«Si puedes amar a alguien con todo tu corazón, incluso a una persona, entonces hay salvación en la vida. Incluso si no puedes juntarte con esa persona.»

—Haruki Murakami.

Jon extrañaba esto.

Vestidos de mezclilla y telas ligeras, ambos bajaban con cuidado por la colina llena de irregularidades y madrigueras. El hijo de Superman quería mostrarle a la capitana un lugar que había encontrado hace unos días, justo encima en los límites de la granja de sus abuelos. La joven no mostró demasiada efusividad, pero en su mirada podía notarse la curiosidad al ella no conocer demasiado del lugar donde el héroe se había criado, irónicamente, en un espacio tan amplio y simple como lo era una granja, que en nada se parecía a los ostentosos espacios del Gotei 13 o los bosques enredados del Seireitei se encontraba tan desubicada que la única ocasión en la que Jon la dejó ir sola al corral de las ovejas la muchacha se terminó perdiendo, y sólo pudo encontrarla gracias a que su oído superhumano reconocía el compás de sus pasos en la hierba y la tierra.

Soi Fong le hizo "jurar" que no hablarían de eso en público, aunque Jon por momentos sí lo sacaba a colación para reírse a su costa cuando estaban solos. Por desgracia de alguna forma Damian, el mejor amigo y ex-compañero de equipo de Jon consiguió enterarse de alguna "misteriosa" manera, y éste sí no escatimaba en burlas hacia la capitana por ese incidente, burlas a las que ella solía responder tirándolo al suelo.

Decidieron salir al anochecer después de la cena, puesto que el sol estaba más ardiente de lo normal en esos días y en un espacio tan abierto ambos corrían el riesgo de insolarse aun usando bloqueador solar. Cuando ya el cielo empezaba a teñirse de violeta y rosa profundo y la hierba y arbustos se veían de un tono verde azulado oscuro fue cuando Jon la agarró por la muñeca de la absoluta nada y, tras decirle rápidamente a sus abuelos que saldrían a pasear un rato Jon la llevó corriendo hasta la colina, la que bajaron sin soltarse las manos en ningún momento, para que el uno sujetase al otro en caso de que resbalara.

El lugar del que Jon hablaba era un pequeño riachuelo, sereno y al parecer sin otros habitantes que los grillos y pequeñas ranas cuyos croares se podían escuchar ya. Las malezas regadas, los juncos y el musgo en la orilla eran evidencia de que el riachuelo no era visitado por muchos seres humanos, sumado a las piedras en medio percudidas de tanto ser azotadas por la corriente, el sonido de la misma, el pasto alto y las hojas que corrían también con la corriente. Era el más puro aspecto silvestre.

Soi Fong silbó.

—Nada mal. Siento como si el aire fuera más puro aquí —dijo mientras ambos terminaban de bajar la colina y ahora se acercaban a la orilla del riachuelo.

—Y no has visto nada —sonrió Jon, la jaló hasta que ambos estuvieron lo bastante cerca como para que sus figuras pudiesen entreverse en el agua que nunca dejaba de moverse. Jon miró al cielo y vio que el sol finalmente desaparecía del todo— ¡Ya es hora!

Justo después de que el joven hubiese dicho eso la primera luz se encendió, o más bien la primera luciérnaga se despertó desde la hoja de un junco, luego le siguió una segunda y una tercera, y después un grupo completo de luciérnagas despertaba encendiendo sus luces y revoloteaba a ambos lados de la orilla, el pasto y los juncos lucían más claros bajo las luces amarillas de las luciérnagas y sus diminutas claridades unidas alcanzaban a iluminar el agua del riachuelo. Todo un espectáculo del que Jon no se cansaba y que impactó a Shaolin.

Estando ella acostumbrada a estar ocupada, a dirigir un escuadrón y matarse entrenando, claramente no era del tipo de persona que se detenía siempre a oler las rosas, y con sus tendencias nerviosas reconocía que tendía a subestimar lo bueno que era para ella parar y bañarse de la naturaleza, alejarse de sus soldados y del entrenamiento solamente para estar a solas con el silencio.

Aunque con Jon no estaba sola, dejó de sentirse sola desde que lo dejó entrar a su vida. Por eso lo apreciaba tanto, porque era la segunda persona después de Yoruichi capaz de apartarla del desorden matutino para darle la dosis de tranquilidad que no sabía que necesitaba.

Tranquilidad que por primera vez, podía cerrar los ojos y tener la certeza de que seguía allí.

—Que hermoso —susurró ella. No había otra forma de describirlo.

Incluso había olvidado que no soltaba todavía la mano de Jon.

El joven no contestó. Sólo sonrió orgulloso de sí mismo, consciente de que a su acompañante le había gustado la pequeña sorpresa tanto como a él. Su padre se lo había enseñado cuando tenía once años y estaban ayudando a su abuelo con los deberes de la granja, y con cierta frecuencia él y Damian solían llegar ahí a jugar para sentirse como niños comunes y corrientes, después de haber escapado de la dimensión del volcán Jon había adquirido la costumbre de huir de ahí simplemente a mirar el agua y relajarse antes de tirarlo todo por la borda. Porque el frescor del agua y la forma en la que se deslizaba con velocidad era muy diferente al doliente brillo de la lava en aquél lugar. Un escape a sus malos recuerdos.

Él sólo soltó la mano de su novia para agacharse sobre el borde del riachuelo y meter la misma mano en el agua, para ver como esta le corría entre los dedos siguiendo su curso sin final. El joven alcanzó a notar incluso algunos pequeños pececitos grises que andaban evitando su mano, o que lo rozaban. Son demasiado pequeños como para pescarlos, pensó el chico con una sonrisita.

En algún momento ella también se agachó a su lado y con cierta desconfianza metió también la mano en el agua, muy cerca de dónde estaba hundida la mano de Jon. La sensación de la corriente helada en su piel le resultó tan agradable que no pudo evitar dejar salir una sonrisa. Aunque fue interrumpida cuando una rana saltó del agua justo delante de ella, tan cerca y tan de repente, sumado a la oscuridad que Soi Fong pegó un grito y cayó hacia atrás, sobre su trasero en la hierba.

Jon estalló en carcajadas.

—¿Qué te picó, Shao? —le cuestionó divertido.

Shaolin frunció profundamente el ceño, y en respuesta metió su bota en el agua y pateó con fuerza, el agua salpicó al joven héroe justo en la cara y este de la pura impresión y el frío en el rostro también cayó sobre su trasero al lado de ella. Ésta vez fue ella la que se rió con fuerza.

—Ja ja —dijo sarcásticamente Jon limpiándose el rostro—, muy maduro de tu parte, Shao.

—Miren quién lo dice —contraatacó la aludida una vez se recuperó un poco de la risa—. Tú dejas que un enano gruñón te dé órdenes —contestó refiriéndose a Damian, aunque este no tenía absolutamente nada que ver en la conversación.

—¿Te acabas de describir a ti misma, pequeña?

—¡Oye! —gritó ella mientras que su rostro se encendía con fuerza.

Jon se volvió a echar a reír y abrazó con un brazo a Soi Fong, quien se removió al instante y se hizo soltar aún con la cara caliente y ceñida de molestia y vergüenza. Al cabo de un corto rato las risas de Jon se calmaron y también la pena de Shaolin, y estos conectaron miradas por un momento.

Sin decir nada Soi Fong suspiró y se inclinó sobre Jon para ahora sí dejar que el muchacho la abrazara, lo que él aceptó con una sonrisa. Jon pegó los labios a la frente de la capitana y se quedó ahí. Con los ojos cerrados y sintiendo el leve salpicón del riachuelo a sus pies.

Hasta que escuchó a lo lejos, personas gritando, sirenas, el chasquido de las llamas ¡Un ataque terrorista!

Soi Fong se sobresaltó cuando Jon la soltó y se puso de pie de un salto.

—¡¿Qué te pasó?!

—¡Tengo que irme Shao! Hay problemas en la ciudad —Jon echó a correr y a subir la colina, Soi Fong lo siguió con prisas. La frustración de su momento íntimo interrumpido y el impulso de retenerlo la invadieron, pero no lo hizo porque sabía que ese era su deber.

Él la volteó a ver.

—¿Puedes encontrar el camino desde aquí? —le preguntó a lo que ella asintió, no tan segura.

—Cuídate —sólo atinó a decir eso, miró la hora en su celular y se dio cuenta de que, de todas maneras tendría que irse en pocas horas.

Jon no pudo evitar entristecerse cuando supo la hora que era, y que era muy probable que cuando terminase de controlar las cosas allá en la ciudad ella ya se habría ido. Aun en medio de su prisa se acercó, la tomó con cuidado de los brazos y le besó la coronilla.

—Nos vemos otro día —susurró con desánimo.

La joven sonrió, algo muy poco común.

—Está bien. Ve que te necesitan.

Jon también dejó salir una débil sonrisa y retrocedió, para luego echar a correr mientras se iba deshaciendo de su ropa hasta quedar con su traje de Superman y se elevó en el cielo a toda velocidad hasta desaparecer.

Soi Fong se quedó ahí viéndolo partir, recogió la ropa que dejó tirada el chico y la sacudió con cuidado. Había disimulado bastante bien su propia tristeza por tener que separarse antes de tiempo, pero no podía evitar pensar que no podía marcharse así sin más.

Algo se le ocurrió, y sus ojos brillaron.


Efectivamente, cuando Jon regresó a la granja mucho más tarde, exhausto, cubierto de cenizas, escombros y restos de balas que le habían caído no se molestó ni siquiera en preguntar si Shaolin ya se había ido, porque el recibidor vacío era más que suficiente prueba. Aunque eso no evitó que de nuevo se sintiese mal por haber abandonado de la nada a su novia. El joven dejó escapar un pesado suspiro y decidió ir a lavarse y luego a dormir de una vez, pero su abuela lo llamó.

—Cariño. Antes de irse tu amiga me pidió que te pasara esto.

Su abuela le dio una simple hoja amarilla doblada que estaba puesta sobre la mesa, luego de agradecer la desdobló y frunció el ceño al leer lo que estaba ahí escrito.

—¿"Mira bajo tu cama"?

—Creo que dejó algo para ti —dijo la abuela—. Minutos antes de marcharse ella estuvo unos momentos hurgando en tu habitación.

—Ya veré de qué se trata —él sonrió—. Descansa, abuela.

—Duerme bien cielo —respondió la señora mientras Jon se dirigía al baño a lavarse.

Jon dejó la nota sobre su mesita de noche, y la volvió a recoger cuando ya había salido de la ducha con el pelo húmedo y nada más que una toalla en la cintura, se encogió de hombros tras revisar que aquella frase era lo único que estaba escrito y se inclinó para ver bajo la cama. Nada en el suelo, pero cuando iluminó con la linterna de su celular hacia arriba se dio cuenta de que había otra nota, igualmente amarilla, pegada a las tablas que sostenían el colchón, la despegó y desdobló para leer solamente otra indicación: Mira en tu estantería.

Encontró la nota de la estantería que le decía que mirase tras el computador, luego la nota tras el computador que le decía que mirase en el clóset, a este punto Jon pensaba que Soi Fong sólo le estaba jugando un broma y claramente él estaba muy cansado para soportar las bromas. Pero cuando miró en el clóset encontró escondido entre su ropa un sobre, ya no las notas sueltas que había encontrado por su habitación.

El sobre era blanco y no amarillo, tenía una pegatina negra cerrándolo, ya exhausto Jon lo despegó con cuidado y sacó la hoja de papel. Ya no era una escueta indicación para que siguiese "buscando" sino una carta real.

«Decidí hacer esto puesto que sé, que probablemente cuando regreses te estarás torturando por haberte ido dejándome sola, y tú y yo sabemos que si se te deja torturarte con un tema te desestabilizarás en todo lo demás y quizá hasta puedas llevarlo al extremo de desmayarte por el estrés.

No soy tan buena con las palabras como tú, Jon. Pero tú sabes que yo sé la situación por la que pasas a menudo, yo entiendo que debes estar sintiéndote presionado al punto de que te sientes culpable por cuidar de ti mismo, tanto que sientes que pierdes tiempo incluso cuando ni siquiera tienes cosas que hacer ya. Sé lo que es eso pero ¿Te digo algo?

Sentí esto cuando me llevaste al riachuelo pero no encontré momento para decírtelo. Cuando estamos juntos no siento presión de ningún tipo, sólo puedo pasarla bien y sentirme en paz aunque sea llorando juntos toda la tarde. Quisiera poder hacer eso mismo por ti, que confíes que conmigo no tienes que andar cuidando cada movimiento o queriendo ser perfecto porque no es necesario. Contigo yo puedo ser imperfecta y está bien, también estará bien si tú lo eres conmigo.

Por eso no te preocupes por lo de esta noche, simplemente por estar cumpliendo tu deber. Te prometo que nos volveremos a ver tan rápido que te tomará por sorpresa y podremos simplemente estar juntos un rato siendo normales.

Así que cuídate, has estado llevando un ritmo excelente, sé por qué te lo digo. Mi chico es un gran héroe.

Te quiero.

Shaolin.»

Jon se terminó tapando la cara con ambas manos, ya bastante seguro de que estaba echando humo por las orejas. Más aún cuando incluso olvidó que seguía desnudo, se limitó a ponerse su ropa interior y se acostó sin nada más, releyendo una y otra vez la carta de la capitana y siempre sintiendo lo mismo, ese placentero cosquilleo en la piel y el pecho llenarse de calor como si un pequeño sol se hubiese instalado en él.

En su cabeza, Jon se dio la nota mental de decirle a Shao cuando la viese que él ya sentía exactamente lo mismo que ella describía en ese papel, aparte de agradecerle.