¡Buenos días! ¡Bendiciones a todos! Me alegra que se hayan apuntado para este capítulo. ¡Espero lo disfruten! Aclaro que esta historia es una adaptación de mi autoría, sin fines de lucro, y que la historia original pertenece a Mitzuki e Igarashi.

¡Bienvenidos hoy a este día tan especial en la vida de nuestros rubios…! ¡Invitación en mano al entrar, por favor! ¡Ji, ji, ji! ¡Un abrazo!

"UNA DECISIÓN DE VIDA"

CAPÍTULO XVIII

La boda de Candy y Anthony fue sencilla pero muy emotiva. Esa mañana asistieron muy temprano la señora Juanita junto con su esposo, Martha - la asistente de cocina -, el doctor Harris y su esposa - quienes fueron los orgullosos padrinos de la pareja -, y el padre Albino que los casó.

La joven novia había escogido un vestido de organza bordada en encaje, de corte imperio, con un velo de tul con sombrerito de encaje, a la usanza de la época, llevando su cabello recogido. Su sencillo pero colorido ramo de novia de crisantemos y dalias traía la primavera a la bella iglesia, haciendo eco a su deslumbrante sonrisa, al caminar por el pasillo central de la iglesia del brazo del doctor Harris, para ser entregada al enamorado novio, que la aguardaba conmovido junto al altar, en un elegante traje azul marino, con corbata y chaleco negro. La cadena de oro blanco con dije de rosa que Anthony le había regalado a Candy, siendo novios, lucía brillante sobre el pecho de Candy, con la añadidura de un brillante en el centro de la rosa – habiéndosela dado él de vuelta la noche antes de su boda como una sorpresa, junto con la historia de cómo la había recuperado -. Un brazalete en oro blanco con diamantes y un par de aretes colgantes también de diamantes, de la madre de Anthony, completaban el bello atavío de la novia, junto a su anillo azul de compromiso; y su imagen angelical caminaba elegante y bella al ritmo de las notas de la dulce marcha nupcial de la Entrada de la Novia de Wagner, del Lohengrin, interpretada por el viejo organista, don Philip Hughes, que se había encariñado mucho con la joven pareja en el poco tiempo que había estado con ellos.

La ceremonia comenzó temprano en la mañana y ambos novios no perdían oportunidad de verse y sonreírse enamorados. Y tras un bello sermón de parte del padre Albino, sobre la santidad del matrimonio y su indisolubilidad, y el compromiso de parte de cada uno de los esposos y los sacrificios y paciencia de parte de ambos, a lo largo de sus vidas; la hora de los votos llegó, y tras dar Candy su ramo a la esposa del doctor Harris, ambos novios se tomaron de ambas manos, viéndose a los ojos.

Como excepción, el padre les había permitido completar sus votos tradicionales con sus propias palabras.

"Candy, mi bello ángel," dijo Anthony, "tú has sido verdaderamente una bendición que trajo luz a mi vida. Conocerte fue reencontrar la felicidad de vivir, y aprendí de tu ejemplo que nunca debemos permitir que nada, sin importar las circunstancias, borre la sonrisa y la fe de nuestras vidas. Gracias, amor mío, por hacer de mí una mejor persona, al permitirme amate, ya que tú eres mi más grande inspiración de vida. - Yo, Anthony Brower Andley, te acepto a ti, Candis White, como mi legítima esposa, para amarte, respetarte y honrarte, y me entrego a ti con todo lo que tengo y todo lo que soy, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos lo días de mi vida, hasta que la muerte nos separe. -"

Anthony había decidido al final decir ambos apellidos, primero, en honor a su madre, a quien deseaba que, junto a su padre, desde el cielo, estuviesen ambos viéndolos en ese momento tan especial de su vida; y, segundo, por su situación legal que aún permanecía inalterada.

Tras escuchar sus votos, su pecosa lloraba en silencio a pesar de haberse prometido a sí misma no hacerlo. Anthony le sonrió comprensivo, y secó una de sus cristalinas lágrimas con su mano, volviendo a sostener las manos de su bella novia nuevamente, para escuchar ahora los de ella.

Candy tomó una respiración profunda cerrando sus ojos esmeralda un momento, y al abrirlos, los fijó en la única mirada que en su vida - de un azul tan profundo e inmenso como el mismísimo cielo -, le había enseñado, al perderse en su inmensidad, a no temer más al mundo ni a sus tristezas.

"Anthony mío", Candy comenzó. "te digo mío porque desde el momento en que te conocí, mi corazón se sintió completo porque te había encontrado. Porque eras parte de mí, aún sin conocerte, tanto como yo soy solo de ti." Anthony tuvo que tomar una inspiración profunda para mantener su serenidad al escucharla. "Eres una persona extraordinaria, amor, querida por todos los que te conocen, que sabe ganarse el respeto y la admiración de los demás por mérito propio de sus acciones justas y sus actitudes nobles. Y yo te amo, sobre todo, por ser tú. Por ser Anthony. Mi Príncipe de las Rosas, y para siempre el custodio de mi corazón. - Yo, Candis White, te acepto a ti, Anthony Brower Andley, como mi legítimo esposo, para amarte, respetarte y honrarte, y me entrego a ti con todo lo que tengo y todo lo que soy, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida hasta que la muerte nos separe… y hasta la Eternidad. -"

"Candy…", dijo su esposo conmovido.

El padre Albino sonrió y llamó al padrino y este presentó los anillos para bendecirlos. Luego fueron ofrecidos a la pareja. Anthony tomó el primero.

"Con este anillo…", el joven Brower colocó la argolla de oro blanco en el dedo anular de Candy, junto a su anillo de compromiso. "…te desposo." Le dijo. "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.", concluyó. Y viéndola a los ojos le sonrió.

La joven novia sonrió de vuelta, y tomó el siguiente anillo en sus pequeñas manos.

"Con este anillo…" Dijo, colocando ahora el anillo a Anthony en el dedo anular. "…te desposo. En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", concluyó ella viéndolo a los ojos. "Amén."

La pareja se tomó de la mano y se hincó de frente al Altar.

"En el Nombre y por el Poder de Dios todopoderoso, y por la autoridad investida en mí, yo los declaro marido y mujer", y haciendo la señal de la cruz en bendición los consagró en el nombre de la Santísima Trinidad. "Que lo que Dios ha unido hoy, no lo separe el hombre", concluyó.

Inmediatamente comenzó a sonar la música del órgano. Y la pareja se puso de pie.

"Anthony, puedes besar a tu esposa." El padre Albino sonrió. Y acercándose Anthony a Candy, colocó tiernamente su mano en su húmeda mejilla e inclinándose hacia su conmovido rostro, la besó tiernamente en los labios en un momento infinito de solemnidad y adoración.

Los esposos Harris sonrieron recordando su propia boda. Y la señora Juanita secaba unas lágrimas al lado de su esposo y de una conmovida Martha.

La misa continuó y los esposos se hincaron nuevamente. La elegante esposa del doctor Harris, junto con el doctor Gregory, como padrinos, se aproximaron y colocaron el lazo, entrelazándolos a ambos en su unión. Y la misa continuó con la comunión. Tras comulgar, los padrinos permanecieron de pie detrás de la pareja, todo el resto de la ceremonia, hasta que retiraron el lazo y todos los demás invitados se pusieron de pie para la bendición final.

"Que la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo permanezca con ustedes y los acompañe siempre. Podéis ir en paz. Esta misa ha terminado.", dijo en Latín.

"Demos gracias al Señor". Respondió al unísono en latín la pequeña congregación, tras persignarse.

La señora Harris alcanzó de vuelta el ramo a una sonriente Candy y al volverse los novios, las notas de la grandiosa marcha nupcial de Mendelssonh comenzó a sonar y los nuevos esposos Brower, con una gran sonrisa, desfilaron del brazo por la nave central de la vacía iglesia, felices y agradecidos con la vida por haberles permitido realizar al fin su más grande sueño.

Los invitados los alcanzaron al ingreso de la iglesia - aún cerrada al público -, para felicitarlos. Y luego, los dos felices novios posaron para el fotógrafo que había permanecido en silencio esperando el final de la ceremonia. Los novios fueron tomados con el fondo del altar central de la Iglesia de Santa Catalina, con el destello de los vitrales iluminando con el sol de la joven mañana. Otra foto fue tomada con sus padrinos y el padre Albino; y otra de solo ambos mirándose enamorados, y una última de Candy dejando su arreglo a los pies de la Virgen María, acompañada de Anthony. Las fotos en blanco y negro habían sido un gran esfuerzo que Anthony había realizado para perpetuar ese día tan memorable para ambos, mandando a traer a un fotógrafo profesional desde Chicago, y con gran suerte este había estado disponible para llegar a tiempo a la ceremonia. Más tarde se agregó una foto más con todos los invitados rodeando a los novios, en el jardín de la casa parroquial.

La campana principal de la iglesia comenzó a sonar, tocada por el monaguillo oficial, y el padre Albino se preparó ahora para la misa normal de 8:00 am. – La boda de los rubios había comenzado a las 6:30 hrs. – por lo que los novios se retiraron junto a sus pocos invitados a degustar su desayuno en el comedor de la parroquia, iban el doctor Harris y su esposa, y el esposo de la señora Juanita - mientras Juanita misma y Martha servían al mismo tiempo el desayuno a los necesitados en otro salón exterior -. Candy quiso ayudarles, pero las señoras se negaron. La novia hoy solo debía atender a su marido y disfrutar, le dijeron, guiñándole el ojo con cariño.

Para Candy y Anthony fue un día verdaderamente inolvidable. Nunca pensaron que en medio de gente que apenas conocían, pudieran sentirse tan queridos y apreciados en ese día tan feliz de sus vidas.

Luego de platicar con la señora Harris y el doctor durante la mañana, compartiéndoles ellos consejos y divertidas historias de viajes que hicieron juntos en varias etapas de sus vidas, finalmente fueron acompañados a las 9:30 a.m. ya por el padre y por el señor Philip, que habían tenido que comer más tarde por tener que atender la misa, mientras el monaguillo regresaba de vuelta a su casa, ignorando la celebración. Los nuevos esposos Brower que no podían parar de sonreír, tomados de la mano y deseosos de un mayor contacto, solo permitiéndose breves abrazos o una leve caricia, mantenían una distancia socialmente aceptable en medio de la reunión, y tras recibir el aviso de la llegada del abogado, poniéndose de pie de la mesa del comedor de la parroquia, se dirigieron en compañía del doctor Harris y su esposa, y Juanita y su esposo, al despacho del padre Albino para la celebración de la boda civil.

El abogado Mark Harris, sobrino del doctor, que había llegado pueblo puntual a las 10:00 a.m., saludó y felicitó a los novios, tras saludar a sus tíos, y luego comenzó la sencilla ceremonia en el despacho del padre, de la cual el fotógrafo también sacó varias fotografías, una de Anthony firmando el acta, otra de Candy firmando y luego de sus testigos, quienes también habían firmado. Luego una última foto de Candy y Anthony casados legalmente, junto a sus testigos, al padre Albino, y el abogado que suscribía el acta. - Acta la cual, se había arreglado previamente, quedaría inscrita en el registro del pueblo vecino para que su familia no se enterara, y de la cual el abogado Harris mismo entregaría una certificación al rubio al final del día. -

Terminada la ceremonia, según lo planeado, el abogado se retiró a ver su tramitación. Y el fotógrafo ofreció también trabajar de inmediato las fotos de las actividades en un lugar especial que había pedido con antelación le prepararan, para tenerlas listas para el final de la tarde, para que los novios pudieran llevárselas consigo al partir. Anthony, al final, le pidió varias copias extras, y otras de tamaño mayor, por si alguna se dañaba en el camino.

Luego llegó la hora de un sencillo almuerzo que se extendió entre risas hasta las cuatro de la tarde, momento en el que la pareja se disculpó finalmente y se retiró a cambiarse y a terminar de hacer su equipaje para el viaje.

Candy guardó con cuidado su vestido y sus pocas cosas en una de las maletas que Anthony trajo de su vehículo y que todavía tenía espacio. Viéndola acuciosa en su tarea, su esposo la sujetó desde su espalda, abrazando su cintura y besando su mejilla mientras ella sonreía divertida. "La amo, señora Brower, ¿lo sabía usted?", le dijo él con cariño, mientras ella todavía sostenía en sus manos su velo de novia a medio doblar para colocarlo en la maleta sobre la cama.

Candy, ahora ataviada en un vestido celeste que Anthony le había regalado el día anterior, rió. "Lo sé, señor Brower." Le dijo divertida, volteándolo a ver risueña, "pero no tanto como yo lo amo a usted." Le dijo de pronto conmovida. Y mirándose ambos a los ojos con seriedad, sus miradas se perdieron mutuamente en la magia del momento, y acercando sus rostros lentamente, sus labios se encontraron en un beso cargado de adoración y de mutua aceptación.

Candy soltó el velo sin darse cuenta y se volvió para abrazar a su esposo y disfrutar de sus besos. Sin darse ninguno de los dos cuenta, entre besos, Anthony terminó recostando a su joven esposa en la pequeña cama de la habitación y comenzó a acariciarla por primera vez en su vida con permitida libertad. Sus respiraciones comenzaron a acelerarse a medida que las caricias avanzaban, y la traviesa mano del rubio comenzó a acariciar la blanca pierna de su pecosa, subiendo su vestido de manera sugerente, a medida que apreciaba la firmeza y la tersura de sus recién descubiertas piernas, en medio de besos cada vez más faltos de oxígeno por parte de ambos. Su segura mano fue subiendo entonces hasta llegar a su muslo y rodeándolo se permitió estrujar su derrier sin pensarlo, haciendo surgir un suave gemido de labios de su deslumbrada esposa…

Alguien tocó a la puerta de pronto.

"Anthony, Candy", dijo la voz de Martha desde fuera. La joven aguardó y volvió a tocar. "Disculpen, pero el padre Albino me mandó a avisarles que el fotógrafo terminó de preparar las fotos y que los esperará en su oficina para la entrega. Y el doctor Harris dice que su sobrino ya regresó con la certificación."

Los azorados esposos volvieron a la realidad, separándose un poco, pero solo unos centímetros. Ninguno de los dos se atrevió a contestar por temor a ponerse en evidencia. Afortunadamente, escucharon unos pasos alejarse por el pasillo inmediatamente, y nadie volvió a tocar.

Anthony sonrió y suspiró, y viendo a su Candy aún bajo su peso, se inclinó y besó reverentemente sus ahora muy sonrosados labios por última vez y luego, a su pesar, se incorporó, ayudándola luego a levantarse también de la cama. Ambos se vieron a los ojos al estar de pie y en silencio, habiendo compartido el momento más íntimo de su matrimonio hasta entonces, sonrieron enamorados, abrazándose.

"Llegará nuestro momento, pecosa.", dijo Anthony con el aliento todavía un poco escaso. "Solo esperemos un poco más, ¿sí?" le dijo, besando su frente. "Solo un poco más", y viéndola a sus chispeantes ojos verdes, Anthony se inclinó y besó levemente sus labios otra vez. Al apartarse, le sonrió, "Continúa amor. Yo… solo dame un momento." Le dijo.

"Sí." Candy asintió aún sonrojada por lo sucedido y se volvió a retomar su tarea, sintiéndose un poco todavía en las nubes por esa nueva experiencia. Anthony caminó hacia la puerta y tomó la perilla, pero sin abrirla, inclinó su cabeza un poco, suspirando. Concentrándose, el joven Brower intentó revivir en su mente la escena de la pelea que había tenido el mes anterior con su tía abuela, a su regreso de Londres. Y al revivir nuevamente los gritos, la indignación y el enfado de aquel día, casi que inmediatamente lo ayudó a tranquilizarse. Anthony exhaló aliviado, luego de unos momentos, y tras volverse a su pecosa que lo miraba extrañada al ver que no salía, el rubio, sonriendo, le guiñó un ojo coqueto, "La espero en el despacho cuando termine, señora Brower", le dijo feliz, y ahora sí salió el alto joven de la habitación cerrando la puerta tras de sí.

Candy no entendió mucho por qué su príncipe había aguardado tanto tiempo para salir, pero al escucharle decir aquel nuevo epíteto, igualmente ruborizada, sonrió feliz, y continuó guardando su ahora arrugado velo y el resto se su ropa, riendo para sí y luego cantando felizmente tarareando una canción que cantaba desde pequeña cuando era completamente feliz, apresurando su tarea con un desbordante amor en su corazón.

Ya al atardecer, con las fotos y la documentación completa de su boda civil y religiosa guardadas junto con su equipaje, los esposos Brower con sentimientos encontrados se despidieron de Martha, doña Juanita y su esposo, y del señor Philip, quienes les desearon muy buena suerte; sus padrinos ya se habían retirado junto con su sobrino, con la promesa de mantenerse en contacto.

La pareja se aproximó a su vehículo que estaba listo en el zaguán, y volviéndose el padre Albino que era el único que los acompañaba ya en ese momento, Anthony habló.

"Candy y yo no tenemos cómo agradecerle todo lo que ha hecho por nosotros, padre Albino.", dijo Anthony, verdaderamente agradecido, con Candy y él ya ataviados para el viaje con sus abrigos y sombreros para el clima frío del otoño.

"Así, es," dijo Candy, "usted ha sido un verdadero ángel de la guarda para nosotros.", dijo Candy sincera.

"No hay de qué, hijos míos. Sé que su camino apenas comienza." Les dijo el padre al recibir sus agradecimientos, "Y por lo que veo, será un camino de muchas bendiciones para ambos y para la familia que de seguro pronto iniciarán. Pero como guía espiritual de ustedes, quiero pedirles también que no se olviden de los menos afortunados", les dijo "y con eso no solo me refiero a los pobres." Les aconsejó con una mirada significativa.

Anthony se turbó un poco al escucharlo, pero luego de un momento, lo vio a los ojos y asintió en silencio. Candy miró a Anthony y viendo al padre, asintió también con una sonrisa.

"Lo haremos, padre.", dijo la rubia. "Hasta pronto, ¡lo extrañaremos mucho!", dijo Candy con lágrimas en los ojos, dándole un breve abrazo.

"Dios te guarde, hija." Le dijo el padre con una sonrisa, bendiciéndola al separarse.

"Gracias, padre Albino." Dijo Anthony. "Como Candy bien dijo, Dios lo puso en nuestro camino para no desampararnos." Le dijo Anthony con sinceridad, estrechando su mano. "Gracias de verdad." le dijo sincero. Luego al soltar su mano suspiró. "Sé que es un abuso de mi parte pedirle algo más después de todo lo que ya ha hecho por nosotros, pero… ¿Podría pedirle un último favor?"

"Si está en mis manos, Anthony.", le respondió el párroco con serenidad.

"¿Podría entregarle esta carta a mi primo Archibald o a mi primo Alistear cuando en algún momento los vea por el pueblo?", dijo sacando un sobre del bolsillo de su saco gris. "Solo a ellos, padre. Sin intermediarios."

"Por supuesto, Anthony. No sé cuándo sea, te he de confesar, pero lo haré." Le dijo recibiendo el sobre.

"¿Y entregar estos sobres también? Nos gustaría agradecer a las señoras Martha, Juanita y al señor Philip por sus gentilezas.", continuó el joven. "Sé que no aceptarían una ayuda monetaria de nuestra parte si se las ofreciera, pero he visto sus penas y sé que les ayudaría. ¿Podría explicarles usted que se trata de un regalo, y no de un pago de ninguna clase? Cada sobre tiene nombre para que, si nos hace el favor, ¿se los entregue de nuestra parte cuando ya nos hayamos ido?"

El padre sonrió por lo ingenioso del muchacho. "¡Ay!… ¡Anthony!, ¡quieres que mejor se enojen conmigo entonces!" le dijo riendo. Guardó silencio. "Descuida, muchacho." Le dijo, aceptándolos. "Yo me encargaré de dárselos. Les diré que no se ofendan porque es un regalo de la divina providencia." Le dijo contento.

"¡Gracias, padre!" respondió Anthony emocionado, deseando que el padre pensara lo mismo del sobre que él mismo había dejado en donación para la parroquia en la caja de ofrendas esa mañana. Y tras estrechar una última vez la mano del religioso, Anthony abrió la portezuela del vehículo para su joven esposa, y Candy - tras dar un último vistazo de nostalgia al lugar que tan feliz la había hecho - entró dentro del vehículo, tomando su lugar al frente. Anthony saludó una última vez al padre y rodeando el vehículo, subió al lado del piloto, y tras cerrar su portezuela, encendió el motor de su Cadillac azul y liberando el freno, llevó el vehículo a la calle a través del portón abierto y, tras salir, el padre cerró otra vez el portón de madera de la parroquia con discreción. Al avanzar por las calles, Anthony tomó la mano de su esposa con una sonrisa y ella se recostó en su hombro enamorada e ilusionada.

Y así, en medio del bullicio vespertino del pueblo, entre carretas haladas por bueyes, otros vehículos más sencillos que circulaban por las estrechas calles, y jinetes a caballo, el joven matrimonio Brower White abandonó el pueblo de Lakewood sin llamar mucho la atención, dirigiéndose rumbo a un futuro lleno de esperanzas y desafíos, en una ciudad muy lejana junto al mar.

Continuará…

¡Gracias por leer!

¡Espero les haya gustado el capítulo!

Muchas gracias por comentar el capítulo anterior queridos Anguie, Sharick, Guest 1, Guest 2, Guest 3, Guest 4, Guest 5 (¡Muchas gracias! Espero te haya gustado el de hoy), Julie-Andley-00 (¡Qué bueno que te gusta, Julie! ¡Un abrazo!), Guest 6 (¡Hola! ¡Es verdad!, ¡ambos son unos luchadores, y tengo fe en que serán recompensados también! Un abrazo!), Mayely león (¡Me alegra que te haya gustado el cumpleaños y lo decidido de Anthony! ¡Tengo fe igual que tú! ¡Un abrazo!), Guest 7 (¡Me alegro mucho de que te guste!), Cla1969 (¡Proprio così, amico mio! Le brave persone erano con loro. E come puoi vedere, proprio per questo motivo, nessuno lo ha scoperto. Hanno mantenuto bene il segreto, anche se la famiglia ha offerto denaro. ¡Un grande abbraccio!) En Español: ¡Así es, amiga! Buenas personas estuvieron con ellos. Y como verás, por eso mismo, nadie se enteró. Ellos guardaron bien el secreto, a pesar de que la familia creo que hasta ofreció dinero por cualquier información. ¡Ji, ji! ¡Un gran abrazo!) y GeoMtzR (¡También extrañé mucho a Stear y a Archie! Pero si no, talvez sí hubiese habido problemas. El Concejo tiene mucho poder, no solo la tía abuela. ¡Un gran abrazo, amiga!) ¡Y saludos a todos los lectores silenciosos también! ¡Ji, ji, ji!

¡Espero hayan disfrutado junto con los rubios de su día de bodas! En lo personal, ¡me alegré mucho por ambos al verlos tan felices! ¡Se lo merecen!

¡Les envío a todos un gran abrazo!

¡Bendiciones!

lemh2001

14 de septiembre de 2023

P.D. Publicaré la continuación el sábado. ¡Hgs!