Los personajes de Naruto no me pertenecen.

Advertencias: Universo Semi Alternativo. Algunos hechos del mundo Canon se han alterado para acoplar la idea de esta historia.

Advertencias: Contenido adulto en los próximos capítulos. Entrenamiento kunoichis. Infidelidad próximamente. Relaciones con diferencia de edad. Posible Dominación Masculina. Pet Play y otras que se me puedan ocurrir.


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Rabbit Hunt

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Capítulo Primero


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Hace ocho años Hiashi Hyuga tomó una decisión que cambió el destino de su propio clan cuando le puso a su primogénita el Sello del Pájaro Enjaulado en lugar de a su hermana menor. Siendo el Cuarto Hokage, Minato no pudo participar en dicha toma de decisiones para respetar el mandato implícito que señalaba que cualquier intervención a los asuntos internos de los clanes dentro de la aldea se tomaría como una ofensa o un claro favoritismo.

Le dolió ver a la niña presentarse en varias ocasiones con una venda en su frente, las ojeras carcomiendo su infantil cara y esa aura de desilusión que la acompañaba como un fiel fantasma personal.

Ella había sido compañera en la Academia Ninja que Naruto asistió. Había notado la enorme admiración que la pequeña le tenía a su hijo y eso le había causado sentir un adorable sentimiento hacia la pequeña por notar en Naruto algo que muchos ignoraban.

Después de lo ocurrido en los Exámenes Chunnin, en la tercera etapa, Minato pensó que Hinata estaría en reposo por las heridas causadas por su primo mayor, Neji. Más la noticia por parte de sus shinobis que le informaron que la joven Hyuga había sido secuestrada durante la invasión en el enfrentamiento final le hizo darse cuenta del terrible error de confiarse.

Intentó mover a sus mejores ninjas para ir detrás de la joven, pero Hiashi rechazó cualquier ofrecimiento de ayuda al considerarlo innecesario. Para alivio de todo el Consejo, el líder del clan Hyuga afirmó que Hinata tenía el sello que la mayoría de los miembros de la Segunda Rama poseían y que no había peligro alguno de que algún ninja de una aldea enemiga se hiciera con el Byakugan.

Y aunque todo el Consejo se halló aliviado de escuchar aquello, Minato no pudo aceptar el hecho de que uno de sus ninjas había sido secuestrada y no harían nada para regresarla a Konoha.

Ir en contra de lo deseado por un clan sería estar en contra de su manera de operar a su propia familia, aquello fue lo que el Consejo y Tsunade le comentaron cuando se negó a dejar de movilizar a sus shinobis. Incluso buscó la ayuda de Shikaku Nara para idear un plan que pudiera llevarlos hacia la jovencita pero la fría lógica del líder del clan Nara le hizo darse cuenta que tenía demasiada fe.

En la última exploración que Minato hizo, solo para cerciorarse de que la joven gennin pudiese estar cerca de las fronteras del País del Fuego ―en el milagroso caso de haber escapado de sus captores―, Kakashi regresó con sus perros, trayendo en sus manos un pedazo de tela que perteneció a la chamarra de gamuza de la joven Hyuga, completamente destrozada y llena con sangre seca. Más tarde el laboratorio confirmaría que el ADN pertenecía a Hinata Hyuga.

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El tiempo pasó demasiado rápido. La mayoría olvidó los malos momentos por los cuales Konoha ha atravesado a pesar de que algunos, como él, no podían dejar de ver a la aldea, preguntándose cuántas vidas sería necesario sacrificar para alcanzar la paz que todos añoraban.

Minato intentaba ser un buen Hokage y un buen padre. Tener a un niño tan hiperactivo como Naruto era complicado pero siempre buscaba ser la guía que su retoño necesitaba. Ante la ausencia de Kushina, toda la responsabilidad le pertenecía, y aunque Jiraiya quisiera prestarse más que gustoso para ayudarle con la crianza al niño que veía como su próximo pupilo, Minato debía poner ciertos límites ya que la influencia del Sannin no era la más adecuada, especialmente en el sentido moral.

Naruto había decidido convertirse en un shinobi de Konoha. Deseaba ocupar en algún momento la silla en la que él se sentaba cada mañana que acudía a la Torre Hokage para hacerse cargo de sus obligaciones. Y lo alentaba a dar todo de sí para que lograra sus cometidos y que nadie dudara de que Naruto era capaz de conseguirlo sin tener que recurrir a atajos solo por ser el hijo de un Hokage.

Por eso cuando Jiraiya llegó con él, mostrándose tan despreocupado como de costumbre, con esa sonrisa que lograba relajar a toda una habitación, Minato nunca sospechó lo que deseaba comunicarle. Compartió algunas palabras con Naruto quien se encontraba esa mañana desde muy temprano en el despacho, acompañado del Equipo Kakashi, listos para salir de misión.

Pensó que cualquier cosa que su maestro quisiera compartirle lo diría en esos momentos pero cuando se comportó de costumbre, él no pudo evitar notar su sospechoso comportamiento, esperando hasta que todos salieran y los dejaran solos.

―Jiraiya-sensei ―Minato llamó la atención del Sannin que dejó las sonrisas y boberías a un lado, con una expresión seria que pocas veces le había visto poner. Se preparó para cualquier noticia que él quisiera decirle―. ¿Malas noticias?

―Durante mi viaje en estos últimos años he notado un comportamiento singular en un grupo de renegados.

Minato puso atención, repasando en su mente cualquier documento de ninjas renegados que había tenido sobre el escritorio.

―No los tomé en consideración porque no hacían nada extraordinario. Cazar a otros ninjas por quienes se pagaba una fortuna y vender cosas. Lo típico ―señaló―. Aunque debo de admitir que lo que me sorprendió es que un grupo de shinobis tan peligrosos hayan decidido reunirse y trabajar juntos. Eso no es propio de ellos.

―¿Qué tipo de renegados?

―Tipos como Kisame Hoshigaki.

Minato ensombreció la mirada al reconocer aquel nombre. Un ninja de la Niebla, peligrosamente poderoso, más fuerte que el propio Zabuza Momochi y quien tenían una de las Siete Espadas de la Niebla, conocidas por todo el Mundo Shinobi por poseer grandes cualidades que hacían de su ejecutor un rival imposible.

Todavía recordaba cómo Kakashi quedó hospitalizado por varias semanas después de su encuentro con Momochi.

―Y no solo él es el único peligro que hay en esa organización.

―¿La Mizukage sabe sobre esto? ―cuestionó, pensando que podría ser una buena idea alertar a todas las Naciones Ninja sobre dicha organización.

Jiraiya rio.

―Claro que no. Nadie sabe sobre ellos, Minato, al menos no ahora.

―Entiendo ―asintió―. Eso significa que aún no han comenzado verdaderamente sus planes.

―Eso parece, pero no estaría tan seguro. Hay muchas cosas que no sé de ellos. Ni siquiera cómo se llama al grupo al que pertenecen. Pero tengo una corazonada que no será cualquier cosa. Aunque, si te soy sincero, Minato, realmente no es eso por lo que estoy aquí.

Fue inevitable sentirse confundido por las palabras de su sensei. Era un experto en escribir literatura pero también en dar mensajes encriptados.

La mueca del Sannin volvió a tonarse seria, quizá apagada mientras se acercaba hacia él, sacando un pedazo de papel arrugado que desenvolvió para deslizarlo sobre la superficie del mueble y que pudiese verlo.

Los trazos en el papel creaban un rostro de una hermosa mujer. Joven. El pintor de dicho dibujo quiso capturar el movimiento de sus hebras moverse al compás del aire. Por un momento Minato pensó que se trataría de uno de los caprichos de Jiraiya, era mundialmente conocido por su afición hacia las hermosas mujeres, pero algo en el dibujo se le hizo familiar.

―¿No se te hace familiar? ―preguntó Jiraiya después de ver que su ex alumno miraba con atención el dibujo.

―Lo es, pero al mismo tiempo... ―Jiraiya cortó su frase con un suspiro de agotamiento.

―Tan despistado como de costumbre ―el Sannin se acercó más, pasando el dedo por la principal característica que él quería que el rubio notara―. Esos ojos de Luna, ¿no los has visto antes?

La mención sobre esos ojos que eran únicos en el mundo provocaron un escalofrío en todo el cuerpo a Minato.

Ojos de Luna.

Los Hyuga.

Era una Hyuga, más el rostro no le recordaba a nadie del clan. Solo podía repasar en su mente los rostros serios de Hiashi, su hija menor quien sería la próxima líder, Hanabi Hyuga, y Neji, uno de los shinobis más destacados que tenía en sus filas.

―Jiraiya-sensei...

―Cerca de Amegakure hay aldeas cuya economía principal es la prostitución. Un pintor que suelo conocer retrata a todas las mujeres que ve en el papel. Sin embargo, ella no es como una prostituta ―señaló Jiraiya―. Su rostro es... Distinto. No tiene nada en común con las mujeres quienes sí se dedican a esa profesión. Me pareció curioso que él tuviera un retrato así, le pregunté dónde había conocido a esta mujer y lo que me respondió me dejó con inquietud ―miró a los ojos azules de Minato, dando una pausa a su relato―. Según este dibujante, ella es un fantasma silencioso que abunda en las noches, protegiendo a los aldeanos. Con sus ojos de Luna puede adivinar el futuro y sus palmas alivian el dolor de los desafortunados. Por esos lares se le considera una salvadora, pero en otros lados... Es una asesina. Compré el dibujo e intenté buscar más información sobre ella, pero todos le son leales. Nadie me dijo nada y todos me ignoraron. Incluso las chicas de los clubes a los que voy no quisieron decir nada. Pasé días tratando de adivinar su rastro pero tal cómo me lo dijeron: Es un fantasma. A pesar de que su apariencia sea única, sobre todo sus ojos, parece como si nadie la hubiera visto...

―Un Hyuga no puede estar viviendo fuera de Konoha ―alegó Minato, entendiendo lo que Jiraiya estaba dando a entender―. No podría sobrevivir. La Rama Principal nunca sale de las fronteras del País del Fuego sin protección. Es...

―¿Recuerdas a esa niña de ojos bonitos? ¿La que era hija de Hiashi Hyuga?

Él enmudeció cuando el Sannin trajo de vuelta el recuerdo fantasma de esa niña de aura triste. Claro que la recordaba. Era difícil no hacerlo cuando paseaba por los campos de entrenamiento donde Kurenai y el resto de su equipo entrenaban con la joven gennin. O cuando Naruto traía a la hora de la cena memorias del pasado cuando esa niña de aspecto raro le regaló un ungüento para sus heridas, a él y no a su compañero Kiba a quien había vencido en esa ronda.

―No entiendo por qué menciona el nombre de Hinata Hyuga en estos momentos, sensei.

―Después del secuestro de ella, durante la invasión que Orochimaru planeó, no pudimos comprobar que realmente murió porque su cuerpo no se halló ni que de verdad sus ojos desaparecieron cómo Hiashi afirmó en esa junta con el Consejo.

―No tiene que recordármelo ―Minato frunció el ceño―, estuve ahí. Hiashi-san explicó que la finalidad del Sello del Pájaro Enjaulado era proteger al Byakugan de posibles ataques como el que Orochimaru y la aldea de la Arena cometieron. Así como sucedió con Hizashi-san hace más de una década.

―Correcto. Pero esa vez recibimos el cuerpo de Hizashi Hyuga en la aldea, dando por sentado que el sello funcionó.

―Jiraiya-san, intenta decir que...

―¿Qué la pequeña Hyuga logró sobrevivir todo este tiempo y que, por alguna extraña razón, decidió unirse a este grupo criminal de ninjas renegados? Sí. De verdad tomaste tu tiempo para entenderlo.

―Eso no puede ser ―Minato negó, seguro de sí mismo a pesar del nudo en su estómago―. Kakashi me trajo...

―Un pedazo de tela manchado de sangre no es una prueba contundente. Ella pudo haberse arrancado algo de su ropa y hacerse un corte. Es sencillo.

―Pero, todo este tiempo... ―Minato intentaba hallar una explicación coherente para descartar la teoría de Jiraiya―. Si ella sobrevivió, ¿por qué no regresó a la aldea? Ella habría sido...

―Con toda sinceridad, Minato, dudo que una niña, a la cual casi nadie movió un dedo por encontrarla durante todo este tiempo, sienta algo por la aldea que se supone debió protegerla. Y considerando que su clan siempre le dijo que era una deshonra, bueno, no la culpo por no haber querido regresar.

Minato guardó silencio, tratando de meditar en todo lo que su sensei dijo. Tomó el retrato en sus dedos, escrudiñando la pieza de papel como si así pudiera encontrar un secreto oculto.

Las facciones infantiles habían desaparecido casi por completo, dejando rasgos que le pertenecían a una hermosa joven. El cabello le había crecido y sin duda tenía un parecido a la difunda matriarca del clan Hyuga. Pero sus ojos lucían tan tristes, casi marchitos. No tenía ningún rastro de la dulce niña de sonrisa tímida que recordaba en el pasado.

El flequillo que siempre utilizó tapaba su frente y era imposible distinguir entre los trazos si el dibujante habría captado algo del Sello del Pájaro Enjaulado. Era un Juinjutsu de primer nivel que solo el clan Hyuga dominaba y nadie externo sabía cómo colocarlo ni anularlo. Según la breve explicación que Hiashi dio en el Consejo aquel día, la anulación del sello se logra con la muerte del individuo. Además de que la Rama Principal tiene el control sobre los miembros a quienes se les imponía dicho sello.

―Antes de confirmar que la identidad de esta mujer realmente sea Hinata Hyuga, tengo que recopilar cada información sobre el sello.

―Ten suerte con ello ―Jiraiya guardó el dibujo, suspirando con agotamiento―. Desde que suelo recordar el clan Hyuga siempre ha sido muy reservado con sus asuntos. Será complicado que Hiashi te diga los secretos de su clan.

―Estoy seguro que cuando le hablé sobre la posibilidad de que Hinata esté viva, cambie de parecer.

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Los días siguientes después de aquella plática con su sensei, Minato mandó llamar a Hiashi para ponerlo al tanto de la situación que Jiraiya le relató.

El semblante serio de Hiashi casi no atravesó por ningún cambio al asegurarle que era imposible que Hinata hubiera logrado sobrevivir por tantos años aún si pudo escapar de sus secuestradores y que seguramente el retrato en el papel que Jiraiya compartió con él podría ser de cualquier otra mujer ciega, no de Hinata.

―Es imposible que el sello se anule, Hokage-sama ―reiteró Hiashi, completamente seguro de sus palabras―. He visto el funcionamiento del Sello del Pájaro Enjaulado desde que mi padre marcó a mi hermano menor. Nadie que no sea un Hyuga, y que pertenezca a la Rama Principal, tiene el poder de hacerlo.

―Entiendo que lo que dice, Hiashi-san, sea totalmente cierto, pero debemos descartar cualquier duda. Si Jiraiya-sensei no estuviera completamente seguro de sus sospechas, no se habría tomado la molestia de regresar a Konoha y contarme todo esto. Quizá alguien más pudo encontrar el modo de anular el sello ―Minato supo que tocó un punto delicado cuando vio la frente del líder fruncirse―. Alguien con un conocimiento avanzado del cual desconozcamos.

―Orochimaru podría haber sido un candidato pero usted y el Tercero lograron exterminarlo. Fuera de él, se me hace imposible que alguien más pueda acercarse a anular el sello.

Orochimaru había sido el compañero de equipo de Jiraiya-sensei y Tsunade-sama durante sus días como shinobis de Konoha. Desafortunadamente, el Sannin de las Serpientes se desvió del camino y abandonó la aldea para seguir con sus propias investigaciones que eran tabú para cualquier Nación Ninja. Pero su fama lo precedía. Durante el ataque a Konoha protagonizado por él, con varios ninjas bajo sus órdenes y con el Sello Maldito que les hacía incrementar su fuerza y chakra, aun recordaba la formación que Neji, Shikamaru, Kiba, Chouji, Shino y Naruto crearon para defender a Konoha, así como enfrentar a los secuaces del ex Sannin y rescatar a Sasuke, el hijo menor de Fugaku a quien Orochimaru había tenido en la mira después de no haber conseguido manipular a Itachi de unirse a su causa.

Pero Orochimaru ya no era un problema. El viejo Hizuren se había sacrificado con tal de que su ex alumno no generara más problemas.

Los días avanzaron, y ante el rechazo por parte del clan Hyuga en investigar la muerte de alguien quien ya no vivía, Minato tuvo que hacerse cargo de dicha misión.

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A pocos días de elegir cuidadosamente al equipo encargado de buscar pistas que confirmara que Hinata Hyuga seguía viva, dos extraños entraron a la aldea.

La descripción que Asuma y Kurenai le dieron fueron que ambos usaban capas negras con nubes rojizas. Los rostros siempre cubiertos por altos cuellos y sombreros de paja. Por las siluetas, Kurenai dijo que se trataba de un hombre y una mujer.

Minato personalmente apareció en el techo continuo al del puesto de té en donde ambos desconocidos se detuvieron a descansar. Escuchó por el comunicador de parte de los ANBU que ellos podrían encargarse pero pidió total discreción. Si los recién llegados resultaban tener una actitud conflictiva, no deseaba que los demás aldeanos corrieran peligro.

Observó con suma atención como ambos bebían con tranquilidad de sus tés humeantes. Nadie parecía sospechar de ellos y los civiles convivían a sus alrededores con total normalidad.

Un grupo de niños que jugaba animadamente con una pelota interrumpió su juego cuando el juguete voló con dirección hacia la figura más pequeña. De inmediato Minato se preparó para cualquier evento, pero se halló sorprendido cuando la mujer detuvo el balón fácilmente con una de sus manos sin dejar de beber su taza.

Los niños exclamaron sorprendidos y tímidamente uno de ellos se acercó hasta ambos. Fue ahí cuando él pudo ver parte del rostro de la mujer. Unos labios teñidos del más puro rosa que se mostraron en una sonrisa cálida que le hizo ganarse la confianza del pequeño quien, totalmente agradecido, tomó la pelota para regresar con el resto de sus amigos.

No detectó hostilidad y eso era aún más sospechoso. Sentía algo en el aire, como si las cosas estuvieran a punto de cambiar.

―Kurenai, Asuma ―habló y los susodichos aparecieron a sus costados de inmediato, listos para cualquier orden del Kage―. Vigílenlos. Alerten a cualquier shinobi a la redonda. Sutilmente desalojen a los civiles alrededor de la zona y sean discretos. No quiero que se den cuenta que los estamos espiando.

―Hai ―respondieron ambos.

―Y procuren que el Equipo de Kakashi no se involucre. ¿Entendido?

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Sabía que los espiaban.

Los ninjas de la Hoja no se confiarían de cualquier viajero sospechoso que entrara a sus interiores. Especialmente con las prendas que utilizaban.

―Por eso dije que dejar a ese tal Pain hacerse cargo de nuestros uniformes no era buena idea ―se quejó, agitando su té, viendo entretenido con su ojo las ondas―. No son nada cool, Hinata-chan.

―Pienso que son cómodos y cumplen con su objetivo ―contestó ella con tranquilidad, llevándose a la boca los bocadillos que pidió, disfrutándolos en completa calma sin importarle estar rodeados de shinobis de Konoha.

―Tú siempre le ves el lado bueno a todo, Hinata-chan.

No siempre fue así. Cada reto la obligaba a pensar en todo lo malo que podría suceder y cómo terminaría siendo un fracaso. Fracaso. Esa era la palabra que usaba su padre todos los días durante sus entrenamientos con su hermana menor, Hanabi. Prefería tener miles de heridas que alzarle la mano a su hermanita a quien amaba con todo su corazón.

Recordó un atisbo dorado y una sonrisa amplia. Oh, había pasado tanto tiempo desde que no lo recordaba. ¿Sería por qué estaba en Konoha? Posiblemente esa era la respuesta. Había pasado tantos años lejos que ya casi no recordaba los días en que fue una gennin de Konoha. Pensó que en cuanto cruzara las puertas de la aldea con su compañero la nostalgia removería su corazón pero no sintió nada. Fue como ver un plano gris, como todo lo que ella veía atrás de sus ojos.

―Oi, Hinata-chan.

La voz cantarina de él la sacó de su trance. Parpadeó y se dio cuenta que había estado tan enfocada en sus pensamientos que no notó que sus mochis habían sido robados descaradamente por quien se sentaba a su lado.

―Pudo haber preguntado, senpai ―regañó con suavidad a su compañero quien rio, apenado.

―Lo siento, lo siento. Es que vi que los comías tan delicioso que se me antojaron. Es que todo lo que comes lo haces ver tan rico. No me culpes.

Ella suspiró, retomando la tarea de terminar su té. Pelear con el estómago vacío no era bueno. De donde había crecido la comida escaseaba y la mayoría de las personas no se podían dar el lujo de disfrutar postres como el mochi, especialmente con la pobreza que acechaba los pequeños poblados lejos de Konoha.

Observó por debajo de su sombrero los árboles verdes moverse al compás del aire. El paisaje era completamente distinto al de la Aldea de la Lluvia; éste era tan industrializada, todo forrado por metal, con el latente aroma a humedad que jamás desaparecía al vivir bajo una nube eterna. El Sol nunca podía verse, pero en Konoha éste calentaba todas sus calles todos los días.

―¿Encontró al objetivo, senpai? ―cuestionó después de un lapso, viendo a su compañero quien soltaba un suspiro satisfecho por la merienda.

―Ah, muchas gracias por la comida ―agradeció con las manos juntas―. ¿Uh? ¿El objetivo...? Claro, claro ―asintió, chasqueando sus dedos―. Lo hice desde que entramos, Hinata-chan ―él se llevó una sus manos hasta la parte izquierda, donde llevaba el vendaje que cubría el otro extremo de su rostro―. Hmm ―asentía, como si lo que viera a través de su técnica fuera una entretenida película―. Sí, son ellos. Y él está ahí. Rubio, ya no tan chaparro cómo me lo describiste, eh, algo tonto... Sí, muy tonto, no deja de decir estupideces a esa chica de cabello rosa. ¡Ah, mira, es Sasuke-chan! ¡Cuánto ha crecido! Sin duda se parece a Ta... ―antes de que continuara relatando en voz alta lo que veía, ella le tapó la boca suavemente.

―Trata de ser más sigiloso, senpai. No nos ayudará que reveles tus conexiones con el clan Uchiha.

―Claro, claro, sorry.

―¿Están fuera de la aldea?

―Sip. De camino a una misión. Creo que a la Aldea de la Arena. Si Sasori no se equivoca, es probable que sea vean con el joven Kazekage por allá. ¿Deberíamos actuar ya?

―Nuestro líder quiere que continuemos con el plan.

―Pero sería tan fácil. Podríamos atrapar a ambos. Ya sabes, como un combo al 2x1.

―Confío en que eres capaz de hacerlo, senpai, pero aún no es nuestro momento de actuar. Debemos ser pacientes ―sacó el pago para ambas bebidas y bocadillos―. Estamos siendo vigilados por el Cuarto Hokage.

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La misión por parte de Pain había sido localizar al Nueve Colas. Ya tenían ubicadas las localizaciones de las Bestias de Cola y hace poco comenzaron a movilizarse.

Sutileza era la palabra clave pero la manera en que el resto de sus compañeros realizaban sus misiones ya habían hecho correr los rumores acerca de su organización.

Él no esperó hacer una aparición tan pronto en la que antes catalogó como su hogar pero estar en la guarida era demasiado aburrido. No soportaba las ridículas peleas que Sasori y Deidara protagonizaban siempre que cuestionaban quién de ambos era un verdadero artista y la definición de arte. Por eso siempre se escabullía a la habitación de Hinata, era el lugar más tranquilo y pacífico en ese lugar lleno de chiflados. Ahí con ella podía recostarse y dormitar un poco, esperando a que sus cuervos le enviaran información sobre sus objetivos. Eso le ayudaba a ahorrarse demasiado tiempo en las misiones aburridas a las que eran enviados para recolectar fondos que en el futuro utilizarían.

Ahora debían regresar por donde vinieron. Sasori y Deidara iniciarían con su caza del Biju. Nada mejor que un ex shinobi de la Arena quien se ocupara de atrapar a otro ninja de la misma aldea. Y aunque reconocía que Gaara era un oponente fuerte, Sasori de verdad daba miedo cuando se ponía serio. Era de los pocos integrantes de Akatsuki que se tomaban muy en serio en cumplir con las indicaciones de Pain.

El Nueve Colas era su objetivo. Por eso habían ido ahí, a estudiarlo. Aunque, sinceramente, no creía que fuera tan necesario cuando a su lado le acompañaba alguien que había asistido a la misma Academia que el hijo del Cuarto Hokage.

Debían aprender los puntos débiles. Confiaba en su fuerza y en la de su adorable compañera, pero la fuerza de una bestia como el Zorro de Nueve Colas era impresionante. La última vez que presenció su ataque había dejado a casi toda la aldea hecha un desastre. Debían tomar sus precauciones si querían que el plan funcionara bien.

―Alto ahí.

Sus pasos fueron detenidos por la voz gruesa del hijo del Tercero. Asuma Sarutobi, el actual sensei del Equipo Diez. Sería tan fácil deshacerse de ellos pero no quería comenzar una carnicería cuando solo estaba de paso. Ni tampoco quería alarmar a alguien. Aún estaban a buen tiempo de dar sus últimos preparativos, tener a los ninjas de Konoha detrás de la organización no sería conveniente.

―No son de por aquí, eso es claro ―Asuma guardaba la distancia, estudiando a los sospechosos. Kurenai les bloqueaba el frente―. ¿Qué asunto los trajo a Konoha?

―Solo estamos de paso, no tienen que preocuparse ―contestó él, mostrando una sonrisa debajo del sombrero sin revelar el resto de su rostro―. Mi compañera es gran fan de sus dulces, así que quisimos pasar por aquí a tomar un bocadillo. ¿Eso no es ilegal, o sí?

Kurenai afiló la mirada, tratando de estudiar ambas siluetas. Pero quien la inquietaba era la de menos estatura. No había dicho palabra alguna como su otro compañero, solo estaba quieta. El corazón le latía y desconocía la razón. El Cuarto les pidió mantener vigilados a esos dos extraños, así como evacuar a los civiles quienes estaban cerca. Si el Cuarto no considerara a ese par sospechosos, no hubiera tomado esas medidas.

―Me temo que tendrán que mostrar sus identificaciones y permisos de viajeros ―ordenó Kurenai.

―Ah, uhm ―el encapuchado de alta estatura hizo sonidos de duda―, creo que eso no se va a poder. Nunca nos han pedido esa papelería. Ni siquiera sabía que en Konoha pedían eso. Ah, cuánto han cambiado las cosas por aquí.

―Lamentamos causar molestias ―la segunda figura decidió hablar y Kurenai abrió mucho los ojos ante ese tono gentil que, a pesar del tiempo, seguía recordando.

Nunca podría olvidar la voz de su ex alumna, Hinata Hyuga. La chica tímida que tenía miedo de hablar en frente de otras personas, tanto que Kiba tenía que acercarse demasiado a ella para lograr entenderla, siendo rescatada por Shino quien le pedía a Kiba guardar la distancia o haría que ella colapsara.

E-Esto no puede ser... Hinata está... ―Hinata había sido secuestrada por ninjas de la Nube durante la invasión que sufrió Konoha hace varios años atrás, cuando Orochimaru aún vivía. Fue a buscarla pero no quedó rastro de ella. Y sabiendo que Hinata poseía el sello del clan Hyuga, la esperanza de recuperar a la joven Hyuga con vida se esfumó.

Todo el Equipo Ocho quedó devastado ante la noticia Hinata. Kiba se negó a hablar por varios días y Shino se mostraba más silencioso de lo normal. A pesar de los intentos del Cuarto en encontrar el cuerpo de su alumna, nada fue hallado. Pasó tiempo para que su equipo volviera a sentirse como uno, especialmente con la integración de Sai, un ninja de Raíz.

Kurenai retomó su postura, centrándose en lo que tenía en frente. Las posibilidades de que su corazonada fuera acertada eran mínimas. Casi inexistentes. Debía centrarse, estar preparada para combatir en caso de ser necesario.

―Si nos dejan retirarnos, continuaremos nuestro camino y no volveremos a incomodarlos con nuestra presencia.

―Dudo que eso sea posible ―añadió Asuma―. Ahora, identifíquense.

―Por más tentador que eso suena, tendremos que negarnos. A mi compañera y a mí nos encanta dar un buen espectáculo y no creo que éste sea el momento para revelar lo que hay debajo de estos sombreros, así que ―encogiéndose de hombros tomó la figura de su compañera, alzando la palma de su mano a modo de despedida―, por esta vez nos iremos. Prometo que en la próxima puede que revelemos quiénes somos...

Asuma y Kurenai estaban listos para evitar que se marcharan, pero la figura de Minato apareció oportunamente. Ambos encapuchados vieron su fuga interrumpida y tuvieron que esquivar el golpe del Cuarto.

El Rasengan de Minato desapareció de la palma de su mano mientras se incorporaba, con Kurenai y Asuma a sus costados, listos para atacar.

―Sí que saben dar buenos recibimientos aquí, eh ―comentó, mostrando una sonrisa y quitándose el resto de polvo de su capa.

―Les pido que revelen sus caras ―Minato no se mostró afín al sentido de humor del encapuchado―. Si no tienen nada que ocultar, no tendrán problemas.

―Tranquilo, Cuarto, venimos en son de paz. No haremos nada, no ahora al menos.

El hombre elevó las manos, como una manera de mostrarse como alguien indefenso. De alguna manera Minato sintió que estaba viviendo un dejavu. Los ademanes del extraño le recordaban tanto a Obito...

―No lo repetiré una vez más ―Minato sacó su kunai especial―, muestren los rostros, ahora ―demandó.

Con la certeza de que no había ningún civil cerca y que todos los ninja bajo su cargo se estaban movilizando en caso de requerir apoyo, Minato podía darse la libertad de enfrentarse con ese par si resultaban ser más peligrosos de lo que él imaginaba. A pesar de que le hubiera gustado tratar el asunto con calma, no podía darse el lujo de confiar tan fácilmente y dejar partir a ese par. Ocultaban algo y no vinieron a Konoha por simple curiosidad. Si lograba capturarlos, estaba seguro que podría interrogarlos y sacarles más información.

Los tres ninjas se tensaron cuando ella dio un paso al frente. El plan en su mente cambiaría el rumbo de los verdaderos deseos de su líder pero era mejor ser ella el objetivo del Cuarto que su compañero. Él era una parte importante del plan, casi el centro de todo, la cereza del pastel cómo gustaba declararse. Si descubrían su identidad, todo se complicaría.

―Con gusto revelaré mi rostro si con ello permiten que mi senpai pueda marcharse ―pidió en un educado tono.

―Oi, no deberías actuar por ti sola ―se quejó pero ella no puso atención―. Si regreso solo, Konan me matará por no cuidarte bien.

―Puedo cuidarme perfectamente sola, senpai.

―Pero, si revelas quién eres ahora, todo podría...

―Confíe en mí, senpai. Todo saldrá bien. Ahora, por favor, márchese.

―Ah ―él suspiró, agotado de la terquedad de ella. Podía ser tan dulce y tierna, a pesar de que ella negaba todas esas cualidades, pero en el fondo era tan terca―. Está bien, pero no hagas nada divertido sin mí, eh.

Vio con sus propios ojos cómo el compañero de la mujer desapareció en un parpadeo. No pudo sentir su chakra por el bajo nivel de éste, algo que seguramente hacía a propósito para que ninguno de ellos lograra ir tras su rastro. Por el otro lado, ella no se movió, ni siquiera cuando los ninjas que solicitó llegaron, rodeando a la sospechosa. No podría huir, aunque por su comportamiento tal parecía que no haría nada para impedir que fuera arrestada. ¿Era una trampa? Nadie dejaría atraparse tan fácilmente, al menos no sin resistencia.

Entonces ella movió sus manos, haciendo que todos pusieran especial atención en sus movimientos. Hizo sonar los adornos que colgaban de su sombrero, los mismos que los niños de la Aldea de la Lluvia le obsequiaron para la buena suerte. Poco a poco fue bajando, revelando sus facciones, sintiendo la luz del Sol sobre su cara.

La sensación casi le era extraña, había pasado tanto tiempo sin experimentar esa sensación desde que consideró a Amegakure su verdadero hogar. Acostumbrarse a la luz cuando casi la mitad de su vida la vivió en penumbras fue difícil, pero bastó parpadear un par de veces para hacerlo.

Las exclamaciones de sorpresa de parte de los ninjas a su alrededor fueran sonoras. Era algo que ya imaginaba. Sus ojos eran un aspecto que era imposible de ocultar, por mucho que se esforzara. Pensó en todos los escenarios que podría causar su movimiento de cartas pero nada dentro de sí se alteró. Era alguien distinta, una persona que no tenía raíces en ese lugar ni razones por las cuales sentirse vulnerable. Tenía un espíritu fuerte, eso le dijo Konan-senpai cuando la rescató.

Kurenai tembló cuando reconoció esa cara. Ya no era una niña, sino una señorita, pero era imposible que no la supiera quién era. El cabello negro azulado era el mismo, pero más largo, su piel era más pálida y unas ojeras se lograban percibir debajo de sus ojos aperlados que lucían fríos. No había ningún rastro de la calidez que recordaba de su alumna.

―¿H-Hinata?

Las únicas personas que se referían a ella por ese nombre eran Konan y su senpai, los demás le llamaban como les placiera. Hidan-senpai gustaba decirle "Bruja de Ojos Blancos" mientras Sasori-senpai no se cansaba de dirigirse con un parco "Mocosa". No gustaba que la llamaran por su apellido porque ya no se sentía como alguien de esa familia. Había pasado tanto tiempo que no sentía ni un cosquilleo en su estómago.

Alzó la mirada para clavarla en la figura de su sensei. Lucía exactamente igual a cómo la recordaba.

Había sido tan amable con ella en los días antes de que su padre la considerara alguien que no mereciera su favor, enviándola a convertirse en gennin ante lo incapaz que era de mostrar ser una digna heredera. Siempre le ayudaba a sentirse más segura de sí misma y no tener tanto pavor al momento de hablar con otras personas, incluso con Naruto-kun, a quien admiraba demasiado pero no podía ni siquiera dirigirle un saludo sin terminar tartamudeando.

―Tanto tiempo, Kurenai-sensei ―saludó con cortesía, sin sonreír, manteniendo una expresión neutra ante el encuentro con su ex tutora.


Notas


Esta idea me ha estado acechando por varios días y con fanarts de Hinata siendo Akatsuki, pues no me pude contener.

Y yo sé que Minato es un hombre gentil y lindo, pero gracias a un oneshot de Agridulce Luna tuve mi luz verde para hacer de este rubio alguien frío, calculador y, hasta cierto punto, cruel.

No les digo que esto vaya a ser un fic largo, solo la cantidad adecuada para sacar todas las ideas que tengo de esta historia. Y sí, habrá contenido para adultos, así que lean bajo su propia precaución.

Y antes de que se emocionen, las parejas principales de esta trama serán tres. Minato e Hinata, Shikaku Nara e Hinata y otra pareja que será sorpresa, aunque creo que por las pistas que puse ya es clara.

Muchas gracias por leer y una disculpa por no actualizar el resto de mis fics. No diré excusas, salvo que he tenidos días de trabajo muy ocupados, así como tardes atareadas con mi curso. Además de que el Bloqueo de Escritor me acecha.

Pero espero lograr escribir unos cuantos avances. A ver si con estas ideas que saco se me vacía un poco la cabeza.

En fin, gracias y vivan los Dilfs de Naruto.