Espero que les guste este capítulo :) No se olviden de pasar por el Instagram /Camilamku/. Abrazos y que tengan un lindo fin de semana.


Había pasado un mes desde la última luna llena y Matt seguía hablando de su transformación como si hubiese sido lo más asombroso del universo. Repetía frases como: «la gente me miraba horrorizada», «lucí abominable»; aunque Mello no entendía cómo Matt podría saberlo, porque las transformaciones anulaban todo tipo de conciencia. Ni él mismo era capaz de recordar a la mañana siguiente lo que sucedía con él en la celda.

—Es en serio, amigo —dijo Matt, haciendo alarde—. Te va a encantar. —Le dio una pitada a su cigarrillo—. Estoy seguro de que Beyond te dará permiso, ¿por qué no simplemente le preguntas? —Mello rodó los ojos mientras bajaba las escaleras hacia el sótano junto al pelirrojo—. ¿O te da miedo…?

Esa última incitación hizo que sintiera vergüenza y se pusiera a la defensiva.

—Sabes muy bien que ese no es el punto —rezongó Mello, pero no se había escuchado tan convencido como hubiese querido. Podría dar mil excusas de por qué era conveniente no asistir esa noche a la fiesta de la luna, pero nadie le creería, porque ni él mismo lo hacía.

Recordaba sus palabras hacía un mes: «sabes que Elle no me dejará ir. Es muy estricto con eso de la mayoría de edad». ¿Cuánto había de verdad en esa afirmación, si al fin y al cabo él jamás había sido del tipo que "seguía órdenes"?

Matt pareció haberse dado cuenta de su cambio repentino de humor. Quizás sí fuese miedo después de todo, pero Mello se negaba a aceptarlo, porque ese sentimiento no era propio de alguien como él.

—¿Vas a encerrarte en la celda y ya? —continuó Matt, incitándolo—. ¿Ni siquiera vas a intentarlo? —Mello caminó adentro de su calabozo y se puso los grilletes en tobillos y muñecas. Pero no los ajustó. La insistencia de Matt parecía estar dando resultado, porque de verdad estaba pensando en qué pasaría si acudía a la fiesta de la luna esa noche.

Observó la celda de enfrente. Near estaba de cuchillas, sentado sobre la mohosidad del suelo, con los grilletes ajustados en sus articulaciones. Su aspecto, tan patético, causó que Mello se viera a sí mismo reflejado en él… Near jamás participaría de una de esas fiestas…, y él no podía ser como Near.

¡No debía!

—Ya qué… —murmuró Matt, dándose media vuelta—. Tú te lo pierdes.

—Espera —dijo Mello de repente—. Pregúntale a Beyond si me deja ir.

Matt quedó tan pasmado que casi deja caer el cigarrillo de su boca.

—¿De verdad? —preguntó emocionado mientras miraba a Mello por el rabillo del ojo.

Mello y Near cruzaron miradas intensas, rodeados por un halo sombrío y silencioso.

—Sí —respondió Mello, y eso fue todo para que Matt saliera a los trotes en busca de Beyond.


El metal de los grilletes en su cuello, muñecas y tobillos estaba tan frío que, irónicamente, le provocaba quemazón; Near podía estar seguro de que por la mañana tendría marcas amoratadas tan grandes que tardarían, por lo menos, una semana en desaparecer.

Mello, por el contrario, se estaba tomando el doble de tiempo para acomodarse sus grilletes, hacía más ruido que de costumbre, enroscaba las cadenas y las volvía a desenroscar con aburrimiento. Luego se paraba y daba vueltas en la celda, como un alma en pena; arrastraba los pies con pesadez, suspiraba e insultaba por lo bajo mientras Near estudiaba cada uno de sus movimientos.

Matt había partido hacía más de una hora. Empezaba a impacientarse.

—¿Qué me miras tanto, maldita sea? —gruñó Mello, y le lanzó una mirada de puñal para que se sintiera amenazado. Sin embargo, Near no era de los que agachaban la mirada, ni tampoco era fácil atemorizarlo, así que ambos se quedaron viendo a la cara durante más tiempo del que Mello pudo tolerar. Al final, fue él quien decidió darle la espalda—. Mequetrefe —gruñó.

Near suspiró. Se le cruzó por la cabeza lo que solía pensar con cada llegada de una nueva luna llena, encerrado en esa oscura celda, justo frente a la de Mello. Había muchos detalles en la personalidad de él que capturaban su atención, por ejemplo, su rebeldía, su impulsividad, su determinación para las estupideces…

A veces Near consideraba que Mello era demasiado bobo como para salvaguardar su propio bienestar, y que ese seguramente era el motivo por el cual quería cumplir la mayoría de edad, para dejar libre su licantropía, para comer de una buena vez corazón humano. Ese era un sentimiento que Mello compartía con Matt y que él no solía tener. Admitía que ese instinto animal de Mello le generaba repulsión, pero también cierto deseo, uno extraño de explicar.

—¡¿Por qué mierda se tarda tanto?! ¡Maldición! —gruñó Mello enrabiado y le dio una patada a la pared. Tener que esperar a Matt con las esperanzas de que le trajera buenas noticias lo estaba haciendo desesperar.

—Si tienes suerte… —pronunció Near—, no te dejarán ir.

Mello pareció encenderse con esa declaración. Se giró y lo miró con repulsión.

—¿Tú qué mierda vas a saber? —dijo con tono amenazante.

Near se elevó de hombros y enarcó una ceja.

—No te animarías a matar a nadie, Mello —dijo lentamente—. Finges que lo tienes todo bajo control, que eres fuerte y que puedes tomar ese tipo de decisiones, pero tú y yo sabemos que no eres como Matt o Beyond. No eres un asesino.

Se observaron durante una fracción de segundo en la cual Near creyó estar viendo la verdadera esencia de Mello, una que se negaba a mostrar en público.

—Tienes razón, Near; no soy como ellos —respondió Mello con una sonrisa cínica—. Soy peor, y si Beyond me da permiso para ir a la fiesta, que no te quepa duda de que iré, y haré de las mías allá.

Near se lo quedó viendo sostenidamente, como si intentara encontrar diferencias entre su discurso y sus pensamientos.

—Tienes miedo. Lo sé —exclamó el albino, e hizo erizar la piel del rubio.

—No, tú no sabes nada de mí. No me conoces —soltó aquel con amenaza.

Near agachó la mirada, no porque se sintiera intimidado, sino más bien porque parecía estar reflexionando.

—Vi las noticias —dijo mientras se jalaba un bucle—. La policía está al acecho. Cuida que no te capturen por la mañana.

«¿Cuida que no te capturen…? ¿El enano se preocupa por mí?», pensó Mello de refilón.

—No lo harán —respondió—. Y si lo hacen… —sonrió de lado—, no podrán contárselo a nadie, porque para cuando amanezca me habré encargado de matarlos a todos.

Near enarcó una ceja.

—Interesante —llegó a musitar.

La puerta del pasillo se abrió de repente y se cerró de golpe. Unos pasos resonantes se acercaron a ellos con decisión. Beyond se paró frente la celda de Mello y lo observó detrás de los barrotes.

—Sal de ahí —ordenó, imperante; se lo notaba más altivo que de costumbre—. ¿Qué no oíste? —insistió. Mello se giró para observarlo a los ojos. En su mirada azul había sorpresa, pero también incertidumbre—. Hoy te vienes conmigo.

Mello casi deja caer la mandíbula. Había anhelado durante toda su joven vida escuchar esas palabras pero, por su expresión, hasta Near pudo darse cuenta de que jamás se hubiese esperado que el permiso le fuese concedido justamente esa noche. Daba pocas chances de que Matt fuera capaz de convencerlo.

—¿Qué…? —tartamudeó.

—A partir de hoy… —susurró Beyond, con la voz cargada de cinismo—, serás libre.

Mello abrió los ojos tan grandes que casi salen de sus orbes. Por un instante creyó haber estado escuchando mal, pero cuando vio que Beyond comenzaba a impacientarse actuó con tanta rapidez que, en un segundo, se incorporó y se quitó los grilletes, arrojándolos al suelo. Las cadenas chocaron contra las baldosas, haciendo un ruido chirriante.

—¿Elle sabe de esto? —preguntó Mello con voz temblorosa, todavía sin poder creerlo. Beyond pareció ofenderse con la pregunta. Se giró y miró a Mello, desafiante.

—¿Acaso quieres preguntárselo? —dijo con cierto maquiavelismo insinuante—. ¿No es suficiente con mi permiso?

Mello negó rápido con la cabeza.

—¡Claro que sí! —respondió, agitado.

—Si aún no lo sabe… —continuó Beyond volviendo a girarse; caminó con paso tranquilo y relajado hacia la puerta—, va a enterarse, no te preocupes —soltó, y le dedicó un gesto insinuante. Se detuvo frente a la celda de Near, lo estudió de arriba abajo.

Era el favorito de Elle, y eso solo ayudaba a que sintiera rechazo. El albino le devolvió una mirada peyorativa y Beyond, simplemente, se alejó. Fue hasta la entrada del pasillo y dio otro portazo.

Una vez a solas, Mello se deshizo por completo de los grilletes y salió de la celda.

—¿Debo cambiarme? —se preguntó a sí mismo, completamente eufórico por la emoción—. ¿Debo ponerme algo especial…? —Se tocó los pantalones, la remera, la chaqueta… Pensó que quizás sería buena idea vestirse para la ocasión, después de todo esa sería la primera vez que participaría de la «fiesta de la luna».

Near se jaló un bucle.

—De todas formas estarás desnudo a la madrugada —habló con voz apaciguada.

—¿Qué dices, enano? —escupió Mello. En sus ojos habitaba el brillo indescriptible del instinto salvaje.

—Solo digo lo obvio.

Mello salió de la celda sintiéndose un privilegiado.

—Solo tienes envidia porque te falta mucho para que Beyond te tenga consideración —sentenció orgulloso. Lo miró por encima del hombro cuando pasó a su lado, con cuidado de no perderse ni una miserable expresión de agonía en la cara de Near. El albino sabía que intentar sacarlo de quicio era como un pasatiempo para Mello, y se lo tomaba muy en serio. Pero él no le daría el gusto. Jamás lo hacía, de todas formas.

—No me genera nada de envidia, la verdad —confesó. Mello se sujetó el estómago y exageró una risotada.

—¿Vas a decirme que prefieres quedarte encerrado en esta celda mugrienta hasta mañana? —preguntó irónico.

Near se llevó el dedo índice al mentón y repensó la pregunta. El tiempo que se tomaba en articular respuestas tan básicas ponía a Mello de malas.

—Sí —respondió al cabo de un rato—. Lo prefiero.

Mello rodó los ojos.

—No me extraña —murmuró, y tomó distancia de los barrotes. Sabía muy bien que Near odiaba transformarse al igual que Elle—. Siempre fuiste un imbécil —gruñó, se puso de pie y se fue dando pasos resonantes.

En la soledad de la celda, Near lanzó un suspiro. Bajó su mano hasta uno de sus bolsillos y apretó fuerte el frasco que Elle le había dado. Lo sacó y lo observó minuciosamente…


No podía decidirse. Mello miraba su imagen frente al espejo una y otra vez. Le encantaba la chaqueta de cuero que tenía puesta, la llevaría adonde fuera, pero tenía que admitir que el cabrón de Near tenía razón en lo que le había dicho: ¿para qué vestir con las mejores ropas si las iba a hacer trizas luego de la transformación? No tenía sentido, y amaba demasiado esa chaqueta como para exponerse a estropearla.

—Apúrate o Beyond se cabreará —sugirió Matt, apareciéndose en el umbral de la habitación—. No fue difícil convencerlo de que te llevara, pero no tientes a tu suerte.

—Ya voy —gruñó Mello rodando los ojos, mientras Matt le daba la espalda y bajaba las escaleras a los trotes. Mello se quitó la chaqueta a las apuradas y la dejó sobre la cama. Abrió el placard y extrajo una chaqueta vieja y maloliente que, en realidad, le pertenecía a Matt. Se la puso y quedó espantado al mirarse al espejo—. ¡Ni muerto uso esto! —rezongó, se quitó la prenda casi con furia y volvió a ponerse su chaqueta favorita al tiempo que salía de la habitación y apagaba la luz. Al cabo que arruinarla tampoco significaba demasiado para él, podría comprarse otra idéntica después.

Ni bien ingresó a la camioneta en la cual Beyond tenía pensado llevarlos a la fiesta, Mello se sintió poderoso. Sería la primera vez que dejaría libre su licantropía, y admitía estar demasiado nervioso. Pero no lo demostraría, no era propio de él andar mostrando ningún tipo de debilidad. Eso era para otro tipo de gente… Para Near, por ejemplo.

—¿Vamos a ir al mismo lugar que la vez pasada? —preguntó Matt alarmado.

—Obviamente no —respondió Beyond rodando los ojos—. Ese lugar fue clausurado por la policía, y me juego que debe estar siendo custodiado. No podemos volver ahí —explicó—. Pero conseguí uno idéntico, aunque está mucho más alejado de la ciudad.

Mello no prestó demasiada atención a la conversación entre Beyond y Matt. Si surgía un problema, el que fuese, daba por seguro que en un pestañeo Beyond lo resolvería, así que no tenía nada de qué preocuparse. Se dedicó a mirar por la ventanilla del auto todo el recorrido hacia al edificio y, al llegar, luego de una eterna media hora en la cual Matt se la pasó fumándole en la cara y Beyond apenas emitió palabras, Mello se encontró con un sitio desértico. Se lo quedó mirando desde afuera con cierto sentimiento de repulsión.

—¿Este es el lugar…? —preguntó al ver el aspecto deteriorado de la instalación.

—Eso parece —respondió Matt sin más. Se encendió otro cigarro y subió las escalerillas hacia la puerta de entrada—. Aunque está mejor que el anterior, eso puedo asegurarlo.

Mello rodó los ojos y siguió a Matt hacia adentro. El interior era inmenso y guardaba mucho parecido con una iglesia abandonada. Sus ventanales con cortinas negras de la época victoriana le daban una apariencia tétrica. Beyond no se quedó al lado de ellos por demasiado tiempo, enseguida se puso a hacer algunos preparativos. Subió las escaleras y volvió al rato con una cantidad estrafalaria de bebidas alcohólicas.

—Ayúdenme a bajar la mercadería —les ordenó a ambos, quienes acataron la orden de inmediato.

—¿Eso es para que bebamos nosotros? —preguntó Mello con inocencia.

—No —respondió Beyond con una sonrisa macabra—. Es para que beban las presas antes de que las devoremos.

Mello no dijo nada. Subió las escaleras deprisa junto a Matt y fueron a la bodega en busca de más bebidas. Cuando atravesaron el pasillo, le echó un vistazo a las habitaciones.

—¿Por qué hay camas aquí? —preguntó, y con demasiada ingenuidad como para que Matt no explotara en una carcajada.

—Para coger, ¿para qué sino?

Mello rodó los ojos y fue invadido por una asquerosa sensación de malestar que lo dejó perplejo.

—¿De verdad?

—Sí —respondió Matt mientras ambos ingresaban a la bodega. Mello se sonrojó. No creía tener la descares como para meterse en una de las habitaciones a follarse a alguien, y mucho menos a un desconocido—. Vi a Beyond con un sujeto entrando en una la última vez, en el otro lugar —dijo después.

—¿Por qué no me sorprende? —respondió Mello rodando los ojos.

Conocía a Beyond y, si bien sentía hacia él una admiración inmensurable, a veces su forma de actuar distaba mucho de la suya. De todas formas, en lo más profundo, anhelaba algún día poder llegar a ser como él; Beyond tenía ese no sé qué que le generaba asombro. Esa rebeldía, esa falta de consideración por las normas… ya quisiera tener él ese mismo carácter para vivir una vida a su manera, sin nadie que le dijera cómo comportarse.

—Elle también se folló a alguien —dijo Matt de la nada, y de manera tan imprevista que dejó a Mello perplejo—. Los vi entrando en la bodega, y no salió de ahí como por dos horas —detalló. Cayó en la cuenta de la sorpresa en la expresión de Mello y soltó—: Elle no es tan santo como tú crees. Se las ha mandado, ¿sabes? También mató gente para comer corazón humano, y más de una vez. —Mello resopló—. Pero no lo culpo. ¿Cómo no hacerlo? —continuó Matt mientras fumaba una pitada—. En algún momento el instinto nos llama… —Le guiñó un ojo de forma poco disimulada—. ¿Vas a follarte a alguien esta noche?

—¡¿Qué?! —exclamó Mello sorprendido. El cambio de tema repentino hizo que casi tropezara—. ¡Es mi primera fiesta de la luna! ¡No pienso follarme a nadie!

Matt rodó los ojos.

—¿Por qué no? —preguntó, muy relajado—. Me dijiste que querías tener tu primera vez, es la oportunidad perfecta para que conozcas a alguien y lo hagas de una vez.

—¡Pero jamás dije cuándo! No quiero que sea esta noche. No tendré tiempo para eso. —Se habían adentrado en un cuarto oscuro, lleno de estanterías con bebidas alcohólicas. Mello sujetó un par de botellas y se las acomodó debajo del brazo.

Matt se apoyó de espaldas a la pared.

—Puras excusas —dijo, terminando su cigarro—. Pero te entiendo —suspiró. Desvió la mirada al suelo. Permanecieron casi un minuto en silencio—: …sé que te mueres por Near y que vas a esperarlo.

La mandíbula de Mello casi cae de la sorpresa, y no logró esconder su incomodidad porque ya se había sonrojado de pies a cabeza.

—¡Claro que no! —gritó enfurecido—. ¿De dónde sacaste eso?

—¡Vamos! —Matt le guiñó un ojo y le dedicó una sonrisa insinuante. No le creía una palabra, después de todo, presenciaba demasiadas peleas entre Near y Mello como para no sospechar que pasaba algo entre ellos—. Siempre estás pendiente de él, de cada mínima cosa que hace —continuó Matt.

—¡Sí! Porque me saca de quicio —respondió Mello mirando al frente. No podía soportar la postura analítica que había adoptado Matt—. Además, tú no te follaste a nadie en la última fiesta a la que fuiste.

—Porque no pude, no porque no quise —respondió aquel, soltando una carcajada—. Los follas y luego te los comes. Así es como funciona… o al menos eso me dijo Beyond.

Mello enarcó una ceja. Continuaba molesto por su atrevimiento; que le saliera de la nada con que le gustaba Near había sido demasiado y, si bien era cierto que la sola presencia del albino le generaba unos nervios inmensurables, no tenía nada que ver con que "le gustara".

—¡Apúrense! —Escucharon gritar a Beyond desde planta baja, y ambos salieron del cuarto de bebidas cargando más de cinco botellas debajo de cada brazo.


Fueron necesarias tan solo dos horas para que el lugar se colmara de gente hasta el tuétano. En algún punto Mello llegó a pensar si a alguna de esas personas le generaba miedo asistir a fiestas clandestinas después del homicidio en masa que causaron Beyond, Matt y Elle hacía un mes, pero en ningún momento sintió que fuese así. A la gente parecía no importarle y estaban pasándosela en grande.

«Menudos inconscientes», pensó, y cuando cayó en cuenta de que su reflexión había sido demasiado analítica para la ocasión, decidió dejar de pensar en ello.

Estaba con la mitad del cuerpo apoyado sobre la baranda de las escaleras. Observaba todo desde ahí, sin tener la necesidad de inmiscuirse: la gente que se embriagaba y buscaba pelea, los que pedían a gritos entrar y no podían, los desesperados que se amontonaban alrededor de la barra… y él con la necesidad interna de desafiarse a sí mismo. Debía esperar a la llegada de la luna llena y esta parecía estar demorándose a propósito. Comenzaba a impacientarse.

Desvió la mirada y vio a Matt a lo lejos, estaba bailando con un sujeto de tez morena que parecía más entretenido por la música que por lo que le decía Matt al oído.

—Imbécil —murmuró Mello. Pensar en lo que le había dicho hacía un rato lo ponía de malas, sobre todo porque Matt era más que su mejor amigo, era un hermano para él, y su mayor confidente. Habían atravesado demasiadas vivencias juntos, unas muy alegres y otras crudas y tristes. Matt lo conocía tan bien como Mello a él, pero… ¡haber asegurado que le gustaba Near ya era cuento aparte! ¿En serio…? ¿Near? Ese idiota con aires de grandilocuencia que a nadie le caía bien.

No, no le gustaba Near y jamás le gustaría. Su cara de gnomo aplastada y su horrible cabello blanco eran para Mello una pesadilla viviente. ¡Sin mencionar su personalidad de anciano! Near era un idiota, o quizás demasiado inteligente. Nunca se podía estar seguro en cuanto al albino. A veces parecía estar inmerso en un mundo que solo existía en su cabeza. Se quedaba horas encerrado en su habitación y cuando salía, si es que lo hacía, era solo para comer o ir al baño. Después volvía a encerrarse.

Mello no entendía si esa falta de necesidad de Near por conectar con el mundo exterior se debía a un problema intrínseco, o si era simple aborrecimiento hacia los demás. Siempre había creído que Near se consideraba demasiado como para intentar dialogar de manera normal con gente de su edad, para asistir a fiestas, para embriagarse, para tener sexo…

Haber pensado, por un instante, en Near desnudo, había hecho que se ruborizara. Lo había visto sin camisa una vez, y el simple hecho de ver su piel clara y nevada lo había llevado a sentir algo en el estómago. Algo extraño

—¿Bailas? —Escuchó que le preguntaron al oído. Se giró para ver por encima del hombro. Era un hombre alto, ni musculoso ni delgado, tenía el cabello rubio platinado y un par de anteojos ocultaban sus ojos castaños.

—Eh… —titubeó, y miró alrededor. Matt estaba de lo más entretenido con aquel sujeto. Fue imposible para Mello no pensar que era su presa predilecta y que, además, de seguro, Matt iba a intentar follárselo antes de comérselo vivo. Sintió pena por el tipo. Beyond, por otra parte, parecía haberse esfumado. Había llegado a sus oídos que Elle llegaría tarde a la fiesta, antes de que la luna llena llegara a su punto máximo, pero Mello no lo veía por ninguna parte. El resto de la gente parecía estar pasándosela en grande; él era el único parado en una esquina, observando todo como si fuese ajeno. Y lo peor era que hacía un segundo había estado pensando en Near. Quizás fuese mejor bailar, así eso no volvía a repetirse—. Sí, claro —respondió.

—Genial —dijo el otro, lo tomó de la mano y lo llevó unos metros más cerca de donde estaba el gentío. Habían muchas más personas de las que Mello había creído, y se dio cuenta por el simple hecho de que le fue imposible caminar apenas unos pasos sin sentirse apretujado—. ¿Qué hacías ahí parado? —le preguntó al oído una vez que decidieron quedarse en un solo lugar—. ¿Estás aburrido? —Mello negó con la cabeza. Ningún licántropo primerizo podría estar aburrido el primer día que comería corazón humano. Por el contrario, lo estaba matando la ansiedad.

—Para nada —respondió, esbozando una sonrisa—. ¿Cómo te llamas? —No le importaba realmente, pero debía hacer pasar el tiempo de alguna manera.

—Brian —respondió el hombre con una sonrisa sutil. Acomodó una mano detrás de la espalda de Mello y con la otra sujetó su mano izquierda. Mello se sintió algo reacio a mantener el contacto, sin embargo no le desagradó—. ¿Y tú?

—Mello…

—¿Qué haces aquí? —le preguntó.

—Bueno… —titubeó Mello—, no vine a jugar ajedrez, si esa es tu pregunta. —Esa respuesta pareció descolocar al tipo, quien soltó una carcajada.

—Veo que tienes sentido del humor —respondió Brian—. Me gusta. —Y le guiñó un ojo—. Te ves joven —apreció, observándolo con detalle—. ¿Cuántos años tienes?

Mello desvió la mirada. Andar confesando su minoría de edad a extraños era algo que no tenía planeado hacer esa noche, así que evitaría dar cualquier tipo de información personal, más allá de su nombre.

—¿Eso importa?

Brian ladeó la cabeza.

—Tienes razón. No importa. —Lo sujetó de un brazo e hizo que Mello diera una vuelta y se moviera al compás de la música. Mello acabó algo mareado, sin embargo, ese movimiento no fue nada comparado con el calor abrazante que empezó a sentir de repente, como si un volcán estuviera erupcionando en su interior. Un zumbido insoportable hizo que su tímpano titilara—. ¿Qué hacías en las escaleras? —le preguntó Brian sonriendo. Mello se jaló el cuello de la remera. No podía pensar, estaba sintiendo que una ola de calor se apoderaba de él—. Parecías tener ganas de ir a una de las habitaciones a dormir.

Intentó reír del chiste, pero su concentración se había esfumado. Se había estado preguntando toda la noche cuánto tardarían en llegar los efectos de la luna llena, y finalmente… ahí estaban.

La hora se acercaba.

—¡Mierda! ¡Qué calor hace aquí! —se quejó. Empezó a transpirar de tal manera que la ropa se le pegaba al cuerpo; ya no soportaba la chaqueta de cuero.

—¿Qué tienes? —le preguntó Brian extrañado al ver que Mello estaba sudando, y mucho más que cualquiera de las personas que los rodeaban, lo cual le pareció extraño porque apenas llevaban bailando cinco minutos.

—Siento que me estoy incendiando —confesó. Estaba atravesando por el estado normal previo a la transformación, el cual estaba acostumbrado a que le sucediera adentro de una celda. No sentir el peso de los grilletes en los tobillos y las muñecas le resultaba tan extraño… Empezó a temblar.

—¡Mierda! No te ves nada bien —dijo Brian al notar que el cuerpo de Mello temblequeaba como una hoja al viento. Se tomó el atrevimiento de apoyar una mano en su frente para testear su temperatura—. ¡Estás ardiendo! —exclamó asustado—. ¿Quieres ir afuera a tomar algo de aire? —Mello negó con la cabeza. Sus ojos estaban desorbitados, como los de un ebrio. Empezaba a sentir que perdía su sentido de la orientación, mientras que el resto de sus sentidos, como el olfato y el tacto, se agudizaban—. Aguarda, ¿qué haces? —preguntó Brian extrañado. Mello se había quitado la chaqueta de cuero y también la remera, y simplemente las había arrojado al suelo. Las personas alrededor empezaron a alentarlo para que también se quitara los pantalones—. No pensarás hacer un striptease aquí, ¿o sí? —preguntó Brian y soltó una risa estrepitosa, pero Mello no lo escuchó. Parecía estar en otro planeta.

Las personas hicieron un círculo a su alrededor.

—¡Quítate todo! —decían, y aplaudían. Mello danzaba de manera bamboleante.

—¿Qué diablos bebiste? —le preguntó Brian al oído. Lo sujetó de una mano para llevarlo lejos de toda esa gente que insistía con que se desvistiera. Lo condujo de la mano hacia una esquina, pero Mello forcejeó para que subieran las escaleras juntos.

—Creo que estoy entendiendo lo que quieres… —murmuró Brian con un tono endiabladamente sexy, y se acercó para besarle la mejilla. Mello estaba demasiado ido como para reaccionar de manera ultrajante. Dejó que aquel extraño lo besara. Su cabello platinado, su tez pálida, sus lentes –que le daban cierto aire intelectual–… se parecía demasiado a Near.

El corazón de Mello empezó a bombear más rápido de lo normal, tanto que su calor y excitación aumentaron hasta alcanzar niveles inimaginables para él. Subieron las escaleras con cuidado, y cuando Brian notó que Mello apenas podía caminar, lo sujetó de un brazo y lo ayudó a subir escalón por escalón.

Una vez que atravesaron el pasillo, Brian condujo a Mello a una de las habitaciones. Lo recostó sobre la cama y trabó la puerta con cerrojo. Luego le echó un vistazo… Mello parecía adormecido.

—Estás demasiado ebrio —exclamó Brian sonriendo. Mello no respondía, así que Brian aprovechó para encimarse sobre su cuerpo. Empezó a respirarle sobre la cara y a tocarlo en sus partes íntimas—. ¡Diablos, qué sexy eres! —le susurró al oído.

Un halo de luz de luna que entraba por el ventanal iluminó la habitación de manera espectral.


Near se limpió el sudor que resbalaba por su tez pálida. Luego echó la cabeza hacia atrás. El calor que emanaba su cuerpo se había traspasado al hierro de los grilletes, que ahora ardían en sus muñecas y tobillos. No había manera de ver si la luna estaba entrando en su faceta culmine; pero no necesitaba verla, no era necesario. Podía sentirla.

Sus manos y pies estaban temblando de manera incontrolable. Tiritaba como si tuviese fiebre; el calor que sentía empezaba a hacerlo alucinar. Tocó uno de los bolsillos de su pantalón y extrajo el frasco que le había entregado Elle aquella vez. Lo observó. Sabía que no contaba con demasiado tiempo como para ponerse a reflexionar si sería conveniente beberlo o no. Los segundos pasaban y los efectos de la luna llena aumentaban.

Era sí o no.

Era ahora o nunca.

Sintió un dolor punzante apoderándose de sus huesos, sobre todo los de sus piernas, que parecían estar creciéndole al punto de tentar con romperle la piel. Estaba tan acarolado que pensó en arrancarse la ropa a tirones.

Pensó en Elle y en sus palabras: «¿Cuánto quieres dejar de ser un hombre lobo?».

Recordó su respuesta: «Mucho».

Le quitó la tapa al frasco y bebió la pócima de una sola vez… pero nada. Los segundos pasaron lentos y tortuosos y la transformación iba en aumento. Podía sentirla. Los vellos de sus brazos se habían erizado y sus caninos estaban tan filosos como los de un chacal. Los huesos seguían doliendo y ese calor abrasante continuaba consumiéndolo por dentro, hasta que… de un momento a otro, pareció detenerse.

Todo cobró un silencio impensado. De la nada, Near dejó de sentir dolor. Dejó de sudar y su corazón, lentamente, recobró el ritmo normal de sus palpitaciones. Con el ceño fruncido miró sus propias manos. Eran sus manos de siempre, no habían crecido ni un centímetro y todo ese vello que solía acumularse en sus nudillos ni siquiera había aparecido.

No lo podía creer.

Había funcionado.


Los rayos de sol que entraban por la ventana y golpeaban su cara con fuerza fueron suficientes para hacerlo despertar relativamente temprano. Mello se llevó una mano a los ojos para cubrirse las pestañas del sol. Una presión extrema se extendía por toda su cabeza, desde su frente hasta su nuca. Sentía ganas de vomitar y los recuerdos de una pesadilla vívida en la cual él se había encargado de matar a alguien, empezaron a asaltarlo como relámpagos.

Se incorporó lentamente de la cama, aquejado. Miró a su alrededor. No podía explicarse por qué estaba recostado en una cama siquiera, adentro de un cuarto.

Sentía gusto a sangre en la boca. Y había sangre en las paredes de esa recámara… y en la cama… y en el piso. Ya no estaba tan seguro de que haya sido una pesadilla.

La transformación había sido fuerte, de eso no le quedaban dudas al ver el aspecto del dormitorio. Había marcas de garras en el empapelado de la pared, y las sábanas parecían haber sido estropeadas a arañazos…

Desvió la mirada con cuidado hacia abajo, obligándose a retener las náuseas. Lo primero que observó fue un pie humano debajo de la cama. Gateó lentamente hasta lograr ver del otro lado de la cómoda. Tragó espeso al percatarse de que había un cadáver mutilado en las tarimas del suelo.

Se llevó inmediatamente una mano a la boca para ahogar un grito. El rostro estaba arañado, ensangrentado y mordido de tal manera que era imposible revelar su identidad. Sin embargo, los recuerdos de la noche anterior sobre él mismo bailando con un sujeto habían sido suficientes para que el rompecabezas le cuadrara… ¿Había dicho que se llamaba Brian?

Su cabello platinado y su piel pálida estaban manchados con sangre cuajada, que empezaba a desprender mal olor. Mello observó un agujero profundo en el interior de su pecho… Le había devorado el corazón. La imagen llegó a impactarle de tal manera que se hizo a un lado para vomitar en el suelo.

Se sintió sucio, malvado y fuera de sí. Había querido durante mucho tiempo experimentar qué se sentía matar a un humano y, ahora que finalmente lo había hecho, no había ningún sentimiento reconfortante al respecto.

Se puso de pie y evitó mirar de nuevo el cadáver o lloraría. Fue hacia la puerta, pero al querer salir se dio cuenta de que estaba cerrada con llave. Quiso vestirse, pero ninguna de sus prendas estaba ahí… Pensó, por un instante, en ponerse las ropas de Brian, pero haberlo matado le generaba demasiada culpa como para, encima, faltarle el respeto desnudándolo.

Decidió que sería mejor idea escabullirse por la ventana hacia el tejado. En el mejor de los casos, la policía aún no habría llegado y no sería visto por nadie.


Beyond atravesó el umbral del laboratorio de prepo. No dio un portazo ni hizo lo que acostumbraba hacer a diario. Cerró la puerta lentamente, con calma. Elle, sobresaltado por la irrupción, se giró y miró por encima del hombro.

Se observaron durante segundos que parecieron minutos largos… eternos. Beyond miró a Elle, quien estaba sentado frente al escritorio, tenía una lapicera en la mano. Elle se pasaba los días enteros encerrado ahí, siempre escribiendo, investigando, haciendo anotaciones… enloqueciendo de a poco, o al menos eso era lo que Beyond sospechaba que sucedería si continuaba así. No tenía idea en lo que estaba metido y tampoco le parecía entretenido sugerirle que le explicara; pero conocía a Elle y ya se daba una idea sobre de qué podría tratarse todo aquello. Jamás había tenido ni las ganas ni el interés de sentarse a ver qué era lo que tanto escribía.

—Pasaste toda la noche aquí —murmuró Beyond mientras daba pasos largos y lentos en dirección a Elle—. ¿También te encerraste en una celda, como cuando eras niño? —preguntó con un deje de cinismo que Elle no logró obviar.

—No —respondió aquel. Agachó la mirada por un instante. Luego levantó el mentón y sonrió orgulloso. Esa expresión hizo que Beyond adoptara una actitud altiva—. Fue esto. —Levantó un frasco de vidrio que tenía en la mano. Beyond se acercó, lo sujetó y lo miró de cerca.

—¿Qué es? —preguntó con el entrecejo arrugado.

—Una pócima… —dijo sonriendo—. Sirve para revertir la transformación. La creé aquí; estuve estudiando las anotaciones de Watari durante meses hasta que, luego de casi cien intentos fallidos, logré el resultado que estaba buscando. —Beyond miró a Elle con desánimo; había despotismo detrás de sus pupilas. Su mirada lucía más desafiante que de costumbre, más afilada.

La sonrisa de Elle se transformó en expresión de espanto cuando Beyond, con fuerza y decisión, arrojó el frasco al suelo. El líquido blancuzco empezó a verterse entre las ranuras de las baldosas. Los trozos de vidrio habían salido disparados en todas direcciones. Luego, rodeados por un silencio sepulcral, Beyond dio un paso firme hacia el escritorio y empezó a romper todos y cada uno de los papeles hasta hacerlos trizas.

—¡¿Qué mierda estás haciendo?! —gritó Elle a todo pulmón. Se incorporó de la silla de un salto y empujó a Beyond. Lo hizo retroceder un metro—. ¡¿Qué te pasa…?!

Beyond le dedicó una mirada de puñal.

—¿Es enserio…? ¿Una fórmula? —preguntó Beyond soltando una risa burlona carente de gracia—. Te encargaste de matar a Watari y de transformarnos a todos en bestias… ¿y ahora quieres "revertirlo"? —preguntó irónico—. ¡Todo esto es por tu culpa! Y aún así, ni Matt, ni Mello, ni Near ni yo te hemos reclamado algo nunca. ¿Por qué quieres jugar a "ser el bueno"? ¿Por qué no aceptas quién eres de una buena vez? —Elle sintió el filo de esas palabras. Beyond se dio la vuelta sin más y caminó hacia la puerta con decisión—. Déjate de estupideces y acepta quién eres.