—¡Darcy,dame de tu mejor brandy! —vocifero Fitzwilliam al abrir la puerta de su oficina.
—Imagino que hay una explicación para tu falta de modales —respondió él tomando una botella en sus manos.
—Por supuesto, pero primero —dijo tomando un vaso en sus manos—. ¡A Richard Fitzwilliam, el mejor primo del mundo!
—¿Entonces? —preguntó luego de acompañar a su primo en su brindis.
—No vas a creer mi día Darcy, sabes que Georgiana estaba sintiéndose un poco encerrada, y como el buen primo que soy… —respondió antes de comenzar su relato— …cuando sorpresivamente me encontré con nada más y nada menos que la señorita Elizabeth Bennet.
Sus manos comenzaron a temblar al escuchar el nombre de la mujer con la que no había dejado de soñar.
—No pude dejar pasar la oportunidad como entenderás, y le sugerí a Georgiana invitarla a tomar el té.
—¿Georgiana? ¿Usaste a Georgiana para eso? —La verdad es que no tenía motivos reales para quejarse, después de todo él había pensado en hacer lo mismo. Pero todo era demasiado repentino, no había tenido tiempo de hacer sus averiguaciones, de prepararse para buscar a Elizabeth, no habían pasado ni dos semanas desde Hunsford, era demasiado pronto.
—¿Cuándo?
—Mañana.
—¿Pero cómo? Aún no puedo verla —respondió alterado, sus manos habían comenzado a temblar. Las palabras con las que lo había rechazado comenzaron a repetirse nuevamente en su cabeza «el último hombre en la tierra con el que podría casarme.»
—Quita esa cara Darcy, deja de fruncir el ceño —respondió su primo—. ¿Cómo esperas ganar su buena opinión si la recibes mirando así? ¡Busca un espejo! ¡Relaja tu rostro! —añadió—. ¡No, no! No así Darcy, ahora pareces indispuesto.
—¡Dios mío Fitzwilliam! Déjame pensar —replicó aireado.
—¿Qué tanto tienes que pensar? La señorita Bennet viene mañana y tienes que actuar de la mejor manera posible —exclamó decidido.
—¿Cómo estaba ella? ¿Estaba aún molesta? —preguntó temeroso—. ¿Y su hermana?
—Se veía bien aunque algo nerviosa, pero difícilmente puedo reprocharle eso. Nunca mencionó a su hermana, estaba acompañada por una señorita Clementine Dagger, bastante encantadora la dama.
—¿Dagger? No he escuchado de esa familia.
—Comerciantes seguramente, bien vestida y excelentes modales, nada reprochable en la dama.
—¿Et tu? —dijo él con una ceja alzada.
—¿Qué te puedo decir? Nunca le diría no a una dama con un bello rostro y buena conversación —respondió Fitzwilliam alegre—. No te preocupes primo, no hay razones para temer, aquí estaré. Dios sabe que si te dejo solo eres capaz de no decir palabra —añadió levantando sus manos—. Yo me encargare de cubrir tus flancos, tu del ataque frontal.
Darcy estaba sin palabras, sería injusto de su persona dirigir sus problemas hacia su primo, su ira estaba completamente injustificada. Él ya había decidido no rendirse y aunque no había pensado en actuar hasta que algo más de tiempo hubiera transcurrido, no tenía más alternativa que aceptar que la vería.
—¿Y Georgiana, sabe algo? —preguntó, no había encontrado aún la manera de hablar con ella.
—No, pero quedó encantada con la señorita Bennet.
—Necesito hablar con el cocinero, y el mayordomo, pedirle a la señora Marsh que tenga todo arreglado, necesitamos bizcochos de limón, son sus favoritos —respondió.
—Así me gusta primo, ahora estas pensando, y báñate, apestas a alcohol.
Fitzwilliam tenía razón, desde su llegada a Londres se había encerrado en su oficina deseoso de ocuparse de todos sus asuntos pendientes, había pensado en que era una buena manera de distraerse, pero sus pensamientos regresaban continuamente a la misma mujer, beber más de la cuenta lo ayudaba a silenciar las voces en su cabeza, en todo caso no podía hacer mas sino esperar.
—LEduJA—
—Aún no puedo creer que me hayas convencido de hacer esto Clem ¿Has pensado que pueden negarnos la entrada?
—No lo harán —respondió su amiga mientras ella miraba por las ventanas. Las calles de Londres empezaban a cambiar, no era que la calle Gracechurch fuera un mal lugar, era limpio y ordenado, pero era imposible no observar la diferencia mientras se trasladaban por las zonas más afluentes de la ciudad—. Deja de quejarte, ya casi llegamos.
Los edificios se hacían cada vez más grandes y ostentosos, las casas de los nobles del reino y aquellos miembros de la gentry de grandes fortunas como el señor Darcy.
—Esa.
Elizabeth alzó la vista hacia una gran mansión de 4 pisos con una fachada relativamente sencilla en comparación con la de sus vecinos.
—No puedo Clem, por favor, déjame enviar una nota, puedo decir que estoy enferma —insistió ella intranquila.
—Demasiado tarde Eli, no creo que ese sea el mayordomo —replicó ella señalando por la ventana. El señor Darcy la esperaba.
—LEduJA—
Darcy palideció el ver abrirse las puertas del carruaje. Había pensado en esperar en la sala junto a su primo y su hermana, pero la ansiedad por verla había terminado por vencerlo, y al escuchar el carruaje en el camino de piedra se había puesto en pie decidido a mostrar su respeto.
—Señorita Bennet —saludó nervioso al extender su mano para ayudarla a bajar del carruaje.
—Señor Darcy —respondió ella sin levantar su mirada, su voz delicada y temblorosa.
Que terrible era todo, sus esperanzas cayeron derrumbadas una vez más, Elizabeth no era capaz ni de verlo ¿Era demasiado esperar ver sus finos ojos? ¿Era tan poco lo que merecía? ¡No por Dios, sabía que no lo era!
—¿Y su familia señorita Bennet? ¿Cómo se encuentran sus padres? —intentó una vez más recobrando el aliento.
—Están todos bien señor Darcy, gracias por preguntar —respondió ella alzando la mirada por primera vez, estaba nerviosa, podía verlo en el temblor de sus manos y el tremor de su voz, quizás tanto como lo estaba él ¿Qué le hizo pensar que era buena idea esperarla en la puerta?
—Me alegra escucharlo.
—¿Cuántos días lleva en la ciudad? —preguntó, necesitaba demostrarle que podía actuar de mejor manera, que sus modales no eran tan abismales y desagradables como lo había pensado.
—Cinco días señor Darcy.
—¿Y dónde se está quedando? —preguntó intentando relajar su rostro.
—Con mis tíos en Cheapside —respondió ella un poco desafiante. Darcy recordó lo que había dicho durante su propuesta, la manera en que los había insultado y humillado por su condición social. Era claro que Elizabeth no lo había olvidado.
—Por supuesto —respondió apresurado—. ¿Y sus padres están bien? ¿y todas sus hermanas?
Darcy quedo perplejo al darse cuenta de lo que había hecho, era la segunda vez que preguntaba lo mismo, maravilloso espectáculo el que estaba presentando.
—Sí, todos están muy bien —respondió ella con una muy leve sonrisa, no dudaba de que se había percatado de su error. Insensateces, tonterías, caprichos e inconsecuencias la divertían, al menos había logrado eso.
—Señorita Bennet ¿me presentaría a su amiga? —preguntó él intentando recobrar la compostura.
—Sí, claro, señor Darcy, permítame presentarle a mi amiga Clementine Dagger, de Ironforge en Lincolnshire y Londres. Clementine, el señor Darcy.
La otra dama era tan joven como Elizabeth, pero distinta a ella, de ojos verdes y cabello negro como el azabache. No conocía bien Lincolnshire pero por el nombre que había dado se imaginaba que su familia debía tener alguna propiedad digna de mención.
—Por favor, vengan conmigo, mi hermana y mi primo esperan adentro —ofreció él con un gesto de sus manos.
La señorita Dagger tocó ligeramente el brazo de Elizabeth. A pesar de lo difícil de la situación le alegraba ver que alguien la apoyara, aunque le sorprendía que no fuera su hermana, estaba bastante seguro de que aun debía permanecer en Londres.
La sala en la que esperaban sus familiares estaba reluciente, por mucho que Elizabeth hubiera criticado su orgullo, era imposible para él no sentirse de tal manera, eran los resultados de generaciones de trabajo y esfuerzo, no simple vanidad. Y su hogar se sentía más brillante con su presencia. Durante años había sido un lugar tranquilo, frio, desolado, solitario, no era que no amara a su hermana, o no agradeciera las visitas de su primo, pero algo faltaba, y eso era ella.
—¡Señorita Bennet, señorita Dagger! —saludaron Georgiana y Fitzwilliam al mismo tiempo. Las mesas perfectamente preparadas y decoradas por la señora Marsh, su ama de llaves. Tanto así que el resto de sus empleados sospechaban de la importancia de sus invitadas.
Por suerte ya no eran necesarias mas presentaciones, Elizabeth saludó amablemente a su hermana e intercambio unas pocas palabras con su primo antes de sentarse con ella en uno de los muebles, Georgiana parecía verdaderamente alegre. Su amiga, la señorita Dagger demostró de igual manera tener unos modales bastantes agradables, y tomó con beneplácito la silla que su primo le había ofrecido antes de iniciar rápidamente una conversación que parecía ser bastante animada.
—Hermano, por favor siéntate a mi lado —imploró su hermana, que sin saberlo se había encargado de salvarlo. No es que hubiera pensado en actuar como siempre, pero por un momento se había sentido como si no tuviera un lugar al ver como todos interactuaban de esa manera que tan difícil era para él.
La conversación inició de la misma manera en que iniciaban todas las conversaciones entre gente educada y culta, el clima, las vías, los mismos temas aburridos y de poca importancia que por algún motivo parecían ser necesarios. Él observaba y se mantenía callado, su mente regresando nuevamente a su torpeza al saludar a Elizabeth. Se había quedado paralizado como en tantas otras ocasiones ¿Por qué se le hacía tan difícil hablar en su presencia?
—¿Cómo ha encontrado la ciudad? ¿Ha visitado algún lugar interesante? —preguntó él al sentir la mirada firme y impaciente de su hermana.
—¡Oh! —Exclamó al escuchar su pregunta—. Solo he visitado algunos parques —respondió Elizabeth quizás con algo de timidez.
—Puedo imaginarlo, conozco su afición por la naturaleza.
—Señor Darcy, su hermana va a pensar que soy una criatura del bosque, una de esas que no hace más que ensuciar sus vestidos en el lodo.
—Y alborotar su cabello en el viento — respondió él recordando absorto haberla encontrado camino a Netherfield, lo maravillosamente hermosa que se veía a pesar de la preocupación por su hermana. Segundos luego sintió un escalofrió recorrer su cuerpo, ahora iba a pensar ella que la estaba criticando, «idiota» pensó él.
—Discúlpeme señorita Bennet, lo que trataba de decir es que se veía muy bien ese día —añadió rápidamente tratando de corregir su error.
Darcy pudo ver un ligero rubor en sus mejillas.
—Fitzwilliam ¿Qué dices sobre escuchar algo de música? —preguntó su primo, gracias a Dios no se había olvidado de prestar atención.
—Encuentro curioso coronel como su apellido y el nombre de su primo es el mismo —observó la señorita Dagger.
—Vieja tradición familiar señorita Dagger, el primogénito suele llevar como nombre el apellido de la familia materna —respondió su primo con esa soltura en el habla de la que carecía.
—Puede ser confuso, y complicado al mismo tiempo —añadió él intentando crear una buena impresión de su disposición a participar en la conversación.
—¿De qué manera? —preguntó Elizabeth.
—El apellido de soltera de mi madre es Fitzpatrick, imaginen entonces la larga discusión tras el nacimiento de mi hermano, Fitzpatrick Fitzwilliam ¡horroroso! — Replicó su primo con dramatismo—. Gracias a Dios que mi padre declaró firmemente que su heredero no podía ser condenado a tal nombre.
—¿Y cómo lo llamaron?
—Ah, Patrick Fitzwilliam ¡Darcy no tuvo tanta suerte! —respondió el coronel entre risas.
Quizás por primera vez en su vida sintió envidia de su primo, de esa facilidad que tenia para entretener a las damas. Tal vez hasta un poco de celos, le habría gustado haberse ganado una de las sonrisas de Elizabeth. Pero a pesar de eso agradecía que estuviera ahí para salvarlo en esos momentos en que no sabía que decir.
—Señorita Bennet, de verdad que quiero escucharla tocar y cantar —dijo su hermana al terminar de reir.
—Si Elizabeth, toca algo para nosotros —añadió su amiga—. Hace mucho que no te veo hacerlo.
—¿Y esta conspiración contra mi persona? —Preguntó ella con humor—. Solo vine a tomar el té, no a demostrar mis dudosas habilidades entre quienes seguramente están acostumbrados a lo mejor.
Georgiana actuando de una manera muy distinta a la de los últimos meses insistió de una forma tan sincera que dudaba Elizabeth fuera capaz de resistir
—Ah veo que no puedo negarme señorita Darcy –respondió ella al tiempo que la señorita Darcy colocaba una silla al lado del piano.
Elizabeth era realmente maravillosa, no podía retirar sus ojos de su rostro, esa manera en la que tocaba, la honestidad de su sonrisa, la forma en la que atendía a su hermana y la trataba como una verdadera amiga. Era justo lo que había imaginado tantas veces, verla ahí en su hogar con esa sinceridad y ese calor que solo encontraba al sentirla cerca ¿Pero se había equivocado no? Nada de eso había sido para él.
Sin embargo eso no lo detuvo y al escucharla terminar se puso de pie— ¡Bravo, maravilloso! —exclamó. El estruendo de su pecho fuerte y constante, una tormenta de emociones y sentimientos que nunca había expresado abiertamente, como nunca se había atrevido antes.
