Los personajes de Naruto no me pertenecen, solo los uso con el único fin de entretener. También aclaro que la idea general ha sido inspirada en el libro de Rebecca Yarros, Alas de Sangre, pero nada más. No es una adaptación ni mucho menos un plagio. Solo sentí que la idea se adapta muy bien con la pareja que Shikamaru y Temari conforman.

Aclaraciones: Universo Completamente Alternativo. Fantasía World. Dragones.

Advertencias: Posibles muertes. Peleas y enfrentamientos. Escenas de violencia. Mención de sangres. Rivalidades. Traiciones. Y posible contenido maduro.

Notas: Esta historia pretende ser corta. O hasta que las ideas se me agoten o alcancé la imagen mental con la cual inicié todo este proyecto.


Dedicado especialmente a Agridulce Luna, una de mis escritoras favoritas.

Espero te guste, mujer, y no decepcionarte.


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Treguas Silenciosas

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Capítulo Uno


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El destino de Shikamaru ya había sido tomado desde que llegó al mundo. Su padre era un importante general en la Fuerza Militar e importante figura en la sociedad de jinetes de dragones. Nunca podría escapar de su futuro por más que quisiera, especialmente cuando aprobó el examen de admisión que lo consideraba más que capacitado para pertenecer al Escuadrón de Jinetes.

―Qué lata ―susurró cuando vio los enormes muros de la que sería su prisión durante tres años.

Otros chicos de su edad se mostraban entusiasmados, con sonrisas amplias y un positivismo que Shikamaru sinceramente no envidiaba para nada. Luego vio en la lejanía, por el túnel que conducía a los otros Escuadrones a los afortunados de tener otra opción que no fuera ser un jinete de dragones.

Él soltó un suspiro cansado, pensando en todo el trabajo que tendría que realizar. Y éste comenzaría en cuanto pusiera un pie adentro de la reja que lo separaría del mundo exterior.

No habría manera de escapar. La Academia había sido diseñada para evitar que cualquier estudiante huyera. Había dragones guardianes vigilando cada posible punto de escape, y cualquiera que se acercara por ahí terminaría convirtiéndose en barbacoa. Además de encontrarse un lugar tan remoto que ―en caso de sobrevivir a esos monstruos escupefuego― morirías en cuestión de días.

Tomó mejor el morral con todas sus casas, resignándose a que tendría que sobrevivir todo ese tiempo hasta la graduación.

O hasta que muriera.

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Ni siquiera llevaba una hora adentro cuando ya estaban siendo puestos a prueba para cerciorarse que los candidatos merecían un lugar en la escuela. Él casi quiso darse por vencido y regresar por donde vino, pero recordó que era el único hijo de Shikaku Nara y que la cobardía no era aceptable en ese lugar.

Shikamaru estudió a sus alrededores, al menos lo que podía ver. Una densa neblina invadía las alturas del enorme muro hecho de piedra que tenían que escalar para llegar al Patio Principal de la Academia para Jinetes del Reino del Fuego. Los de su edad subían pero no tardaban en caer. Algunos se estrellaban contra el suelo duro y húmedo, quebrándose unos cuentos huesos o ambas piernas, pero otros no tenían tanta suerte y nunca despertaban.

Shikamaru reconsideró el peso de su morral y se preguntó si las pertenencias valdrían la pena, o era mejor deshacerse del peso extra y escalar lo más ligero posible. La neblina se extendía en lo más alto y tendría que andar a ciegas, verificando que el tramo donde colocaba la mano era lo suficientemente firme para no caer. Andaría a tientas. Y aunque él no representara una amenaza para otro candidato, no descartaba la idea de que alguien pudiera tumbarlo para tener una mejor ventaja.

En ese lugar los amigos no existían, solo alianzas provechosas que se debían calcular cuidadosamente. Esos habían sido los consejos de su viejo y respetaba la sabiduría de su padre. Mantenerse vivo siendo un jinete de dragón que peleaba frecuentemente en las primeras filas de las Frontera no era algo que muchos lograran.

―Si no piensas escalar, muévete.

Shikamaru se hizo a un lado cuando un rubio con claros moretones en la cara se acercó al muro. Por la apariencia de sus ropas, supuso que no era su primer intento. Llevaba algo de sangre en los nudillos y la boca, lo cual indicaba que se había caído más de una vez. No entendió el afán de volver a intentarlo una y otra vez.

―Deberías rendirte ―le dijo al verlo agarrarse de las piedras del muro. Logró captar el interés y el rubio, casi de la misma edad que él, lo acuchilló con su mirada azulada―. Es mejor rendirte ahora. Si continuas, dudo que ésta vez sobrevivas.

―No voy a escuchar el consejo de un idiota quien ni siquiera ha subido ―contestó con enojo el rubio, escupiendo―. Me he preparado toda la vida para este momento, ¡y voy a lograrlo! No importa cuántos huesos me rompa, seré el mejor jinete de dragones que te puedas imaginar. ¡Ya lo verás!

Qué tonto… ―pensó al verlo subir, pensando que volvería a caer, pero para su asombro el rubio iba en serio, pues le vio perderse después de la gruesa capa de niebla.

Nuevamente se sintió irritado. Algo en su orgullo se quebró y, de alguna extraña manera, coincidió con lo que ese rubio dijo. No podía juzgar a alguien cuando él ni había escalado la cuarta parte del muro.

―¿Por qué no pude ser el hijo de un escriba? ―masculló, decidiendo dejar las cosas inútiles abajo. Solamente sacó lo que realmente consideraba necesario. Su tabaco―. Habría tenido una vida tan simple. Pero no, mi viejo quiso ser un héroe. Carajo.

Guardándose el tabaco en el interior de su chaleco hecho de escamas de dragón que su madre le obsequió, Shikamaru comenzó a escalar el muro, iniciando de esa manera con su reto.

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La muralla no era lo peor, había cosas mucho más diabólicas después de la muralla. Quién sea que creó todo ese juego macabro debía ser un psicópata. Mientras se detuvo a descansar, con un cigarrillo de tabaco que quería encender, todos los que subían muy apenas el muro corrían sin siquiera considerar una pausa. No pudo evitar gruñir debido a la presión y tuvo que guardar el cigarrillo. Lo dejaría para el final, si es que lograba pasar. Realmente no tenía mucha fe en sí mismo.

El siguiente obstáculo eran unos troncos que ponían en prueba el equilibrio, aquello disimulaba la estabilidad que un jinete debe tener ante el cuerpo en movimiento de su dragón en pleno vuelo. Varios llevaban la delantera, pero al girar los gruesos troncos a una velocidad inhumana, muchos se cayeron hacia el precipicio.

Shikamaru solo podía escuchar desde su lugar los desgarradores gritos que se evaporaban hasta dejar el sofocante silencio de la duda de quién sería la próxima víctima.

Para su asombro, aquel rubio atolondrado ya iba en la parte final. Se encontró aliviado de que no hubiera caído.

―Problemático ―masculló, queriendo quedarse ahí en lugar de seguir avanzando, pero pudo sentir que era vigilado y Shikamaru no dudaba de que los profesores o cualquier otro líder de pelotón estarían observando sus habilidades. Y en caso de querer retroceder, sería asesinado.

Justo cuando se disponía a avanzar, Shikamaru observó la figura de un joven azabache que no dudó en pasar por el tronco giratorio. Le sorprendió la habilidad con la cual cruzaba, como si aquello no representara una amenaza. Corrió hasta el otro extremo con una envidiable facilidad que no pudo evitar maldecir por no tener sus agallas y entusiasmo.

Justo cuando se disponía a pasar, dándose cuenta del patrón que los troncos empleaban en sus movimientos, fue cuando observó a sus costados, notando como una joven de apariencia frágil no se atrevía a dar un paso. Los demás candidatos pasaban, ignorándola pero él no pudo. Detestó tanto esa caballerosidad que era hereditaria en su familia. No podía dejar a una chica sola.

―Oye ―llamó de mala gana, captando el interés. Notó sus peculiares ojos de tonalidad perla y su cabello completamente húmedo debido a la brisa en la altura. Lo llevaba suelto, eso era una pésima idea. Todas las chicas que participaban debían llevarlo trenzado o quedarían atrapadas en algún pedazo suelto de madera o un clavo salido―. ¿Estás bien?

―Ah… S-Sí ―contestó ella, aunque por la mueca de completo terror que traía en la cara era notorio que no, no lo estaba―. S-Solo me preparo para… B-Bueno, para cuando me sienta segura ―sus palabras perdían fuerza.

Shikamaru se aventuró a estudiar las vestimentas de la joven, frunciendo el ceño al ver las botas que llevaba puestas.

―¿Las suelas de tus botas son lisas?

―¿Eh?

Shikamaru suspiró, preguntándose interiormente si lo que iba a hacer sería lo correcto. Asuma, una figura de hermano mayor que admiraba profundamente, le aconsejó noches anteriores ―antes de que partiera al sur ante un llamado de emergencia― que usara botas con relieve, ya que éstas se podían adaptar a cualquier tipo de terreno. Contrario a las planas de las cuales serían más fácil resbalarse.

Esa pobre chica no iba a durar.

Se acercó a ella, agachándose para estudiar su calzado. Efectivamente, eran botas lisas.

―Quítate tu bota izquierda.

―¿P-Perdón? ―ella no entendía sus palabras y no le culpaba, nadie venía a decirle a alguien que se quitara su bota.

―Solo confía en mí ―le dijo, empezando a sacarse él mismo el calzado―. Te quedará floja pero te ayudará a pasar esto ―luego dio un vistazo hacia las alturas―. No creo que los que nos observan te vayan a permitir quedarte durante toda la prueba aquí. Créeme. Aquí no es tan seguro.

Shikamaru notó que la de ojos aperlados le miraba con duda y repasaba en su mente todo lo que dijo. Pensó que le rechazaría pero asintió, decidiendo confiar en él.

―De acuerdo ―ambos intercambiaron calzado y él se cuestionó si su pie entraría en esa bota que parecía ser de Cenicienta.

―¿E-Está seguro de esto? ―preguntó sin entender por qué un desconocido se ofrecía a ayudarla―. E-Es claramente su ventaja, yo…

―Estoy seguro ―interrumpió, ocupado en ponerse la bota―. Por cierto ―alzó la mirada para verla, recordando que aún no se habían presentado―. Soy Shikamaru.

Ella asintió, jugando con sus dedos.

―Hinata ―respondió―. Mucho gusto.

―No nos adelantemos y mejor dejemos las debidas presentaciones cuando estemos al otro lado. ¿No crees, Hinata?

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La cantidad de candidatos disminuyó considerablemente una vez llegaron al Patio Central donde los pocos afortunados ya estaban reunidos. Estuvo tentado a dejarse caer de rodillas, no podía soportar el cansancio. A pesar de haber sido entrenado diariamente por su padre para ese día, sus músculos se sentían como gelatina y que en cualquier momento podría morir. Ni qué decir de su pie izquierdo, dolía horrores por la falta de articulación.

―Hey ―se exaltó cuando la figura que llegó muy apenas a su lado se desplomó, notablemente agitada―. ¿Todo bien?

―S-Sí ―respondió Hinata, tratando de llenar sus pulmones con aire fresco, a pesar de que la altura le dificultara la tarea―. S-Solo necesito respirar y descansar un rato… ―respondió y él asintió.

―Entiendo, pero debemos acercarnos para que nos registren. En cualquier momento darán anuncio de que el período de prueba ha terminado. Vamos ―la ayudó a ponerse de pie y así ambos caminaron juntos hacia las personas que se dedicaban a apuntar en sus tablas los nombres de quienes habían completado el recorrido de obstáculos.

Shikamaru paseó la mirada por todos lados, buscando si podía encontrar a alguien conocido pero todos le parecían unos completos extraños. Llegó con Hinata hasta una fila que avanzaba rápido. Ahí fue cuando Hinata logró estabilizarse y le agradeció por su ayuda, algo que él dijo no era para tanto pese a que la joven contradijo todo aquello.

―P-Prácticamente salvó mi vida ―susurró ella, mirándole con total agradecimiento que Shikamaru desvió la mirada, avergonzado.

―No es para tanto ―resopló―. Y no me hables de usted, tenemos la misma edad. Puedes tutearme.

―Pero…

―Siguiente.

La voz exasperada de una rubia cortó la frase de Hinata. Shikamaru vio por encima del hombro de ella la figura de lo que parecía ser una estudiante con más experiencia de la que él podría reunir en esos tres años.

El mirar verde con una profundidad inquietante y fría heló por un momento su alma. A pesar de que sus facciones fueran atractivas, la alarma en su cabeza no pasó desapercibida. Era una chica peligrosa y con esas prefería nunca cruzar los caminos. Le dedicó un vistazo indiferente, como si él no representara gran cosa y enfocó sus irises en Hinata, quien logró decir su nombre y apellido entre tartamudeos.

―Hinata Hyuga ―logró responder, haciendo que la rubia enarcara una ceja por el famoso apellido.

―¿Eres la hija de Hitomi Hyuga? ―ella le dio un recorrido de pies a cabeza. Luego soltó una risa cruel―. Vaya, qué decepción.

Shikamaru arrugó el ceño por la manera en la que esa rubia se diría a la pobre chica, quien no abrió la boca para defenderse y solamente agachó la cabeza.

―Supongo que no has sido una completa decepción si llegaste hasta aquí ―siguió comentario la rubia―. En fin, ve a formarte con los demás. En un momento terminaremos y los profesores pasarán a darles indicaciones.

Hinata asintió y le dio una fugaz mirada antes de rodear a la rubia y entrar por el túnel que conducía, seguramente, al lugar que la amable señorita indicaba. Él fue el próximo y la rubia tuvo que mirarle desde abajo, pues era un poco más alto que ella. No le dedicó una mirada de interés, sino de pura y fría apatía, como si fuera un ser insignificante.

―Nombre ―pidió ella.

―Shikamaru Nara.

La pluma de cristal con la que anotaba se paró abruptamente. Pareció como si los nudillos apretaran con demasiada fuerza que él temió que ella realmente rompiera el utensilio de escritura. Pudo ver cómo una tormenta de tonalidad verde sea creaba en esos ojos e interiormente se preguntó si tenía asuntos pendientes con esa tipa para que le mirara así.

―¿Nara? ―preguntó lentamente, como si estuviera saboreando con desprecio su apellido.

―Eh, sí ―respondió, confundido―. ¿Nos conocemos…?

―No ―respondió cortantemente, arrugando el ceño, dando a entender que no le era de su agrado―. Afortunadamente no ―siguió escribiendo y Shikamaru no pudo evitar pensar que esa mujer era rara―. Sigue el mismo camino que todos y llegarás al Patio Principal. Nadie será curado de sus heridas hasta que el director dedique sus palabras a los recién ingresados ―luego le dedicó una sonrisa cruel que a Shikamaru puso los vellos de punta―. Trata de no morir en tu primera semana, novato.

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El director Sarutobi se colocó detrás del podio para observar a los nuevos estudiantes que ingresarían a partir de ese día a su Academia de Vuelo. Muchos llevaban los rostros llenos de sangre, moretones y sin duda músculos dañados que pronto serían curados en la Enfermería del lugar, en cuanto terminara de dar las debidas presentaciones cómo era la costumbre.

Con Hinata a su lado ―la única cara conocida entre todos los estudiantes― y con su bota original puesta, Shikamaru escuchó las palabras del anciano, tratando de no dormirse, a pesar de que el agotamiento de todo ese día casi lo hacen roncar.

Quienes serían sus profesores se mostraron. Había ciertas figuras que le causaron curiosidad, especialmente algunos personajes con peculiaridades vestimentas que no sabría muy bien como juzgar. Pero viendo que la mayoría llevaba medallas, supo de inmediato que no eran personas normales y que no debía de confiar en la apariencia.

―Cada sección tendrá su propio líder ―continúo el director Sarutobi, dejando a un lado su acostumbrada pipa―. Dicho líder se encargará de guiarlos durante los tres años de su estadía hasta la graduación. Deben respetarlos y seguir sus indicaciones. Los grupos a los que serán enviados se dividen en tres: Llama, Cólera y Lava. Recuerden trabajar en equipo durante las misiones que se les encomienden pero también recuerden que deben estar alerta en cada momento. Si representan una amenaza para su pelotón, no duden que los demás, a quienes llamarán compañeros a partir de ahora, se encargarán de exterminarlos. Los obstáculos que atravesaron fueron apenas el comienzo de su nueva aventura. La verdadera prueba inicia ahora ―mostró una sonrisa que no era nada alentadora, no después de sus advertencias―. Les deseo buena suerte y recuerden no morir.

El movimiento comenzó. Varios estudiantes con uniforme negro se colocaron al frente, llevaban tablillas con lo que supuso serían las listas de los de nuevo ingreso. Supuso de inmediato que ellos serían los líderes del pelotón que el director Sarutobi explicó.

Él hizo una mueca cuando la rubia que conoció momentos atrás se formó. Oh no, por todos los dioses, que no le tocara con esa tipa. Podía intuir que nada saldría bueno si terminaban juntos. Y, maldita sea, era una mujer. No podía ser rudo con una mujer a pesar de que ésta fuera la peor escoria de todas.

Los nombres estaban siendo dichos en voz alta y Shikamaru escuchó el escándalo que el mismo rubio que conoció horas atrás hacía cuando la rubia gruñona lo nombró. Sonrió con disimulo, se veía que sería un dolor en el trasero pero tenía apariencia de ser un buen chico, algo tarado, pero buena persona. Algo en su interior se lo confirmaba.

―Hinata Hyuga.

El nombre de la chica a la que ayudó a pasar la prueba fue pronunciado por otra figura que era de un parecido muy similar a ella, salvo que en los ojos opalinos del joven castaño la frialdad era palpable. Por su parecido, Shikamaru pensó que serían algo. Casi podía apostar a que eran gemelos o algo así.

Antes de que ella se marchara, se giró a verlo y le dedicó una sonrisa, emitiendo un mudo "Gracias por todo" antes de retirarse a quien sería su bando por todos esos tres años. Él alzó la mano en un flojo despido cuando escuchó su nombre claramente ser pronunciada por la voz que no quería escuchar.

―Shikamaru Nara ―y la manera en la que ella mencionó su nombre, el sentimiento era mutuo.

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Nadie tenía su propio dormitorio, tendrían que compartir espacio con otras ocho personas más. Aquel derecho se lo ganarían en cuanto pasaran al próximo año o lograran crear un vínculo con un dragón en la Selección. Realmente no le puso mucho detalle y se desplomó en la cama que era dura y tenía la misma suavidad que una piedra, pero estaba tan agotado que no le importó.

Hubiera quedado dormido de no ser por el escándalo que precedió al cuchicheo de los demás, una voz que ya iba identificando.

―¡¿Tú?! ―sintió que alguien se paraba cerca de su catre y de manera desganada levantó la cabeza para toparse con esa rubia cabellera y ojos rubios―. ¡Wow, de verdad pasaste!

―Supongo que los milagros existen ―contestó Shikamaru―. Incluso para idiotas como tú y yo.

―No me metas en el mismo saco ―señaló el rubio, lanzando su morral casi desecho al pupitre al lado del suyo.

Él observó todos los vendajes que llevaba, al menos los que se lograban visualizar pues no dudaba que debajo de sus ropas maltratadas llevara más. En serio, ¿cómo podía moverse? Él casi ni se lastimó pero sentía que la columna vertebral se le iba a salir.

―Ya que estás acomodando tus cosas al lado de mi lugar, creo que seremos compañeros ―susurró, tratando de moverse para quedar en una mejor posición.

―Algo así ―susurró el rubio, dejándose caer en su propia cama. Parecía que tampoco era el único que estaba agotado, aunque el de mirada azul no pudo evitar quejarse por las heridas―. Aunque no te acostumbres, el día de mañana puede que nos convirtamos en rivales.

―Siendo sincero, no me preocuparía por ti.

―¡Oye, ¿qué quieres decir con eso?!

Soltó una risa por las reacciones de ese atolondrado. Le caía bien. Era honesto y le gustaban las personas honestas.

―Soy Shikamaru ―saludó.

El rubio guardó silencio, sin saber si era buena idea presentarse, considerando si era buena idea ser cercanos considerando lo que el viejo dijo en la entrada pero Shikamaru giró la cabeza para verlo sobre la almohada, dándole una expresión de desinterés puro.

―Darme tu nombre no me hará tenderte una trampa ―un bostezo gigante interrumpió su oración―... Soy demasiado flojo para eso.

―Por la forma tan tranquila con la que reacciones, no lo dudo ―respondió él. Luego bufó, rascando su rubia cabellera―. Mi nombre es Naruto, Naruto Uzumaki.

El movimiento de parte de Naruto dejó ver una marca que para Shikamaru se le hizo conocida. Era la Marca del Traidor, puesta a los hijos de quienes fueron en contra de las leyes del Emperador. Sabía de eso porque su padre había sido uno de los principales comandantes quienes estuvieron a cargo de interrogar a los traidores. Se sintió incómodo por no saber cómo dirigirse a él.

―Un gusto ―se limitó a responder y el rubio asintió.

―¿Solo te llamas Shikamaru?

―Por ahora sí ―era mejor que no supiera su apellido. La familia Nara era conocido por todo el País del Fuego, se estaría poniendo la soga al cuello si presentaba con ese nombre. Sería una antorcha viviente para que todos los marcados fueran detrás de él.

El plan de pasar desapercibido por los tres años que duraban su estadía comenzaba en esos momentos.