Un campo de fuerza fue suficiente como para amortiguar nuestro golpe contra el suelo, así como para evitar que la explosión nos consumiera. Aun así, no puedo decir que salimos completamente ilesos de aquella situación. Por otro lado, el correcielos había quedado esta vez completamente inservible.

A medida que las nubes de humo se disipaban podíamos ver un cielo azul, a la vez, el zumbido en mis oídos se iba transformando en serenos murmullos de un mar. Si bien el plan era caer en el mar, cerca de una costa, nos estrellamos en la costa. La pregunta ahora era ¿en dónde?

Levanto la vista y por un momento veo 3 sombras en forma de disco, se fueron como hojas llevadas por el viento

Varios turistas se acercaron a revisar. ¿Estaban asombrados por ver a tres niños salir de un ovni? Algo, pero más que nada estaban molestos porque acabábamos de tirar basura en la playa arruinando la preciosa vista de Summers. Bueno, al menos ya sabíamos dónde nos encontrábamos.

Y es que tal como Winters, Summers le hacía honor a su nombre. la temperatura aquí era mucho más cálida, la gente buscaba el brillo del sol para tomar un color caramelo o bien quedarse con un color rosado cerdito, la playa estaba repleta de muchachas que se paseaban en trajes de baño y chicos musculosos, supongo que es a lo que se denomina beach boy, llevar lentes de sol era prácticamente una regla.

Todo esto podía sonar genial, pero si aquellos platillos nos habían derribado significaba que nuestros enemigos sabían nuestra ubicación, así que teníamos que movernos.

Caminamos a orillas del bulevar junto a la playa sin un rumbo fijo realmente, pero no podía dejar de sentir que estábamos siendo vigilados.

Me detengo y me vuelvo hacia mis compañeros. «Estaba pensando… Jeff, ¿dónde está Paula?

El nerd estaba revisando su rastreador de frecuencias, por lo que no había puesto mucha atención hasta que lo llamé.

«Miren lo que traigo» dijo Paula llegando al área dando saltos de alegría.

«¿En dónde estuviste?» dije un poco molesto.

Mientras esbozaba una sonrisa burlona me muestra un pequeño folleto.

«¿Compraste una guía de viajero?».

«Bueno, ya que caímos en esta ciudad de ensueño pensé que podríamos divertirnos un poco. Estaba pensando que…».

«Paula, acaban de derribar nuestra nave, casi nos matan, seguramente ahorita mismo una tropa de starmen o pulpos espaciales han de estar buscándonos».

«Te desconozco Ness ―dijo Paula con picardía en su voz―, ¿no eras tú el que sugirió hacer lo mismo en Fourside?».

«Sí, y mira lo que pasó» reproché.

«Oye, todo salió bien» dijo ella intentando calmarme.

Miré a Jeff para conocer su opinión.

«Creo que hacer un poco de turismo es buena forma de despistar al enemigo» dijo él.

«Está bien, pero no te separes de mi lado. Ninguno de los dos».

Summers era, como lo llamaban los locales: una trampa para turistas, la ciudad y las playas podían ser muy bonitas, la forma en la que se mesclaba la arquitectura antigua y la moderna realzaba el atractivo del lugar, pero todo era extremadamente caro. De pronto el dinero que tenía en mis bolsillos no parecía demasiado, tuvimos que quedarnos con las ganas de probar ciertos lujos.

Unos helados, unas gafas, una fotografía junto a la playa. Mis amigos pronto cayeron en el trance del turista, cuya única preocupación es pasar un buen rato, ¿pero yo? No podía entenderlo , me estaba divirtiendo, sí, pero mi mente estaba funcionando en otra sintonía. Ellos corrían descalzos y libremente por la arena, áspera y llena de guijarros y piedras lisas como las de un río, mientras yo solo los seguía para no alejarme de ellos, imaginando que algo malo de pronto podría pasar.

Paula me lanzó un puñado de arcilla, cuando tuvo mi atención esbozó una sonrisa malvada.

Jeff que estaba un poco más adelante me gritó: «Vamos Ness, no te dejes».

Le devolví la sonrisa a Paula. «Tú lo pediste» dije mientras recolectaba un puñado de arcilla.

Paula y Jeff salieron corriendo y yo me uní a ellos.

Los lugareños hablaban un idioma que no identificaba del todo, pero parecía una mescla entre italiano y francés. No fue un gran problema, al ser un lugar que recibía muchos extranjeros la mayoría de los comerciantes y servidores públicos saben hablar más de un idioma, y para nuestra fortuna el español era uno de esos idiomas.

Paramos a almorzar en un elegante restaurante con amplias ventanas que miraban al mar.

Mis ojos se desorbitaron al ver el menú, no solo por el costo de los platillos sino también por sus nombres. ¿Seguro que seguimos hablando de comida? llegué a pensar. Los ojos de Jeff solo iban de un lado a otro mientras escaneaba el menú con una expresión de confusión. Con una simple mirada sabía que Paula me preguntaba, «¿y ahora qué pedimos?».

Los tres acercamos nuestras cabezas al centro de la mesa.

«Solo elijamos la opción que suene menos extraña en nuestras cabezas».

Mientras esperábamos nuestra comida, Paula señaló algo que vio en la guía de viajeros. Resulta que en el museo de antropología en Summers había una exhibición sobre la gran pirámide de Scaraba. Si la visitábamos primero, por lo menos podríamos saber que escondía ese antiguo monumento que era tan importante.

«Dos órdenes de té helado real , disfrútenlo» dijo el camarero después de poner los platos delante Paula y Jeff, «En un momento le traemos su pasta di summers señor».

«Un momento» exclamé. «Pruebe el té».

«Hem, no estoy entendiendo».

«Tome el cucharon y pruebe el té».

El camarero hizo lo que le pedí: Después de probar el té de Paula lo hice probar el té de Jeff. «Mmm~, delicioso» dijo él, seguido a eso se retiró.

Mis amigos se me quedaron viendo muy confundidos y algo espantados.

«¿Por qué fue eso?» pregunto Jeff.

«No podemos tomarnos a la ligera lo que introducimos a nuestro cuerpo, no cuando Giygas nos está buscando».

Ambos me miraron como si me estuviera volviendo loco.

«Ness, creo que el accidente aéreo te dejó un poco paranoico» insinuó Paula.

«Para nada, solo creo que no está mal un poco de precaución».

Jeff tomó la palabra: «Ness, destruimos la estatua Mani-mani, Giygas ya no puede ejercer la influencia de antes».

«O eso quiere que creamos».

Hubo un silencio.

Giygas me tenía amenazado con hacerle daño a ambos, pero no quería decírselos, no había nada que ellos pudieran hacer más que compartir mi temor.

«Bueno, espero que mi zopa con babas del camarero esté buena» dijo Paula.


Entramos al museo, donde, por cierto, no nos dejaron ingresar con cosas como nuestras mochilas, mi bate o el sartén de Paula. Aun con eso, Jeff se las arregló para que lo dejaran entrar con su rastreador, con el argumento de que no entraba en la categoría de ninguno de los objetos que estaban prohibidos. Aunque insistimos que veníamos solamente a ver la exhibición de la pirámide terminamos integrándonos a un visita guiada.

A nuestro grupo se incluyeron dos personas que parecían provenir desde el lejano oriente. El primero era un anciano, de ojos rasgados y una fina barba de chivo plateada y amarrada en una trenza. Los cabellos que crecían alrededor de una brillante calva tambien estaban amarrados con una pequeña trenza. bajo su nariz crecían unos delgados pero largos bigotes. Su vestimenta indicaba que practicaba artes marciales, cinta negra.

El segundo era un adolescente, delgado, y, aunque tenía la misma estatura de Jeff, la trenza sobre la coronilla de su cabeza lo hacía ver un poco más alto. Tenía ojos rasgados y facciones finas. Al igual que el anciano llevaba un gi blanco, por lo que asumí eran maestro y alumno. El joven también era cinta negra. Con todo, lo que más me llamó la atención fue su corte de cabello; y es qué más allá de la trenza antes mencionada tenía la cabeza rapada. Sí, lo sé, con lo amplio y diverso que es el mundo sería ridículo pensar que todas las personas tendrán las mismas costumbres de vestir y hablar. Aun así, me preguntaba si ese corte significaba algo. Tal vez era una tradición ceremonial, tal vez al ver que su maestro se estaba quedando calvo decidió raparse como muestra de respeto o tal vez solo era una moda oriental. ¿Qué más da? nosotros también éramos extranjeros en este país y en algún momento nuestro atuendo debió parecer raro a alguien. Los dejé de mirar antes de que hiciera contacto visual con uno de ellos dos.

El paseo por el museo comenzó, si bien las exhibiciones podían tener una gran historia que contar a mí solo me interesaba una cosa, y no me molestaba en hacerlo notar.

«Disculpe, todo esto suena muy interesante, pero ¿cuándo veremos la exposición sobre la pirámide?».

Dos paradas después de lo antes mencionado llegamos a dicha exhibición. Un cuarto de luz amarilla, contaba con varias reliquias y joyas puestas en vitrinas sobre pedestales, también contaba con una maqueta de la pirámide.

Ignorando completamente lo que nuestro guía decía yo me puse a revisar con mucho cuidado la maqueta esperando tener alguna pista de qué iríamos a buscar allá.

Levanté la mano a la vez que interrumpía al guía. «Disculpé, pero ¿con que motivo se construyeron las pirámides?» pregunté.

«Los antiguos sacarabies creían que enterrando a sus faraones en estos monumentos los ayudarían a alcanzar el cielo, rencarnando en estrellas» me contestó el guía.

«¿Pero tienen alguna relación con los aliens?».

«Je je, no, ese es un mito que los ufólogos y conspiranoicos se han encargado de popularizar, dicen que tal hito de la arquitectura no podría ser realizado por mano de obra humana, y se entiende que lo digan, las pirámides fueron construidas hace unos cuatro mil seiscientos años, los ladrillos que apilaron no son como los pequeños bloques que hoy usamos, aunque en la maqueta se ven pequeños estos son gigantescos y en ese entonces los scarabies no conocían la rueda como para acarrearlos de un lugar a otro, pero no, no fueron los aliens, sino unos muy hábiles obreros que se valieron de trineos, troncos y rampas…».

«Bueno, es curioso que lo mencione, pero una hipótesis sugiere que en realidad no utilizaron rampas». Ese era Jeff corrigiendo a nuestro guía.

Como sea, cuando dijeron que estas no guardaban relación con los extraterrestres me perdieron. De hecho, si Jeff tenía conocimiento sobre el tema no sé qué hacíamos aquí en primer lugar; quiero decir, no odiaba la historia, de hecho, podía ser interesante saber por qué tipo de cosas pasaron a través de los siglos los objetos que hoy se encuentran en una vitrina de algún museo, pero no soportaba que alguien se pusiera a hablar de cosas que yo ni siquiera entendía pero que por alguna razón asumía que lo haría, como si para mi edad ya es algo que debiera saber. Al menos Jeff no me cobraba por escucharlo.

Dejando eso de lado, noté que Paula una vez más no estaba, de hecho, tampoco estaban el anciano y el joven que nos acompañaban.

Paula se asomó desde una esquina y nos hizo señales para que la siguiéramos. Una vez que tuvo mi atención se adentró en un pasillo que no parecía estar en el recorrido del museo. Antes de seguirla volteé a ver a Jeff, esperando que él también viniera, pero al parecer estaba muy ocupado debatiendo con nuestro guía, ni siquiera parecía darse cuenta que ya no estábamos a su lado Si lo llamaba también llamaría la atención de nuestro guía y eso podría significar problemas.

Paula me siguió haciendo señas, esta vez con más insistencia.

Terminé dejando solo a Jeff para seguir a Paula, al final él estaba sirviendo como distracción sin siquiera saberlo.

Al final del pasillo encontramos al anciano que iba con nosotros, hablando con un hombre de turbante ―como los que llevan en el medio oriente― parado delante de una puerta. Nos asomamos con discreción desde una esquina.

Aparentemente estaban hablando de algo serio. El hombre del turbante sonreía con astucia.

«¿Qué están haciendo ustedes aquí?».

Nos dimos vuelta y vimos al joven que acompañaba al anciano parado detrás de nosotros.

«Lo mismo podemos preguntarte» respondió Paula mientras se cruzaba de brazos en muestra de seguridad propia.

El anciano le preguntó algo a su alumno en otro idioma.

Paula suplicó en silencio que no digiera nada.

El muchacho respondió en el mismo idioma de su maestro, después nos dice a nosotros: «Vuelvan por donde vinieron».

El hombre del turbante se acerca a revisar. «Usted me dijo que solo lo acompañaba su alumno. ¿Quiénes son ellos?».

«¿Poo?».

«Nos siguieron, maestro».

«Venimos por la misma razón que ustedes» dijo Paula en tono de súplica.

«¿Y me podrían decir que razón es esa?» preguntó el viejo.

«Averiguar qué dice la inscripción que desenterraron en el norte de Scaraba la semana pasada».

«¿En serio?» pregunté yo.

Paula me da un codazo en el riñón.

El viejo comenzó a rascar su barba de chivo.

«Yo solo les pido un poco más de paciencia ―comentó el hombre del turbante― aún no está en exhibición».

«Y cuánto tiempo faltaría para eso» pregunté yo.

«Tal vez la siguiente semana».

«¡¿Qué?! No tenemos tanto tiempo» comenté.

En ese momento me quedé callado un momento preguntándome si mencionar la invasión alienígena a la que nos enfrentábamos serviría de algo.

«Además sabemos que estaba por aceptar un soborno del viejo».

«Mira niñita entrometida…».

El viejo le hizo una seña al trabajador del museo para que le permitiera hablar.

«Como ve, la pequeña está más enterada del asunto de lo que se imaginaba, suelo tener varios alumnos, pero al estar algo entrado en años es común que no identifique a alguno de ellos cuando no llevan su uniforme, pero si sabe mi nombre es porque efectivamente viene con nosotros».

«Su nombre es Yi-si-ki».

El alumno del viejo volteo a ver sorprendido a Paula.

«Bueno, quién lo diría ―dijo Yi-si-ki―, ese es mi nombre. Ambos chicos vienen con nosotros».

«¿Sus alumnos se dirigen a usted como "viejo"?».

«Bueno, cada persona recibe el respeto que se gana, y utilizar sobornos para conseguir ciertos objetivos puede manchar el nombre de cualquiera. ¿No lo cree?».

Perdido en algún pensamiento el hombre del turbante respondió: «Vaya que sí».

«Jóvenes, les he enseñado a ir tras el conocimiento, nadie puede negárselos, que no les duela desprenderse de alguna joya valiosa con tal de adquirir conocimiento, porque no hay joya que se le pueda comparar».

El muchacho del gi hizo una pequeña reverencia mientras con un puño tocaba la palma de su otra mano y pronunciaba la frase: Sí maestro.

Paula y yo hicimos lo mismo en imitación.

«Entonces, ¿sobre nuestro trato…?».

«Muy bien, hagamos esto antes de que el profesor Fork regrese.

El alumno de Yi-si-ki se acercó a Paula y con voz baja le preguntó: «¿Cómo es que eres usuaria de PSI?».

«¿Sorprendido?» respondió Paula con una sonrisa burlona en su rostro. Después de esto cruzó el umbral de la puerta que el trabajador del museo nos había abierto.

Yo imité la actitud de Paula e hice lo mismo.

Al entrar vimos a un hombre con un saco color ocre tirado en el suelo boca abajo.

«¡Profesor Fork!» gritó el hombre del turbante antes de correr a auxiliarlo.

Al ser volteado descubrimos no solo que tenía dos heridas profundas ―una en la frente y otra en el pecho―, sino también que ya no estaba vivo.

El hombre del turbante llevó una de sus manos a la herida que tenía en el pecho, pero la retiró de inmediato pues estaba caliente.

Si bien esa escena fue la que más nos horrorizó no era lo único que había pasado en esa habitación. Quien haya sido el atacante había destruido en cientos de pedazos la tablilla que habíamos venido a buscar, volviéndola imposible de reconstruir. Y no solo eso, había dejado en su lugar una especie de píldora gigante y plateada que flotaba en medio del lugar. ¿Debo mencionar que esto lo habían hecho los aliens?

El hombre del turbante intentó llamar a seguridad a través de una radio, pero algo hacía interferencia. Corrió hacia la puerta, pero esta se cerró en un instante, como si alguien la hubiera azotado.

En la habitación había un par de sarcófagos que estaban siendo reparados para exhibición. Ambos empezaron a producir un traqueteo. De estos salieron dos momias respectivamente.

«Es esa capsula ―dije―, está tomando el control del lugar». Lancé una descarga de PSI rockin, pero un escudo de energía desvió mi ataque.

Ahora un starman apareció frente al extraño objeto,

«Maestro, esa cosa es semejante al demonio que invadió nuestras tierras» dijo el joven del gi.

«Yo me hago cargo de estos "hombres reconstruidos" ―dijo Yi-si-ki― ustedes tres encárguense de él».

El starman fijó su mirada en mí, pero, a diferencia de lo que creí que haría, no disparó. Volteó su cabeza unos 180 grados y apuntó a Paula.

Lancé otra descarga de PSI rockin pero tal como en el caso de la capsula mi ataque fue desviado.

Corrí en dirección de Paula, pero no alcancé a llegar.

Un láser hirió a Paula, a pesar de que ella había formado un escudo PSI delante de sí misma.

El starman apagó el lacer solo porque yo me puse enfrente, al parecer sabía que mi medalla podía reflejar su ataque.

Después de ayudar a Paula a curar su herida la ayudé a pararse.

Mientras tanto el joven alumno de artes marciales corrió en dirección a los pies del enemigo para intentar barrerlos, pero esto fue inútil. Los starmen eran invertebrados, podían endurecer y ablandar cualquier parte de su plateada armadura para moldearla a la forma que ellos quisieran.

Con tanto ajetreo ni siquiera habíamos notado que el anciano estaba teniendo un enfrentamiento uno contra dos con las momias, y él iba ganando.

El starman levantó al joven con uno de sus tentáculos y lo apretó con fuerza.

«Jovencito, usa el ataque que habías utilizado antes» dijo Yi-si-ki.

«Pero tiene un escudo psíquico».

Gran idea habernos deshecho de nuestras armas.

Mientras yo estaba dialogando con Yi-si-ki Paula usó telequinesis para mandar llamar un mazo que tenía a la vista y se lo estrelló en la cabeza al enemigo. El starman soltó a su víctima.

No pasaron ni tres segundos de eso hasta que un tronador rayo golpeó al enemigo.

«Los tres, ataquen a su cabeza con PSI a la vez» dijo Yi-si-ki.

Paula lanzó un ataque de PSI Fuego β. El alumno de Yi-si-ki hizo caer un trueno. Finalmente yo lancé un ataque de PSI rockin que reventó el cristal negro de su visor.

El starman se desplomó en el piso antes de desaparecer en un destello de luz junto con la capsula que protegía.

En fin, todo esto pasó mientras el hombre del turbante se lamentaba por los destrozos que se dejaban por el lugar.

Finalizada la euforia de la victoria recordamos que había un cadáver en la habitación, el cual probablemente había sido asesinado por el starman que acabábamos de derrotar. El mismo starman que pudo habernos dejado en la misma condición. Y aun si hubiera sido tan solo una persona habría sido algo lamentable.

Por otro lado, entendía que si él había destruido la tablilla era porque esta, efectivamente, contenía información vital para nosotros. Información tan valiosa que cuanto antes debía ser enterrada junto con todo el que la supiera, y por desgracia el profesor Fork había sido una de esas personas. La pregunta era, qué información podía ser tan importante.

La puerta se abrió y Jeff entró con su rastreador de frecuencias en la mano.

«¿Qué están haciendo ustedes aquí?» preguntó él.