Hola, hola, Luna de Acero reportándose.

No tengo mucho para decir más que luego de ver sugerentes fanarts de Levi, me fue imposible no escribir esta cosilla llena de lujuria y porno.

Regalito para Claudia, con la que hablamos siempre sobre nuestra principal fuente de obsesión: Levi, jaja. Gracias por aguantar mi intensidad y por las charlas que me llenan de ganas e ideas!

Ojalá les guste, besitos.


Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de Isayama Hajime, la historia si es de mi completa invención.

Advertencias: Es probable que sientan a los personajes un poco OoC (fuera de las personalidades canon). Es un universo omegaverse con las reglas normales de estos universos. Se tocan temas moralmente cuestionables, de ninguna manera es una apología de la infidelidad, solo es ficción por todos los cielos. Si estos temas les molestan, pues no lean. Escenas explícitas, contenido R18, NSFW, palabras altisonantes, uso y abuso de lenguaje gráfico y en extremo explícito.


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"No hay nada que incremente más la lujuria

que lo prohibido."

Blanca Miosi

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Levi sonríe, a pesar de que Erwin le está pidiendo algo que aborrece. Hacer canelones rellenos para la reunión de mañana. Son al menos quince personas, la hermosa familia Jaeger, la familia Smith y la familia Ackerman. Todo un gran conglomerado social, económico y patriarcal.

Ya sabe de antemano que será un enorme desgaste, un esfuerzo de horas y horas cocinando, machacando verduras y añadiendo sazón. Que bodrio. Pero todo sea por tener a su alfa feliz, todo sea por cumplirle esos caprichitos idiotas que después de todo no son la gran cosa. Además, está en falta, porque Erwin hace rato que le viene insistiendo con esa idea que a él lo atormenta.

Erwin quiere un niño, o una niña, le da igual, quiere un retoño para (mal) criar, presumir frente a los otros parientes y dedicarle un diez por ciento de su tiempo (acaso menos), mientras que a él le van a quedar el resto de las responsabilidades. ¡Qué puto bodrio! No hay algo que le produzca más tirria a Levi que verse a futuro panzón, lleno de estrías, que el cuerpo se le rompa cuando el crío le salga y después… ah, ese después… Cientos de horas dedicadas a limpiar infinitamente. Mierda, vómitos, mocos, olores desagradables y nauseabundos, gritos (chillidos), reclamos, berrinches, su paz mental y la ausencia de sonidos irritantes, todo se irá al carajo porque su alfa quiere un hijo, o hija.

Levi es un omega aún joven, a sus veintinueve no siente que sea tan urgente ponerse a parir. Ojalá pudiera evitarlo, y de hecho es lo que hace. Toma supresores a escondidas, uno de los secretos de la larga lista que le oculta al que se supone es el amor de su vida. Porque Levi cree que lo ama, aunque no está muy seguro cómo se debe amar. Le cocina, le limpia y le abre las piernas cuando Erwin se lo reclama, suficiente, ¿verdad? Es un esposo ejemplar, no se queja, escucha con santa paciencia cuando le cuenta las mil desventuras de su trabajo y quién sabe qué otras cosas más, porque a veces desconecta el cerebro de las orejas, y siempre le sonríe cuando le pide cosas como cocinar un plato mega complejo a quince personas. A cambio obtiene tranquilidad, una casa hermosa, grande, una vida de lujos, se podría decir, tener suficientes recursos para comprar algunas chucherías que le gustan, poder criar a sus hermosos y frágiles peces tropicales, perfumes importados, viajes de relax a lugares hermosos.

Pero a veces fantasea que viaja solo, que esa casa enorme es solo suya, que nadie volverá del trabajo a parlotear y pedir una cena caliente y un masaje de patas. Solo a veces, cuando su alfa se ha ido a dormir y él se queda cortando los cabos de las acelgas mientras hace las panquecas que va a rellenar y muele los tomates para la salsa, se permite una breve fantasía. Una de esa lista ultrasecreta.

Ni siquiera necesita cerrar los ojos, porque ya está acostumbrado a disociarse, y porque necesita adelantar los preparativos lo más que pueda para mañana y ese almuerzo de mierda familiar. Oh, perdón, quise decir, ese magnífico almuerzo familiar que se muere de ganas de celebrar. ¿Quién no festeja que su casa quede llena de barro de zapatos, servilletas embarradas de salsa roja, toda su vajilla importada de china mugrienta, sucia?… Más sucia que los pensamientos que ya le reptaron por las piernas y se le incrustan en las ingles y lo hacen jadear bajito.

Shhh, ssshhh, Erwin no puede enterarse. Y no lo hará, ronca como una marmota, que hasta los ronquidos le llegan a la cocina. Levi abre la boca y vuelve a jadear, frota sus muslos uno contra otro mientras intenta no rebanarse un dedo al cortar la puta acelga.

Basta recordarlo brevemente, el fuerte aroma de sus feromonas, su mirada severa y oscura, porque "ÉL" nunca lo mira con deseo o con seducción, "ÉL" siempre lo observa con enojo. Levi no tiene idea que hizo para merecer su desprecio, no le importa descubrirlo tampoco, es mejor si hay rechazo, Dios no permita que haya algo más, porque eso evitará muchos infortunios.

Siente la humedad brotando, escurriendo de su interior, mientras su pene se inflama y sufre contra la limitación de la tela del pantalón. Termina de cortar el último atado de hojas verdes, lo tira en la olla de agua hirviendo y se mete al baño de planta baja, pone el seguro. Por fortuna ese lugar tiene un pequeño balcón que da al patio, oscuro y lejos de cualquier mirada o cámara de seguridad indiscreta. Su espalda se apoya contra la pared, sus manos desprenden el botón y bajan la cremallera, pronto la prenda queda enrollada a sus pies al igual que sus interiores. La punta está brillante, goteando obscenidad. Cierra los ojos y puede sentirlo ahí, encima suyo. No tiene idea como folla Eren, el sobrino de Erwin, ese alfa bien parecido y de perfil perfecto, no necesita saberlo tampoco, su imaginación llenará los huecos faltos de información.

De seguro lo capturaría desde atrás, apretándolo dolorosamente contra su cuerpo de acero. Luego de morderlo en el cuello, dejándole una bonita marca, le susurraría al oído: "¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no me doy cuenta cómo te mojas por mí? Que cuando Erwin te folla cierras los ojos y piensas que es mi polla la que te perfora. Quieres montarme, quieres que te llene ese sucio agujero con mi esperma, quieres que te ponga a cuatro patas y te folle hasta que te duela. Yo lo sé todo, basta pasar cerca y sentir como tus apestosas feromonas se me pegan al cuerpo, sedientas, suplicantes de migajas de atención. Suplícame, quiero escucharte, cuán necesitado estás".

Levi siente la piel de su cara arder, de seguro está rojo hasta el tuétano de los huesos, afiebrado, aunque esté solo en ese rincón en penumbras. Se gira, como si manos invisibles lo obligaran, apoya una de sus palmas contra la pared fría y su frente, mientras la otra frota por encima de la blanca tela de su camisa sus pezones duros y erectos. Es tan sensible en ese punto, con frotarlos un poco siente a su ano palpitar, su humedad ya es notable y comienza a mojarse. Mataría porque alguien estimulara su pecho como se debe. Si ÉL lo hiciera… oh, de seguro sería violento, comenzaría chupándolos con rabia, haciéndolo gemir y retorcerse, lo obligaría a suplicarle que se detenga, para inmovilizar sus brazos sujetándolo de las muñecas entonces se los mordisquearía. Levi aullaría frustrado y finalmente, arqueando su bonito torso, acabaría como una fuente de plaza, salpicando y manchándose como el cerdo que es, manchándolo a ÉL también. Es tan sensible en esa zona que deja de tocarse porque su pene amenaza con hacerlo acabar de verdad.

No, no, aún no, aún falta la mejor parte, aún necesita un poco más de diversión, aunque un olorcillo desde la cocina le indique que la olla con acelga tal vez esté rebalsando. Que se jodan todos. Ahora está en medio de un encuentro ardiente con su Eren personal, y que la casa arda de ser necesario, no se moverá de allí hasta llegar al final.

Se desliza hasta el suelo, abre las piernas, casi que puede sentir el vapor de su aliento contra su nuca, manotea un desodorante en aerosol, su frente perlada de sudor y su boca pastosa de tanto jadeo. Busca ese lugar secreto, dentro del mueble debajo de la bacha para lavarse las manos, pegado a la parte de arriba y saca un preservativo. Tira una toalla y se acuesta sobre el piso, manteniendo la voz baja, casi como si tuviera miedo de ser descubierto. Pone el condón sobre el objeto y frota la punta contra su hendidura, alterna con sus dedos y los siente pegajosos, los lleva a su boca y lame su propia lubricación, ama hacer eso, le gusta el sabor suave de sus propios jugos. Después de todo, Levi hace deporte y come sano, y se mantiene saludable. Solo le chupa la polla a Erwin después que se la mete, solo para deleitarse con su propio sabor, porque el de su alfa no le gusta demasiado, ni siquiera después de un baño.

Pero no es momento de acordarse de su esposo, no cuando está en medio de una feroz fantasía erótica con alguien completamente distinto. ÉL tiene la piel aceitunada, como de bronce, sus ojos, ¡ah, esos ojos!, podría nadar en ellos, a él le chuparía la polla en cualquier momento, se arrodillaría y le suplicaría que lo ahogue con ese pedazo de carne. Sabe que su tamaño impone, porque le ha visto vestir ropa un tanto reveladora, porque se hace el desentendido y el distraído, pero cada que puede y nadie lo nota está mirando ese paquete. En su mente es grueso, y muerde un borde de la toalla porque no aguanta estar sin gemir. Tres de sus dedos se deslizan dentro suyo, a esa caliente suavidad interna, viscosa y apretada, siente sus propios dedos entrando y saliendo y se le nubla la mente, piensa que es la cabeza de la polla de Eren. "Mira como te gusta, estás chorreando sin control, y eso que apenas he metido la punta. ¿Quieres más? Suplícame, vamos".

—Por favor, más, más, hasta el fondo, por favor…

Levi susurra, sus muslos tiemblan cuando quita sus dedos y comienza a meter el desodorante, adentro, afuera, sus pezones erectos se vislumbran bajo la tela, vuelve a morder la toalla, los ojos nublados por la satisfacción que siente. Con ambas manos mete y saca el aparato de sus entrañas, cada vez más rápido, más fuerte, pero no es suficiente y lo sabe. Nada se compararía con lo que de verdad anhela. Se gira y se pone en cuatro, menea el culo frenéticamente y una de sus manos frota su propio pene, hinchado a más no poder, a punto de estallar.

—Más, más, adentro, adentro…

Balbucea, gime, se sofoca, comienza a sentir la tensión en su ano, golpea en ese punto que le hace poner los ojos en blanco y sin pensarlo lo invoca.

—E-eren, Eren, Eren, ah, Eren, fo-fóllame, más fuerte, más, Eren, por favor…

Todo su cuerpo convulsiona en fuertes espasmos cuando al fin llega a la cumbre de su éxtasis, tres potentes chorros caen sobre la toalla, su ano se abre y se cierra, tiene que meterse los dedos un rato más hasta calmarse del todo.

Cuando al fin ha terminado la tormenta, se sienta hasta regular su respiración. Quita el preservativo, lo envuelve en papel higiénico y lo tira en la basura, dentro de un envoltorio de jabón nuevo. Jabón con el que lava sus manos y su entrepierna, que está sensible aún. Se viste, deja el desodorante en su lugar, sale al pequeño balcón y prende un cigarro. Se siente casi satisfecho, está bien, esa es la dosis máxima que puede permitirse de su droga diaria. Se ríe bajito, casi sin sonido, pensando en la expresión que haría ese alfa si supiera las cosas que hace en su nombre, de seguro lo abofetearía y lo llamaría sucio, tal vez lo escupiría. Su dedo gordo raspa contra su labio inferior de manera distraída mientras piensa en todo eso, en el escándalo familiar que se armaría. Levi, el pervertido omega, que se mata a pajas en nombre de un alfa que lo detesta.

¿Qué diría Erwin? Bah, de seguro le daría un sermón y luego lo haría jurar que jamás volvería a caer en esa tentación, a lo mejor presionaría de nuevo para que tuvieran un hijo, que con eso perdonaría lo sucedido. Que horrible. Por eso nadie lo sabrá nunca. Mierda, debería comprarse un dildo, uno grueso, uno que se sienta más real. Podría ser de esos que tienen sopapas en la base, para pegarlo a la pared y sentir que ÉL se lo folla en cuatro. Siente una oleada de excitación, pero no, ya está, si fuera otro día a lo mejor se permitiría, otra ronda, pero ahora tiene que sacar la acelga del fuego.

Al día siguiente, en vano espera el tropel de familiares con la casa inmaculada, puesto que ya sabe la masacre de mugre que ocurrirá allí. Ni modo, que Erwin siempre quiere que la casa esté brillando. Sonríe ante los saludos, Eren lo saluda desde lejos y sin mirarlo, estúpido arrogante, pero está tan chévere con esos jeans ajustados azul oscuro y esa camisa de lino blanca, le da rabia y a la vez quisiera desnudarlo. Se pellizca en el brazo, no es momento de pensar en esas cochinadas.

Luego de tres largas y fastidiosas horas, después de que todos aprobaron sus canelones con salsa roja, aunque ÉL dijo algo como que estaba un poco salado (que la chupe, oh, si, qué hermoso sería si se la chupara), después del postre y tacitas de café. Al fin los comensales se dispersan de la mesa y se separan en grupitos para ir a cotorrear por aquí y por allá. Mientras lava la vajilla para adelantar un poco el trabajo, ve por el ventanal de la cocina a la inspiración de su lascivia, caminando distraído por un sendero, sin sospechar que lo están mirando, saca un cigarro y lo fuma a escondidas. Levi sonríe, qué tontería ponerse feliz porque tiene un secreto en común.

Después de una hora, sale con las manos arrugadas y un conglomerado de pequeños lo ataca. Sobrinos, primos y otras yerbas, son al menos siete u ocho, un griterío de "tío Levi" que le pone la piel de pollo, y mira con una sonrisa de auxilio a los demás a adultos y responsables progenitores de esa turba de críos, pero ninguno da acuse de recibo y simplemente lo ignoran. Los lleva a la cocina donde tiene en el freezer una caja de helados de palito. Levi siempre tiene un plan b, o c, o d, o z. Sabe que con eso los calmará un rato, sin embargo, andan de exigentes: "que queremos jugar al gallito ciego".

Hace un esfuerzo enorme para no rodar los ojos, y tampoco es el fin del mundo. Cuando nota que su suegra lo anda buscando, de seguro para darle yuyos o alguna cosa que ayude a incrementar "la fertilización", "y que un poco de culpa tienen tus caderas tan estrechas, mijo", decide que jugar con los niños no es tan mal plan, TAN. Y los empuja atropelladamente para llevarlos al salón, adentro. Donde no da el rayazo del sol, está fresco y pueden jugar descalzos, así dejan de ensuciarle el parqué de una puta vez.

Obviamente lo eligen para ser "el gallito ciego", improvisa una venda con la corbata oscura favorita de Erwin (que se aguante) y lo hacen dar un montón de vueltas disque para desorientarlo. Luego tendrá que salir a tientas a buscar a los chiquillos, o eso es lo que ellos creen, porque en realidad piensa huir de ellos. Cada tanto pedirá que batan sus palmas para más o menos saber la ubicación, pobre ingenuos. Levi es bueno escondiéndose, es bueno ocultándose en las penumbras, es bueno fingiendo que hace lo que otros le piden cuando en realidad termina haciendo lo que él quiere.

Va tocando las paredes, de tanto en tanto habla como si realmente le importara encontrar a alguno, siente sus cuchicheos, sus risas, sus pasitos cautelosos y los evita. Llega hasta el cuarto de planchado, que a veces está caótico, se mete y cierra la puerta con cautela, sonríe con picardía. Ahí piensa quedarse un buen rato, hasta que los infantes se desesperen. Ah, mataría por fumar un cigarro, pero no puede dentro de la casa, y además dejaría todo impregnado con ese terrible olor.

Se gira, pone sus palmas sobre la puerta de madera y apoya su cabeza contra la misma, para escuchar qué anda pasando allá afuera, sigue con los ojos vendados y sus sentidos se agudizan. De repente siente una presencia a su espalda, se pone en alerta de inmediato, ¿acaso hay alguien más en el cuarto con él? Pero, ¿por qué no dijo nada? Levi levanta una mano para quitarse la venda, pero se lo impiden, una más grande le aprieta la muñeca con fiereza.

—No.

Una voz endurecida le relampaguea el tímpano, una anatomía enorme lo presiona contra la puerta. Su corazón se dispara, se desboca, la adrenalina estalla. Otra mano gigantesca le tapa la boca, apenas le queda espacio para respirar, ¿qué debería hacer? Gritar no puede, ¿intentar escapar? ¿Quién le está haciendo eso, y por qué? ¡¿POR QUÉ?!

Todos los pensamientos enmudecen cuando siente una polla dura contra su culo, Levi resopla y los latidos de su corazón continúan multiplicándose. No puede moverse, no sabe qué hacer, a pesar que tiene una mano libre, no se anima a moverla. Lo siente respirar de manera entrecortada, el aliento cálido y animoso le lame la nuca con descaro, ÉL también está agitado. Oh… es ÉL.

Lo sabe, pero no, lo intuye, una reminiscencia de conocidas feromonas alfa le llega a la punta de la nariz y le despierta esos deseos ocultos, esos monstruos que saca por las noches cuando Erwin duerme y que vuelve a esconder antes que se dé cuenta. Está inmóvil, incapaz de hacer algo más que quedarse estático, como un conejo asustado que sabe que lo van a devorar. Un movimiento de cadera lo despabila, una breve embestida, su ano palpita en respuesta, aprieta los párpados, aunque tenga los ojos vendados y ruega, ruega a todos los santos y dioses que no se le ponga la polla dura a él también.

No sabe en qué momento la mano atrevida pasa de su muñeca a su pecho, palpando, buscando como un sabueso hasta que encuentra el botón de carne, sobresaliente y sensible. Lo estruja, lo amasa, lo aprieta entre el índice y el pulgar y, ante la sorpresa, Levi gime. Menos mal y la otra mano sigue tapando su boca, ÉL lo regaña de inmediato.

—Sshh.

Ni siquiera es una palabra, pero la orden es clara. Escucha a los niños del otro lado, preguntando por él, buscándolo, no faltará mucho para que otros adultos se involucren, no puede permitir eso y a la vez no quiere moverse. Lo que antes era una parálisis por el estupor, ahora es una acción completamente voluntaria, no va a moverse, que todo se vaya al infierno y que ÉL haga lo que quiera con su cuerpo. El alfa frota su polla contra el respingón, pequeño y firme trasero, frota, empuja, frota, empuja, la mano sigue provocándolo, aprieta el otro pezón, Levi hace un gran esfuerzo para no retorcerse, abre ligeramente las piernas, desea que le baje el pantalón, desea con ardor que lo empale.

Menea las caderas al compás de las embestidas y el alfa se queda quieto un momento, como evaluando lo sucedido. Levi vuelve a menear, por si necesitaba una confirmación, una mano le aprieta una nalga groseramente, y el alfa vuelve a embestirlo, lo escucha gruñir ante el fastidio de tanta tela entre sus cuerpos. De pronto le duelen las pantorrillas, es que ha estado en puntas de pie todo este tiempo. Lleva su pálida mano hacia atrás, solo quiere asegurarse que es tan grueso como se lo ha imaginado tantas veces.

Oh, Dios. El omega traga la saliva acumulada en su boca, se muerde el labio inferior, temeroso de que se le escape algún sonido que los delate. Y frota, frota con su palma lo que puede, sí, es grueso, está hirviendo, necesita tenerlo dentro suyo, y como si sus pensamientos estuvieran conectados de alguna manera siente que le abren el cinto, el botón de su pantalón de vestir blanco y le bajan la cremallera. ¿Hasta dónde dejará que siga avanzando? Apoya la frente contra la puerta al igual que ambas manos y se deja hacer, ¿cuántas veces tendrá la posibilidad de vivir algo así? Una mano callosa y fuerte se cuela dentro de su pantalón por atrás, dentro de su ropa interior blanca de algodón, se mueve arriba y abajo de la unión entre sus nalgas y lo hace tiritar. Levi es quien debe tapar su propia boca para entonces. Toca sobre su orificio, pringoso de lubricación y un dedo se cuela dentro. Levi es quien ahora empuja sus caderas hacia atrás y adelante mientras el inclemente dedo entra y sale con ritmo. Está a un milímetro de suplicar por más cuando otro dedo se abre paso, se puede escuchar el jugoso sonido de su culo absorbiendo esos gruesos dedos. ÉL sabe cómo moverlos, sabe dónde tocar. Otra de las vigorosas manos lo toma de la garganta mientras un tercer dedo se cuela más profundo, su agujero está expandido y hambriento. Nadie nunca lo ha tocado de esa manera tan sucia y aberrante, y le encanta, le gusta tanto que ya no puede aguantar más.

El vozarrón de Erwin preguntando por Levi apaga todas las llamas en un abrir y cerrar de ojos. A la velocidad de la luz, el omega restaura su vestimenta y sale antes de que los pasos lleguen hasta el cuarto, tiene los ojos rojos y algo irritados, como otras partes de su cuerpo que no vienen al caso.

—Amor, ¿dónde estabas? —dice el rubio cuando su expresión muestra alivio al encontrarlo.

Levi no sabe cómo hace para que no se le note que todavía le tiembla el cuerpo, no puede enfocar bien aún, viene con la corbata en la mano y una sonrisa que huele más a culpa que a otra cosa. Solo espera no tener feromonas pegadas en la ropa, más vale que no.

—Estaba jugando con los niños, pero creo que me perdí —dice elevando los hombros, mira de reojo al cuarto que ha quedado con la puerta entreabierta pero no logra divisar nada.

—¿Usaste mi corbata favorita? —replica el alfa señalando la tela entre las manos blancas y temblorosas aún.

—Lo siento, fue lo que encontré más a mano, solo está un poco arrugada, te puedo comprar una más linda.

—En fin, ven, mi madre quería hablar contigo.

Sonríe, como si todo estuviera bien, como si nada hubiera cambiado en ese lindo y familiar encuentro. Tiene que aguantar el sermón de su suegra, y los miles de consejos para cuando sea "madre". Levi está más cerca de querer ser una puta que embarazarse. Tal vez, ya es una, así se siente al menos, y no es una mala sensación, para nada.

Saca un segundo pastel antes de que los invitados se vayan, porque los chicos quieren algo dulce con la merienda, a medida que lo corta y sus dedos se manchan de merengue, piensa si ÉL se habrá chupado los dedos junto a sus mejores jugos después de metérselos dentro. Aunque mantiene una expresión neutral, a medida que rebana las porciones, su mente está lejos, con esa imagen indecente alborotando sus monstruos.

No se atreve a cruzar miradas con ÉL, solo pretende que no existe. Tal como ese alfa hace también. Se saludan de soslayo y cuando el último invitado se retira, Erwin bosteza y estira sus brazos, mostrándose fatigado de no hacer nada más que charlar.

—Amor, me voy a dar una ducha, ¿vienes conmigo?

—¿Siquiera viste como dejaron la casa? Al menos quédate y ayúdame un poco —le recrimina, consciente de que Erwin prefiere perder los dedos que agarrar una escoba.

—Estoy muerto, bebé y mañana tengo una larga, larga jornada en la oficina. Contrata un servicio de limpieza que te ayude, anda, ven a la ducha con papito.

Levi quisiera arrugar la nariz y decirle que es un asco que use esas palabras tan asquerosas, pero se contiene y sonríe.

—Nadie sabe limpiar como yo. Ya, deja que ordene un poco y luego subo.

—Siempre tan hacendoso, mi amor —dice y le deja un beso baboso en los labios—. ¿Sabes? No te lo dije, pero hoy te veías tan sexy. ¿No quieres subir y chupármela un poco?

—Dije que ordenaré un poco y subo, ¿puede ser?

—Ya, ya, me iré a bañar, si te quieres unir, serás bienvenido.

Al fin se va. Levi barre mientras escucha cómo su esposo da vueltas como trompo en la habitación. Finalmente ingresa al baño y abre el agua de la ducha. Sale corriendo y se encierra en el baño de planta baja, se desnuda de la cintura para abajo con rapidez, hasta que Erwin termine de asearse, tal vez tenga tiempo de acabar un par de veces.

El calor le trepa desde las entrañas, lo consume, lo vuelve loco.

Está mal, lo sabe. Es un pecado, es consciente de eso, y de que no puede dejar que nada como esto vuelva a suceder jamás, pero que se lo lleve la huesuda si acaso no ha sido lo más excitante que le ha sucedido en años.

Cierra los ojos y lo ve allí, entre las penumbras, los ojos verdes resplandeciendo, mientras lleva su mano empapada de su lubricación a su boca… y Levi vuelve a caer…

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By Luna de Acero.-