Elección
El ruido de la bicicleta rodando sobre la tierra era lo único que cortaba el sonido de la noche. Kikyō iba descansando detrás de mí, sentada de costado en el guardabarros. Tenía una sonrisa pacífica en los labios.
—Pronto llegaremos. Inuyasha ya debe habernos percibido.
Ella asintió sobre mi espalda. Estaba abrazada a mí. El viento de la noche se llevaba su cabello y el mío, mezclándolos.
—Hueles a frutilla. —dijo, haciéndome sonreír. Ella también había usado mi shampoo de frutilla.
—¿Los niños estarán bien? —pregunté.
Asintió de nuevo, refregando la mejilla contra mi espalda.
—Los aldeanos los cuidarán hasta que volvamos. Algunos de ellos son los docentes de la escuela, se han estado haciendo cargo de los niños desde hace un tiempo. Son buenas personas.
—Me alegra que no se queden solos… ¿Cómo descubriste esa aldea?
—Deambulando. Me pareció tranquila, por eso decidí quedarme.
—Ciertamente lo es. Me pregunto cuándo volveremos.
—Cuando terminemos con esta guerra.
Pensar en la batalla que nos esperaba no era reconfortante, pero saber que Kikyō estaría a mi lado en todo momento sí. Quién lo diría, que terminaría deseando su compañía hasta el punto de llevármela conmigo. Ella aceptó venir medio a regañadientes. La terminé de convencer cuando le dije que no sería mucho el tiempo que compartiría con mis amigos, pues pronto iríamos a buscar a Naraku. Digamos que no era una persona que disfrutara de estar en grupos. Ella era silenciosa, tranquila (cuando no estaba encima mío), racional… Todo lo contrario a mí. Tal vez por eso funcionábamos. Éramos el complemento de la otra.
—¿Qué quieres hacer cuando todo termine? —le pregunté, haciendo zigzag con la bicicleta.
Kikyō reía en un murmullo, sosteniéndose de mi abdomen.
—Aprender a andar bien en esa cosa. ¿Cómo haces eso sin caerte?
—¿Esto? —La miré por encima del hombro, zigzagueando de forma más abierta—. Solo muevo el manubrio manteniendo la espalda derecha, de esa forma no nos caemos.
—Equilibrio…
—¡Sip!
—¿No te peso?
—Nop. Eres una plumita.
Mi voz se la llevaba el viento y se la entregaba a ella junto al canto de los grillos y las chicharras nocturnas. Brillaban por el resplandor de la luna llena.
—Te veo muy tranquila para estar a punto de dar una importante noticia —dijo maliciosa en mi oído— ¿No estás nerviosa?
—Muy, pero no tanto como antes. Estos tres días que pasé a tu lado… Bueno, digamos que me aclararon la mente.
—¿Sí? —Kikyō apoyó el mentón en mi hombro. Sus manos se movían suaves por el abdomen, causándome una sensación cosquilleante en la que me encontré a gusto. Tres días atrás la hubiera cuestionado. Hoy ya estaba acostumbrada, pues mi cuerpo fue enteramente tocado. Todas las capas se habían caído. Ella me las arrancó, permitiendo así que un sentimiento íntimo y secreto naciera entre nosotras. Uno también llamado complicidad— ¿Y?, ¿qué revelación tuviste?
Cerré los ojos con una sonrisa.
—Quizás quiera tres.
Sentía la vibración de su risa en el hombro. Siempre delicada, agradable de escuchar. No como la mía, que podía llegar a competir con el chillido de un cerdo si me esmeraba. Y ganar. Aquello me llevó a preguntarme si ella aceptaría cada defecto de mi persona, a pesar de que en poco tiempo ya hubiera conocido muchos.
«Tiempo…»
El tiempo, contrario a nuestra alma, no era algo que teníamos en común.
—Es un alivio saber que, al menos una de las dos, siempre estará ahí para ellos —agregué, haciéndole frenar la risa en seco. Ella se asomó para verme. Yo no sabía cómo disimular la pena que me agarró al pensar en nuestra futura vida juntas y no encontrarme en ella—. Mi vida… no es eterna como la tuya. Algún día envejeceré. Te quiero ver dentro de cincuenta años aún interesada en mí y en mis arrugas.
—¿Tan superficial crees que soy? Por favor… Además, te lamentas como si no hubieras aceptado esa realidad hace mucho. —Kikyō hundió un dedo en mi mejilla—. Por si no te diste cuenta, hubieras tenido la misma vida con Inuyasha.
Tragué saliva, incómoda con la información. Vaya ejemplo que tuvo que dar. Pero ella lucía tranquila, segura de lo nuestro.
—Por otro lado, ¿eterna? Tu cuerpo puede regenerarse si se daña, el mío no. ¿Acaso te olvidaste que es de barro por fuera?
—¿Y tú te olvidaste que puedo regenerarlo con mi energía espiritual? Si te cuido bien, serás inmortal. Sigo teniendo razón.
—Creí que ese era mi trabajo, cuidarte… Soy tu caballera, ¿no? —Ella me besó en la comisura de la boca, generando que dibujara una sonrisa tímida.
—Cuando sea una anciana definitivamente tendrás que serlo. Me servirás de bastón.
Kikyō sacudía la cabeza con una media sonrisa. La veía por el espejito de la bici. Apoyó la cabeza de nuevo en mi espalda. Ahora solo veía a su cabello irse por el viento. Sentía cómo tomaba aire profundamente, expandiéndose contra mi espalda, y lo soltaba. Aprecié su silencio como una batalla ganada.
—¿Sabes? Así como hay magia para rejuvenecer, también la hay para envejecer.
Y entonces ella salió con eso.
El impacto que retumbó en mí ser fue tan grande que perdí el equilibrio en la bicicleta. Kikyō me agarró fuerte cuando casi nos vamos a la mierda.
—¡Ni se te ocurra! —exclamé, mirando seguido hacia atrás. Me costaba enderezarnos. La bici era el fiel reflejo de mi mente ahora desestabilizada.
Kikyō tenía una carita ingenua.
—¿Por qué no?
—Te dieron la oportunidad de ser eterna, ¡disfrútala!
—Nunca dije que quería ser eterna. Ver partir a tus seres queridos una y otra vez… ¿Quién querría eso? —Ella puso una mano en mi hombro. Apretó despacio, como si así pudiera estabilizarme—. Kagome…, valoramos la vida porque justamente algún día se va a terminar. La muerte es solo el fin de un ciclo, nada más. Si no existiera, la vida perdería sentido. —Descansó la mejilla en mi hombro. Me veía con unos ojos blandos desde allí—. Sin vida no hay muerte y sin muerte no hay vida.
Yo la escuchaba con la garganta cerrándose dolorosamente. Sabía a dónde me conduciría ese tema, y terminar allí no era una buena idea conmigo al mando. Respiré hondo, obligándome a no quitar los ojos del camino. Sentía otros sobre mí. Los de Kikyō.
Ella reforzaba el agarre en mi vientre con suavidad, se apegaba más a mi cuerpo.
—Yo quiero… irme con Kagome cuando llegue el momento.
—No sigas.
—Seguiré, y mucho. —Me dio un dulce beso en la mejilla y entonces las lágrimas, que con mucho esfuerzo estuve conteniendo, se derramaron. Me las sequé rápido con el borde la mano—. Cuando tú mueras, yo también lo haré. Como compartimos la misma alma, nos convertiremos en estrella juntas —recitaba ella, refregándose contra mi mejilla—. Pero antes de eso… iremos a dar un último paseo por ese campo de flores. Esta vez serás bienvenida. Solo seremos nosotras dos allí, juntas…, despidiéndonos de la tierra.
Las lágrimas, delatoras, se iban hacia atrás por el viento aunque yo hacía todo lo posible para llorar en silencio. Kikyō me limpiaba las del rostro con el pulgar, se inclinaba a mi oído despacio.
—Ni siquiera en la muerte te dejaré ir. Lo siento, deberás resignarte a ello.
Apreté los ojos con fuerza, tratando de frenar al llanto. Me jodía la existencia que sacrificara su nueva vida por mí. Incluso el descanso eterno, que debía ser tranquilo y solitario, ella prefería pasarlo a mi lado. La conmoción que sentía era tan grande que no me cabía en el pecho. Nunca nadie me había regalado tal muestra de amor. Aunque Kikyō lo bañaba de sentimientos posesivos para aminorarme la culpa, ese sacrificio no dejaba de ser un acto desinteresado, puro… Y que ella se mostrara tan feliz por llevarlo a cabo, abrazándome fuerte, solo provocaba en mí un desarme aún más grande.
—No lo entiendo… ¿Por qué yo? —pregunté con la voz tomada.
—Porque tienes que ser tú. Mi alma gemela…, nadie más que tú puede ocupar ese lugar.
Aspiré el llanto por la nariz, cada vez más rota. Kikyō estiraba la sonrisa en mi mejilla. Pasaba un dedo por mi nariz, limpiándome.
—Te amo, Kagome.
Escupí una risita que oscilaba entre el sarcasmo y la emoción; única manera de ocultar la culpa que sentía por, irónicamente, estar feliz de saber que se quedaría a mi lado hasta el fin de nuestros tiempos.
—¿Quién elige envejecer en vez de la vida eterna? Eres una tonta.
—Lo tomaré como un cumplido.
Una urgente necesidad de sentirla me llevó a sacar una mano del manubrio para agarrar las suyas en mi abdomen. Presioné, tratando de hacerle llegar todo mi cariño con ese solo agarre. Continué andando así, con ella descansando en mi hombro y yo apoyada en su cabeza. Su cabello era como un colchón suavecito. Mis pies ya no nos llevaban tan apurados como antes. Era un andar lento, sin ganas de llegar a la meta. Solo quería que el tiempo se detuviese allí.
—De verdad…, la gente de esta época va muy rápido. Ya estás pensando en nuestra muerte, ¡y ni siquiera empezamos a vivir juntas! Cálmate un poco.
El sarcasmo era la única manera que tenía de soportar todo lo que me estaba acometiendo. Kikyō, sabiendo eso, sonreía amable sin decir nada de mi voz quebrada.
—No quiero.
—Ja… Claro que no quieres.
Mis ojos, enrojecidos por el momento que me hizo pasar, se perdieron en el horizonte. A los lados del camino comenzaban a aparecerse unas flores rojas. Meneaban pausadas por el viento. Verlas me hizo recordar otras. Unas mágicas.
—Kikyō.
—¿Hm?
Giré el rostro hacia ella. Me choqué con unos ojos encendidos por la luz de la luna. Expectantes, me esperaban.
—Haber ido al campo ese día fue lo mejor que me pasó en la vida.
Después de salir de una impactante sorpresa que ni trató de disimular, Kikyō me devolvió la sonrisa. Comenzó a acercarse con lentitud. Yo acorté la distancia, juntando nuestros labios.
«Porque si no hubiera ido… jamás hubiera conocido esta felicidad, por más extraña que sea contigo»
Nos despegamos suavemente. Regresé los ojos al horizonte con una sonrisa. Seguí andando con una mano. La otra la tenía muy ocupada entre las suyas, que jugaban con mis dedos.
—Una persona puede ser tu casa… dijiste esa vez —mencionó ella, apoyando la cabeza en mi espalda—. Estoy en casa, Kagome.
Sentí algo deslizarse por mi dedo anular. Lo miré. Tenía un anillo puesto. Era parecido al que yo le había dado. Tenía una florcita blanca en el medio. Ensanché la sonrisa y volví la mirada al frente, moviendo los pies más rápido sobre los pedales.
Ahí, andando con ella, respiré el aire nocturno igual que aquella noche, en aquel campo de flores donde nos conocimos. Y entonces, me sentí embriagada por la misma quietud. No fueron las flores esta vez las causantes, fue Kikyō. Quizás siempre fue ella aplicando una magia extraña en mí. O quizás fui yo deseando que así sucediera, que algo mágicamente nos uniera para poder decirle estas palabras que sentía atragantadas desde hacía, no tiempo, sino vidas:
—Bienvenida a casa, Kikyō.
Fin
¡YYYY llegamos al capítulo final! Muchas gracias gente linda por acompañarme en esta ocurrencia! Prontito voy a subir el Epílogo. De verdad se agradece el apoyo, las leídas y los hermosos comentarios. Muchas muchas gracias ^^
Como dije antes, esta historia estaba pensada como una novela corta, por eso mismo tanto Inuyasha como los demás no tienen mucho protagonismo. Lo que quería mostrar era la conexión entre ellas, no tanto los hechos/sucesos en sí, por eso no desarrollé la batalla futura o el encuentro con Inuyasha. Para una historia con todos los detallitos ya tenemos la de "Almas", que, a todo esto, estoy en campaña de actualizarla.
Con todo aclarado, paso a responder los comentarios :)
LadyPV: Muchas gracias por leer! Me alegra que la historia te haya gustado! Gracias por el apoyo ^^ Te leo en el epílogo, un beso!
Chat'de'Lune: Esstimada, y llegamos al final. Como ves, no voy a indagar en todo lo que "pudo haber pasado", más que nada porque eso en el epílogo ya va a quedar bastante claro. Me alegra que los capítulos anteriores te hayan gustado! En esta historia me pintó hacerlas super chuchis entre sí. No sé, lo sentí así, por eso espero que no hayas tenido una sobredosis de diabetes xD Te leo en el epílogo, entonces! Un besito y namasteee.
nadaoriginal: Hooli, muchas gracias por llegar hasta acá! Fue un viaje cortito pero lindo. Amo que a muchxs se les cayó la baba porque Kagome le dijo "esposa" a Kikyo xD Si hubiera sabido que las querían re casadas, hasta un altar y todo les hubiera construído! La próxima será jajaj Te leo en el epílogo, un beso!
Anonymus Enigmatico: Hoooli, muchas gracias por leer! Qué bueno que los capítulos anteriores te gustaron! El último me salió super meloso, lo sé, peeeero es que no pude evitarlo. Las quiero demasiado juntas D; Te leo en el epílogo, un beso!
Juds93: Amigaaa, muchas gracias por llegar hasta el final y por el apoyo de siempre! De verdad se agradece. Ahora nos queda el epílogo y listo, no jodo más xD. Cambiando rotundamente de tema, ¿es tu cumple? ¡Feeeeliz cumpleee! *le tira globos* Espero que la pases hermooso! Mi regalo para vos (muy improvisado) es el último capítulo :) Espero que lo hayas disfrutado ^^ Te leo después amiga, terminálo bien! Un besito!
PD: si no es tu cumple, bueno, ligaste un regalo igual xD
Y eso es todo, gente linda. Nos vemos en el epílogo. Qué estén bien!
