Era la madrugada del sábado 5 de noviembre del 2022, yo me encontraba en un bar de mi ciudad, un pequeño bar nuevo sin nombre que abrió hace poco. Estaba allí acompañando al barman, dueño y único empleado del lugar durante "la gran inauguración". Como soy su amigo me pidió el favor de que estuviera allí en su primera vez al menos hasta que llegaran clientes. Pero no llegaría ningún cliente... O al menos eso era lo que yo creía...

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Mi nombre es Ángel y yo no era precisamente guapo, con mis 32 años de edad en aquel entonces me consideraba alguien normal. 1,70 metros de estatura, piel morena clara, cuerpo esbelto, pocos músculos, cabello corto negro, ojos verdes oscuros y un rostro que no me hacía verme tan varonil. "Pasable" sería una buena manera de describirme ya que de seguro habría alguien que querría darme una oportunidad, o al menos pensaba así ya que alguien ya me la dio porque en realidad yo estaba casado...

Mi esposa se llamaba Patricia, era una mujer gordita y bajita de 40 años, con piel blanca como la porcelana, ojos azules y pelo rubio rizado. Yo diría que era un poco linda, no era ninguna súper modelo pero pensaba que para mí estaba bien... Pero lo que no estaba bien era nuestra relación, el principal problema era que nos veíamos muy poco y cuando lo hacíamos ya no teníamos sexo. Yo trabajaba de día en una oficina y ella de noche en un restaurante, a veces habían semanas enteras en que ambos no estábamos a la vez en casa ya que ni siquiera nuestros días libres coincidían, o al menos eso era lo que ella me decía...

Pasada la medianoche del 4 de noviembre estando yo solo en nuestra cama, curioseando con mi teléfono celular en las redes sociales de mi mujer descubrí que me era infiel con uno de sus compañeros cocineros, o eso pensé por ver fotos de ellos muy apegados íntimamente en lo que parecía ser una fiesta. Estallé en ira y como siempre ella no estaba para recriminarle eso y cuando le llamé a su celular éste se encontraba apagado.

Quería hacerle pagar por traicionarme, de cualquier forma... No, quería que fuese con la misma moneda. Deseaba también ponerle los cuernos y luego ordenarle que deje su trabajo o sino yo la dejaría a ella.

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Ésa era la verdadera razón por la que estaba yo allí casi 24 horas después, en ese pequeño bar recién abierto supuestamente haciéndole un favor a un amigo pero más bien era yo el que necesitaba ayuda. Me vestí con un conjunto de ropa todo de color negro, zapatos deportivos, camisa con mangas largas y pantalón de traje, en contraste debajo tenía un bóxer blanco de fino algodón. Y por supuesto, me quité mi anillo de casado y lo escondí dentro de mi billetera.

Pero había algo inusual en mí, un collar adornaba alrededor de mi cuello, un collar como si fuera el de un perro...

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Al momento de casarnos mi esposa aún no trabajaba y nuestra vida sexual sí era muy activa, hacíamos el amor casi todas las noches y hasta veíamos pornografía juntos. Un buen día descubrimos de esa manera el mundo del BDSM y empezó a darnos bastante interés todo lo relacionado con el tema. Imitábamos lo que veíamos en los vídeos de forma simple e improvisada, como usar los cinturones de mis pantalones para darnos latigazos o emplear el hilo de lana que ella usa en tejer para practicar bondage.

Casi siempre era yo quien le dominaba y ella actuaba de sumisa, recuerdo hacerle cosas como vendarle los ojos o atarle a la cama. Aunque raras veces Patricia deseaba ser como las famosas dominatrix de internet y me tocaba a mí someterme, pero no me molestaba.

Aún así, me sorprendió bastante que una vez me regaló un collar para perro hecho de cuero negro, pidiéndome que lo use en mi cuello todo el tiempo para que todos vean que soy su mascota, copiando eso de un relato que leyó hace poco.

—Prometo que nunca me lo quitaré— le dije juguetonamente y ella afirmó contenta que me sacaría a pasear con correa pronto, aunque eso último nunca pasó...

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Y cumplí con mi promesa hasta ese momento, incluso en ese momento, yo con mi collar puesto estando en un bar con intenciones de coquetearle a cualquiera sólo para portarme mal con la que aparentemente era mi dominatrix. Pero nadie cruzaba por la puerta de ese local, yo estaba sentado en un asiento cerca de la barra donde del otro lado mi amigo me ofreció gratis cualquier trago que yo quisiera pero de momento rechacé esa oferta.

No soy muy fan del alcohol además no deseaba estar ebrio aún, al menos no al momento de iniciar la conversación con la primera mujer disponible que llegue a entrar. Planeaba en mi mente emplear trucos clásicos como decir respetuosamente: "¿Esperas a alguien, linda? ¿Puedo invitarte algo para tomar?" Además pensé que si empezaba a beber ya, luego terminaría emborrachándome solo y me pondría a llorar lamentándome pensando en Patricia...

Pasaron las horas y ya estaban por ser las 5 de la mañana. El barman decidió que lo mejor era cerrar ya el local, se dirigió a una habitación al fondo detrás de él y desapareció de mi vista. Esperé un rato e igual decidí que ya debería irme, tenía que estar a las 7 en el aeropuerto y no dormí nada. Debía hacer un viaje de negocios a otra ciudad, dos semanas enteras lejos de casa y diría que serían también dos semanas enteras sin ver a mi esposa aunque eso sería igual aunque yo no viaje...

Ideé que consumaría mi venganza en esa otra ciudad, le pagaría a alguna prostituta por sus servicios y listo, ya que ya no quería intentar de nuevo esto de probar suerte en un bar. Me levanté del asiento para dirigirme a la salida y fue en ese momento en que la vi...

Una mujer joven despampanante se encontraba sentada en una silla junto a la puerta, con una pierna cruzada sobre la otra. Su piel era de un rosa claro algo bronceada y tenía un cabello de color naranja que parecía una cascada de fuego, atado en una larga coleta entrenzada sobre su espalda. Usaba un muy sensual vestido rojo sangre de una sola pieza que le llegaba hasta un poco más arriba de sus rodillas y su escote estaba muy al descubierto, tapando lo justo y necesario. Podría apostar que sus medidas eran el perfecto 90, 60, 90 o al menos estar muy cercanas a ello, se notaba también que tenía un cuerpo muy cuidado y ejercitado. A juego con su vestido calzaba unos zapatos con largos tacones de aguja. En cuanto a su estatura diría que era un poco más baja que yo y por su hermosa carita supuse que tenía como 25 años. Sus ojos de un color verde más brillante que los míos apuntaban directamente hacia mí, más bien hacia mi cuello...

No me había percatado del momento en que ella entró. Estaba yo allí de pie sin saber qué hacer como por un minuto sólo viéndola, hasta que con su mano derecha hizo un gesto para que me acercase y así lo hice. Luego separó levemente sus carnosos y pintados labios púrpuras para hablarme despacio.

—Hola perrito— me dijo.

—Buen día señorita— le respondí confuso pero amablemente.

Me preparaba para decirle que yo no trabajaba allí y que el encargado volvería enseguida pero ella con su dedo índice señaló a la silla que tenía justo enfrente, separada por una muy pequeña mesa de cristal.

—Siéntate— me ordenó.

Y me senté, casi como por reflejo, guardando silencio y esperando a que ella dijera algo más.

—¿Cómo te llamas?

—Dígame Ángel. ¿Cómo puedo llamarle yo a usted?

—Soy Abby, un placer.

Al oír eso decidí comenzar a tirarle fichas.

—El placer es mío... Y puede que usted será un placer mío también...

Creo que hizo efecto en ella porque sonrió pícaramente antes de seguir interrogándome.

—¿Eres de por aquí?

—Sí, soy de la ciudad. ¿Usted?

—Igual. ¿Tu edad?

—Umm, 32 años— dudé al decirlo pero al final fui sincero.

Luego volví a quedarme callado pero esta vez eso pareció molestarle por lo que me habló casi gritando.

—¡¿No vas a preguntarme cuántos años tengo?!

—Amm, es una falta de respeto que un caballero le pregunte su edad a una señorita bonita...

Al decir eso creí que ya lograría cautivarla pero estaba equivocado.

—Aww no seas tan cursi, baboso. Y eso es algo que debes saber, tengo 21.

Me alteró lo que dijo y que su edad fue menos de lo que calculé. Ya quería rendirme y abandonarla pero me arriesgué jugando mi última carta diciendo lo que suele engatusar a chicas jóvenes...

—Mmm me gusta que usted sea muy madura para su edad, señorita Abby...

—Sí, lo soy. Y "usted" no me parece que sea un ángel, señor caballeroso. Así que sólo te diré perrito.

Con eso ya me sentí derrotado y más al comprender la indirecta de que no le agradaba que yo no le tuteaba. Intenté levantarme para irme pero ella me fulminó con su mirada y habló muy seriamente.

—Quieto ahí, y contéstame. ¿Eres sumiso?

Me quedé en mi silla y abrí la boca pero no dije nada, como no obtenía respuesta ella ahora apuntó su dedo índice a su propio cuello y siguió haciendo preguntas.

—Tu collar. ¿Tienes dueña? ¿Ooooo dueño?

—No... No tengo... Tenía...- le mentí.

—Oh comprendo, ahora eres un perro callejero pero sigues usando collar sólo para que todos sepan que lo eres.

Luego de escuchar eso sólo bajé mi cabeza apenado, y lo siguiente que vi en esa posición fue el zapato derecho de esa impulsiva chica acercándose a mi entrepierna para acariciarla. Sorprendido, rápidamente volví a mirarle a la cara.

—Me gustaría jugar contigo, perrito.

—Ah... ¿A qué juego quieres jugar?— dije tontamente por estar muy nervioso, creo que eso no le hizo mucha gracia porque empezó a pisarme con fuerza allí.

—A hacer de todo contigo, estúpido.

Y el bulto en mi pantalón se paró de golpe chocando contra la suela de su zapato, ella notó eso y siguió pisoteándolo mientras se mordía el labio inferior.

—Uy, veo que te gusta que te hagan esto. ¿O acaso te gusta que te insulten?

—Yo... yo no... Nngghh— no podía hablar ni pensar, de mi boca sólo salían quejidos suaves.

—Creo que sería divertido hacer de ti un buen sumiso, o al menos intentarlo, jejeje.

Un segundo después levantó su otra pierna y yo separé las mías al sentir su otro zapato apoyándose contra mi ingle, ella se acomodó de forma que las agujas de sus tacones se clavaban cada una directamente en mis testículos, la tela de mi pantalón y el algodón de mi bóxer mitigaban un poco el dolor, pero eran unos tacones tan puntiagudos que me hacían sollozar un poco.

—¡Aush...! ¡Ay...!

Lo siguiente que Abby hizo fue que buscó mi pene con las puntas de sus zapatos para sostenerlo y aplastarlo entre ambos, lo que ocasionó que enseguida se erecte contra mi cuerpo. Quizás buscando que crezca aún más, levantó su vestido con su mano izquierda enseñándome su tanga de color negro que brillaba de tal forma que me recordó a las piedras preciosas de ónix y comenzó a tocarse allí con los finos dedos de su mano derecha, adornados con largas uñas pintadas como el mármol blanco. Comenzó a soltar gemidos bajos pero lo suficientemente altos para que yo pueda escucharlos.

—Mm, mmmm.

Para intentar calcular y medir el tamaño de mi miembro, hizo que apuntara hacia ella usando siempre sólo sus zapatos y así se me paró del todo dentro de mi pantalón llegando a unos 14 centímetros, el máximo a lo que podía llegar, pero esa chica no lo sabía. No estando conforme con eso, comenzó a agitar las puntas de sus pies con mi pene ardiendo al medio para masturbarme lenta pero duramente, pero en ningún momento sus tacones se desclavaban de mis huevos por lo que yo sólo chillaba más y más.

—¡Oooh...! ¡Ahhh...!

Yo no podía creer lo que estaba viviendo en ese momento, todo iba tan deprisa por lo que me sostuve con fuerza de la mesa intentando aguantar y procesar lo que ocurría. Las venas de mi verga se hinchaban como nunca en la vida y esa pelirroja parecía disfrutarlo ya que me fijé en como con sus dedos frotaba mucho más deprisa su tanga, sobre la zona de su clítoris. Yo le veía cerrando involuntariamente mi ojo izquierdo mientras jadeaba apenado y todo mi cuerpo vibró de un escalofrío al volver a escucharle hablar.

—Me gusta la cara de puto que pones.

En ese momento pensé en mi otro "problema" que tengo: tardar demasiado en eyacular. Mi pene tendría que estimularse como por una hora para que expulse el semen. En compensación produzco una excesiva cantidad de líquido preseminal transparente, o precum como me gusta decirle, aunque sólo cuando me excito bastante. No sé por qué pero funciono así.

De repente Abby alejó un poco sus pies para apoyarlos sobre mis rodillas, dándome un espectáculo por quedar ella bien abierta de piernas frente a mí, y susurró algo muy lujuriosamente.

—Si quieres que siga consintiéndote entonces ladra para mí.

No le presté atención ya que me quedé embobado viendo su vagina ya empapada y marcada por su ropa interior, eso le hizo enfurecer porque frunció el ceño y gruñó con rabia.

—¡Ladra, perro!

—¡Gua! ¡Guau! Ejeje...— ladré torpemente y se me escapó una risita por hacerlo así sin pensar.

Luego de eso ella volvió a calmarse, teniendo ahora una expresión muy pervertida en su rostro. Acomodó sus pies sobre mí de forma que ambas plantas de sus zapatos se apoyaban entre sí y el bulto de mi miembro penetraba en el hueco que se formaba al medio, rozándose también con las agujas de sus tacones pero esta vez no me clavaban.

Con su mano derecha levantó aún más su vestido y agarró el borde de su tanga para jalarla hacia arriba muchas veces para que le frotara el coño y sus labios vaginales descubiertos devoraban el largor de lo que ahora se veía como un fino hilo de forma exquisita, con su mano libre se daba palmaditas suaves en toda esa zona. Sin detener eso, ella subía y bajaba sus piernas para masajearme así el pene, cada vez más rápido, cada vez más duro.

Estuvimos así como por 5 minutos, Abby tocándose con sus manos y haciéndome a mí una paja con sus pies, hasta que disparé una gran cantidad de precum que sobresalía a presión a través de la bragueta de mi pantalón. No fue un orgasmo pero aún así fue algo muy intenso para mí por lo que gemí fuerte como si hubiera sido uno.

—¡OOOH! Carajo...

La pelirroja parecía querer continuar con eso pero detrás de mí y detrás de la barra del bar apareció mi amigo, el encargado. Entonces ella me dio una fuerte doble patada en mi pene y en mis testículos para apartarme a mí y a mi silla, yo me quedé sin aliento llevándome ambas manos a la entrepierna y Abby se levantó de un saltito como si no hubiera pasado nada para acercarse a la barra mientras se reacomodaba su vestido.

—¡Por fin!— gritó un poco fuerte. —¡Dame lo más fuerte para beber que tengas!

El barman puso primero una cara de sorpresa para cambiarla enseguida por una de tristeza y luego le explicó que ya estaba por cerrar el lugar por hoy. Abby se puso a gritar aún más fuerte.

—¡Pero si la noche apenas empieza!

Dijo eso cuando justo en ese momento comencé a ver al crepúsculo del amanecer asomarse por una de las ventanas. Por un momento pensé que esa chica estaba borracha pero en realidad estaba completamente sobria, no era broma que su noche de fiesta recién empezaba pero la mía ya debía de terminar...

Sin decir ni una palabra más ella se dio la vuelta enfadada y, sin importarle que yo seguía sobándome donde me dolía, me agarró del brazo y prácticamente me arrastró fuera del bar. No pude ni despedirme de mi amigo.

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Caminé detrás de ella por un par de calles. Me sostenía de mi muñeca izquierda como si estuviera guiando a un niño pequeño, aunque también me lastimaba un poco con sus uñas así que agité mi brazo para librarme de su agarre. Se giró para encararme sin decir nada así que tuve que hablar yo.

—¿Qué...? ¿Qué haces? ¿A dónde me llevas?

—¿Qué parece? Vamos a otro lugar donde podamos beber y divertirnos. ¿O no quieres?

¿Quería? No lo sabía... Esa mujer acababa de darme mucho placer apenas conocernos, pero de la misma manera también me hizo sentir mucho dolor por lo que me intimidaba bastante. Salí rápido de mis pensamientos para decirle la verdad.

—Debería irme ya a casa...

—Pero si aún no bebiste nada tú tampoco.

¿Cómo lo sabía? Al parecer estuvo observándome y analizando bastante antes de que me diera cuenta que estaba allí cerca de mí. Decidí explicárselo todo.

—Yo sólo estaba en ese bar para acompañar al dueño, ahora tengo que ir a preparar mis cosas porque debo tomar un avión a otra ciudad en un par de horas.

Noté como la mirada de Abby se apagaba un poco y sus labios me mostraban una mueca de tristeza, pero ella habló de manera decidida ocultando eso.

—¿Eso es verdad o yo te asusto y quieres escapar?

Debatí en mi mente durante unos segundos y junté valor para hablarle desde el corazón.

—No me asustas... Es sólo que... Wow, eres increíble y no dejas de impresionarme. De verdad debo irme a un viaje de negocios pero luego me encantaría volver a verte.

Los ojos de Abby volvieron a iluminarse y esta vez ni intentó esconder su expresión de alegría.

—¡Genial! ¿Cuándo regresas?

—Hmm, en la mañana del 24 de noviembre.

—¡Más de dos semanas! Pues ni modo, espera.

La pelirroja agarró un pequeño bolso de mano de color dorado que recién en ese momento noté que llevaba consigo, lo abrió y rebuscó dentro para sacar una libreta y un bolígrafo. Escribió rápido allí, arrancó esa hoja y me la entregó. Tomé la hoja y la leí, allí estaba escrito con una hermosa letra: "10:00 AM - 24/11 - Hotel Amárrame", y debajo estaba la ubicación del lugar a unas calles cercanas de donde nos encontrábamos. ¿Era allí a donde me llevaba de la mano? Tragué saliva al releer el nombre del hotel...

—Te ordeno que estés allí a esa hora para darte el día más placentero de tu vida- dijo Abby con la voz más sensual que podría imaginar.

En respuesta sólo pude asentir sonriendo como un bobo.

—Perfecto, pero como me harás esperar tanto tiempo tendré que darte un castigo.

Guardó su libreta y bolígrafo en su bolso para luego sacar de allí una pequeña navaja, preparó su filo y yo retrocedí un paso asustado. Ella fue ágil y rápidamente acercó la navaja a mi cuello... De un tajo cortó mi collar y me lo quitó. Totalmente aterrado retrocedí tres pasos más y le grité por primera vez.

—¿¡Qué haces con eso, loca?!

—Esto lo tengo para defensa personal por si acaso, pero ahora me fue útil para arrancarte esta cosa y así no llamarás la atención de las perras.

Me mostró lo que era mi collar para luego arrojarlo a un bote de basura cercano, con una expresión de triunfo guardó su navaja en su bolso para ahora sacar un cigarro y un encendedor, lo prendió y empezó a fumar mientras se acercaba lentamente a mí.

—Ah sí, tu castigo será que te prohíbo follar hasta que volvamos a vernos.

Dio un paso largo hacia mí pisando fuerte de modo que hizo mucho ruido en el suelo con su tacón.

—También te prohíbo toquetearte, quiero que guardes toda tu leche.

Otro paso más igual de imponente y ya estaba frente a mí.

—Si cumples entonces te haré mi sumiso oficialmente.

Y comenzó a frotar de lado su rodilla izquierda contra mi entrepierna, con su mano derecha acarició un poco mis nalgas y con la otra seguía sosteniendo su cigarro.

—Lo harás. ¿Verdad que sí, perrito?

Con mi cara completamente roja respondí intentando seguirle el juego, un juego que yo sí quería jugar, pero de la vergüenza lo dije tartamudeando.

—S-sí lo ha-haré... Mi am... Mi Ama.

Como recompensa ella dio una buena probada de su cigarro para echarme el humo en la cara y luego soltó mi culo para darme una fuertísima bofetada en mi mejilla izquierda que casi me hace caer al suelo.

—Eso fue por gritarme y decirme loca.

Y con sus dedos agarró y estiró con fuerza mi verga en mi pantalón que ya estaba completamente parada de nuevo, la jalaba tan fuerte que creí que me la iba a arrancar.

—Perdón... Perdóneme Ama— volví a decirle "Ama" para averiguar si eso le molestaba. Al parecer no porque aflojó su agarre y más bien comenzó a pajearme sobre la ropa, lenta pero firmemente.

—Te perdono. Pero quiero que cuando nos veamos pagues el hotel. ¿Eres un caballero, no?— dijo eso sin dejar de meterme mano en plena acera, acelerando el ritmo. Nadie más estaba por allí cerca viendo eso ni escuchándome gemir.

—Ahhh... Lo soy... Por supuesto que lo pagaré... Mmmm...

—Así me gusta, buen chico.

Y se me acercó aún más para besar intensamente la mejilla que me abofeteó recién mientras que con sus largas uñas pellizcaba la zona de la cabeza de mi glande.

—Mmmuaaa.

Con eso sentí que me derretía y volví a disparar mucho líquido preseminal mojando nuevamente mi bóxer y mi pantalón a la par de que yo suspiraba encantado.

—Ooohhhhhhhhh...

Abby se separó un poco de mí y frotó sus dedos acercándolos a sus ojos, los observaba para corroborar que no fue semen con lo que se mojaron. Sonrió satisfactoriamente y habló con un tono divertido.

—Muy bien, recuerda que tienes prohibido correrte hasta el 24, y así te concentrarás sólo en tus negocios.

Me guiñó su ojo derecho, limpió su mano con mi camisa por sobre mi pecho y se dio la vuelta alejándose un par de pasos para ahora hablar seriamente sin verme, dándome la espalda.

—Ahora vete, corre que se te hace tarde. Y no me falles mi futuro perrito, hasta pronto.

Y se fue, alejándose meneando su cuerpazo lentamente sin voltear atrás. No pude decirle adiós ni nada ya que me quedé hipnotizado viendo su fabuloso trasero que bailoteaba al moverse. Aparté mi vista de allí cuando ella miró hacia el medio de la calle y expulsó una última bocanada de humo de su cigarro, el único que fumó en todo este tiempo, luego arrojó la colilla al medio de la carretera y siguió caminando hacia el frente sin detenerse.

Me espabilé e hice lo que se me encomendó, di media vuelta y corrí a mi automóvil aunque fue difícil por aún estar empalmado, algunas personas que me vieron pasar se dieron cuenta de eso.

Ya estando dentro de mi coche pensé que existía la pequeña posibilidad de que mi esposa estuviera en casa, así que saqué mi billetera para volver a ponerme mi anillo de casado y en su lugar guardé la hoja de la libreta de Abby con sus indicaciones.

o o o

En el trayecto mientras conducía me acaricié la mejilla y me di cuenta que estaba muy manchada con lápiz labial púrpura, apresuradamente lo limpié con un pañuelo que siempre llevo y caí en cuenta de que yo ya no tenía mi collar.

—Ya inventaré una excusa para eso luego- me dije.

Al llegar a casa para mi no sorpresa, Patricia no se encontraba. Pero revisé mi celular y encontré mensajes de ella, me escribió que se quedó sin batería y no se había dado cuenta por tener muchos quehaceres en el restaurante, también me deseó buena suerte en mi viaje y luego leí algo que sí me sorprendió. Me comentó que sus vacaciones empezarían el 24 de octubre, el mismo día en que yo regresaría, por lo que volveríamos a pasar mucho tiempo juntos.

Le respondí secamente que yo más bien volvería a la noche del 24, y en vez de escribirle algo más me puse a curiosear de nuevo en sus redes sociales y me llevé otra gran sorpresa. Su compañero cocinero, con el que creí que me puso los cuernos, iba a casarse pronto. Contraería matrimonio con una chica que yo no conocía pero investigando su perfil descubrí que era enfermera y ya llevaban un año siendo pareja.

Volví a revisar las fotos de antes en las que vi que él y mi mujer estaban juntos pero esta vez presté atención a los comentarios para entender que estaban celebrando la despedida de soltero de ese sujeto.

Pensé muchas cosas, quizás mi esposa no me fue infiel. Se habrán dejado llevar un poco por el alcohol, bailaron juntos y hubieron algunos roces y caricias y nada más. Me cuestioné si todo lo que yo hice con Abby contaba como infidelidad o no, y si de verdad quería volver a ver a esa chica tan joven... Incluso llegué a pensar que si Patricia se acostó con ese hombre yo debería dejarlo pasar... Y hacer como si no hubiera ocurrido nada si él estaba por casarse, además yo acababa de hacer algo similar. Ambos casos podrían ser cosas de una sola vez y ya luego nunca más...

Salí de mis pensamientos al darme cuenta que se me hacía súper tarde para ir al aeropuerto, sólo preparé una maleta y no me dio tiempo de bañarme ni cambiarme de ropa, me quedé con el mismo conjunto negro manchado de mi precum aunque creí que no se notaba tanto. Corrí a mi auto de nuevo y lo puse en marcha.

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Estando ya sentado en mi asiento, sin tener a ningún otro pasajero cerca, me entretuve viendo a las azafatas ir y venir por el pasillo del avión. Me fijé en sus uniformes, en sus pechos, en sus piernas. Me dí cuenta que en cuanto a belleza no se parecían en nada a Patricia... Y tampoco se parecían en nada a Abby, ella estaba incluso por encima en otro nivel.

Toqué mi cuello con las puntas de mis dedos y sentí nostalgia al extrañar mi collar. En ese momento decidí sí cumplir con mi castigo, no tendría sexo con nadie ni me masturbaría en todo lo que duraría mi viaje de negocios. Lo haría para seguir la orden de Abby y/o para serle fiel a mi esposa, sentí la necesidad de serle fiel a alguien...

Cerré los ojos y me quedé dormido. Tuve una combinación de sueño húmedo con pesadilla en que aparentemente yo hacía un trío con un par de monstruosas mujeres sin rostros pero con cuerpos similares al de esas dos mujeres que no salían de mi cabeza. Parecía que sus cabellos cambiaban de forma y de color constantemente y estaban completamente desnudas. Yo también me encontraba desnudo y recostado boca arriba sobre un suelo oscuro, sin poder moverme, paralizado.

Creo recordar que una de ellas se montaba sobre mi verga para saltar de una forma tan violenta que me rompía las costillas... La otra se quedaba quieta sentada en mi cara, en mi boca, buscando ahogarme... Luego intercambiaban lugares y me hacían lo mismo, una y otra y otra vez.

Así estuve durante todo el vuelo sin poder despertar. Agitándome, sufriendo una durísima erección y chorreando aún más líquido preseminal en mi pantalón, tanto que ya parecía que me oriné encima. Así hasta llegar a mi destino.