Había pasado un buen rato desde que el espadachín se había envuelto en un sueño profundo, tanto que, al despertar, el sol ya se había tornado anaranjado indicando la cercanía del ocaso. Se frotó los ojos varias veces y se incorporó bruscamente, provocando que la herida le recordara que aún estaba presente. "Está todo muy tranquilo" reflexionó mientras miraba a su alrededor "¿dónde se habrá metido esa chica?" Se colocó el cinturón de espadas a duras penas, caminó hacia el exterior y se apoyó en la pared rocosa de la entrada para ver el espectacular paisaje que se divisaba entre los árboles; cruzó sus piernas en tanto la buscaba con la mirada, hallándola cerca de la orilla del río y quedándose fascinado por su visión: sabía que era una buena luchadora, lo había comprobado en sus propias carnes, pero jamás la había visto entrenar hasta aquel momento; sonrió al verla ensayar golpes con una vara de bambú recogida del bosque y notar que era bastante diestra, mucho más de lo que él creía, y podía serlo aún más si tenía en cuenta las habilidades de su Akuma no mi.
-Creo que te he subestimado –se mofó informándole de su presencia, haciendo que la chica se sobresaltara y creara una ráfaga de aire a su alrededor.
-Debí haberte puesto un cascabel, como a los gatos –le contestó recogiendo el palo del suelo y caminando hacia él- Habrás descansado bien, me supongo…
-Mejor que bien… Ahora toca que me cambies el vendaje.
Por el gesto de su cara se veía que Zoro estaba disfrutando muchísimo con tenerla de subordinada, algo que no le hacía tanta gracia a su nakama, quien se paró frente a él y se apoyó en la caña.
-¿Perdona?
-Ya oíste a Chopper, debes curarme la herida.
-Dios...
-Vamos, que se hace tarde –y tras eso, comenzó a caminar hacia dentro de la cueva. La joven, que estaba encendida por la rabia que le provocaba esa situación, no se lo pensó dos veces y cogió el bambú, dispuesta a sacudirle en la cabeza, pero el espadachín se giró rápidamente y paró el golpe con la funda de su espada. La miró fijamente sin dejar de sonreír ante su sorpresa y añadió- Te faltan reflejos.
Eirea bajó el palo y, tras patalear un par de veces el suelo y murmurar cosas sin sentido, entró junto a su compañero.
-¿De verdad pensabas que serías capaz de golpearme? –carcajeó sentándose en el suelo mientras su compañera avivaba el fuego con leña y recogía el botiquín que le había dejado Chopper, en un sepulcral silencio- Ay, eres tan inocente…
Se colocó de rodillas delante de él con gesto enfadado y comenzó a desenrollar las vendas del cuerpo del muchacho, quitó la gasa y dejó la herida al aire. "Tiene buena pinta" observó antes de coger una nueva gasa y aplicarle la pomada "creo que Chopper exageraba al dejarlo aquí en reposo". Sin embargo, tenerla tan cerca le permitió observar su cara detenidamente: la forma de su nariz, tan parecida a la de Luffy, y sus ojos almendrados perfilados con negras pestañas, la manera en la que se mordía el labio mientras trataba de curarlo… Empezaba a ponerse tan nervioso, así que miró para otro lado hasta que por fin hubo terminado. La chica comenzó a recogerlo todo y él se alejó buscando un sitio donde reposar
-Oye –dijo Zoro apoyándose en una pared cercana- Acércame una botella de agua
Eirea le dirigió una mirada asesina y él se limitó a encogerse de hombros y señalar su herida. Con mala leche, rebuscó en el saco y agarró un recipiente de cristal, lo descorchó y riendo burlonamente dio un buen trago ante los ojos atónitos de su compañero; sin embargo, su gesto cambió de repente y escupió todo el líquido como una llamarada, tosiendo y haciendo que el espadachín se mofara de ella.
-Qué asco –le explicó al leer la etiqueta- Chopper ha confundido esta mierda con agua.
-¿Qué es? -preguntó mientras aún reía por aquella situación.
-Alcohol… creo que es sake.
Se hizo el silencio. Eirea levantó la mirada poco a poco y vio a su compañero sonriendo de oreja a oreja, extasiado por su hallazgo.
-Dime… ¿cuántas hay?
-Pues -y agregó tras un resoplido pesaroso- una botellas.
Zoro sonrió y extendió su brazo bueno para que le diera una botella; la joven arrastró el saco cerca de él, le tendió una y se sentó a su lado mientras comía un trozo de chocolate.
-¡Dios! Qué bien sienta… –exclamó el espadachín y dirigió sus ojos a su compañera, que lo miraba con la ceja levantada- ¿Nunca lo has probado?
-Sí, pero tampoco me parece que esté tan bueno. Soy más de cerveza.
-Igual de boba que Luffy… -dijo antes de beber un gran sorbo pero el sonido del descorche de otra botella le hizo frenarse para ver como Eirea bebía de ella e hizo una nueva mueca con la cara, sonriendo al verla- ¿Cuántas veces lo has bebido?
-Un par de veces… bueno, y hoy, pero la situación lo merece.
-¿Celebras estar conmigo en este antro de la muerte?
-Bebo precisamente para olvidar que estoy contigo en esta cueva de mierda.
Ambos se quedaron mirando, sonriéndose falsamente tras esa afirmación, y, tras chocar sus botellas, dieron un largo trago antes de quedarse en silencio por unos minutos.
-Zoro…
-¿Mmmm?
-Gracias por ayudarme a salir de la celda.
-Bueno, en realidad me estaba salvando a mí mismo –la miró y tenía la cabeza agachada observando la botella mientras jugueteaba entre sus manos- pero… bueno… también tengo que agradecerte que me ayudaras. No podría haberlo hecho sin ti.
Se quedaron en silencio bebiendo, pero Zoro sabía que había algo que reconcomía el interior de la chica, así que, tras un suspiro pesaroso, preguntó:
-¿Qué te ocurre ahora?
-¿Le contarás a Luffy…? -le dijo sin mirarlo a la cara.
-Te lo prometí. Él solo sabrá que dos marines me apresaron por ir lo suficientemente borracho como para no poder defenderme como es debido.
Volvieron a beber en silencio. Eirea lo miró de reojo y pensó que, en el fondo, no era tan desagradable estar con él a solas, pues le había demostrado que se podía confiar en él.
-Deberíamos agitar el fuego –dijo el chico al ver como las llamas se hacían cada vez más pequeñas- Podría apagarse durante la noche.
-Tranquilo, ya me encargo yo.
Inhaló profundamente y, tras calcular el sitio exacto, expulsó el aire haciendo que el fuego creciera rápidamente hasta alcanzar una altura extravagante. La chica se volvió a recostar sobre la pared, orgullosa de su trabajo con una pícara sonrisa, y, tras beber por unos minutos en silencio, el espadachín se atrevió a preguntar.
-¿Cómo conseguiste tu Akuma no mi?
La chica rio y fijó sus grandes ojos en él, haciendo que un relámpago recorriera el cuerpo de Zoro a verla así.
-¿En serio vas a preguntarme por mi vida? –se apresuró a contraatacar- ¿Es tu plan para esta noche?
-Vamos, estamos solos, ninguno de los dos tiene intención de hacer la guardia de la noche, tenemos sake… ¿se te ocurre algo mejor?
-Se me ocurren unas cuantas cosas, la verdad…
Sin embargo, Eirea sonrió y comenzó a contar mientras miraba las gotas de humedad que caían del techo de la cueva:
"Nací en un pueblo pequeño y Luffy y a mí nos criamos con nuestro abuelo hasta los 5 años. Apenas supimos de nuestros padres, pero eso tampoco nos importaba mucho sabiendo que nos teníamos el uno al otro; jugábamos juntos, dormíamos juntos… todo lo hacíamos a la misma vez… Cuando el viejo se fue a la mar, nos dejó a cargo de Dadan, una amiga suya, y allí conocimos a nuestro hermano Ace: al principio se mostró reacio con nosotros, pero Luffy nunca se cansó de perseguirlo hasta que consiguió que fuera su amigo; en lo que respecta a mí, por el contrario, el abuelo había dado instrucciones claras a Dadan para me que enseñara todo lo que debe saber una señorita… ¡Qué equivocado estaba conmigo! Aunque ella me diera lecciones sobre cómo cocinar o coser para poder decírselo al abuelo cuando regresara, siempre me dejaba marchar con los chicos para jugar, sabiendo que eso conllevaría aprender cosas como pelear o defenderme por mí misma… Creo que en el fondo sabía que el viejo no estaba siendo justo conmigo y que podía valerme igual que ellos tres"
-¿Ellos tres? –interrumpió Zoro, desconcertado.
-Sí. Mis hermanos: Ace, Sabo y Luffy.
-Sabo… Luffy no nos ha hablado nunca de él.
-Bueno, es que Sabo es especial –dijo sonriendo y bebiendo un gran sorbo-Ace, Luffy y yo vivíamos con Dadan, pero Sabo tardó bastante tiempo en convivir con nosotros, pues él tenía su familia, una buena familia adinerada; sin embargo, no era feliz viviendo con ellos y cuando se escapó de su casa Dadan montó en cólera, diciendo que no cuidaría de un crío más, así que nos dio dos opciones: podíamos convencer a Sabo de que volviera con su familia y tuviera un futuro prometedor, o podíamos marcharnos de su casa y vivir en el bosque. Así que tardamos unos días en construir una cabaña en las tierras de Dadan, pero nunca lo abandonamos, no podíamos dejarle, era uno más de nuestra familia. Intentó que aprendiéramos a leer y a escribir, su trabajo le costó, y gracias a él tengo tanta pasión por los libros. Sabo siempre me trató diferente que Ace y Luffy: él se mostraba delicado conmigo, comprensible, se interesaba en mis inquietudes y pensamientos… Ace, por el contrario, pretendía que fuera una mujer fuerte a la que nadie pudiera hacer daño cuando ellos se fueran a la mar; era el más protector y eso lo convertía en ocasiones en una persona bastante dura con mis sentimientos, aunque luego me pidiera disculpas…
"Una tarde, los chicos salieron de expedición por el bosque y yo quería ir con ellos, aunque se negaron diciendo que sería muy peligroso porque estarían un par de noches fuera; como comprenderás, no iba a quedarme sin disfrutar y los seguí a escondidas, pero pasado un rato, me descubrieron y Ace se enfadó muchísimo conmigo, obligándome a regresar con Dadan. Recuerdo aún como lloraba en el camino de vuelta, tanto que me olvidé por dónde había que ir; los llamaba mientras corría entre los árboles para que me ayudaran a volver, pero no pude encontrarles. Llegué a un claro y me senté en el suelo, pues pensé que si me quedaba quieta en un sitio era más fácil que ellos me encontraran; así, mientras esperaba, recogí un poco de leña para hacer una fogata, como ellos solían hacer, y busqué algo para comer. Entonces, vi a lo lejos una planta con una fruta con un brillo peculiar, lo que hizo que mi estómago rugiera con fuerza, a pesar de que supiera a cuernos cuando me la comí. Pasaron unos minutos hasta que empecé a encontrarme mal y caí en un sueño profundo. No sé cuánto tiempo pasó desde que comí hasta que me desperté, pero recuerdo oír las voces de mis hermanos llamándome… Pasé varios días en la cama con fiebre y malestar, y, cuando desperté, ellos estaban durmiendo en el suelo de mi habitación, no se separaron de mi lado en ningún momento…"
-El abuelo llegó unos días después y se quedó un tiempo conmigo para ayudarme a poder controlar mi poder, aunque mis hermanos se tomaron muy en serio lo de entrenarme para hacerme aún más fuerte con mi nueva habilidad–y, tras una pausa para beber, miró a Zoro con esa sonrisa tan parecida a Luffy y añadió- luego me enteré de que el viejo les había echado una bronca monumental por ser culpables de todo aquello. Así que, esa es mi historia. Ahora te toca, cuéntame cómo llegaste a ser un estúpido espadachín.
Zoro sonrío y levantó la botella para brindar sarcásticamente por su comentario, pero esta ya estaba vacía, así que abrió un par de ellas más, y, tras resoplar, comenzó a contar su infancia, relatando su entrenamiento en el dojo y su amistad con Kuina, incluyendo la promesa que le hizo y lo solo que se sintió cuando esta falleció.
-Entonces –le preguntó Eirea tras un tiempo en silencio- ¿quieres ser el mejor espadachín del mundo por ella? Debe de ser alguien muy importante para ti…
-Sí, me gustaría que, esté donde esté, sepa que usaré su espada para cumplir nuestro sueño.
-Ohhhhh
-¿Qué? –preguntó sorprendido ante aquel suspiro
-Nada, solo que pareces tener sentimientos. Eres un ser humano de verdad.
Zoro resopló con ironía ante aquella burla y decidió callarla preguntándole:
-Y ahora que te reencontraste con tu hermano, ¿qué piensas hacer?
-No te entiendo.
-Bueno, te embarcaste con el sueño de poder vivir aventuras con Luffy y eso ya lo has logrado…
La chica enmudeció y comenzó a juguetear con la botella entre sus manos.
-Bueno… la cosa es que… –dijo entrecortada sin mirarle a los ojos- A ver, sí, era mi sueño, al menos lo era al principio, pero luego todo cambió, ¿sabes? Yo quiero estar al lado de mi hermano y viajar con él por todo el mundo…
-¿Cuál es tu sueño, Eirea? -le cortó el joven.
-No… es una gilipollez…
Le agarró su mano temblorosa y tiró de ella para que lo mirara a la cara, pudiendo ver que sus femeninos ojos sorprendidos.
-Tu sueño, ¿cuál es? –repitió el espadachín, tajante.
-Quiero destrozar a la Marina –comenzó a decir tras unos segundos, a la vez que sentía como su cuerpo se relajaba con cada palabra- Quiero matar a todos los altos cargos que me hicieron sufrir, acabar con ellos lentamente hasta que me supliquen que la muerte llegue pronto, y cuando acabe con todos ellos, quiero sentarme en el sillón de Almirante de la Marina, teniéndolos a todos a mi merced y demostrándole que dañaron a la persona equivocada. Eliminaré esa mierda de organización desde dentro.
Zoro sonrió mientras la soltaba y cogía un par de botellas nuevas, acercándole una y brindando con la otra.
-No esperaba menos de la hermana del futuro Rey de los Piratas.
Todo se volvió a quedar en silencio en tanto se observaban como dos bobalicones, apreciando cada centímetro de sus rostros, hasta que la chica rompió a reír en una tímida carcajada.
-¿Qué te ocurre ahora? –preguntó Zoro, totalmente descolocado.
-¿Sabes? Pensaba que esta noche sería un horror, pero resulta que no está siendo tan mala…
-Eso es por todo el sake que has bebido.
-Es posible… -Eirea notaba los efectos del alcohol en su cuerpo y eso le hacía sentirse totalmente libre- Nada bueno suele pasar cuando bebo.
-¿Por qué dices eso?
-Porque la última vez que me emborraché perdí la virginidad.
La botella de sake se resbaló de la mano de Zoro, quien intentó agarrarla sin derramar nada. La miró impactado, pestañeando varias veces y pensando si era consciente de lo que acababa de decir, pero ella le contestó con premura, tapándose la boca:
-Luffy no debe saber que te he dicho eso.
-¿Otra cosa más que Luffy no debe saber? –bromeó tratando de calmarse tras aquel sobresalto- Tranquila, eso es algo muy privado.
-Ya, pero es muy difícil tener secretos con Luffy, ¿sabes? Él y yo no nos guardamos nada de nada, es imposible escondérselo al otro –dijo mientras se rascaba la cabeza.
Aquel comentario contrarió mucho a Zoro, pues sentía que esas palabras significaban algo mucho más de lo que pudo entender. Intentó pensar en algún tema que sacar, pero también el alcohol empezaba a hacer efecto en él, por lo que escupió una serie de palabras que le hizo maldecirse a posteriori:
-Entiendo… ¿Fue con tu novio?
-No, para nada –se apresuró a decir sonriente- Fue con mi hermano.
Zoro escupió todo el sake que tenía en la boca y comenzó a toser ante aquella afirmación tan directa. La chica lo miró contrariada y le dio un par de palmadas en la espalda para que se recompusiera.
-¿Con tu…? ¿Pero Luffy sabe que tuviste relaciones con él?
-¿Qué? ¿Luffy? –preguntó Eirea muy molesta ante aquella afirmación- No seas estúpido, Zoro. ¿Cómo voy a tener relaciones con Luffy?
-¡Eh! Eres tú la que acabas de decir que tuviste relaciones con tu hermano.
-Ya… pero me refería a Sabo… –y siguió tras otro sorbo de la botella- La noche que Ace zarpó todos estábamos bastante tristes y acabamos bebiendo como unos cosacos; Luffy se durmió en su cuarto y yo fui al mío, pero no podía dormir porque echaba mucho de menos a mi hermano, entonces vino Sabo a consolarme y, bueno, acabó pasando…
-Vaya… Sabo y tú… quiero decir… ¿él te gustaba?
-Para nada. Ya te he dicho que es mi hermano. ¿Cómo va a gustarme mi hermano? Pareces idiota.
-Oye, que no soy yo quien hizo eso con su hermano.
-¿Y eso tiene que significar que sienta algo por él? ¿Acaso te gustan todas las mujeres con las que te has acostado?
-¿Cómo? –preguntó contrariado por aquella cuestión tan directa.
Eirea se dio cuenta en ese instante de que su mente estaba completamente fuera de sí y su lengua a merced del alcohol; había preguntado sobre algo de lo que no sabía si estaba dispuesta a querer conocer, enrojeciendo por ello. No obstante, ese interrogante también había avergonzado al espadachín, pues el simple hecho de que ella conociera su lado oscuro le confundía y aterraba de una forma incomprensible.
-Perdóname –comenzó a decir la chica- Yo no quería…
-Tienes razón –contestó tajante, intentando recuperar su dignidad- No tengo sentimientos por ninguna de esas mujeres. No soy de ese tipo de hombres.
Ambos bebieron a la vez, sin dirigirse mirada alguna, y tras unos segundos en silencio, ella comenzó a reír de una forma descontrolada.
-¿Qué es lo que te hace tanta gracia? -preguntó molesto el joven.
Eirea lo miró a los ojos y afirmó antes de volver a beber:
-No tienes sentimientos por ellas porque nunca te has encontrado con una chica que te enamore perdidamente hasta el punto de perder la cabeza.
Zoro sintió su cara al rojo vivo, apartando sus ojos al fuego totalmente desconcertado por aquella respuesta; trató de calmarse terminándose la botella de un solo trago mientras su nakama, que había parado de reír, observaba la tenue luz de la luna que se hacía presente por la entrada de la cueva; el chico miró como estaba apoyada en la pared y no puedo evitar sonreír al verla, negando con la cabeza en un intento de comprender por qué se sentía como lo estaba haciendo en aquel instante. Eirea le devolvió la mirada, fijando sus ojos durante segundos que parecieron horas, escudriñando cada milímetro de sus rostros y haciendo que algo se revolviera en el fondo de sus cuerpos.
-Tal vez tengas razón –susurró Zoro tras el silencio.
-¿En qué?
-En que aún no haya encontrado a esa chica… -afirmó con decisión y mirándola directamente a los ojos
Esas palabras, con esa contundencia, provocaron que el corazón de Eirea latiera con fuerza en cuestión de un segundo, por lo que se apresuró a beber de su botella y apartó la mirada de su compañero. Zoro carraspeó y giró su cabeza al frente, mirando el fuego; su cabeza no dejaba de dar vueltas, preguntándose porque había enunciado esa frase y cuál era el motivo de que estuviera tan nervioso: intentaba buscar en su cabeza las palabras adecuadas que deshiciera el entuerto en el que se había metido, pero el alcohol le hacía esa labor prácticamente imposible, aún más cuando sintió la cabeza de la joven apoyarse en su brazo y su corazón decidiera que era el momento ideal para ponerse patas arribas. Carraspeó un par de veces más, suspiró profundamente y sin perder la mirada del fuego, se atrevió a decir:
-Yo… Yo… No sé qué has entendido sobre lo que he dicho, pero…
Pero sus palabras quedaron eclipsadas por un sonoro ronquido que salió directamente del cuerpo de la chica; Zoro cambió su gesto, dubitativo, y giró la cabeza hasta encontrarse con el rostro plácido de su nakama, dormida profundamente recostada en su brazo. Sin ser brusco, le quitó la botella de sake de las manos y bebió de ella, sonriendo en soledad antes de susurrarle:
-Buenas noches, Eirea.
Los rayos de sol comenzaron a aparecer en el interior de la cueva, iluminando lo que quedaba de fogata y bañando la cara de la joven, que parpadeó varias veces antes de abrir los ojos; eran esos mismos rayos los que penetraban en sus cuencas y le taladraban el cerebro, haciéndole sentir una de las resacas más terribles que recordaba. Se incorporó poco a poco mientras se rascaba la cabeza y resoplaba una vez tras otra. "Estúpida" pensó "Sabías que esto iba a pasarte…" El sonido de su nakama anunciando que poco a poco estaba despertándose la hizo recordar pequeños flashbacks sobre lo ocurrido la noche anterior, sintiendo vergüenza por ello, por lo que se acercó al fuego para echarle leña y evitar que se apagara soplando con nerviosismo al pensar si Zoro recordaría lo mismo que ella, haciendo que el fuego casi llegara al techo de la cueva.
-¡Mierda! –se quejó poniéndose en pie.
-Buenos días.
Eirea se giró sobresaltada, tropezando con la bolsa de trajo Chopper y cayendo al suelo. Zoro alzó una ceja con ironía mientras trataba de levantarse, apoyándose en su brazo sano
-Sí señora, esa es una manera muy peculiar de dar los buenos días –bromeó.
-¿No te cansas nunca de hacer eso? Deja de asustarme de una vez –resopló la chica, incorporándose.
-La verdad es que estoy empezando a cogerle gustillo a esto –contestó a la vez que descorchaba una de las últimas botellas que quedaban- Nunca dejas de sorprenderme…
Sus palabras quedaron silenciadas porque se sobresaltó al sentirla tan cerca de él, pudiendo percibir cómo esa descarga volvía a fulminarle el cuerpo de arriba abajo; Eirea, que notó como su cuerpo se tensó, le enseñó el vendaje nuevo que le había dejado Chopper con una muesca sarcástica y comenzó a curarle.
-Esto ya tiene mejor pinta, así que creo que solo te lo inmovilizaré… Obviamente, esta herida no se puede infectar nunca, a juzgar por la cantidad de sake que recorre tu cuerpo.
-Ja ja ja, eres taaaaan graciosa.
-Gracias –le dijo mientras le sonreía con burla tras ponerle el brazo en cabestrillo- Creo que debemos de recoger todo lo que hay aquí, no creo que tarden mucho más en venir a por nosotros…
Pero Zoro no estaba prestándole nada de atención, pues estaba estirando su cuerpo y comprobando que la movilidad de su brazo a la vez que se ponía su cinturón de espadas. Decidió salir a tomar un poco de aire fresco y dejó allí a la chica hablando sola; sin embargo, una situación inesperada le hizo parar en seco y avisar a su compañera.
-Eeeeh…. Eirea, ven aquí. Creo que querrás ver esto
-¿Qué quieres ahora? –espetó enfadada mientras se recogía el pelo en una cola- Si esto es otras de tus bromas, no estoy de humor, te lo advierto…
Sus palabras quedaron en silencio tras comprobar que uno de sus peores presagios se encontraba ante sus ojos: una tropa de marines estaban esperándoles fuera, apuntándoles con armas y preparados para llevarles de nuevo a los calabozos. Al frente de ellos se encontraba un hombre gigantesco, con una gran barba negra y enorme barriga que subía y bajaba con cada carcajada que daba al verlos con gesto de sorpresa.
-Vaya, vaya, vaya… Nos ha sido difícil encontraros, sois bastante escurridizos…
Tragó saliva y, sin dejar de mirar al frente, dio un par de pasos hacia atrás, topándose con el hombro de su nakama; se sintió segura de tenerlo a su lado, así que le susurró:
-¿Qué hacemos ahora?
-Sólo puedes hacer una cosa
-Perdona, ¿cómo que puedo?
-¿No pretenderás que pelee en el estado en el que me encuentro, no? – le preguntó con su chulería natural.
-Pero si acabas de decir que te encontrabas mucho mejor, pedazo de mentiroso -le espetó muy enfadada
-Sí, pero no para pelear. Tendrás que hacerlo tú.
La chica le dirigió una mirada fulminante de ira y ya se preparaba para rebatirle, pero el comandante, al darse cuenta de que no le estaban prestando atención mientras no dejaba de hablar de las grandezas de su labor al haber dado con su paradero y lo fantástica que era el trabajo de su organización para con la sociedad, gritó enfurecido:
-¿Creéis que podéis ignorarme, escoria? Soldados, ¡disparen!
En un acto de supervivencia, Eirea se colocó delante de su compañero y cruzó sus manos provocando que una barrera de aire parara las balas.
-¿Ves? Te dije que podrías con ellos. Estoy orgulloso de ti.
-Eres un gilipollas.
Los soldados se deshicieron de las escopetas y se dirigieron hacia ella, quien recayó en la vara de bambú con la que el día anterior estuvo practicando y les respondió con un asalto combinando la fuerza de sus patadas y puñetazos con ataques con aquella arma improvisada, librándose de la mayoría de ellos; el comandante, ante tal situación, desenvainó una larga katana y la atacó con dureza, ante lo que solo pudo esquivar uno tras otro.
-Eh… ¡EH! –escuchó a Zoro a sus espaldas
-¿Qué quieres?
-Deshazte rápido de ese tipo, tienes que protegerme.
La chica lo miró de reojo y reparó en que varios soldados habían ido a apresarlo, cogiendo una de sus espadas para defenderse de aquel grupo; sin embargo, ese gesto la hizo desconcentrarse de su pelea y el comandante le lanzó un ataque con su espada, haciendo que tuviera que dar un gran salto hacia atrás para esquivarlo y cayera cerca de la entrada de la cueva; Zoro, quien se había deshecho ya de sus adversarios, oteó como los soldados que aún quedaban en pie se había recolocado junto a su jefe, quien soltaba una sonora carcajada al ver que la chica había reculado. Eirea se apoyó sobre una de sus rodillas antes de levantarse y tocarse la mejilla, recayendo en que aquel ataque había arañado su cara.
-¿Estás bien? –le preguntó Zoro al ver como se quedaba inerte frente a ellos
-Me has hecho sangre -le dijo Eirea al marine, sin apartarle la mirada.
-No sabes la pena que me da –rió el comandante, haciendo que su barriga se moviera hacia arriba y hacia abajo- Esa cara tan bonita no se merece ser dañada… Aunque, según me comentan, no sería la primera vez que un soldado te deja marcada, ¿verdad?
Zoro sintió como su cuerpo temblaba de rabia ante ese comentario, pero su ira se tornó en inquietud al ver la actitud de Eirea, quien seguía paralizada delante de la tropa, con la respiración tan agitada que su cuerpo parecía temblar.
-Has cometido un error… –murmuró a la vez que se levantaba del suelo- y lo vas a lamentar.
-Uuuuh, me muero de miedo –se burló el marine- ¿Qué vas a hacer? ¿Me vas a pegar con ese palito?
Eirea sonrió vengativamente, estiró uno de sus brazo y colocó su palma bocarriba; de repente, un remolino de viento hizo surgir una columna de agua, esculpiéndola de tal forma que se asemejaba a la cabeza de un dragón.
- ¡¿Pero qué cojones…?! –exclamó Zoro mientras envainaba su espada.
Los soldados, que alzaban la mirada para ver semejante monstruo, intentaron huir, pero Eirea dirigió su ataque hacia ellos, engulléndolos y dejándolos prisioneros en el tornado que había en su interior; aprovechándose de aquella situación, cogió de nuevo su vara de bambú y contraatacó con rudeza al comandante, golpeándole una y otra vez sin parar hasta dejarlo ensangrentado para, finalmente, empujarlo dentro de la boca de la bestia. No obstante, a pesar de que la pelea había terminado, aquel dragón de agua siguió engullendo los cuerpos de los soldados ya derrotados mientras Eirea se quedó parada justo en el lugar donde había dado los últimos golpes; ese gesto, acompañado del hecho de cómo se había transformado su forma de pelear, hizo que Zoro pensara que algo estaba pasando y trató de acercarse poco a poco a ella.
-Eirea…. –la llamaba con cada paso que daba- ¡Eirea!
La joven, ignorándolo por completo, levantó la cabeza hacia el monstruo de agua, que se quedó mirándola fijamente y, lentamente, se acercaba a ella en un gesto de sumisión. Zoro no podía creer lo que veían sus ojos, pero no cesó en su camino ni en dejar de llamarla; cuando por fin consiguió llegar hasta ella, recayó en que se encontraba un estado de trance y de concentración tan grande que ni se percató de que estaba a su lado, pues sólo podía mirar a aquel animal de agua que la había ayudado.
-Eh… Eirea –le volvió a decir mientras se colocaba delante de ella.
Posó su robusta mano en el hombro de la chica, quien cerró los ojos y, tras eso, la figura acuática se desmoronó, haciendo que una gran cantidad de agua cayera sobre ellos. Zoro abrió los ojos y resopló pesaroso al ver cómo las gotitas de agua caían por su flequillo, sopládole para secar su pelo; al ver ese gesto, Eirea no pudo aguantarse la risa y soltó una tímida carcajada que acabó compartiendo el espadachín.
-¿Qué cojones acaba de pasar? –le preguntó el joven totalmente desconcertado
-Bueno… le avisé que había cometido un error.
-Ha estado genial.
Y ante aquella afirmación, se quedaron en silencio escudriñándose con la mirada cada milímetro de la cara mientras podían notar cada latido del corazón resonando en sus oídos: esa situación era muy extraña, sobre todo para ellos, pero no les importó pasar varios minutos así, haciendo aflorar en el interior de sus cuerpos una sensación placentera que les hacía sonreír como idiotas.
-¡Ahí están!
Ese aviso hizo que salieran de aquella fantasía y dirigieran sus ojos a la entrada del bosque, donde acababan de aparecer Luffy, Sanji, Nami y Chopper.
-Hermano… -susurró la chica, corriendo hacia él y envolviéndose en sus brazos.
-¿Podéis explicarme que ha pasado aquí? –preguntó Sanji.
Un relámpago atravesó el cuerpo de Eirea ante aquella cuestión, pues pensaba que su compañero se refería a aquel instante previo con Zoro; lo buscó con la mirada y se dio cuenta que el mismo pensamiento había acudido a su cabeza, pues tenía los ojos aún más abiertos que ella y mostraba un gesto en el que claramente su cabeza buscaba las palabras exactas para no caer un entuerto.
-¿Cómo han llegado todos esos cuerpos al lago? ¿Os habéis cargados a todos esos soldados? –se interesó el cocinero de nuevo al tiempo que caminaba hacia el lago. Al volver la mirada hacia allí, Eirea tomó conciencia de la cantidad de adversarios a los que se había enfrentado.
-Fue ella –afirmó Zoro, sonriendo a su compañera, quien le devolvió el gesto desde la lejanía- Ella los ha derrotado a todos.
-Vaya, vaya, vaya, hermanita… -alardeó Luffy- Has vuelto a hacer de las tuyas.
-Me encanta este momento de fraternidad absoluta que estamos viviendo, pero deberíamos de volver antes de que se presente más compañía –espetó Nami.
-Tienes razón -dijo Eirea- Salgamos de aquí cuanto antes.
Tras recoger lo poco que tenían dentro de la cueva, echaron a caminar por el bosque de vuelta al barco. Mientras recorrían el camino de vuelta, Zoro observaba como Luffy le contaba a Eirea todo lo que había hecho en su corta ausencia y cómo ella se sorprendía de las historias que contaba, sonriendo al verla tan feliz al lado de su capitán.
-Entonces… -comentó sarcásticamente Sanji, acercándose a él y sacándole de su ensimismamiento- ¿ha estado bien la escapada?
Zoro resopló irónicamente y siguieron caminando en silencio.
