Disclaimer: Sólo sé que no son míos.
¡Hola! Como ya sabéis (si no, os lo cuento), estoy con BNHA a full, jajaja. Así que aquí traigo otro fic, esta vez un Bakugou x Midoriya. Tendrá seis capítulos, ya están todos escritos, pero dejadme que os haga sufrir un poquito escalonando las publicaciones. Saldrán cada martes y cada jueves sin falta.
Está inspirado en el episodio Deku vs. Kacchan Part 2, de hecho algunos de los diálogos de este primer capítulo podrían considerarse plagio.
Trigger Warning: En este capítulo no hay ninguno, pero voy adelantando que no dejan de ser dos adolescentes llenos de hormonas en situaciones que les pueden resultar excitantes y no sabe cómo manejarlas xD.
Castigo
Con un rugido desesperado, Izuku alzó el brazo con intención de darle otro puñetazo. Un ramalazo de dolor, atenuado por la descarga de adrenalina que recorría todo su cuerpo, le atenazó los músculos. Sus ligamentos estaban al límite, las emociones de la pelea habían hecho que no controlara el porcentaje de poder que estaba aplicando.
—¡Smash! —bramó entre dientes.
Izuku pensó fugazmente que se estaba excediendo pero, si no golpeaba, Bakugou respondería al golpe y no estaba seguro de poder resistir otra brutal explosión cuerpo a cuerpo.
—¿Estaban peleando? ¿De nuevo?
Izuku asestó el puñetazo antes de llegar a procesar las palabras del profesor Aizawa, pero su Don no funcionó, convirtiéndose en apenas un guantazo sin más fuerza que la suya propia. Bakugou le devolvió la mirada desde el suelo, jadeando, con los ojos todavía llenos de ira y frustración. Izuku sintió cómo el brazo con el que estaba sujetando la camiseta del otro chico le estallaba de dolor al cesar el chute de energía que lo mantenía en pie. Las fuerzas le fallaron y cayó encima del pecho de Bakugou, que soltó un sonido ahogado de dolor antes de empujarlo contra el asfalto, apartándolo a un lado.
—Los creía más inteligentes. —Aizawa tenía activo su poder, sin apartar la mirada de los dos estudiantes—. Fuera del dormitorio a altas horas de la noche, utilizando los Dones para sus fútiles e infantiles peleas.
Ninguno fue capaz de contestar, agotados por el esfuerzo. Bakugou se incorporó sobre los codos y se levantó, apretando los dientes para no quejarse de dolor. Izuku intentó hacer lo mismo, pero sus brazos se negaron a responder.
—Mierda —susurró Izuku, sabiendo que tendría que permanecer con los brazos inutilizados hasta que Recovery Girl activara su capacidad de sanación. El dolor le embargó, así que cerró los ojos y apretó los dientes, intentando no quejarse en voz alta.
—Me temo que necesitan darse cuenta de que esto no puede volver a repetirse —siguió hablando Aizawa, cerrando los párpados y frotándoselos con los dedos. Izuku notó las fuerzas de su Don regresar y utilizó una cantidad ínfima para impulsarse con los abdominales, sin utilizar los brazos, y sentarse—. Castigados los dos. Tres días de encierro. No asistirán a clase ni podrán salir del edificio de los dormitorios.
Bakugou estaba cabizbajo, con las manos en los bolsillos y expresión malhumorada. Izuku terminó de levantarse y, con los brazos colgando inertes, se limitó a agachar la cabeza también, contrito.
—¿Has vuelto a hacerte daño en los brazos, Midoriya? —preguntó Aizawa, sin rastro de emoción en la voz—. Creía que ya habías comenzado a controlarlo para no destrozar tu cuerpo. Supongo que tenía demasiadas expectativas en ello.
Izuku se mordió el labio, que empezaba a temblarle con las primeras lágrimas que acudían a sus ojos, fruto de la frustración por haber peleado con Bakugou, por haberse dejado llevar y, por supuesto, por el creciente dolor que empezaba a hacerse insoportable. Sentía que Aizawa tenía razón y seguía estancado en el mismo punto que meses atrás, perdiendo el control. Ahora que ya había pasado la emoción del momento, no entendía por qué se había dejado arrastrar a la pelea y qué tenía el otro chico que le hacía perder así el control que podía mantener férreamente el resto del tiempo.
—Vayan a la enfermería y que les curen sus heridas, pero sin que Recovery Girl intervenga con su Don, Midoriya. Tus brazos sanarán de manera natural. Que te dé un analgésico para el dolor si lo necesitas. Este tiempo sin valerte de ti mismo te enseñará a entrenar más duro para fortalecer tu cuerpo y controlar tu Don.
—Sí, profesor Aizawa —balbuceó Izuku entre dientes, aceptando el castigo, enfadado por no poder contar con sanar rápidamente. Se golpeó mentalmente por haber entrado al trapo en aquella absurda pelea una vez más.
—¿Quién ha dado el primer golpe? —continuó el profesor Aizawa.
—Yo —admitió inmediatamente Bakugou sin reservas.
—Yo también golpeé fuerte —añadió Izuku sin dudar, apoyando a su compañero, lo que provocó una mirada de desdén de este.
—Entonces parte de tu castigo, Bakugou, será acompañar en todo momento a Midoriya en estos tres días y ayudarle en todo lo que necesite. Así aprenderás a ser responsable de tus acciones y las consecuencias que conllevan —sentenció el profesor con voz neutra.
—¡Qué? ¿Por qué? —Bakugou levantó la cabeza con indignación—. ¡No soy la niñera de nadie! ¡Mucho menos de este inútil!
—No será necesario, profesor Aizawa —murmuró Izuku, avergonzado, sabiendo que aquello humillaría a Bakugou aún más y complicaría las cosas.
—Lo será si yo considero que lo es —dijo el profesor Aizawa secamente—. Ser un héroe es algo más que pelear contra los villanos. Es cuidar de las personas a las que protegemos. Bakugou, tienes que aprender eso.
Bakugou agachó la cabeza de nuevo, todavía enfadado, pero no dijo nada más. Izuku suspiró, sabiendo que probablemente le esperaban tres largos días por delante en los que lidiar con el cabreo del otro chico.
—Ahora salgan de mi vista cuanto antes, no sea que se me ocurra algún castigo más —concluyó el profesor en tono agotado, tallándose de nuevo los ojos con cansancio.
—¡Sí, profesor Aizawa! —exclamaron los dos a la vez, apresurándose a alejarse caminando en dirección a la enfermería.
Una hora después, Izuku se detenía frente a la puerta de su dormitorio mientras Bakugou seguía caminando en dirección a los ascensores. Se mordió el labio, pensativo. Recovery Girl había vendado sus brazos, inmovilizándolos a la altura del codo, lo que provocaba que no pudiese doblarlos, pero no había activado su Don para acelerar la recuperación, tal y como Aizawa había ordenado. Estaba bastante acostumbrado a lidiar con el dolor de sus recuperaciones, pero habitualmente tenía los brazos lo suficientemente funcionales como para valerse por sí mismo. Suspiró, intentando discurrir una manera de sacar la llave de su bolsillo y abrir la puerta sin utilizar las manos, ya que los ligamentos que iban desde las muñecas hasta sus nudillos también estaban afectados y los dedos le dolían.
«Las llaves están en mi bolsillo. No hay nadie cerca, así que puedo intentar bajarme los pantalones hasta la cadera para alcanzar a meter los dedos dentro de él y sacarlas; luego flexionar las rodillas y, alejándome estirando el brazo hacia el frente, abrir la puerta. El problema vendrá después cuando necesite cambiarme de ropa para meterme en la cama, o al levantarme, al lavarme los dientes o… ¡no! ¡Ir al baño! ¿Cómo voy a ir al baño estando así? No voy a poder hacerlo. Van a ser tres días horribles, quizá si se lo explico al profesor Aizawa… ¡No! Si se lo digo, ¡sólo obligará a Kacchan a cumplir su parte del castigo y será peor! De ninguna manera va a consentir que Recovery Girl me sane lo suficiente para poder mover los brazos. Tengo que solucionar esto por mi cuenta, seguro que hay una forma de…»
—Mascullas tan alto que vas a despertar a todo el edificio, inútil —gruñó Bakugou detrás de él, provocándole un sobresalto.
—¡Kacchan! —exclamó Izuku, girándose hacia él.
—¿Dónde tienes las llaves?
—¡Kacchan, yo…!
—Odio perder el tiempo en esto, así que dime dónde están las llaves.
—Mi bolsillo derecho. En el pantalón —tartamudeó Izuku, con los ojos muy abiertos, sorprendido por el regreso de Bakugou cuando pensaba que este ya estaría en su cuarto.
Bakugou metió la mano en su bolsillo, rebuscando hasta encontrar la llave. Después, lo sobrepasó y abrió la puerta, cediéndole el paso.
—¡Gracias, Kacchan! —dijo Izuku, sinceramente agradecido.
Entró en la habitación, sentándose en la cama, sin saber muy bien qué hacer o decir. Bakugou entró tras él, dejando la llave encima del escritorio y observándole en silencio con los ojos entrecerrados. Izuku empujó el talón de su zapatilla con la puntera del pie contrario, intentando sacarla a la fuerza sin que Bakugou se diese cuenta, pero estaban atadas con fuerza.
—Te vas a dormir ya, ¿no? —preguntó Bakugou secamente sin mirarle—. Por tanto, yo también puedo irme.
—Sí —sonrió nerviosamente Izuku, mientras seguía intentando sacar la zapatilla disimuladamente—. Me pondré el pijama e iré a dormir. Aunque no podamos asistir a clase, no nos dejarán quedarnos en la cama más tiempo.
—¿Te vas a poner el pijama? ¡Entonces tengo que ayudarte! —comprendió exasperado Bakugou.
—No, no —negó rápidamente Izuku, con cara asustada—. De verdad, Kacchan, puedo yo solo, te lo aseguro.
—No me digas qué tengo que hacer y qué no, imbécil —dijo Bakugou en un volumen demasiado alto. Izuku intentó hacerle un gesto para que bajase la voz, pero los apretados vendajes que llevaba le impidieron hacerlo—. Aizawa ha dicho que mi castigo es ayudarte y eso voy a hacer, así que deja de decir tonterías, porque no quiero que me aumenten el castigo por tu culpa, ¿entiendes?
—Va… vale, Kacchan. —Izuku se rindió sin más resistencia.
—¡Ponte de pie! —le ordenó Bakugou. Izuku obedeció rápidamente, sin saber muy bien qué pretendía ahora—. Levanta los brazos. ¡Que tenga que cuidar de ti no significa que tengas que ponerme las cosas difíciles, gusano!
—Lo siento, Kacchan. Es solo que no sé…
—¡Ya sé que no sabes, así que levanta los brazos!
—¡Pero Kacchan! ¡La puerta!
Bakugou hizo un gesto de exasperación y cerró los puños con impaciencia antes de darse media vuelta y cerrar con un golpe más fuerte de lo que sería conveniente. Izuku temió que a la mañana siguiente Iida le llamase la atención por el ruido.
—¿Así mejor?
Si no fuera por el tono cabreado de Bakugou, Izuku habría jurado que la pregunta buscaba preocuparse genuinamente por él. Levantó los brazos antes de que pudiese decirle nada más. Sin hablar, Bakugou se acercó a él y le deslizó la camiseta hacia arriba, desnudándole el torso y sacándosela con suaves tirones por los brazos. Se dio cuenta que, a pesar de que sus movimientos en general eran bruscos, había tenido cuidado de no hacerle daño al sacarle ambos brazos. Bakugou tiró la camiseta al suelo, e Izuku hizo ademán de agacharse a recogerla, lo que provocó que sus cabezas casi se chocasen.
—¿Qué haces, idiota?
—Lo… lo siento, Kacchan —se disculpó Izuku, consternado—. Fue sin pensar, iba a recogerla del suelo para ponerla en el cesto de la ropa sucia. Es por la costumbre de…
—¡Idiota! ¿No puedes intentar poner las cosas fáciles al menos estos tres días?
—¡Sí! Sí, lo haré, Kacchan —prometió Izuku, intentando eludir más conflictos.
Aquello iba a ser peor de lo que había imaginado, porque Izuku odiaba el desorden en su habitación. Y más valía que el delegado no se diese cuenta del caos, pensó súbitamente, proponiéndose intentar recoger la ropa del suelo cuando Bakugou saliese de la habitación. Ajeno a sus pensamientos, Bakugou clavó una rodilla en el suelo y le desató los cordones de las zapatillas con pequeños tirones. Izuku colaboró, sacándose las zapatillas igual que había intentado antes. Bakugou las apartó a un lado antes de preguntarle:
—¿Duermes con calcetines?
Negó rápidamente con la cabeza y Bakugou le indicó que levantase los pies para sacárselos. Demasiado ocupado en rezar porque sus calcetines no oliesen a sudor, Izuku no se dio cuenta que Bakugou había comenzado a desabrocharle el pantalón. Al percatarse de ello enrojeció, dándose cuenta que el otro chico tenía el rostro justo enfrente de sus partes íntimas, alegrándose de llevar unos de los calzoncillos más nuevos que tenía antes de darse cuenta de lo absurdo de su pensamiento. Bakugou tironeó de sus pantalones hacia abajo sin el cuidado que había mostrado al retirarle la camiseta e Izuku levantó una de las piernas a su señal para permitirle sacar la pernera, repitiendo con la otra.
—¿Dónde está? —le preguntó Bakugou mientras terminaba de hacerlo. Izuku le señaló la almohada. Bakugou la levantó y sacó el pijama de debajo—. Alza los brazos otra vez.
Izuku obedeció y dejó que metiese la parte superior por los brazos y luego el hueco de la cabeza. Bakugou puso atención de nuevo al pasar los brazos por la camiseta del pijama, intentando ser cuidadoso con esa parte de su cuerpo. Luego volvió a poner una rodilla en el suelo para ponerle los pantalones. Izuku volvió a enrojecer cuando el chico le ajustó los pantalones en la cintura, cerciorándose de que estaban bien colocados.
—Gracias, Kacchan —musitó Izuku con verdadero agradecimiento. El chico había puesto de su parte y, aunque había sido brusco, igual que su carácter, le había ayudado de buen grado y no lo había hecho caóticamente, como habría cabido pensar.
—No me las des —espetó Bakugou en un susurro bronco—. Aizawa ha dicho que lo haga y debo hacerlo. No quiero ganarme más días de castigo. No lo hago por ti, sino porque él me lo ha mandado. ¿Está claro, Deku?
Izuku asintió mientras volvía a sentarse en la cama. Bakugou se agachó y empezó a recoger la ropa que estaba en el suelo.
—¿Qué… qué haces, Kacchan?
—¿Qué voy a hacer? —respondió Bakugou de malhumor—.
Llevar esto al cesto de la ropa sucia. Tengo que ayudarte y pienso hacerlo mejor que si tú tuvieras que ayudarme a mí. ¿Necesitas algo más?
Izuku negó con la cabeza rápidamente, impresionado por la firmeza con la que Bakugou había dicho que le ayudaría y la competitividad que mostraba incluso en algo como un castigo. Siempre había admirado a Bakugou, tal y como este le había echado en cara, yendo detrás de él sin perderse ninguna de sus hazañas. Le había fascinado incluso su forma de competir. Seguía haciéndolo, de hecho. Nunca se rendía, ni siquiera cuando las cosas se tornaban en su contra, seguía intentando ser el mejor en lo que hacía.
—Muy bien. Volveré mañana.
Sin decir nada más, Bakugou apagó la luz, salió por la puerta con la ropa de Izuku bajo el brazo y la cerró suavemente, dejándolo solo y a oscuras. Izuku miró el reloj y, al comprender que apenas podría dormir unas horas antes de que sonase el despertador, se apresuró a meterse en la cama.
—Debería haberle pedido a Kacchan que me ayudase a meterme en la cama —murmuró Izuku cuando comprendió, frustrado, que no iba a poder hacerlo con los brazos rígidos e inmovilizados.
Intentó mover los dedos para agarrar la manta, pero el dolor que le supuso hacerlo le nubló la vista y desistió de ello. Mordiéndose el labio, acabó tumbándose encima de la cama y, enganchando el edredón con los dientes, giró sobre sí mismo, envolviéndose como si fuese un saco de dormir. Con un suspiro satisfecho, cerró los ojos, intentando no pensar en el día siguiente.
