N/A: Este capítulo lo tengo escrito desde hace bastante tiempo (años) y lo he modificado varias veces.

Gracias a Katherine.


Llevo el regalo de disculpa sorpresa para Nathanael en una mano y mi bolso en la otra. He conseguido medio acercarme a él y se lo merece. Debería estar pensando sólo en eso, pero la llamada de Kagami era muy importante.

Así que aquí estoy, acercándome al lugar que me ha dicho Kagami. Por suerte no salí en limosina o no habría manera de hacer esto.

Sutilmente paseo junto al callejón. Tengo que entrar con alguna excusa. Abro el bolso y miro a Polen.

– ¿Por qué no tiras al suelo el pintalabios? Es cilíndrico y podrá rodar hacia el interior. – sugiere ella.

¿El pintalabios? Me lo compré ayer así que aún no está descatalogado, pero aún así... Agh, maldita sea, esto es por Kagami. Si tengo que sacrificar un pintalabios por ella, lo haré.

Saco mi hermoso pintalabios color vino claro y me retoco muy bien, para ser la última vez hay que aprovecharlo bien. Lo cierro y finjo que se me resbala, éste rueda dentro del callejón y me quejo en voz alta.

Voy tras él. Ahora voy a ver un cadáver. Uno de asesinato, no de una universidad. Con aspecto horrible y nada limpito. Tras esto no hay vuelta atrás.

– Polen, tengo miedo. – susurro.

– Puedes hacerlo, mi reina. Nadie es tan fuerte como tú.

Me adentro más. Primero lo huelo. Un fuerte olor a sangre y pis que me da ganas de vomitar. Después lo veo: un hombre con la cabeza cortada sobre un charco de sangre. Puedo ver perfectamente la columna vertebral dentro de la carne de lo que antes era su cuello y ahora es dos partes diferentes. Y mi pintalabios se ha incrustado en una de ellas. No le puedo ver la cara, afortunadamente. Me dan arcadas, pero no puedo quedarme aquí, mirándolo.

Uso la luz más débil de mi móvil para iluminar el suelo. Hay algunas huellas. Son extrañas, no sé qué zapatos las han hecho. Por si acaso, finjo que estoy buscando mi pintalabios mientras piso el charco de sangre y piso sobre las huellas.

Bien, no veo nada más. Ahora tengo que gritar.

Y eso hago, hasta que me duele la garganta.


– Tú eres quien ha encontrado el cuerpo.

Asiento. He decido fingir que soy la rubia tonta y frívola que todos creen. Soy mejor actriz de lo que parece.

– Se me cayó el pintalabios. Entré a buscarlo.

La luz del coche de policía va y viene, haciendo que los colores cambien con un contraste muy fuerte.

– ¿Por qué lo hiciste?

– Salió ayer y es una edición limitada de Chanel. Está cerrado, sólo tendría que llevarlo a las caras limpiadoras de Le Grand París. Podrían desinfectar cualquier cosa.

El hombre asiente. Creo que aún no he sido lo suficientemente estúpida.

– Continúa.

– El callejón está muy oscuro, así que no veía bien.

Y las luces del coche ahora hacen que me duelan los ojos.

– ¿Por qué no usaste la linterna del teléfono?

– Lo hice. – Saco mi móvil y le muestro la luz de la linterna al mínimo. El cambio de intensidad no está a simple vista. – La luz es muy mala. Este móvil está muy pasado de moda, ya tiene un año. Había estado pensando en cambiarlo y ahora lo haré seguro.

El poli mira un momento mi móvil, sin tocarlo.

– Se puede cambiar la intensidad.

Me hago la sorprendida.

– ¿En serio? ¡No tenía ni idea!

– Por muy poca luz que fuera, tendrías que haberte dado cuenta de que había un cuerpo.

Asiento otra vez y arrugo la nariz.

– Pensé que era un borracho. Noté que estaba pisando un líquido y no quise pensar en lo que era. Ya sabes, lo que hacen los borrachos en los callejones. Pero entonces vi que estaba dejando huellas muy oscuras y me fijé mejor. ¡Era sangre!

El poli termina de apuntar mi declaración. O eso creo.

– ¿El olor no te llamó la atención?

Niego con la cabeza.

– La verdad es que no. No tengo ni idea de cómo huelen los callejones, así que pensé que era el olor habitual.

El poli vuelve a asentir y apuntar. Me quiero ir ya. Aún me queda un intento de parecer estúpida antes de amenazarle para que me deje irme.

– ¿Me podéis dar mi pintalabios ya? – pregunto, sabiendo que ya lo he perdido para siempre.

– No. No lo recuperarás, es una prueba.

– Entonces me puedo ir ya, ¿verdad? Las luces me están mareando. Tampoco sería bueno para nadie que yo me vea demasiado implicada en un caso así. La gente está empezando a venir.

El policía entiende mi muy sutil amenaza y me deja irme. Desde luego, esta gente no puede protegernos de Lepidóptero.


– … el presupuesto de sanidad. … Hoy ha habido problemas por el presupuesto de la reconstrucción de la pirámide del Louvre, que quedó destrozada por el efecto de Reverser en los trabajadores del museo, así como una cantidad alarmante de obras de arte que faltan o están en un estado irreparable. También ha incrementado el número de divorcios desde hace seis meses en un 27%, posiblemente por el akuma Dark Cupid.

Apago la televisión antes de que nos pongan verdes.

Abro mi armario. Creo que hoy me voy a poner esa chaqueta amarillo pastel que combina con mi pelo. Cada vez que me la pongo no puedo evitar pensar en lo bien que me sienta y eso me hace feliz. Y lo necesito después de haber visto las noticias. Es culpa de Polen, era ella quien quería verlas.

– No las quites. Es necesario saber lo que piensa la colmena, sobre todo si eres la reina. – me regaña Polen.

Yo resoplo y sé que parezco una niña pequeña, pero me da igual.

– Pero la tele me pone de los nervios. Nos insultan siempre. Son unos desagradecidos.

Me voy al baño y miro qué maquillaje ponerme hoy. Quiero ponérmelo combinado con la ropa.

Suspiro. Estoy algo cansada, aunque sea por la mañana.

Han pasado algunos días desde el asesinato. Alix finge estar bien, porque aunque yo no sé leerla, es imposible que lo esté de verdad. Además, Nathanael ha notado algo, porque me ha preguntado sobre el tema. Con todo el dolor de mi corazón, he tenido que decirle que contárselo es cosa de ella, no mía. Sigue preocupado.

Y Alix no ha sido la única afectada. Kagami vuelve a estar tan tensa como al principio. Antes me hubiera sido difícil saberlo, pero ahora… Adrien también me ha preguntado por ella, y he dado la misma respuesta.

Yo... yo estoy bien. Ver el cadáver sólo me ha dado algunas pesadillas y no le han dicho a nadie que fui yo quien lo encontró. Lo saben algunos policías, mis padres, y obviamente, Kagami y Alix. A mi madre no le ha importado una mierda, y mi padre me ha vuelto a contratar un psicólogo y me ha preguntado cómo estoy. Es prácticamente lo único de lo que hemos hablado.

Quiero salir a despejarme, dar un paseo.

Estoy a punto de salir de mi habitación cuando suena el teléfono. Al mirarlo, veo en la pantalla una foto de cuando le hice el cambio de look a Alix. Su cara de urgencia cuando se dio cuenta de que iba a hacerle una foto es maravillosa.

Cojo el teléfono, preparándome para ser amable.

– Chicas. – ¿ha llamado a las dos? Me giro hacia Polen. Ella sabe por mi expresión que debe estar atenta y se pone al otro lado del teléfono. – Tenéis que venir al callejón tras la escuela. Tenéis que ver esto.

– Espera, ¿qué... – Kagami comienza a hablar, pero Alix cuelga.

Miro a Polen. Ella inclina la cabeza hacia un lado, confundida.

– ¿Qué crees que le pase? – le pregunto.

– No lo sé, pero no parece herida, aunque sí nerviosa. Tenemos que ir pronto.

Asiento y abro el bolso para Polen. Ella entra y nos vamos del hotel. Tardamos unos minutos en llegar al callejón. Kagami ya está aquí.

– ¿Por qué has tardado tanto? – me pregunta. Se nota que ha venido lo más rápido posible: tiene el pelo mojado y despeinado, y la ropa arrugada – ¿Has tardado porque querías arreglarte? ¡Chloe!

– No es por eso, lo juro. Yo... iba a dar un paseo cuando Alix llamó.

La aludida me levanta una ceja. Parece que no me cree. No dice nada y empieza a andar hacia el interior del callejón. Kagami y yo nos miramos y la seguimos, ella a su izquierda y yo a su derecha.

– Y tú, ¿cómo has venido tan rápido? – se la devuelvo.

– Yo he venido en Longg.

Un ruido viene desde su chaqueta de cuero. Suena algo así como "¿Ahora soy un medio de transporte?"

Alix se para en mitad del callejón y las dos nos detenemos junto a ella. ¿Qué hace? Aquí no hay nada. Se gira hacia la pared y nosotras también lo hacemos.

– ¿Qué es esto? – pregunta Kagami.

– Un grafiti, claramente. – le respondo.

Ella me mira con el ceño fruncido.

– Lo sé, quiero decir, ¿es esto una amenaza u otra cosa?

– Es sólo un pirado que ha hecho un grafiti. Nada más. – sigo diciendo.

Quiero creer que no lo es.

Alix sacude la cabeza en negación y habla en voz baja.

– Sí que es algo más. ¿No os parece extraño que el grafiti esté justo aquí, donde Lepidóptero se enfrentó a cualquiera de nosotras por primera vez? Esto tiene que ser de parte suya, nadie más lo sabría.

Pero no puede ser, si alguien ha hecho esto por Lepidóptero, significa que alguien le admira.

– Si eso es cierto, quiere decir que tiene un culto. – Kagami dice mis pensamientos en voz alta.

El grafiti es sencillo pero efectivo. Una gran marca de mariposa como la que tienen los akumas, en el mismo y exacto color y tres palabras en plata que la atraviesan: Hermandad del Akuma.

Kagami respira hondo antes de hablar.

– Si tiene un culto, tiene gente dispuesta a akumatizarse cuando él quiera, y si tiene gente dispuesta a luchar contra nosotras para él cuando él lo diga, tiene un ejército.

– Debemos encontrar al guardián y decirle lo que pasa para darle los prodigios al resto de portadores. – continúa Alix.

Necesitamos nuestro propio ejército.