Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Venganza para Victimas" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.
Capítulo 6
Bella no las vio hasta que no las tuvo delante. Puede que nunca las hubiera detectado si no se hubiera parado a atarse los cordones de los tenis.
Levantó el pie y miró hacia abajo. ¿Qué…?
Había unas líneas borrosas que subían por el camino de entrada a la casa de los Swan, dibujadas con tiza blanca, ocupando un poco la acera.
Estaban tan borrosas que a lo mejor ni siquiera eran de tiza, igual eran marcas de sal de la lluvia.
Bella se frotó los ojos. Los tenía secos y le picaban de haberse pasado toda la noche mirando al techo. Aunque la cena con la familia de Edward había ido muy bien y le dolía la cara de tanto sonreír, no fue capaz de conciliar el sueño. Había solo un sitio donde encontrarlo: en el cajón prohibido, el segundo desde abajo.
Se apartó los puños de los ojos y parpadeó, con la mirada igual de borrosa que antes. Como no podía confiar en sus ojos, se agachó para pasar un dedo por la línea más cercana y lo levantó hacia el sol para analizarlo.
Era tiza, sin duda, también al tacto. Y no parecía que las líneas fueran naturales. Eran demasiado rectas, demasiado intencionadas.
Bella inclinó la cabeza para mirarlas desde otro ángulo. Distinguía cinco figuras diferentes: un patrón repetido de líneas cruzadas. ¿Podían ser… pájaros? Pájaros dibujados por niños, emes aplastadas en un cielo de algodón de azúcar. No, imposible, había demasiadas líneas. ¿Algún tipo de cruz? Podía parecer una cruz, sí, y el palo más largo se dividía en dos abajo del todo.
Un momento… Pasó por encima para mirarlas desde el otro lado.
También podían representar a personas. Esas eran las piernas, el tronco cruzado por los brazos abiertos. La línea pequeña de arriba era el cuello.
Pero no había nada más, no tenían cabeza.
Se levantó. Podía ser una cruz con dos patas o una persona sin cabeza.
Ninguna de las dos era particularmente reconfortante. Bella no creía que Jake tuviera tiza en casa. Además, no le gustaba mucho dibujar. Debía de haberlo hecho alguno de los hijos de los vecinos, un niño con una imaginación un poco mórbida. Pero bueno, ¿quién era ella para criticar eso?
Bella fue mirando mientras caminaba por Martinsend Way. No había líneas de tiza en ninguna de las demás casas, ni en la acera. Nada fuera de lo normal para un domingo por la mañana en Little Kilton. Solo un trozo de cinta americana sobre el cartel blanco y negro con el nombre de la calle, en el que ahora ponía: «Martinsend Wav».
Bella se fue olvidando de las figuras a medida que se adentraba en High Street y dio por hecho que las habían hecho los niños de los Yardley, que vivían seis casas más abajo. De todos modos, ya veía a Edward delante de ella, acercándose a la cafetería desde el otro extremo.
Parecía cansado —en plan normal—, tenía el pelo alborotado y el sol brillaba sobre sus lentes nuevos. Descubrió durante el verano que era ligeramente miope y se quejó todo lo que pudo y más en aquel momento.
De todas formas, a veces incluso se olvidaba de ponérselas.
Todavía no la había visto, estaba inmerso en su propio mundo.
—¡Oye! —gritó ella a unos metros, sobresaltándolo.
Él hizo pucheros, muy exagerado.
—Trátame bien, amor —dijo—. Estoy delicado esta mañana.
Por supuesto, las resacas de Edward eran las peores que se hayan visto.
Rozaba la muerte.
Se encontraron en la puerta de la cafetería y Bella metió la mano en el recodo del brazo de su novio.
—¿A qué viene esto de «¡Oye!»? —Arrugó la frente—. Yo tengo todo un despliegue de motes halagadores para ti, ¿y lo mejor que se te ocurre a ti es «oye»?
—Bueno —dijo Bella—, alguien muy viejo y sabio me reveló que no tengo absolutamente nada de chispa, así que…
—Creo que querías decir alguien muy sabio y muy guapo.
—¿Seguro?
—Por cierto. —Hizo una pausa para rascarse la nariz con la manga—. Creo que la cena fue bastante bien.
—¿En serio? —dijo Bella cautelosa. Ella también lo creía, pero últimamente no terminaba de confiar en sí misma.
Él se rio al ver su cara de preocupación.
—Estuviste muy bien, Belly. Caíste genial a todos. De verdad. Alec incluso me ha mandado un mensaje esta mañana para decirme lo guay que eres. Y —Edward bajó la voz— creo que te ganaste hasta a la tía Jane.
—¡Venga ya!
—¡Sí! —Sonrió—. Frunció el ceño como un veinte por ciento menos de lo normal, creo que podemos considerarlo un éxito.
—No me lo puedo creer —dijo Bella, empujando la puerta de la cafetería y haciendo sonar la campanita sobre el umbral—. Hola, Jackie —saludó a la dueña del café, que estaba reponiendo los sándwiches.
—Hola, cielo —dijo ella echando un vistazo hacia atrás. Casi se le cae un bocadillo de beicon y queso brie—. Hola, Edward.
—Buenos días —contestó él con una voz densa, hasta que se aclaró la garganta.
Jackie dejó de colocar los sándwiches y se giró hacia ellos.
—Creo que está en la parte de atrás, peleándose con la tostadora. Un momento. —Se apartó del mostrador y gritó—: ¡Tori!
Lo primero que vio Bella fue el moño balanceándose sobre la cabeza de su amiga mientras salía de la cocina por la puerta de empleados, secándose las manos en el delantal verde.
—Nada, sigue atascado —le dijo a Jackie mirando fijamente una mancha seca en el delantal—. De momento, lo mejor que podemos ofrecer ahora mismo son paninis templados… —Por fin levantó la vista, miró a Bella y sonrió—. La adorable señorita S. B. Cuánto tiempo sin verte.
—Me viste ayer —respondió Bella, dándose cuenta demasiado tarde del movimiento de cejas de Tori.
Debería haber hecho eso primero, antes de hablar. Habían establecido esa norma hace tiempo.
Jackie sonrió, como si pudiera leer la conversación acelerada entre sus miradas.
—Bueno, chicas, si ha pasado todo un día, seguramente tendran muchas cosas de las que ponerse al tanto, ¿no? —Se giró hacia Tori—. Puedes empezar tu descanso antes.
—Ay, Jackie —dijo ella con una reverencia demasiado exagerada—. Eres demasiado buena conmigo.
—Ya lo sé. —Esta hizo un gesto con la mano para que saliera—. Soy una santa. Bella, Edward, ¿qué les sirvo?
Ella pidió un café cargado; ya se había tomado dos antes de salir de casa y movía rápido los dedos, nerviosa, pero ¿cómo iba a aguantar todo el día si no?
Edward apretó los labios mirando hacia el techo, como si esta fuera la decisión más difícil de su vida.
—La verdad —dijo—, creo que me tienta bastante uno de esos paninis templados.
Bella puso los ojos en blanco. Edward debía de haberse olvidado de que se estaba muriendo de la resaca. No tenía absolutamente ninguna fuerza de voluntad cuando había sándwiches delante.
Bella se sentó en la mesa más alejada. Tori se acomodó a su lado, pegando su hombro al de su amiga. Tori nunca había entendido muy bien el concepto de espacio personal, pero en ese momento Bella lo agradecía. Ella ni siquiera debería seguir en Little Kilton. Sus abuelos habían considerado vender la casa a final de curso, pero cambiaron de opinión y de planes:
Daphne encontró un trabajo cerca de Slough y Tori decidió tomarse un año sabático para viajar, y trabajaba en la cafetería para ganar un poco de dinero. Parecía que sacar a las hermanas Greengrass de Little Kilton era más complicado que dejarlas allí, así que sus abuelos volvieron a Great Abington y ellas se quedaron en el pueblo. Al menos hasta el próximo año.
Ahora sería Tori la que se quedaría abandonada cuando Bella se fuera a Cambridge en unas semanas.
Bella no se podía creer que eso fuera a ocurrir de verdad, que Little Kilton la dejara marchar.
Le dio un empujón a Tori.
—¿Qué tal Steph? —le preguntó.
Steph: la nueva novia. Aunque, en realidad, solo llevaban un par de meses saliendo, así que quizá Bella no debería pensar en ella como la nueva nada. El mundo continuaba, por mucho que ella no pudiera. No obstante, a Bella le caía genial. Le hacía bien a Tori, se la veía feliz.
—Bien. Está entrenando para un triatlón o algo así, porque está como una cabra. Bueno, calla, que tú te pondrás de su parte, ¿no, señorita Corremucho?
—Así es. —Bella asintió—. Sin duda, soy del equipo de Steph. Sería la leche en un apocalipsis zombi.
—Yo también —opinó Tori.
Bella le hizo una mueca.
—Morirías en la primera media hora de cualquier tipo de apocalipsis, no mientas.
En ese momento llegó Edward y dejó una bandeja con los cafés y su sándwich. Ya le había dado un bocado enorme de camino, cómo no.
—Ay. —Tori bajó la voz—. Esta mañana ha habido dramón aquí.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Edward entre mordiscos.
—Ha habido un momento de mucho jaleo, y se ha formado cola. Yo era la que estaba tomando las comandas y, entonces… —bajó la voz hasta un susurro— entró Mike Newton.
A Bella se le tensaron los hombros y la mandíbula. ¿Por qué estaba en todas partes? ¿Por qué nunca conseguía apartarse de él?
—Ya —dijo Tori al leer la cara de su amiga—. Y, evidentemente, yo no pensaba servirle, así que le dije a Jackie que iba a limpiar el vaporizador de la leche y que se encargara ella de los clientes. Le tomó nota a Mike y luego entró otra persona. —Hizo una pausa dramática—. Neil Prescott.
—Anda, ¿en serio? —dijo Edward.
—Sí. Se puso detrás de Mike en la cola. Y, aunque yo intentaba esconderme de ellos, vi perfectamente que no le quitaba ojo.
—Comprensible —intervino Bella.
Neil Prescott tenía tantos motivos como ella para odiar a Mike Newton.
Independientemente del veredicto del juicio, Mike había drogado y violado a su hija pequeña, Tatum. Y, por muy horripilante y abominable que sonara, fue incluso peor. Las acciones de Mike desencadenaron la muerte de Sid. Podría decirse que fueron incluso la causa directa. Todo lo apuntaba, si lo pensabas bien: Tatum, traumatizada, viendo morir a su hermana y luego encubriéndolo. La muerte de Billy Cullen, el supuesto asesino de Sid.
El apartamento secreto de Elliot Greengrass, donde vivía aquella pobre mujer. El proyecto de Bella. Su perro, Barney, enterrado en el jardín. Howie Bowers en la cárcel, susurrando comentarios sobre el Niño Brunswick.
James Green llegando al pueblo. Layla Mead. La desaparición de Jamie Potter. Stanley Forbes asesinado y su sangre en las manos de Bella.
Todo estaba relacionado con Mike Newton. El origen. Su piedra angular. Y puede que la de Neil Prescott.
—Claro —dijo Tori—, pero no me esperaba lo que pasó después. Jackie le dio a Mike su bebida y, cuando este se dio la vuelta para marcharse, Neil le propinó un golpe con el codo y le derramó todo el café sobre la camiseta.
—¡No! —Edward miraba fijamente a Tori.
—¡Ya! —El susurro se convirtió en un siseo emocionado—. Y luego Mike le dijo: «Eh, ten cuidado», y lo empujó. Y Neil agarró a Mike por la camiseta y le dijo: «Apártate de mi camino», o algo así. En fin, la cosa es que Jackie ya se había puesto entre los dos, y entonces otro cliente acompañó a Mike a la puerta y, por lo visto, este iba diciendo: «Tendrás noticias de mi abogado», o algo por el estilo.
—Típico de Mike —murmuró Bella entre dientes.
Le dio un escalofrío. Ahora que sabía que él también había estado aquí, el ambiente era diferente. Sofocante. Frío. Corrompido. Little Kilton no era lo bastante grande para los dos.
—Daphne también se está planteando qué hacer con respecto a Mike — continuó Tori, en voz tan baja que ni siquiera podía decirse que estuviera susurrando—. No sabe si ir a la policía y contarles lo que pasó la noche de Fin de Año de 2012. Lo del atropello del que se largaron. Aunque ella se metería en líos, dice que, al menos, Mike también, porque era él el que conducía. A lo mejor es la forma de encarcelarlo, aunque sea poco tiempo, para que no siga haciendo daño. Y que termine toda esta ridiculez de la demand…
—No. —Bella la interrumpió—. Daphne no puede ir a la policía. No saldrá bien. Solo se perjudicará a sí misma, a él no le pasará nada. Mike volvería a ganar.
—Pero al menos se sabría la verdad, y Daphne…
—La verdad no importa —afirmó Bella, clavándose las uñas en los muslos.
La Bella del año pasado no reconocería a la actual. Aquella chica con los ojos llenos de vida y su proyecto del instituto, que se aferraba ingenuamente a la verdad, envolviéndose con ella como si fuera una manta. Pero la que estaba aquí sentada era una persona diferente y sabía mucho más. La verdad la había quemado demasiadas veces; no podía confiar en ella.
—Dile que no lo haga, Tori. Ella no fue la responsable del atropello, y no quería dejarlo allí, la obligaron. Dile que prometo que lo pillaré. No sé cómo, pero lo haré. Mike recibirá exactamente lo que se merece.
Edward pasó un brazo sobre los hombros de Bella y apretó con cariño.
—O, no sé, igual en vez de en tramas vengativas, podríamos centrar nuestra energía en que nos vamos a la universidad dentro de unas semanas —comentó alegremente—. Ni siquiera has elegido juego de sábanas nuevo. Me han dicho que eso es un hito muy importante.
Bella sabía que Edward y Tori acababan de mirarse.
—Estoy bien —aseguró.
Tori parecía estar a punto de decir algo más, pero se le fue la mirada hacia el sonido de la campanita sobre la puerta de la cafetería. Bella se giró también. Si era Mike Newton, no sabía de lo que era capaz de hacer, podría…
—Ah, hola, chicos —dijo una voz que Bella conocía muy bien.
Harry Potter. Sonrió y lo saludó. Pero no estaba solo, iba con Jamie, que cerró la puerta con otro tintineo. Vio a Bella un segundo después y en su cara se dibujó una sonrisa que le arrugó la nariz, aún más pecosa después del verano. Y ella lo sabía bien; se pasó toda la semana que estuvo desaparecido estudiando fotos de su cara, buscando las respuestas en sus ojos.
—Qué alegría verlos por aquí —comentó Jamie, adelantando a Harry. Le puso fugazmente la mano en el hombro a Bella—. ¿Cómo están? ¿Les traigo algo de beber?
A veces, veía esa mirada en los ojos de Jamie, poseídos por la muerte de Stanley y los papeles que ambos tuvieron en ella. Un peso que siempre compartirían. Pero él no estuvo presente cuando ocurrió, no tenía sangre en sus manos. No del mismo modo.
—¿Por qué aparece todo el circo al completo cada vez que estoy trabajando? —dijo Tori—. ¿Piensan que me siento sola o algo así?
—No, tía. —Harry le movió el moño—. Creemos que necesitas practicar.
—Harry Potter, te juro por Dios que como pidas hoy uno de esos macchiatos helados con especias, te mataré bien muerto.
—Tori. —Jackie la llamó con entusiasmo desde detrás del mostrador—. Recuerda la primera lección: no amenazamos de muerte a los clientes.
—¿Ni cuando piden lo más complicado solo para tocarte las narices? — Tori se levantó mirando a Harry de reojo sin ningún disimulo.
—No, en ningún caso.
Tori gruñó, llamando a Harry «pija hortera» entre dientes mientras volvía al mostrador.
—Marchando un machiato helado con especias —dijo con el más falso de los entusiasmos.
—Hecho con amor, espero. —Harry se rio.
Tori lo fulminó con la mirada.
—Más bien con rencor.
—Bueno, mientras no lleve un escupitajo.
—Rose me ha contado lo de la reunión de mediación —dijo Jamie mientras se sentaba en el sitio que había dejado libre Tori.
Bella asintió.
—Fue… memorable.
—No me puedo creer que vaya a denunciarte. —Jamie cerró los puños con fuerza—. Es… No es justo. Ya has sufrido bastante.
Ella se encogió de hombros.
—Irá bien, me las apañaré.
Todo apuntaba siempre a Mike Newton; estaba en cada lado, en cada ángulo, presionándola. Aplastándola. Llenándole la cabeza con el sonido de las costillas de Stanley rompiéndose. Se secó la sangre de las manos y cambió de tema.
—¿Qué tal las prácticas en la ambulancia?
—Bastante bien. —Asintió y sonrió—. La verdad es que lo estoy disfrutando mucho. ¿Quién se habría imaginado que me alegraría de trabajar duro?
—Yo creo que la lamentable ética laboral de Belly puede ser contagiosa —bromeó Edward—. Deberías apartarte, por tu propia seguridad.
La campana volvió a sonar y, por cómo se le iluminaron los ojos a Jamie, Bella supo exactamente quién acababa de entrar. Rose estaba de pie en la puerta, con el pelo castaño recogido en una pequeña coleta, aunque gran parte de los mechones habían decidido tomarse un descanso de la goma y le caían sobre el cuello.
La cara de la chica también se iluminó mientras sondeaba la sala remangándose la camisa de cuadros.
—¡Bella! —Rose se fue directa hacia ella. Se agachó y la envolvió entre sus largos brazos. Olía a verano—. No sabía que estarías aquí. ¿Qué tal?
—Bien —dijo Bella con la mejilla pegada a la de Rose, que tenía la piel fría y fresca por la brisa de la calle—. ¿Y tú?
—Estamos muy bien, ¿a que sí?
Bella se incorporó y se fue hacia Jamie. Él se levantó para ofrecerle su silla y sacó otra para él. Se chocaron y ella apoyó una mano contra el pecho de su novio.
—Hola, tú —dijo dándole un beso rápido.
—Hola, tú a ti también —respondió Jamie con las mejillas aún más rojas de lo normal.
Bella no pudo evitar sonreír al verlos juntos. Era…, ¿cómo describirlo?…, bonito, imaginó. Era puro, algo bueno que nadie podía arrebatarle; los conoció a todos en sus peores momentos y los ha visto avanzar. Tanto solos como juntos. Forman parte de su vida, y viceversa.
«A veces sí que pasan cosas buenas en este pueblo», se recordó Bella mirando a Edward y encontrando su mano bajo la mesa. La mirada brillante de Jamie y la sonrisa intensa de Rose. Harry y Tori peleándose por un café especiado. Esto era lo que quería, ¿no? Solo esto. Una vida normal. Gente que se pudiera contar con los dedos de la mano, que se preocuparan por ti tanto como tú por ellos. Los que te buscarían si desaparecieras.
¿Podía guardar este sentimiento y vivir en él un tiempo? ¿Llenarse de algo bueno e ignorar la mancha de sangre en sus manos, dejar de pensar en el sonido de esa taza golpeando contra la mesa o en esos ojos sin vida que la esperan en la oscuridad de un parpadeo?
Demasiado tarde.
NOTA:
Hola, aqui les traigo los nuevos capitulos, espero que les este gustando la adaptacion y perdon por tardar, pero he estado ocupada.
Nos leemos mañana.
