INUYASHA NO ME PERTENECE, SALVO LA HISTORIA QUE SI ES MÍA.
.
.
.
El contrato
.
.
.
Capítulo 10
.
.
.
DEDICADO A BENANI0125
.
.
.
― ¿Acaso Banky cree que soy un hacedor de milagros?
Esa fue la primera impresión que diera Jakotsu, el particular estilista de los famosos cuando vio a Kagome.
Nadie más que él y su verborragia gay brutalmente sincera eran capaces de dar un cambio de apariencia a alguien. Eso y que gozaba de la confianza de Bankotsu.
Kagome quedó con la mano colgando y con una sonrisita en la cara.
Llevaba media semana en el piso de Bankotsu Anderson, al que casualmente no había visto mucho. Ella sospechaba que él no quería llegar a casa y no lo culpaba.
― ¿Qué no te agradaban los retos? ―Dexter no perdió oportunidad de intervenir
―Niño, es que no soy un mago, o sea tengo magia entre los dedos, pero tampoco tanta ―Jakotsu comenzó a rodear a Kagome examinándola como si fuera un maniquí de tienda.
― ¡Que no soy un niño!
―Sí y yo soy una chica bonita del East Side ―remedó Jakotsu entornando los ojos y siguiendo su examinación en Kagome―. No tenemos tiempo para cirugías ni dietas de agua ¡estamos perdidos!
―Mucho gusto…mi nombre es Kagome Smith ―balbuceó Kagome, aun sorprendida de la fanfarria del estilista.
―Niña, si por mi fuera, lo más conveniente es que volvieras a nacer y con otro nombre ―se llevó las manos a la cabeza de forma dramática y se acercó a la enorme maleta que había traído. Vio que Kagome no se movía―. ¡Niña! no te quedes allí parada, ve a bañarte y procura usa algún gel de ducha neoyorkino para que te salga el olor a niña de rancho.
Jakotsu le dio un empujón para que Kagome se moviera y fuera a la ducha.
Luego abrió su enorme maleta, que era una caja de maquillaje de los más completa.
―Tendré que llamar a la tienda que me envíe la ropa de un talle más grande ¡no hay sedal que sirva con esa niña! ―exclamó Jakotsu a un divertido Dexter que se destornillaba de la risa.
.
.
.
Cuando Kagome salió de la ducha, tuvo que hacerlo apenas con el albornoz.
― ¡Ya deja el pudor, niña! Que yo soy más mujer que tu ―miró a Dexter―. Y este renacuajo ni siquiera sabe dónde queda su nariz.
Llena de vergüenza, Kagome salió cubierta con la ropa de salida de ducha y se encontró con que la sala estaba repleta de vestidos y trajes en un exhibidor.
La joven estaba sorprendida de que todo eso hubiera llegado mientras ella estaba bajo el agua.
Vestidos de coctel que nunca soñó tener tan cerca. Jamás había usado uno tan hermoso.
―Voltea, cariño ―pidió Jakotsu
Kagome hizo un torpe movimiento para obedecer.
Jakotsu se llevó un nudillo a la boca.
―En fin, niña… ¿Cuál de estos vestidos te gusta? Elige la que te llame la atención.
Kagome no esperaba que el estilista tomase en cuenta su opinión.
Escogió uno rosa con toques blancos porque le parecía un color muy bonito.
Pero Jakotsu lo cogió y lo tiró a un lado.
―Entonces definitivamente no lo usarás ―el hombre recorrió los ojos en el vestidor colgante y comenzó a escoger varios, todos de tono gris y marrón. Sobrios y elegantes.
― ¿Para qué tanta ropa…?
―Es tu guardarropa nuevo, niña…―hizo un gesto despectivo―. Ya me contaron de la triste y horrenda caja de ropa que trajiste de tu granja. Esas las quemaremos o le haremos un exorcismo.
― Pero ¿cómo estás seguro que podrá caber en ellas? ―preguntó Dexter sentado y muy entretenido.
―Niño insolente ¿sabes con quien estás hablando? Yo vestía a las angelitas de Victoria Secret cuando tú aun eras una comezón en el pantalón de tu padre ―haciendo ademanes exagerados―. Y ahora, niño…piérdete a tu habitación que esta chica debe probarse la ropa.
Y comenzaron las dos horas más divertida y difíciles que Kagome recordara con un desfile con toda la ropa, que la joven no entendía como hacía Jakotsu para que le entrara.
El peinado tampoco fue negociable.
―No puedes usar esta cabellera como si fueras una piel roja. No estamos en una película del viejo Oeste ―determinó el estilista antes de cortarle unos centímetros de cabellos y amoldárselo y le dio una clase exprés de automaquillaje.
―Cuando vayas a eventos con Banky siempre estarás asesorada por el mejor estilista de Manhattan o sea yo ―rió Jakotsu―. Pero para las tenidas informales como ir a la tienda a comprarte dulces debes lucir casual y pulcra, así que trata de memorizar estas reglas para no salir a la calle luciendo como un zombie que espanta a la gente ¿entiendes, niña?
Kagome se mostró atenta a la clase intensiva que le diera su particular maestro.
Eran casi las diez de la noche, cuando aún estaba practicando caminar correctamente en tacones con los gritos de alarma de Jakotsu detrás y la risa de Dexter a quien le fue permitido regresar.
La puerta del piso se abrió y Bankotsu entró.
Kagome quedó quieta al verlo. Hace días que no coincidía con él y Bankotsu se quedó viéndola, como si estuviera hasta sorprendido por el resultado alcanzado por Jakotsu en un solo día.
― ¡Banky, amorcito! Llegas justo a tiempo ya que estoy puliendo mi obra maestra ¿no sabes la tarea tan difícil que me diste, cariño? ―el estilista casi se arroja hacia el recién llegado.
El arrebato de Jakotsu llegó justo a tiempo para quitarlo de las miradas indiscretas.
―Tu eres el único que hubiera podido.
Se fue hacia la cocina a buscar algo del frigorífico con Jakotsu detrás a quien por poco no le salían los corazoncitos de los ojos.
Kagome quedó sola en la sala con Dexter.
―No quedaste tan mal ―opinó el niño
Kagome estaba algo decepcionada ya que esperaba que él le hubiera dicho algo más.
―Creo que debería ir a acomodar esta ropa en el armario de mi habitación ―resolvió Kagome. si Bankotsu la andaba evitando, quizá por vergüenza, ella no le haría las cosas tan difíciles
― ¿Y no harás de cenar? ―preguntó Dexter―. Dijiste que tocaría lasaña.
― ¿Alguien dijo lasaña? ―la voz de Jakotsu que regresaba la asustó.
―Le dije a Dexter que cenaríamos eso hoy.
―Oh si, el renacuajo, Banky y yo podemos comer eso, pero tú olvídalo querida, tienes que caber en el vestido para el coctel del agasajo ―Jakotsu comenzó a recoger su maleta desperdigada―. El hada madrina debe recoger sus cosas e irse, esta piel dorada no se mantiene sin las ocho horas de descanso seguidas.
Tenía que admitirse que fue un día interesante.
Antes de irse Jakotsu le había dejado su número de móvil.
―Por si ocurre alguna emergencia ―le dijo
― ¿Emergencia?
―Ya sabes, una quemazón de cabello o si rompes uno de tus vestidos nuevos, cosa que indudablemente ocurrirá.
Jakotsu se marchó canturreando, satisfecho de sí mismo y cargando su maleta de milagros como él lo llamaba.
.
.
.
Bankotsu salió de la habitación ya pasada la medianoche cuando los ruidos en la casa ya habían desaparecido.
Abrió la puerta de Dexter y vio al niño dormido con las sabanas desparramadas. Se acercó a acomodarle la manta. Era su rutina diaria y no imaginaba sus días sin hacer eso.
No habría cosa que no haría por él.
Salió sigilosamente y sólo le tocó caminar unos pocos más para toparse con la puerta del sitio donde dormía Kagome.
Para su sorpresa, se encontraba entreabierta porque pudo oír el respirar acompasado de la joven que dormía profundamente.
En un impulso, se acercó y empujó suavemente la puerta.
Kagome dormía y aparentemente muy cansada que se olvidó de cerrar.
Las palabras que le dijo Jakotsu en privado, antes de irse todavía le taladraban la cabeza por inoportunas.
―Podías elegir otras chicas entre cientas ¿Por qué a ella?
―Necesitaba alguien confiable
―Mi divino sexto sentido que esto no es tan simple como eso ―el estilista le arrugó los ojos en señal de sospecha―. Tú tienes una historia inconclusa allí.
Bankotsu se quedó callado.
― ¡Lo sabía! ―exclamó Jakotsu
― ¿Qué sabes…?
―Espero que tú me lo cuentes ―sostuvo Jakotsu―. Pero será otro día cuando tengamos más tiempo mi lindo Banky.
Jakotsu podía ser estrafalario y ridículo, pero era capaz de pillarle aun cuando él no comprendía del todo su propia situación.
Cerró la puerta de la joven y se alejó.
.
.
.
Días después, Jakotsu regresó al piso, pero para preparar a Kagome para el coctel de celebración por las últimas adquisiciones de Anderson Equities.
Debía llegar del brazo de Bankotsu al banquete y que todos las vieran. Sería su presentación oficial ante la opinión pública que buscaba granjearse Bankotsu.
Kagome no podía evitar estar insegura, aunque su elegante vestido y el fino maquillaje le daban un aire distinguido.
Bankotsu incluso enarcó una ceja disimuladamente cuando la vio.
―Espero no avergonzar todo el esfuerzo ―dijo Kagome cuando ya estaban en el coche
―Estarás bien, ya tuviste experiencia con las pirañas con las que trabajabas en la cocina. No será muy diferente salvo que ahora no tienes que ceder. Yo soy el dueño del circo ¿entiendes? ―le dijo él guiñándole el ojo.
Hasta Dexter le dio su apoyo moral desde la puerta
―Si uno de tus botones se suelta, finge una apoplejía. Lo vi en la televisión y funciona.
De alguna forma se ganó en parte al chiquillo gracias a la comida. Mecanismo infalible que nunca fallaba en niños o hombres solteros.
¿Hombres solteros?
¿Por qué pensaba en eso?
Justamente vivía con uno que jamás se vería impresionado por eso salvo que ella volviera a nacer.
―Trata de tutearme esta vez ―le recordó Bankotsu―. No quisiera que descubran tan rápido nuestra pequeña farsa.
Kagome asintió pese a sentirse ligeramente atontada con el perfume de él que se apoderó del cubículo del coche.
El resto del viaje rumbo a la sede donde se celebraría el coctel se hizo en completo silencio.
.
.
.
―Dicen que era empleada de uno de los hoteles que él acaba de comprar.
― ¿Es cocinera?
― ¿Ella cocinó el buffet? Bankotsu se ahorró miles de dólares si ella lo hizo
―Esperen, si trabajaba en ese hotel ¿Por qué presentaban a otra en vez de a ella?
―Dicen que era una amiga de la infancia ¿no les parece romántico?
―Pero es una unión bastante desigual ¿no creen?
―Además no como las otras mujeres
―Está bien vestida…pero no es bonita ni tiene una figura que destaque ¿Qué tiene de especial?
―Quizá Bankotsu Anderson ha cambiado ―decía otra.
Los susurros y murmullos por todo el impresionante salón donde se desarrollaba el coctel eran algo que Bankotsu y Miroku esperaban.
Kagome en cambio, todavía no podía procesar del todo lo que decían.
Fue al buffet y la comida no estaba mala. Pero ella no hubiera servido canapés con crema de espárragos.
Mientras recogía en su plato, vio que Bankotsu conversaba de negocios con varios ejecutivos. Todos portando una copa de champan llena en sus manos.
Aunque era la gran novedad del coctel, no había perdido su gran capacidad de pasar desapercibida y escuchar lo que esas mujeres de nariz respingada decían por ella.
―Es una granjera ¿Cómo alguien a quien le dicen El señor de la Quinta Avenida puede salir con alguien que huele a caballo ―una mujer comenzó a murmurar a otra?
― ¿Eso significa que ya no dormiré con él? ―respondió la otra
― ¿Tu dormías con él?
― ¿Tu no?
―Eres una perra ¡sabias que él me gustaba!
En ese punto Kagome ya estaba demasiado asqueada de la charla donde esas dos féminas peleaban por haberse acostado con su supuesto prometido.
Le fue imposible disimular el malestar.
Bankotsu se acercó con unas copas.
― ¿Ves que no es tan malo?
Kagome cogió la copa que él le ofrecía y se la bebió de un trago.
―No conocía de esas habilidades…
―Y yo desconocía que tuvieras una vida tan interesante ―Kagome no pudo evitar decirlo envalentonada por la chispa de la bebida.
―Y yo nunca dije que no lo fuera ―retrucó él.
En ese momento reparó en las dos mujeres que se pavonearon antes y no pudo evitar que una mirada casi asesina se transluciera.
Bankotsu miró a las mujeres y a ella. Lanzó una risita e hizo algo que la tomó de sorpresa y la desconcertó porque fue cosa de un instante.
Sintió como él la cogía de un talle y la besaba.
Fue un momento corto y electrizante. Sentir un repentino calor en los labios que la acariciaba y le ofrecía un tacto tan dulce para ella.
Y ese olor…ese olor a Bankotsu Anderson.
Pero se cortó tan repentinamente como empezó y cuando abrió sus ojos se topó con el rostro risueño de Bankotsu.
―Ahora sí les darás de que hablar a esas mujeres…
Él se alejó con una sonrisa en los labios dándose cuenta que ahora todo el mundo hablaría de eso.
.
.
.
La risa le duró poco a Bankotsu cuando notó que en una esquina y conversando con algunos de sus invitados más interesantes, se encontraba alguien inesperado.
Inuyasha Paulsen quien alzó su copa como gesto de saludo.
Si había alguien que detestaba era a ese maldito banquero.
― ¿Qué haces aquí? Te creía en la cárcel o borracho en alguna zanja ―Bankotsu se acercó a él intentando disimular su mejor pose de villano soez.
―Me auto invité ya que mi tarjeta de invitación debe haberlo extraviado el correo ¿verdad?
― ¿Por qué mejor no me dices que diablos haces aquí…?
―Por supuesto verifico la posibilidad de compra de la cadena de hoteles que acabas de adquirir ―Inuyasha quitó un sobre de su bolsillo y se lo pasó―. Es una oferta que no podrás rechazar porque quiero la cadena.
Bankotsu cogió el sobre y lo arrojó sin abrirlo a la fuente de agua.
―Pues eso es lo que pienso de tu oferta.
La actitud chulesca de Bankotsu no amedrentó a Inuyasha quien se mostró divertido con su tradicional rival.
―Puedo mejorarlo.
Bankotsu se echó a reír.
―Termina tus bebidas y lárgate ¿quieres? Tengo alergia de nuevos ricos.
.
.
.
Hizo el intento que sabía fracasaría conociendo la tozudez de Bankotsu.
Vació su copa, pero cuando iba a hacer un gesto para avisar al valet para que trajeran al coche para recogerlo, fue que reparó en la particular mujer junto a Bankotsu.
No parecía una de sus furcias habituales y además el sinvergüenza de Bankotsu la presentó como su novia oficial.
No era una belleza, pero desde lejos resaltaba una candidez evidente.
Oyó que la presentaron como Kagome Smith.
Con solo verla podía deducir que no era ninguna heredera de la elite neoyorkina.
¿Por qué Bankotsu, ese casanova superficial salía con alguien como ella?
―Interesante ―Inuyasha dejó la copa vacía sobre una de las mesitas―. E intrigante.
CONTINUARÁ
Gracias Paulita, Benani0125, Fuentes Rodríguez, Saone Takahashi, Annie Perez, Lucyp0411, Imag04 y Conejita.
Pronto se viene el 11 y les cuento que este fic tendrá 17 capítulos, así que vamos bien.
Besos.
Paola.
