Darcy miraba por la ventanilla de su cómodo carruaje el monótono paisaje mientras recordaba con lujo de detalles todo lo que había sucedido desde su primer encuentro con Elizabeth en Hyde Park.
Era la primera vez en su vida que no quería regresar a Pemberley. No deseaba tener que cumplir con su deber y estaba seguro que pensaría en Elizabeth continuamente, contando los días que faltaba para volver a verla. Desafortunadamente, como dueño de una gran propiedad, ya no podía posponer su regreso ya que de las cosechas y las decisiones que tomaba dependía el futuro de cientos de personas.
Sin duda, los últimos dos meses habían sido los más felices de su vida. Cada día que pasaba, estaba más enamorado de Elizabeth y quería cada vez más a Isabella. En muchos sentidos, la niña le recordaba muchísimo a Georgiana cuando tenía la misma edad. Aunque en carácter se parecía mucho más a Elizabeth: curiosa y conversadora. Como todavía guardaba algunos de los juguetes de Georgiana en un baúl en el ático de Londres, con la ayuda de su ama de llaves, los buscaron y posteriormente los limpiaron para que Isabella pudiera jugar con ellos cuando fuera de visita a su casa.
Isabella estaba fascinada por las hermosas muñecas y un pequeño juego de té que Georgiana solía usar cuando invitaba a su hermano a los cumpleaños y fiestas de sus muñecas. Aunque su ama de llaves era una mujer muy seria y discreta que los conocía desde hacía veinte años, en más de una ocasión, la vio sonreír cuando le pidió que le ayudara a seleccionar los menús y arreglos florales porque Elizabeth vendría de visita a su casa.
Afortunadamente, la propiedad en Hertfordshire no estaba en buenas condiciones ya que lo que deseaba era que Elizabeth se mudará a Sandstone. Ya había hablado en secreto con los dueños de Sandstone para pedirles que reduzcan el precio de la propiedad en aproximadamente £ 1,500 y él les pagaría la diferencia. Sabía que era muy probable que de esa forma Elizabeth comprara Sandstone ya que de esa forma solo tenía que pedirle prestado £ 1.500 a los Gardiner. Estuvo tentado de ofrecer a cubrir las £ 3.000, pero finalmente decidió no hacerlo, por miedo a que ella sospechara...
Además, tenía una buena relación con los Thompson y los Gardiner. Si bien años atrás había considerado a Jane Bennet, una dama insípida que sonreía demasiado, su opinión sobre la señora Thompson había cambiado radicalmente. En más de una ocasión se preguntó qué habría pasado si no le hubiera aconsejado a Bingley que la dejara...
Irónicamente, estaba convencido que los únicos realmente perjudicados por su indebida interferencia fueron Bingley y sobre todo él. Había perdido a la mujer que amaba y había sido infeliz durante tantos años, y Bingley se casó con una mujer superficial que no toleraba.
Sin embargo, Jane Bennet estaba felizmente casada y tenía una hermosa familia. Elizabeth también había estado casada y había tenido una vida muy feliz en América hasta que murió su marido...
Sabía que debía dejar completamente atrás el pasado y pensar sólo en los bellos recuerdos que lo hacían feliz. Entre esos recuerdos que deseaba conservar estaba lo que había sucedido el día anterior en la casa de los Thompson. Había ido a despedirse y extender una invitación para que visitaran Pemberley.
Elizabeth le agradeció la invitación, pero tuvo que rechazarla ya que, después de evaluar cuidadosamente las diferentes opciones, había decidido comprar 'Sandstone'. En las siguientes semanas, planeaba firmar el contrato para comprar la propiedad y también escribir su testamento para que Isabella fuera su única heredera. También quería contratar una institutriz para Isabella, porque no podía estar todo el tiempo con ella. Posteriormente, se mudaría a Kent para siempre.
Los Gardiner prometieron visitarlo en agosto, ya que la señora Gardiner quería ir a Lambton a visitar algunos amigos que todavía vivían allí.
Pero el recuerdo que deseaba atesorar para siempre era la conversación que tuvo con Elizabeth. esa tarde en la puerta de los Thompson…
"Bueno señor Darcy, no sé cuándo nos volveremos a ver. Quiero desearle un buen viaje y espero que la cosecha sea muy buena. También quiero agradecerte nuevamente por todo lo que has hecho por Isabella y por mí."
Darcy la miró a los ojos, esos ojos que lo habían hechizado durante tantos años y, en ese momento, decidió que debía decirle todo lo que sentía por ella antes de irse: "¿Me creerías si te dijera que no quiero cumplir con mi deber e ir a Pemberley? ¿Me creerías si te dijera que, aunque todavía no me he ido, estoy deseando a verte nuevamente? ¿Me creerías si te dijera que fui un tonto al dejarte ir hace años, pero nunca dejé de pensar en ti? ¿Me creerías si te dijera que estoy completamente enamorado de ti, y estaré enamorado de ti toda mi vida?" Darcy tomó sus manos entre las suyas y continuó: "Dime Elizabeth, ¿hay alguna posibilidad de que algún día te haga la misma pregunta que te hice hace siete años y esta vez digas que sí?"
Elizabeth miró sus manos entrelazadas, consciente que poco a poco iba dejando atrás su pasado con Thomas y se estaba enamorando de él. Lo miró a los ojos y con una ligera sonrisa respondió: "Te creo. La respuesta es sí, pero necesito más tiempo para terminar de recuperarme de la pérdida de Thomás."
Con una gran sonrisa, Darcy le besó ambas manos y besó suavemente sus labios. Le daría todo el tiempo que ella necesitaba, pero no podía evitar desear fervientemente que se casaran lo antes posible.
Elizabeth se despertó al amanecer, después de volver a a soñar con Thomas. El sueño fue similar al que otras veces había tenido, pero a diferencia de las veces anteriores, esta vez el final fue diferente...
A lo lejos, en un hermoso jardín rodeado de flores y pájaros de diferentes colores, similar al jardín principal de Los Abetos, escuchaba la voz de Thomas llamándola a ella y a Bella. Tomó de la mano a su hija e intentaron en vano acercarse al jardín, pero por más que se esforzaban el jardín estaba cada vez más lejos. La imagen se hacía cada vez más borrosa, podía distinguir la silueta de Thomas a lo lejos - sabía que era él - pero no podía distinguir los rasgos de su rostro ya que se perdían en la distancia… Finalmente dejó de escuchar la voz de su marido, y lo vio desaparecer por completo mientras le decía adiós…
