, parecía que eso le molestaba más de lo que hubiese admitido.

―Sí, hace unos días me pidió que le preguntara si podía ayudarnos con Historia. Miroku dijo que no tenía tiempo para eso, pero Meiko siguió mi consejo y le habló por su cuenta ayer, y como él no desaprovecha ninguna oportunidad…

―Bueno, tú misma lo dijiste, le gusta la atención femenina ―Kagome entrecerró los ojos, intentando leer entrelíneas la molestia de su acompañante ―. No le veo el problema, a menos que estés celosa. ¿Acaso te gusta…?

―¡Por supuesto que no! ―La cortó de inmediato, enrojeciendo un poco más. ―Es mi mejor amigo y le tengo mucho cariño, pero no lo veo de otra forma. Sólo me molesta que Meiko pueda hacerse ilusiones, no sería la primera que cree que puede enamorarlo y hacerlo cambiar…

―Bien, si tú lo dices… ―Decidió no seguir tocando el tema, sospechando que su amiga iba a enfadarse bastante si ella no le creía, considerando que tenía razón y conocer tan bien a Miroku era el motivo perfecto para no verlo como nada más que un amigo, aunque fuese en las circunstancias tan atípicas que tenía con Sango. Optó por hablar de otra cosa, para calmar el ambiente. ―A todo esto, ¿tienes algún plan para tu cumpleaños? Porque quería que fuésemos a la playa con los muchachos ese fin de semana… InuYasha ya habló con su padre y nos prestará la cabaña. Miroku dijo que iría.

―Ah… sí, creo que es una gran idea. Es una buena fecha para ir, antes de que se llene con turistas… ―Respondió, sonriendo notoriamente, consciente de que su amiga no había querido seguir hablando sobre sus celos imaginarios. ―¿Cómo nos organizaremos?

―Oh, no, tú sólo debes preocuparte de llegar. Nosotros nos haremos cargo de todo lo demás, después de todo es tu cumpleaños. Lo único que tienes que hacer es festejar.

―Pero no quiero…

―Nada de "pero", ya está decidido. Somos tres contra uno.

―Como digas… ―Sango entornó los ojos antes de que una alarma en su móvil las interrumpiera. La apagó rápidamente, señalándole la hora a su amiga. ―Mi siguiente clase está por comenzar.

―Cierto, y a mí se me hará tarde si no me apresuro… ―Ambas comenzaron a guardar sus cosas antes de ponerse de pie. ―Entonces, nos vemos pronto. Que te vaya bien en tu clase.

―Gracias, a ti también. Nos vemos.

Se despidieron con un gesto para luego cada una tomar un camino diferente rumbo a sus destinos, aunque las dos se sentían agradecidas con la otra por la confianza y el apoyo mutuo, en especial Sango porque sabía que para Kagome no era fácil aceptar que a ella realmente no le gustaba su mejor amigo de forma romántica, pero había decidido creerle y eso significaba mucho para ella.


Momento cultural.

- Shōgi: Juego de mesa de estrategia japonés para dos personas, que consiste en un tablero de 9 filas y 9 columnas, en cuadrículas del mismo color, con 20 piezas para cada jugador. Es conocido como el ajedrez japonés, pertenece a la misma familia de juegos y el objetivo final es el de capturar al rey del oponente.

- Koromogae: Es la fecha en la que los japoneses realizan su cambio de armario. Ocurre dos veces al año, el 1 de junio, en donde guardan la ropa de invierno y sacan la de verano; y viceversa el 1 de octubre.


¡Hola nuevamente! Espero que todos estén bien~ Aquí vengo yo de nuevo con la continuación del fic que hice para la actividad "One-shots llenos de clichés" de la página de FB "Inuyasha Fanfics", que tal como dice el título, era un one-shot pero la idea dio para mucho más ya que tiene un final abierto y pues, decidí seguirlo aquí. Así que los invito a leer "Plan B" en caso de que no lo hayan leído aún, para que sepan el inicio de esta historia.

Quiero agradecer de todo corazón a todos los que se dieron el tiempo de leer y dejar su comentario en "Plan B": Baby Face, SangoSarait, Lin Lu Lo Li, Crisel Grajeda, y especialmente a DAIKRA, sus palabras y fangirleo fueron muy importantes para mí, los reviews de todas me hicieron muy feliz :D Y a Nuez, mi BFF y Beta que siempre me ayuda a ordenar las ideas, pulir la escritura y me tiene una enorme paciencia con todas mis ideas sin pies ni cabeza.

Si llegaron hasta aquí, ojala se animen a dejarme su opinión, estaré encantada de saber qué les pareció.

Nos leemos en el siguiente cap (L)

Yumi~