¡Feliz Año Nuevo!

Les traigo aquí una nueva historia, una que tiene lugar en mi Heroverse AU. ¿De qué se trata este AU, se preguntarán? Pues, en pocas palabras, es un AU inspirado en el MCU (o UCM en Español) donde los chicos Loud son todos huérfanos con superpoderes, y los seguimos en sus aventuras individuales mientras se convierten en héroes, apuntando en definitiva a un crossoever estilo Vengadores.

Esta historia es la tercera del Heroverse. Las primeras dos son, en orden de lanzamiento: Ace Savvy: Una Nueva Esperanza (la primera que lanzó el AU, centrada en Lincoln con cameos de Lori, Leni, y quizás alguien más…), y Power Chord: High School Musical (centrada en Luna, Luan, y quizás alguien más…). Sin embargo, sólo para que quede claro, no es necesario leer esas historias antes de leer esta. Sí, Lincoln estará aquí como Ace Savvy así que quizás quieran leer acerca de su pasado o cómo conoció a Lori y Leni, pero no es necesario que sepan esas cosas para disfrutar esta historia.

También he dibujado varios fanarts acerca de mis dibujos y qué más sobre el Heroverse, pueden buscar "UnderratedHero Heroverse Twitter" o algo para verlo lol

Como sea, esta vez voy a tratar de mantener mi promesa (no pude hacerlo en los primeros dos fics lol) e intentar que los capítulos sean cortos. Así que, uh, ojalá salga.

¡Aquí vamos!


Capítulo 1: Nova y Eclipse.

No recuerdo el impacto.

Esos instantes fueron borrados de mi memoria. O quizás nunca llegué a comprender lo que sucedía hasta que fue demasiado tarde, hasta que todo se calmó y ya no hubo nada que hacer. Un hueco en mi memoria de cinco, diez, veinte segundos.

En un instante, Leni y yo estábamos hablando en los asientos traseros del coche familiar, comparando fotografías de nuestros compañeros de escuela. Mamá estaba en el asiento del pasajero, hablando de banalidades con papá.

Un instante más tarde, me encuentro a mí misma abriendo los ojos con dificultad, y todo lo que veo es destrucción.

Mi cabeza duele, y es un dolor agudo como el que nunca he sentido antes. Todos los músculos y huesos de mi cuerpo tiemblan mientras hacen un esfuerzo sobrehumano por mantenerme entera. Mi cabello está completamente erizado, estirándose hacia el techo como si estuviera tratando de hacerme un tomahawk, pero la presión de la sangre en mi cabeza y el hecho de que mis brazos luchan por estirarse hacia "arriba" me hacen comprender que en verdad algo volcó el coche.

Me cuesta respirar, mis pulmones parecen sacos llenos de arena. Mis ojos finalmente se enfocan, y veo mis manos llenas de sangre. ¿Mi sangre? En mis brazos y sobre mis ropas hay clavadas esquirlas de vidrio. Comienzo a entrar en pánico.

Miro a mi izquierda. Leni no se ve mucho mejor que yo. Sangre cae por su rostro y brazos. Tiene una mueca de dolor, y sus ojos luchan por mantenerse abiertos.

—Leni… Leni…

Con mucho dolor, levanto un brazo hacia mi hermana y la tomo por la mano. Ella gira su cabeza y me mira con lágrimas en los ojos.

—L-Lori…

Oímos lo que parece ser una explosión, y decido mirar por la ventana, notando lo pequeña que se ve. Ah, claro, tiene sentido: el coche se aplastó, y el techo está treinta centímetros más bajo. Y luego veo algo más allá, en la calle. Dos figuras luchando. Una de ellas parece familiar. La otra, más grande y musculosa, no la he visto nunca.

¿Un villano? ¿Fue eso lo que golpeó nuestro coche?

Leni gime de dolor, y mi sentido de hermana mayor se activa. Tengo que ayudarla. Tengo que salvarla. Tengo que salvar a mi familia. Trato de quitarme el cinturón, pero está atorado. Presiono el botón, pero no me libera. No comprendo lo que ocurre hasta que noto que los cabellos de Leni se resisten a la gravedad. Una lamparita se enciende en mi mente.

Ella se aseguró que nuestros cinturones no cedieran.

—Leni, libera tus poderes —le digo, acariciando su mano—. Tengo que sacarnos de aquí.

—Tengo miedo…

—Todo está bien, no tengas miedo.

—Tú también tienes miedo —dice, sin acusar la mentira. Simplemente señalando lo que ella sabe que es cierto.

—Sí —respondo de inmediato—, pero tengo que sacarnos de aquí.

No sé si ella cree lo que le digo, pero Leni siempre confía en mí. Suspira, y su cabello cae en picada. Mi cinturón finalmente se libera, y caigo dolorosamente contra el techo dado vuelta del coche, lleno de trozos de vidrio.

Dejo escapar un gemido, y tardo unos segundos en recomponerme. La batalla en la calle continúa, pero tengo cosas más urgentes de las que preocuparme. En mi nueva posición, puedo ver hacia los asientos delanteros. La imagen que me encuentro me acompañará por el resto de mi vida.

—M-Mamá… ¡Papá! —Grito, comenzando a llorar.

—No… ¡No, no! —Grita Leni al mismo tiempo.

Ella no ve lo que yo veo, pero siente lo que siento.

Siento que quiero vomitar. Mi estómago no puede soportar este nivel de estrés y desazón. No quiero creer lo que mis ojos ven. Aprieto mis puños, y me despojo de cualquier tipo de traba. No me importa pretender, no me importan las consecuencias. Tengo que tratar de salvar a mi familia, de salvar a Leni. Las puertas están destrozadas, no podrán abrirse bajo el peso de la carrocería. Tengo que actuar.

Mi cuerpo se cubre de un brillo azulado. Siento el calor y la energía del Sol vibrando en cada fibra de mi ser. El dolor no desaparece, pero la adrenalina lo disimula. Comienzo a ponerme de pie, y pronto mi cabeza y hombros golpean contra el suelo —ahora techo— del coche. Levanto mis brazos, apoyo las manos contra el suelo, y comienzo a aplicar fuerza.

El metal hace aterradores sonidos mientras comienza a resquebrajarse y doblarse en direcciones que no debería. Nunca utilicé mis poderes de esta forma, nunca traté de mover algo tan pesado como un coche. Pero en mi mente, es eso o nada. Es todo lo que puedo hacer.

Continúo esforzándome, y las puertas crujen cuando la presión finalmente cede.

—Leni… Escapa… —Le digo. Puedo mantener el coche en posición, pero no puedo ayudarla al mismo tiempo.

—Duele… Duele tanto —gime, y estoy casi segura que no se refiere a las heridas en su cuerpo.

—Lo sé, pero… Tienes que…

La puerta es arrancada del coche como si de un pétalo de flor se tratara. No es Leni quien lo hizo, sino alguien que se arrodilla junto a la puerta abierta. Reconozco las botas, el traje rojo, la capa azul.

Es Ace Savvy.

Su rostro trata de mantenerse impasible e inmutable, pero veo en sus ojos la preocupación al ver a Leni, el horror al ver hacia los asientos delanteros, y la sorpresa al ver mi cuerpo con una etérea llamarada azul, permitiéndome sostener un coche de varias toneladas.

—A-Ayuda… Por favor —le digo, con las lágrimas todavía cayendo por mi rostro, sin importarme que por primera vez alguien me vea utilizando mis poderes—. Por favor…

No sé cuán seguido él ha visto este tipo de situaciones. No sé qué tan usual es para él. ¿Para mí? Fue un momento que marcaría para siempre mi vida. Un antes y un después. Antes era una niña de doce años divirtiéndose con su hermana mientras nos dirigíamos a pasar una tarde en el parque.

Después…

—No se preocupen —dijo Ace Savvy, mirándome a los ojos y ofreciéndole una mano a Leni—. Están a salvo ahora.

… me convertí en una heroína.

Mi nombre es Lori Lavigne. También soy Nova, heroína de Royal Woods. Y esta historia es la historia de mi vida: la historia de héroes comunes y superhéroes ofreciendo una mano a quien la necesita.


Disculpen si arruiné el humor de todos con el recuerdo del accidente que acabó con la vida de mis padres adoptivos y nos dejó a mí y a mi hermana huérfanas por segunda vez. Me parecía importante comenzar desde el principio, ¿no? Aquel día mi vida cambió para siempre. Desearía que no hubiera ocurrido, por supuesto, pero de no ser por aquella tarde, no me habría puesto el traje de spandex.

Cinco años más tarde, Leni y yo éramos un dúo de heroínas en la ciudad de Royal Woods. Lo veníamos siendo durante los últimos dos años, tras tomarnos tres para entrenar, mejorar, aprender, y prepararnos hasta sentirnos listas para enfrentarnos al crimen sin pensar en las consecuencias.

Consecuencias que, en Royal Woods, eran mucho más peligrosas que en ningún otro lugar del país. Cuando a principios de los ochenta hubo una explosión cósmica sobre la atmósfera del planeta, los metahumanos se convirtieron en una realidad. Aparecieron de repente, y la historia de la humanidad cambió para siempre. A lo largo y ancho del mundo, las sociedades cambiaron y debieron adaptarse a la presencia de metahumanos que adoptaron los roles tanto de héroes como de villanos. Ninguna ciudad ha logrado mantenerse igual tras la aparición de los metas.

Pero si hubiera que escoger una, probablemente sería Royal Woods. Nuestra pequeña ciudad es famosa por su "maldición", como se conoce popularmente al hecho de que ningún meta, héroe o villano, logra sobrevivir por más de un par de años antes de desaparecer misteriosamente y no volver a ser visto. Es por ello que prácticamente no tenemos héroes, y que rara vez sufrimos los ataques de villanos. Los metas —que indudablemente tenemos— se ocultan. Hasta mis doce años, nunca había usado mis poderes en público, y jamás se me hubiera ocurrido convertirme en una heroína y exponerme a mí y a mi hermana a lo que fuera que causara que todos desaparecieran.

El único héroe que durante décadas se había mantenido a salvo de la "maldición" había sido Ace Savvy. Nuestro héroe. Mi mentor.

Pero Ace Savvy había sido asesinado un año atrás, y ya no podíamos contar con él. Los criminales comunes y corrientes se habían empoderado tras la muerte de nuestro más grande héroe, y los índices de inseguridad se dispararon hacia las nubes. Desde entonces, golpeadas por la pérdida y la desesperanza, Leni y yo habíamos redoblado nuestros esfuerzos como Nova y Eclipse, luchando sin descanso por mantener la ciudad a salvo.

Patrullábamos los cielos y prestábamos atención a las noticias para llegar a las escenas del crimen lo antes posible y salvar a cuantos ciudadanos pudiéramos. Así fue como aquella tarde dimos con una persecución policial.

La vi primero. Mientras recorríamos el cielo, sintiendo el frío aire dando de lleno contra nuestros rostros, noté los coches que se movían a alta velocidad entre las calles, pasando peligrosamente cerca de peatones y otros ciudadanos en sus automóviles.

No iba a permitir ningún accidente de tránsito.

— ¡Eclipse! —Llamé, señalando con el dedo antes de lanzarme en picada. Leni me siguió sin demorar un instante.

Concentré mi energía para propulsarme y acelerar mi caída. Mientras me aproximaba a mi objetivo comencé a tomar nota de la situación. Sólo un coche de policía persiguiendo una van negra. Rodé los ojos; típico coche de villanos. Eché una mirada a la posible ruta de escape. Se hallaban en una calle angosta, pero en dos esquinas llegarían a una avenida ancha. Si tenían un coeficiente intelectual superior a la temperatura ambiente, doblarían allí para tener más espacio para maniobrar. Debía detenerlos antes de que llegaran a la avenida para reducir los daños colaterales al máximo.

— ¿Vas tú o yo? —Me preguntó Leni, siguiéndome el paso.

Ya sabía la respuesta, pero siempre preguntaba por cortesía.

— ¡Yo! —Respondí, llegando ya a una altura razonable cerca de la camioneta.

Primer paso: reducir las opciones de los delincuentes.

Estiré mi brazo derecho con el puño cerrado y concentré mi energía. Una nebulosa azulada se manifestó alrededor de mi muñeca y mano, y con tan sólo tensar los músculos y mentalizar la acción en mi mente, logré disparar un ataque de energía pura. El proyectil atravesó el aire y, con una precisión que había costado años desarrollar, logré destruir el espejo derecho de la camioneta. Di una espiral en el aire para moverme rápidamente a la izquierda y repetí la acción, dejando a los delincuentes sin espejos para ver lo que la policía o nosotras hacíamos a sus espaldas.

Segundo paso: controlar y proteger.

Por el momento, no había coches por delante con los que ellos pudieran colisionar, por lo que el único peligro era que descarrilaran o incluso subieran intencionalmente a las aceras, arriesgando la vida de los peatones. Para desalentarlos y demostrarles lo que podría pasar si se acercaban a las aceras, golpeé rápidamente el aire frente a mí, enviando dos nuevos rayos de energía que estallaron en la calle a los costados de la camioneta.

Los delincuentes tenían ahora tres opciones: entregarse, continuar con su huída, o redoblar la apuesta. Usualmente, los ladrones de poca monta solían entregarse para evitar que la confrontación creciera a mayores. Desafortunadamente, aquellos delincuentes tomaron la más estúpida de las decisiones. Desde la ventanilla del acompañante, una mujer de mediana edad sacó una pistola y comenzó a disparar hacia nosotras.

Desaceleré levemente para que Leni me alcanzara, y ella estiró la palma de su mano. Frente a nosotras, tres balas se detuvieron en seco, moviéndose a nuestra misma velocidad. Era peligroso dejar que las balas simplemente se perdieran en el aire.

No me agradaba en absoluto que alguien quisiera dispararnos a mí o a mi hermana. ¿Qué clase de monstruo saca armas de fuego para atacar a dos adolescentes? Ya no tendría ningún reparo en detenerlos por la fuerza.

Aquel sentimiento fue incentivado incluso más cuando, notando la inutilidad de querer dispararnos a nosotras, bajó la mirada para comenzar a disparar a la policía. Los vidrios delanteros estallaron, y pronto oímos un sonido de explosión y vimos cómo el patrullero comenzó a moverse casi sin control.

Le habían reventado una de las ruedas.

— ¡Eclipse, ponlos a salvo! ¡Yo me encargo de los delincuentes!

—Pero, Nova… —Comenzó, tratando de que no fuera por mi cuenta.

Pero yo era más que capaz de arreglármelas por mí misma.

— ¡Ahora!

Siguió mis instrucciones sin discutir. Las dos aceleramos nuestro vuelo, recortando la distancia al mínimo. Justo cuando el patrullero perdió el control y comenzó a subirse a la acera, derribando un cesto de basura, Leni actuó. El coche se enderezó y volvió a la calle, todos los papeles y basura que habían sido embestidos al aire se congelaron por un instante, suspendidos a mitad de su vuelo. Segundos más tarde, el cesto volvió a su lugar, y toda la basura ingresó nuevamente en él. Leni detuvo lentamente el momento del patrullero hasta dejarlo estacionado. En seguida se acercó para hablar con los oficiales y asegurarse que no estuvieran heridos.

Mientras tanto, yo me impulsé tan rápido como pude, colocándome justo por detrás de la camioneta. Si hubieran pisado los frenos me habrían roto la nariz y no la hubiera pasado bien, pero asumí que no serían lo suficientemente astutos para ver esa posibilidad de inmediato. Aún así, la regla de oro de los superhéroes era nunca darle ninguna oportunidad a los delincuentes.

Llené mis puños de energía, y con un grito de guerra para llenarme de valor, golpeé con toda mi fuerza las dos ruedas traseras. Se destrozaron de inmediato, y la van saltó y perdió el control por unos instantes, pero rápidamente la tomé por debajo del parachoque y comencé a impulsarme hacia atrás, actuando como un freno viviente para el vehículo. Tras unos cuarenta metros, finalmente logré detener la van.

Suspiré aliviada, y dispersé la energía que había acumulado en mis brazos para protegerlos del esfuerzo sobrehumano. Todavía tenía suficientes reservas como para durar por el resto del día, pero debía comenzar a ser un poco más conservadora en cómo la utilizaba.

Estaba alerta. Estas personas no tenían reparos en disparar. No debía descuidarme ni siquiera por un instante. Debía neutralizar las amenazas sin darles tiempo a responder. Debía—

La puerta trasera de la van estalló en mi cara, y una especie de puñetazo invisible me golpeó de lleno en el pecho, enviándome varios metros hacia atrás. Caí de espaldas contra la calle y mis pulmones se quedaron sin aire. Tardé un segundo en reincorporarme, y para cuando lo hice, ya me encontraba rodeada. Cuatro personas habían salido desde la parte trasera de la camioneta. Dos hombres, dos mujeres. Todos armados, pero no con pistolas o armas de fuego.

En cambio, tenían lo que parecían ser bastones de metal cromado, y guantes blancos con algún tipo de relleno para que sus manos se vieran casi el doble de grandes. Observé sus movimientos. A esa altura de mi carrera profesional como heroína me había enfrentado a decenas de talentosos villanos y artistas marciales, y sabía reconocer graves amenazas de amateurs. Esos sujetos se veían completamente normales, con excepción de los guantes. ¿Algún invento anti-meta? ¿Era eso lo que había destrozado la puerta trasera de la camioneta?

Hice que mi cuerpo se rodeara de un aura de energía azulada y me elevé varios centímetros por sobre el suelo. Mis ojos brillaron, y hablé con claridad para que comprendieran la seriedad de la situación.

—Bajen sus armas y entréguense a la policía, o me veré obligada a capturarlos —les advertí.

Desde la puerta del acompañante, la mujer con el arma que había disparado a los policías se bajó. Ni siquiera le di tiempo a levantar el brazo. Extendí la palma de mi mano y envié un rayo de energía lo suficientemente fuerte como para noquearla, dejándola fuera de combate antes de que pudiera poner en peligro a nadie.

Los otros cuatro se lanzaron contra mí de inmediato. Disparé al primero, golpeándolo en el hombro y derribándolo. Moví mi mano para disparar a una chica que se acercaba por mi derecha, pero ella levantó el bastón de metal e interceptó mi ataque. La energía fue visiblemente absorbida por aquella vara metálica, impregnándola de un tenue brillo azulado.

Ok, eso no debía pasar. ¿Desde cuándo los ladrones comunes tenían varas que pudieran absorber energía cósmica? Los tres matones se acercaron hasta entrar en melé conmigo, donde debo admitir que no soy tan habilidosa. Aún así, no desperdicié ni un instante en impulsarme hacia delante para atestarle un poderoso puñetazo en la cara al primer matón que trató de golpearme. La chica que había absorbido mi ataque trató de golpearme en la cabeza con el bastón, pero logré atraparlo con mi mano mientras le propinaba una patada al matón restante.

Traté de tirar del bastón para quitárselo de las manos, pero ella presionó un botón, y de repente una corriente eléctrica sacudió mi brazo y todo mi cuerpo. Dejé escapar un alarido y perdí la energía que me mantenía separada del suelo. La electricidad abandonó mi cuerpo por un instante, permitiéndome soltar el bastón, pero enseguida presionó la punta contra mi espalda, electrocutándome una vez más. Traté de impulsarme hacia atrás con mi energía, pero descubrí con horror que aquel bastón parecía absorberla tan pronto como yo la generaba alrededor de mi cuerpo.

— ¡La tengo, la tengo! —Gritó la chica, y sus compañeros se pusieron rápidamente de pie.

Me las arreglé para despegarme de la punta del bastón y le lancé una patada al estómago, alejándola de mí. Traté de inundar mi cuerpo de energía para volar algunos metros y salir de su rango de ataque, pero tenía a los matones demasiado cerca. Lancé un poderoso rayo que logró noquear y quitarme de encima a otro de los matones, pero no pude defenderme de una de las chicas golpeándome en el pecho con esos guantes exageradamente grandes.

Tuve el desagrado de determinar que aquellos guantes debían de haber abierto la puerta trasera de la van, pues más que un golpe, se sintió como una pequeña explosión. Trastabillé y perdí el aliento. Sin darme tiempo a recuperarme, otro matón me golpeó en la espalda, haciéndome caer de rodillas. Y una vez allí, me presionaron dos bastones contra los hombros, electrocutándome y dejándome pegada al suelo.

Grité de dolor, sintiendo cómo mis extremidades ardían y temblaban, con calambres en cada uno de mis músculos. Traté de levantarme, pero no podía moverme. Estaba paralizada, atrapada en un estado de continuo dolor. Sólo necesitaba un segundo, una pequeña ventana para liberarme y dar rienda suelta a mis poderes. Traté de sobrecargar mi cuerpo, de emitir tanta energía que aquellos bastones no fueran suficientes para absorberla y dejarme indefensa, pero era difícil reunir todo ese poder mientras luchaba por no desmayarme.

— ¡D-Déjenme! —Grité, sintiendo cómo mi traje se refregaba contra la calle.

— ¡Oh, la heroína pidiendo ayuda! —Se burló una de las chicas antes de patearme en las costillas— ¡Estás en Royal Woods, cariño, aquí no hay quien te ayude!

— ¡No hay héroes! —Gritó otro— ¡Es cada hombre por su cuenta! ¡Ace Savvy está muerto, esta ciudad está acabada! ¿Quién va a protegernos? ¿Tú y Eclipse?

Él también me pateó, y combinado con el dolor de la electricidad que recorría mi cuerpo, sentí que estaba cerca de desmayarme. Pero no podía permitirlo. No podía perder la consciencia allí mismo. Tenía que reponerme, levantarme como siempre, salvar el día y ayudar a quienes más lo necesitaban. Ese era mi trabajo como la heroína más experimentada de Royal Woods.

— ¡Si no puedes protegerte a ti misma, no hay forma de que puedas proteger a los demás! —Continuó diciendo uno de los delincuentes— ¡Acabemos con esta falsa heroína! ¡Ya ganamos!

Levanté la mirada con toda intención de activar mis poderes a tal punto que pudiera liberarme de su agarre y partirle la cara de un puñetazo, pero alguien se me adelantó.

— ¡No cuenten sus fichas en el flop!

Cuatro pequeñas láminas de metal con apariencia de cartas de póker golpearon los bastones que se presionaban contra mi espalda, liberándome de las descargas eléctricas y permitiéndome respirar con normalidad. Un instante más tarde, una pequeña figura roja y azul cayó desde los cielos y se encargó de propinar golpes y patadas a todos los ladrones que me tenían rodeada. Para cuando finalmente pude recuperarme hasta y arrodillarme en el suelo, el recién llegado se había colocado de pie junto a mí.

— ¿Necesitas una mano? —Me preguntó con una sonrisa, ofreciéndome ayuda para ponerme de pie.

Se trataba de Ace Savvy, pero no el legendario héroe de Royal Woods que había defendido la ciudad durante décadas, sino de un niño de no más de doce años que había adoptado el manto hacía poco menos de un año. Con un traje que imitaba uno de los tantos looks clásicos de Ace Savvy, el niño había comenzado su carrera con ciertos errores que me habían sacado de quicio.

En principio, me molestaba que se hubiera metido en la vida de un superhéroe siendo tan joven. Este era un trabajo peligroso y que siempre ponía incontables vidas en riesgo, no sólo las nuestras, sino de la población en general. Ya había habido un incidente en el cual Leni y yo nos vimos obligadas a intervenir para evitar que los descuidos de ese niño causaran estragos en las vidas de civiles.

Lo que más me molestaba, sin embargo, era que hubiera tomado el manto de Ace Savvy. Entendía que Ace seguramente había sido su ídolo y más grande inspiración. Lo era para la mayoría de nosotros. Incluso más para mí. Pero precisamente por ello, no debería haber tomado su nombre y comprometer su legado. Al menos para mí, ese nombre era sagrado, y no me sentaba nada bien que nadie quisiera usarlo para su propio beneficio.

Él decía que lo había tomado porque la gente necesitaba un Ace Savvy. El nombre era más que un apodo, era un símbolo de paz, un faro de esperanza para una ciudad que la había perdido casi por completo. Y muy a mi pesar, debía admitir que hasta ahora había demostrado que estaba a la altura de continuar con la leyenda. Claramente aún tenía un largo camino para poder compararse realmente con el Ace Savvy original, pero había crecido a pasos agigantados.

Y Leni confiaba en él. Lo cual significaba que, bajo cualquier medida objetiva, yo también debería hacerlo.

Aún así, ignoré la mano que me extendía para ayudarme, y en cambio dejé que una ráfaga de energía me envolviera, empoderándome. Cuando los sujetos trataron de reponerse del azote de Ace Savvy, me encargué de neutralizarlos.

Me moví por el aire tan rápido como mis poderes me permitían, desarmando a cada uno de los delincuentes y asegurándome de noquearlos con precisos y controlados golpes en la boca del estómago. Un instante más tarde, ya no quedaba ningún delincuente consciente.

—Oh —dijo Ace Savvy, llevando la mano que había quedado embarazosamente extendida hacia su cintura para disimular—. Iba a sugerir que te encargaras de los de la derecha y yo de la izquierda, pero supongo que esto también sirve.

Suspiré, y me recordé a mí misma que sólo estaba tratando de ayudar.

— ¿Qué haces aquí? —Le pregunté, volteando a verlo, tratando de mantenerme seria para no mostrar cuánto me dolía el cuerpo luego de aquella escaramuza.

—Oh, estaba patrullando cuando te vi a ti y a Eclipse —me dijo, acercándose a mí con una gran sonrisa y sacando pecho—. Supuse que estarían yendo a una escena del crimen, y pensé que quizás necesitarían un poco de apoyo.

—Podemos arreglarnos solas —respondí de inmediato, quizás un poco más dura de lo que pretendía.

Su sonrisa se esfumó y sus hombros cayeron. De repente ya no se veía como un pequeño gran héroe, sino como el niño que realmente era. Incluso si su ajustado traje dejaba ver un cuerpo que ningún niño debería tener.

—Yo, uh, sí, por supuesto que pueden —aclaró, sonando mucho más inseguro que hasta hace unos segundos.

—Además, ¿qué haces patrullando tan temprano? —Pregunté con el ceño fruncido— Tú sueles patrullar de noche.

—Sí, bueno, no tenía mucho que hacer hoy, así que… Ya sabes…

—No tienes que sobreexigirte —Le reproché—. Ya sabes que Eclipse y yo tenemos la ciudad cubierta todas las tardes.

—Sí, lo sé.

—Deberías descansar. O patrullar otras zonas de la ciudad. ¿De qué sirve que todos los héroes estemos en el mismo lugar?

—Yo… lo siento —me dijo, pareciendo cada vez más pequeño—. No quería que te enfadaras.

—No estoy enfadada —dije con severidad.

— ¡Nova!

Los dos volteamos hacia la derecha, justo a tiempo para ver a Leni flotando hacia nosotros. Por algún motivo, la sonrisa volvió al rostro de Ace, y se paró derecho una vez más. Mi hermana le dedicó una sincera y cálida sonrisa.

—Hola, Ace. ¿Cómo estás?

— ¡Hola, Eclipse! Oh, ya sabes… Patrullando la ciudad. Las vi pasar y decidí acercarme a… Ver cómo iban las cosas.

— ¡Qué bueno! —Dijo Leni, antes de voltear a verme e inclinar la cabeza con confusión— ¿Por qué estás enfadada!

— ¡No estoy enfadada! —Dije, elevando mi voz y sintiendo el calor en mis mejillas.

No lo decía para engañar a Leni. Sus poderes incluían la capacidad de leer los corazones y emociones de las personas a su alrededor, por lo que mentirle no servía de nada. Lo dije sólo porque no quería darle el gusto a Ace Savvy Jr.

Leni volteó a verlo a él, y en seguida de nuevo a mí.

—Y él se siente triste. ¿Qué le dijiste?

— ¡No estoy triste!

No necesitaba leer emociones para saber que Leni intentaría hablar con nosotros para hacer las paces. Dieciséis años teniéndola como mi hermana eran suficientes para que pudiera entenderla sin poderes.

—Escucha, Ace, Eclipse y yo nos encargaremos de estos delincuentes y de la policía. Va a llevarnos un buen rato. La ciudad no puede quedar desprotegida mientras nos encargamos de todos los papeles. ¿Por qué no vas a patrullar mientras tanto?

Los ojos del niño se iluminaron como dos faroles.

—Sí. ¡Sí, claro! ¡Puedo hacerlo! ¡No se preocupen, yo las cubro!

Despidiéndose de mí asintiendo la cabeza y de Leni agitando la mano enérgicamente, se dio media vuelta y se alejó corriendo hacia el edificio más cercano. Al llegar a la acera, tomó una pistola y disparó un gancho hacia la cornisa del edificio, propulsándose hacia la azotea en un instante.

Suspiré mientras lo vi saltar de azotea en azotea. Si bien me costaba admitirlo…

—Está haciendo su mejor esfuerzo —me dijo Leni con suavidad, claramente interpretando mis emociones.

—Lo sé.

—A veces eres un poco dura con él.

—Lo sé…

—Sé que quieres hacer todo por ti misma, pero si le dieras una oportunidad…

—Eclipse —le dije, interrumpiéndola—. Ya hablamos de esto. Es muy joven.

—Pero es un gran héroe.

—Es un niño. No voy a impedirle que sea un héroe, pero no voy a pasarle ninguna responsabilidad. Debemos actuar como si aún fuéramos las únicas heroínas de la ciudad. Es nuestro deber mantener a todos los ciudadanos protegidos.

Pude ver en sus ojos que ella quería agregar algo, pero no dijo nada. Leni sentía en mi corazón que yo sabía que tenía razón, y que estaba convencida de lo que decía. No había mucho que discutir en aquella situación. Asintió la cabeza en silencio, y comenzó a mover su mano en el aire. Los cuerpos inconscientes de los delincuentes se arrastraron hasta colocarse alrededor de un poste de luz, y una soga los ató para que quedaran inmovilizados.

—Como digas, Nova —me dijo—. Pero por lo menos trata de ser más amable con él. Él nos admira mucho, ¿sabes? Siempre está tratando de impresionarnos porque quiere que lo aceptemos como un héroe y dejemos de verlo como sólo un niño.

La policía llegó poco después, pero apenas si logré distraerme. Ace Savvy era un niño. Por más buenas intenciones que tuviera, no sería justo de mi parte permitir que su infancia se viera arruinada por tener que combatir el crimen.

La mía lo había sido. No iba a permitir que ningún otro niño pasara por ello.