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Finalmente habían llegado a su hogar, les tomó más tiempo de lo previsto, pues el castaño hizo algunas paradas para robarle besos a su esposa.
-Ya está en casa mi Lady. – abrió la puerta de la pequeña morada.
-Todo está como lo dejé. – sonrió mientras su vista recorría su hogar.
-No nos fuimos por mucho tiempo, además Dorothy vino antes para arreglarlo.
-Aun así, siento como si me hubiera ido por meses.
-Entonces – la abrazó por la espalda - qué te parece si te cercioras que la recamara está igual a como la dejaste? – aspiró el aroma de su cabello.
-Mmm… me parece una buena idea. – se giró para abrazarlo – pero antes podríamos comer algo? Me muero de hambre.
-Ok, vamos a ver que hay en la cocina.
-No debe haber nada. – miró hacia el lugar mencionado – no sabían que vendríamos directamente aquí.
-Debe haber algo ahí. – la guió hacia el lugar mencionado.
-Terry…? – con la tapa de la cacerola en mano, Candy miró sorprendida a su esposo – cómo… ellos… sabían que vendríamos directamente aquí? – miró nuevamente la comida lista para servir.
-Se lo encargué a Charles. – sonrió ante la mirada confundida de la rubia – dijiste que querías volver a casa – se acercó para tomar sus manos - y ésta es nuestra casa.
-No entiendo…
-Le pedí al Duque que me cediera esta casa para vivir aquí contigo.
Candy lo miró sorprendida, entonces recordó aquel día que visitaron al Duque de Granchester y éste se encerrara con su esposo en el despacho por un buen tiempo.
-En serio?
-Esta casa significa mucho para mí también - se acercó para abrazarla – fue en esa recamara - miró hacia el lugar - donde cuidaste de mí cuando enferme, ahí te conocí realmente - ella lo miraba embelesada – fue aquí donde me enamoré de ti.
-Yo también me enamoré de ti en esta casa – acarició su rostro - cada mañana que desayunabas conmigo… te conocí mejor y… ya no pude alejarte de mi mente… soy muy feliz a tu lado… tú eres mi hogar. – Terry la miró con una amplia sonrisa.
-Comeremos después mi amor… - la besó intensamente llevándola en brazos hacia la recamara.
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Nuevamente un amanecer en los brazos de su esposo. Candy era la primera en abrir los ojos; la rubia sonrió traviesamente al toparse con el pecho fornido de Terry, quien la tenía abrazada a él. Levantó la mirada y detalló cada línea y facción del rostro de su esposo creyéndose la única dueña de todo aquello.
-Realmente eres apuesto – murmuró y con delicadeza delineo la barbilla masculina. – me costará mucho alejar a esas descaradas de ti.
-Buenos días hermosa – el castaño abrió los ojos y le dedicó una sonrisa arrogante, clara señal de que había escuchado lo declarado por ella.
-Terry… tú…?
-No tendrás que alejar a nadie de mí – beso su frente – mis ojos no se desvían de tu dirección, tú eres la única para mí, mi amor.
-En serio? – acarició sus labios e inmediatamente él besó su dedo.
-Yo soy el que está siempre alerta, no sabes cuánto me contengo para no golpear a todos esos hombres que te miran. – recordó como en el tren y la estación los hombres desviaban su mirada hacia su esposa.
-Nadie me mira. – dijo sonriente – son impresiones tuyas.
-No mi amor… – la abrazó más a él. - pero me alegra que no te des cuenta, así nadie más tendrá tus miradas.
-Esas solo te pertenecen a ti. – ofreció sus labios, los cuales fueron tomados de inmediato.
Estaban dispuestos a ceder a su deseo y no dejar la cama en todo el día; pero el sonido particular de sus estómagos les reclamó atención. Riendo de lo sincronizados que fueron, decidieron abandonar el lecho.
-Qué te parece si desayunamos y vamos a recoger a Clint y a Miena.
-Me parece perfecto.
-Luego podemos ir a dar un paseo al lago. – propuso el castaño.
-Al lago? Me parece una gran idea! A Miena le encantará el lugar y Clint estará feliz de subir a los árboles.
-Me lo imagino.
Juntos se dirigieron a la cocina y prepararon el desayuno. Dorothy había llevado pan, fruta, leche y huevos, también había sobrado algo de queso la noche anterior.
Terry miraba embelesado a su esposa mientras ella preparaba el desayuno, se puso de pie y le ayudó a poner la mesa. Le sorprendía lo que Candy lograba en él, nunca se imaginó a sí mismo ayudar en la cocina. Le estaba gustando la idea de no tener servicio a esa hora, era un momento sólo de ellos dos, un momento íntimo que nadie más compartió con Candy, sólo él y se juró que así sería.
Después del desayuno, la pareja se dispuso a cumplir con lo planeado para ese día.
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Tomados de la mano caminaban hacia la casa principal de la villa de los Granchester.
-Así que te quedabas a dormir en mi recamara? – esa mañana descubrió la ropa de Terry acomodada junto a la de ella.
-Te extrañaba. – afirmó – la habitación tenía tu aroma y cuando cerraba los ojos imaginaba que estabas ahí.
-Para mí también fue difícil estar lejos de ti. – rodeó el brazo masculino y apoyó su cabeza en éste – contaba los días para tu llegada a Londres.
-Adelanté mucho trabajo en esa semana, desde hacía mucho moría por tenerte entre mis brazos. – la abrazó y besó. Candy sonrió, al recordar que en ese entonces sólo la tomaba de la mano, fue hasta unos minutos antes de partir a Londres que la besó.
-Por eso me besaste en la estación?
-No te vería en días y ya no aguantaba más, estaba desesperado por besarte.
-Yo… - se sonrojó – también quería que me beses.
-Y por qué no me lo pediste? – acarició sus labios.
-Terry – le dio un golpecito en el pecho – No es propio que una dama haga eso.
-Pues me alegra que ya no seas una dama – dijo con una sonrisa de lado – me gusta más que seas mi esposa, una que me besa cuando quiere y…
-Ay Terry, ya! – dijo alejándose completamente sonrojada recordando que a veces era ella quien seducía a su esposo o tomaba el control del acto.
La relación entre ambos había mejorado tanto, riendo por las bromas que Terry le hacía a Candy, llegaban a la casa. Ya estaban por ingresar cuando vieron un coche acercarse.
-Mi Lord. Mi Lady. – fueron recibidos por el mayordomo.
-Esperan a alguien? – cuestionó el castaño.
-No mi Lord. – miró con atención el coche que ya estaba más cerca – es Lord Campbell.
-Marqués. – el visitante se acercó a saludarlo. – Marquesa – besó el dorso de la mano de Candy.
- Lord Campbell, a qué se debe su visita tan temprano?
-Disculpe que lo moleste – se dio cuenta del tono de disgusto de Terry – quisiera hablar con usted un momento.
-Lady Campbell. – saludó el joven al ver a la mujer acercarse a ellos.
-Mi Lord… necesitamos su ayuda – dijo desesperada, temió que los echara al ver la cara de molestia en Terry.
-Pasemos al despacho para hablar mejor. – con la mirada le pidió disculpas a Candy, quien con una sonrisa le dijo que estaba bien, ella entendía que sus planes para ese día cambiarían.
-Le gustaría una taza de té, Lady Campbell?
-Cl-claro… gracias Marquesa. – vio a su esposo y a Terry perderse por el pasillo.
-Pasemos a la sala – con un asentimiento la siguió.
-Tiene un hermoso jardín, mi Lady. – desde el gran ventanal se podía apreciar parte del jardín.
-Gracias; pero el crédito es del señor Stewart, él se encarga de mantenerlo así de hermoso.
-Ah… sí claro.
-Disculpe Lady Campbell – la mujer la miró – sucede algo malo? La veo muy preocupada.
-Oh mi Lady! – dejó que las lágrimas salieran – es mi hija… ella escapó.
-Oh! – Candy se sorprendió con la noticia – lo lamento mucho. – no sabía que decir, no quería incomodarla.
-Mi Lady… por favor… necesitamos la ayuda de su esposo, él podrá ayudarnos con el problema.
En ese mismo momento, en dos lugares diferentes de la casa, Candy y Terry escuchaban el relato por parte de los esposos. Terry con la mirada seria analizaba la situación mientras Lord Campbell le explicaba uno de los motivos de su visita, el cual creía, era la causa de la desaparición de su hija. Candy, por su parte, escuchaba con preocupación lo sucedido a la hija de Lady Campbell.
-Lord Campbell… haré lo que pueda para ayudarlo a encontrar a su hija. – miró la cara de preocupación en el mayor – pero el problema de tierras entre clanes no me compete; sin embargo informaré a su majestad sobre esto.
-Mi Lord, usted es nieto directo de su majestad, es mi deber informarle que los Macdonald quieren unir alianza a través del matrimonio con los Campbell y otros clanes importantes, esto puede ocasionar movimientos en los clanes.
-Eso lo entiendo; trataré de comunicarme con el Duque hoy mismo, estoy seguro que su majestad se encargará del asunto.
-Se lo agradezco mi Lord – dijo sinceramente – ahora solo me queda encontrar a mi hija.
-Estoy segura que en cuanto anulemos ese trato con los Macdonald mi hija volverá. – lloraba Lady Campbell.
-Pero… está segura que escapó por eso?
-Y por qué más? – dijo llorosa – su abuelo la comprometió con un hombre que la lleva con casi treinta años.
Candy se sorprendió de lo escuchado, odiaba esos tratos que se hacían entre familias, en este caso, sacrificar la libertad de una joven solo para mantener las tierras y estar en paz con los clanes.
-Ahora entiende por qué huyó? – su voz tenía un tinte molesto - Ustedes no estaban enterados de eso?
-No, su abuelo lo hizo sin nuestro consentimiento, dijo que era orden del jefe del clan.
-Me parece tonto… - se cubrió los labios al darse cuenta que lo dijo en voz alta – lo lamento…
-No – la miró con una leve sonrisa – ni yo ni Lord Campbell estamos de acuerdo con lo que hicieron. – se limpió una lágrima – mi bebé está quien sabe dónde… y todo por culpa de esos tontos acuerdos.
-La encontraran – tomó su mano – tiene alguna amiga a quien pudo recurrir, alguna confidente?
-Sí! – dijo como si recién hubiera pensado en ello – Susana! Ella es su amiga, seguro está con ella. -A Candy le molestó oír aquel nombre, pero no lo hizo notar, simplemente sonrió con amabilidad.
-Querido! – antes de que Candy pudiera decir algo más, vieron a los hombres acercarse a ellas – Susana… debe estar con ella – lo tomó del saco – vamos a buscarla ahora.
-Ya lo hice, sus padres me dijeron que Susana ya no vive en esa casa, se mudó y no saben a dónde.
-No… - se dejó caer nuevamente en la silla.
-Está en Irlanda – la voz segura de Terry hizo que todos lo vieran. – en Dublín, les daré la dirección para que vayan a buscarla.
Con un papel en mano y después de dar sus agradecimientos, la pareja dejó la villa de los Granchester.
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La tensión en la sala era tal que nadie quería acercarse a aquella habitación. Mirando por la ventana la rubia se preguntaba el motivo que tuvo su esposo para seguir informado del paradero de aquella mujer.
Terry miraba fijamente a Candy, sabía lo que estaba imaginándose, cuando intentó explicarle ella le pidió que se callara, que no le dijera nada por el momento.
La rubia quería calmarse primero, estaba enfadada y sabía que eso podría llevarlos a una fuerte discusión.
-Por qué? – se oyó la suave voz de la rubia, todavía no se giraba para verlo.
-Porque tenía que saber todos los pasos que daba – le dolió oír la voz afectada de su esposa – no iba a permitir que se acercara a ti para molestarte.
-Sólo eso? – una parte de ella le creía, pero había otra que le decía que había algo más.
-Qué más podría haber? – dijo con leve molestia.
-Ella fue… tu amiga.
-Solo fue quien me salvó la vida, ya te expliqué eso.
-Lo sé… pero…
-Mi amor… - se acercó a ella para abrazarla – te amo solo a ti. – besó sus rizos, pues Candy escondió su rostro en su pecho – por favor no desconfíes de mí.
-Lo siento… - lo abrazó con fuerza mientras se dejaba vencer por las lágrimas – yo de verdad confío en ti, pero...
-Candy mírame – trató de tomar su rostro entre sus manos – por favor amor, necesito que me veas - lentamente la rubia levantó la cabeza para mirarlo – lo hice sólo para protegerte, no iba a permitir que se acerque a ti para molestarte con sus intrigas y mentiras.
-Lo sé…; pero no puedo evitar pensar que un día ella estuvo cerca de ti, el sólo imaginar que pudo haberte conquistado… yo…
-Ya te dije que yo sólo te veo a ti – acarició su mejilla – no quiero que dudes de lo nuestro y mucho menos de mi amor por ti y menos con suposiciones de esa cabecita loca. – dejó un besó en ésta.
-Ya no lo haré… - volvió a esconder su rostro en su pecho – soy una tonta… por seguir pensando en eso.
-Pues ya no lo hagas, olvidemos todo eso – iba a besarla; pero por la ventana vio a sus mascotas corretear. – por la visita de los Campbell no pudimos continuar con nuestros planes.
-Tienes razón… de verdad quería ir al lago.
-Ya es tarde para ir, qué te parece si mañana damos ese paseo? Ahora llevemos a Clint y Miena a casa.
Con un asentimiento dejó que Terry tomara su mano y la guiara al jardín donde se encontraban Clint y Miena jugando, cuando la vieron corrieron hacia ella, quien gustosa los tomó en brazos.
Mientras Candy mimaba a sus preciadas mascotas, el castaño ingresó nuevamente a la casa para realizar una llamada a su padre e informarle sobre el problema que se estaba suscitando con dos de los clanes importantes de Escocia. Después de dar algunas indicaciones a Charles, la pareja, junto a sus mascotas, regresaron a su hogar.
-Miena está muy feliz. – dijo mirándola correr y saltar delante de ellos, Clint, que conocía el camino, era quien la guiaba.
-Mark se encargará de construirle un corral, irá mañana para hacerlo.
-No quiero que duerma afuera.
-Cariño, no puede dormir con nosotros.
-Pero… es solo un bebé.
-Clint le hará compañía, ambos tendrán su propia recamara. – trató de bromear.
-Y si los atacan los lobos?
-Eso no pasará, aquí no hay lobos – dijo riendo de aquella idea – Candy – se detuvieron – escucha amor, no es bueno que estén dentro la casa, Miena es un animal de corral.
-Lo sé; pero ella es sólo una bebé, si tuviera a su madre… - sus ojos estaban anegados de lágrimas que pronto correrían por sus mejillas.
-Qué te parece si esta noche la dejamos en la sala – no quería verla llorar – y si se porta bien… se quedará ahí hasta que crezca un poco más.
-De acuerdo… - se limpió aquellas lágrimas que lograron escapar.
-Ay… qué haré contigo!? – la abrazó – no puedo negarte nada, me tienes en tus manos mi amor.
-Lo sé – dijo sonriendo. – y sabes algo? – lo miró sonriendo - tú también me tienes en tus manos.
-Me alegra oír eso, así no estoy en desventaja… Marquesa. – dijo de manera sugerente.
Candy se sonrojó al oír aquello, sabía lo que significaba y estaba ansiosa por cumplir los deseos de su esposo; pero lo haría más tarde esa noche.
Al llegar a casa, fueron a ver su huerta, estaba perfecto, había nuevos vegetales que pronto cosecharía, emocionada se subió al columpio y Terry la empujó para que se elevara.
Su segundo día desde su regreso a Escocia y si no fuera por la mención de Susana esa mañana, el día habría sido completamente perfecto.
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Disculpen la tardanza, esta semana se celebra un aniversario más de mi querida ciudad y tenía actividades cívicas.
Muchas gracias por sus bellos mensajes son mi aliciente para seguir con la historia y tratar de no tardar mucho en publicar. Ya estamos cerca del final.
Se cuidan mucho!
