Se despertó de nuevo con un molesto dolor de hombro. Era la segunda vez en la semana que le pasaba y, seguramente, no sería la última. Los colchones del barco no eran los mejores y se notaba. Ya si encima le sumamos los movimientos que provocaba el mar… No eran las mejores condiciones para caer en los brazos de Morfeo. Intentó moverse para el otro lado, ajustando la posición para no sentir tanta molestia.
Pero era imposible.
Estaría a partir de ahora despierta, intentando reconciliar un sueño que no a volver por más veces que girase su cuerpo, porque igualmente el colchón no iba a cambiar.
Sabiendo que mucho más así no duraría, se levantó de la cama y fue al baño a atender necesidades matutinas. Era las 5 a.m: tardarían dos horas en levantarse el resto de marines.
Vistió su uniforme y procedió a estudiar medicina. No tenía como una de sus metas el convertirse en médico o enfermera, pero sí pensaba que los conocimientos básicos sobre la materia podría salvarle de una buena – tanto a ella como a los demás -. No sólo estudiaba este ámbito, sino también otros como geografía, matemáticas, historia, etc.
Sin lugar a dudas trataba de ser una mujer culta. No en vano, cada vez que había un problema meteorológico serio, pedían su ayuda como experta náutica que se había convertido tras años de estudio. Realmente se había dedicado más a escuchar a expertos marineros sobre sus experiencias en el mar, que leer sobre eso; pero dejemos al resto pensar que era puro estudio.
La sirena sonó: ya era hora de levantarse y tenían 15 minutos para llegar a la proa del barco a pasar lista y dar las tareas respectivas que le tocaba a cada uno.
A ella le tocaba entrenar con Garp. No fue la más afortunada, pero al menos no le tocaba limpiar las zonas comunes de esos marines sucios.
Cada vez que entrenaba con aquel viejo su cuerpo le dolía por dos días mínimo, y sumándole el dolor de hombro de aquel día, se preveía un alargamiento de ese dolor. No obstante, le gustaba entrenar con él. Garp era un tipo amable y excéntrico y quería lo mejor para sus subordinados; uno de los únicos decentes de la Marina. Le había acogido muy bien incluso siendo la única mujer en aquel barco y, según sus palabras: "No había visto a una mujer tan jovencita pelear tan bien". No supo de qué manera tomarme eso en aquel momento, pero teniendo en cuenta que es de otra calaña y que encima las mujeres aquí escaseaban, entendió que era un alago.
Y es que nadie sabía de su poder oculto. Un poder ancestral que, incluso no todos sus ancestros, sabían utilizar.
¿Sabéis qué es el Haoshoku haki? Es un tipo raro de haki que solo uno en un millón puede usar y que otorga al usuario la posibilidad de dominar la voluntad de otros. Pues bien, ella llevaba este Haki a un nivel superior, un nivel que sólo algunos de sus ancestros ha dado a conocer el mundo.
Podía manejar las emociones. Podía hacer que, con sólo mirarte, te pusieses a llorar como si tu mascota acabase de fallecer; de gritar de dolor como si te hubiesen amputado un brazo sin anestesia; de sentir el peor miedo que hayas sentido desde que estabas en pañales y te tapabas con la sábana al escuchar un ruido en el armario…
Nadie lo sabía.
Nadie.
Y mejor que siguiese así.
Descubrió esa habilidad a los 15 años cuando falleció su madre a culpa de unos piratas; cuando, de la rabia que sentía en su corazón, vio retorcerse de dolor a su asesino hasta morir exhausto. A pesar de haberse alegrado de haber vengado a su madre de forma inmediata, le asustaba lo que había provocado; le asustaba matar a alguien que quería. Fue a su padre y, este, supo que era el momento de explicarle la historia de su árbol genealógico.
Él fue su confidente máximo y la persona que le ayudó a controlar y manejar este Haki a su antojo a base de torturar a pequeños insectos en el jardín trasero de su casa. Desgraciadamente, falleció años después por problemas del corazón, quedando totalmente huérfana.
A pesar de todo aquello, sintió que debía mantener sus objetivos claros, y uno de ellos era entrar a la Marina para meter a todos aquellos piratas malos a 3 metros bajo tierra.
Si os preguntáis porqué no hablaba de su habilidad… Básicamente no pretendía llamar demasiado la atención. Si bien se había unido a la Marina tal y como quería, sabía que esta no estaba llena de paz y amor, como al igual no todos los piratas eran viles.
Sabía que la Marina se aprovecharía de ella.
Sabía que habría piratas deseando atacarle para probarla.
Así y con todo, tampoco le había hecho falta hasta la actualidad. Sabía defenderse y atacar excelente y utilizar con gran maestría diferentes tipos de arma; su katana era la preferida. En adición, estaba aprendiendo a utilizar el resto de Haki`s junto con Garp… otro punto positivo para entrenar con el viejo.
El día transcurrió como cualquier otro. Después de haber sido apalizada en el entrenamiento, se duchó y se acostó de nuevo en su incómodo colchón que ahora le parecía una nube. Después de convertir su raro libre en una merecida siesta, volvió a su rutina.
Y así cada semana… Hasta que el destino cambiaba de rumbo.
En una de las paradas para abastecernos de víveres, unos marines corpulentos subieron a bordo con una caja extraña. Intentaron camuflarse entre el resto, quienes subían cajas de madera con comida y bebida, pero es que eran muy obvios para una persona tan observadora como ella.
Sabía que había algo ahí que no debía de saber los demás, siendo esto confirmado cuando Garp les indicó algo al oído de manera que no pudiese nadie escuchar lo que decía. Posteriormente, los marines entraron a dejar aquello.
Algo pasaba. Y ella tenía que saberlo.
Esperaba no morir cual gato curioso.
