Disclaimer. Los personajes de Naruto NO me pertenecen, sino al mangaka Masashi Kishimoto.
Sobre la historia. Esta historia contiene temas que pueden herir la susceptibilidad de ciertos lectores; tales como lenguaje obsceno, tortura, violación (o alusiones a la misma), escenas sexuales, muerte de personajes, situaciones adultas, entre otras cosas. Leer bajo su propio criterio. Gracias.
¡A leer!
Palabras. 4.529
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Capítulo 22: Vacío
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No había hecho el amor, sino la venganza.
Sakura observó la desnudez de su cuerpo frente al espejo. Después del incontenible deseo que había sentido la noche anterior, durante la Luna Roja bajo las caricias de Itachi, todo lo que podía sentir esa mañana era vacío. Un inquebrantable, mortal y pesado vacío. Ni siquiera podía llorar por su situación, no le quedaban lágrimas, solo le quedaba la rabia por lo que había sentido por el emperador…
«No. Fue por Itachi, no por el emperador», se recordó.
Él mismo se había denominado así, con su nombre a secas, sin honoríficos ni títulos. Mientras la envolvía en sus brazos, dejó de ser el emperador que controlaba a todos y quien tenía a sus Favoritas de prisioneras en sus dependencias. Durante ese breve momento, había dejado de ser ese individuo ruin que seguía exponiendo a los traidores en la Valla Sangrienta con sus ropajes y pieles hechos jirones, quien había controlado cada paso de sus habitantes y ante el ojo público no había protegido a los habitantes de su reino de los destrozos hechos por Akatsuki.
Se encontraba en las cámaras preparadas para ella dentro del palacio privado del emperador, así que era inevitable que se lo cruzara. Había despertado por la madrugada, con la cabeza apoyada sobre el pecho de Itachi. El repiqueteo de su corazón había estado acompasado y sereno contra su oído, profundamente dormido. Ella se había deslizado lentamente fuera de su calor y había tomado el vestido traslúcido para volver a los aposentos que se habían preparado para ella.
La sensación de que acababa de hacer algo terrible solo por su impulsiva sed de venganza, la persiguió como una voz interna antes de caer rendida ante el cansancio. El furor del momento se diluyó por completo en su sistema y solo esperaba realmente estar embarazada después de esa noche.
Luego de vestirse con ayuda de dos silenciosas doncellas ancianas del palacio privado, Sakura observó de nuevo su impecable semblante vestido de oro y carmesí, con las ondas de su cabello rosa embelleciendo y cercando sus facciones. Sus ojos verdes se veían brillantes, pero ella sabía que eran de lágrimas no derramadas.
Les pidió que la dejaran sola porque pasaría su tiempo de reflexión en el jardín privado, el mismo donde solía practicar con su chakra en compañía de la reina Tsunade. En ese amplio espacio de naturaleza, ella había hecho un par de pequeñas tumbas simbólicas de rocas.
Una para Sasori y otra para su madre.
Se detuvo en la de su progenitora, juntó sus manos sobre el regazo y enarboló una profunda reverencia para mostrarle el respeto que se merecía. No había podido vivir como la princesa que era debido a la invasión de la Nación del Agua y su posterior huida para protegerla. Haruka Haruno había dado su vida por su hija y Sakura se ocuparía de honrar su sacrificio.
—He dado el primer paso, madre —susurró, no sin antes comprobar que no había nadie alrededor, incluso ayudándose un poco con su chakra, aunque aún no era una experta en el tema de su manejo—. Me he entregado al emperador bajo el motivo de tener un hijo que lo mantenga en el trono. Su hermano nunca debe llegar a él y eso es algo de lo que me ocuparé —prosiguió con una mirada dura.
El solo hecho de recordar su mirada enloquecida, su sonrisa sádica... la forma en la que la había lastimado. Había reprimido sus escalofríos ante sus menciones, porque él ni siquiera merecía que ella reaccionara a él. Todo lo que Sakura quería hacer, era hundirlo, hacer que sufriera, tenderle la soga al cuello y que él mismo escogiese ahorcarse bajo su petición.
Era una lástima que no tuviese el extraño don que, Tsunade le había dicho en alguna de sus clases, poseían las mujeres descendientes de la familia Uzumaki y que consistía en doblegar la voluntad de alguien. Seguramente no lo había heredado porque su linaje se había diluido en otras familias, pero al menos tenía chakra y eso podría ser un aliciente de atracción.
De todos modos, sabía que había otras maneras de lograr su cometido. Sakura estaba consciente de que había seducido a Itachi sin quererlo realmente, con sus gestos inocentes, sus miradas y su presencia en torno a él. Por momentos, sabía que había conseguido enloquecerlo hasta el punto de que él mismo aceptara sembrar su semilla en ella. La joven cerró los ojos y suspiró hacia el cielo.
—Sentí cosas que no debí haber sentido madre, mucho menos por un Uchiha cuando vos sufristeis en manos de uno también. Ellos están hechos para hacernos sufrir, no importa lo que hagan ni lo que digan. Son una familia maldita —murmulló entre dientes, sintiendo rabia cuando la sensación de las manos de Itachi recorriendo su cuerpo en extrema delicadeza, estuvo a punto de convertirse en una memoria agradable.
No lo era. Jamás podría consentir que un Uchiha bañara sus recuerdos con la suavidad y la ternura que había visto y sentido emanar de las acciones de Itachi.
«Todo es mentira, es un acto, tal cual yo lo estoy haciendo», pensó para autoconvencer a su cerebro y a su cuerpo.
"Yo no lo sentí de esa manera".
Era esa voz de nuevo, la de aquella mujer que vivía dentro de ella, cuya alma compartía. La primera reina de la Nación del Agua, que había sido ultrajada por un Uchiha, amada por otro Uchiha y condenada a la muerte prematura por su propia hermana, aquella a la que los libros llamaban la Emperatriz Helada, aquellaque había sido el origen del Imperio del Hielo debido a la culpa que sintió cuando su hermana decidió suicidarse para limpiar el honor de la familia.
Probablemente ella nunca supo que la reina de la Nación del Agua fue bendecida por los mares y devuelta a la vida por estos para crear un linaje fuerte que terminaría desencadenando en la sangre de los Uzumaki, todavía esparcidos por el mundo después de la caída de la Nación según Tsunade-sama.
—Es porque vos amabais a un Uchiha, uno que existía antes de que la maldición del odio se extendiera por su linaje. Fue vuestro amor y vuestro verdugo los que crearon esa maldición al intentar matarse el uno al otro siendo familia —respondió monótona a la voz.
Sakura estaba segura de que ella tenía algo que ver con las sensaciones que aún persistían en su cuerpo, ya que Itachi le recordaba a la reina su primer amor, pero ella no podía estar en paz con eso. No podía dejar que el poder en su interior y la afinidad que sentía desde su despertar nublaran su visión.
Tenía una tarea que cumplir.
Le ofrendó la más profunda reverencia a la tumba improvisada de su madre antes de desplazarse lentamente hasta la de Sasori. Suspiró profundamente antes de enarbolar otra reverencia y quedarse en esa postura, cabizbaja, sintiéndose culpable.
—Vos, mejor que nadie, sabéis que los sacrificios que se pueden llegar a hacer para sobrevivir y conseguir un objetivo, algunas veces están fuera de nuestro alcance. Otras veces, tenemos que hacer lo impensable por conseguirlos. —Sakura hizo una pausa y cerró los ojos.
En la lúcida oscuridad de sus párpados, vislumbró la sonrisa etérea de Sasori adornando sus felinos ojos almendrados, mirándola con el mismo amor intenso que le profesó cuando ella se entregó a él. Casi pudo sentir un beso suyo sobre la frente, como si la perdonara por todo lo ocurrido la noche anterior. Quizás era el propio deseo de Sakura de que él perdonara todos esos sentimientos fuera de lugar para que ella pudiese continuar con su propósito.
Todo lo que tenía que hacer, era sobrevivir lo suficiente como para encontrar una abertura, la más mínima, colarse allí y destruir a los Uchiha desde sus cimientos. Conocía ahora una manera de hacerlo, quizás más peligrosa, pero sería, quizás, igual de efectiva que tener un hijo varón del emperador.
Lo que no sabía Sakura, era si podría ser capaz y lograr soportar lo que eso conllevaría. Itachi estaba de su lado, sin duda, porque ahora era su concubina principal, pero... ¿Cómo seducir a Madara con su poder sin querer matarlo por lo que le había hecho a su madre en la ejecución? ¿Podría siquiera remover alguna especie de deseo en él? ¿Cómo ser capaz de volver a mirar al desgraciado de Sasuke después de que la había violado? ¿Cómo podría resistir su toque de nuevo sin gritar de horror? Había una clara predisposición entre los tres miembros de la realeza. Ponerlos a unos contra los otros se facilitaba por ello...
Y ella solo estaba viviendo a través de su deseo de venganza, porque ya no le quedaba nadie a quien proteger.
—No sintáis culpa por lo ocurrido. Sentisteis que debíais hacerlo.
Sakura abrió los ojos de repente, se enderezó luego de unos instantes y viró la cabeza con rapidez hacia la voz neutra de Itachi, cuyas ojeras acentuaban más el cansancio en sus ojos. Hoy, bajo el cielo de la mañana, sus ojos de ónix no demostraban ninguna pizca de la suavidad que le había ofrecido la noche anterior, incluso con sus palabras reflexivas.
Ella se dijo que así estaba mucho mejor
—También os ayudé a vos. Quizá tenga que pasar un tiempo antes de saber si estoy encinta, pero os mantendré en el trono sea como sea.
—¿Por qué pretendéis hacerlo? —inquirió el pelinegro de inmediato, con más suavidad. Sakura volteó de nuevo hacia las rocas que conformaban la tumba simbólica de Sasori.
—Porque eso significa mi supervivencia dentro del Castillo en Llamas —porque eso significa que podré hundiros a todos yo misma, con ayuda o sin ella, agregó en su mente—. Yo no estaría viva si vos hubieseis decidido el mismo destino que ellos para mí. —Eso también era verdad, pero en su memoria se mantenía bajo el resguardo de los brazos de Sasori, como lo había estado siempre.
Le pedía, con insistencia, que le brindara la fuerza que ella no terminaba de reunir, pero debía soportar todo lo que viniese a continuación. Debía ser capaz de cargar con sus decisiones y las consecuencias que vendrían con esta.
Esperaba que el emperador se quedara lejos, pero al final deslizó su traje real hasta su lado frente a la tumba del que había sido conocido como el Escorpión de la Arena Roja debido a la cantidad de sangre que había cuando él estaba presente en una batalla y los venenos en sus armas. Sakura jamás lo había visto en batalla, así que no conocía ese ser sanguinario en él, pero como pasaba siempre, hombres y mujeres eran diferentes en distintas situaciones. Sasori nunca le había mostrado su lado bélico, protegiéndola de su ser infame, aunque ella jamás podría odiarlo por matar a otros. Lo amaba profundamente, incluso estando muerto.
La muchacha de cabello exótico enfocó sus ojos verdes en el perfil del emperador, observando con mucha cautela sus movimientos; sin embargo, su corazón dio un vuelco cuando él se inclinó también ante la tumba de Sasori como ella lo había hecho antes de que él se presentara en el lugar.
Tragó grueso, porque no sabía interpretar su repentina muestra de respeto.
—No debíais morir de esa manera pese a estar afiliado a Akatsuki. —Le escuchó decir con su tono estable y ceremonial—. Sabéis que tuve que hacerlo, era mi deber en ese momento. Sé que lo comprendéis.
Pese a sus palabras aparentemente normales, Sakura creyó notar cierto grado de complicidad en el matiz de su voz, pero estaba segura de que era imposible. Se lo estaba imaginando seguramente.
—¿Itachi-sama? —Llamó con el ceño fruncido, pero él solo le dirigió una corta mirada de soslayo antes de erguirse nuevamente en su altura. La sobriedad de sus rasgos se iluminaba con el sol matutino.
—La protegeré —continuó diciendo, todavía sin mirarla, aunque ella no podía despegar sus ojos de él—. Por vos, por ella y por mí también.
Aquellas palabras la hicieron parpadear, como presa de una ilusión, aunque pronto trastabilló en el paso que dio hacia atrás, pues el Uchiha se había girado hacia ella, mostrándole un semblante más relajado y clavando sus ojos de noche sobre los jades de ella. Para la joven se sentía como si hubiese descubierto un nuevo mundo en sus pupilas, como si de verdad estuviese en la posibilidad de decir que estaba conociendo al hombre detrás del emperador.
Al Itachi de verdad.
«Esto no tiene sentido», pensó y cortó de tajo el contacto con su mirada, sintiendo un escalofrío en el proceso.
Él no dijo nada, solo se dio la vuelta y recogió sus pasos antes de perderse completamente de su rango de visión. Sakura se permitió soltar el oxígeno que estaba conteniendo, sin razón alguna, sin motivo. Parpadeó largamente y depositó un beso en la cima de la tumba de Sasori, caminó hasta acariciar la tumba de su madre y abandonó el patio entre un suspiro apesadumbrado.
Aún cargando la culpa sobre sus hombros.
Tsunade-sama había vuelto dos días después de la Luna Roja. Sakura se había sentido profundamente aliviada de tenerla cerca de nuevo y ser instruida bajo su guía, pues así avanzaba mucho más de lo que ella veía cuando estaba sola.
—El ejercicio con el agua está hecho y manejado a la perfección por vos. No hay más que pueda enseñarte sobre ello.
La muchacha se había alegrado antes de pasar a la segunda fase: conducir chakra a través de la tierra.
La tierra era menos maleable que el agua y el contacto del chakra con esta resultaba devastador si no tenía un buen control. Por suerte para ella, su talento con respecto a ello la precedía, por lo que no tardó en manejar el impacto de su puño recubierto en chakra en pocos días.
Solo le faltaba la practica hasta perfeccionarlo por completo.
Para cuando la tarde de ese día se hizo presente, Sakura estaba de camino hacia su antigua cámara en el palacio de las Favoritas, seguida de un pequeño séquito de doncellas personales. Al igual que la primera vez que se había mostrado vestida así, hoy escuchaba murmullos, pues era raro verla por allí a estas alturas y cuando todos ya sabían que el emperador compartía su palacio con ella siendo su única concubina oficial, pero la verdad es que extrañaba ver a Hinata. ¿Hacía cuánto tiempo no la veía?
Desde su captura, claro. Sentía que tenía todo un cúmulo de cosas que contarle. Probablemente se sorprendería de todo el cambio que había tenido, en el caso de que no hubiese escuchado nada de ella, pero era imposible viviendo en el castillo imperial.
Al ingresar a la cámara, lo primero que vio fue un panorama ordenado. Una habitación por la que no parecía haber pasado ni un mínimo de tiempo, casi como si apenas el día anterior hubiese dormido en su antigua cama, a la espera del amanecer para poder ver a Sasori. Sonrió con cierto dolor ante el pensamiento, pero pronto sus párpados se elevaron mucho más cuando Hinata, tan elegante y sublime como siempre envuelta en un kimono de un azul muy pálido, entró por la gran puerta contigua y se dejó ver entre las cortinas traslúcidas que cubrían la misma.
—¡Sakura! —exclamó mientras corría hacia ella, o al menos lo intentaba con el espacio que le dejaba su vestimenta.
La aludida sonrió, sorprendida de que ella hubiese dejado de lado su porte de princesa solo para abrazarla, tan emocionada como lo estaba ella. Eso la enterneció mientras correspondía a su abrazo. Se quedaron así algunos minutos antes de que Hinata se separara y sonriera, acunando el rostro de Sakura entre sus manos por un momento antes de alejarse un paso para notar su vestimenta. Su sonrisa pareció ampliarse.
—Parece que os alegra… —murmuró Sakura, aunque mucho más lúgubre de lo que hubiese querido, pero la muchacha de los Hyūga no la juzgó por ello.
—Esa vestimenta, la indumentaria de la concubina principal… Os salvó la vida —aseguró Hinata mientras Sakura fruncía el ceño.
—¿Tan importante es… esta ropa? —Todavía no se acostumbraba a los colores llamativos del kimono rojo y dorado.
Vio a Hinata asentir mientras sus ojos opalinos se enfocaban disimuladamente en su pequeño séquito de doncellas. Sakura supo de inmediato que debía despacharlas.
—Por favor, salid y esperad en el pasillo —ordenó con un tono decidido al que ellas respondieron con una reverencia antes de obedecer y cerrar la puerta.
El silencio se alzó mientras Hinata le indicaba que se sentara con ella entre los cojines sobre el tatami, ella así lo hizo, imitando los elegantes movimientos de Hinata, quien se sorprendió gratamente pero se ahorró comentarios al respecto. Si Sakura quería contar todo lo que había vivido en el transcurso de estos casi dos meses, entonces ella la escucharía con atención.
Por el momento, tenía algo que entregarle, así que aprovechó que la muchacha de hebras rosadas parecía algo perdida entre sus pensamientos para sacar el broche de entre sus ropajes.
—Guardé vuestro broche en cuanto los enmascarados de Madara-sama aparecieron por aquí. Estaban buscando entre vuestras pertenencias porque creían que tendríais algún tipo de información cuando huisteis… —llamó su atención mientras extendía el broche hacia ella.
Sakura respiró hondo y lo tomó entre sus palmas, enfocando la mirada esmeralda sobre la inscripción y todo el diseño azulado. La última vez que había visto este broche, ni siquiera se había imaginado lo que significaba. "Cuídalo bien", había escrito su madre en aquella nota adjunta. Ojalá hubiese podido saber todo el misterio que había rodeado su vida en aquel entonces. Todo parecía tan lejano…
—Gracias, Hinata —pronunció mientras apretaba el objeto entre sus dedos y los colocaba cerca de su corazón. Era una manera de sentirse cercana a su madre.
—Pronto cumpliréis dieciocho, Sakura, ¿verdad? —preguntó suavemente.
Tan ensimismada había estado con todo y tan llena de problemas había estado después, que no se había dado cuenta de que había transcurrido al menos un año y medio entre su selección como favorita hasta la actualidad. Parecía que había sido hacia demasiado tiempo ya.
—Es cierto. Lo había olvidado completamente —concedió, accediendo a mostrarle una pequeña sonrisa antes de retomar el tema anterior—. ¿Por qué es tan importante esta vestimenta? —cuestionó por lo bajo.
Los ojos aperlados de Hinata se suavizaron.
—Es porque representa que, a falta de una emperatriz, sois la mujer más importante del castillo solo por debajo de la princesa Ino, cuyo linaje es real y está enlazada con el príncipe imperial—explicó.
Sakura no tenía ganas de contarle quién era ni por qué vivía en el Imperio del Fuego cuando nunca debió salir de la Nación del Agua. Sabía que sería otro desgaste emocional al que no se iba a permitir sucumbir, además de que estaba demasiado cansada como para pelear contra sus emociones desbordadas, incapaz de mantenerlas a raya una vez que las dejara fluir.
—Entiendo… Itachi-sama también me concedió las cámaras contiguas a sus aposentos en el palacio privado…
Hinata jadeó.
—Pensé que os estabais quedando en los aposentos de la Concubina Real, que quedan en un palacio distinto. —Sakura se extrañó de que Hinata pareciese tan emocionada de repente—. Os ha dado los aposentos de la emperatriz, como si...
—¿Cómo si…? —indagó la muchacha de cabello rosado.
—Como si pretendiera convertiros en su emperatriz en lugar de solo una concubina —culminó la muchacha, enfocando su opalina mirada sobre ella.
Sakura la observó un momento. Sus ojos verdosos no se despegaron de ella hasta que los recuerdos de aquella luna llegaron y el sonrojo invadió sus mejillas hasta hacerse un hogar en sus pómulos. Hinata se llevó una mano hasta los labios, también intentado ahogar una sonrisa y su propio sonrojo al intuir la razón detrás de su reacción. No cabía duda de que el emperador había seleccionado a Sakura para que diera a luz a sus hijos.
—Quizás… haya sido solo por precaución. Ya sabéis que yo… yo hui —murmulló hacia el final de su oración. La antigua princesa sonrió y colocó una mano sobre las de Sakura, mismas que ya se encontraban sobre su regazo y resguardaban aún el broche.
—Lo sé. Me asusté mucho por vos, pero os entendí… —Dejaba entrever toda la sinceridad en sus ojos, porque Sakura también conocía el amor entre el guardia, Naruto, y su preciada amiga a la que no quería preocupar—. Lo que sucedió… Yo lo lamento tanto. Debió ser una situación difícil, mucho.
La muchacha Hyūga apretó un poco más sus manos, un apoyo que ella agradeció. Probablemente era una de las pocas personas que entendería la magnitud del dolor que se sentía al perder a una madre y a un amor, el mismo día y de la manera más ruin.
—Los llevo conmigo siempre —continuó entre murmuraciones mientras meneaba la cabeza en confirmación, casi por inercia. A Hinata le partía el alma notarla tan desamparada, pero esperaba que Itachi-sama no fuese un déspota con la mujer que había escogido como su concubina.
—Ahora os queda sobrevivir… Aunque la princesa Ino ha cambiado mucho en estos meses —dijo ella en el intento de distender el ánimo.
Sakura lanzó un bufido, parecido a una risa. Eso se parecía más a la Sakura que había huido con el capitán Sasori que a la mujer con la mirada opacada por la desgracia que ahora veía cada que se miraba en el espejo.
—Hablé con ella hace algunas semanas, pero no os vi por su palacio —informó a Hinata, quien formó un óvalo con sus labios—. Noté su cambio, parecía… otra persona —coincidió.
—Ya no es déspota con ninguna de nosotras, aunque tampoco habla mucho con las demás. Siempre me pide que la acompañe un rato y conversamos un poco, pero ella casi siempre mira hacia la ventana, como si constantemente esperara a alguien —concretó la muchacha, jugando con algunas hebras de su azulado cabello.
La fémina de hebras exóticas no lo halló tan extraño, pues ella misma podía quedarse esperando con la mirada fija sobre el lago en el patio privado del emperador, como si ese solo hecho pudiese hacer que ella retrocediera en el tiempo.
—Creo que todos hemos cambiado —asintió Sakura antes de enfocarse completamente en su acompañante, mucho más despierta y consciente—. ¿Cómo habéis estado vos? Perdonad por haberos preocupado —emitió entre un suspiro, pero Hinata le restó importancia.
—Todo ha estado tranquilo, relativamente. Entre los arreglos del reino después de los diluvios y noticias sobre algunas sublevaciones o escaramuzas, no hay nada demasiado urgente…
—¿Habéis…? —Sakura dudó un poco después de empezar su pregunta, pero al notar la mirada interesada de Hinata, prosiguió con su pregunta—. ¿Habéis sabido algo sobre vuestro primo y hermana? —habló mucho más bajo.
Hyūga formó una línea recta con sus labios y suspiró antes de negar, aunque parecía realmente aliviada por no tener noticias de sus familiares.
—No, y eso me tranquiliza. Significa que están a salvo —comentó en voz baja.
Sakura entendió. Por supuesto, no creía que Madara se guardara la noticia de que alguno de los dos hubiese muerto, y hasta, quizás, traería al primo de Hinata hasta el castillo para ejecutarlo. Sabía la maldad que albergaba en su interior y la tensión de su poder cuando la había agarrado del brazo. Era aterrador.
—Espero que podáis verlos algún día. —La esperanza a veces era desalentadora, lo había descubierto de la peor manera, pero los ojos perlados de su amiga, brillaron.
—Es una de las cosas que más deseo —aceptó adquiriendo cierto matiz de tristeza.
Está vez, fue Sakura quien presionó sus dedos en torno a la mano de Hinata, en pos de transmitirle confianza. Ella se lo agradeció con una sonrisa sincera. Debían mantener siempre la alerta.
El rumor del viento nocturno hacia que el borde del bosque se agitara con fuerza. El portador de los Ojos Blancos giró levemente su cabeza hacia el origen indeterminado de los sonidos y dejó que la princesa Tenten avanzara un poco más en el camino de vuelta.
Esta última, se percató al instante de que Neji no estaba a su lado, en cambio, se había detenido a contemplar los árboles y los arbustos al pie del límite del bosque. La muchacha enfocó sus ojos marrones en el perfil del hombre, preguntándose qué era lo que estaba pasando por su cabeza.
Habían tenido varias oportunidades de entrenar amistosamente antes de que la batalla real empezara. Cuando Neji le había dicho que buscaría ganarse su mano a través de un desafío, no esperó realmente que buscara, de verdad, ganarle. La imposición de su padre era sagrada y se enfrentaran o no, iban a terminar casados si ella no huía, algo que estaba completamente descartado porque ella vivía por y para su pueblo del Sur.
Le había demostrado lo ingenioso que podía ser, incluso destapado técnicas que ella no conocía para mostrarse ante ella completamente en igualdad de condiciones. Ya habían compartido campo de batalla y se habían salvado la vida mutuamente, pero realmente no esperaba que el último hombre de los Hyūga le profesara tal confianza.
Supuso que ese aturdimiento momentáneo fue la razón por la que terminó derrotada y aceptó su cortejo modesto, que consistía solo en permanecer a su lado, entrenar y mostrarle mucho más de su curiosa personalidad.
Resultaba que Neji era buen conversador, aunque no lo pareciese; sin embargo, la princesa del Reino del Sur no pudo seguir debatiendo sobre eso en su cabeza porque el ambiente cambió de repente.
El viento nocturno se hizo más pesado y ella sacó de inmediato la katana que tenía anclada a la cintura, pero el hombre se había deslizado hacia ella con suma rapidez y con Byakugan activado. Había problemas, estaba segura, porque él no lo activaría de ser lo contrario a lo que ella estaba pensando.
—Neji... —susurró por lo bajo.
—Manteneos detrás de mí y en constante alerta —murmuró con tono oscuro a la par que extraía un kunai.
Todo lo que ella podía ver estaba sombreado por la penumbra. Sintió que el cuerpo del aludido se tensaba y ella no tardó en saber la razón.
La espesa nube dejó que la iluminación terminara por descubrirlo. Había una figura bicolor con una especie de coraza verde musgo que sobresalía de una forma inexplicable.
—¿Quién sois? Os aviso que no tengo paciencia —remarcó el Hyūga entre dientes, pero lo que ambos verían, sería, sin duda, otra sorpresa.
Neji no podía creer lo que había surgido detrás de esa extraña figura saliente de la corteza de un árbol.
—Neji-niisan. —La voz de una crecida Hanabi le devolvió al presente, a este momento.
—Hanabi... —murmuró, pero se mantuvo en su posición. No había detectado nada más con su Byakugan.
—Akatsuki quiere proponeros un trato —soltó de improviso, lo que llevó a Neji a inspeccionar su atuendo antes de caer en la estupefacción—. Tanto a vos como al Reino del Sur.
La menor de sus primas tenía una capa negra con nubes rojas, confirmando que formaba parte de Akatsuki, el grupo terrorista más temido del mundo.
¡Gracias por leer!
Próximo capítulo: Resolución.
¡Ahora vamos a responder comentarios!
Kou. ¡Me alegro de que te haya gustado todo el contexto! Ya esas preguntas se irán respondiendo en estos próximos capítulos. A ver si de verdad quedó embarazada, que sino… van a tener que hacerlo otra vez jaja. ¡Gracias por tu comentario!
Gab. Siempre pendiente por aquí jaja. ¡Gracias por pasarte!
