38. Hola! Qué tal?^^ Aquí vengo con un nuevo fic Chilumi!
Llevo queriendo escribir otro fic de este ship desde hace tiempo, pero la verdad es que quería que la historia transcurriera en Fontaine, así que esperé a que saliera la versión 4.0. para tener un poco más de idea, y después de jugarla, y ver todo el Chilumi que nos dieron… sí o sí tenía que escribir XD Eso sí, para que no descuadrara mucho con la posible trama de la versión 4.1, quería tener este fic preparado para antes de que saliera la versión 4.1 y parece que lo he conseguido! Jajajaja
Tengo muchas ganas de jugar las próximas misiones de Arconte porque prometen estar interesantes! Parece que girarán entorno al encierro de Childe, aunque no parece que él vaya a aparecer XD Y las ganas que tengo de ver a Arlecchino no son ni medio normales jajajaja Eso sí, la región de Fontaine es muy divertida de explorar :)
Un par de cositas a tener en cuenta antes de leer este fic:
-Forma parte de mis anteriores fics Chilumi, formando una serie, y si bien se pueden leer por separado, hay muchas menciones y referencias a dichos fics, especialmente en este fic, así que esta vez sí que convendría leer los anteriores fics (especialmente el anterior a este, "Delirium…" y el primero "Waiting…").
-Si algunas cosas no tienen mucho sentido respecto al canon, digamos que son mis headcanons y/o canon divergences, porque tengo un montón y me encanta teorizar sobre ello :P
Ahora sí, disfruten leyendo!^^
Pd. Si bien esta historia es algo más corta que la anterior, sigue siendo un oneshot muy largo XD
Pd2. Versión en inglés en mi ao3: MitsukiWing.
**...**
BETRAYED HEART AND REFRACTED DESIRE IN A HOLLOW BODY SINKING IN CALM WATERS
Preludio del preludio: El agua tiene memoria
Tartaglia recuerda su primera ejecución. Aquella que presenció como espectador, no como verdugo.
Apenas había terminado su instrucción militar hacía unos meses, y apenas llevaba tiempo en aquel escuadrón.
Tartaglia no recordaba el nombre del chico al que iban a ejecutar por intentar desertar. Solo sabía que era débil, que le gustaba escribir y leer poesía, y que no encajaba allí. Por eso iban a matarle.
Habían reunido a todo el escuadrón para mirar y aprender la lección de qué es lo que les ocurre a aquellos que intentan desertar.
El condenado no lloraba. Tampoco Tartaglia, pues no se había molestado en conocerle, como al resto de soldados. A él solo le interesaba la gloria y euforia de un buen combate. Pero sí que había un chico que lloraba, y que intentaba llegar hasta el desertor, pero otros compañeros de escuadrón se lo impedían.
-Altro, ¡para! No puedes hacer nada por él. Solo acabarás muerto tú también-le dijo uno de sus compañeros.
Ah, ese chico era su amante.
Qué corazón más frágil.
Si el propio corazón de Tartaglia no estuviera tan manchado de sangre, puede que sintiera pena por los dos amantes condenados.
-¿Últimas palabras?-le preguntó el oficial al mando, aquel que llevaría la sentencia a cabo.
El chico alzó la cabeza, dirigió una mirada a aquel que lloraba por él y sonrió.
-Decidle a mis padres que moría poeta.
Murió de un disparo en la frente.
No había gloria ni euforia en ello.
Preludio: El agua es culpable
La culpa no era algo ajeno a Tartaglia. Pero no le solía dar demasiada importancia.
Al principio, cuando se unió a la milicia, la culpa era como un grueso abrigo de pieles que le cubría todo el cuerpo, y casi podía jurar que notaba el tacto de sus padres y hermanos y hermanas en ese asfixiante calor pese a las bajas temperaturas de su patria.
Casi podía oírles susurrar que no era más que un impostor. Un muerto en vida, pues sabía que el pequeño Ajax que había vivido con ellos hasta que había caído en el Abismo se refractaba en los ojos de sus padres y no reflejaban al actual Tartaglia.
Cuando mató por primera vez... Más bien, cuando empezó a matar después del Abismo, la culpa tomó otra forma (en el Abismo no había culpa; solo dolor, sangre y euforia. No había añoranza ni pérdida, aquello que había sufrido su familia por él).
La culpa era barro. Era nieve pisoteada en el campo de batalla, que te manchaba las botas y se te adhería a la ropa como una segunda piel y a la carne como un golpe por una bola de nieve.
Al principio, Tartaglia se hundía en el lodo. Era como si el barro intentara sepultarle vivo. Ahogarle.
No había gloria en aquel campo de batalla. No había un reto digno de él. Solo había muerte de monstruos y monstruos disfrazados de hombres. O eso les hacían creer. Un soldado no cuestiona sus órdenes. Tampoco es como si importara, ¿verdad?
Lo que peor llevaba Tartaglia era mentir a su familia en sus cartas, y las ejecuciones de desertores.
Lo primero terminó por superarlo, en cierto sentido. Se convirtió en un mentiroso nato y se auto convenció que era mejor así, que se suponía que un buen hijo no preocupaba a sus padres, que un buen hermano pequeño intenta que sus hermanos mayores se sientan orgullosos de él y que no crean que es una molestia, y que un buen hermano mayor se convierte en un héroe para sus hermanos pequeños.
El amor es un ente bizarro y voluble. Como el corazón de Tartaglia. Como su humor.
En cuanto a lo segundo, se aseguró de que no volviera a pasar.
Después de mucho matar y de buscar un buen enfrentamiento, la muerte no es algo más que algo abstracto que pasa a tu lado, dejando una caricia fría tras de sí, y una indiferencia para usar como escudo y endurecer un corazón que solo sabía sangrar por amor.
Al final, tras muchos años, curtiéndose en la batalla y en un mundo demasiado brillante y demasiado corrupto, para Tartaglia la culpa terminó siendo poco más que barro seco bajo las uñas. Algo sucio, molesto, pero no del todo doloroso, y siempre presente la posibilidad de infectar heridas abiertas.
Quizás por eso prefería llevar las manos cubiertas con guantes. Daba una sensación imaginaria de unas manos limpias bajo la tela. Además, permitía un mejor agarre para las armas.
Aunque no es como si el barro no pudiera manchar y permear la tela hasta llegar a su piel. Como el agua. Como la sangre.
Todo esto estaba en su cabeza así que, ¿qué importaba?
No había humillación en la culpa si se sabía afrontarla, le había dicho una vez su maestra en el Abismo. En ocasiones, la echaba de menos. Como a una madre.
Porque, en ocasiones, pensaba en Skirk como una segunda madre. Porque, aunque era una persona poco habladora, misteriosa y de afección extraña, sabía (o quería creer) que él le suscitaba un afecto que había hecho que le legara sus habilidades que le permitieran vivir pasados los catorce años de edad.
Y aun cuando Tartaglia amaba a su madre y ella a él, había algo distinto en el cariño que le había visto a Skirk profesar por él. Porque le quería tal y como era, no a pesar de cómo era, como seguramente su propia madre le quería.
Sí, el amor escapaba a su compresión la mayoría de las veces.
Creía que la culpa no.
Sin embargo, el problema era que se había acostumbrado. Había dejado atrás un pesado abrigo de culpa hundiéndose en el barro, y solo manchas permanecían.
Eso era a lo que se había acostumbrado.
Pero, como muchas otras cosas de las que ni siquiera era consciente (o no quería ser consciente, que también), el conocer a Lumine cambió aquello.
La culpa, entonces, se convirtió en agua.
Como aquella agua que parecía fluir por sus venas desde que cayó en el Abismo.
Más limpia, igual de agobiante.
Era placenteramente asfixiante y fría.
Era extraña, abstracta y flexible.
Como el amor.
Como el arrepentimiento, que no era más que otro matiz de culpa.
Seguramente lo había sentido antes, pero no lo percibió.
Cuando lo percibió y le puso nombre verdaderamente por primera vez fue cuando Lumine estuvo a punto de morir por su mano. Y una vez más cuando Lumine podría haberse perdido para siempre sin que él pudiera hacer realmente nada para evitarlo. Y también... Cuando él mismo estuvo a las puertas de la muerte.
No es que hubiera tenido miedo, había aceptado a la muerte desde que la miró a la cara con apenas catorce años y una Visión recién adquirida. Además, habría muerto al lado de Lumine. Pero ahí radicaba el problema. La culpa le habría consumido a él en la muerte, seguramente, si dejaba que Lumine cargara con su muerte. Si hubiera dejado que Lumine se fuera dejándole a él y a todo lo que habían construido de su relación sin ni siquiera mirar atrás.
El abrigo pesa.
El barro ensucia.
El abrazo del agua asfixia.
Las aguas turbulentas de su interior burbujeaban cual agua hirviendo en una olla demasiado pequeña y sin tapa para contener nada. Se desbordaba, y quemaba todo lo que le rodeaba.
Conocer a Lumine significó ser consciente de lo ignorante que había sido hasta ese momento en muchos aspectos. En distintas formas.
Conoció otro tipo de amor, de anhelo, de miedo, de culpa.
Era un cuerpo hueco, un alma hundida en oscuras aguas tranquilas.
Lumine hacía que Tartaglia quisiera que ella se hundiera con él.
Tartaglia nunca hablaba del Abismo. Nunca con nadie que no fuera él mismo. Y sin embargo, para poder intentar expresar la confusión que sentía por dentro, se lo contó a Lumine en cuanto volvió a verla en Fontaine. Casi de forma abrupta. Casi como si en realidad llevara mucho tiempo deseando decírselo.
Había estado a punto de perderla, en más de un sentido, y Tartaglia no quería morirse sin contárselo.
La última vez que se vieron, muchas cosas cambiaron entre ellos. Cicatrices internas y externas. Una declaración de amor por fin proclamada en voz alta entre dos personas destinadas a sucumbir en una vorágine de amor condenado.
Tartaglia había perdido un ojo, y difusos recuerdos de su última aventura que esperaba que no fueran importantes, pero había ganado mucho más.
Y como siempre, se cuestionaba, en un rincón oscuro de su mente, sobre todo cuando cerraba los ojos para ir a dormir y el mundo parecía echársele encima, si con todo lo que había hecho y lo que seguramente haría, podía permitirse esta felicidad.
A lo largo de su vida, Tartaglia había hecho muchas cosas por las que sentirse culpable, aunque aprendiera a vivir con ello.
Quizás debería haberse planteado hace tiempo el preguntarse cuándo sería juzgado por alguno de sus actos.
Claro que, si bien había cometido muchos actos por los que culparle, tampoco esperaba que se le acusara de algo de lo que era completamente inocente. No tenía nada que ver con él.
Y el hecho de que le derrotaran de un simple golpe era humillación suficiente, si bien quería achacarlo a que ni siquiera contaba con su Visión en ese momento.
Su Visión, que había empezado a fallar. Su Visión, que ahora estaba en posesión de Lumine.
Lumine, que apareció por la puerta como una exhalación.
Tartaglia se la quedó mirando.
-Ah...-suspiró Lumine-Realmente estabas aquí. Menos mal-sacudió la cabeza-La situación habría sido bastante más complicada si ya te hubieran llevado al Fuerte Merópide.
Tras haber sido acusado por una estúpida máquina creación de una Arconte que no parecía más que una niñata consentida, Tartaglia había perdido el conocimiento debido a un fuerte y extraño poder, y había despertado en una pequeña habitación con una ventana lo suficientemente pequeña para que no fuera una vía de escape viable, la puerta claramente cerrada con llave y sus manos y pies esposados. Ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado desde que había quedado fuera de combate.
A través de la puerta entreabierta por la que había entrado Lumine, Tartaglia vio a varios guardias de Fontaine tirados en el suelo.
Una sonrisa divertida apareció en el rostro de Tartaglia al analizar la situación.
-¿Vienes a liberar a un preso, compañera?
Lumine puso los ojos en blanco.
-¿Está Childe aquí?-se escuchó otra voz; por supuesto, pertenecía a Paimon, que entró en la estancia para ocupar su permanente puesto al lado de Lumine.
-Sí-asintió Lumine-¿Has conseguido las llaves, Paimon?
-¡Por supuesto! Paimon se las ha quitado a uno de los guardias que Lumine ha dejado inconsciente.
Lumine las cogió y fue rápidamente hacia donde estaba sentado Childe, que no sabía si era debido al cansancio o a la (más que grata) sorpresa, que no hizo gesto alguno de levantarse.
-Paimon, vigila la puerta.
-¡Déjaselo a Paimon!
-Pensé que ya habrías intentado escapar-le dijo Lumine, dirigiéndose a él, mientras forcejeaba con las esposas de sus manos para liberarlas.
Tartaglia se encogió de hombros.
-He despertado hace poco y... Pensé que resultaría más fácil escapar una vez me sacaran de esta habitación.
-¿Estás bien?-alzó la vista Lumine a sus ojos cuando las esposas tintinearon al caer al suelo.
Tartaglia sonrió. Se masajeó las muñecas; la fricción de las esposas le había hecho ligeros cortes en la piel.
-¿Preocupada?-dijo, tocándola la mejilla suavemente, notando la rugosidad de la cicatriz que se hizo en su última aventura juntos. Y la oreja cortada.
Lumine se agachó, haciendo que la mano de Tartaglia cayera, para quitarle las esposas de los pies también. Tartaglia se preguntó si el simple hecho de haberle esposado también los pies es por las patadas que había propinado antes.
-Solo un poco.
-Y a lo mejor yo estaba esperando a que una valerosa Viajera viniera a rescatar a su amado.
Cuando Lumine le quitó las esposas, le dio un golpe en el tobillo con ellas.
-Ugh.
-Si tienes tiempo para decir tonterías, tienes tiempo para ponerte en pie y salir de aquí a toda prisa-le urgió Lumine-No tardarán en darse cuenta de lo que pasa y vendrán a investigar.
No había ápice de humor en Lumine, así que Tartaglia optó por dejar a un lado las tonterías y el flirteo y se puso en marcha.
-Vamos, ¡Paimon escucha pasos a lo lejos!-dijo Paimon cuando llegaron al quicio de la puerta.
-¿Cómo habéis sabido que estaría aquí?-preguntó Tartaglia mientras recorrían con paso ligero, sin llegar a correr para hacer menos ruido, por pasillos que a Tartaglia se le asemejaban todos iguales. ¿Estaban siquiera en el mismo edificio de la Ópera Epiclese?
-Navia-respondió Lumine.
-¿Navia?-Tartaglia hizo memoria-Oh, la chica rubia con una ropa exageradamente rimbombante.
-Lo dice que el que siempre lleva bufanda, haga el tiempo que haga-replicó Lumine, y un primer atisbo de sonrisa se podía entrever en su boca.
-Te haré saber que es un accesorio perfecto para mi atuendo.
-Un atuendo con sentido de la moda cuestionable.
-Claro que...
-Dejad de hacer estas cosas delante de Paimon-interrumpió Paimon, quejándose-Navia dijo a Lumine y Paimon que era muy probable que Childe estuviera aquí, porque debido a...lo que le pasó a Vacher al final, la mayoría de los guardias, así como Neuvillette y la Arconte, estarían centrados en eso y se retrasaría el traslado de prisioneros al Fuerte Merópide.
-Así que siéntete afortunado-añadió Lumine.
-Oh, me siento muy afortunado. No todos los días un delincuente es ayudado por la Viajera.
Lumine frunció el ceño.
-Eres inocente, Childe.
Claro que era inocente.
-Pero no en otros casos.
-Pero sí por el que se te ha juzgado injustamente...-se detuvo, y obligó a los otros a parar también-Vienen guardias. Vía de salida cortada-dijo Lumine entre dientes.
-Oh no... ¿Y qué hacemos?-inquirió Paimon, nerviosa.
Lumine miró en derredor.
-Paimon, ¿en qué piso estamos?
-¿Eh? Pues... Si Paimon no recuerda mal... ¿Un séptimo piso?
Lumine inspiró hondo.
-Solo tengo un planeador, y dudo que pueda soportar el peso de dos personas, pero... Habrá que intentarlo.
Se dirigió rápidamente a una de las ventanas.
-¡Eh! ¿Qué estáis haciendo?-les increparon a lo lejos.
-¡Nos han visto!-exclamó Paimon.
Lumine miró fijamente a Tartaglia.
-¿Listo?
Tartaglia sonrió. Fue el primero en saltar por la ventana.
Tenía experiencia con las caídas. Y los consecuentes aterrizajes.
Cornisas de ventanas, pequeños tejados y torres, y la ayuda de Lumine y su planeador y hasta de Paimon, el aterrizaje fue bastante menos doloroso de lo que esperaba.
-¡Childe está loco!-gritó Paimon.
-Solo un poco.
-Podrías haberte roto un hueso. O dos. O morir-le recriminó Lumine-No deberías ser tan impulsivo-puso los brazos en jarra-Creo que ya te lo había dicho.
-Y yo que adoras mi impulsividad.
-¡El preso ha escapado!-escucharon sobre sus cabezas, saliendo de distintas ventanas-¡Tras ellos! ¡Han de ser juzgados!
-¡Corramos!-exclamó Paimon.
-Pero si tú no corres, Paimon.
-Oh, Paimon y Lumine deberían haber dejado a Childe allí encerrado.
Se lanzaron a correr.
En el frenesí de la carrera, los contornos de los edificios y las personas se desdibujaban a su paso, pero Tartaglia pudo ver que se trataba de la Corte de Fontaine. Debían haberle trasladado allí desde la Ópera.
Tartaglia no miraba atrás, pero a aparte de la gente confusa que se apartaba de su camino, oía pasos veloces y voces furiosas a sus espaldas.
-Hay que darles esquinazo-comentó él con un jadeo.
-Dime algo que no sepa-fue la réplica de Lumine, que resollaba por la carrera-Hay un lugar en el que podemos escondernos, pero para eso tenemos que evitar que nos sigan hasta allí...
Lumine se detuvo de manera abrupta al girar una esquina.
-¡Lumine!-se escuchó entonces una voz que sonaba demasiado alegre de ver a la Viajera como para ser uno de sus perseguidores.
-¡Lyney!-dijo Paimon.
Era un chico con voz cantarina, sombrero de copa y, curiosamente, una Visión Pyro colgaba de sus ropajes.
Cogió las manos de Lumine entre las suyas. Las apretó y se acercó un paso más a ella.
Tartaglia frunció el ceño.
-Te estaba buscando-dijo el chico a Lumine.
-Ey, manos fuera.
Había suficiente veneno y celos envolviendo esas palabras que hizo que el chico le mirara, aún sin soltar las manos de Lumine.
El del sombrero entrecerró los ojos.
-... Oh. A ti también te han acusado injustamente, ¿no es así?
Parecía reconocer a Tartaglia. Y por su desdén, y por la mala fama que le perseguía, su tono también sugería que sabía que era un Fatui.
-Tú...-empezó a decir Tartaglia.
-No hay tiempo-intervino Lumine-Tenemos que...
-¡Ahí están!
Lyney vio en la situación en la que estaban.
-Seguidme-y echó a correr.
Tartaglia sospechaba de casi todo el mundo por naturaleza, pero al ver que Lumine no se lo pensaba dos veces al ir tras aquel chico, Tartaglia dio un pequeño empujón a Paimon para hacerla avanzar también, la cual se quejó, y corrió tras ellos.
Tartaglia tuvo la sensación de que no había respirado en absoluto hasta que volvió a detenerse tras cruzar el umbral de una puerta que se cerró rápidamente tras él.
-Lyney... ¿Eres tú? ¿Qué ocurre?-dijo una voz tímida-¿Has encontrado a...? Oh.
-Freminet-saludó Lumine, aunque seguía resollando, intentando recuperar el aliento.
Las pecas en el rostro de Freminet se hicieron más prominentes cuando a éste le palideció el rostro.
-¿Es sobre Lynette...? ¿Está bien?-su voz había subido una octava en volumen y pánico.
-Paimon está exhausta... Fiu. Ah, esta es vuestra casa, ¿verdad? ¡Hola, Freminet! ¿Y Lynette...?
-De eso... Quería hablar con vosotras-Lyney se pasó el dorso de la mano por la frente perlada de sudor antes de volver a colocarse el sombrero sobre la cabeza-Aunque debo admitir que no esperaba que estuvieras a la fuga, Lumine.
A pesar de dirigirse a ella, la mirada de Lyney estaba fija en Tartaglia, que se estaba recolocando el parche del ojo y la bufanda.
-Ah...-Lumine suspiró-Se suponía que pasaríamos inadvertidos. Y que nos encontraríamos con Navia en la base de Spina di Rosula para escondernos hasta que pudiéramos llevar a cabo una investigación y encontrar pruebas de que Childe es inocente. O de por qué la Analizadora de Instrucción Cardenalicia parece no funcionar correctamente.
-¿La Analizadora, dices? Mm...
-¿Qué pasa, Lyney?-le preguntó Lumine.
-Nada-negó con la cabeza-Solo que... Me preguntaba si el hecho sin precedentes que es que la Analizadora falle de forma opuesta a monsieur Neuvillette esté relacionado con la profecía de Fontaine... O la desaparición de Lynette.
-¿Lynette ha desaparecido?-preguntó Lumine, preocupada.
-¿¡Lynnete ha desaparecido!?-gritó Paimon, angustiada.
-¿Quién ha desaparecido?-preguntó Tartaglia, confuso.
Al ver que el fugitivo hablaba, Freminet dio un paso atrás y se acercó más a Lyney.
-Cierto, Childe no los conoce... O, ahora que Paimon lo piensa, quizás sí-adquirió una pose pensativa-Son Lyney y Freminet. Son hermanos. Y Lynette es la gemela de Lyney.
Lyney sonrió.
-Y somos Fatui-dijo, con intención. Por supuesto que sabía quién era Tartaglia.
-Mm...-Tartaglia se lo quedó mirando-¿División y subordinación?
Lyney se cruzó de brazos, en una pose claramente defensiva. Imperceptiblemente, cubrió más a Freminet con su cuerpo.
-Casa de la Hoguera.
-Así que un Hijo de la Nieve, ¿eh?-lo que en Snezhnaya se llamaría Snezhevich-Subordinado de Arlecchino, presumiblemente.
Y a juzgar por cómo se desenvolvía, debía haber acabado la formación militar y ser trasladado como espía. Y por supuesto, tenía Visión.
-¿Algo que decir al respecto?-le retó Lyney.
Freminet se mostraba inquieto ante aquel intercambio de palabras, un poco igual que Paimon. Lumine los miraba con ojos críticos, pero como siempre, no intervenía, aunque lo haría en caso de que estallara una pelea. Ya solo por el simple hecho de que Lyney se había mostrado claramente confiado y permitiéndose tocar a Lumine sin restricciones, Tartaglia quería darle un pequeño escarmiento.
Pero por supuesto, era más importante que Lumine no se enfadara (todavía más) con él por pelearse con uno de sus nuevos amigos.
Lumine apenas llevaba unos días en una nueva región, y ya parecía tener más amigos y enemigos en igual cantidad.
Tartaglia se encogió de hombros.
-No-respondió-La familia es importante, independientemente de su origen.
Y Tartaglia sabía mucho de eso. De todo lo que podía unir y separar a las personas, hubiera lazos de sangre de por medio o no.
Sonrió.
-Childe. Colega de tu "padre"-se presentó Tartaglia-Pero no vamos a ponernos a hablar como en plena comida familiar. Y ahora que nos hemos presentado, ¿por qué buscabas a Lumine?
-No creo que eso sea de tu incumbencia-respondió Lyney, pero dejó caer los brazos y Tartaglia pudo ver cómo su cuerpo se relajaba una fracción al ver que Tartaglia no se mostraba abiertamente hostil. Por lo menos a nivel físico. Y se veía claramente que había algo que le preocupaba más que un Heraldo, lo que insultaba un poco a su orgullo-Pero, es porque Lynette ha desaparecido, y me gustaría pedirle ayuda a Lumine para encontrarla-esbozó una sonrisa dirigida a la chica-Si no es mucho pedir que nos ayudes una segunda vez.
-Claro que no-respondió Lumine de inmediato.
-Espera, no creerás que he sido yo, ¿verdad?-¿Por eso parecía tan sutilmente hostil hacia Tartaglia?-Ya sabéis que soy inocente.
-Técnicamente, la Analizadora ha declarado culpable a Childe-comentó Paimon.
-Pero me habéis ayudado a escapar porque sabéis que eso no es cierto-insistió.
Lumine asintió.
-Apenas sabemos nada de Fontaine, pues la hemos explorado poco, tanto la región como su gente, pero... Que los juicios parezcan poco más que una obra de teatro... Además, incluso si Neuvillette declara una cosa, si la Analizadora falla con lo contrario, prevalece el juicio de esta última. Y si la Analizadora no hace juicios justos...-sacudió la cabeza-No es algo que pueda permitir.
Incluso a pesar de todo este tiempo, de saber Tartaglia de primera mano que Lumine está exhausta de ayudar a los demás cuando ella solo quiere encontrar a su hermano Aether, si hay algo que va en contra de su moral, intervendrá sin ningún tipo de reparo.
-Además, así ayudaremos a esclarecer tu caso, Childe.
-Sí. El secuestro no es una de mis muchas habilidades-dijo con burla Tartaglia.
-Tampoco es que Childe tenga muchas habilidades-comentó en voz baja Paimon.
-Te he oído, Paimon. ¿Acaso quieres ser testigo de lo habilidoso que soy? ¿Con las armas?
-¡Paimon no ha dicho nada!-se tapó la boca y se escondió detrás de Lumine.
-Pero... El caso de las desapariciones de chicas... Estaba resuelto, ¿no?-era la primera vez que realmente intervenía Freminet, con un tono de voz demasiado bajo casi para hacerse oír por encima de los demás.
Pero Tartaglia se calló y escuchó. Le recordaba demasiado a Anthon, cuando éste se mostraba tímido en exceso.
-Sí, así es-afirmó Lumine-Pero entonces...-miró a Lyney-Crees que está relacionado con la profecía o con la Analizadora, ¿no? ¿Qué le ha pasado exactamente a Lynette?
-No lo sé-negó Lyney con la cabeza, y su voz sonaba muy apesadumbrada-Todo volvía a ir bien. Después de que se nos declarara inocentes de asesinato.
-Vaya, acusado de asesinato. No está mal, chico-comentó en broma Childe.
Lyney le ignoró y Lumine puso los ojos en blanco por su comentario. Una vez más.
-Pero... Desde entonces, Lynette... Estaba más... Apática de lo normal. Decía que... El agua lloraba.
-¿Cómo va a llorar el agua?-dijeron a la vez Paimon y Tartaglia.
-Intenté que me lo explicara pero, ni ella misma parecía entenderlo... Y ayer no volvió a casa.
Lumine lo meditó.
-¿Tenía alucinaciones?
-No. No aparentes, por lo menos.
-Sin contar con alucinaciones auditivas-añadió Tartaglia.
-¿Estás pensando en sinte?-le preguntó Lyney a Lumine, haciendo caso omiso una vez más a Tartaglia.
-Podría ser una posibilidad, sí. Aunque se haya resuelto el caso de las desapariciones, se ha hecho público la existencia y el uso del agua primordial-expuso Lumine-Además, sigue habiendo tráfico de sinte, y ya sabemos lo que provoca eso, seas de Fontaine o no.
Lyney sonrió, a pesar de su aparente preocupación por la ausencia de su hermana.
-No esperaba menos de ti, Lumine. Yo también he estado dándole vueltas al asunto. Así que...
-¿Y por dónde empezamos?-preguntó Paimon, que siempre se atenía a las decisiones que tomaba Lumine; o quizás era más Lumine la que se adaptaba a lo que Paimon quería hacer. Por lo menos la mayoría de las veces-Lumine y Paimon no saben mucho de Fontaine todavía.
-Vayamos a ver a Navia-propuso Lumine-Estoy segura de que ella y su organización pueden ayudarnos. Teníamos que vernos con ella, de todas formas.
-Pero... ¿No esperarán los guardias que vayamos a la base de Spina di Rosula?-inquirió Paimon.
-Además, seguro que tienen guardias apostados en cada esquina de la Corte.
-Entonces lo mejor será ir a Poisson.
-Pero para eso tenemos que salir de la ciudad sin ser descubiertos.
-D-dejádmelo a mí-intervino Freminet, que a pesar de darle miedo alzar la voz, se hizo oír, pues quería ayudar. También debía estar muy preocupado por su hermana.
Así que así fue cómo Freminet salió de la casa para reunir información (era el único que no se había envuelto en ningún juicio los últimos días y no llamaría la atención) y cómo esperaron durante varias horas a que éste volviera.
La espera era una de las cosas que peor llevaba Tartaglia. Y debía notarse.
-¿Quiere Childe parar quieto? ¡Estás poniendo nerviosa a Paimon!
Se ve que no era el único nervioso, por uno u otro motivo.
-Bueno, ¿no creéis que ya hemos esperado suficiente? ¿Y si le han cogido? ¿Y si se ha ido?
-Freminet es más que capaz.
No como otros, parecían decir los ojos de Lyney. Era todo amabilidad y sonrisas con Lumine, pero a Tartaglia parecía no tragarlo. Tartaglia lo entendía. El sentimiento era mutuo.
-Sabes que soy tu superior, ¿verdad?
-No, no lo eres. Lo es La Sota.
Tartaglia iba a replicar, pero Lumine le mandó una mirada de advertencia, así que optó por cerrar la boca.
Pero eso no significaba que sus piernas dejaran de andar en círculos en la sala, lo que llevó a que Paimon volviera a increparle.
-Para.
-Pues para tú de flotar sin rumbo también.
-Es que Paimon tiene hambre.
-Debería haberlo supuesto.
-Puedo sacar algo para comer, si queréis-intervino una voz en la conversación.
-¡Gracias, Lyney! Lyney sí que sabe cuidar a Paimon. No como Childe.
-Disculpa. ¿Cuántas veces has comido gracias a mi dinero...?
-Childe-una nueva voz; su voz favorita, pero no con su tono favorito.
-¿Sí, Lumine?
-¿Quieres que te deje inconsciente como hizo Neuvillette, para que así se te pase el tiempo más rápido?
Quizás debería ser algún tipo de señal de que su mente estaba irreversiblemente retorcida si aquella idea no le disgustaba del todo.
Pero había más personas delante, riéndose ante el comentario (Lyney intentaba que no se le escapara la risa; Paimon se rio sin ningún tipo de pudor), así que lo negó.
-No, gracias-se sentó a su lado en el sofá del que no se había movido desde que llegaron. Puede que estuviera más cansada de lo que aparentaba. O puede que...
-Ah...-suspiró Lumine-¿Alguna vez alguno de nuestros reencuentros será tranquilo?
-Te diría que no contaras con ello.
-Sí, me lo temía.
-Así es más divertido, ¿no crees?
Lumine alzó una ceja. Señaló el parche de Tartaglia, la cicatriz en su propia mejilla, el hecho de que no podía mover bien la mano derecha...
-Siempre dentro de lo razonable-añadió Tartaglia.
Eso hizo sonreír a Lumine. La cicatriz no le permitía estirar del todo el lado izquierdo de la cara, y la sonrisa parecía torcida.
Puede que a Tartaglia le gustara más así. Porque Lumine parecía estar tan rota como él, y aun así, no le daba importancia y seguía adelante.
Una vez más, Tartaglia se lamentaba que cada vez que se veían, siempre tenía que haber más personas de por medio. Sin contar a Paimon, la cual se estaba inflando a comer unos dulces que había traído Lyney al salón en el que seguían esperando al otro hermano.
No sabía muy bien qué pensar de Lyney, honestamente. Podía entender de un modo superficial su conducta y comportamiento sabiendo que se había criado en el orfanato a cargo de Arlecchino, y sabiendo que debía ser excepcional para obtener una Visión y además convertirse en un agente Fatui de pleno derecho. Tartaglia seguía siendo mucho más impresionante que él, por supuesto (era un Heraldo, por favor), pero había algo en él que le hacía estar alerta.
Quizás fuera porque se trataba de un mago (nunca hay que fiarse de una persona que juega con tus sentidos), pero más seguramente, aunque no lo quisiera admitir, era porque se veía que estaba claramente interesado en Lumine. Románticamente, a juzgar por cómo la miraba, por ciertos gestos, y frases para ligar que ni el propio Tartaglia utilizaría (se pondría colorado cual tomate y perdería toda su gracia, pues lo que a él le gustaba era sacar de quicio a Lumine; normalmente).
Todos se tensaron inconscientemente cuando escucharon la puerta abrirse horas más tarde, cuando tonos anaranjados habían sido pintados en el cielo, con varias nubes oscuras dispersas. Había incluso una ligera llovizna.
Uh, Tartaglia no se había fijado cuándo había empezado a llover.
-¿Lynette...?
Había esperanza abrazando ese nombre. Pero quien entró por la puerta fue Freminet, el cual se sobresaltó un poco al ver que todos se dirigían a él.
-¿Estás bien?-fue lo primero que le dijo Lyney, apoyando sus manos en los hombros de su hermano.
Freminet asintió. Lyney dejó caer los brazos.
Si había algo que Tartaglia respetaba de Lyney, y que el propio Tartaglia ponía por encima de todo, era su incondicional amor por su familia.
-¿Qué noticias traes, Freminet?-preguntó Paimon.
-Quizás deberíamos dejarle que se siente primero...-dijo Lumine.
-¡Cierto! Paimon traerá comida para Freminet también. Paimon ha guardado un poco especialmente para Freminet.
El muchacho sonrió levemente.
-Gracias, Paimon.
Pero en cuanto se sentó, para tranquilidad de la parte más inquieta e impaciente de Tartaglia, Freminet empezó a hablar, en voz baja pero con convicción.
-¿Tenéis un mapa?
Lumine desplegó el suyo sobre la mesa baja del salón y Freminet empezó a señalar mientras relataba lo que había averiguado.
Del número de guardias que había apostados y haciendo rondas por toda la Corte de Fontaine, incluso en las cercanías de la Ópera. Del trayecto que hacían y cuándo cambiaban de turno. Si había carteles de se busca (los había, y Freminet había traído varios para que los vieran. Solo salía la descripción de Tartaglia y sus cómplices, y un burdo dibujo solo de él. Y en su opinión, no le hacían justicia, incluso con el parche). También habían bloqueado los puntos de teletransporte colindantes. Y estaban en proceso de cerrar las fronteras.
-A Paimon esto le recuerda un poco a Inazuma... Cuando estaba vigente el Decreto de Captura de Visiones...
-Has hecho un trabajo increíble, Freminet. Gracias-por supuesto que las primeras palabras de Lumine serían de agradecimiento-Normal que te haya llevado tanto tiempo.
-Lo siento... No pretendía tardar tanto...
-No, no, no quería decir eso...
-¿Posibles vías de escape?-intervino Tartaglia, intentando evitar que Lumine se sintiera más incómoda.
-S-sí-Freminet se enderezó en su asiento-He trazado varias rutas que, aunque den muchas vueltas, os permitirán salir de la Corte sin ser vistos si sois rápidos...
-Lo somos-dijo Tartaglia.
Freminet se calló. Lumine le dio un codazo a Tartaglia por interrumpir.
-...Continúa, por favor.
Trazó varias rutas en el mapa. Todas terminaban no mucho más allá de los límites de la Corte.
-No sé hasta cuánto se han extendido los guardias, pero... A partir de estos puntos debería ser seguro para llegar a Poisson.
-Genial. Ahora solo queda avisar a Navia...
-Oh, ya la he avisado-añadió Freminet-Es decir... Los guardias están interrogando a los ciudadanos por si os han visto, y dado que es de dominio público que sois socias con Navia... La intercepté cuando logró quitarse de encima a unos guardias-miró a Lumine de reojo, como avergonzado de sostenerla la mirada-Dijo que sospechaba que os perseguían cuando no aparecisteis en su guarida en la Corte en el tiempo estipulado, y que os esperaría en Poisson.
-¡Navia sí que sabe!-aplaudió Paimon.
-Perfecto-asintió Lumine-Nos reuniremos allí con ella, y con menos vigilancia quizás podamos llegar a algo en claro sobre este asunto... Y puede que sepa algo de Lynette.
-Será más fácil pasar desapercibido entre la gente porque... Está alterada.
-¿Alterada?-preguntó Paimon.
-Por los rumores-dijo Freminet.
-¿Rumores?
-Mm... Sí. Es decir... Es la primera vez que el juicio de monsieur Neuvillette es contrario a la Analizadora. La gente no para de hablar de ello-hizo una pausa-Todo el mundo respeta a monsieur Neuvillette. Por eso... Hay personas que le apoyan, a pesar del veredicto de la Analizadora. Pero, al hacer eso, expresan que no están de acuerdo con una máquina que ha estado dictando la justicia en Fontaine durante generaciones y...-su voz se apagó, como si le diera miedo expresarlo en voz alta.
-Y además supone admitir abiertamente que el error es de la Arconte Hydro, lady Furina-completó Lyney por su hermano.
Freminet asintió.
-Pero nadie quiere estar en contra de un dios...
Tartaglia no podía decir lo mismo. Siempre y cuando no fuera su diosa, a la cual había jurado lealtad absoluta.
-Entonces, las personas de Fontaine se están empezando a dividir en dos facciones-dijo Lumine.
-Pero, ¿y Neuvillette y Furina no dicen nada al respecto?-quiso saber Paimon.
-Nadie ha visto a la Arconte desde el juicio-contestó Freminet-Y en cuanto a monsieur Neuvillette... Está encerrado en su despacho. Se supone que investigando el asunto, pero no ha querido declarar nada a pesar de la incertidumbre del pueblo.
-... Creo que es comprensible-volvió a intervenir Lumine-Puede que ni él sepa lo que está ocurriendo.
-Desde luego esa Arconte melodramática no parecía tener idea de nada-comentó Tartaglia.
-Agradecería que no insultaras a nuestra Arconte-le dijo Lyney con una sonrisa más amenazante que otra cosa.
-Y Neuvillette no puede tomar partido hasta que esto se esclarezca, de un modo u otro-siguió diciendo Lumine, ignorándolos a ambos-Puede que quiera ayudarnos, pero... No está en posición de hacerlo.
-¿Ayudarnos? Bonita forma de hacerlo, mandándonos todos esos guardias.
Lumine le fulminó con la mirada. Tartaglia volvió a cerrar la boca.
-¿Creéis que Furina nos ayudaría...?-preguntó Paimon.
-No le gusta quedar en ridículo, así que es probable-dijo Lumine-En tal caso, de nada sirve cavilar ahora. Deberíamos ponernos en marcha y reunirnos con Navia. Luego veremos qué hacer.
-¿Nos ponemos en marcha?-preguntó Paimon.
-Quizás sería más sensato esperar a que anocheciera... No quedan muchas horas de luz-comentó Tartaglia.
-No-negaron ambos hermanos a la vez; al ver que Lyney también había hablado, Freminet se hundió un poco en el sillón y no dijo nada más. Lyney contuvo un suspiro al ver que sin querer había silenciado a su hermano, pero retomó la palabra-Cuando caiga la noche, apenas habrá gente en las calles, y habrá más vigilancia en espera a que intentemos aprovechar la poca visibilidad. Pero es más sensato seguir una de las rutas con menos guardias y salir de la ciudad ahora, donde podemos separarnos y confundirnos con la gente.
-Lumine ya es famosa aquí-dijo entonces Paimon-La reconocerán, ¿no?
-Tú también, hermano-dijo Freminet.
-Ah, el precio de la fama-bromeó Lyney-Sigue siendo nuestra mejor apuesta. Además, no sabemos cómo cambiará el orden de guardias ni sus rutas una vez sea de noche. Aprovechemos la información que nos ha traído Freminet.
-Estoy de acuerdo-coincidió Lumine.
Así que ya estaba decidido.
-Cada uno tomará una de las posibles rutas y nos reuniremos en una hora en Poisson-declaró Lyney, señalando el pueblo en el mapa.
-Espera, ¿Paimon tiene que separarse de Lumine? ¡No! Paimon se niega. Paimon va donde va Lumine.
-Paimon, será más... No, será menos fácil identificarme como la Viajera si no voy con mi eterna compañera-terció Lumine, intentando sonar razonable.
-Pero es que Paimon ES la compañera de Lumine.
-Creí que eras un globo-Tartaglia hizo otra de sus grandes contribuciones-O eso he oído. Ya sabes...
-¡Paimon lo sabe y Paimon no está de acuerdo!
-Paimon, por favor-intervino Lumine; sonaba cansada-Y Childe, deja de molestar a todo el mundo.
Paimon quiso replicar, pero con un bufido molesto, terminó por aceptar. Y Tartaglia, que tampoco quería separarse de Lumine, la imitó.
Tras ultimar los detalles y qué ruta cogería cada uno, estaban decidiendo quién saldría primero por la puerta y cuánto había que esperar hasta que saliera el siguiente sin ser sospechoso, cuando Freminet se acercó a su hermano.
-Yo también quiero ir-le dijo.
-No-fue tajante; quizás demasiado, a juzgar por la mueca de disgusto que hizo Freminet.
-Yo también quiero ayudar...
-Cuántos menos seamos, mejor. Y no quiero que también caigan sospechas sobre mi hermano pequeño.
-Sé defenderme...
-Lo sé, pero...
-Lynette también es mi hermana.
Eso hizo que Lyney permaneciera en silencio durante unos instantes. Después, dio un paso hacia su hermano y le envolvió en un abrazo.
-Lo sé-Freminet le devolvió el abrazo-Y sé que estás tan preocupado como yo por Lynette-se separó de él-Pero necesito que te quedes en casa. Por si ella vuelve.
-...De acuerdo. Ve con cuidado, ¿vale?
Lyney sonrió.
Fue el primero en salir por la puerta.
Cuando lo hizo, Freminet les dio las gracias a todos efusivamente por prestarse a ayudar, dijo que seguiría investigando lo que pudiera por su cuenta, y se encerró en una de las habitaciones.
Paimon fue la siguiente en irse, no sin volver a dejar patente que no le gustaba separarse de Lumine.
-Vuela muy bajo-la recomendó Lumine, para que no la vieran mucho, pues Paimon también era bastante reconocible.
-O muy alto. Paimon lo sabe. ¡Nos vemos en Poisson!
La puerta se cerró una vez más.
Lumine suspiró.
-Muchos suspiros en un mismo día, Lumine-dijo Tartaglia, en un tono de voz exclusivo para ella-¿Estás bien?
-No soy yo a la que han acusado de secuestro y asesinato.
-Lumine.
-Sí, estoy bien. Es solo... No lo sé-sacudió la cabeza-Tengo la sensación de que, una vez más, esto puede escapárseme de las manos, y acabar muy mal.
-La premisa no es tan agorera.
-No me gusta verme envuelta en estas cosas con tan poca información-confesó; parecía más molesta que preocupada.
Tartaglia la cogió de la mano. Aun a pesar del guante, acarició la cicatriz que allí había.
-Desde que llegué a Fontaine solo me he visto envuelta en teatro que sé que puede acabar muy mal.
-No todo ha sido malo-ella alzó la vista hacia él-Has vuelto a verme.
-Entre rejas.
-Casi entre rejas.
-Gracias a que alguien ha tenido a bien liberarte, convirtiéndose en tu cómplice y ser ahora también perseguida por la justicia de una nación extranjera.
-Nada fuera de lo normal.
Lumine sonrió, a su pesar.
-... Gracias por ayudar, Childe.
-Solo lo hago por limpiar mi nombre.
-Mientes. Sé que realmente quieres ayudar a Lyney.
-La familia-dijo por toda respuesta, encogiéndose de hombros.
-Tus hermanos estarían orgullosos.
-Y el tuyo también.
Lumine miró el reloj que colgaba de la pared. Quedaba poco para que fuera el siguiente turno de abrir la puerta.
-Sé lo que es perder un hermano. Un gemelo.
Tartaglia le apretó la mano.
-Ah...-volvió a suspirar Lumine-Lo siento. No sé por qué estoy tan alicaída-le soltó la mano y se dio unos golpecitos en las mejillas-Debe estar relacionado con mi sensibilidad a Hydro.
Tartaglia se la quedó mirando.
-... ¿Ahora también puedes controlar Hydro?
Lumine sonrió de oreja a oreja.
Alzó una mano, Tartaglia se maravilló al ver cómo se acumulaba agua, y soltó una carcajada cuando dicha agua le fue lanzada a la cara.
-Es la hora-dijo entonces Lumine-Me toca irme.
Aunque dijo aquello, su mano se quedó en el picaporte de la puerta sin moverse.
-... ¿Estarás bien?-le preguntó Lumine-Sin tu Visión, me refiero. Sabes que puedo devolvértela en cualquier momento...
-Quédatela-la cortó Tartaglia-Estaré bien. Sabes que soy perfectamente capaz incluso sin ella.
A pesar de que se sentía extraño sin ella, aun cuando estaba fallando. A pesar de algo "extraño" habitando en su interior, lo cual podía ser la razón de lo que sea que le pasara a su Visión. Y a él mismo. A pesar de que había algo al fondo de su memoria pujando por salir.
Lumine abrió la boca para decir algo. La cerró. Al volver a abrirla, las palabras que dijo no parecían las que había querido decir en un primer momento.
-... Que no te vean-puso una mano en su pecho, para luego ponerla sobre el esternón de Tartaglia; él le devolvió el gesto-Te espero en Poisson. ¿Recuerdas el camino?
-¿Hacia ti? Por supuesto.
Lumine salió de la casa poniendo los ojos en blanco y seguido de una sonrisa.
Preludio del interludio: El agua es traicionera
Lumine sabía que, fisiológicamente, gran parte de su cuerpo consistía en agua.
Quizás por eso se sentía extraña en una región cuyas aguas parecían resonar con el agua de su interior. Era raro sentir algo así. Casi como si... El agua tuviera forma.
Y por una parte, creía entender a Lynette. Creía escuchar el agua. Como con lo de Vacher, pero no exactamente igual...
O quizás el problema era ella.
No quería pensarlo, pero... Había visto la muerte demasiado cerca en demasiadas ocasiones. Y en una de ellas, puede que su mente acabara demasiado fragmentada. Tanto como para romperse. Quizás sí se había vuelto loca.
El sigilo no era algo en lo que Lumine destacara, pero no tuvo mayores contratiempos en salir de la Corte de Fontaine.
Sumergirse en sus aguas para llegar a Poisson no hacía sino reafirmar lo extraña que se sentía en aquellas aguas.
Además, hacía tiempo que no estaba sola. Sola de verdad. Siempre estaba con alguien más o, en su defecto, por supuesto, con Paimon.
No tener a su inagotable compañera hablando a cada rato hacía que la cabeza de Lumine se llenara de otros sonidos.
Y en aquellas aguas, por encima del sonido de burbujas y el agua en movimiento y los animales, solo escuchaba lamentos.
Además, seguía pesándole en la mente y el corazón el hecho de no haberle contado toda la verdad a Childe respecto a cómo perdió el ojo, y las nuevas cicatrices que Lumine sustentaba.
¿Cómo hacerlo en aquel momento? ¿Hacerle saber que le habían estado manipulando para matarla una vez más y que esta vez casi tiene éxito? Lo destrozaría por dentro. Estuvo a punto de hacerlo la primera vez.
Puede que hubiera sido más sencillo, y también más doloroso. Si se lo hubiera contado, quizás su relación habría terminado finalmente. Y habría sido lo más sensato.
Y sin embargo calló, se tragó su culpa y la de él, y cargó con ella por los dos desde entonces.
Y aun así, aquí estaban. La culpa consumiendo a Lumine desde dentro.
Lumine solo esperaba que no la explotara en la cara.
Fue un alivio ver que los demás habían llegado sin problemas a Poisson. Lyney le había explicado la situación a Navia, la cual por supuesto que se ofreció a ayudarlos y se alegraba infinitamente de que estuvieran bien y no los hubieran atrapado cuando el primer plan fracasó.
Pero Lumine no estuvo del todo tranquila hasta que Childe también se reunió con ellos.
-No sé si los casos estarán conectados, pero también nos han llegado informes sobre el descontento y las facciones que se están formando a raíz del último juicio. Y más gente está recurriendo al sinte-les contó Navia, con gesto serio-Lamento que aún no se haya podido hacer nada al respecto, pero... Hay algo distinto esta vez-hizo una pausa-Melus. Silver.
Sin decir una palabra, los subordinados de Navia desaparecieron en el interior del barco para aparecer momentos más tarde con una pequeña mesa, la cual colocaron en el centro del grupo reunido, y encima de la mesa, una botella.
-¿Qué es eso?-quiso saber Childe.
-¿Sinte?-preguntaron Lumine y Lyney a la vez.
-Sí. O debería serlo-contestó Navia-Es... Una fórmula distinta a la habitual.
-Lo hemos estado investigando-dijo Silver.
-Parece tener una concentración distinta de agua del mar primordial-dijo Melus.
-¿Lo que convierte a la gente de Fontaine en agua?-Childe alzó una ceja.
-El sinte se usa casi como una droga-explicó Navia, más para Childe que para los demás pues ellos ya lo sabían-Provoca euforia y posibles alucinaciones.
Una horrible forma de escapar de la realidad.
-Lo hemos probado y...
-¿¡Cómo que lo habéis probado!?-gritó exaltada Paimon-Pero, Navia...
-Tranquila. No es a una concentración como para convertirnos en agua-la tranquilizó Navia-Tiene unos efectos similares al sinte habitual, pero... No del todo. Hemos podido comprobar que, en este caso, solo afecta a portadores de Visión.
Eso le sorprendió a Lumine.
-¿Hace distinciones entre los que tienen Visión y los que no?
-Más bien, no parece tener un efecto distinto del habitual en aquellas personas que no tienen Visión, pero las que sí lo tienen... Cómo decirlo... Parecen tener alucinaciones, pero les hace entrar en un estado no de euforia. O sí. No, más bien lo contrario-parecía no encontrar las palabras para explicarlo, casi como si...
-¿Realmente lo has probado?-preguntó Lumine-¿Lo has bebido?
-Haciendo caso omiso a nuestras súplicas-respondieron a la vez Melus y Silver.
-Vamos, solo fue un pequeño trago, y gracias a los Arcontes los efectos no duraron mucho. Pero necesitaba saber a qué nos estábamos enfrentando precisamente para hacerle frente-se excusó Navia.
-¿Y qué fue lo que notaste, Navia?-preguntó Paimon.
-Mm... Fueron unos minutos muy confusos, ya que uno pierde la noción del tiempo, pero... Escuchas cosas. Ves... No exactamente ver... Sientes cosas que están y no están ahí. Mm... La verdad es que es difícil de explicar, pero... Más que euforia y un estado alterado más propio de la adrenalina...
-La señorita estaba más bien apática-dijo Melus.
-Triste. Deprimida-añadió Silver.
-¿Se supone que esos dos son los guardaespaldas de esta chica?-le susurró Childe al oído-En plan, ¿es una cantante o algo parecido? ¿La hija de un mafioso?
Lumine le dio un codazo en las costillas.
Lyney se tensó. Lumine le miró.
-... Como Lynette-dijo Lyney entre dientes.
-¿Crees que bebió esta nueva variedad de sinte?-le preguntó Lumine.
-Si es así, no lo haría por voluntad propia. O sin saberlo.
-Puede que sea una de las causas por las que Lynette ha estado rara y no la veis desde hace tiempo-asintió Navia-No sabemos qué es lo que puede causar ingestiones más grandes de esta bebida ni sus efectos a largo plazo.
-Tenemos que encontrarla-dijo Lyney, con urgencia en la voz.
-Y lo haremos, no te quepa duda-respondió con convicción Navia.
-También estaría bien demostrar mi inocencia-intervino Childe.
-Prioridades-murmuró Lumine.
-Todo a su tiempo-dijo Navia-Bien, viendo que puede que todo esto esté relacionado, creo que lo más sensato sea ir al origen del sinte.
-El mar primordial-dijo Lyney.
-Concretamente, la fuente de la que nace el agua del mar primordial-aclaró Navia-Y tras la investigación que llevaron a cabo mis queridas socias-sonrió en dirección a Lumine y Paimon-Sabemos de su ubicación.
-¿Y a qué esperamos?-Childe, una vez más, tenía poca paciencia para todo lo que no fuera una batalla, o poner de los nervios a Lumine.
-Cierto. Vayamos ya-coincidió Lyney, aunque no parecía gustarle darle la razón a Childe.
-¿Es seguro que venga Lyney?-preguntó Paimon, inquieta-Si entra en contacto con agua del mar primordial...
-Tendré cuidado. Y no voy a permitir que me dejéis atrás cuando la vida de mi hermana puede estar en juego.
Lumine le entendía perfectamente.
Ella arriesgaría su vida y más por Aether.
-De acuerdo-asintió Lumine.
-Yo también os acompaño-anunció Navia, emocionada.
-Señorita-dijeron a la vez Melus y Silver.
Navia los miró de hito en hito.
-Ya lo hemos hablado. Quiero resolver esto. Por nosotros y por Fontaine. Y no puedo exponeros a más peligro, aun si no tenéis una Visión-sonaba autoritaria; como debía ser una jefa. Para sus últimas palabras, su tono se suavizó acompañado de una sonrisa-Os dejo al mando de Spina di Rosula en mi ausencia. Y sé que haréis lo correcto. Seguid investigando todo lo que podáis.
-... Sí, señorita Navia-aceptaron con resignación ambos-Vaya con cuidado.
-¡Bien!-Navia se dirigió a los demás-Lleguemos al fondo de este asunto. ¡Seguidme!
-¡Eso debería decirlo Paimon!-exclamó Paimon-Paimon es la guía, después de todo.
*. *. *
Una vez más, Tartaglia se veía envuelto en una misión medio camuflada de aventura con Lumine y un grupo más o menos variopinto de personas.
Tartaglia se llegó a preguntar cómo es que Lumine siempre terminaba conociendo a tantas personas con Visión, como si tuviera un detector de ellas. Puede que fuera así. Aunque casi le gustaría saber más cómo es que es capaz de manejar más de un elemento (aunque no a la vez; por el momento) sin ser poseedora de una Visión.
Suponía que se tendría que quedar con las ganas pues ni la misma Lumine parecía saberlo. Tendría que ver con el hecho de que no era de ese mundo.
La Visión de Tartaglia siempre había sido Hydro (aunque no venerara a la Arconte de dicho elemento), pero nunca había sido capaz de hablar, y mucho menos respirar, bajo el agua.
Quizás se maravillaría más al respecto sino fuera por el hecho de que era incapaz de apartar la mirada de Lumine y su forma de nadar. Parecía que había nacido para ello.
-¿Qué?-le preguntó Lumine, que le había pillado mirando; su voz sonaba rara, como opacada por el agua.
-Me gusta verte nadar-dijo con sinceridad.
Especialmente teniendo en cuenta que tanto él como Lumine han estado en más de una ocasión a punto de ahogarse.
-¿Seguro que podemos acceder a la fuente que Paimon y Lumine encontraron?-preguntó Paimon, que flotaba ahora más cerca de Navia; se movía en el agua de la misma forma que en el aire, lo cual seguía siendo un misterio.
-En realidad, no-dijo Navia, categórica-Porque se hizo de dominio público y está bajo la jurisdicción de la guardia de Fontaine. Además, están sacando de allí toda la investigación de Vacher para archivarla en el Palacio Mermonia.
-... ¿Y las...pertenencias de las víctimas?
-Devueltas a sus familias.
-Entonces, ¿por dónde vamos a acceder?
-Gracias a vosotras, mis queridas socias, gran parte de la guardia se ha movilizado para encontraros, por lo que aquí habrá menos vigilancia-explicó Navia; a Tartaglia le resultaba un misterio que el sombrero que Navia llevaba no se fuera flotando y permaneciera pegado a su cabeza-Spina di Rosula ha estado investigando por su lado, y a pesar del poco tiempo del que hemos dispuesto, hemos encontrado otra vía que llega al manantial. Por eso, querida Paimon, lo lamento, pero he de guiaros yo.
-Bueno, si Navia lo dice tan amablemente, Paimon no tiene objeciones.
-Lyney, ¿estás bien?-Lumine aceleró momentáneamente su nado para ponerse a su lado.
-Sí, solo... Preocupado-le dirigió una sonrisa amable a Lumine-Estoy mejor ahora, sabiendo que estás aquí, conmigo. ¿Sabes que estás preciosa así, en el agua? Tu pelo se mueve como oro fundido.
Lumine se sonrojó.
Ah, eso sí que no.
-Bueno, eso es porque se pelo es rubio-Tartaglia se puso entre ellos.
-Sí, así es-dijo Lyney con una sonrisa-¿No te habías fijado?
Oh, ¿acaso lo decía por el parche? Eso sería muy rastrero por su parte.
Tartaglia se preguntó si se podía ahogar alguien en un agua respirable.
Y se encontró echando de menos a Scara. Estaban peleándose la mayor parte del tiempo, pero al menos él no intentaba nada romántico activamente con Lumine. Que él supiera.
-¿No sabes respetar a tus superiores...?
-¡Hemos llegado!-se escuchó la voz de Navia delante de ellos.
-Gracias a los Arcontes...-murmuró Lumine; Tartaglia esperaba que no lo dijera por Lyney y él.
-Y no hay guardias a la vista-celebró Paimon.
-¡Vamos!-los instó Navia-Dejad posibles duelos por el amor de una doncella para otra ocasión.
Tartaglia intentó que no se le notara la mortificación ante aquel comentario.
En uno de los fondos abisales, entre piedras, se vislumbraba la entrada a una gruta.
Accedieron y siguieron el curso de la cueva. Ascendieron para intentar llegar a la superficie, pero se encontraron con el techo de la gruta.
-¿Camino cortado?
-Será otro tipo de entrada. Y no tan aparente. Busquemos.
Era fácil navegar aquellas aguas, pero la visibilidad allí era pobre, ya que llegaba poco o nada de luz del sol de la superficial por entre recovecos en las piedras, las plantas y animales marinos.
El ver tantos peces hacía que Tartaglia añorara pescar en su hogar, aunque las aguas de allí eran heladas y no tibias como las que surcaba en esos momentos.
-Qué raro...-escuchó comentar a Navia-Según la orografía de la zona, este sitio está directamente conectado con la otra entrada a la fuente...
-¡He encontrado algo!-exclamó Lyney.
Todos siguieron el sonido de su voz hasta que llegaron a la zona más baja y profunda. Tras un campo de algas, había algo parecido a una ventana... No, más bien, una puerta.
Estaba contra una pared de roca, pero bajo su arco no había piedra, sino otra superficie de agua tras la cual se refractaba una estancia distinta.
-Oh, ¡Paimon sabe lo que es!-dijo Paimon-Si entras nadando, sales al otro lado andando porque no hay agua. ¡Y a la inversa también!
-Curiosas puertas tenéis aquí en Fontaine-comentó Tartaglia.
-¿Es seguro atravesar...?-empezó a decir Lyney, pero las palabras murieron en sus labios al ver cómo Lumine atravesaba la puerta sin más dilación, y con un leve giro, volvía a posición horizontal y sus pies tocaban tierra.
-Puedes quedarte aquí, si quieres-le dijo Tartaglia, divertido, cruzando la puerta tras Navia y Paimon.
El cambio de postura y gravedad le desorientaron por unos instantes, pero Tartaglia aterrizó con pies seguros.
Y a los pocos segundos, estaba seco.
-¿Y dónde está la fuente del agua del mar primordial?-preguntó Paimon cuando Lyney por fin se unió a ellos y estuvieron todos reunidos.
-La escucho-dijo entonces Lumine.
-¿Qué?
-El agua.
-Mm, Lumine, la puerta de agua que acabamos de atravesar...
-Oh, no me hagas sonar como si estuviera loca, Childe. Esta agua suena... Diferente. ¿No lo escucháis?
Los sentidos de Lumine eran excepcionales. Tartaglia lo sabía. Quizás debería dejar de meterse con ella.
Aunque no se veía ni oía más agua que de la que acababan de salir, el ambiente en la cueva era húmedo.
Era una cueva muy amplia, y se extendía más allá de ellos; sus voces resonaban con eco en la cavidad.
Esta vez, quien lideraba la marcha era Lumine, y los demás la siguieron.
Tartaglia tenía la vista fija en la espalda de Lumine.
No paraba de pensar en lo que había dicho, que se sentía rara al estar aquí.
Tartaglia también lo sentía, aunque seguramente era por causas totalmente distintas.
Notaba cómo algo se agitaba en su interior, como aguas bravas chocando contra un arrecife. Se sentía inquieto. Se llevó la mano al parche. Si bien la herida estaba cerrada y rara vez le dolía (a veces les picaba, eso sí), ahora notaba que le latía.
Se preguntó si era normal que sintiera vestigios de poder Hydro en su interior a pesar de que no solo su Visión no parecía funcionar bien, sino que ni siquiera la llevaba encima.
Era la primera vez que se separaba de ella desde que la adquirió en el Abismo.
No debería preocuparle el asunto, pues su maestra le había enseñado a defenderse por el mundo con o sin Visión, pero no podía dejar de pensar en ello.
De la misma forma que, una vez más, pensó en Altro. En no necesitar una Visión para demostrar la valía de una persona.
Según pasaba el tiempo, Tartaglia creía entenderle cada vez más.
Lumine se detuvo.
No era el final de la cueva, pues la oscuridad del pasillo se extendía más adelante, sin embargo...
-¿Es eso?-preguntó Paimon.
En mitad del suelo, unos pocos metros más allá de donde se había detenido Lumine, había un charco de agua.
Todos se acercaron a mirar.
No era el primer charco con el que se cruzaban, aunque sí el más grande, y el único que no reflejaba nada, y sin embargo, podía verse una especie de punto luminoso en él.
Navia extendió un brazo, como queriendo ver si podía tocar o atrapar ese punto de luz.
-Yo de ti no haría eso.
Todos alzaron la mirada del agua para ver que una figura... No, dos figuras emergían de la oscuridad frente a ellos, hasta que se hicieron visibles cuando se acercaron, no a ellos, sino al charco, que ahora que Tartaglia se fijaba, era el foco de luz que iluminaba toda la estancia.
Navia retiró la mano, pero dio un paso al frente.
-Clorinde-dijo, con un tono de voz que Tartaglia no supo identificar, pues parecía que se alegraba y se arrepentía a partes iguales de que la otra chica estuviera allí.
Clorinde. La verdugo de la Corte de Fontaine.
Todavía le debía un duelo en condiciones a Tartaglia.
En cuanto a la otra persona que había venido con ella...
Lyney tragó saliva a su lado.
-Lady Furina...
-¡Exacto! No pensaríais que ibais a quedar impunes así como así, ¿no? Por supuesto que tenía que venir con mi mejor soldado... Aunque debo admitir que este lugar no es el más... Adecuado para llevar a cabo un juicio por mi parte. ¡Ni siquiera hay público!
Y eso parecía más importante para ella que cualquier otra cosa.
Y Tartaglia pensaba que él era un amante de la atención. Esta Arconte parecía que no sabía vivir sin ella. Que no espere veneración por su parte.
-Navia, por favor-dijo Clorinde, con su habitual voz seria, pero con un tinte de súplica-Las cosas han de ser llevadas a cabo correctamente. Este no es el camino hacia la justicia.
Navia se cruzó de brazos.
-Dices eso mientras tienes la mano sobre tu espada, dispuesta a desenvainar-Tartaglia ya había visto que había tensión entre ellas, pero creía que lo habían solucionado-Y hablas de justicia como si no hubiera sido un error la resolución de la Analizadora.
Clorinde apretó los labios.
Tartaglia se preguntó si, en el fondo, Lumine y él se verían así. Claros enemigos pero que buscaban con desesperación no serlo.
-No hables de justicia sin saber, muchacha-intervino la Arconte, no soportando no ser el centro de atención.
-¿Y usted sabe qué es lo que ocurrió en aquel juicio, lady Furina?-preguntó Lyney, con un tono más respetuoso.
-P-pues claro que sí-casi pareció que se mordía la lengua sin querer al trabarse-Por eso sé que yo, la gran Arconte Hydro, he de salvaguardar la verdadera justicia de esta nación-hablaba con grandes pretensiones, pero fingía una seguridad en sus palabras que en realidad no sentía.
Tartaglia era bueno para detectar mentiras. Gajes del oficio de Fatui. Lyney también parecía detectarlo.
-No deis un paso más-dijo Clorinde-Es agua del mar primordial. Navia, si lo tocas...
-Lo sé-contestó Navia; parecía tener problemas para mirarla a la cara.
-Sois criminales buscados por la justicia.
-Estamos intentando limpiar nuestro nombre y buscar a alguien. Queremos solucionar... Lo que sea que está pasando en Fontaine. El agua primordial. La profecía...
-Ja. Seguro que gente común como vosotros no es capaz de entender toda la magnificencia del agua de esta región-siguió con su perorata Furina-Pero... Algo le pasa al agua.
Era la primera vez que admitía que ocurría algo. Si bien no parecía saberlo del todo, porque aunque había dicho aquello, no era porque no quisiera explicarlo (¿y perder la oportunidad de regodearse en ello?), sino porque lo desconocía.
-Estás aquí porque también quieres averiguar qué ocurre, ¿verdad?-habló Lumine. Furina iba a replicar, pero Lumine se le adelantó-Ni siquiera Neuvillette sabe a ciencia cierta qué pasa.
Lumine le dio una vía de salida al darla una excusa para mostrar ignorancia sin sentirse insultada.
-Eso es. Como Arconte de esta región, he de investigar de primera mano qué ocurre. Neuvillette también lo está haciendo en su despacho-hizo una pausa dramática-Y el hecho de que la Analizadora actuara... De forma poco corriente, tiene que ver con el origen del agua de Fontaine.
-¿Y no sabes qué es?-preguntó Navia.
-Pues vaya Arconte...-murmuró Paimon, sarcástica.
-Totalmente de acuerdo-le susurró en respuesta Childe.
Lumine les mandó una mirada de advertencia.
-N-no. Yo... Es decir...-Furina tenía problemas para encontrar las palabras con las que expresarse-Creo que es algo que tiene que ver con la anterior Arconte Hydro.
¿Oh? Eso era interesante.
-Entonces-Lumine dio un paso hacia ella, y extendió su mano-Ayúdanos.
Una amplia sonrisa se dibujó en la cara de la Arconte.
Fue en ese momento que Tartaglia lo entendió.
Esa Arconte era demasiado orgullosa y estaba demasiado preocupada por su imagen, a pesar de tener tan poca audiencia, para admitir que había un problema y que quería pedir ayuda para solucionarlo porque ella no podía sola. Y Lumine lo había entendido desde el principio y había llevado la conversación de tal modo que había hecho que ellos ofrecieran su ayuda, sin necesidad de que Furina la pidiera, y así poder cooperar.
Lumine era increíble en todos los sentidos.
-Ya que me lo pedís con tanta desesperación, vuestra querida Arconte os ayudará.
-Sí que se lo tiene creído...-volvió a susurrar Paimon.
-Solo un poquito-susurró de vuelta Tartaglia.
Esta vez recibió un golpe en el costado por parte de Lumine.
-Compórtate, ¿quieres?
-¿Y qué hay de Paimon? ¿Ella no recibe ningún golpe?
-¡Paimon no ha dicho nada!
Solo cuando Furina aceptó, Clorinde adoptó una postura más relajada.
-¿Y qué podemos hacer?-dijo entonces Lyney-Mi hermana...
-Tu ayudante en el escenario, si no me equivoco.
-Así es, Lady Furina. Ella... Ha desaparecido, y antes de hacerlo, se comportaba de forma un tanto extraña y... Decía que oía al agua llorar.
Por un instante, los ojos de la Arconte parecían estar viendo algo que no estaba allí presente con ellos. Su mente parecía estar muy, muy lejos.
-¿Lady Furina?-preguntó Clorinde, preocupada.
-...Tenemos que hablar con el corazón del agua-dijo Furina, saliendo de su ensimismamiento.
-¿El corazón del agua?-todos expresaron su confusión al respecto, menos Clorinde, que guardaba ahora reverencial silencio a su Arconte.
-El origen del agua, como habéis dicho. Tiene más raíces con el poder Hydro de la antigua Arconte que...conmigo. En comparación con la edad del mundo y la región, no soy más que una niña.
Pareció darse cuenta que eso era admitir demasiado, así que carraspeó, y volvió a alzar la voz.
-Este mundo tiene muchos misterios, y no esperéis que os los resuelva todos yo. Ejem, en tal caso, como sorprendentemente habéis supuesto bien, aquí yace una de las entradas al agua antigua-tras mirar durante un instante demasiado largo como para ser normal al charco de agua a sus pies Furina miró a todos los que tenía frente a ella-Debéis acceder por aquí y encontrar aquello que está afectando al agua de Fontaine y por tanto, también sus habitantes y su modo de vida y... La forma en que se hace aquí la justicia.
-Puede contar con nosotros, lady Furina-Lyney hizo una pequeña reverencia, quitándose momentáneamente el sombrero.
-Sí, por el honor de Spina di Rosula-añadió también Navia.
-Ja, ja, ja. Sé muy bien que me tenéis en muy alta estima-dijo Furina, volviendo más a su verdadero ser, inflando su ego ella misma-Pero vosotros, mis buenos compatriotas de Fontaine, no podéis acceder aquí-señaló el charco luminiscente-Pues como ya hemos comprobado con sumo pesar, el agua primordial os haría convertiros en agua y dejar de existir. Así pues-puso las manos en las caderas, los miró de uno en uno, y luego extendió uno de los brazos y señaló en gesto teatral-Han de ser nuestros queridos huéspedes extranjeros los que arriesguen su alma por el bien de nuestra nación.
Así que no solo señalaba a Lumine, sino también a él mismo, a Tartaglia.
-Pero...-quiso rebatir Lyney.
-Tu hermana no desearía que algo así te ocurriera, Lyney-por una vez, Furina sonaba totalmente razonable.
Lyney apretó los labios y los puños.
Navia permaneció en silencio, con los brazos cruzados.
-¿Y qué hay ahí abajo?-preguntó Paimon.
-Desde luego, no un "abajo"-respondió Furina-Además, no te preocupes, pequeño objeto flotante, porque tú no irás con ellos.
-¿¡Cómo!? Puede que Paimon tenga miedo, pero por supuesto que Paimon irá. Paimon siempre acompaña a Lumine. Paimon tiene que asegurarse de que nada malo le pase a Lumine.
-La concentración de poder que hay en esa agua no la soporta cualquier persona. Además-Furina entrecerró los ojos-¿No se suponía que eras un globo? ¿Un objeto de la Viajera? Ninguna clase de objeto puede acceder ahí, pues solo se perderían-fue categórica al respecto-Y si no eres un globo, entonces sí que has roto una de las reglas de Fontaine nada más poner un pie (bueno, flotar) en la Corte, y eso solo se añadiría a vuestra lista de condena. A menos que resolváis esto, claro, porque soy muy magnánima y puedo perdonaros (siempre que la Analizadora...). Ejem. Como he dicho, no puedes acompañarles.
-Pero, pero...-quiso replicar Paimon.
-Paimon, está bien. No pasa nada.
Paimon se abalanzó sobre Lumine y la abrazó todo lo fuerte que pudo con sus cortos brazos.
-Ten cuidado, Lumine...-y sonaba más preocupada que de costumbre, y Tartaglia sabía que se debía a que la última vez Lumine acabó seriamente herida.
-Furina-dijo Lumine, sin título-Has dicho alma. Que arriesgamos nuestras almas-clarificó.
-El poder de los dioses y el mundo obran de maneras extraordinarias, y no siempre de un modo que un mortal consideraría favorable-dijo Furina con voz teatral, pero más seria que de costumbre-Vuestra alma, mente, corazón... Llamadlo como gustéis, pero os afectará de un modo y otro.
Por supuesto, Lumine no se echaría atrás. Y Tartaglia tampoco pensaba hacerlo. No solo por asegurarse de que Lumine estuviera a salvo, sino porque nunca dejaba escapar un reto. Además, puede que encontrara respuestas a lo que tenía en su interior.
En ese momento cayó en la cuenta de algo.
-¿Tú no nos acompañas?-preguntó Tartaglia-Eres una Arconte. No deberías poder disolverte en agua.
-Muestra un poco de respeto-le siseó Lyney; Tartaglia hizo caso omiso.
-Precisamente-hizo hincapié en la palabra-porque soy la Arconte, no puedo intervenir. No cuando parte del origen de mi poder está envuelto en esto. Es un...riesgo.
-Sí tú lo dices...
-Partid, pues. La gloria o la condena os espera.
Esta vez, hasta Lumine puso los ojos en blanco.
-Ten cuidado, Lumine-repitió Paimon.
-Lo tendré, tranquila.
Paimon miró a Tartaglia.
-¿Qué?-preguntó él-Oh, ahora es cuando me dices que debo cuidar de Lumine, ¿verdad?
-Hmp-Paimon se cruzó de brazos-Paimon sabe que Lumine sabe cuidarse sola.
-Entonces no deberías preocuparte tanto por ella.
-Paimon hará lo que quiera-volvió a mirar a Tartaglia, esta vez, con ojos preocupados-Childe también debería tener cuidado.
Aquella preocupación genuina sorprendió a Tartaglia. Realmente debía haber preocupado a Paimon también cuando perdió el ojo en Espinadragón, y la vida casi también.
Le dio un golpecito en la cabeza a Paimon, notando cierta calidez en su interior al ver que la fiel compañera de Lumine no solo parecía aceptarle, sino que también se preocupaba por él.
-Lo tendré.
-Será como sumergirse en ese nuevo sinte-le advirtió Navia-Por favor, ten cuidado y no dejes que las alucinaciones o el pesar puedan con vosotros.
-Por favor, encuentra a Lynette-le suplicó Lyney-Pero nunca a costa de tu propia seguridad, ¿de acuerdo? Lynette nunca querría eso. Ni yo tampoco.
Lumine se despidió de todos sus amigos con un gesto de asentimiento y convicción, y se colocó una vez más delante del charco.
-¿Se supone que tenemos que zambullirnos?-dijo Tartaglia, colocándose a su lado-Técnicamente, este agua no debería ni llegarnos a los tobillos siquiera.
-Técnicamente, tú deberías estar bajo arresto mientras yo me encargo de resolver los grandes problemas de una nación. Otra vez.
Tartaglia sonrió. Le tendió la mano.
-Cuando tú digas, princesa.
Lumine le miró, divertida.
Extendió su mano hacia la de él. Pero en vez de dársela, chocó su mano con la suya, y saltó hacia el charco. Su cuerpo entero desapareció en el agua.
Tartaglia contuvo una carcajada, sacudió la cabeza, y saltó tras ella.
Interludio: El agua tiene forma
Tartaglia por poco choca con Lumine al caer al suelo.
Se miraron sorprendidos. Luego, al techo del que habían caído.
-¿Era un simple agujero?-Tartaglia expresa la confusión de ambos en voz alta.
-No hay agujero-responde Lumine mirando el techo inmaculado-Sentí atravesar agua. Además...-miró en derredor-¿No te parece que estamos en la misma cueva?
Tenía razón. Parecía exactamente igual que la cueva que acababan de abandonar.
Debía ser algo similar a un dominio. Un lugar en el que el tiempo y el espacio eran relativos.
-Salvo que no hay nadie más aquí aparte de nosotros-convino Tartaglia.
-En eso te equivocas, joven.
Ambos se giraron, adoptando una posición defensiva.
Al otro lado de la cueva, en una de sus paredes, había una puerta de agua, como aquella que habían atravesado en un primer momento para acceder a la cueva desde el mar de Fontaine.
La voz venía de la puerta.
-¿Ahora las puertas hablan?
-Por supuesto que no-respondió la puerta-El agua habla.
Justo en ese momento, la superficie del agua de la puerta se movió, como un guijarro tirado a un río de aguas tranquilas, y una forma de agua emergió de la puerta.
Era puro agua concentrada adoptando una forma corpórea. Tartaglia ya había visto monstruos así, sobre todo con forma de animales. Y solían ser hostiles y bastante frustrantes contra los que luchar (principalmente porque su propio elemento era Hydro).
En cambio, esta agua había adoptado una forma humana. Y no una cualquiera. A pesar de no poder tener líneas de expresión claras en la cara al carecer realmente de rostro, era fácil reconocerla.
-... ¿Furina?-preguntó, dudosa, Lumine.
-Oh, os referís a mi sucesora, ¿no es así?-respondió el agua.
-¿Sucesora...?-murmuró Tartaglia.
-Eres la anterior Arconte-dijo Lumine, sin relajar del todo el cuerpo-La original.
-Me sobreestimas, querida. Hace tiempo que morí y di paso a una nueva Arconte Hydro. Lo que veis aquí no son más que remanentes de mi antiguo poder, pues el agua tampoco perece.
-¿Dónde estamos?-preguntó entonces Lumine.
-En el mar primordial, por supuesto-respondió la Furina de agua-Bueno, casi-hizo un gesto hacia la puerta-¿No notáis el poder del agua? ¿Cómo humedece y hace que pese vuestro cuerpo? La gravedad en el agua es algo curioso. Juega con nuestro sentido del equilibrio para despistarnos y perdernos a nosotros mismos.
-Y ahogarnos-añadió Tartaglia.
La Arconte de agua le miró, si es que tenía ojos.
-Tú ya has experimentado eso, ¿verdad, muchacho? Ahogarse. Que el agua te envuelva en su seno y no te suelte y te quite la respiración-soltó una pequeña risa-El agua también es cruel.
-Estamos buscando a alguien-dijo Lumine, que intentaba por todos los medios tener una verdadera conversación. Quizás recordaba la advertencia de la actual Furina, sobre que sus mentes, sus almas, se podrían ver afectadas-Una chica llamada Lynette.
La Arconte de agua no hizo ningún comentario al respecto, lo que hizo que Lumine frunciera el ceño.
-Hay algo que está corrompiendo el agua y el propio sistema de Fontaine-desvió la conversación Lumine.
-Así es-a esto sí que respondió, aun si Lumine lo había formulado más como una afirmación que como una pregunta-¿Venís, pues, a purificar el mal que asola al agua?
-Algo así-dijo Tartaglia.
-Mm... En ese caso, podéis entrar-dijo, señalando una vez más a la puerta-Pero que sepáis que, para poder realmente acceder al corazón del agua, deberéis liberar vuestro propio corazón.
Lumine se tensó más.
-No tendremos...que convertirnos en agua, ¿verdad?
-No, querida. Sois de otro mundo, así que sería complicado. Aunque sin duda facilitaría el proceso que no tuvieras forma física al acceder-sacudió la cabeza-Debéis ser juzgados para ver si sois dignos.
-¿Juzgados...?-Lumine pronunció la palabra con escepticismo.
-¿Es un reto? Dime que es un reto-dijo Tartaglia, más emocionado al pensar que podría tratarse de un duelo.
-Un reto, sí, pero no del tipo que tú crees, joven. Y es peligroso. Y hay que ofrecer algo a cambio. Como un seguro. Sería vuestro pago por entrar, y se os devolvería al salir.
-Nada con lo que no pueda-aseguró Tartaglia.
La Arconte de agua le miró fijamente. Era perturbador por la forma que tenía.
-Solo se puede juzgar a los vivos-dijo la Arconte-Y tú, joven Heraldo Fatui, ya estás muerto. O más bien, ya moriste una vez.
Algo dentro de Tartaglia se agitó y se contrajo tanto que creyó notar un dolor físico.
-Childe...-murmuró Lumine, tocando su brazo.
-¿Entonces no puedo entrar?-preguntó Tartaglia, no queriendo pensar en lo que acababa de decir aquel ser.
-Tampoco he dicho eso. Eres un caso especial. Igual que la Viajera. Mm... Primero, debéis entregar a vuestra persona más importante.
Tartaglia ahora sintió un vuelco en su estómago.
-En tu caso, Viajera de otro mundo, sería tu hermano, pero quiere la procedencia que no podamos acceder a él. Así que tendrá que ser la segunda persona más importante para ti que, maravillosamente, está justo a tu lado.
El corazón de Tartaglia latía desenfrenado, y sus manos temblaban por querer abrazar a Lumine.
-Sin embargo, él también debe ser juzgado para acceder-lo meditó-Ya sé. Es sencillo, en realidad. Ambos sois el pago de cada uno-Lumine miró con intensidad y en silencio a Tartaglia-Así que vuestros juicios se verán confluidos. Quizás hagáis de juez sobre el corazón y la moralidad del otro-sonrió-Espero que os guste lo que veáis.
Tartaglia sintió un escalofrío. No estaba seguro de qué acababa de aceptar, aunque técnicamente todavía no había hecho nada. Sentía también cómo su entusiasmo moría en su cuerpo, pues esto le empezaba a dar muy mala espina.
-Aunque, en tu caso, Viajera, pareces haberte reconciliado contigo misma-Tartaglia pensó en lo que Lumine enfrentó en su mente cuando fue atacada por un Engaño modificado con tecnología de Sumeru; no había entrado en detalles, pero le contó que fue liberador a pesar del dolor y el peligro-No se puede decir lo mismo de ti-se dirigió a Tartaglia nuevamente-Será interesante ver qué se esconde bajo esa forma humana. Id, aquel tocado por el Abismo, y aquella que devora Mundos.
Aquello sonaba horriblemente funesto.
Y tras decir aquello, la forma de agua se deshizo y cayó al suelo. En apenas unos segundos, se secó.
-... ¿A dónde ha ido?-preguntó Tartaglia.
-No sé si quiero saberlo...
Tartaglia la miró. Lumine miraba fijamente la puerta de agua.
-Suenas preocupada-comentó él.
-Estoy preocupada-respondió ella.
-Irá bien.
Lumine alzó una ceja, escéptica.
-Siempre termina bien.
Lumine se cruzó de brazos.
-Bueno, todo se soluciona y terminamos vivos, aunque sea con secuelas.
Lumine dejó caer los brazos.
-La verdad es que agradecería que, por una vez, fuera todo más fácil.
Pero nunca lo es. Nunca lo será.
Tartaglia no lo dijo, pero sabía que Lumine pensaba igual.
Se situaron frente a la puerta.
Esta vez, antes incluso de que Tartaglia terminara de extender su brazo hacia ella, Lumine ya le había cogido de la mano.
-Sea lo que sea que veamos allí, no cambiará lo que pienso de ti. Ni lo que siento.
Hasta que Lumine no dijo esas palabras, Tartaglia no fue consciente del miedo inherente que le había provocado todo lo que había dicho el agua.
Tartaglia sabía que no era un buen hombre, pero le gustaba pensar que, a pesar de su alma fragmentada y la oscuridad de su interior, aún quedaba algo bueno en él. Algo bueno que los demás podían llegar a amar. Que Lumine había llegado a amar.
Tartaglia entrelazó sus dedos con los de ella.
-Tampoco cambiará para mí-dijo Tartaglia.
Tartaglia aún no lo sabía en ese momento, pero estaba mintiendo.
Lumine sí lo sabía, por eso esbozó una sonrisa triste.
Dio un paso al frente. Luego otro. Y tiró de Tartaglia tras de sí, atravesando ambos la puerta.
Por inercia, los pulmones de Tartaglia se cerraron, igual que su boca, al verse completamente rodeado de agua.
Se obligó a exhalar. Podía respirar.
Aún estaba dando de la mano a Lumine.
Miró por encima de su hombro. Ya no había puerta alguna, ni cueva tampoco.
Miró adelante. Arriba. Abajo.
Nada. Solo... Agua. En todas direcciones. Un agua profunda y oscura.
-¿Estás bien?-preguntó Lumine.
-Sí. Aunque... Es como si...-no sabía expresarlo.
-Lo sé. Yo también-Lumine sentía lo mismo, aunque no lo pusieran en palabras-El mar primordial.
-Es un agua muy densa. Y no veo nada más allá.
-Ni siquiera sabemos cómo estamos orientados. No sabemos dónde está el arriba y dónde el abajo-dijo Lumine.
-Haríamos bien en permanecer juntos.
Lumine asintió.
-¿Notas algo distinto en ti?
-No. ¿Y tú?
Negó con la cabeza.
-¿No se suponía que debíamos pagar un precio para entrar?-preguntó Tartaglia.
-Ya la has oído. Ambos hemos sido el precio de cada uno, y... No sé cómo afectará eso. Quizás uno de los dos debería haberse quedado y...
Tartaglia tiró de su mano, acercándola a él. Del ligero impulso, hizo que se movieran, girando levemente en el agua.
-¿Me quieres, no es así?-le susurró Tartaglia.
Lumine se sonrojó ligeramente. Era adorable.
-No sé por qué siempre te da por decir y hacer estas cosas en los momentos más inoportunos, pero... Ya sabes que sí-Tartaglia notó caliente la cara y el pecho-Y deja de moverte así. No paramos de dar vueltas.
-Nunca hemos bailado juntos-dijo Tartaglia a modo de respuesta.
Cogió el otro brazo de Lumine y lo colocó sobre su hombro, mientras él le agarraba la cintura con la mano libre.
-¿Sabes bailar?-preguntó Lumine, que no se zafó del agarre.
-Claro que sí. ¿Y tú?
Lumine resopló.
-Por favor-dijo, como si la duda la ofendiera-Aunque seguramente no conozcas los bailes que sé.
-Ni tú los míos-acercó su rostro al suyo-Pero puedo enseñártelos siempre que quieras.
Lumine esquivó sus labios, y le besó en la mejilla.
-Esto no es precisamente una pista de baile, y no solo por no tener suelo bajo los pies-dijo Lumine-Y no es el momento. No creo que sea sensato que prolonguemos nuestra estancia aquí. Empiezo a notar el cuerpo raro y la cabeza embotada.
Ahora que lo decía, Tartaglia también lo notaba.
Se separaron, pero siguieron dados de la mano.
-¿Y a dónde se supone que tenemos que ir?
-No lo sé-admitió Lumine-Pero noto algo… ¿Instinto? ¿Corazonada? Supongo que lo sabremos cuando...
Un escalofrío recorrió a ambos. Tartaglia sintió el de Lumine a través de sus manos conectadas.
Miraron hacia abajo. Bueno, debajo de donde estaban ellos. Allí... Había algo.
Nadaron en esa dirección.
Sin duda había algo extraño y etéreo en aquellas aguas.
Tartaglia casi podía jurar que veía cómo se ondulaba el agua.
No había vida. Ni animales. Ni plantas. Ni tampoco rocas ni arena. Era una gran masa de agua aparentemente infinita en todos sus horizontes.
Y no se escuchaba nada. Solo sus respiraciones que en aguas normales sería inviable, y sus cuerpos mientras nadaban, cambiando cada cierta distancia de dirección por ese "algo" que parecía resonar en el agua y por sus cuerpos.
Les estaban guiando. Podía ser una trampa. Pero quizás era esto lo que debían hacer.
Si allí no había nada ni nadie, no podían esperar hallar respuestas. Además...
-¿Crees que la hermana de Lyney está aquí?
-Sinceramente, espero que no-contestó Lumine-Porque aquí... Todo esto es agua del mar primordial. Lynette... Simplemente habría desaparecido si llega a entrar en contacto con ella-había angustia en su voz, y Tartaglia podía entenderlo. Era su amiga, y Tartaglia había aprendido que Lumine tenía un corazón enorme y con mucho amor que dar a los demás, aunque no siempre estuviera dispuesta a aceptar íntegramente el amor de los demás.
-¿Qué te ha parecido la anterior Arconte?-preguntó Lumine, llenando el vacío que los rodeaba mientras seguían nadando sin rumbo aparente.
-No sé si la prefiero a ella, o a la actual. Ambas son insufriblemente teatreras y orgullosas.
-Oh, ¿hablas por experiencia?-dijo con sorna Lumine, intentando animarse-Eso te hace insufrible…
-Vamos, adoras todo de mí. No, no intentes negarlo ahora. Eso sí, la Arconte se ha mostrado igual de...cauta y dañina conmigo que contigo. ¿Te ha molestado?
-No. La verdad es que... Ha sido sorprendente, en el buen sentido. Supongo que me he acostumbrado demasiado a que, al poco de conocer a alguien, ya le caiga bien al instante.
-Es que te haces querer-bromeó Tartaglia.
-Hablo en serio.
-Y yo.
-El caso es...que, en el fondo, me ha agradado que, de buenas a primeras, por una vez, alguien se muestre receloso de mí y mis intenciones. Es lo más sensato.
-¿Porque eres peligrosa?
Lumine sonrió.
-Entre otras cosas. Pero... Es solo que, a veces...
No terminó la frase, como si no supiera expresarlo o no quisiera expresarlo.
Pero Tartaglia siempre estaba ávido de Lumine, en todos los sentidos. Siempre queriendo más de ella. Su tiempo, su atención, su amor, sus palabras, su pasado, sus sentimientos. Era un deseo perpetuo.
Por lo que permaneció callado hasta que Lumine retomó lo que estaba diciendo.
-Muchas veces, pienso que todas las personas con las que me cruzo en Teyvat, o que han oído hablar de mí, simplemente adoran el concepto de mí. Lo que represento. La idea de una valerosa heroína que no tiene miedo a nada, que se enfrenta a todo y que siempre sale victoriosa.
-... Es la verdad-dijo Tartaglia, despacio, con tiento.
-No toda la verdad-dijo, con algo cercano al resentimiento-Ni siquiera saben cómo soy en realidad. Yo no...-calló nuevamente; miró al frente, a la nada en toda esa agua-Supongo que, mientras busco a mi hermano, también espero encontrarme a mí misma.
Tartaglia se preguntó si él sería capaz de encontrarse a sí mismo alguna vez, o había perdido ya su oportunidad cuando murió al caer al Abismo.
Como también se preguntó...
-Me encanta que me hables de ti y te sinceres, y me gustaría hablar más de ello, pero... ¿No crees que...?
-Todo lo que he dicho es verdad-afirmó Lumine-Y es algo... Que esperaba hablar contigo. Alguna vez. Pero no sé... ¿Por qué hacerlo ahora?-le miró-¿Crees que tiene algo que ver con este lugar? ¿Con eso sobre nuestras almas y lo de ser juzgados?-aventuró Lumine.
-Quizás-ambos habían llegado a la misma conclusión.
-¿Y qué hay de ti? ¿No te afecta?
-Estoy seguro de que sí-dijo Tartaglia-Pero... Por lo que hemos visto y nos han dicho... Es probable que este sitio y todo lo que supone esté relacionado con el Abismo.
No era más que una suposición, pero algo en el interior de Tartaglia le decía que era así.
-... ¿Por eso a ti te afecta menos?-preguntó con cuidado Lumine, pues ahora ella sabía que hace unos años él cayó en un Abismo desconocido.
Algo que nunca le había contado a nadie y, aun así, se lo había contado a ella. Solo a ella.
-Es probable. Tengo cierta inmunidad al poder del Abismo al haber estado expuesto a él tanto tiempo.
-¿Cuánto?
-Unos tres meses.
-... Eso es mucho tiempo.
-En el mundo real apenas fueron unos días.
No pensó nunca que le gustaría hablar de este tema, y menos después de todo el tiempo que llevaba guardando el secreto, pero, como con todo relacionado con Lumine, era fácil, en parte, hablar de ello con ella.
-... ¿Quieres hablar de ello?
Ella nunca le presionaría a hacerlo.
-En otro momento, sí.
Lumine asintió.
-Aunque debes saber que di un susto de muerte a mi familia.
Una pequeña carcajada escapó de la boca de Lumine.
-Me lo puedo imaginar...
-Casi les da un infarto, y...
Se vio interrumpido cuando una corriente de agua les zarandeó y les cambió el curso.
-¿Y esta corriente? ¡Ha salido de la nada!-gritó Tartaglia para hacerse oír.
-No lo sé pero, ¡no te sueltes!
No hacía falta que se lo dijera.
Dieron vueltas y vueltas y Tartaglia llegó a temer acabar vomitando del mareo, pero se forzó a mantener la cabeza despejada y agarrar a Lumine.
Consiguió cogerla la otra mano y tiró de ella hacia él. Lumine siguió la tracción y apretó el agarre.
A ambos se les metía el pelo en los ojos y la boca, y la fuerza del agua amenazaba no solo con separarlos, sino perder el conocimiento o destrozarlos.
Entonces, súbitamente, tan pronto y misteriosamente como había venido, la corriente de agua se detuvo y se quedaron flotando a la deriva, agarrados por ambas manos, mirándose con pelos revueltos y sorprendidos.
-... Eso ha sido... Vaya-Lumine parpadeó y relajó un poco el cuerpo ahora que había pasado el peligro.
-Tenemos que repetirlo.
-Ni en broma-fue categórica.
-Oh, venga, tienes que admitir que...
Cerró la boca al ver que Lumine había dejado de prestarle atención, y siguió la mirada de ella para ver...
-... ¿Una puerta de agua? ¿Otra vez?
-Eso parece...
-¿Cómo puede ser que parezca que el agua que hay dentro del marco de la puerta sea distinta al agua en la que flota la puerta?
-¿Qué te hace pensar que lo sé?
Tartaglia se encogió de hombros.
-En tal caso, mucha puerta para una pecera.
Lumine le miró, divertida.
-¿Llamas a esto-abarcó con el brazo libre lo que les rodeaba-una pecera?
-Una pecera muy grande.
Lumine nadó hacia la puerta y tiró de la mano de Tartaglia para que la siguiera.
-... No se ve nada al otro lado-comentó Tartaglia.
-Lo que quiere decir que no sabemos qué nos encontraremos allí-dijo Lumine-Estate atento y preparado.
-Siempre.
Aun así, Lumine no se movió.
-¿Un mal presentimiento?-le preguntó Tartaglia.
-... Sí.
-No te preocupes. Estamos juntos-y agitó sus manos unidas para dar énfasis a esa afirmación.
Lumine asintió.
Tartaglia tocó la superficie ondulante de la puerta. Era extraño tocar agua estando sumergido en agua. Cosas de la magia.
Metió la mano libre y la atravesó sin problema.
Y siguió empujando hasta que su cuerpo entero atravesó la superficie y se vio pisando suelo y respirando aire.
Ese mismo aire que se le quedó atascado en la garganta al notar que, en cuanto terminó de sacar la mano que tenía entrelazada con Lumine, sus dedos dejaron de estar en contacto.
Se dio la vuelta rápidamente.
Veía flotar a Lumine en el agua, y cómo claramente era incapaz de atravesar la puerta.
Lumine había apoyado las manos la puerta, pero no atravesaba el agua que la componía. Estaba hablando, pero para el pánico creciente de Tartaglia, no podía oírla.
-Lumine. ¡Lumine!
Tocó la puerta, deseando volver a traspasarla, aunque solo fuera para volver a coger de la mano a Lumine y traerla a su lado. Pero no podía. No podía.
Golpeó con fuerza. La superficie del agua se movía, pero no cedía.
-¡Lumine!
Ella seguía hablando, se la veía preocupada, pero Tartaglia no podía oírla.
Entonces, como apareciendo de la nada, como aquella fuerte corriente de agua, montones de burbujas empezaron a rodear a Lumine, que empezó a zarandearse intentando librarse de ellas, pero apenas podía moverse, como si la hubieran anclado al sitio.
Las burbujas la cubrieron tanto que la ocultaron por completo.
Y de pronto, todas explotaron a la vez.
Y Lumine ya no estaba.
Tartaglia sintió cómo se le detenía el corazón.
Y como si se tratara de una burbuja más, en una explosión de espuma, la puerta que había actuado como ventana de aquel espectáculo, desapareció.
*. *. *
Lumine estaba cayendo.
Cayendo.
Cayendo.
Buscó sus alas, por inercia. Pero hacía tiempo que se las habían quitado.
Buscó su planeador, pero no lo tenía.
Agitó las manos para buscar algo a lo que agarrarse, pero sus manos agarraban a la nada.
No... No exactamente nada. Era... Agua.
¿Cómo podía estar cayendo si estaba rodeada de agua?
Segundos o minutos infinitos de caída más tarde, chocó con una superficie líquida y espesa. Quedó pegada a ella, y no le dio tiempo ni a gritar cuando la tragó y la expulsó al otro lado.
Dio varias vueltas sobre sí misma hasta que consiguió estabilizarse.
Intentó regularizar su respiración mirando a su alrededor.
Agua infinita.
¿Seguía siendo la misma agua en la que había estado nadando antes? ¿Con Childe?
-Childe-miró en la distancia, en todas direcciones-¡Childe!
Pero nadie respondió.
A pesar de que habían ido dados de la mano precisamente para no separarse, aquella puerta los había separado. Después, su campo de visión se había visto obstruido por burbujas y... Despertó cayendo.
Lumine seguía sin entender cómo funcionaba aquel sitio. No había direcciones, no había enemigos, no había pautas a seguir, ni puzles aparentes que resolver.
Si era una prueba, un juicio, o solo una broma o alguien jugando con ellos, a ella no le importaba.
Tenía que salir de allí, encontrar a Childe y a Lynette, si es que la chica estaba allí, e investigar lo que asolaba a Fontaine desde un enfoque diferente.
No dejaría que el pánico se apoderara de ella.
¿A lo mejor se había desmayado y esto lo estaba soñando...? No sería la primera vez que jugaban con su mente.
En tal caso, ahora estaba sola, y sin ningún punto de referencia. Quizás debería intentar sentir el poder Hydro que antes los había estado guiando, y debido a su gran sensibilidad...
En su periferia, vio algo que se movía.
Se giró. Algo, en la distancia, se acercaba nadando a gran velocidad hacia ella, y hasta que no estuvo más cerca, Lumine no fue capaz de vislumbrar de qué se trataba.
Cuando identificó la figura, la confusión tiñó sus palabras.
-... ¿Una melusina?
Lumine fue a su encuentro, pues por lo que sabía de ellas, las melusinas eran un pueblo pacífico y siempre habían sido amables con ella.
-Ah, menos mal-le escuchó decir a la melusina-Por fin encuentro a alguien...-sonaba cansada, o más bien, hastiada.
Se detuvieron la una frente a la otra.
Lumine frunció el ceño.
No sabría decir por qué, pero aquella melusina se le antojaba extraña. No se parecía a las melusinas que se había acostumbrado a ver en Fontaine, aunque cada una tenía su personalidad. Es más, esta melusina le recordaba a alguien...
En tal caso, si podía arrojar algo de luz sobre todo esto...
Lumine fue a preguntar, pero se la adelantaron.
-Un momento... ¿Lumine?-dijo la melusina.
Lumine parpadeó, confusa.
-¿Me conoces?
A lo largo de su viaje por Teyvat, Lumine había conocido a muchas personas y criaturas, y la avergonzaba pensar que de algunas de ellas no recordaba sus nombres. Sin embargo, cuando conocían a Lumine, la mayoría, a menos que entablaran gran amistad, se dirigían a ella como Viajera. Pero esta melusina la había llamado por su nombre.
-Soy yo-eso no ayudaba mucho-Lynette.
La sorpresa golpeó fuerte a Lumine.
-¿Lynette? Pero...-Lumine lo meditó. Había visto cosas más raras a lo largo de su aventura, ¿no? Así que no era del todo imposible que una de sus nuevas amigas se hubiera convertido en una adorable criatura... Aunque sí bastante improbable. ¿Formaría esto también parte de la prueba?
-¿Dónde nos conocimos por primera vez?-le preguntó Lumine.
La melusina se la quedó mirando.
-... A la entrada de Fontaine. Yo miraba el mar. Paimon y tú insististeis en si me encontraba bien y si había algo que podíais hacer para ayudar.
-Pero dijiste que no necesitabas ayuda. Y nos hablaste de...
-La profecía de Fontaine.
No tenía la forma de Lynette. Pero hablaba como ella, tenía sus mismos gestos y voz cansada, aunque se la veía preocupada.
Y algo le decía a Lumine que realmente era ella. Y prefirió seguir su instinto.
-Me alegro de volver a verte, Lynette.
-¿Me crees?-sonaba entre sorprendida y escéptica-Es decir, con este aspecto...
-¿Qué te ha pasado? Lyney y Freminet están muy preocupados por ti. Estábamos buscándote.
-No estoy segura-sacudió la cabeza-Para ayudar a mis hermanos a preparar y concienciar a los habitantes de Fontaine sobre la importancia y la amenaza que supone la profecía, y más ahora que se ha hecho público el agua del mar primordial y lo que supone para todo Fontaine...
Lumine no estaba segura de haberla escuchado hablar tanto y de manera tan seguida hasta ese monento. Puede que eso visibilizara lo realmente preocupada que estaba Lynette.
-Ha surgido una nueva variedad de sinte. Quise probarla y... No sé. Pensé que... Es una tontería.
-No. ¿Qué es?-necesitaba saber todo lo que pudiera para ayudarla.
-El sinte se elabora con agua del mar primordial, ¿no?-retomó la palabra Lynette-Pero, aparte de ciertos síntomas, no hace que la gente de Fontaine se convierta en agua y desaparezca. Entonces pensé... Que tal vez había una forma de elaborar algo similar al sinte, pero que ayudara a las personas de aquí a adquirir inmunidad frente al agua del mar primordial. Por si la profecía termina por cumplirse del todo... Así, nadie tendría que desaparecer-su voz se apagó en la última palabra.
Miró a Lumine.
-¿Crees...que es una tontería?
-Para nada-y Lumine lo decía en serio-En realidad, me parece una muy buena idea. O más bien, una buena hipótesis sobre la que trabajar-aunque esperaba que no hiciera falta porque Lumine prefería impedir la profecía-Pero, ¿por qué decidiste hacerlo sola? Deberías haber hablado con Lyney. Con Freminet. Incluso con Navia. Todos quieren ayudar a la región, y se preocupan por ti.
Lynette dejó caer la cabeza.
-... Lo siento.
Lumine no pretendía regañarla. Bastante asustada debía estar ya, con su cuerpo así y perdida en la inmensidad de aquel mar.
Lumine cayó en la cuenta de algo.
-Espera... Se supone que esto es el mar primordial. ¿Cómo es que estás aquí? Es decir...-no sabía cómo decirlo sin sonar cortante.
-Lo he estado pensando, porque he tenido mucho tiempo para pensar mientras nadaba aquí, y creo que es debido al sinte. Que realmente me ha dado algo de inmunidad. Pero... Fue poca cantidad y mi cuerpo ya debería haberlo purgado hace tiempo, así que no sé...
-¿Cómo llegaste aquí?
-... Escuché al agua llorar. Sé que suena raro...
-No, no lo es. ¿Y?-la animó a continuar.
-Seguí la voz y caí en un agua extraña-sacudió la cabeza-La verdad es que no lo recuerdo muy bien, pero... Me pareció ver a la Arconte... Bueno, algo que se le parecía a ella. Hecha totalmente de agua. Y una voz... Creo que se hacía llamar Elynas.
Algo hizo clic en la cabeza de Lumine. Era solo una hipótesis, como lo de Lynette, pero tenía sentido con todo lo que sabía.
-Elynas es el padre de las melusinas-explicó Lumine-Fue quien las creó. Puede que... Su sangre, junto con el poder de la antigua Arconte (esa Arconte de agua que viste) y la concentración del agua... Puede que sea lo que te está protegiendo del mar primordial. Puede que fuera la Arconte y el sinte lo que impidió que te convirtieras en agua en un primer momento, y Elynas te ha convertido en melusina para poder sobrevivir aquí.
Lynette pareció sopesarlo.
-... Parece factible-terminó por decir-A falta de una explicación mejor-se miró las manos-¿Crees que...es irreversible?
-No, seguro que no-Lumine esperaba sonar segura-Pero lo primero que tenemos que hacer es salir de aquí. Bueno, también tengo que encontrar a mi compañero...
-¿Compañero?
-No he venido sola. Y Paimon, Lyney y los demás esperan que volvamos.
Lynette asintió con la cabeza.
-Bien. ¿Qué propones? Llevo nadando lo que parecen horas, pero no he encontrado nada...
-Puede que se necesite tener mucha sensibilidad al elemento Hydro o una Visión Hydro para poder navegar estas aguas-aventuró Lumine-Por lo menos, es lo que nos ha pasado a Childe y a mí.
Lynette se la quedó mirando.
-... ¿El Heraldo Fatui?
Había cierta inflexión en su voz. Cautela. Prejuicio. Pero, sobre todo, decepción.
Y Lumine sabía por qué era. Porque con ellos había tenido reparos porque eran Fatui, pero no con Childe.
Pero no era porque los hermanos fueran Fatui (aunque Lumine siempre recelaría de los Fatui como organización), sino porque la habían mentido.
Las mentiras dolían como un corte en la yugular. Eran otra forma de traición.
Te estrangula, no te deja respirar y, sobre todo, te desangras hasta que dejas de sentir nada.
Pero no la mentira en sí. Sino descubrir la verdad sobre esa mentira, y quién era el que la había dicho.
Tenía que hablar con Lyney y Lynette sobre el juicio, porque nunca quiso hacerles daño. Pero ahora no era el momento, y no estaba Lyney presente.
-Sí. Intentamos limpiar su nombre, averiguar qué pasa en la corte, y ha venido a ayudar también para encontrarte.
-Mm...
No dijo nada más al respecto.
-¿Tú tienes sensibilidad a Hydro?-preguntó Lynette, cambiando de tema-Mi Visión es Anemo, aunque con este cuerpo no puedo usar poder elemental. Y tú no tienes Visión, Lumine.
-Soy un caso especial. Déjamelo a mí.
Cerró los ojos y se concentró.
El sonido de sus cuerpos, del agua, de sus respiraciones.
Escuchó un lamento.
Abrió los ojos.
-Sígueme.
Y empezaron a nadar. Y nadaron durante lo que pareció mucho tiempo. Hasta que encontraron algo más aparte de ellas en aquellas aguas.
-... No sé por qué no me sorprende que sea una puerta. Otra vez-comentó Lumine.
-Me suena haber visto algo parecido antes-dijo Lynette. Puede que ella también atravesara una sin saberlo-¿Es seguro?
-Solo hay un modo de saberlo. ¿Lista?
Pensó que se mostraría más reservada, porque no contaba ni con su cuerpo ni con su poder, pero Lynette no se amilanó.
-Sí. Vamos.
Alargó una mano hacia la puerta.
-Espera-la detuvo Lumine-Juntas.
Lynette asintió.
Lumine le dio la mano, y recordando lo que había pasado con Childe, lo primero que acercó a la puerta fue sus dos manos unidas, y unidas las manos atravesaron la puerta.
Lumine contuvo un suspiro de alivio.
-Vamos.
Y atravesaron la puerta.
Postludio del interludio: El agua tiene capas
Lo primero que notó Lumine fue el suelo bajo sus pies. Luego, el frío. Y por último, la ausencia de Lynette.
Miró atrás. La puerta había desaparecido, y a su alrededor, se extendía una tierra baldía cubierta de nieve.
Pensó en Espinadragón.
Se abrazó a sí misma para intentar mantener el calor corporal. Por lo menos no estaba mojada.
Lumine bufó.
¿De qué había servido entrar las dos juntas a la vez?
-¡Lynette!-llamó-¡Childe!
Solo el viento, cargado de copos de nieve, respondió.
Lumine inspiró hondo.
Solo había una cosa que podía hacer. Como siempre hacía.
Avanzar.
Eso no la impidió añorar la presencia de su hermano. La presencia de Paimon. La de Childe.
La nieve crujía bajo sus pies. Intentó no pensar demasiado lo mucho que había sufrido la última vez que había estado en la nieve.
Se fijó en que había árboles. Primero dispersos, luego más juntos y finalmente formando una pequeña arboleda.
Lumine siguió andando, ojo avizor y con la guardia alta, sin detenerse, ya no solo por mantener el cuerpo en movimiento para conservar calor, sino porque no sabía qué podía salir a su encuentro.
No sacó su espada. No todavía.
Siguió caminando. El paisaje no cambiaba.
Solo se detuvo cuando se encontró a su paso un muñeco de nieve.
Fue más la sorpresa de encontrarse algo así que otra cosa lo que la hizo detenerse.
Era casi de su altura. Una bola grande formaba el cuerpo, y una más pequeña hacía de cabeza. Tenía dos ojos de piedra, una rama de árbol por brazo, y una bufanda roja alrededor del cuello.
No tenía boca. Y le faltaba un brazo.
Le recordó un poco a cuando hizo un montón de muñecos de nieve en Mondstad en aquel evento. Klee estaba encantada.
Cualquiera de los componentes del muñeco podía encontrarse a su alrededor. La nieve, las piedras, los palos.
Excepto la bufanda.
Lumine cogió uno de los extremos de la prenda.
-¡No!-se escuchó entonces-¡No destroces mi muñeco de nieve!
Lumine retiró la mano.
De detrás de un árbol apareció un niño, y casi le da un vuelco el corazón a Lumine.
-¿Teucer...?
El niño giró la cabeza a un lado, en un gesto confuso.
-¿Quién?-dijo, más calmado, al ver que Lumine no quería destruir su creación de nieve.
Llevaba una rama de árbol en la mano.
-Casi lo he completado-dijo el niño-Ah, y me llamo Ajax. No Teucer. ¿Quién es Teucer?
Lumine tragó saliva. Tenía la boca seca, a pesar de toda el agua que la había estado rodeando hasta hacía poco.
El niño se acercó a ella, curioso, pero con el palo por delante, como a modo de defensa.
-¿Quién eres?-preguntó-Mi madre dice que si alguien dice su nombre es de buena educación decir tu nombre también-Lumine seguía mirándole-¿No tienes frío, vestida así?
-Yo...
-¿O es que eres una hada del bosque? ¡Oh! ¿Es eso?-se emocionó-Aunque... Si lo fueras, no estarías temblando de frío.
Es cierto que Lumine temblaba, pero no tenía claro que fuera solo debido al frío.
Ajax. Era Childe. Tartaglia. Cuando era un niño. O una representación suya mucho más joven. Tanto, que lo había confundido con Teucer, debido al parecido.
Los ojos de este Ajax tenían un brillo que nunca había visto en los ojos de Childe.
-... Soy Lumine-dijo por fin.
El niño torció el gesto.
-No parece un nombre de Snezhnaya-la miró ahora con más cautela-¿Eres extranjera?
Algo así.
-Sí.
-¿Qué te ha pasado en la cara?
Lumine se tocó la cicatriz de la mejilla.
-... Nada. Es solo... Soy... Aventurera.
-¿¡Aventurera!? Entonces, entonces, ¿eres una heroína?
-Más o menos.
-Entonces eres fuerte y has visto mundo... Qué envidia...
Algo muy pequeño e importante se estaba rompiendo dentro de Lumine. No tenía sentido que sintiera ganas de llorar.
-Algún día tú también lo verás.
Ajax sonrió ampliamente. Le faltaba un diente.
-Me gustaría ser un aventurero. Y un héroe también, pero... Me da un poco de miedo-admitió-Así que... Quizás podría crear cosas-miró al muñeco de nieve-Me gusta construir. Quizás podría hacer juguetes... Sé que voy a tener hermanos pequeños, así que así, seguro que quieren jugar conmigo.
Entonces, lo de vender juguetes no era solo una excusa que usaba Childe para proteger la inocencia de sus hermanos pequeños, sino un sueño frustrado de la niñez.
Ahora destruía más que construía.
-¿Me ayudas?-dijo Ajax, ofreciéndole la rama.
Parecía una ofrenda de paz.
A Lumine no le importaría quedarse un poco más de tiempo aquí.
-Claro-dijo cogiendo la rama. Sus manos eran tan pequeñas…
Colocó la rama en el muñeco de nieve.
-Más arriba...-decía Ajax-Más... No, no tanto. Un poco menos… ¡Ahí, justo ahí!-se metió las manos en los bolsillos y sacó un puñado de guijarros.
Lumine le miró, curiosa.
-Para la boca-explicó.
Lumine asintió, pero en vez de coger las piedras para colocarlas en el muñeco, cogió a Ajax en brazos.
Éste se asustó en un primer momento. Luego, rompió a reír.
Lumine le acercó al muñeco y le sujetó mientras colocaba las pequeñas piedras.
-¡Ya está!
Lumine le dejó en el suelo.
El muñeco de nieve le devolvió la sonrisa a Ajax. Lumine también sonrió.
Una vez más, pensó que no le importaría quedarse más tiempo aquí. Pero notaba algo que tiraba de ella. Sabía que no debía permanecer aquí, que no podía. Que debía avanzar. Que con quien debería estar es con el Ajax que ella conoció en Liyue.
Otro escalofrío recorrió a Lumine.
Ajax se acercó al muñeco y le quitó la bufanda.
-Bien, no está demasiado húmeda-miró a Lumine y le hizo señas-Ven.
Lumine se puso de cuclillas frente a él.
Ajax le colocó la bufanda al cuello.
-Así no tendrás tanto frío, ¿verdad?-volvió a sonreír.
La inocencia infantil, pensó Lumine, era algo maravilloso. Y maravillosamente frágil.
Su propia infancia no fue sencilla.
Sus padres murieron a temprana edad. Aether se vio obligado a actuar como el hermano mayor.
La primera vez que Lumine vio la nieve casi pierde la vida al resbalar en el hielo y precipitarse por un barranco. Sus alas aún no habían aprendido bien a volar.
Aether se tiró tras ella. Él no volaba mucho mejor, pero fue lo suficiente para frenar un poco la caída. Lumine se rompió un brazo y se dislocó una rodilla. Aether se rompió una pierna y se fracturó un ala.
Ambos lloraron. Sus padres lloraron.
Pero sanaron sus heridas. Y sus padres se fueron en un suspiro.
Y el hueco que dejaron en su ausencia se colmó y derramó del amor que dejaron atrás.
Una vez más, Lumine sintió ganas de llorar.
-... Me tengo que ir-dijo en un susurro, con la voz temblorosa.
Ajax aún no había soltado los extremos de la bufanda que la había colocado. Dio un pequeño tirón hacia abajo.
-¿A dónde?-preguntó el pequeño Ajax-¿A traicionarme?
Lumine se quedó muy quieta.
Algo le golpeó suavemente la cabeza. Una piedra. Miró arriba. Era la piedra que hacía de ojo izquierdo del muñeco de nieve.
-¿A mentirme? ¿A herirme?-hizo presión en la garganta de Lumine con la bufanda; el aliento se le atascó a Lumine en la tráquea-¿A decirme que me quieres a pesar de que no me has contado lo que pasó en Espinadragón? ¿A pesar de que terminarás abandonándome cuando encuentres a tu hermano?
Lumine no podía respirar. Debería ser fácil librarse de él. Casi no tenía fuerza ni peso en comparación con Lumine. Pero Lumine no se movió mientras veía el dolor en el rostro y lágrimas en los ojos de Ajax.
-¿Por qué?-imploró saber.
Soltó la bufanda, derrotado.
La prenda resbaló del cuello de Lumine.
Ella alzó una mano para tocarle, pero la nieve bajo su cuerpo desapareció y cayó a un agua imposible.
Y mientras caía, a su alrededor giraba a gran velocidad un oscuro paisaje que parecía querer llegar a ella y consumirla.
Le pareció escuchar a un niño llorar. Le pareció escuchar el lamento de una ballena.
Y sin ningún tipo de lógica, Lumine supo a ciencia cierta que aquello a través de lo que estaba cayendo, era el Abismo que tragó a Ajax y escupió a Childe.
Y con una exhalación, emergió nuevamente a través de la tierra como si nunca hubiera habido agua.
La siguiente gran bocanada de aire que pudo tomar sabía a nieve, una vez más, y a sangre.
Y nieve y sangre la rodeaban, efectivamente.
Se llevó una mano al cuello a la vez que se levantaba del suelo, sin poder quitarse la horrible sensación de los ojos infantiles que la acusaban.
Eran sus propios miedos. Al menos, parte de ellos.
En este tipo de juicio, solo podía ser culpable.
Miró la sangre seca que manchaba el suelo y la nieve. Invocó su espada y siguió el rastro.
Tras todo lo que había vivido y visto, no fue sorprendente que el rastro terminara en un campo de batalla. O por lo menos lo parecía.
Cadáveres poblaban el claro de aquel bosque, brotando cual flores grotescas, la sangre que había escapado de sus cuerpos había derretido la nieve a su alrededor.
Llevaban uniforme militar.
Una única y solitaria figura se alzaba de pie entre ellos, como un árbol de raíces sangrientas.
Lumine no guardó el arma, aunque su corazón volvía a sufrir.
Era Childe. Un Childe más joven que el que conocía, pero mayor respecto al niño que había dejado atrás con sus acusaciones.
No parecía mucho más alto que Lumine, y llevaba un uniforme militar igual que el de los muertos a sus pies, manchado de sangre, pero claramente no lo suya. Una espada, también manchada, descansaba en su mano izquierda.
Sus miradas se cruzaron.
El brillo que había visto en los ojos del niño había desaparecido. Eran pozos de añil oscuro. Pero no era la mirada del Childe que conocía.
Lumine recordó lo que le había confesado cuando se reencontraron en Fontaine. Que había caído al Abismo con apenas catorce años, que allí tuvo que sobrevivir y lo hizo gracias a una maestra y la obtención de una Visión.
El Childe que tenía delante ya había caído y resurgido. Seguramente no hacía mucho de eso.
Childe la miró de arriba a abajo, con gesto aburrido.
-... No llevas uniforme-dijo él, con voz ronca-No que yo reconozca, al menos-su mirada vacua se detuvo en la mano de Lumine-Vas armada. ¿Buscas pelea o venganza por alguno de los aquí presentes?
-¿Los has matado tú?
Childe miró al cadáver que tenía más cerca. Lo movió con la punta de la bota.
-Sí. Había que purgarlos.
Lumine no dijo nada, aunque las preguntas bullían en su cabeza.
-No pareces buscar venganza. ¿Vienes entonces a llevarme ante la justicia? Yo no respondo ante nadie.
Todavía no había conocido a la Arconte Cryo, pues siempre que Childe hablaba de la Zarina hablaba con devoción y lealtad. Fue ella la que reconoció su potencial y valor y le dio el título de Heraldo.
Pero, ¿qué había de valor en esto? Lumine no lo entendía, pero tampoco era tan inocente como para pensar que ella tenía derecho a juzgarlo, cuando ella misma había sesgado muchas vidas.
Lumine solo quería entender.
-... ¿Cuál es tu nombre?
Él entrecerró los ojos.
-... Tartaglia. ¿El tuyo?
-Lumine.
Siguió mirándola, sin moverse.
-¿Eres fuerte, Lumine?
-Lo soy.
Por fin, un atisbo de emoción en su rostro.
-¿Lo comprobamos?
Y sin esperar respuesta, Tartaglia se lanzó hacia ella, espada en mano, pisando y apartando cuerpos a su paso sin importarle lo más mínimo.
Lumine detuvo la embestida con su propia espada. Saltaron chispas. A pesar de la fuerza del golpe, los pies de Lumine se anclaron al suelo.
-Mm... Sí que eres más fuerte de lo que tu pequeño cuerpo sugiere-comentó Tartaglia.
Quiso desarmarla, pero Lumine desvió la espada y puso distancia entre ellos.
Tartaglia volvió a atacar, y Lumine volvió a bloquear. O esquivar. Eso parecía frustrarle.
-¿Por qué no atacas?
-No quiero luchar contigo.
-Pero no es la primera vez que lo haces, ¿verdad?
Era extraño que retazos del pasado de Childe se mezclaran con los recuerdos de Lumine y crearan un bizarro espectro que lo único que hacía era echarle en cara sus miedos.
Desvió otro ataque.
-¿No tienes intención de matarme?-preguntó él.
-No. Solo quiero entenderte.
Ante aquello, Tartaglia se detuvo. Como si lo meditase, como si le sorprendiera.
Pero no dijo nada, y cargó contra ella nuevamente.
Era fácil luchar contra él. Era más joven, más inexperto, que el Childe que conocía. Solo tenía que tener cuidado de no tropezar con los muertos ni resbalar con la sangre y nieve.
-Lucha-le exigió él.
-Tienes más motivaciones que eso, ¿no?
Tartaglia frunció el ceño.
-Eres realmente fuerte. Y quiero enfrentarme a personas fuertes. Así que, te haré luchar en serio. Quizás debería hacerte una cicatriz a juego en la otra mejilla.
Él era el que le había hecho aquella cicatriz. Lumine se ponía enferma solo de pensarlo.
Tartaglia volvió a lanzarle estocadas, pero esta vez sacrificó fuerza por velocidad. Y entre medias, antes de que Lumine pudiera retirarse, invocó una espada de agua en la mano contraria y golpeó de lleno a Lumine, que rodeó por el suelo, alejándose del campo poblado de cuerpos.
Antes de que tuviera tiempo de volver a ponerse en pie, un ataque de agua fue directo a su cabeza. Lumine lo detuvo con su propio proyectil de agua.
Una ligera lluvia cayó sobre ella al colisionar los ataques de agua.
Lumine se puso en pie.
-Hydro...-murmuró él; ahora parecía molesto por otra cosa-¿Dónde está tu Visión?
-No tengo.
-¿Y aun así controlas poder Hydro?-sonaba escéptico, mucho. Pudo ver que contenía una risa burlona.
-Puedo controlar varios elementos, en realidad.
La burla desapareció de sus labios.
-¿Sin Visión?
-Sí.
Lumine no estaba segura de por qué le provocaba. Quizás porque en el fondo le gustaba hacerlo, o porque era una parte intrínseca de la relación entre ellos.
Con más ahínco aún si cabe, Tartaglia alzó la espada contra ella, y al ver que también usaba ataques elementales, Lumine cedió y le dio lo que quería. Una buena pelea.
Tartaglia acabó en el suelo pocos minutos después. Tenía la respiración agitada, pero la miraba desde abajo con algo parecido al asombro.
-¿Te rindes?-preguntó Lumine.
-Nunca.
Pero no se movió de donde estaba, tumbado en el suelo, desarmado, con la punta de la espada de Lumine descansando debajo de su barbilla.
-¿Eres una diosa?-le preguntó.
Lumine sintió cómo sus tripas se revolvían.
En algún que otro mundo, en algún otro tiempo, a veces, a Lumine y Aether les consideraban dioses. Por sus poderes, por sus alas, por su linaje. Pero ellos erraban demasiado como para ser considerados dioses.
Lumine prefería no pensar en ello. Quizás porque, muy en el fondo, apenas recordaba nada, y confiaba en que, una vez que encontrara a Aether, él se lo explicaría todo, y todo volvería a tener sentido y volverían a estar juntos.
-No-contestó en un susurro-¿Por qué los has matado?
-Son unos asesinos corruptos.
-¿Y en qué te convierte eso a ti, que los has matado?
-... Nunca he dicho que yo no fuera un monstruo-desvió la mirada al lado, aún sin hacer intento de levantarse-... Me alisté en el ejército para tranquilizar a mis padres, porque yo ya no soy el hijo que ellos querían, y mi cuerpo clama por la batalla. Pero la organización está podrida. Matan a los que se oponen a su jerarquía y a aquellos que intentan desertar. Por lo menos en mi guarnición-la devolvió la mirada-No hay gloria en ese tipo de batalla.
Lumine podía verlo. Podía ver a Childe. Tartaglia. Ajax.
Apenas había visto un fragmento de su vida mezclada con experiencias propias de Lumine, pero podía verse, no reflejada, pero sí refractada a ella misma. Porque sabía lo que estaba viendo. Alguien que buscaba un motivo para sentir algo. Alguien que creía que tenía que huir de lo que realmente era para no decepcionar las expectativas que los demás tenían de ti.
Es difícil catalogarse a uno mismo, y más a otra persona. Pero todo empieza queriendo conocer y entender a esa persona.
Comprensión y amor van dadas de la mano.
Lumine retiró la espada, que desapareció en chispas, y le tendió la mano al chico de ojos perdidos manchado en sangre.
Algo dubitativo, le cogió la mano, y Lumine le ayudó a incorporarse hasta quedar sentado.
Lumine se acuclilló frente a él, como había hecho con el pequeño Ajax. Aún tenía agarrada su mano.
Sonrió.
Tartaglia la miró fijamente. Luego, a sus manos unidas.
-Te he manchado de sangre-dijo él.
-Yo también estoy manchada.
Había algo más implícito en esas palabras. Luchaban y mataban por aquello que creían que era lo correcto. Por proteger a aquellos que les importaban. Y habían cometido terribles actos que ensuciarían sus almas para siempre.
Entonces, un brillo en los ojos de él ante aquellas palabras. No, no era un brillo. Era humedad en sus ojos.
-Ugh...
Empezó a llorar.
Soltó a Lumine, y se llevó las manos a la cara.
Sollozaba de manera tan fuerte que parecía doler físicamente.
Bajó las manos y la miró con el rostro manchado de sangre y cubierto de lágrimas.
-No... No puedo parar de llorar-sollozó.
Sonaba absolutamente vulnerable.
Lumine se inclinó hacia delante y le envolvió en un abrazo. Tartaglia se agitó, todavía llorando, pero terminó por claudicar, y hundió el rostro en el hombro de Lumine. Temblaba como un copo de nieve zarandeado por el viento.
-No pasa nada-le susurró Lumine en el oído.
Por muchos obstáculos que se encontrara en su camino, Tartaglia seguiría adelante. Se encontraría a sí mismo, en un futuro que él mismo habrá labrado, para bien o para mal. Y encontrará amor.
-Te echaré de menos-lloró él contra su hombro.
El cuerpo de Tartaglia se deshizo en sus brazos en una explosión de burbujas.
Y Lumine volvió a caer en aguas profundas.
*. *. *
Lumine creyó que por fin se había reunido con su Childe, porque no había nada a su alrededor, ningún paisaje, y porque Childe tenía el aspecto de siempre. Pero no. Aquel Childe todavía conservaba ambos ojos. Y su Visión colgaba de su cintura.
-Lumine-le llamó él; ella empezó a andar hacia él-¿Vienes a arrancarme un ojo y el corazón?
El paso de Lumine se detuvo.
-¿Cuántas veces han de manipularme por tu culpa hasta que estés satisfecha?
Childe dio un paso hacia delante.
-¿Cuántas veces he de intentar matarte para que me dejes?
Lumine dio un paso atrás.
-¿Cuántas más veces has de fracasar en tu misión para perder a tu hermano?
Lumine se ahogaba. Se hundía. Agua llenaba sus pulmones y salía por su boca.
Ni siquiera sabía si el agua que salía de sus ojos eran lágrimas.
Se ahogaba en su propio cuerpo en terreno seco.
Childe la abrazó.
-Mi querida Lumine... ¿Cuándo te darás cuenta de que nada de lo que haces tiene sentido?
Lumine se transformó en burbujas en un grito mudo.
*. *. *
Aunque ya hacía varios minutos desde que desapareció la puerta que los había separado, el pánico en el interior de Tartaglia no remitía.
¿Por qué él sí había podido atravesar la puerta y Lumine no? ¿Dónde estaba Lumine? Se suponía que enfrentarían juntos lo que fuera que les tenía preparado aquel antiguo mar y una antigua diosa.
Lumine sabía cuidarse de sí misma, se dijo. Se recordó. Y él tenía que hacer lo mismo hasta que se reencontrara con ella.
En su alarma ante la separación, ni siquiera se había molestado en prestar atención a lo que le rodeaba.
No había agua.
Bajo sus pies, azulejos blancos y dorados y altos techos sobre su cabeza. Parecía una catedral. O un castillo.
Nevaba más allá de sus altas ventanas.
Tartaglia empezó a recorrer sus largos pasillos en busca de Lumine.
Todo estaba muy silencioso. Solo sus botas repiqueteando contra el suelo dejaban sonido tras de sí.
¿Dónde se supone que estaba?
Silencio y blancura y claridad lo acompañaron durante mucho tiempo, o al menos a él le pareció mucho tiempo, lo cual achacó a su impaciencia.
No había enemigos. Por no haber, no había nadie. Solo silencio.
Hasta que escuchó una risa.
Tartaglia miró en la dirección de donde había escuchado la risa.
Una niña apareció riendo por una de las esquinas de un pasillo lateral.
Iba corriendo y riendo, descalza. De vez en cuando, miraba por encima del hombro, como si hubiera alguien que iba tras ella.
No parecía estar en peligro, más bien, parecía estar divirtiéndose.
La niña paró en seco cuando vio a Tartaglia. Era tan pequeña. Y sus ojos tan puros.
Miraba fijamente a Tartaglia. La niña habló.
Por un momento, Tartaglia pensó que algo le pasaba en los oídos, pues era incapaz de comprender ni una sola palabra de las que dijo la niña.
Entonces, se escuchó otra voz a lo lejos. Una aguda, como si fuera otro niño. Y dos voces adultas, que venían de otro pasillo.
Tartaglia no entendía qué decían, pero una única palabra fue capaz entender de un idioma que se escapaba a su comprensión.
-... Lumine.
La niña miró hacia atrás, nerviosa. Luego, le miró a él. Una Lumine niña le miraba con curiosidad y aprehensión.
Parecía tan frágil en ese pequeño cuerpo. Y aun así, resplandecía.
La niña le dijo algo. No entendió nada.
-¿Qué pasa?-preguntó él.
Lumine torció el gesto y fue evidente que ella tampoco le entendía a él. Tartaglia soltó una carcajada ante su expresión.
Lumine volvió a decir algo.
-No te entiendo.
Lumine se mostró entonces algo cohibida, como si sospechara de él, como si creyera que no podía confiar en él.
Tartaglia recordó algo, algo que le contó y enseñó Lumine no hace mucho. Algo de su cultura de origen, y que demostraba confianza y respeto.
Tartaglia se puso de rodillas frente a ella y se llevó una mano al pecho, sobre su esternón. Luego, la extendió hacia Lumine.
Los ojos de la niña brillaron, e imitó el gesto, para luego poner su pequeña mano en el pecho de Tartaglia.
Las voces resonaban por todo el lugar debido al eco.
Lumine dejó caer la mano y señaló la mano de Tartaglia. Él se la cogió.
Entonces Lumine echó a correr nuevamente, pero no era capaz de tirar del peso de Tartaglia.
Las voces sonaban cada vez más cercanas.
Lumine tiró de él.
Tartaglia seguía sin entender nada de la situación. Pero lo suyo era la improvisación, así que cogió a la pequeña Lumine en brazos, y echó a correr en dirección contraria a las voces.
La velocidad a la que iba hizo soltar un grito alegre a la niña.
No sabía hacia dónde ir, pero Lumine en su regazo le señalaba con el dedo distintas direcciones. No paraba de reír entre dientes. Le recordaba a sus hermanos pequeños y eso solo hacía que el pecho se le calentara. Se preguntaba si aquella niña estaría jugando al escondite.
Tras muchos giros y escaleras, llegaron a una puerta que conectaba con el exterior.
Tartaglia se detuvo y Lumine bajó de sus brazos.
Fue hacia la puerta. Era demasiado grande y gruesa para que una niña que ni siquiera llegaba a los picaportes pudiera abrir.
Pero Lumine puso la mano en la puerta, y esta se abrió de par en par.
Fuera, el mundo era blanco.
Una vez más, Tartaglia sintió un pinchazo de nostalgia por su hogar en el pecho.
Unas largas escaleras conectaban el edificio con el jardín, y Lumine saltó de lo alto de la escalera, provocando un micro infarto a Tartaglia.
Y en mitad del salto, Lumine extendió unas alas a su espalda. Eran pequeñas, como ella, y preciosas, como ella.
Pero no consiguió alzar el vuelo correctamente y Tartaglia se echó hacia delante para cogerla. La envolvió en sus brazos y Tartaglia sufrió los últimos escalones por todo su cuerpo. La nieve dio la bienvenida al final.
Lumine salió de entre sus brazos y le miró con preocupación. Volvió a hablar.
Seguía sin entenderla, pero supuso que preguntaba si estaba bien.
-Estoy bien, estoy bien. He soportado cosas peores.
No sabía ni para qué decía nada si ella tampoco parecía entenderlo.
Se levantó y dio una vuelta sobre sí mismo.
-¿Ves? Perfecto.
Lumine asintió. Aunque no sus palabras, sí había entendido que estaba bien.
Aunque no había nadie tras ellos, las puertas se cerraron solas.
Lumine se levantó y empezó a correr por la nieve, pletórica y maravillada. Casi como si... Como si fuera la primera vez que veía nieve.
A pesar de ir descalza, el frío no parecía molestarla.
Volvió a hablarle y hacerle señas para que se acercara.
Tartaglia se puso en pie y la siguió.
Según se alejaban del castillo (por fuera parecía más un castillo), el número de árboles aumentaba, y aunque Tartaglia había viajado bastante a lo largo de su corta vida, no recordaba haber visto árboles similares, y no solo por el hecho de que la nieve que los cubría le impidiera distinguirlos.
Era raro ver a una Lumine que parecía incluso más joven que Teucer corretear por la nieve y con pequeñas alas blancas a su espalda, como un ángel de nieve.
Sabía que Lumine era de otro mundo, pero quizás hasta no ver que no hablaba un idioma ni siquiera parecido a nada que Tartaglia hubiera escuchado nunca, no fue realmente consciente de ello.
Ese pensamiento le hizo sentirse más alejado de ella.
Lumine iba varios pasos por delante, mirando y tocando todo con asombro. Incluso alguna vez alzando un poco el vuelo para tocar ramas de los árboles.
De vez en cuando, miraba por encima del hombro para ver si él seguía ahí, y sonreía cuando sus miradas se cruzaban.
-¿Quieres hacer un muñeco de nieve?-le propuso Tartaglia.
-¿Mm?
-Ya sabes. Hacer una personita con nieve.
Tartaglia se agachó y empezó a juntar nieve. Notó cómo se le empapaban los guantes, pero se agradecían para que no se le entumecieran las manos.
-¡Ah!-exclamó Lumine, que parecía que le había entendido.
Una bola de nieve se estampó contra la cara de Tartaglia.
... O tal vez no.
-No era eso a lo que me refería, pero...
Le lanzó una bola a Lumine. Le dio en toda la cara también. Temió haberla hecho daño por un instante, pero Lumine rio al momento.
Tartaglia acumuló más nieve y empezó a rodarla por el suelo, haciéndola más grande.
-Oh...
Lumine empezó a hacer otra bola más grande, pero no se la tiró. Ahora sí que lo había entendido.
Tartaglia se sintió un poco como volver a casa y a la infancia. Después de hacer el cuerpo y la cabeza, mientras Lumine rompió ramas de árboles, Tartaglia cogió piedras.
-... Los muñecos de nieve no suelen tener cuatro brazos-comentó Tartaglia al ver que Lumine había clavado cuatro ramas en el muñeco.
Lumine ladeó la cabeza, confusa. Tartaglia agitó los brazos.
-Brazos.
Lumine le dio la espalda y agitó las alas sin alzar el vuelo.
Esta vez, fue el turno de Tartaglia de decir:
-Oh.
Miró que dos de las ramas estaban clavadas más hacia atrás, en la espalda del muñeco de nieve.
Esas ramas tenían más hojas que las que hacían de brazos.
-Alas-dijo, señalando la espalda de Lumine y luego la espalda del muñeco.
Lumine asintió con energía. Luego, tocó su pecho y luego el del muñeco. Se despidió enérgicamente con los brazos, y volvió a echar a correr hacia delante.
Tartaglia se planteó ponerle su bufanda al muñeco. Solía hacerlo en su hogar.
Pero Lumine parecía haber perdido el interés, así que la dejó alrededor de su cuello. La Lumine adulta llevaba peor el frío. Mejor quedársela en caso de que la necesitara más adelante. Cuando la encontrara. Por ahora, seguiría a su versión más pequeña e inocente.
Lumine volvió hacia él. Habló.
Tartaglia se la quedó mirando.
Lumine se señaló.
-Lumine.
Le señaló a él.
Tartaglia sonrió.
-… Ajax. Me llamo Ajax-sí, volví a sentirse un niño.
-A…ya…kus…?
-No. Ajax-pronunció más despacio y vocalizó más.
-A…jax…
-Eso es. Lumine y Ajax.
La niña esbozó una amplia sonrisa radiante.
Siguieron andando, y en un momento dado, parecía que habían llegado a uno de los límites del bosque, que terminaba en un peligroso acantilado. Tartaglia se acercó un poco más a ella para evitar que cayera.
Lumine voló hacia él, con el rumbo algo torcido, y se señaló su ojo izquierdo, para luego señalar el de Tartaglia.
-¿Esto? Una herida de guerra-dijo, tocándose el parche.
Lumine señaló, de manera insistente, el parche.
Tartaglia frunció el ceño, confuso.
-¿Quieres ver mi ojo o algo así? En realidad, no hay ojo que ver.
Si fuera la Lumine que conocía, o se habría reído de su intento de humor, o habría puesto los ojos en blanco.
Pero esta Lumine simplemente le miraba con mucha curiosidad, la propia de un niño, y desde que habían intercambiado el gesto del esternón (Tartaglia se preguntó si tendría un nombre propio; no recordaba que Lumine se lo comentara), parecía que Lumine se sentía a salvo con él a pesar de ser un desconocido. Además, habían compartido sus nombres.
Por eso, Tartaglia se encogió de hombros, y se quitó el parche.
La respuesta que esperaba era de disgusto y repugnancia, algo propio de un desconocido sin modales o de un niño sin filtro, pero el rostro de Lumine se cubrió de tristeza al verlo.
Entonces, echó a volar otra vez y se alejó rápidamente.
Tartaglia contuvo un suspiro y cierta decepción.
Y tan rápido como se fue, Lumine volvió volando para plantarse delante de él. Una vez más, le fallaron las alas, y Tartaglia la cogió en brazos otra vez.
Llevaba algo en la mano.
Era una flor.
¿Dónde había encontrado una flor con aquel clima...?
Entonces, vio de qué flor se trataba.
Por supuesto.
Inteyvat.
-Bonita, ¿verdad?-dijo Tartaglia-A ti te quedan muy bien en el pelo...
Lumine alzó la flor hacia él y se la clavó en la cuenca del ojo vacía.
No fue la ausencia de dolor lo que le desconcertó, sino el rostro de Lumine.
Sonreía, pero lloraba.
Debido a la sorpresa, los brazos de Tartaglia soltaron a Lumine. Ésta volvió a alzar el vuelo y, una vez más, sus alas fallaron.
Y se precipitó barranco abajo.
Tartaglia se tiró tras ella.
La caída le cortaba la respiración.
No, no solo era eso, había agua en sus pulmones.
No conseguía alcanzar a Lumine, que no hacía ningún esfuerzo por volar y evitar la caída. Le dijo algo. Tartaglia no lo escuchó, pero tampoco lo habría entendido.
Para cuando Tartaglia se estrelló contra el suelo, no había realmente suelo. Ni tampoco Lumine.
Solo agua.
Al salir del agua, su sentido de la orientación jugándole una mala pasada, pues emergió de la superficie del agua donde se suponía que estaba el fondo.
Aquellas aguas no eran del todo tranquilas, pero tampoco bravas. Olas rompían sobre una superficie de arena.
Una playa.
Por un breve instante, le pareció ver la figura de una ballena en el horizonte. Incluso escucharla.
Tartaglia nadó hasta allí.
Cuando hizo pie en tierra, miró atrás, y contempló, anonadado, cómo el mar había desaparecido. Solo quedaba arena de un blanco puro y un sol inclemente sobre su cabeza.
No veía nada más allá. Mucho menos una ballena, algo que le llevaba obsesionando desde hacía tiempo.
Se llevó una mano a la cara. Llevaba el parche puesto. Ninguna flor asomaba de su ojo...
Bueno, la cosa se volvía todavía más rara por momentos. Prefería no pensar en ello. Solo esperaba esta vez encontrar a su Lumine.
Todo estaba muy tranquilo.
De pronto, un ruido y una sombra en su periferia.
Solo su experiencia en el campo de batalla le permitió reaccionar a tiempo, sacando su arco, y bloqueando con él una estocada de espada.
Antes de que el adversario se alejara del todo, Tartaglia tensó y destensó el arco en un rápido movimiento, pero la flecha fue desviada y se clavó en la arena.
Quien le había atacado puso distancia entre ellos.
Tartaglia sólo bajó el arco cuando la reconoció.
-¿Lumine? Menos mal, pensé que...
Lumine no bajó el arma.
-Ya sabes que me encanta luchar contra ti, pero hasta yo sé que este no es un buen momento...
Avanzó unos pasos hacia ella, y se detuvo cuando pudo verla mejor. No tenía una cicatriz en la mejilla izquierda. No era su Lumine. Además, su Lumine nunca le miraría así. Esperaba que fuera así, incluso en el futuro. Por no hablar de las majestuosas alas que adornaban su espalda.
Lumine no envainó la espada. Le gritó algo. Sonaba enfadada, o más bien, amenazante. Una vez más, Tartaglia no la entendía.
Se le ocurrió a Tartaglia pensar que ella debía ser la Lumine antes de que ésta llegara a Teyvat.
Recordaba que, al principio, Lumine apenas hablaba (aunque, quisiera ella o no, su rostro y su cuerpo eran muy expresivos) y Paimon se encargaba de hablar por las dos. Puede que se debiera principalmente a que Lumine no conocía el idioma de Teyvat, igual que ahora él no reconocía el idioma que hablaba aquella Lumine.
Además, había sentido tanto alivio al verla pensando que era la Lumine que conocía que no había hecho caso a un ligero hormigueo que le recorría el cuerpo en presencia de aquella mujer.
Había algo sobrenatural y, sobre todo, poderoso en ella. Aún no debía haber perdido sus poderes. Lo que quería decir que seguramente no había matado a Tartaglia en ese primer ataque porque no había querido. Lumine siempre había sido de esas de preguntar primero y matar después. Tartaglia justo lo contrario.
Antes de nada, si quería intentar poder entender algo de la situación (aunque dados los antecedentes previos lo dudaba seriamente), lo mejor que podía hacer era mostrarse inofensivo.
Dejó que su arco desapareciera en chispas y puso las manos en alto.
-¿Podemos hablar? Aunque no sé si nos entenderíamos.
A juzgar por el rostro de esta Lumine, no parecía probable.
No sería tan fácil como con la Lumine niña. Y eso que esa pequeña Lumine había terminado...
Supuso que no era tan raro que Lumine quisiera matarlo.
-Lumine.
Ante el uso de su nombre, notó cómo ella se tensaba. Bajó la espada, pero no la soltó.
Volvió a hablarle. Debía ser algo de cómo es que sabía su nombre. Probablemente.
-Lumine-la señaló-...Ajax-se señaló a sí mismo.
Tartaglia se llevó una mano al esternón, y luego extendió la palma hacia Lumine.
Lumine le escudriñó, desde una distancia prudencial.
-No estoy muy seguro de dónde estoy-siguió diciendo Tartaglia, aunque sabía que era inútil-Pero quizás esto es la prueba que se supone que tengo que pasar para ayudar a la chica de la que estoy enamorado a salvar todo un país-Lumine se siguió acercando, con paso cauteloso-No es que me importe mucho, por no decir nada, dicho país, pero me ha sacado de la cárcel para limpiar mi nombre y ayudarme, así que...
Lumine se paró delante de él y Tartaglia olvidó lo que estaba diciendo.
Desde tan cerca, a pesar de que físicamente era prácticamente igual a la Lumine que conocía, había algo más maduro y poderoso en ella. Y con esas alas... Era hasta intimidante (lo cual era bastante sexy por su parte), a pesar de que Tartaglia le sacaba una cabeza en altura.
Tenía los labios apretados en una fina línea, y no apartaba los ojos de Tartaglia, especialmente la cara y las manos.
Pero ya no iba armada.
-Ya he dicho que no voy a hacer nada-levantó las manos otra vez en gesto de rendición.
Lumine habló. De manera lenta, vocalizando mucho.
-Aunque hables así, sigo sin entender...
Lumine hacía una pausa detrás de cada sonido, los cuales eran cortos, y gesticulaba mucho. Casi como si... Estuviera deletreando. Pero con las pausas que hacía, no parecía formar una palabra, ni una frase.
Quizás solo fuera su alfabeto, su abecedario.
-Espera.
Tartaglia se dejó caer en la arena. Lumine volvió a sacar su arma, que ahora que la veía de cerca, no era la espada con la que acostumbraba a verla. Esta era mucho más bonita y seguramente más poderosa, como ella.
Tartaglia obvió el arma y empezó a escribir con los dedos sobre la arena. Escribió una a una las letras de su alfabeto, mientras las pronunciaba en voz alta.
Al rato, Lumine se sentó a su lado, demasiado lejos para su gusto, aún algo recelosa, pero le escuchaba con atención mientras miraba lo que escribía.
Cuando terminó, Tartaglia la miró, expectante. Ella seguía mirando el alfabeto de arena.
Entonces, ella dibujó el suyo propio, volviendo a pronunciar todo lentamente.
-Ya...-Tartaglia miró ambos alfabetos-¿No esperarás que con solo esto yo pueda...?
Lumine señaló el alfabeto de Tartaglia.
-¿Esto? Se pronuncia...
Volvió a recitarle el alfabeto.
Lumine le señaló.
-... Ajax.
Tartaglia sintió un burbujeo en la boca del estómago.
-Sí. ¿Lo ves?-señaló las letras-Ajax.
Recordó cuando sus hermanos pequeños empezaron a aprender a hablar. Había algo...cálido en todo esto, sentarse a compartir algo que uno considera intrínseco en su ser.
Lumine miró una vez más su abecedario. Le hizo volver a repetir los sonidos.
Y entonces, como siempre, Lumine le sorprendía.
-... ¿Es así como se habla tu idioma?-preguntó, no demasiado convencida al pronunciar esas palabras.
Por supuesto, si esta era la Lumine con todos sus poderes y recuerdos, que había visitado y vivido mil mundos, ¿cómo no iba a aprender un lenguaje en cuestión de minutos y con apenas unas nociones básicas? Desde luego, parecía omnipotente.
-Eso es-sonrió Tartaglia.
-¿Por qué sabes tu...?-frunció los labios-Tu... No, mi nombre.
-Porque te conozco. O más bien, te conoceré.
Lumine le miró con escepticismo.
-¿Me has entendido?
-... Sí, pero no tiene sentido. Al menos, en este mundo-miró la extensión de la playa-En otros mundos, quizás el tempo... Tiempo, pueda manip... Modificarse.
Resultaba fascinante escucharla hablar, ella misma corrigiéndose si se equivocaba o le costaba expresar una palabra, mirando ambos alfabetos escritos en la arena.
Lumine le miró.
-¿Te hice yo eso?-señaló su parche.
¿Por qué todas las Lumine con las que se encontraba parecían obsesionadas con su ojo ausente?
-No. ¿Por qué piensas que lo hiciste?
-Parecemos enemigos.
-Lo somos.
Lumine alzó una ceja.
-Pero somos más que eso-añadió Tartaglia.
-... ¿Qué estás haciendo aquí?-preguntó ella; sonaba curiosa, y aunque era una situación extraña, ya no le consideraba peligroso.
-Busco a la tú que conozco.
-¿Y ella quiere que la encuentres?
Tartaglia frunció el ceño.
-¿Por qué no iba a querer que la encontrara?
-Porque te estoy mintiendo y guardando secretos.
Había hablado en primera persona, pero no parecía consciente del error, y no se había corregido, o quizás era lo que quería decir. Todo esto era muy raro.
-¿Qué haces tú aquí?
-Esperar a mi hermano.
Sin importar lo que hiciera y cuándo fuera, Lumine siempre buscaba a su hermano. Sentía envidia por un amor tan profundo.
-¿Y dónde está?
-Reconociendo el terreno. Hace poco que hemos llegado a este mundo, así que...
Lumine le había contado, hacía tiempo, cuando supo que provenía de otro mundo, que viajaba con su hermano por distintos mundos.
-¿Y qué buscáis?
-... Un hogar. El nuestro... Fue destruido.
Tartaglia fue a preguntar para que le contara más cosas, pero Lumine se adelantó con su pregunta.
-¿Dejarás de quererme?-le preguntó Lumine de pronto.
El corazón de Tartaglia se detuvo un instante.
-¿Por qué iba a hacerlo?
Lumine sonrió.
-Porque no soportas no que otra persona tenga control sobre tu vida y porque odias a los mentirosos. Como yo.
Le rodeó con las alas, y de un golpe, le tiró a la arena, borrando sus dibujos de letras tan dispares, y colocándose encima de él.
La situación le pondría bastante a Tartaglia de no ser por lo perturbado que le había dejado todo lo que le había dicho.
Lumine le rodeó la garganta con las manos, y apretó.
El recuerdo de haberle hecho él lo mismo a Lumine le golpeó tan fuerte como una ola.
Sentía que se hundía.
No. Se estaba hundiendo. La arena lo estaba tragando.
Antes de que esa misma arena lo cubriera por completo, vio cómo Lumine esbozaba una sonrisa infinitamente triste.
-Te quiero-murmuró-Aunque supongo que eso no es suficiente.
Y Tartaglia volvió a caer.
Y en vez de arena, una vez más agua le rodeó.
Escuchó a Lumine gritar el nombre de Aether, y en una sucesión rápida de imágenes, Tartaglia creyó ver el momento en que Lumine perdía tanto sus poderes como a su hermano.
Fue un grito desolador.
*. *. *
Tartaglia creyó que esta vez se había reencontrado con su Lumine, pues no tenía alas, pero, por supuesto, se equivocaba, pues tampoco tenía la cicatriz de la cara.
-¿Recuerdas lo que pasó?-le preguntó Lumine.
Tartaglia fue a preguntar cuándo, pero Lumine no le dio esa oportunidad.
Lo único que hacía era sumar más y más inquietudes a las que habían apilado sobre sus hombros las anteriores Lumine. Sobre la sospecha de que había algo que Lumine no le estaba contando, y que tenía que ver con cuando estuvo a punto de morir él y Lumine intentó acabar con la relación que tenían. Aquello solo le provocaba náuseas.
-Sí que lo recuerdas-siguió diciendo Lumine-Pero no quieres aceptarlo.
Tartaglia sacudió la cabeza. Sentía que el cuerpo le pesaba.
-Un muerto en vida como tú no tiene derecho a anhelar amor. Y solo has conseguido un amor pretencioso y poco duradero que te llevará a la ruina.
Tartaglia volvía a hundirse en el suelo. Agua flotaba en su campo de visión y en su interior.
-No eres digno de amor. No eres digno de una Visión. Y lo que tienes en tu interior te consumirá.
Tartaglia ya sentía que se estaba consumiendo.
-¿Cuántas veces más he de mentirte y has de intentar matarme para darte cuenta?
Tartaglia se ahogó, como cuando era niño.
Rápido, frío y oscuro.
*. *. *
La siguiente vez que Tartaglia abrió los ojos, estaba de pie en una caverna. Humedad y frío le calaban los huesos. Pero más le preocupaba el frío húmedo de su interior.
Había alguien más en la estancia. Tartaglia la escudriñó con la mirada.
-... Eres uno de esos pequeños monstruos adorables de Fontaine-dijo Tartaglia-Melu... Algo.
-Melusinas-respondió una voz femenina-Y no soy una melusina.
Tartaglia alzó una ceja.
-Permite que lo dude.
La melusina desvió la mirada y se alejó un par de pasos de él. Le recordaba a sus hermanos pequeños cuando estos se mostraban tímidos frente a gente nueva, hasta que los conocían, o si la curiosidad no era más fuerte que ellos. Entonces, eran todo energía.
-No suele ser mi aspecto habitual...
Parecía que había herido el sentido de la moda de la pobre melusina.
-No estás tan mal...
-Ugh. Déjalo. Eres el Fatui al que han condenado, ¿verdad?
Así que sabía quién era.
-Childe-se presentó, aunque no es como si hiciera falta-¿Y tú eres...?
-Lynette.
-... ¿La hermana gemela de Lyney?-una vez más, su voz sonaba escéptica. O sarcástica. O ambas.
-Ya he dicho que este no es mi aspecto normal. Lumime cree que me han transformado en esto para sobrevivir a estas aguas y...
-¿Has visto a Lumine?-preguntó enseguida al oír su nombre.
Lynette le miró. Con ese cuerpo tan pequeño, tenía que alzar mucho la cabeza para mirar a Tartaglia a los ojos.
-Sí. Ella te estaba buscando.
-Se suponía que te estaba buscando a ti.
-Quizás no deberíais haberos separado, entonces.
-Algo totalmente contra mi voluntad.
-Y contra la mía. Nos separamos al atravesar una puerta.
Era algo más seca y parca en palabras, con una actitud bastante borde, pero había algo de timidez tras ello y la fuerte convicción de que no iba a dejar que nadie la tomara el pelo.
Tartaglia ya sabía cuál de los dos hermanos (o tres, más bien) le gustaba más.
-En tal caso, ¿tú también...?
La frase quedó inconclusa cuando una lluvia de espuma y burbujas cayó sobre ellos del techo y, de esa lluvia, cayó un cuerpo, justo en los brazos de Tartaglia.
Estaba empapada y fría, pero estaba en sus brazos.
-Lumine.
Lumine respiró con dificultad, como si acabara de evitar ahogarse. Tartaglia conocía esa sensación.
Exhaló, y miró al dueño de los brazos que la sujetaban, que la miraba en consecuencia.
-... ¿Eres tú de verdad?-cuestionaron a la vez el uno al otro.
Lumine soltó un largo suspiro de alivio.
-Parece que hemos vuelto...-su voz sonaba cansada; se frotó la cara.
La cabeza y el corazón de Tartaglia estaban hechos un lío, por lo que dejó a su cuerpo actuar por su cuenta.
Estrechó a Lumine más entre sus brazos, e inclinó la cabeza para besarla.
Notó cómo el cuerpo de Lumine se ponía rígido, como si la sorprendiera, aunque no debería.
Luego, trémula, le devolvió el beso. A pesar de lo desesperado que se sentía Tartaglia y su beso, el de Lumine casi parecía dubitativo.
-¿Qué pasa...?-susurró él contra sus labios.
Un carraspeó rompió el momento.
... Cierto. No estaban solos.
Ambos miraron a la melusina que no era una melusina.
-Lynette-dijo con alivio Lumine, para acto seguido desembarazarse del abrazo de Tartaglia e ir hasta su amiga. Tartaglia intentó no sentirse ofendido al respecto-¿Estás bien?
-Estoy bien-la tranquilizó Lynette-Pero, cuando nos separamos...
Lumine apretó los labios.
-¿Qué has visto?-Lynette dejó caer la mirada al suelo-Olvídalo. No tienes que contarme nada...
-Mi pasado-respondió de todas maneras Lynette, en voz baja-Parte de él, al menos. Partes que... No me gusta recordar.
Lynette miró a Tartaglia, como sopesando si decir más en su presencia.
-Cuando era niña, y me vendieron. Y... Lo que supuso.
Apenas había dado detalles, pero ya solo la forma en que lo dijo, y su lenguaje corporal y el de Lumine, que parecía que sabía qué había pasado, decían suficiente. Tartaglia se sintió un poco enfermo.
-No ha sido agradable-dijo Lynette-Bueno, al principio lo era, pero luego...-su voz se apagó-Pero, al final, no estaba sola. Lyney también estuvo allí, para mí.
Parecía que Lumine quería decir algo. O más bien, hacer algo. Como ofrecer consuelo. Pero, por primera vez, Tartaglia vio cómo Lumine dudaba sobre cómo actuar. Y tenía que ver con Lynette. Quizás había pasado algo entre ellas.
Quizás ahora Tartaglia entendía el gesto de dolor que Lynette había mostrado cuando presenció su beso. ¿Acaso ella también estaba enamorada de Lumine, como parecía estarlo su hermano (y la mitad de Teyvat)? No, no parecía eso. Parecía un dolor por rechazo distinto.
-... Yo también creo que he visto partes de un pasado-terminó por decir Lumine-Pero no el mío.
Miró a Tartaglia.
Aquello que revoloteaba en su pecho murió y se estrelló, frío, en las profundidades de su estómago. Tragó saliva.
-¿Y qué has visto?-preguntó, intentando no sonar nervioso. Le asustaba un poco preguntar (no por la pregunta en sí, sino por la respuesta), pero más le asustaba no saber.
-¿Y tú?-le devolvió la pregunta.
-Partes de tu pasado-respondió Tartaglia-Pero creo que mi interferencia ha hecho que sean algo distintos.
-Yo también. ¿Será por qué hemos influido el uno en el otro? Eso de que hemos sido el precio de cada uno y hemos sido juzgados juntos...
Más cábalas. Menos respuestas.
-... Supongo que os gustaría saber los detalles el uno del otro-intervino Lynette, que si bien se veía que no la gustaba hablar porque sí, cuando lo consideraba necesario, decía todo lo que quería-Pero deberíamos...
Agua empezó a gotear de varias grietas de la cueva, y serpentearon entre ellas hasta adquirir una forma antropomorfa.
Lynette se acercó a Lumine, ante la inminencia de posible peligro.
-Bienvenidos de nuevo-los saludó la antigua Arconte, hecha de agua-Y hola a ti, hija del agua bendecida por el viento-añadió, dirigiéndose a Lynette.
Tartaglia no sabía muy bien a qué se refería con eso último. Supuso que lo decía porque Lynette era de Fontaine y... ¿Puede que tuviera una Visión Anemo?
-Debo admitir que lo que he presenciado ha sido mucho más interesante de lo que esperaba-siguió hablando la Arconte-Especialmente vosotros dos. No esperaba que vuestros corazones se...mezclaran de esa manera-sonrió una sonrisa extraña en ese cuerpo.
-... Eso no es normal-murmuró Lynette.
-Nada de esto es normal, si me preguntas-dijo Tartaglia.
-¿Qué significa...?-empezó a preguntar Lumine, pero la Arconte de agua la interrumpió.
-Habéis conseguido abrir la puerta al corazón del mar primigenio, así que debo felicitaros. Aunque-hizo una pausa-No creo que sea de vuestro agrado a lo que os enfrentareis allí.
Y con esa última advertencia, se deshizo, aunque Tartaglia sospechaba que no sería la última vez que la verían.
-Y ahora, ¿qué se supone que...?
El centro de gravedad volvió a cambiar, y los pies de Tartaglia abandonaron el suelo, al igual que sus acompañantes, y cayeron hacia el techo.
No chocaron contra roca, sino contra agua en una gran salpicadura, y emergieron en otro suelo.
Aquel dominio desde luego era un laberinto desorientador y molesto.
-¡Ah!-una exclamación ahogada, demasiado familiar.
Tartaglia se levantó del suelo para ver cómo Paimon se lanzaba hacia Lumine.
-Paimon. Paimon, estoy bien. Me estás estrangulando-dijo Lumine.
Luego, contra todo pronóstico, Paimon se dirigió a él.
-¿Childe está bien?
Seguía resultándole ajeno aquella preocupación genuina. Quería preguntar, pero algo le decía que Paimon no respondería, y menos en presencia de Lumine.
-¡Qué alegría teneros de vuelta!-exclamó Navia-Nos preocupaba que... ¿Qué hace aquí una melusina?-preguntó, confusa.
Lynette se removió, inquieta.
-Yo...
Lyney se echó hacia delante y se dejó caer de rodillas frente a la melusina para abrazarla fuertemente.
-Lynette.
-... ¿Sabes que soy yo?-había algo vulnerable y sorprendido en su tono de voz.
-Por supuesto. Un hermano sabe esas cosas-había algo trémulo en su voz también, como si estuviera conteniendo las lágrimas.
Se separaron, pero Lyney no la soltó.
-¿Qué te ha pasado? Freminet y yo estábamos tan preocupados...
-No estoy segura, pero os lo explicaré y...
-B-bueno, parece que los héroes elegidos por la gran Arconte han tenido éxito en su empeño-se alzó una voz.
Todos miraron a Furina, la verdadera Arconte Hydro actual, de carne y hueso, y que sin duda había decidido que había pasado tiempo suficiente sin que ella fuera el centro de atención.
-Ejem. Lady Furina, puede que ahora no sea el momento...-intentó ser pragmática Clorinde.
-Vamos, vamos, Clorinde, ¿qué hay más honorable que mi gratitud? Bien, contadme, ¿habéis llegado al corazón del mar primordial?
Tartaglia no estaba seguro. Les habían dicho que habían conseguido acceso, pero...
Miró el charco a sus pies. Ya nada brillaba en su fondo.
Y al otro lado de la cueva, una nueva puerta de agua se alzaba, pero había algo distinto en ella, aunque Tartaglia no sabría decir qué. Era más una sensación o una corazonada que otra cosa, pero sabía que no erraba al pensar eso porque no parecía ser el único que lo había notado.
Hasta Furina adoptó un tono serio y más solemne.
-He lo aquí-anunció en un susurro-Y al llegar a él, podremos saber qué es lo que le aflige y poder remediarlo.
Se giró y miró a todos los presentes.
-¿Estáis todos listos?-quiso saber.
-¡Sí!-gritó Paimon, pero parece que lo hizo casi por inercia, porque no dijo nada más al ver que los demás permanecían callados.
-¿Es seguro?-preguntó Navia.
-No creo que sea seguro...-dijo Clorinde a la vez, mirando de reojo a Navia.
-No voy a poner a Lynette en peligro-dijo a su vez Lyney.
-No habéis de preocuparos, pues vuestra querida Arconte os acompañará esta vez, y os protegerá con su inmenso poder-declaró Furina.
-Pero, el agua del mar primordial y los nacidos en Fontaine...
-El corazón está protegido por otras aguas, y es el corazón de Fontaine, así que técnicamente solo podrían acceder a él habitantes de Fontaine.
-Y sin embargo, se ha necesitado de personas ajenas a Fontaine para permitir el acceso-dijo Tartaglia.
-S-sí, bueno, eso... Hay una interferencia... Yo debería haber sido capaz de abrir un camino, o permitir que el agua no os hiciera daño, pero había un poder que me lo impedía.
-¿El poder de la antigua Arconte?-preguntó Lynette.
No tenía sentido que le pusiera restricciones a su sucesora. Al echar un vistazo a Lumine, Tartaglia vio que no era el único que lo pensaba.
-Algo ocurre con el corazón del mar primigenio, el corazón de Fontaine-insistió Furina, no queriendo admitir en voz alta que no era lo suficientemente poderosa ahora mismo como para poder hacer algo-Pero, aquí puedo intervenir-señaló la nueva puerta.
Había sido una inútil hasta ese momento, y ahora quería ayudar. Bueno, que haga lo que quiera, a Tartaglia no podía importarle menos. Él solo se preocuparía de protegerse a sí mismo y a Lumine. Puede que incluso Paimon si se diera el caso.
Los Arcontes realmente no parecían entender a los humanos.
-Puedo ir yo sola-dijo Lumine.
-Podemos ir los dos solos-rectificó Tartaglia.
-Ah, no vais a dejarme atrás. No otra vez, si puedo ayudar-dijo Navia con firme convicción-Ayudar la nación es el objetivo principal por el que se rige Spina di Rosula-añadió con orgullo.
-Si no es posible disuadirte de que no te enfrentes al peligro, yo también iré y te protegeré-dijo Clorinde con la misma inflexión de voz que era habitual en ella.
Si Tartaglia no fuera también una persona enamorada, puede que no se hubiera fijado en la preocupación y la devoción (una totalmente distinta a la que profesaba a su diosa) que profesaba Clorinde a Navia, que o bien no se había dado cuenta (lo que no parecía muy factible por lo poco que sabía Tartaglia de la chica) o hacía como si no se hubiera dado cuenta.
-Yo también voy-dijo Lynette.
-Pero, Lynette...
-Yo fui la primera que escuchó la llamada del agua-dijo su hermana-Quiero ayudar. Además, quiero recuperar mi aspecto.
-¿Puedes luchar?-la preguntó Lyney.
-... No-le costó admitirlo, pues sabía que su hermano podía usarlo de excusa (excusa más que razonable) de convencerla de que se quedara atrás y a salvo.
Lyney inspiró hondo y se recolocó el sombrero de copa sobre la cabeza.
-Entonces, no te alejes de mí.
Lynette sonrió y le dio un apretón a una de las manos de Lyney, una muestra de gratitud silenciosa por su confianza.
A pesar de que Tartaglia sabía que debía estar como loco de preocupación por su hermana, los deseos de ella tenían prioridad. Tartaglia también podía respetar eso.
Lumine ni siquiera intentó persuadir a Paimon de que no la acompañara. Sabía que esta vez Paimon no se quedaría atrás.
-Adelante pues, mis valientes guerreros.
A pesar de que Furina dijo aquello, no se movió para encaminar la marcha.
Tartaglia vio a Lumine contener un suspiro, para luego ser la primera, como siempre, en atravesar la puerta.
Y aunque Tartaglia aún tenía la horrible sensación de que algo se le escapaba, de que a Lumine le pasaba algo, no tardó en seguir sus pasos sin molestarse en ver si los demás los seguían.
Preludio del postludio: El agua es cruel
Como en más de una ocasión, había belleza en lo peligroso.
Y eso es lo que le transmitió a Lumine aquel sitio en cuanto puso un pie en él.
Una gran bóveda de piedra se alzaba sobre su cabeza, y varias pequeñas cascadas escapaban de grietas en las paredes, formando varios riachuelos que terminaban conformando un estanque en mitad de la estancia, donde, en algo parecido a un altar, se alzaba lo que parecía agua cristalizada en forma de lágrima.
Un lazo lo rodeaba, como imitando un dragón de hielo abrazando la lágrima.
Lumine no sabía de dónde provenía la luz, pero lo hacía desde distintos lugares, formando sombras por doquier, y golpeando el cristal de distintas formas haciendo que, dependiendo cuándo y desde dónde lo mirara, este adquiría una tonalidad de color distinta.
Como hasta ahora, no se vislumbraba ningún enemigo, y un amplio pasillo de piedra horadada conducía desde la puerta que había atravesado hasta el cristal, rodeado por agua.
La estancia era enorme, y había un buen trecho hasta el cristal. No se podía vislumbrar lo que había más allá del cristal, a su espalda.
Y a pesar de lo deslumbrante que era, Lumine notaba por todo el cuerpo cómo allí había algo sobrenatural que invitaba para luego hacer daño.
Allí había algo sumamente peligroso, aunque todavía no sabía identificar el qué.
-Parece una iglesia-comentaron detrás de ella.
Lumine se giró y vio que todos la habían seguido. Y contuvo la respiración unos instantes cuando la última persona atravesó la puerta, esperando que ésta desapareciera. Pero la puerta permaneció. Lumine se permitió relajarse un poco. Si algo iba mal, o incluso si todo iba bien, necesitarían una vía de escape.
-Más bien una catedral, por su tamaño.
-¡Contemplad la majestuosidad en su más pura esencia!
-Navia, no andes tan cerca del borde...
-Lo sé, Clorinde, no soy una niña. Y no voy a caerme.
-Paimon cree que este sitio es raro...
Todos empezaron a andar hacia el altar.
-Lumine.
Childe se puso a su lado.
-¿Vas a contarme qué has visto?-si no lo conociera mejor, diría que Childe estaba preocupado al respecto.
El dorso de la mano de Lumine tocó el de Childe.
-Te dije que lo que viera no cambiaría nada entre nosotros, y en cómo te veo-le recordó; vio cómo el cuerpo de Childe se destensaba un poco-Te vi de niño. Hicimos un muñeco de nieve.
-¿En serio?-había asombro en su voz-Yo también hice un muñeco de nieve contigo de niña.
-Oh-eso no se lo esperaba-Eras adorable.
-Tú también eres adorable... Espera, ¡aún sigo siendo adorable!
-No tanto.
Childe hizo un sonido indignado.
-Creo... Creo que vi, aunque solo de pasada, lo que me contaste-le miró, sin detener el paso, aunque los demás iban adelantados varios pasos, ajenos a su conversación-El Abismo en el que estuviste.
Childe inhaló.
-¿Viste algo?
-No. Fue solo... Una sucesión de imágenes rápidas. Pero... Creo que te escuché llorar.
Lumine se preguntó si Childe se avergonzaría ahora de eso.
-... No es algo de lo que suela hablar.
-Oh, no era mi intención...
-Te lo contaré. En detalle. Algún día. Ahora no parece un buen momento.
Pensar que Childe le contaría algo de lo que no hablaba con nadie hacía que se calentara el pecho de Lumine.
Por eso dudó. Dudó sobre si debería decirle lo que vio después.
-Luego... Te vi. Más joven que ahora, pero...
Childe volvió a tensarse a su lado.
-Llevabas un uniforme militar.
-... Sería de cuando me alisté. Antes de... Ser seleccionado entre los demás soldados Fatui y conseguir el título de Heraldo.
Lumine cerró la boca.
-Hay algo que quieres preguntar, ¿no es así?-la instó Childe-¿Por qué te quedas callada ahora?
-... Mataste a todo un escuadrón. Llevaban el mismo uniforme que tú-Lumine hizo una pausa; Childe no dijo nada, siguió mirando al frente-Le pregunté por qué lo hizo. Dijo que era una purga.
Childe flexionó los puños un par de veces, luego suspiró.
-No es de mis mejores recuerdos-admitió-Y en aquella época... Bueno, digamos que me ponía menos límites-pareció sopesar cómo contarlo-En aquella época, la milicia aún no estaba bajo el mando directo de su Majestad, sino que se encargaban de ello otros altos cargos a quienes se les había puesto al mando. El sitio al que me asignaron cuando terminé la instrucción... Era, por así decirlo, donde no terminaba nada bueno. El caso es, que se nos encargaban las misiones que, oficialmente, no podía llevar a cargo el ejército. No es...-apretó los labios; Lumine se preguntó qué estaría pensando, qué sentiría ahora sobre aquella memoria-No es que a mí me importara mucho, pero, los oficiales allí al cargo eran todos unos corruptos, y se ejecutaba a todo aquel que no obedecía una orden. Y a...los desertores. Es una práctica prohibida hoy en día, pero...
Parecía perdido en el recuerdo. Había dolor mezclado con resentimiento, aunque Lumine no estaba segura de a quién iba dirigido.
-La primera vez que vi una ejecución, fue la de un chico de mi misma edad. Había intentado desertar. Fue un disparo limpio en la cabeza-hizo una pausa, quizás porque la necesitaba-No recuerdo su nombre. Sí que sonrió y que sus últimas palabras iban dirigidas a sus padres, que lo habían obligado a alistarse.
Childe se detuvo y Lumine le imitó. Había asombro en sus ojos. Parecía que había recordado algo, caído en la cuenta de algo.
-Hubo otro chico que imploró que le perdonaran. Él sí lloró. Era su amante-inspiró hondo-Acabo de recordar que... Creo que su nombre era Altro.
Altro. El nombre resonaba en el cuerpo de Lumine como una roca contra una campana de bronce, con fuerza y dejando eco tras de sí.
Una persona más, un rostro más. Pero una voz que perduraba. Había desertado de los Fatui diciendo que la organización estaba corrompida, igual que el mundo que favorecía a aquellos con Visión y dejaba de lado a los que no. Él quería cambiar eso. Pero sus métodos no eran los adecuados. Al final, Childe lo mató, o eso le contó Childe, porque Lumine había estado a punto de morir porque Altro había manipulado a Childe a través de su Engaño para matarla.
-... Aunque sus métodos no fueran correctos, su visión del mundo... Sigo pensando que tenía razón-comentó Lumine, retomando la marcha.
-... Sí-él la siguió.
-No te sientas mal por haberlo matado.
-Intentó matarte. Nunca le perdonaré por eso.
Ninguno quería seguir hablando de eso. Bastante habían hablado de ello.
-¿Lloraste?-preguntó Lumine-¿En la ejecución? ¿O cuando mataste a todos los corruptos?
Childe torció el gesto.
-No.
-Mm...
-¿Por qué lo dices?
-Porque yo sí te vi llorar-le miró con profundo amor y pesar-Espero haberte dado algo de consuelo.
-Lo haces siempre que estás a mi lado.
Lumine sonrió.
-Bien. Tu turno-dijo entonces Lumine, queriendo borrar las líneas de expresión de tristeza que arañaban el rostro de Childe-Cuéntame qué has visto de mí.
Por supuesto, había cosas que no le había contado a Childe. No se veía capaz de decirle todo lo malo que los otros Childe habían visto en ella y le habían echado en cara. Sintió algo parecido a la vergüenza. No era algo a lo que quisiera estar acostumbrada.
-¿Aparte de una preciosa Lumine niña muy emocionada caminando descalza por la nieve?
Lumine hizo memoria.
-Ah. Debió ser cuando vi la nieve por primera vez.
-Tú sí que eras y eres adorable.
Lumine puso los ojos en blanco, pero sonrió contra su voluntad.
-No parabas de correr.
-No lo recuerdo muy bien, pero seguramente estaría jugando al escondite con Aether, y sacando de quicio a los adultos.
-Ah sí, eso suena muy a ti.
Lumine le dio un codazo.
-Aunque caíste por un barranco.
-Sí, eso lo recuerdo. Aether intentó evitar mi caída y nos despeñamos los dos. Fue doloroso, pero al menos pasamos el tiempo de recuperación juntos.
Había calidez y amor en sus palabras, así como una profunda añoranza. Lumine no podía evitarlo, cada vez que hablaba de Aether, y más recordando tiempos mejores en los que estaban juntos.
-Tirarse por un barranco juntos-dijo Childe-Típica cosa de hermanos.
-Típica cosa de hermanos-Lumine contuvo una risa-¿Y qué te dije a ti?-le preguntó.
-Nada. Bueno, no, decías muchas cosas, pero no te entendía.
Lumine arrugó la frente.
-¿No me entendías?
-Hablabas en otro idioma.
-Claro. Sí. Estoy tan acostumbrada ahora al lenguaje de Teyvat que...
Casi se había olvidado de su propia lengua.
-Pero pude comunicarme contigo, después. Es decir, con otra tú. Aunque antes... Creo que vi el momento en que... Tu hermano y tú os separasteis.
Lumine notó cómo la congoja acariciaba su corazón.
-¿Reconociste al dios que nos separó?
Childe negó con la cabeza.
-Apenas vi nada.
Quizás fue como cuando Lumine había atravesado el recuerdo del Abismo de Childe.
-Y luego te encontré a ti. Era de antes de que llegaras a Teyvat, y parecías muy poderosa.
-Lo soy.
-No digo que no lo seas, solo que en ese momento eras realmente poderosa.
-... Lo era.
Childe la miró.
-Tus alas... Eran preciosas.
Lumine esbozó una pequeña sonrisa.
-No es la primera vez que las ves.
-Sí, pero apenas recuerdo lo que pasó en tu consciencia, así que no cuenta.
Lumine contuvo el impulso de mirar por encima de su hombro, casi como si esperara que por arte de magia sus alas volvieran a donde debían estar.
-Tampoco me entendías, ¿no?
-No-confirmó él-Pero, aprendiste el idioma en cuestión de minutos. Eso fue... Impresionante.
-Antes era más fácil-admitió Lumine-Desde pequeños se nos enseña a apreciar las distintas culturas, y según visitábamos mundos...
Como era costumbre, la ausencia de Aether era tan palpable físicamente como la ausencia de alas.
-¿En qué mundo nos vimos?
-No vi mucho, la verdad. Había un gran mar y una extensa playa... A lo lejos, creo que se vislumbraba vegetación, pero no fui más allá. Estabas sola, pero decías que Aether estaba asegurando la zona.
El frío se instaló en el cuerpo de Lumine al saber qué recuerdo parecía haber visitado Childe.
Y él había sido sincero con ella, en gran medida, así que ella solo podía responder en consecuencia.
-Recuerdo ese mundo. No era especialmente grande, por lo menos en comparación con otros que había visitado. Sin embargo...
Se miró la cicatriz de la mano, parcialmente escondida por el guante.
-Como en todos los lugares donde hay un mínimo de civilización, había reglas. Y una jerarquía. Unos pocos se imponían sobre muchos. No es nada nuevo, pero... Aether y yo lo éramos un poco. Nuevos, me refiero, en lo de viajar a otros mundos. Puede que solo tuviéramos un estúpido complejo de héroe, pero, sin que nadie nos lo pidiera, intervenimos.
Aether y ella habían vivido siempre el uno para el otro. Viajando juntos, sangrando juntos, errando juntos.
-Quisimos que hubiera más igualdad entre aquella población porque era lo que consideramos correcto. Aquello... Solo llevó a una rebelión y a que el pueblo ejecutara a todos sus dirigentes, y luego los habitantes lucharan unos contra otros para ver quién se hacía con el poder-exhaló-Como ya he dicho, no es nada nuevo. Pero en aquel momento... Nosotros no habíamos visto nada semejante. Toda esa... Matanza sin sentido. ¿Cómo no podían trabajar juntos para vivir mejor? Dijimos de no volver a intervenir, pero no lo soportamos. Intentamos hacerles entrar en razón. Al final, se alzaron contra nosotros y nos vimos obligados a matarlos-su voz se volvió un susurro-Uno siempre busca ayudar para sentirse bien consigo mismo, pero... No siempre es lo mejor. No éramos héroes. Puede que llevaran una vida y sociedad precaria, pero entre ellos se mantenían. Nosotros... Nosotros simplemente los destruimos.
Era algo que pesaba en la mente de Lumine desde hacía demasiado tiempo.
La mano de Childe encontró su brazo, y dio un apretón.
-Hay decisiones que no son fáciles-dijo él, dejando caer la mano-Sepamos o no el resultado que tendrán.
Lumine aún se preguntaba si sería Childe el que quisiera alejarse de ella esta vez.
-¿De qué hablan tanto Lumine y Childe?-Paimon flotó delante de ellos-Paimon ha sido muy considerada al dejar a Lumine y Childe un rato a solas, pero Paimon quiere estar con Lumine ahora.
-De acuerdo, tu turno, Paimon-dijo Childe, pero siguió al lado de Lumine.
-Paimon quiere a Lumine para Paimon sola durante un buen rato-replicó ella.
-Espera-Lumine se detuvo-Tiene razón.
-¿Cómo que tiene razón?-se hizo el ofendido Childe mientras Paimon celebraba. Lo dijo lo suficientemente alto esta vez para que todos miraran hacia ellos.
Lumine había pensado que apenas tendrían tiempo para hablar de lo que habían visto en aquel dominio, al menos en ese momento, ya que pronto llegarían a su destino.
Es más, ya deberían haberlo alcanzado.
Lumine miró al frente, al cristal que era el corazón del mar primordial.
Miró atrás, a la puerta que habían usado para entrar seguía ahí, exactamente a la misma distancia.
Lumine ya había pasado por algo parecido.
-¿Cuánto tiempo llevamos andando?-cuestionó Lumine.
-Mm... Un buen rato-dijo Paimon.
-Qué apreciación más precisa-se mofó Childe.
-Sé a dónde quieres ir a parar-dijo Navia, reuniéndose con ellos-A estas alturas, tendríamos que haber alcanzado ya el altar, pero...-miró hacia el cristal.
-Ugh-se quejó Lynette.
-Cierto...-murmuró Lyney.
-¡C-claro que no iba a ser tan fácil!-exclamó Furina; Clorinde permaneció en silencio a su lado-No pensaríais que algo tan valioso iba a estar al alcance de cualquiera, ¿verdad?
-Es como un niña...-masculló Childe.
-Una niña muy repelente-le dio la razón Paimon.
Lumine miró al frente una vez más. No notaba ni veía nada raro, pero quizás eso no fuera del todo cierto, pues estaban rodeados del poder del agua.
Lumine cerró los ojos un instante y concentró su recientemente adquirido poder Hydro.
Había una disrupción en escala, como capas, una sobre otra, haciendo de muro por el pasillo central por el que andaban hasta el cristal.
Abrió los ojos, y miró a Furina.
-Por eso solo alguien con tu poder podría ver las capas de agua que estábamos atravesando sin darnos cuenta y que nos impedían avanzar, ¿verdad, lady Furina?
-¡Sí!-exclamó ella de repente.
-Se te dan bien los niños. No me sorprende-le susurró Childe.
Lumine le dirigió una sonrisa de lado.
-Ya sabes que sí. Y, por si no te habías dado cuenta con tus hermanos pequeños, los niños me adoran.
-No tanto como yo. Aun así, ¿hay algo que no sepas hacer?
-No pensar en ti.
Decir algo tan vergonzoso mereció la pena por ver cómo el rostro de Childe adquiría un tono rojizo intenso.
-Observad mi poder-declaró Furina.
Se puso delante de todos, hacia el cristal, e invocó agua. Como una gota cayendo a un estanque quieto, una onda de agua salió de ella y se extendió por toda la sala.
Chocó con la que hasta ahora era una barrera de agua invisible. En realidad, rompió varias, pero su poder perdió fuerza y terminó por extinguirse sin llegar a romper todas las barreras.
Furina se quedó estupefacta.
-... Debería haber podido romper todo-se miró las manos-Yo... Yo...
Era una de las pocas veces que Lumine había visto a Furina tan perdida.
Algo o alguien sin dudaba estaba interfiriendo, y Lumine empezaba a sospechar que ya sabía qué era.
Se acercó a ella.
-Lo intentaré yo también-le dijo en voz baja.
Lumine concentró agua en su mano, y lanzó varios proyectiles acuáticos al frente.
Las barreras se rompieron una a una, y Lumine notó cómo un peso que no había sentido hasta ese momento se levantaba de sus hombros.
Y, de pronto, estaban delante del altar, a unos pocos metros del cristal, como si hubieran acortado la distancia antes andada en un único instante.
-¡Muy bien, Lumine!-aplaudió Paimon.
-Increíble...-murmuró Lynette.
-Sin duda eres fascinante en todos los sentidos, Lumine-dijo Lyney, coqueto.
Lumine se giró a tiempo de ver cómo Childe fulminaba con la mirada a Lyney, que le daba la espalda. Lumine rio. O intentó. La risa se le quedó atascada en la garganta al sentir un escalofrío por todo el cuerpo. Y no fue la única.
-¿Qué ha sido eso...?-preguntó en voz alta por todos Navia.
Childe fue a colocarse al lado se Lumine otra vez.
-Ah...-exhaló Childe-Conozco esta sensación demasiado bien.
Entonces Lumine supo lo que venía antes de verlo.
El Abismo.
-¿¡Qué es eso!?-gritó Paimon, poniéndose detrás de Clorinde, que era la persona para hacer de escudo que más cerca le pillaba a Paimon.
-Ya los hemos visto antes, Paimon-dijo Lumine, invocando su espada.
Notó electricidad estática a su lado. Childe también invocó espadas. Era raro verle en un contexto fuera de sus batallas semanales usando Electro y no Hydro.
-¿Qué son...?-preguntó Lyney.
-Breacher Primuses. Son seres formados a partir del creador de las melusinas y el poder del Abismo-explicó Lumine.
No es como si los demás necesitaran una explicación para saber que era un enemigo y sacar sus armas.
-Es una lástima que no podamos usar Hydro juntos-comentó Childe, según iban apareciendo más enemigos-Me hubiera gustado ir a juego contigo.
-En realidad, es más interesante las reacciones elementales que podemos hacer con Hydro y Electro, ¿no crees?
Childe esbozó esa sonrisa que tenía guardada para momentos de batalla. E iba dirigida a ella.
-¿Lo ponemos a prueba?
Ellos dos fueron los primeros en lanzarse al combate.
Y los demás los siguieron.
Menos Paimon, que intentaba mantenerse a salvo y no estorbar, como Lynette, ya que ahora mismo también estaba indefensa, y Furina, que seguía perpleja por el hecho de que su poder no funcionara correctamente allí.
-No lo entiendo-le pareció escucharla decir Lumine-¿Cómo algo tan puro como el origen del agua de Fontaine puede estar contaminado por la oscuridad del Abismo...?
Sonaba turbada. Quizás debería ver más allá de los muros y acueductos de la Corte de Fontaine para ver realmente cómo estaba la situación de su región y el mundo, plagados de retazos del Abismo.
Parecía una niña que no había salido del recinto de su casa y que pensaba que el mundo era perfecto, y que era gracias a ella.
Lumine dejó de preocuparse por las motivaciones de Furina cuando casi recibe un golpe directo de uno de los monstruos.
Concéntrate, se dijo. Y eso hizo, entregándose al fragor de la batalla.
Era cuanto menos curioso luchar de aquella manera junto a Childe, por los elementos que ahora usaban, pero había facilidad y familiaridad en sus movimientos que permitía compenetrarse entre ellos perfectamente. Era casi tan fácil como con Aether.
Y parecía que Childe se había acostumbrado y había desarrollado un estilo de batalla que no usara su Visión ni los dos ojos.
Sin embargo, seguía habiendo algo extraño, por muchos enemigos que derrotaran.
Sus amigos no parecían tener mayores problemas contra ellos, pero había algo, algo invisible que se pegaba a su piel y que hacía que sintiera que algo estaba yendo muy mal.
-¿Es que no se acaban nunca?-dijo Navia, dando otro buen sablazo de su mandoble.
Clorinde la cubría las espaldas, y Lyney evitaba que los enemigos se acercaran demasiado con su rango amplio de ataque que le permitía su arco.
La verdad es que estaban funcionando bastante bien en equipo. Y Lumine no ponía en duda la fuerza de sus amigos.
-Parece que no-comentó Lyney, mirando en derredor, mientras más monstruos emergían de la nada.
-Algo no va bien-dijo Clorinde, con gesto serio-Noto mis movimientos más lentos y predecibles.
-¿No es el cansancio?-preguntó Navia-Porque yo también lo noto...
-Y yo-dijo Lyney.
Se fijó entonces Lumine que los tres resollaban, sin aliento, a diferencia de Childe y ella. Puede que ellos fueran muy poderosos, pero sus amigos poseían una Visión, y no era normal que...
Lumine se miró los brazos descubiertos, a la ligera capa de humedad que perlaba su piel.
Pánico entró en erupción en el cuerpo de Lumine.
-¡Parad!-gritó-Navia, Lyney, Clorinde, ¡dejad de atacar!
Aquello les hizo flaquear un instante, pero Childe se encargó de despachar rápidamente los enemigos que se dirigían hacia ellos.
-¿Qué ocurre?-preguntó Lyney, quizás el más preocupado al ver la urgencia en la voz de Lumine.
-Es este sitio. Estos enemigos. Creo que están imbuidos con...
Los enemigos que aún quedaban en pie explotaron de pronto en un montón de agua, como burbujas a las que se había pinchado.
Llovió sobre ellos, y el frío que se instaló en los huesos de Lumine era inhumano.
Tan inhumano como el cuerpo de agua que se formó en el altar.
Acarició con una mano de agua el cristal, que reverberó ante el contacto.
-¿Qué hace ella aquí?-preguntó Childe.
-¿Quién...?-empezó a decir Navia, pero se calló cuando se dio cuenta de la forma que imitaba.
-¿Yo?-dijo anonadada Furina.
La Furina de agua rio.
-No tanto tú como más bien tu predecesora y el poder que dejó atrás-respondió la Arconte hecha de agua.
-Tú... Tú no eres así...-la voz le falló a Furina-Yo no soy así.
-Querida, tú no eres nada en comparación con el poder Hydro que deberías ostentar-replicó con voz dura su predecesora-No eres más que una triste muñeca que busca llamar la atención para que jueguen con ella, y sin embargo es totalmente ignorante del mundo que la rodea.
Eran palabras duras. Muy duras. Pero tenían su parte de razón. Quizás por eso Furina bajó la vista a sus pies, casi como en un gesto de reverencia o sumisión.
-No la hagas caso-intervino Lumine-Solo sabe jugar con los miedos e inseguridades de los demás.
-¿Por qué iba a querer hacer eso una manifestación de la antigua Arconte?-preguntó Lyney-No tiene sentido. La Arconte Hydro protege y salvaguarda la región de Fontaine y a todos sus habitantes...
-Pero es que esa no es la anterior Arconte-replicó Lumine.
-Cierto. Aun si lo fuera, dejó de serlo en el momento que se vio consumida por el poder del Abismo-añadió Childe, que también se había dado cuenta de lo que pasaba.
Puede que la prueba que habían pasado no fuera siquiera real para poder acceder al corazón, y simplemente había jugado con sus mentes para poder acabar con ellos.
Lumine se ponía enferma solo de pensarlo.
-Childe-le dijo Lumine-Hay que sacar de aquí a todos los de Fontaine.
-¿Qué? ¿Por qué? Podemos hacer frente...
-Ahora. O sino...
-¿Sino...?
-Creo que es fácil de adivinar-dijo la antigua Arconte, interrumpiéndolos-Permitidme que os lo muestre.
Chasqueó los dedos. El agua no debería haber sido capaz de hacer algo así, pero un molesto sonido resonó en los oídos de todos.
Luego, un grito.
Era Navia.
Un chorro de agua fue en su dirección, y Lynette, que estaba más cerca de ella, se colocó delante de Navia, recibiendo el golpe por completo.
-¡Lynette!-gritó Lyney, angustiado.
Pero aparte de hacerla trastabillar un poco por el propio choque, Lynette estaba bien.
Pero Lumine no se permitió respirar porque parte de esa agua alcanzó el brazo derecho de Navia, y este empezó a deshacerse en agua y burbujas. Navia volvió a gritar, pero esta vez en puro terror.
Era agua del mar primordial. Igual que lo que lo que mojaba sus ropas, y aunque a Lumine, Childe y Paimon no les hacía nada, era totalmente distinto para sus amigos de Fontaine. Lo que humedecía sus pieles y ropas era en muy poca concentración, y lo único que hacía era debilitar a sus amigos. Pero, un ataque directo y con esa cantidad de agua...
Lynette, que era muy perspicaz, se debía haber dado cuenta también, y dado que se suponía que con esa forma estaba protegida de los efectos de esa agua, había intentado cubrir a Navia. Y había tenido éxito. Casi.
El cerebro de Lumine iba a miles de revoluciones por segundo, mientras veía a Navia caer al suelo, gritando y llorando de dolor y viendo cómo su brazo se empezaba a desintegrar poco a poco, sin remisión.
Y Lumine tenía que hacer algo. Se suponía que era lo que siempre hacía, ¿no? Ayudar a los demás. Ayudar. Ayudar. Ayudar. Pero, ¿cómo...?
-¡Navia!
Otro grito de pura angustia. Esta vez de Clorinde, que con gran determinación y dolor, alcanzó a Navia y, de un fluido movimiento, le cortó el brazo a Navia con su espada por encima del codo, haciendo que el brazo cayera al suelo, y segundos después se convirtiera en agua.
Navia lloraba. Había dejado de gritar, pero jadeaba. Y sangraba. Sangraba muchísimo, pero al cercenar el brazo, se había impedido que el agua progresara por su cuerpo, y se detuvo, evitando convertirse íntegramente en agua.
Lumine exhaló. Se le quedó atascado el aire en la garganta.
-¡Detened la hemorragia!-gritó alguien más. Lumine creyó que era Paimon.
Clorinde rompió parte de su ropa para frenar el río de sangre. Navia se agarraba a ella con su brazo restante como si su vida dependiera de ello. Quizás era así.
-Mantente consciente-le decía Clorinde.
-Lástima-dijo la Arconte de agua-Pero muestra suficiente de lo que puede acaecer a cualquiera de vosotros, mortales. Bueno-miró a Lumine, Childe y Paimon-Quizás no todos. Y tú... Te protege Elynas, ¿no es así, pequeña?-se dirigió a Lynette, pero ella parecía estar intentando contener las ganas de vomitar. Aunque el agua no la hacía desaparecer en esa forma, la afectaba de otro modo.
Al final, Lynette terminó por vomitar, junto al lado de un Lyney que exudaba preocupación por todos sus costados.
Clorinde, sin su sombrero y su capa, tenía un aspecto desaliñado al que uno no estaba acostumbrado. Alzó una mano, la que no sujetaba a la herida y vendada Navia, y lanzó un ataque Electro contra la Arconte de agua.
El rayo rebotó contra su forma.
La mirada de la Arconte fue hacia ella.
-No me tocarás.
De un giro de muñeca por parte de la Arconte, le cortó la mano a Clorinde, aquella que había usado para atacar. Clorinde apretó los dientes, conteniendo un aullido de dolor.
Navia le agarró la muñeca cercenada.
-Rápido... Corta la hemorragia...-apenas pudo decir en un susurro; era casi un milagro que siguiera consciente.
-Mierda-masculló Childe.
Con la distracción de Clorinde, Lyney bordeó el altar por el otro lado, y lanzó una lluvia de flechas hacia la Arconte. Un escudo de agua hizo que también rebotaran y cayeran al suelo. Entonces, ella hizo sus propias flechas de agua, que acribillaron el cuerpo de Lyney, que cayó con un ruido sordo al suelo.
Lynette intentó arrastrarse hasta su hermano.
Paimon estaba histérica, y con lo que llevaba en su inventario, estaba intentando ayudar a todos los heridos.
Y Furina... Furina seguía pareciendo estar en shock.
-¡Furina!-la gritó Lumine-¿¡Piensas quedarte ahí sin hacer nada!?-la recriminó.
Sabía que estaba siendo dura, pero sus amigos estaban cayendo uno a uno y Lumine no estaba segura de que...
Una mano sobre su hombro.
-Podemos con esto-dijo Childe.
-¿Cómo lo sabes?
-No lo sé. Pero siempre lo conseguimos.
Se dirigieron una fugaz mirada, y volvieron al ataque.
Pero daba igual lo que hicieran, o no la alcanzaban, o repelía todos sus ataques.
Y para colmo, empezaron a emerger nuevos enemigos del Abismo.
-¡No os preocupéis por nosotros!-escuchó decir a Lyney-Centraos en acabar con ella.
Lumine no miró atrás y siguió con varios patrones de ataque, intentando vislumbrar alguna grieta en la defensa del ser de agua.
-¡Lumine!-escuchó entonces; era Lynette. Sonaba como si estuviera soportando el dolor-El techo... Ataca el techo. Y las paredes.
-¿Qué?
No tenía sentido. La cavidad era enorme, y aunque destruyera la piedra, no es algo que fuera a alcanzar a la antigua Arconte. Además, nada les aseguraba que tras esas paredes de piedra no hubiera más agua amenazando con...
-¡Confía en mí!-gritó Lynette.
Y Lumine se había cansado de no confiar en aquellos dos hermanos solo por haberla ocultado que eran Fatui, sabiendo que eran buenas personas que se preocupaban por los demás.
Lumine atacó la pared más cercana, y lanzó proyectiles de agua contra el techo.
La piedra apenas se movió. Pero se generaron grietas. De ellas, salió algo parecido al lodo... Pero casi olía como...
Una voz le resonó en la cabeza.
Entonces creyó entender a Lynette. Seguro que él también le había hablado en su cabeza.
Lo que rodeaba a aquella cueva... O más bien, lo que la protegía o de lo que se protegía, era de restos de sangre de Elynas. Que podían contrarrestar los daños del agua primordial.
Lumine concentró agua en sus manos y recogió con esa agua el lodo con sangre de otro ser antiguo de la región y se lo lanzó a la Arconte de agua.
Esta soltó un grito sorprendido al verse alcanzada por un ataque.
-Asqueroso-dijo entre dientes, si es que el agua tiene dientes-¿Cómo osas...?
Lanzó una estocada de agua a Lumine, que apenas tuvo tiempo de esquivarlo.
-Childe, ¡ahora!
Childe acortó la distancia y lanzó varios tajos electrificados contra ella.
Esta vez, el ser de agua se vio obligado a esquivar.
Así que ahora sí podían hacerla daño.
-No seáis pretenciosos.
Agua emergió a los pies de Lumine y la rodeó, inmovilizándola.
-Mierda.
-Lumine-Childe dio un paso hacia ella.
-Estoy bien. Solo atascada. Tú céntrate en acabar con ella.
A pesar de la preocupación en su ojo, no había duda, pues sabía que Lumine podía defenderse. Y además, eso no sería necesario si derrotaban al enemigo antes.
-Furina-volvió a llamarla Lumine-Tienes que ayudarnos.
Allí quieta, de pie, temblando como una gota de rocío sobre la hierba a punto de caer al suelo, se veía tan frágil como el cristal.
Parecía una niña perdida.
-No puedo hacer nada-musitó-Mi poder aquí... Ella...
-No es tu predecesora-dijo Lumine con convicción, intentando convencerla, mientras por el rabillo del ojo veía cómo Childe intentaba alcanzar con alguno de sus ataques al ser de agua-Ya no. El poder del Abismo ha corrompido todo este sitio.
Vio cómo Furina se tensaba.
-Y eso afectará a Fontaine. ¿No quieres protegerla? ¿Y a todos los que allí viven? Tú eres su Arconte, no ella.
Furina no dijo nada. Pero tampoco se movió.
-Furina...
Lumine iba a seguir insistiendo, mientras intentaba librarse del agua que la encapsulaba (ahora mismo la vendría muy bien poder usar Electro), pero los ruidos de batalla volvieron a hacer que se centrara en ella.
Sus amigos más malheridos intentaban repeler las hordas de monstruos del Abismo, y Childe seguía intentando derrotar a la Arconte de agua.
Childe apenas conseguía rozarla, aunque cuando lo hacía, no parecía dañarla mucho. Seguía manchada con el lodo, que parecía discurrir con el agua que componía su forma, y aunque se la veía molesta, no parecía capaz de quitárselo de encima.
Lumine no podía simplemente quedarse mirando. Eso no iba con ello. Y la sensación de que algo malo (como si esto no fuera lo suficientemente malo) iba a ocurrir no paraba de hacerla latir pánico en su garganta.
Agua la rodeaba, pero podía respirar, sin embargo, no era capaz de salir de ella, y su espada tampoco servía.
-Puedes quedarte mirando y ver cómo destruyen tu nación y tu pueblo-le dijo Lumine a Furina, aunque esta vez sin mirarla, mientras concentraba agua en sus manos-Puede que seas una diosa, pero te asemejas a los humanos en más aspectos de los que crees. No tienes por qué saberlo todo, porque siempre se puede aprender. Lo sé muy bien-apretó los labios y los puños que empezaban a concentrar energía cinética de lo rápido que giraba el agua en sus manos-Puedes mejorar. Y aunque seas imperfecta, Fontaine te adora, tal como eres, y eso no es ninguna mentira. Puedes seguir lamentándote de que no llegas a la altura de tu predecesora, o demostrarles a todos que tienen razón al confiar en ti.
Dicho esto, no había mucho más que Lumine pudiera decir.
Inhaló un aire inexistente, y liberó el poder de sus manos, lo que hizo que casi se ahogara con su propio poder, y estallara la burbuja de agua que la contenía.
Tosió agua e inhaló nuevamente cuando escuchó a Childe maldecir.
Se le veía agotado, y Lumine dudaba de que se tratara solo del hecho de que aquella pelea se estuviera prolongando.
Ella misma notaba el cuerpo entumecido, y estaba mareada. Pero no podía permitirse el lujo de desmayarse, no dada la situación en la que estaban.
Se apresuró a llegar al lado de Childe.
Había ganado algo de terreno, pero aún no habían conseguido llegar al altar.
-Siento el retraso-dijo Lumine tan pronto como estuvo a una distancia a la que la oyera.
-¿La pequeña diosa no viene a ayudar?
-Sí. Probablemente. Más adelante.
-Suenas totalmente convincente.
-¿Estás bien?
-Lo estoy ahora que estás aquí.
-Déjate de tonterías.
-No son tonterías. Pero estoy bien. Solo... Sigue habiendo algo raro en el ambiente que nos afecta. Tengo cierta resistencia al poder del Abismo, pero esto...
-Es porque un gran poder antiguo está canalizando al Abismo, potenciando su efecto. Seguramente tú y yo podamos aguantar algo más de tiempo, pero no los demás, y menos con esas heridas. Hay que sacarlos de aquí.
-La última vez que miré atrás, la puerta por la que entramos seguía en su sitio.
-¿Puedes cubrirme las espaldas mientras intento llevarlos hasta la puerta?
Childe le dirigió una sonrisa de medio lado.
-Yo siempre te cubriré las espaldas, Lumine.
-Oh, ¿no sois adorables?-se jactó la Arconte; sonaba furiosa-Sí, es adorable lo bien que os lleváis.
El lodo deformaba su rostro, dándola un aspecto más espantoso y monstruoso.
-Os queréis mucho, ¿no es así? Pero yo lo he visto. Lo he visto todo en esas cabecitas vuestras-sonrió; barro chorreaba de su boca-No habéis visto apenas nada el uno del otro en comparación. Sois unos monstruos indeseables-siseó.
-Dime algo que no sepa-replicó Childe-Puede que yo sea un monstruo, pero no vuelvas a llamar a Lumine así-advirtió, más bien, amenazó.
-Ja, ja, ja. No tienes ni idea, muchacho. Ella está más corrompida que tú. Pero te niegas a verlo. No hace más que mentirte y manipularte.
-Cállate-le espetó Childe, más furioso por momentos.
La Arconte mancillada por el Abismo sonrió, satisfecha.
-Pero no temas, te ayudaré a ver las cosas con más claridad. Porque hay niebla en ciertos recuerdos recientes, ¿no es así, muchacho? Deja que despeje esa niebla por ti.
Lumine sentía la condena como algo vivo que se retorcía en su interior, aplastando sus entrañas, haciendo que quisiera llorar o vomitar, o ambas cosas, mientras veía como un rayo de luz refractado por el agua del ambiente golpeaba a Childe.
No hubo golpe físico como tal, pero Childe se detuvo y se llevó las manos a la cabeza.
-¿Childe?
No respondió. Se quedó muy quieto, con la cabeza agachada. Casi no parecía ni respirar.
Joder.
Lumine se abalanzó contra la Arconte.
-¿Qué le has hecho?-exigió saber, mientras atacaba con su espada.
La otra se rio, ahora deleitada por la situación.
-No más de lo que tú le has hecho, asesina de mundos.
Aquellas últimas palabras la hicieron detenerse un instante, instante que aprovechó el enemigo para golpearla con fuerza.
Un torrente de agua se estrelló contra el pecho de Lumine, lanzándola por los aires.
Aterrizó contra el suelo con fuerza y rodó varios metros, el cuerpo resintiéndose.
-¡Lumine!-chilló Paimon.
-No te acerques, Paimon-advirtió Lumine, mientras se intentaba poner en pie-Es peligr...
Otro ataque de agua la dio de lleno, cortándola la respiración.
Esta vez, cayó de lado y se salió del camino, sumergiéndose en el agua que bordeaba el camino de grava. Apenas cubría un palmo, pero a Lumine le estaba costando horrores volver a ponerse en pie. ¿Por qué? Esa agua, de un modo u otro, debía estar envenenándola.
Escuchaba a lo lejos a sus amigos gritar su nombre, angustiados, pero ninguno podía acercarse a ayudar pues estaban cercados por los monstruos.
No escuchaba a Childe.
Entonces, una mano se cerró sobre su muñeca.
-Levántate-dijo una voz autoritaria.
Lumine miró desde abajo.
Era Furina. Tenía los ojos rojos, y a pesar de la humedad del ambiente, estaba segura de que los rastros de agua de su rostro eran de lágrimas.
Se la veía pequeña y débil, pero también con mucha determinación.
-No... Puedo...
Furina tiró de su muñeca, pero solo consiguió levantar el brazo de Lumine.
Un nuevo ataque fue en su dirección, pero Furina lo bloqueó.
-Vamos. Eres la heroína de Teyvat, ¿no es así? Haz honor a tu nombre tú también.
Furina la agarró por las axilas y tiró de ella hacia el camino de piedra, mientras intentaba bloquear ataques de agua a distancia que las lanzaban.
Cuando Lumine notó cómo su cuerpo abandonaba esas aguas, empezó a sentir un hormigueo en sus entumecidos miembros, y con gran esfuerzo, y gracias a la ayuda de Furina, volvió a ponerse en pie.
-... Gracias.
-Hmp. No ha sido nada-parecía que su habitual humor había vuelto a ella, lo cual era algo bueno.
-¿Alguna idea sobre cómo derrotarla?
-No sé si aquí mis poderes surtirán mucho efecto-ya era algo que admitiera eso-Pero, puedo ofrecer apoyo. Si tú y el criminal podéis estar en la ofensiva.
-No es un criminal...
-He dicho lo que he dicho. En tal caso, no podré acercarme demasiado. Pero-miró a Lumine fijamente con esos ojos tan dispares e hipnóticos-No me echaré atrás. Ja, agradecedme mi ayuda.
Lumine sonrió.
-Así lo haremos.
A pesar de la pesadez de su cuerpo, del mareo que hacía que su equilibrio fuera precario, Lumine echó a correr, pero no hacia la Arconte de mentira, sino hacia Childe, mientras esquivaba ataques a distancia, lo cual era una molestia. Lumine siempre prefería combates a corta distancia.
-Childe-exhaló al llegar a su lado; le agarró del hombro-Childe. ¿Estás bien? Te necesitamos para poder...
Childe no se movió. Ni dijo nada. Pero alzó la mirada y la clavó en ella. Lumine reprimió un escalofrío, y por un instante, tuvo la sensación de que iba a volver a intentar matarla.
-Childe...-agarró con más fuerza su brazo.
Entonces él se zafó del agarre, un rechazo físico sumado al de su mirada acusatoria.
El mundo de Lumine cayó a sus pies.
-Ja, ja-escuchó una risa complaciente-Aquel mancillado por el Abismo no volverá a querer que le toques, sucia mentirosa.
Otro ataque de agua dirigido a Lumine.
Lumine lo esquivó y se dijo que había otras prioridades además de Childe. Tenía amigos seguramente desangrándose no muy lejos de allí y el enemigo principal no daba cuartel. Tenían que acabar con ella.
Y al parecer, tendrían que bastarse Furina y ella solas.
-¡Cúbreme, Furina!
-¡Es lady Furina para ti!
Pero Lumine vio como ondas de agua la rodeaban y explotaban contra la Arconte corrompida, en señal de que Furina, efectivamente, la estaba ayudando.
Lumine lanzó un tajo horizontal cuando estuvo a suficiente distancia, pero la hoja atravesó su cuerpo sin más, no cortando realmente, y volvió a formarse el torso que se suponía que había cortado por la mitad.
-¡Ataca a las zonas manchadas con la sangre de Elynas!-gritó Furina. Por supuesto que ella sabía sobre Elynas.
-¡Eso intento!
A pesar de que el objetivo era pequeño y fácil de alcanzar, era sumamente escurridizo. Y por desgracia para Lumine, el poder Hydro no parecía hacerle ni cosquillas.
Lumine hizo una finta, aprovechó la cobertura que le daba el poder, aunque mermado, eficaz de Furina, y volvió a atacar con la espada.
Agua se cerró en su muñeca y apretó como si estuviera hecha de roca.
Con una maldición en la punta de la lengua, Lumine se vio forzada a soltar la espada, dejándola totalmente desarmada.
Una lluvia de flechas descargó sobre la Arconte corrupta, que si bien no la hirieron, la hicieron retroceder momentáneamente.
-¿Necesitas ayuda?
Lumine miró a su lado.
-Lyney. ¿Estás...?
-Dispuesto a luchar a tu lado.
Se le veía agotado. Había perdido el sombrero en algún lado, y tenía múltiples heridas por todo el cuerpo, fruto de las flechas que habían volado sobre él. Se las habían arrancado y parado la hemorragia, y seguramente debido a los objetos curativos, las heridas habían empezado a cicatrizar, pero no de manera limpia, y Lumine veía cicatrices en trozos de piel al descubierto. La más llamativa era la cicatriz casi con forma de estrella, allí donde le había alcanzado una flecha, que tenía en la mejilla contraria a su marca en forma de lágrima.
-Tu cara...-musitó Lumine.
Lyney forzó una sonrisa.
-Ahora vamos a juego-dijo, señalando la cicatriz de la mejilla de Lumine-¿Tienes algún plan?
-No. Pero el lodo que la cubre tiene sangre de un ser antiguo que la hace vulnerable. Lo sabe perfectamente y no deja un solo resquicio por el que poder atacar ahí. Quizás podríamos alcanzarla con una buena reacción elemental, pero...
Supuso que lo más efectivo sería Electro. Pero Clorinde ya había perdido una mano, y hacía todo lo que podía para defender a Navia, que parecía estar inconsciente en el suelo, junto con Paimon y Lynette, desarmadas.
-¿Seguro que es sensato dejarlas solas...?
-Clorinde ha insistido. Es muy fuerte. Y cuanto antes acabemos con esa falsa diosa, antes podremos ayudarlas.
-Sólo tenemos Hydro y Pyro...-Lumine cogió su arma-Veamos si conseguimos evaporarla o algo.
Lyney asintió y se coordinaron para atacar.
-¿Tu Heraldo no ayuda?-sonaba a acusación.
-No. Él... Creo que le ha hecho algo.
Quizás fue la desesperación de su voz, pero Lyney no insistió.
-Acabemos con ella.
Siempre que cambiaba de formación de equipo con nuevos compañeros a cuyos estilos de lucha no estaba acostumbrada, a Lumine siempre le llevaba un par de intentos fallidos hasta saber cómo compenetrarse para sacar el mayor partido.
El problema era que solo eran un equipo de tres, con solo dos elementos distintos, uno de ellos tenía sus poderes muy mermados, y los otros dos estaban heridos.
Pero como siempre, Lumine haría que funcionara. Siempre lo hacía.
La antigua Arconte pasaba de la risa a la furia de un modo casi histérico, mientras soltaba palabras que a veces dolían más que sus propios ataques físicos.
-Te haces llamar su hermano cuando ni siquiera puedes protegerla. Tan ingenuo como ella fue una niña.
-Y tú, tu hermano te ha dejado atrás, y en el fondo, sabes que no quiere que le encuentres.
No eran más que palabras vacías. Eso se repetía Lumine una y otra vez mientras atacaba.
-Lyney-le llamó.
Lumine se puso frente a la Arconte, y Lyney, con su fuego, si bien no consiguió evaporarla, sí que consiguió que sus pies de agua flaquearan por unos segundos.
Lumine cargó agua en sus manos, y con su fuerza centrífuga, la dirigió hacia ella. No la dañó, pero hizo que el lodo que seguía circulando por su cuerpo se reordenara, y justo cuando vio una buena porción en la zona del cuello, Lumine no se lo pensó dos veces y la cortó la garganta.
Un grito mudo salió de la boca del agua. Se llevó una mano a la garganta, mientras agua sin forma fluía cual sangre al suelo.
-¿¡Cómo os atrevéis, insignificantes mortales!?-bramó.
-¡Acaba con ella!-gritaron varias voces.
Lumine lanzó otra estocada, que la alcanzó de lleno en un costado, haciéndola gritar, como un burbujeo horrendo de agua contaminada.
De un salto, fluido como el agua de la que estaba hecho su cuerpo, la Arconte subió al altar y les miró desde arriba.
-No comprendéis absolutamente nada del mundo que os rodea. El mundo sucumbirá y renacerá. Pero vosotros, ¡vosotros solo sucumbiréis!
Alzó un brazo por encima de su cabeza, el otro dirigido hacia el brillante cristal, el corazón del mar primigenio. En cuanto lo tocó, este empezó a vibrar. Se escuchó un lamento.
Agua surgió del brazo alzado, hacia la espiral de cristal que rodeaba el corazón, y cuando el agua lo embadurnó, la espiral rugió cual dragón.
Y es que se transformó en un dragón. Un dragón de agua que se desenroscó de la lágrima, y con creciente furia y poder, un rugido salió de sus fauces mientras una risa burbujeante salía de la antigua Arconte.
-A aquellos que corrompen este sacro lugar y sus aguas, han de ser purificados-gritó, con voz rota, distorsionada.
Bajó el brazo y señaló a Lumine.
-¡Mátalos!
Y el dragón de agua se lanzó hacia ellos.
Lumine y Lyney apenas pudieron esquivar la embestida, tirándose a un lado.
Lyney estuvo a punto de caer por el borde del camino al agua.
Lumine le agarró fuertemente del brazo y tiró de él para que su cuerpo volviera a la piedra. Si esa agua tenía aquel efecto en Lumine, no dudaba de que mataría a Lyney y a cualquiera de sus amigos de Fontaine.
El pánico de Lumine empezaba a convertirse en una flagrante alarma de que aquello era demasiado. Que solo iba a peor. Que quizás, solo quizás, aquí es donde se le acababa la suerte.
No podía hacer frente a aquel peligro.
Como dándola la razón, el dragón rugió una vez sobre sus cabezas.
-Lyney. No podemos contra esto. No con Navia y Clorinde con esas heridas. Y nosotros no aguantaremos mucho más aquí. Tenemos que irnos.
Lyney asintió, gesto serio.
-Una retirada a tiempo es lo más sensato.
-¡Furina!-la llamó Lumine; era la que estaba más cerca de la puerta, y era la que estaba ahora mismo distrayendo al dragón en el cielo de la cueva.
-¿¡No ves que estoy ocupada!?
-¡Tenemos que irnos!
-¿Qué? No, absolutamente no. Mi honor y mi poder están en juego. No puedo simplemente escapar como una cobarde-a pesar de decir esas palabras, perdían algo de convicción al temblarle tanto el cuerpo como la voz. Ella también tenía mermadas sus fuerzas por la corrupción que los rodeaba.
Era una batalla perdida.
-... Pero parte de mis queridos súbditos están en una situación precaria, y su seguridad es lo más importante. Así que es sensato una retirada estratégica. Nos reagrupamos, y posteriormente...
-Ah, no, eso sí que no. Tras injuriarme de esta manera, ¡no esperéis salir de aquí con vida!-exclamó la Arconte corrupta-¡No sois más que pecadores! ¡Nacisteis pecadores, y pecadores moriréis!
Y con esa proclamación, y un nuevo rugido, el dragón cargó contra ellos.
No, no contra ellos. Contra la puerta de agua. Su entrada y salida de aquel lugar. Explotó en burbujas.
Lumine se sintió desfallecer.
-¡La puerta!-lloró Paimon.
Lumine podía entenderla.
Miró hacia Paimon, y Clorinde y Lynette apenas podían contener a los monstruos.
Al otro lado, Childe seguía quieto cual estatua...
Lumine pensó en Aether.
Cerró los ojos e inspiró hondo.
Si iba a morir, lo haría intentando salvar todas las vidas que pudiera. Y entonces, se reuniría con Aether en el más allá.
Abrió los ojos, y fue hacia la Arconte y el dragón.
Aunque no tenía un plan y se había lanzado de cabeza al peligro (algo más propio de Childe que de ella), Lyney y Furina atacaron con ella.
-Nosotros nos encargamos del dragón-dijo Furina, lanzando proyectiles de agua junto con las flechas de Lyney-Ayúdame, mago.
-Por supuesto, lady Furina.
-Tú encárgate de esa copia barata-se le daba bien dar órdenes, a pesar de los momentos de flaqueza que había sufrido tanto su poder como su espíritu.
Lumine no tenía ni idea de cómo derrotar al enemigo, pero moriría intentándolo.
-Así que ahora estás sola-le dijo la otra Arconte, abriendo los brazos como para darla la bienvenida.
-No lucho sola.
-No, pero estás sola. Indudablemente sola.
-Cállate.
-Engañas a los demás. Haces lo imposible para que te quieran porque no soportas estar sola ahora que tu hermano mayor te ha abandonado. Pero no temas, pues el príncipe traerá la gloria al mundo una vez más.
-¿De qué demonios estás hablando?
-El Abismo te espera, monstruo.
Lumine luchaba. Lumine corría. Cortaba. Golpeaba. Lanzaba agua. Y ganaba cansancio y herida tras herida.
Miró hacia Childe, que seguía sin moverse.
-No vendrá a ayudarte-dijo el agua con voz cantarina.
-¿Qué le has hecho?-exigió saber una vez más.
-Nada que no deberías haber hecho tú antes-replicó la otra-Solo... Hacerle ver la verdad. Aquello que olvidó y sufrió por tu culpa. Y que deberías haberle contado.
Lumine sintió bilis en la lengua y el paladar.
Estaba hablando de Espinadragón. Se suponía que habían quedado para verse allí (se suponía que iba a ser una cita), pero terminó convirtiéndose en una aventura infernal en el hielo. Childe perdió un ojo por protegerla, y por poco la cabeza y la vida, no sin antes haber intentado matarla.
Cuando Childe se recuperó, no recordaba nada, y Lumine estuvo a punto de ser sensata y alejarse de él para que no volviera a pasar nada parecido.
No se lo contó, pues no sabía cómo reaccionaría, y no quería hacerle más daño.
Y aun así...
Lumine se sentía una farsante.
Pero no dejaría que la otra farsante que tenía delante la hiciera sentir así. No hacía falta que se lo dijera.
Por eso, siguió atacando.
-¿Es que no ves que es inútil?-rio la Arconte.
Pero si había algo que caracterizaba a Lumine, además de su flexibilidad y adaptación, era su persistencia. Mientras le quedara aire en los pulmones y fuerza en la mano para agarrar la espada, lo haría.
Además, si realmente no era capaz de derrotarla a ella, ni a aquel dragón, su mejor opción era tratar de llegar al corazón del mar.
-No pasarás.
Lumine aprendió hace mucho tiempo que, para conseguir algo, otra cosa se debe dar a cambio. Y Lumine estaba dispuesta a dar. Se había acostumbrado a sacrificar partes de ella para poder alcanzar sus objetivos, y esta vez no sería diferente.
Un tajo vertical le rebanó la carne de la pierna derecha, pero solo así consiguió rodear a la Arconte, y llegar al cristal.
-¡No te atrevas!
-Me atreveré.
Una mano ensangrentada tocó el cristal. Vibró bajo sus dedos, pero no pasó nada.
-¡Solo responde al agua!-le llegó un grito; creyó que era de Furina.
Lumine fue a concentrar agua en la mano nuevamente pero un tajo en el costado la hizo caer de lado y bajar uno a uno los escalones del altar.
La Arconte se alzaba sobre ella, unos escalones por arriba, amenazante.
-Se acabó. No pondrás en peligro la misión del Abismo.
Fue a atacarla, pero Lumine fue más rápida y la envolvió en su propia agua, que curiosamente, o más bien, mágicamente, no se mezclaba con el agua que formaba su cuerpo.
-Esto no me hará nada. Ya deberías saberlo, estúpida.
Entonces, rápido e inesperado como una tormenta de verano, un rayo descendió sobre la Arconte, que junto con la sangre que la hacía vulnerable y el agua de Lumine que la rodeaba haciendo de medio conductor, la Arconte corrupta se electrificó.
El agua volvió a aullar de dolor.
Lumine miró a su lado, y con alivio comprobó que había sido Childe quien había lanzado el ataque. Aunque no la devolvió la mirada.
-¡Ahora!-gritó Furina, a la cual costaba oír más allá del rugido del dragón.
Lumine se puso en pie, casi resbaló con su propia sangre, la que goteaba de su pierna herida y costado, y subió rápidamente los escalones.
Volvió a tocar la lágrima de cristal, y esta vez, dejó que agua fluyera de su palma.
El corazón vibró. No, esta vez, latió. Y una luz surgió de su interior, y se refractó en múltiples direcciones.
El dragón lloró y volvió volando hacia la lágrima, y la envolvió en su abrazo volviendo a cristalizarse, pero adquiriendo ambos un tono más limpio, más claro, sin imperfecciones.
Pequeñas esquirlas de agua cristalizada, cual copos de nieve, empezaron a caer del dragón dormido, dándole un aspecto etéreo y tranquilo, justo lo contrario a lo que aparentaba minutos antes.
Las aguas que caían en cascada y que les rodeaban se volvieron cristalinas, y los monstruos del Abismo se desvanecieron.
Lumine miró atrás.
La Arconte corrupta estaba en los escalones del altar. Tenía gestos espasmódicos, fruto de la corriente eléctrica que sacudía su cuerpo.
-Tú... Siempre te las apañas para oponerte-su voz sonaba rara, distorsionada, como un máquina estropeada-Pero no habrá gloria en tu oposición. Ni descanso para tu alma-una sonrisa rota se abrió en su cara-Volveremos a vernos... Princesa.
Y con esto dicho, la electricidad la consumió y su cuerpo de deshizo en agua que formó un charco a sus pies.
Lumine se acercó, todavía algo aprehensiva, y miró el charco.
No reflejaba su rostro, pero sí el de la Arconte, y aunque Lumine sabía que era la misma de hace un momento, también sabía que no era la misma. Eran remanentes de la antigua Arconte, sí, pero ya liberada de la influencia del Abismo.
Le dedicó a Lumine una preciosa sonrisa.
Gracias, escuchó Lumine en su mente.
Gracias, otra voz se unió en su cabeza, y supo que era Elynas.
Y en un suspiro, el agua se evaporó.
Lumine no se permitió aquel suspiro. No cuando, a pesar de que la gran amenaza más inminente había sido neutralizada, todos sustentaban gran variedad de heridas, y todavía tenían que salir de allí.
-¡Lumine!-Paimon colisionó con ella, intentando abrazarla-Paimon ha pasado tanto miedo...
-Tranquila, Paimon...
-¡Tu pierna! ¡Tu costado!
-No es nada...
-¡Ah!-gritó Paimon, haciendo caso omiso-¡La puerta!
Lumine miró al final del corredor, y efectivamente la puerta había vuelto a aparecer. Y Lumine no pensaba quedarse esperando para ver cuánto duraba allí.
-¡Vamos!-exclamó.
Clorinde cogió entre sus brazos como pudo a la inconsciente Navia y echó a correr en dirección a la puerta, seguida de Lyney y Lynette.
Paimon fue detrás.
Lumine miró a su otro lado.
-Childe...
Este corrió hacia la puerta, pero sin decir nada.
Mientras Lumine corría la última hacia la salida, la congoja seguía aprisionando su corazón, pues aunque habían derrotado al enemigo, a Childe seguía pasándole algo.
Contuvo la respiración al atravesar la puerta de agua.
Postludio: El agua llora
Contra todo pronóstico, no aparecieron en la gruta por la que entraron, sino que aparecieron en el exterior, a las afueras de la Corte de Fontaine.
Cuando Lumine terminó de atravesar la puerta, ésta desapareció.
Seguía mojada.
Miró al cielo. Lloraba. Lumine también sentía ganas de llorar.
-¡Lynette!-gritó Paimon.
Lumine giró sobre sus talones justo a tiempo para ver cómo el agua de lluvia hacía brillar el pequeño cuerpo de melusina de Lynette, para luego explotar y volver a ser humana.
Lynette parpadeó.
Miró hacia atrás, a su cola de gato. Se tocó las orejas. Una sonrisa se pintó en su rostro.
-He vuelto-musitó.
-Lynette.
Lyney volvía a tener los brazos alrededor de su hermana, estrechándola con fuerza. Lumine juraría que escuchó un sollozo en la garganta de Lyney, mientras escondía el rostro en el hombro de Lynette. Ella le palmeó la espalda y le acarició el pelo.
-Estoy bien...
Lumine suspiró de alivio y se permitió una sonrisa.
-Cómo me alegro de que hayas recuperado tu cuerpo, Lynette-dijo Paimon, sobrevolando a los dos hermanos, no advirtiendo que quizás los dos necesitaban algún minuto más a solas.
-Y yo-dijo aun así Lynette-Lyney-se separó un poco de él-¿Freminet...?
Lyney se frotó los ojos.
-Está bien-se aclaró la garganta-Y muerto de preocupación por ti. Nos espera en casa.
Lynette volvió a sonreír.
Lumine tenía que hablar con ellos, disculparse por cómo les había tratado tras representarlos como abogada en su juicio, pero ahora no parecía un buen momento.
Se apresuró hacia los que necesitaban atención más urgente.
-Navia-exhaló Lumine al llegar a su lado.
Estaba consciente, aunque con el rostro pálido y apoyaba prácticamente todo el peso de su cuerpo en Clorinde.
-Estoy... Bueno, bien no. Pero, sobreviviré. Gracias a la protección de Clorinde, y los objetos curativos de Paimon-intentó sonreír-Ah... A Melus y Silver les va a dar un infarto en cuanto me vean.
Clorinde tenía un gesto en la cara que decía que ella también había estado a punto de sufrir uno.
Navia miró hacia donde había estado su brazo derecho. Le habían cubierto la herida y parecía cauterizada, pero su aspecto siempre brillante estaba oscurecido por su palidez y la sangre que manchaba sus ropas.
-Gracias por cuidarla-le agradeció Lumine a Clorinde.
-... No ha sido nada-Clorinde sacudió la cabeza; sujetaba a Navia con la mano que le quedaba, y a pesar de parecer exhausta, no soltaba a la otra chica-Debería haber sido capaz de protegerla de verdad.
-¡Pero si lo has hecho!-la contradijo Navia-No solo me has defendido de los monstruos, sino que has evitado que muriera desangrada.
-No debería haber dejado que te hirieran en primer lugar. Por mi culpa, has perdido un brazo...
-Me habría convertido en agua de no ser por ti-replicó Navia, que parecía enfadarse por momentos con Clorinde-Además...-le agarró la muñeca cercenada-Tú has perdido una mano por mí.
-Y volvería a hacerlo.
Tanto Navia como Lumine se sonrojaron ante aquellas palabras. Sin duda, el amor que Clorinde le tenía a Navia era... Intenso. Quizás un poco sobreprotector, pero un amor precioso, al fin y al cabo.
Quizás sería mejor dejarlas sola unos momentos ya que no estaban en peligro inminente por sus heridas.
-Navia, Clorinde-se les unió Paimon.
Intento de huida fallida.
-Gracias por ayudarnos, Paimon-dijo Navia.
-Te estoy eternamente agradecida por curarnos-dijo Clorinde.
-¡Es lo menos que Paimon podía hacer! Pero... Ojalá Paimon hubiera podido hacer algo más... ¿Qué van a hacer Navia y Clorinde con...lo que les falta?
La mirada de ambas se oscureció, pero fue la de Navia la primera en aclararse.
-Estamos en Fontaine. Nación de la justicia y de la tecnología. Estoy segura de que podemos procurarnos un brazo y una mano robóticas-sonaba optimista.
-Siento no haber...-empezó a decir Lumine.
-No, no quiero oírlo-la cortó Navia; sonrió-Las dos decidimos ir y ayudar, y tú has sido la que, en última instancia, nos has salvado a todos. Así que nada de disculpas. Y somos nosotros los que debemos darte las gracias.
Lumine esbozó una pequeña sonrisa.
Era imposible no querer a Navia.
Lyney y Lynette se les unieron, y a pesar de lo exhausta que estaba Navia, pareció revivir cuando Lynette le empezó a contar, tal y como le había sugerido Lumine, su teoría sobre el sinte y la inmunidad para el agua del mar primordial.
-Lumine-captó su atención Paimon-¿Qué pasa con Childe?
Lumine miró más allá, donde estaba Childe, alejado del grupo, mirando al horizonte, pensativo.
-... No lo sé-murmuró Lumine, nerviosa-Creo que le hicieron algo ahí abajo, pero...
-Sí, Paimon lo vio, y Paimon vio cómo Childe se quedaba quieto. Aunque Childe ayudó al final, ¿no?
Lumine asintió con la cabeza.
-Tengo que hablar con él.
-Muy bien-dijo Paimon, avanzando hacia él.
-Hablar a solas con él, Paimon.
-... Está bien. Pero dile a Childe que Paimon quiere saber qué le pasa, ¡y no es porque Paimon esté preocupada por Childe!
Lumine volvió a asentir.
Se dirigió hacia Childe, pero alguien le cortó el paso.
-Un momento, heroína de Teyvat-la interceptó Furina.
Lumine se detuvo y la miró.
-He recuperado mi poder y... Mi compostura-parecía costarla admitir lo que estaba diciendo. Pero para alguien de su orgullo, era una muestra clara de humildad.
Realmente parecía una niña que había reflexionado sobre aquello que había hecho mal, o recapacitado sobre su propio comportamiento.
-El corazón del mar estaba corrompido, y mis mayores miedos sobre... No ser lo suficientemente buena y sabia y poderosa para Fontaine. No busco atención, quiero ganarla. Y... Creo que puedo mejorar. No debería haberme incapacitado yo misma de esa manera. Y esto lo diré una única vez: Gracias, por ayudarme a mí y a Fontaine.
Lumine apoyó una mano en el hombro de Furina.
Ésta se sonrojó, avergonzada.
-¡No te he dado permiso para tocarme...!
-Lo harás bien. Y tienes personas en las que apoyarte, y en las que deberías apoyarte. Está bien pedir ayuda-a Lumine le había costado entender algo tan simple, pues siempre se había apoyado en su hermano y nadie más.
Pero ahora tenía más personas importantes en su vida que se preocupaban por ella, y que la ayudarían si así la necesitara.
-Hmp-le quitó el brazo del hombro-Puedes estar tranquila. El miedo no volverá a sobrepasarme.
Lumine sonrió.
-Es bueno saberlo.
La rodeó y fue hacia Childe con el corazón en un puño, mientras la lluvia leve seguía cayendo.
-Childe-murmuró su nombre apenas estuvo a un metro de él.
Él la miró. Por fin la miró, y solo había dolor en su mirada.
-¿Estás bien?-preguntó Lumine con urgencia, sintiendo que había oído mucho aquella pregunta en las últimas horas, mirándole de arriba a abajo, buscando alguna posible herida que le estuviera provocando ese gesto.
Pero no. No era una herida externa lo que estaba provocando ese dolor.
-Childe...
-Lumine-la cortó él-¿Por qué?
-¿Por qué...?
Había conflicto también en el rostro de Childe, y algo estaba empezando a calar en los huesos de Lumine. Comprensión y... Arrepentimiento.
Era traición lo que reflejaba el único ojo de Childe.
-Yo...-empezó a decir Lumine, pero una vez más, se vio interrumpida, pero no por Childe.
Varios pasos se escucharon sobre el camino, decididos y con cierta urgencia.
Alguien había llegado hasta ellos.
El cuerpo de Lumine se tensó pensando en más posibles enemigos, pero pronto la alerta en su cuerpo dio paso a la sorpresa.
-Monsieur Neuvillette-dijo Lyney en un susurro.
Era efectivamente Neuvillette, acompañado de varios guardias. A pesar de lo inexpresivo que parecía, Lumine podía vislumbrar algo de tristeza en su postura.
-¡Neuvillette!-exclamó Furina, claramente contenta de verle-No te vas a creer...
-Hay mucho de lo que hablar, me imagino-fue lo primero que dijo el juez al llegar a la altura del grupo y detenerse; los guardias se detuvieron unos pasos por detrás de él en formación-Pero primero-dirigió una mirada rápida a todos-Los heridos han de ser atendidos.
-P-por supuesto-dijo Furina-Es lo primero que yo haría... Verás, Neuvillette, hemos purificado el corazón del agua y derrotado monstruos del Abismo…
Sonaba, una vez más, como una niña, pero esta vez como una niña emocionada contándole a un padre o a alguien a quien admira lo que había logrado hacer, buscando reconocimiento y recompensa. Era... Bastante adorable, la verdad.
Neuvillette alzó una mano, lo que hizo callar a Furina (Furina solo haría eso por Neuvillette, Lumine estaba segura, pues respetaba enormemente a aquel hombre).
-Creo que puedo hacerme una idea, aunque agradeceré sumamente que me relate todos los hechos, lady Furina-dijo, con su tono siempre correcto y educado.
Con un movimiento de cabeza de Neuvillette, los guardias se apresuraron hacia Navia, Clorinde y Lyney, los más heridos. Lumine rechazó la ayuda de uno de los guardias para mirar sus heridas.
-Señor Neuvillette-intervino entonces Paimon-Paimon y los demás hemos ayudado a detener una gran amenaza. Además, seguro que todo esto estaba afectando a la Analizadora-señaló a Childe con el dedo-¡Y seguro que ahora se puede demostrar que Childe es inocente!
Neuvillette apretó las manos alrededor de su bastón.
-Aun si eso es cierto, ha de ser, pues, demostrado-dijo con voz calmada-Ahora bien, para demostrar que realmente sois aliados de Fontaine y por ende bienvenidos en esta nación, os debéis de atener a sus reglas.
Lumine escuchó a Paimon tragar saliva, nerviosa.
-Aun si queríais demostrar la inocencia de este joven, los métodos usados son inexcusables, pues irrumpisteis en un edificio gubernamental y liberasteis no solo a un sospechoso, sino alguien declarado públicamente culpable, y os disteis a la fuga. Esa no es forma de proceder, y menos sabiendo que, de haber algún problema con el veredicto, se investigaría el asunto.
Todo lo que decía era correcto. Pero no por ello hacía que Lumine no se sintiera mal por ello.
-Neuvillette-habló Furina-Aunque no... No quiera aceptarlo, es posible que la Analizadora cometiera un error. Por eso salí con Clorinde a investigarlo y...
-Nadie respeta su opinión y valor más que yo, lady Furina. Y precisamente por eso sé que usted sabe que ha de mantenerse un orden y seguir unas reglas para que todo siga funcionando y que nadie ponga en duda el sistema por el que se rige nuestra nación, pues eso provocaría desconcierto, caos y descontento entre los habitantes.
El estómago de Lumine dio un retortijón al saber cómo iba a terminar esto, y aun así, no podía culparlos. Simplemente, tendría que buscar otro modo.
-Sí, soy consciente de ello, claro-dijo Furina. No iba a contradecir a Neuvillette, por lo que no podría ayudarlos.
-Así pues, mientras esclarecemos qué es lo que ha ocurrido en su ausencia, lady Furina, y determinamos qué ocurre con la Analizadora, me temo que el joven Tartaglia ha de ser puesto bajo custodia.
-¿Qué?-exclamó Paimon-Pero, eso no es justo...
-Es precisamente justo-replicó con voz tranquila Neuvillette-Y si queréis ayudar, estáis en todo vuestro derecho, siempre que sigáis las normas. Y dado que al parecer os habéis ganado el favor de nuestra Arconte y la habéis ayudado a derrotar a un enemigo de la nación, pasaremos por alto el hecho de que liberarais a un recluso. Así por lo menos podréis buscar otras vías para ayudarlo, cosa que no podríais hacer de estar encerradas también.
-Pero...
-Paimon, déjalo. Tiene razón-por mucho que Lumine lo detestara.
Neuvillette asintió.
-Vuestra sensatez os honra-miró a uno de los guardias-Esposad al sospechoso y escoltadle hasta la Corte.
-Sí, señor.
-Espera-Lumine dio un paso al frente; Neuvillette hizo un gesto al guardia para que esperara-¿Podría hablar con él antes unos momentos? No será mucho tiempo-Neuvillette apretó imperceptiblemente los labios; Lumine tuvo la loca sensación de que la lluvia caía con algo más de fuerza-Si intenta escapar, yo misma lo atraparé-dijo con convicción.
Unos tensos segundos después, Neuvillette asintió.
-Que así sea. Pero no por mucho tiempo.
-Sí.
Lumine le hizo un gesto a Paimon para que esperara con los demás, y se acercó nuevamente a Childe, que seguía con el mismo gesto en el rostro, como si todo lo que se había discutido hacía un momento no fuera con él.
-Childe.
-... No te preocupes. Aunque no lo parezca, puedo ser paciente y esperar a que me suelten cuando todo este lío se aclare-fue lo primero que dijo.
-Childe, lo que pasó en aquella cueva...
-¿Recuerdas que, después de volver de Espinadragón, donde acabé seriamente herido, te planteaste abandonarme?-sonaba acusador.
Lumine tenía un nudo en la garganta, por lo que asintió con la cabeza.
-Discutimos. Y creí... Sinceramente creí que lo habíamos arreglado. Que a pesar de todo lo que teníamos en contra, lucharíamos por nosotros, siempre que siguiera siendo lo que queríamos y no afectara a quienes somos-hizo una pausa-Creí que no habría más secretos. Mentiras. Sabía... Sabía que me estabas ocultando algo, pero no quise creerlo, no después de burlar la muerte los dos juntos de aquella manera. No después de sacrificar nuestra vida por la vida del otro-ahora sonaba implorante.
El frío que sentía Lumine hasta en la punta de los dedos nada tenía que ver con la lluvia. Se apartó pelo mojado de la cara, no queriendo perderse ninguno de los gestos del rostro de Childe.
-... Me manipularon. Otra vez-musitó Childe, y sonaba triste y enfadado consigo mismo a la vez-Intenté matarte. Otra vez-la miró fijamente-¿Por qué, Lumine? ¿Por qué no me lo contaste cuando viste que no lo recordaba? Mientras intentaban hacerme sumir en un sueño demasiado bueno para ser real, uno en el que conocías a mi familia y te quedabas conmigo en Snezhnaya, mi cuerpo estaba intentando matarte. Y casi lo consigo.
Sonaba atormentado. Lumine se sentía atormentada.
Childe se llevó una mano al parche.
-Y aun así, me salvaste la vida...
-Por supuesto. Siempre lo haría...
-¿Por qué no me lo contaste?-repitió-Era por eso por lo que dijiste que deberíamos separarnos, que nada bueno salía casa vez que estábamos juntos. Que nos condenábamos el uno al otro-dejó caer el brazo-Y sabes perfectamente que eso a mí no me importaría. Porque te quería.
Algo se oprimió con fuerza en el interior de Lumine al escucharle decir ese verbo en pasado. Puede que fuera su corazón. O su estómago. O sus pulmones. O todas sus entrañas.
-Te he contado prácticamente todo sobre mí-siguió diciendo Childe, dolido y confundido-Incluso muchas veces he dudado y tomado decisiones contrarias a las que se supone que debo tomar. Por ti. Y creí que por fin te estabas abriendo a mí. Pero... No es cierto, ¿verdad?
Su voz se volvió un susurro que se confundió con el caer de la lluvia.
-Habría aceptado que me dejaras si me hubieras dicho la verdad. Lo... Lo habría entendido, por mucho que me doliera. ¡He intentado matarte varias veces, joder! Pero... Ocultarme algo así y mentirme a la cara, y luego intentar huir...
-... No quería hacerte daño. Te mutilaron. Te lavaron el cerebro. Pensé que era mejor...
-¿Que viviera en la ignorancia? No, Lumine, sé el daño que puede causar la ignorancia. Igual que la traición-la miró, pero no parecía verla-Me he dado cuenta de lo débil que soy mentalmente. Lo débil que soy de corazón, a pesar de toda la fuerza bruta que pueda tener mi cuerpo. Y tú me tratas como si...-sacudió la cabeza-Todos los que me conocen creen que, en el fondo, estoy muerto por dentro. Y por primera vez desde que volví del Abismo, puede que crea a esas voces. No soy más que un estúpido sin voluntad y voluble al que es fácil manipular-apretó los puños-Ojalá fuera igual de fácil dejar de quererte y dejar de sentir dolor.
Lumine estaba casi segura que la humedad de su rostro no era debido a la lluvia, sino a sus lágrimas.
Había cometido un error. Un error terrible. Y parecía irreparable.
-Childe...
-No.
-Childe, por favor... Déjame...
-No. Yo... Joder, no, ahora no quiero hablar contigo. Ni verte-se llevó una mano a la cara-No... No quiero hacerte daño.
Entonces, Childe empezó a alejarse. Fue en dirección a Neuvillete y los guardias, aceptando su destino inmediato, y dejando a Lumine con el corazón destrozado.
-Espera. Espera. Déjame hablar. Déjame... Arreglarlo.
Childe no dijo nada, y siguió andando.
-Ajax-imploró Lumine en un susurro-Por favor. Por favor.
El paso de Childe se detuvo un instante, como un instante de duda. Pero no miró atrás, y retomó la caminata.
-¿Habéis terminado?-escuchó Lumine decir a Neuvillete.
Childe se encogió de hombros y presentó las manos juntas para que le esposaran.
Se hablaron más cosas en el grupo. Cosas sobre tratamiento médico, sobre escoltar al prisionero, sobre aquella incesante lluvia, sobre el caos en la ciudad, sobre el camino de retorno a esa ciudad que todos debían hacer...
Pero Lumine no escuchaba. Casi no escuchaba siquiera el sonido de la lluvia por encima del latido errático de su corazón. Latía de tal manera que parecía capaz de romperle las costillas. Seguramente eso habría dolido menos que las palabras de Childe.
No se dio cuenta de que Paimon había flotado hasta ella hasta que la tuvo enfrente y le tocó la mejilla de la cicatriz.
-¿Lumine está bien?
-... No realmente.
Paimon miró en dirección a Childe.
-¿Hay algo que Paimon pueda hacer?
-No lo creo.
-Mm... Paimon no sabe mucho de la situación, pero lo que Paimon sí sabe es que al final todo termina bien.
Estaba intentando animarla. Bendita Paimon.
-... Eso espero.
Ambas se quedaron mirando cómo Neuvillete, Furina, Childe y los guardias se marchaban en dirección a la Corte, seguidos de otro pequeño grupo de guardias que ayudaban a Navia y Clorinde a avanzar.
-Lo siento-escuchó Lumine a su espalda.
Se giró.
Era Lyney quien había hablado. Lynette estaba a su lado, y ahora que volvía a verla en su forma original y de cerca, vio que ella también había recibido una herida que había dejado cicatriz en la mejilla contraria a su marca de estrella. Como le había pasado a su hermano.
Lumine no sabía si había escuchado su conversación con Childe, pero poco importaba, porque parecía entender por lo que estaba pasando Lumine.
-... No. Soy yo quien lo siente. Os debo una disculpa a los dos-dijo Lumine-Por haberos tratado de aquella manera cuando supe que erais Fatui. No fue... No fue realmente por saber que erais Fatui, sería una hipócrita de ser así, sino por el hecho de que me ocultasteis información, a pesar de que era vuestra amiga y confiaba plenamente en vosotros.
-Debimos decírtelo-habló Lynette-Antes del juicio.
-Sí-asintió Lyney-Lo sentimos. ¿Nos...?-tragó saliva-¿Nos perdonarías? No queremos perder tu amistad. No por algo como esto.
Lumine sacudió la cabeza y esbozó una pequeña sonrisa a pesar de que se estaba muriendo por dentro.
-No hay nada que perdonar. Y por supuesto que seguimos siendo amigos.
Ambos hermanos se relajaron visiblemente y sonrieron. Paimon aplaudió ante el conflicto resuelto.
-Deberíamos volver a la Corte-dijo Lyney, mirando el camino por el que los demás habían ido-¿Vienes? Alguien debería mirarte esas heridas...
-Estoy bien. Iré...más tarde. Adelantaos vosotros.
No parecían muy convencidos.
-Si es lo que quieres... Nos vemos luego.
Se despidieron y se marcharon. Minutos después, ya no se les veía ni se les oía con la lluvia incesante.
Lumine alzó el rostro al cielo y cerró los ojos, notando el agua resbalar por su piel.
Metió la mano en el bolsillo de su vestido, y agarró con fuerza la Visión Hydro que la habían encomendado, como intentando agarrarse al último resquicio que la mantenía unida a Childe.
Quizás fuera eso todo lo que quedaba de ellos.
-Vaya-comentó Paimon-No parece que vaya a dejar de llover.
**..**
Espero que les haya gustado! Dejen sus comentarios para que sepa qué les ha parecido!
Una vez más, parece que he escrito algo parecido a una misión de Arconte XD Y como siempre, parece que me encanta hacer sufrir a mis personajes favoritos jejeje
Me encantan los paralelismos y simbolismos, por si no era obvio (o por si no lo he repetido mil veces ya jajaja)
Efectivamente, aquello que pasó en el anterior fic le ha explotado en la cara a Lumine -.- La verdad es que me duele haber terminado la historia así, aunque cuadra más con el canon que Childe siga en la cárcel, el pobre XD
Conociéndome, seguramente escribiré una secuela (?) porque no soporto que Childe y Lumine estén separados :P Ya veremos!
Como siempre, mil gracias por leer y comentar! Y muchas gracias a quienes leyeron y comentaron mis anteriores fics de Genshin Impact^^
Bye~!^^
