LA PARTÍCULA ALFA

Tres

Kagura pasó la noche en la recámara de Tae, durmiendo en un futón al lado de la dueña de la casa. Después de que Shinpachi les ordenara abandonar el recibidor, no había visto a Gintoki, solo al chico, quien le aseguró que el mayor se encontraba bien y que se trataba sólo de una infección de la que no quería contagiar a las señoritas. A decir verdad, Kagura no se había tragado la mentira; no era la persona más lista por ahí afuera, siempre había lucido más por su fuerza y su gran corazón, pero incluso ella pudo notar que lo que sea que le pasaba a Gintoki era algo muy diferente a alguna infección vírica.

Afuera de la habitación, los relámpagos y truenos seguían llenando el paisaje nocturno de Edo. El constante repiqueteo de la lluvia contra las tejas de la casa Shimura hizo a Kagura sentirse inquieta junto al calor que se concentraba entre sus piernas. A su lado, Tae dormía plácidamente hecha un ovillo envuelta en un edredón. Le dieron ganas de hacer lo mismo, pero no podía conciliar el sueño y conforme pasaban los minutos se sentía más acalorada y algo parecido a la claustrofobia se apoderaba de sus sentidos. Debía estar cogiendo un resfriado, se dijo a sí misma, aunque el nudo en su estómago le gritó otra cosa.

En contra de los deseos de los hombres de la casa, Kagura abandonó la habitación de puntillas para evitar hacer algún ruido. Necesitaba beber agua, despejarse un rato y quizá tomar una ducha de agua fría. Se dirigió al baño en primer lugar, pero el más alejado de las habitaciones para poder pasear, solamente tuvo cuidado de no pasar cerca del salón principal, donde estaba positivamente segura de que estaría Gintoki. Tenía ganas de verlo, pero supo que era peligroso.

En el baño, se miró fijamente en el espejo: el rostro sudoroso, las mejillas rojas y los ojos levemente desenfocados. Parecía hecha un desastre e incluso así creía que nunca se había visto mejor. Incluso notaba sus labios más rosados y carnosos que por la mañana. Se soltó el cabello y trató de estilizarlo, se miró de cuerpo entero con una renacida vanidad: era delgada, bonita, pelirroja, los pechos le estaban creciendo y no veía problemas con el tamaño de su culo. Era una perfecta supermodelo en ascenso como alguna vez lo fue su madre. ¡Era fabulosa! De repente se dio cuenta de que, rodeándose de los hombres de los que se rodeaba, nunca obtendría un cumplido por su cuerpo y la hizo sentirse confundida consigo misma. Le daría asco que Shinpachi o Gintoki le dijeron que era guapa y curvilínea, pero a la vez sintió que le hacía falta escucharlo de la boca de alguien, cualquiera.

Salió del baño con el agua todavía escurriéndole de las puntas del cabello, se topó con Shinpahchi casi de inmediato al salir al corredor. El chico ya le estaba esperando recargado en la pared a un lado de la puerta.

—Kagura-chan —era la voz más dulce que había utilizado para dirigirse a ella desde aquel incidente—, me gustaría hablar contigo de algo serio, ¿se puede?

Extrañada porque su amigo no le riñó, cosa que esperaba al momento de verlo, Kagura le siguió en silencio, todavía andando de puntillas. Como supuso, evitaron el salón principal y Shinpachi la llevó hasta su habitación, donde cerró la puerta. Ella entró y no supo qué hacer o a dónde dirigirse, se sentía nerviosa sin sentido. Se acercó al escritorio y se sentó en la silla, mientras que Shinpachi se sentó en una esquina de su cama. Luego sobrevino un silencio que ninguno de los dos sabía cómo llenar, pero siendo el mayor y más maduro de los dos, Shinpachi se animó a hablar primero.

—¿Cómo te sientes? No en general, sino ahora, físicamente.

Sobrecogida por la pregunta, alzó una ceja y respondió—. No sé. ¿Bien-aru? —Shinpachi negó con la cabeza, así que intentó elaborar un poco más—. Acalorada, supongo. ¿Eso qué tiene qué ver? ¿Me obsequiarás el ventilador?

Shinpachi ignoró el comentario a la defensiva y se decidió a ayudarla—. ¿Es calor o solo te sientes acalorada? No soy un experto y no hay forma sencilla en la que pueda decir esto, pero ¿no sientes una especie de cosquilleo entre las piernas?

Kagura se levantó con violencia de la silla, tirándola al suelo. Su cara estaba roja y comenzó a gritarle improperios a Shinpachi mientras le señalaba ferozmente con el dedo, pero el muchacho no se dejó amedrentar y le sostuvo la mirada todo el tiempo en el que duró su diatriba. Luego, como si ella nunca hubiera dicho nada, añadió:

—¿No te gustaría estar con alguien en este momento?

El tono de Shinpachi no sugería solo la mera presencia y eso hizo a Kagura enrabiar más.

—Te estás pasando de la raya.

—Quizá, pero, verás, así es como yo a veces me siento, ¿sabes? Acalorado, con las reacciones más vergonzosas de mi cuerpo fuera de mi control. En momentos quiero salir y reñirle a todos y a veces solo me gustaría que un alfa se acurrucara conmigo a mi lado. Es horrible, ¿verdad? Pero lo he aceptado y trato de lidiar con ello cada vez que sucede.

—¿Eso qué tiene qué ver conmigo? —bramó ella, en su interior las tripas se le revolvían a la vez que le bullían violentas.

—Kagura-chan, estás en celo.

Fue seco, casi cortante. Shinpachi entendía que no había forma en el mundo en el que pudiera hacerle saber a Kagura de su condición sin alterarla, así que no tenía caso edulcorarlo, a pesar de que sabía que su amiga podría estar en un estado de negación, confusión, incertidumbre y miedo en ese momento.

—Eso es imposible, Megane —rebatió con un diálogo ensayado con más dureza de la que pretendía, la voz le tembló en la última sílaba—. Esas son tonterías.

—No son tonterías, Kagura-chan. Es la realidad simple y llana. Si no me crees a mí puedes preguntarle a Gin-chan, pero será mejor que esperes algunos días para que él pueda sentirse cómodo en tu presencia.

—¿Por qué… por qué habría de estar incómodo conmigo?

—Tu aroma, tu esencia… cuando un omega está en celo es… diferente. Un alfa lo puede percibir mejor que otro omega porque para ellos es una invitación para que los dos… ya sabes, "procreen". Y los betas no se dan cuenta en lo absoluto.

—Mierda… —masculló Kagura con el rostro mirando al suelo, con más suavidad y calma de la que se podría esperar de ella.

En su corazón lo entendía a pesar del torbellino en su cerebro. No es que hubiera tenido una señal antes del día de hoy, de hecho no se había dado cuenta de las señales, ni siquiera ahora podía relacionarlas con todo lo que había leído y escuchado de los omegas a lo largo de su vida o de los retazos de conversaciones que de vez en cuando tenía Shinpachi sobre sus cambios físicos, pero de alguna forma le hacía sentido: era una Yato defectuosa, imperfecta. Desde el mismísimo momento en el que ser una alfa fue descartado, debió haber asumido que la peor de las suertes caería sobre ella.

Comenzó llorando despacio, casi en silencio, como una muñeca en un aparador. El alivio de no vivir con la incertidumbre más de conocer su clasificación y la desesperación por saberse una omega la sobrecogían, no estaba segura de si sentir rabia o tristeza o desesperanza, solo siguió llorando en silencio. En algún momento Shinpachi se acercó a ella y le abrazó por los hombros, entonces Kagura pasó de las lágrimas al llanto más crudo que había lanzado desde que era una bebé en los brazos de su madre.

—Te entiendo —le dijo Shinpachi, sin alejarse de ella—, a mí tampoco me gusta ser un omega, ¿sabes? Pero lo enfrento… Tengo qué.

Al paso de los minutos, el llanto de Kagura fue remitiendo y pasada la hora solo era un montón de hipidos, su cara hecha un desastre de mocos y lágrimas que su mejor amigo se encargó de limpiar con los pañuelos de la cima de su escritorio al tiempo que le daba palmaditas en la espalda.

—No te preocupes, es difícil al principio, pero luego aprendes a sobrellevarlo. Yo la mayor parte de mis celos ni siquiera los siento. Pero hay otras cosas de ser omega… bueno, luego podremos hablar de ello.

—Si estoy en celo —sorbió mocos—, ¿significa que quiero hacer el xxx y el xxx con Gin-chan o con Catherine para que puedan dejarme preñada?

—Esa es una afirmación muy perturbadora, Kagura-chan —sintió escalofríos de solo pensarlo—, es posible, pero no es tan así. Olvida todo lo que te hayan contado, hay qué aprender de cero. No porque ellos sean alfa significa que vayan a atraerte sexualmente todos los alfa del planeta, ¿sabes? También depende de tus gustos y tu… orientación sexual, pero sí estarás más dispuesta a estar a su alrededor y… obedecerles —Kagura torció el gesto, escandalizada—. Ahora que podrás distinguir aromas entre alfas y omegas te darás cuenta de que gente como mi aneue no posee esencia y que habrá personas más afines a ti que otras. Pero es más fácil que un alfa se sienta atraído a ti cuando te encuentras en celo aún cuando antes pudo haber pasado de tu esencia en un día normal.

—¿Es por eso que Gin-chan quería vomitar hace rato? —lloriqueó, haciendo un puchero.

—Sí… Lamentablemente. Gin-san no quiso respirar tu esencia porque su cuerpo podría tener reacciones vergonzosas y te quiere y respeta demasiado como para sentir eso por ti.

—¿Eso dijo?

—Digamos que lo dijo con palabras menos educadas, pero sí. Creo que no podrás volver a pasar un celo en casa de Gin-san por precaución. Él puede quererte como un hermano mayor, pero biológicamente no lo es, así que es natural que pueda sentirse atraído por ti. Además, aunque no es el caso de Gin-san, hay algunos alfas que no tienen consideración y creen que porque somos omega y estamos en celo pueden tomarnos. Nunca me ha sucedido, pero conozco a algunas personas que sí y es horrible, espero que tú nunca te topes con uno de esos.

—Los mandaría a volar de un golpe —hipó.

Shinpachi sonrió—. Lo sé; sé que tú podrías.

El alba rompió con los dos omegas durmiendo en el cuarto de Shinpachi, acurrucados en un lado de la cama. Afuera de la casa, la tormenta ya había amainado y las nubes le dieron paso al sol. El chico fue el primero en despertar y abandonó la habitación tan rápido como se dio cuenta de que los gemidos que Kagura emitía en sueños no eran de dolor y tendría qué cambiar las sábanas tan pronto como la chica se levantara para no avergonzarla.

En el comedor de la casa Shimura, Gintoki se encontraba sentado en una silla frente a un plato con materia oscura a la que miraba con aversión mientras Tae le sonreía en su forma pasivo-agresiva habitual, animándolo a que se la comiera.

—Como mi invitado, Gin-san, debes comerte la comida que preparo.

—Pero a esto no le puedes llamar comida, ¿ves? —alzó el plato entre sus manos para acercarlo a ella—. Se está moviendo, ¡está vivo! Creaste vida. Esta materia oscura ahora es tu hijo y debes criarlo.

—Qué gracioso, Gin-san, ese no es el hijo de nadie, es tu comida. Ahora cállate y cómelo —apuñalando la materia oscura con un tenedor en un primer movimiento (otrora un omelette de huevo) y después lanzándola con toda la fuerza de su brazo, Gintoki tuvo qué saltar de la silla para esquivar la bala de materia oscura que había arrojado Tae.

—Buenos días, Gin-san, aneue —saludó Shinpachi como si no pasara nada en su cocina, Gintoki de inmediato paró en seco, haciendo un gesto con la nariz, olfateó con fuerza.

—¿Dónde está Kagura-chan? Puedo olerla.

—Sigue durmiendo. Debe ser porque estábamos en la misma habitación.

Tae hizo un gesto preocupado y miró a Gintoki; quizá ella como beta no podía sentir la magnitud de la situación, pero la comprendía lo suficiente para dar la mejor sugerencia del día—. Creo que será mejor que te retires, Gin-san. Por el bien de Kagura-chan.

Gintoki hizo un gesto con la mano para restarle importancia a la situación y comenzó a alejarse rumbo a la puerta. Murmuró algo de que igual tenía qué revisar si la tormenta había dejado algo de la Yorozuya y se marchó en el acto, salvando también su pellejo al evitar desayunar materia oscura.

—¿Cómo está? —preguntó Tae una vez que el otro samurái hubo cruzado las puertas del recibidor.

—Por ahora está durmiendo, aneue. Pero ella es una Yato, no sabemos bien cómo va a ser su celo. Y al menos para los humanos los primeros celos son los peores.

—Me preocupa mucho, Shin-chan. Cuando me dijiste que parecía deprimida porque asumió que era una beta pensé que en parte había sido mi culpa por llenarla de imaginaciones de qué podría hacer cuando fuera una alfa.

—No es solo eso. También debe ser raro para una Yato no resultar alfa. Sé que no tenemos las mejores referencias, pero por lo que sé tanto sus dos padres como su hermano, Mutsu-san y todos los Yatos en el Harusame han sido alfas. Debe ser muy difícil para ella ser la única que… pues que no lo es.

—¿Crees que deba hablar de ese asunto con ella? Quizá pusé una carga sobre sus hombros con mis comentarios pasados.

El chico asintió con la cabeza, no añadió más. Quizá la charla con su hermana era lo que necesitaba Kagura para sentirse mejor consigo misma. Al menos por el momento.

La madrugada del 3 de noviembre de ese año, Kagura despertó con sudores, lágrimas en los ojos y con una terrible necesidad de algo que no quería poner en palabras en su mente. Plenamente consciente que era una omega y estaba atravesando su primer celo, se ovilló en el futón que amablemente Shinpachi y Tae habían colocado en una de las habitaciones vacías de la residencia Shimura para darle mayor privacidad. Ni siquiera recordó que era su cumpleaños y tenía la noción del tiempo echa un desastre desde que su celo había golpeado con toda su fuerza la tarde anterior. Ni siquiera estaba segura de si en realidad había dormido y cuánto tiempo lo había hecho, solo sabía que se sentía miserable y que no quería volver a atravesar por aquello una vez más, pero el conocimiento de que sucedería constantemente por el resto de su vida aumentaba el volumen de lágrimas que abandonaban sus ojos.

Entendía que era una omega, entendía que no era solo una pesadilla sino su nueva realidad, pero eso no significaba que no lo odiara con cada fibra de su ser. ¿Había siquiera una forma de aliviar sus malestares? Daría todos los centavos de su cartera y los billetes que guardaba debajo de su almohada en el armario de la Yorozuya para parar todo lo que experimentaba en ese momento.

—Shinpachi —jadeó con fuerza, encongiéndose más en sí misma, comprendiendo a su mejor amigo más que nunca—, no puedo…

La frase quedó inconclusa, unos golpes en la puerta de entrada la hicieron volver a la realidad.

—Kagura-chan, ¿puedo pasar? —hablando del diablo…

Esperó unos minutos antes de contestar para ponerse un poco presentable; si fuera el desastre de una batalla no le importaría que la vieran, pero era otro tipo de desastre la humedad entre sus piernas.

—Adelante-aru.

Shinpachi entró con el desayuno en una bandeja y una cara muy apenada a la habitación.

—¿Cómo te sientes?

Sensible, a Kagura se le volvieron a aguar los ojos—. Terrible.

—Lo imagino… La verdad es que ni siquiera en mi primer celo había liberado una esencia tan fuerte como la tuya ahora, incluso Tae puede percibir un poco el aroma. Debe ser porque eres una Yato después de todo —colocó el desayuno al lado del futón y le dio una palmadita en el hombro a la chica—. Hablé con mi médico de confianza sobre tu situación, espero que no te incomode —Kagura negó con la cabeza. ¿Ya qué importaba que un médico lo supiera si todos sus amigos se enterarían en cualquier segundo?—. Me recomendó a una doctora especializada en razas de Amantos Omega, ¿te gustaría que hiciéramos una cita? Estoy seguro de que ella podría revisar tu condición para recetar tus primeros supresores.

—¿Supresores?

—Es medicina —explicó—, te ayuda a suprimir la mayoría de los síntomas de un celo cuando no… cuando no tienes un Alfa que te ayude con ello, ¿entiendes?

Ella asintió quedamente—. ¿Y ahora no me los pueden dar? ¿Los tuyos, por ejemplo?

—Lo siento, para tu primer celo no es recomendable. Y es posible que mis supresores no te alivien en nada y solo te provoquen efectos secundarios.

—Diablos. ¿Hay otra cosa que pueda hacer ahora para no sentirme así? —pidió, casi suplicando.

—¿Aparte de lo obvio? ¡Y que conste que no lo estoy recomendando! Bueno, normalmente la sola presencia de un alfa bastaría para palear el… sentimiento de vacío. Pero hay algo que te puede ayudar de igual forma, ya que lo que realmente necesitas es oler la esencia. Con un poco de ropa usada bastaría.

Kagura hizo un gesto de completo asco—. No pienso oler los calcetines viejos de Gin-chan.

—¡No! —se rió Shimura, nervioso—. Verás, en Amazon puedes… emmm… comprar ropa con esencia de alfa u omega, podría ser de cualquiera, pero creo que es mejor que saber de quién es en casos como estos, ¿no? —ella asintió—. Tengo algo de esas en mi armario especial… Son de chicas, pero espero que te ayuden de algo. De cualquier manera te pediré algunas de hombres alfa para que estés más cómoda, ¿vale?

—Supongo que no tengo de otra. Gracias… —agradeció de forma tardía, mirando la sábana que cubría hasta su regazo. A cada minuto que pasaba se le hacía más y más difícil no bajar su mano y hacer que se perdiera por allí, pero se resistía a ellos. No solo porque Shinpachi estaba allí y sería indecente, sino porque lo veía como un símbolo de debilidad y se negaba a sucumbir en los deseos de su clasificación.

El chico viendo que era el final de la conversación, se levantó del suelo de madera y se apresuró a abrir la puerta para dejar a su amiga sola. Se detuvo a último momento sólo para añadir—. Por cierto, Kagura-chan: feliz cumpleaños.

Ella sonrió débilmente.

De feliz no tenía nada.


una vez más un capítulo corto, creo que después de la visita al médico de Kagura ya se va a mover el plot un poquito más fuera del descubrimiento y las explicaciones de este omegaverse, pero va a seguir siendo un slow burn así que pues realmente va a tardar un poco. aunque tengo unas perras ganas de escribir a kamuiiiiiiii pero bueno, todo a su tiempo, él va a demorar un poquito más. además, en la medida de lo posible esto no va a subir a rating M

gracias por sus reviews, los leo y agradezco mucho que pasen por aquí a matar el tiempo

¡felices fiestas patrias a los mexicanos como yo!